El poder de las palabras, día 5
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez has pensado: Yo como que hablo mucho...?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Algunas de nosotras tenemos lenguas como ríos en rápido movimiento o murmullos de arroyos. Particularmente, cuando he estado en mi estudio o sola por un tiempo, me encuentro balbuceando, hablando a mil por hora. Esto me sucede a menudo, me sorprendo a mí misma y me digo, «¡no has hecho nada más que hablar desde que saliste de la habitación o de la casa!»
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy nos encontramos en el quinto día de la serie titulada, «El poder de las palabras».
Algunas mujeres que han escuchado esta serie y han comenzado el «Reto de 30 días para esposas» nos han escrito. Me encanta leer sus comentarios porque creo que podemos identificarnos con sus luchas y …
Annamarie Sauter: ¿Alguna vez has pensado: Yo como que hablo mucho...?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Algunas de nosotras tenemos lenguas como ríos en rápido movimiento o murmullos de arroyos. Particularmente, cuando he estado en mi estudio o sola por un tiempo, me encuentro balbuceando, hablando a mil por hora. Esto me sucede a menudo, me sorprendo a mí misma y me digo, «¡no has hecho nada más que hablar desde que saliste de la habitación o de la casa!»
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Hoy nos encontramos en el quinto día de la serie titulada, «El poder de las palabras».
Algunas mujeres que han escuchado esta serie y han comenzado el «Reto de 30 días para esposas» nos han escrito. Me encanta leer sus comentarios porque creo que podemos identificarnos con sus luchas y recordar que estamos corriendo la carrera de la fe juntas.
Nancy nos lee lo que una mujer nos escribió:
Nancy: Ella escribió,
«Bendiciones a todas, empecé el reto y de forma casi inmediata comencé a ver cómo Dios obraba en mi matrimonio, o mejor dicho cómo lo sigue haciendo y el impacto que esto tiene en mi esposo. Estoy muy agradecida con Dios por haber usado a una de mis amigas como instrumento para llegar hasta esta página, en donde he encontrado los materiales necesarios para seguir adelante, renovada y muy motivada en mi matrimonio que desde hace un tiempo viene pasando por muchas tormentas; pero estoy confiada en mi Dios que todo va a estar bien, pues Él tiene un plan para conmigo y yo deseo honrarlo. Bendiciones para todas y ¡muchas gracias Aviva Nuestros Corazones por tan maravilloso trabajo! ¡Que el Dios todopoderoso siga derramando Sus bendiciones en todas ustedes!»
Annamarie: ¡Anímate tú también! Descarga el «Reto de 30 días para esposas» a través de nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com. No dejes de buscar otros retos que también tenemos allí para ti.
Bien, Nancy continúa con la serie, «El poder de las palabras».
Nancy: Leí un interesante artículo en el periódico USA Today hace un tiempo, acerca de un joven de New Jersey que tenía 19 años de edad, y su nombre era Brett. Un día este joven decidió que estaba gastando mucho tiempo hablando y no escuchaba lo suficiente a los demás, así que él tomó un «voto de silencio» por un año.
¡Eso es bastante impresionante! ¡No me puedo imaginar, para un adolescente o un adulto, cómo sería esto posible! Pero estaba intrigada por la idea y decidí tomar un reto similar yo misma, excepto que él mío no duró un año. Decidí intentarlo por cuarenta horas.
Mientras trabajaba en este material, tuve un período de tiempo en el que estaba estudiando, donde pensé, «solo quisiera hacer un ayuno de las palabras». Así que me mantuve sin hablar una palabra por aproximadamente dos días. En realidad, no fue muy difícil porque estaba sola todo el tiempo.
No tenía a nadie alrededor, aunque tengo que confesar que no pude hacerlo del todo. ¡En dos ocasiones, me encontré hablando conmigo misma en voz alta! Así que no tuve éxito por completo, pero no sé si eso califica. Si solo estás hablando contigo misma…¿es eso hablar?
De todos modos… esa experiencia me recordó un monje que fue a un monasterio que tenía una regla: Solo podías decir dos palabras cada diez años. Al finalizar los primeros diez años, cuando el monje tuvo la oportunidad de decir dos palabras, él dijo, «¡cama dura!»
Otros diez años pasaron, diez años de silencio. Al finalizar esos largos años, él tuvo la oportunidad para decir sus siguientes dos palabras. Él dijo, «¡comida mala!»
Diez años más de silencio fueron y vinieron. Al final de ese período de treinta años, él dijo sus últimas dos palabras. Él dijo, «¡yo renuncio!»
Su superior le respondió, «no me sorprende. ¡Todo lo que has hecho desde que llegaste a este lugar ha sido quejarte!»
Así que este hombre no hablaba muchas palabras, pero las palabras que sí hablaba eran palabras de queja.
No estoy sugiriendo que la Escritura enseña que no debemos hablar por un año o diez años. Hay muchas palabras que la Escritura nos dice que debemos decir, palabras de bendición, palabras de aliento, y palabras que edifiquen a otros.
Hemos estado viendo el libro de Proverbios en las últimas sesiones. Hemos visto, específicamente lo que tiene que decir acerca de la lengua.
Me he visto grandemente desafiada y me ha traído mucha convicción el caminar a través del libro de Proverbios. He tratado de sacar todos los versículos que se refieren al hablar, para ver lo que Dios tiene que decir sobre mi hablar a través de este libro.
Uno de los temas recurrentes en el libro de Proverbios es el peligro de hablar mucho y la importancia de restringir nuestras palabras.
Veamos algunos de esos versículos en esta sesión. Proverbios 10:19 es uno de los versículos más familiares para nosotras. Dice: «En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, mas el que refrena sus labios es prudente».
Dos versículos antes, en ese capítulo, los versículos 8 y 10, tienen una frase similar: «El necio de labios será derribado».
Proverbios nos recuerda que en la multitud de palabras, en las muchas palabras el pecado es inevitable. Hablar mucho conduce a toda clase de pecados: el pecado de la exageración, las mentiras, las bromas necias, el cotorreo vano, y las críticas. Entras en un grupo, empiezas a hablar, y dices demasiado. Invariablemente, me encuentro a punto de decir algo acerca de otra persona que es una crítica. Me habría ido mejor si yo hubiera restringido mis labios y hubiera hablado menos.
El hablar mucho puede conducir a decir cosas que son inapropiadas o que son dichas a destiempo, tal vez algo que sería aceptable en un entorno diferente, pero en ese entorno en particular no es apropiado.
También puede conducirnos a hacer comentarios que son insensibles o egocéntricos. Hablar demasiado nos puede conducir a murmurar o jactarnos y a muchos otros pecados que fluyen del pecado de hablar demasiado.
Proverbios 12:23 nos dice, «El hombre prudente oculta su conocimiento, pero el corazón de los necios proclama su necedad».
Una y otra vez en el libro de Proverbios ves este tema: Un hombre sabio no tiene que decir todo lo que sabe. En cambio, demuestra moderación y humildad y habla en el momento apropiado. Por el contrario el necio suelta tonterías a borbotones, y no tiene ninguna moderación.
Ves este mismo pensamiento en Proverbios capitulo 29:11: «El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio la reprime».
Amigas, tengo que decir que la mayoría de nosotras como mujeres, somos particularmente vulnerables a este tipo de necedad. Pensamos que si lo sentimos, tenemos que decirlo. Y no siempre es necesario o es la mejor opción expresarlo. Una persona necia da rienda suelta a su ira, pero el hombre sabio o la mujer sabia la reprime.
Proverbios 15:28, «El corazón del justo medita cómo responder, mas la boca de los impíos habla (o derrama, chorrea, literalmente “echa a borbotones”) lo malo».
¿Ves cómo la boca está conectada al corazón? La persona malvada tiene un corazón malo, un corazón necio y un corazón insensato, y va a chorrear, va a soltar cosas a borbotones, palabras maliciosas. Mientras que la persona justa, la persona con un corazón justo, pesa cuidadosamente cada una de sus palabras.
Esta es una de las razones por las cuales no me gusta hacer entrevistas en vivo por la radio, especialmente si va a tener llamadas del público. Lo hago algunas veces, y le pido al Señor que me dé la gracia para hacerlo. Pero aun así sé que existe una buena posibilidad, si estoy hablando en vivo, sin una oportunidad para pensar antes de hablar, de que voy a decir algo que desearé no haber dicho.
Son esos comentarios «espontáneos» que me meten en problemas. Pero el corazón de los justos considera cuidadosamente cómo responder antes de hablar, en lugar de solo decir impulsivamente lo primero que le viene a la mente. Es muy peligroso cuando alguien dice: «¿Qué piensas sobre…» y soy rápida para decir, «bueno, yo pienso que…»
Lo que yo pienso puede ser muy malo, inapropiado, o estar desprovisto de la sabiduría de la Palabra de Dios. Es por eso que prefiero tener tiempo para pensar cuando se me hace una pregunta. No siempre me tomo el tiempo cuando lo tengo, pero necesito tomar el tiempo para pensar, «¿qué tiene que decir la Palabra de Dios acerca de este tema en específico?»
Proverbios 17:27-28 dice: «El que retiene sus palabras tiene conocimiento, y el de espíritu sereno es hombre entendido. Aún el necio, cuando calla, es tenido por sabio. (Esto no quiere decir que él es sabio, sino que significa que su silencio da la impresión de que él es más sabio de lo que realmente es), cuando cierra los labios, pasa por prudente».
El que retiene sus palabras tiene conocimiento. Una persona sabia utiliza la precaución en su discurso. No parlotea, sino que piensa antes de hablar y mide cuidadosamente sus palabras.
Algunas de nosotras tenemos lenguas como ríos en rápido movimiento. Particularmente, cuando he estado en mi estudio o sola por un tiempo, me encuentro balbuceando, hablando a mil por hora. Algunas veces, a menudo, me sorprendo a mí misma y me digo, «¡no has hecho nada más que hablar desde que saliste de la habitación o de la casa!»
Invariablemente, voy a pecar con mis labios si no dejo que el Espíritu Santo me refrene y controle. En realidad es cierto. Se piensa que las personas que son más medidas con sus palabras son las personas sabias.
Pienso en dos hombres con quienes he trabajado en este ministerio que son hombres de pocas palabras. Los veo como hombres de gran sabiduría. He estado en reuniones del equipo de trabajo junto a estos hombres en muchas ocasiones diferentes. Mientras se discuten los asuntos, la mayoría de las personas están de un lado a otro, dando su propia opinión. Yo frecuentemente hago comentarios, pero en ambos casos pienso en estos hombres particularmente. La mayoría de las veces, ellos muestran el control y la disciplina suficiente para sentarse por un largo periodo de tiempo, o al menos eso parece. Pero, ¿tú sabes lo que pasa cuando ellos finalmente hablan?
Es como E.F. Hutton. Todos escuchan y responden, «¡si!, ¿Por qué no lo habíamos pensado antes?» Las personas que sujetan su lengua son consideradas sabias, y son sabias.
Quizás te sientas frustrada por el hecho de vivir con el sentimiento de que tu marido realmente no te escucha. ¿Podría ser posible que él te escuchara con más atención si tú hablaras menos? No quiero decir eso sarcásticamente. Creo que la mayoría de las personas prestarían más atención a nuestras palabras si supieran que cuando nos disponemos a hablar, nuestras palabras son cuidadosas, medidas, y pensadas antes de ser dichas.
Proverbios 18:13: «El que responde antes de escuchar, cosecha necedad y vergüenza».
Creo que ese versículo se aplica al hecho de sacar conclusiones precipitadas. Les digo a aquellas de ustedes que son madres, si eres rápida en llegar a conclusiones precipitadas sobre un asunto antes de haber escuchado la historia completa, vas a frustrar a tus hijos. «El que responde (o devuelve una palabra) antes de escuchar», antes de obtener todos los hechos y escucharlos, llegará a conclusiones erradas, al final hará el ridículo y a menudo frustrará a los demás.
Parte de tener una lengua sabia es la habilidad de escuchar, ¡de escuchar! Un área que yo violo constantemente con mi lengua es la interrupción. Crecí en una familia con muchos niños. No solo era una familia grande, sino que las personas de mi familia eran de mentes fuertes y racionales, siempre queriendo interactuar y debatir unos con otros. En nuestra familia, si querías hablar debías interrumpir. Eso no es un buen hábito.
Doy gracias al Señor por muchas cosas acerca de mi familia, y sí, tuvimos una gran cantidad de buenas discusiones. Sin embargo, ahora cuando me detengo y pienso, a veces me doy cuenta de que ni siquiera le he prestado atención a lo que dijo esa persona antes de saltar con mi propia opinión. Algunas veces hablo antes de escuchar el asunto en cuestión.
Proverbios 29:20 lo pone de esta manera: «¿Ves a un hombre precipitado en sus palabras? Más esperanza hay para el necio que para él».
Según Proverbios, no hay mucha esperanza para un necio. Un hombre precipitado en sus palabras, que suelta palabras sin pensar, insensibles, o palabras tontas de las que no se puede retractar, tiene menos esperanza que un necio.
Uno de mis autores favoritos, Francois Fenelon, me ha ministrado grandemente a través de su libro, The Seeking Heart (El Corazón Sediento). Él era un consejero espiritual para las mujeres en la corte de Luis XIV. Durante su servicio, él escribió algunas cartas aconsejando a estas mujeres acerca de los problemas en sus vidas. Unos de los temas que trata es el de las palabras y el hablar.
Leí algo en este libro que recientemente me habló: «Trata de practicar el silencio tanto como la cortesía general te lo permita. El silencio alienta la presencia de Dios, evita las palabras duras, y te hace menos propenso a decir algo de lo cual te arrepentirás» (p.71).
Aunque él escribió esto cientos de años atrás, me sentí señalada. Él dice: «Tú usas mucha palabrería. Tú quieres decir todo lo que tenga la más mínima conexión con el tema… Trata de ser breve. Aprende a llegar al meollo del asunto e ignorar lo que no es esencial… Podrías decir lo que quieres decir en dos palabras» (p.111).
Yo pensé: «Él escribió eso con mi nombre ahí». Pero, él concluye: «Lo que realmente necesitas es sentarte tranquilamente delante de Dios, y tu mente activa y argumentativa será prontamente calmada. Dios te puede enseñar a mirar cada asunto con una visión simple y clara» (p.111).
¿Realmente quieres saber si hablas demasiado? Encuentro que la mayoría de nosotras que hablamos mucho no nos damos cuenta de que lo hacemos. Encontramos muy difícil «aterrizar el avión», y no hay muchas personas que nos amen lo suficiente para confrontarnos sobre hablar demasiado. Si tú quieres saber, pregúntale a alguien que te conozca bien; pregúntale a tu cónyuge.
Estuve en una reunión recientemente donde varios individuos estaban involucrados en una discusión acerca de algunos asuntos. Luego de la reunión, tuve la intuición de que había dicho más de lo que debía, más de lo que me correspondía en esta conversación. Así que le pregunté a un hombre que estuvo en la reunión, «¿dije demasiado en la reunión?»
Él titubeó el tiempo suficiente para dejarme saber que probablemente lo había hecho. Luego él dijo, «bueno, la historia larga que dijiste posiblemente podría haber sido condensada un poco». En ese momento, estuve tan agradecida de tener amigos genuinos que me ayuden a saber cuando no esté caminando de acuerdo a la Palabra de Dios en esta área, o en cualquier otra área,.
Si crees que estás hablando demasiado, pregúntale a alguien. Sobre todo, pregúntale al Señor. Pregúntale, «Señor, ¿estoy diciendo más de lo que es agradable para Ti? ¿Están mis labios siendo controlados y restringidos por Tu Espíritu Santo?» Pídele al Señor que te dé sabiduría y gracia para hablarles a los demás luego de que Dios te haya hablado a ti. De esa manera sabrás que las palabras que estás hablando vienen de Su corazón a tu corazón y luego al corazón de los demás.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado dado consejos prácticos que podemos aplicar a nuestras vidas hoy, como por ejemplo: ¡Habla menos!
Esta enseñanza es parte de la serie titulada, «El poder de las palabras». Ella nos ha hablado acerca del chisme, la calumnia, y la mentira. También nos ha inspirado a bendecir a otros con nuestras palabras.
Nancy le pidió a algunas mujeres que han escuchado estas enseñanzas, que compartan con nosotras cómo han sido bendecidas por medio de las palabras.
Nancy: ¿Cuáles son algunas de las palabras que se te han dicho que te han dado bendición, vida y aliento?
Mary: Bien, creo que voy a llorar; te puedo decir ahora mismo. Tengo un padre maravilloso. Él era un ministro. Pero ese hecho realmente no tiene nada que ver con las palabras de bendición que él me daba. Él era un ejemplo maravilloso en muchas cosas. Fui afortunada de tener un papá que me amaba y pensaba lo suficiente como para pronunciar palabras que me bendijeran. Las recordaré toda mi vida, y quiero más que nada compartirlas con mis hijos. He sentido convicción hoy de que no estoy haciendo un buen trabajo en hablar bendiciones, aun cuando él me enseñó con su ejemplo mientras estaba creciendo.
Él decía: «Cariño, puedo enfadarme contigo. Puedo disciplinarte. Incluso puedes llegar a no agradarme un poquito. Pero no hay ni una sola cosa que puedas hacer que me impida amarte».
Había tanta libertad en eso, y siempre lo sentí. Sabía que él lo decía en serio. Yo sabía que él se enfadaría conmigo, y también sabía que él cumpliría su promesa de castigarme cuando yo necesitara ser castigada. Pero él siempre me decía: «Cariño, no hay ni una sola cosa que puedas hacer que me impida amarte». Quiero que mis hijos sientan eso y sepan eso, pero también quiero que mis palabras reflejen eso. Sus palabras fueron de mucha bendición para mi vida.
Nancy: Cuando tu papá te expresó esas palabras, lo que él realmente estaba haciendo era reflejando el corazón de nuestro Padre celestial que dice: «Sí, yo te voy a disciplinar, pero nunca apartaré Mi amor de ti». ¿Puedes ver en este ejemplo cómo nuestras palabras pueden atraer a otros hacia Dios?
Nuestras palabras son una expresión de Su amor y Su corazón y ellas crean un clima, un terreno o una atmósfera, en el corazón del oyente que le hace querer conocer al Dios reflejado en esas palabras.
Kathy: Quiero decir algo sobre lo que dijo Mary. Yo conocí a su papá, y él era un hombre maravilloso. Él también me dijo unas palabras muy alentadoras una vez. Cuando fui al hospital y me enteré de mi primer tumor cerebral él fue la primera persona que llamé. Ni siquiera era el pastor de mi iglesia, pero yo trabajaba con la madre de Mary, por lo que su papá se acercó y oró por mí.
Él oró, «Kathy, no importa lo que pase, tú vas a estar bien. Tú conoces al Señor, y Él te va a bendecir ya sea aquí en la tierra o con Él». Esas palabras se han quedado conmigo y se han convertido en un proverbio para mí. Porque al enfrentar mi segundo tumor cerebral y ahora algunas otras cosas que están por venir, esas palabras hacen eco en mí todos los días de mi vida. Esa es la forma en que ahora oro: «No importa lo que pase, Señor, ¡yo te conozco! Voy a estar bien».
Susan: Algunas veces las bendiciones no vienen a través de palabras sino en la forma en que las personas reaccionan ante las cosas, como mi padre. Mi padre estuvo en el ministerio cristiano toda su vida, y siempre habrá personas que critican a aquellos que están a tiempo completo en el ministerio. Puedo recordar cuando alguien criticaba a mi padre, él simplemente decía, «está bien». Nunca fue más lejos de ahí, y él estaba bien. Pero puedo recordarme acostada en la cama, a veces componiendo discursos que quería darle a esa persona que se atreviera a decirle esas cosas a él.
Lo que quiero decir es que a veces las palabras hirientes son dichas a alguien que amamos, y Dios les da a ellos la gracia para manejarlo.
Mi esposo trabaja en la iglesia y también es político, así que ¡vendrán las críticas de todas las direcciones! Recientemente, algunas personas en la iglesia se reunieron con mi esposo para decirle que él estaba mal en esto y en aquello.
Algunas de las cosas que dijeron no eran ciertas. Él me lo dijo y mi primera reacción fue: «¡Oh, cómo se atreven! ¡Ellos no son más que personas amargadas!» En respuesta él me dijo, «Susan, Dios realmente me mostró que yo necesito responder y escuchar todo lo que ellos dicen (estas fueron palabras de bendición para mí). Necesito simplemente estar en silencio y escucharlos. Si hay un pequeño trozo de verdad en lo que ellos dicen, entonces necesito arreglar eso. Necesito orar al respecto y preguntarle a Dios qué puedo hacer. Pero si no hay ninguna verdad, entonces también está bien».
Mi esposo es de gran estímulo para mí. No son tanto sus palabras lo que recuerdo, sino su actitud lo que es un estímulo y bendición para mí.
Annamarie: Has escuchado de algunas oyentes de Aviva Nuestros Corazones que han estado aprendiendo a usar las palabras con sabiduría. Ellas han estado escuchando la serie de enseñanzas de Nancy DeMoss de Wolgemuth titulada, «El poder de las palabras».
Para ayudarte a poner estas enseñanzas en práctica, nuestro equipo ha desarrollado un recurso.
Nancy: Para aquellas que nos sintonizan y desean profundizar más en lo que han estado escuchando, nuestro equipo ha desarrollado un recurso que lleva el mismo título de esta serie que iniciamos hoy, «El poder de las palabras».
Este es un devocional de cuatro semanas a través del cual descubrirás la conexión que hay entre tu corazón y tus palabras. Serás retada a examinarte y a considerar las consecuencias de tus palabras. También obtendrás principios prácticos de la Palabra de Dios para aprender a controlar tu lengua.
Obtendrás un acceso para descargarlo por tu donación hoy. Es nuestra forma de decirte «gracias» por hacer este ministerio posible. Haz tu donación y descarga tu recurso en AvivaNuestrosCorazones.com.
Annamarie: El dolor causado por palabras hirientes es real. ¿Cómo puedes sanar de ese tipo de palabras? Nancy abortará esto en tu próximo programa. Ahora ella regresa para concluir en oración.
Nancy: Gracias, Señor, por Tu increíble amor. Tú nos amas tanto que diste, diste lo mejor que tenías. Tú nos amas, sabiendo que no había razón para esperar que nosotros te amáramos a Ti. Tu amor atrapa nuestros corazones, y Tú nos transformas; Tú nos salvaste, Tú nos sacaste del pozo de la desesperación, del pecado y del egoísmo en el que estábamos.
Tu Palabra dice que Tu amor ha sido derramado en nuestros corazones por Tu Espíritu Santo, y Tú nos has puesto en este mundo para que amemos con Tu amor.
Oramos por gracia, por amor, y por Tu sanación, donde sea necesario. En el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Te animamos a participar activamente en tu iglesia local y a reencontrarte con nosotros el lunes, para una nueva entrega de Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
El Amor de Cristo, La IBI & Sovereign Grace Music, La Salvación es del Señor, ℗ 2014 Sovereign Grace Music. Canción usada con permiso.
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