El perdón
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos habla de una mujer cuya historia estaba llena de dolor. Ella cayó a los pies de Jesús.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Su enfoque no estaba en los pecados que se habían cometido contra ella, sino en el increíble regalo del perdón que ella había recibido por sus propios pecados.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de diciembre de 2023.
¿Has sido transformada por el amor de Jesús? ¿Cambia eso tu manera de amarlo a Él y a los demás? Hoy tendrás la oportunidad de pensar en eso para tu propia vida. Veremos cómo la gracia, el perdón y el amor de Dios, nos transforman para amar verdaderamente. Aquí está Nancy con la continuación de la serie titulada, ¿Quién ama más?
Nancy: Hace algunos años grabamos una sesión para Aviva Nuestros Corazones en Little …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos habla de una mujer cuya historia estaba llena de dolor. Ella cayó a los pies de Jesús.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Su enfoque no estaba en los pecados que se habían cometido contra ella, sino en el increíble regalo del perdón que ella había recibido por sus propios pecados.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de diciembre de 2023.
¿Has sido transformada por el amor de Jesús? ¿Cambia eso tu manera de amarlo a Él y a los demás? Hoy tendrás la oportunidad de pensar en eso para tu propia vida. Veremos cómo la gracia, el perdón y el amor de Dios, nos transforman para amar verdaderamente. Aquí está Nancy con la continuación de la serie titulada, ¿Quién ama más?
Nancy: Hace algunos años grabamos una sesión para Aviva Nuestros Corazones en Little Rock, Arkansas, donde se grababa el programa durante los primeros años del ministerio. Enseñaba una nueva serie sobre la vida de Rahab. Recordarán a Rahab del libro de Josué. Se le conoce como la ramera que vivía en Jericó. Como Rahab salvó la vida de los espías, Dios salvó su vida y la de su familia.
Dios quiso que el día de la grabación asistiera una mujer a esa sesión, y ese día grabamos ocho programas. Ellas decían, «fue como beber agua de un hidrante con una manguera». Esta mujer trajo con ella (entre comillas) a otras mujeres que venían de un centro de ayuda para mujeres que estaba como a hora y media de Little Rock. Era la primera vez que estas mujeres asistían a una sesión de grabación. Estábamos a hora y media de distancia del hogar de estas mujeres que querían romper o liberarse de adicciones y comportamientos autodestructivos: abuso de sustancias, adicción sexual, etc.
Esa fue la única vez que asistieron y ese día enseñé sobre Rahab, la ramera. Estaba el grupo usual de asistentes regulares que en su mayoría eran mujeres cristianas de Little Rock, asistentes regulares a sus iglesias, bien enseñadas en la Escritura, con conocimiento doctrinal y estándares morales y de conducta elevados.
Y ahí estaban ellas sentadas al lado de estas otras mujeres, las llamé las Rahab. Estaban sentadas por todo el salón. Había dos grupos de mujeres y ¡sus circunstancias no podían ser más diferentes! Dos de estas mujeres habían sido prostitutas para poder pagar su consumo de droga, una de ellas por más de treinta años.
Había otra mujer en ese grupo de Little Rock que hacía muy poco había salido de prisión. Todas involucradas en abuso de sustancias e inmoralidad sexual.
La mujer más joven en el grupo, de 22 años más o menos, había pasado a formar parte de ese ministerio tres días antes, fue recogida kilómetros atrás por policías en un sitio de descanso para camiones de carga, y ella intentaba vender su cuerpo para poder comprar más drogas. La recogieron y la llevaron misericordiosamente a ese hogar en el que, como ya mencionamos, estaba en proceso de desintoxicación.
Y por la providencia de Dios, ahí estaba yo, enseñando por un día entero sobre la vida de una mujer cuyo estilo de vida era la prostitución. Fue algo increíble y hermoso. Durante todo el día vi cómo el Espíritu trabajaba en los corazones de aquellas Rahab rotas, culpables de pecados de la carne.
Pero igualmente, fue muy dulce ver cómo Dios trajo convicción a esas mujeres sofisticadas de Little Rock, culpables de pecados del corazón: orgullo, falta de perdón, falta de compasión por la clase de mujeres que estaban sentadas a lado de ellas en el salón. Eran mujeres con diferentes contextos, con diferentes luchas con su pecado.
Uno de los momentos más dramáticos del día fue cuando, en el transcurso de la enseñanza (yo no sabía que estas mujeres asistirían, y ellas no sabían lo que yo enseñaría, todo esto fue providencia de Dios) leí las palabras de Jesús a los líderes religiosos en Mateo 21:31.
Cuando Jesús les dice (la Escritura nos dice que estos eran sumos sacerdotes y fariseos): «En verdad les digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que ustedes».
Esto resonó en el salón. Pero fue lo que Jesús dijo a aquellas personas extremadamente religiosas y con mucha falta de humildad, ellos no eran verdaderamente justos (tenían una fachada de piedad). No estaban interesados en Él; estaban interesados en promoverse a ellos mismos.
Estas Rahab, la mayoría nunca había escuchado ese pasaje, no sabían nada sobre Rahab, pero escuchaban atentamente mientras compartía cómo Dios rescató a aquella prostituta del Antiguo Testamento, le dio una nueva identidad y la usó para mostrar Su gracia. Fue tan dulce ver cómo la esperanza de que Dios podía hacer lo mismo con ellas despertó en sus corazones, sin importar la lucha tan grande con los enormes problemas en sus vidas.
Cuando terminé la enseñanza abrimos un espacio para compartir y responder a preguntas como estas: ¿Cómo te habló Dios hoy? ¿Cómo te ministró este pasaje? Las primeras en levantarse de su asiento fueron las Rahab, no las mujeres de Little Rock.
Ahora, algunas de ellas tenían cosas que compartir también, pero fueron las mujeres de este hogar, de este ministerio, quienes fueron transparentes, abiertas, no estaban a la defensiva. No tenían nada que esconder, a nadie a quien impresionar ni nada que perder. Así que no había pretensiones, ¡solamente había pasión desinhibida por Cristo!
Estas mujeres amaban a Jesús. ¡Ellas lo entendían! Sabían lo que era ser verdaderamente pecadora, sabían lo que era ser verdaderamente perdonada y sabían amarlo verdaderamente. Qué contraste tan marcado tenían estas Rahab, en comparación con las otras mujeres que eran más restringidas, más educadas, más cerradas, más cuidadosas, más defensoras de su imagen, y más preocupadas por lo que los otros pudieran pensar.
No estoy diciendo que todas eran fariseas, porque puedes ser una prostituta y tener un corazón fariseo, o puedes ser un fariseo y tener un corazón contrito y quebrantado. No es el oficio lo que importa, es el corazón que hay detrás de ese oficio.
Y pasé el resto del día entrevistando a algunas de estas Rahab y escuchando sus historias. ¡Fue un tiempo poderoso! Una mujer compartió que había perdido la custodia de su hijo de cuatro años hacía unos pocos meses por su adicción y sollozaba mientras compartía lo desesperada que estaba por reunirse de nuevo con su familia unida.
Inspirada por lo que Dios había hecho con Rahab, le pregunté (esta fue una entrevista pequeña, era un grupo pequeño alrededor de la mesa), ¿crees que Jesús te puede liberar de tu adicción? Y entre sollozos y lágrimas (piensa en la mujer de Lucas 7), valientemente ella dijo, «¡sí, creo!»
Dios le dio fe, aún cuando esto era algo que la había atormentado y en lo que había estado involucrada por años. Era algo que algunos podrían decir, «no puedes verdaderamente liberarte de esas cadenas de esclavitud». Me recordó la diferencia entre Simón el fariseo y la mujer pecadora en Lucas 7.
Así que vayamos a Lucas 7, versículo 36. He estado leyendo este pasaje todos los días y quiero que deje una marca permanente en nuestros corazones ¡No es suficiente escucharlo tantas veces! Durante las últimas semanas lo he leído tantas veces y cada vez se vuelve más dulce.
«Uno de los fariseos pidió a Jesús que comiera con él; y entrando Él en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y poniéndose detrás de Él a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba Sus pies y los ungía con el perfume» (vv.36-38).
¡Esto es apasionado, íntimo, vibrante, exuberante, esto es amor y adoración extravagante!
Acabamos de leer esto en un contexto donde nuestros servicios son tranquilos y ordenados. Pero esta mujer no encaja en esta imagen, ¡ella está creando una nueva imagen!
Versículo 39: «Pero al ver esto el fariseo que lo había invitado, dijo para sí: «Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, que es una pecadora».
El fariseo era altivo. Recuerda, él veía el pecado de ella con un microscopio, pero él, no veía para nada su propio pecado.
«Y Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di, Maestro”, le contestó».
Luego Jesús contó la siguiente parábola: «Cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía 500 denarios y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, lo amará más?» (vv. 40-42). ¿Cuál amó más?
Recuerda esa palabra, la veremos nuevamente en el pasaje. El asunto aquí es el amor. Hemos sido tan amadas por Cristo, que nos ha perdonado todos nuestros pecados, y eso nos permite amarlo de una forma que de otro modo no sería posible.
«”Supongo que aquel a quien le perdonó más”, respondió Simón. Y Jesús le dijo: “Has juzgado correctamente”. Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: “¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para Mis pies, pero ella ha regado Mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar Mis pies. No ungiste Mi cabeza con aceite, pero ella ungió Mis pies con perfume”» (vv. 43-46).
Hay ocasiones en que los fariseos necesitan que Jesús entre a la habitación y les diga lo que realmente son.
Simón presumía de sus credenciales espirituales hasta que Jesús entró, le quitó todo y le dijo: «Estás expuesto; estás atrapado, has sido puesto en evidencia ¡Tu fachada ha desaparecido! ¡No eres quien todos piensan que eres!»
Versículo 47: «Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama».
Los pecados de ella, que son muchos, son perdonados. Ahora, el verbo griego en esta frase, «han sido perdonados», se encuentra en tiempo perfecto, lo que describe la acción completada en el pasado con resultados continuos en el futuro.
La mejor traducción (y en algunas de sus versiones está así) es: «¡Sus pecados, que son muchos, han sido perdonados!» Esto sugiere que ella había sido perdonada anteriormente, pero el resultado era continuo.
Así que ella había regresado para agradecerle a Jesús por el perdón que había experimentado, tal vez al escucharlo o al encontrarlo o al conocerlo, o tal vez Él se había encontrado con ella. No sabemos cómo ni cuándo ni dónde, pero creemos que ella ya había sido perdonada y había regresado.
Simón dijo de esta mujer, «ella es una pecadora» (v.39). Jesús dice de esta mujer, en el versículo 47: «Sus pecados, (tiene razón; ¡es una pecadora! Pero Jesus dice) que son muchos han sido perdonados» Simón dice, «¡ella es una pecadora!» Jesús dice, «¡ella está perdonada! Ella ha sido perdonada». Simón vio el pasado de ella como su identidad, aquello que la definía.
Jesús vio el pasado de ella como perdonado, y por lo tanto, ella tenía una nueva identidad y un nuevo futuro. ¡Ella era una nueva mujer! Versículo 48: «Entonces Jesús le dijo a la mujer: “Tus pecados han sido perdonados”». Primero le dijo a Simón «Sus pecados han sido perdonados». Luego voltea hacia la mujer.
¿Y qué otras palabras más dulces podrías escuchar cuando sabes que eres una miserable, desdichada, adicta y agobiada pecadora, que escuchar a Jesús no solo decirle a otra persona: «¡Ella ha sido perdonada!», sino decirte a ti: «¡Has sido perdonada!» ¡Eso es lo que hace Jesús! Jesús quería que ella tuviera la seguridad de que sus pecados, todos ellos, habían sido perdonados.
Ahora, probablemente todo esto era nuevo para ella; probablemente hacía mucho tiempo que no era perdonada. Pudo o no sentirse perdonada, pero ella tenía la palabra de Jesús de que sus pecados, que eran muchos, habían sido perdonados. Ella debía confiar en Su palabra, debía creer en Su palabra.
¡También nosotras tenemos la Palabra de Dios! Romanos 4:7–8 (si necesitas algunos pasajes), Isaías 1:18, Isaías 43:25–26. Busca esos versículos sobre el perdón y reclama el poder y la verdad de las palabras de Cristo: «¡Has sido perdonada!»
En 1829, un hombre llamado George Wilson robó el correo de un cartero en los Estados Unidos en el estado de Pennsylvania. Fue acusado de seis cargos, juzgado, sentenciado y condenado a muerte. Suena un poco severo, pero algunos amigos apelaron al presidente Andrew Jackson a su favor, y el presidente extendió el perdón total a Wilson y se retiraron los cargos.
Sin embargo, increíblemente, Wilson rechazó el perdón. Lo que planteó la pregunta: «Si se le otorga un perdón a alguien, pero se niega a recibirlo, ¿sigue perdonado?» Bueno, el caso llegó hasta la Suprema Corte y la Corte dijo que el perdón debe ser entregado y aceptado. Si la persona que recibe el perdón, lo rechaza, dijo: «No hemos descubierto ningún poder en este tribunal para imponerlo».
La decisión fue que si el prisionero no aceptaba el perdón, entonces no tenía efecto. Ahora, no llevemos este ejemplo demasiado lejos, porque no se sostiene teológicamente, así que no podemos sacar demasiadas conclusiones. Esta historia me parece que ilustra la forma en que muchas personas responden cuando se trata de recibir el perdón de Dios.
Batallan para aceptarlo, no creen que en verdad hayan sido perdonadas y que puedan vivir como personas perdonadas. En el caso de Georg Wilson, el abogado dijo: «La Corte no puede darle al prisionero el beneficio del perdón a menos que él acepte ese beneficio».
¿Quieres el beneficio del perdón y la misericordia de Dios? ¡Acéptalo por fe! Solo experimentarás los beneficios y las bendiciones de Su perdón si estás dispuesta a aceptar esos beneficios.
El Salmo 32:1, nos dice: «¡Cuán bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto!» ¡Ese es un beneficio! ¡Ese es el perdón!
Versículo 5: «Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: “Confesaré mis transgresiones al Señor; y Tú perdonaste la culpa de mi pecado”».
Hagamos una pausa aquí. Piensa en esto. Recíbelo…¡recibe las bendiciones y los beneficios de ser perdonada! Camina como una mujer perdonada. En Lucas 7:47, Jesús dice: «Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama».
Lo que Jesús está diciendo es, «sé que ella tiene pecados; sé que ella ha pecado, ha pecado y mucho, sé que tiene muchos pecados, pero, porque todos ellos han sido perdonados ¡ella ama mucho!» Muchos pecados, mucho perdón. Mucha culpa removida, mucho amor. ¿Piensas que tus pecados son pocos en comparación con los de ella, o los de aquellas mujeres lidiando con adicciones, inmoralidad, etc.?
¿Piensas que son pocos tus pecados? Entonces serás poco perdonada y amarás poco. La vida perdonada y transformada de esta mujer dio como resultado un gran derramamiento de amor, un afecto cálido, expresivo, abundante, expresado de forma sacrificial por Jesús. Simón, por otro lado, fariseo, calculador, mesurado, restringido, sin pecado (desde su perspectiva), sin perdón (desde la perspectiva de Jesús), y sin amor.
¿Puedes ver cómo la medida de tu amor está determinada por la medida de tu pecado y lo mucho que has sido perdonada? Para Simón el fariseo, Jesús era solo otro hombre. Para la mujer pecadora, ¡Jesús era todo! Simón no sentía necesidad de nada, la mujer sí, y en Cristo encontró todo lo que necesitaba.
Ahora, un pequeño paréntesis aquí: Esta mujer vivía una vida inmoral. Tomemos en cuenta que por cada relación inmoral que ella tuvo –no sabemos cuántas (sus pecados eran muchos)– por cada aventura de una noche, por cada relación de adulterio, también había un hombre involucrado. Ahora, las Escrituras no nos dan ningún detalle al respecto y no queremos especular.
Pero como suele ser el caso de algunas mujeres que eligen un estilo de vida inmoral, quizás cuando niña fue víctima de abuso sexual o de insinuaciones sexuales inapropiadas; no lo sabemos pero a menudo esa es la historia. Esta mujer pudo tener todas las razones para sentir enojo, amargura y venganza hacia los hombres que la utilizaron, la maltrataron o la descuidaron.
Pero en este pasaje nada se dice sobre aquellos hombres. No era porque a Dios no le importara, sino porque el enfoque de la mujer, en ese momento, no eran los hombres que pudieron destrozar su vida…sino el Hombre que había salvado su vida. Eso es parte de la restauración.
No quiere decir que aquellos hombres no necesitaran ser confrontados. En el día del juicio, todos seremos confrontados (algunas veces antes, otras no). Pero verás, ella no estaba obsesionada con enfrentar su pasado o a todas aquellas personas. No estoy diciendo que no haya algunas cosas que debemos procesar y tratar.
Pero es interesante que ella no menciona nada sobre esos hombres, dónde estaban ellos o lo que le habían hecho. ¡Su enfoque estaba en Jesús! No en los pecados que se habían cometido contra ella, sino en el increíble don del perdón que había recibido por sus propios pecados.
Versículo 49: «Los que estaban sentados a la mesa con Él…» Recuerda, esto es un banquete, una cena especial, una festividad. ¡De alguna manera, Jesús convertía esas cenas en algo más, en algo diferente de lo que estaban destinadas a ser!
«Los que estaban sentados a la mesa con Él comenzaron a decir entre sí» (algunas traducciones dicen, «entre ellos»): «¿Quién es este que hasta perdona pecados?»
¡Este hombre afirma ser capaz de perdonar pecados! Ellos pensaban esto. Ellos sabían, y es verdad, que solo Dios puede perdonar los pecados. Entonces, si Jesús dice que puede perdonar pecados, ¿qué está diciendo Jesús? ¡Que Él es Dios! Esto es una afirmación a la Deidad.
¡Y ellos estaban asombrados por eso! «¿Quién es este hombre? Una cosa es que sea un rabino que tenga algunas enseñanzas significativas, y que pueda hacer algunas señales y milagros. ¡¿Pero, decir que puede perdonar pecados?! ¡Está diciendo que es Dios!» ¡Esto sería indignante y blasfemo si no fuera verdad! Se enfrentaban a un serio dilema.
Noten en este versículo, lo que dijeron entre ellos: «¿Quién es este que perdona los pecados?» (v. 49). La historia de esta mujer, su vida, su actuar, su comportamiento hacia Cristo, su adoración, su amor, apuntaron a otros hacia Jesús. ¡Estaban asombrados! Todos hablaban de eso, todos hablaban de Él.
No solo estaban hablando de lo que esta mujer había hecho, ese era el enfoque de Simón, también estaban diciendo: «¿Quién es este?» No solo, «¿quién es esta mujer?», sino «¿quién es este hombre que dice que puede perdonar pecados?» Su atención se dirigió hacia Jesús. La vida de la mujer hizo que Jesús fuera el tema central para los que estaban a su alrededor.
Hay personas en tu vida que saben dónde has estado, qué has hecho, el estilo de vida pecaminoso en el que pudiste haberte involucrado. Es posible que sean conscientes de tu reputación…por cierto esto no tiene que ser prostitución o adicción a las drogas o al alcohol. Podría ser cualquiera de los muchos pecados: pecados del corazón o pecados de la carne.
Pero las personas que mejor te conocen, las que te han visto en tu peor momento, al escuchar tu testimonio, en el que te ves a ti misma como una pecadora, al ver la evidencia de Su perdón en tu vida por todo ese pecado, ¿no crees que querrán saber más acerca de Aquel que te ha perdonado?
¿Cuál mandamiento dijo Jesús que era el mayor? El amor. Amar a Dios y amar a otros (Mat. 22:37, 39). (¡Ya te amas a ti misma!) El apóstol Pablo dice: «Sobre todas estas cosas, vestíos de amor» (Col. 3:14).
Así que te haré esta pregunta: –ya sea que te consideres una farisea o una prostituta– ¿Amas mucho? ¿O te mantienes a una distancia considerable de Dios y de otros?
Si no tienes mucho amor o no amas mucho, pregúntate ¿por qué no tengo mucho amor? Al meditar en este pasaje me hice estas preguntas a mí misma, y creo que la forma en que esta mujer expresó su amor a Jesús, va mucho más allá de lo que he experimentado en los más de cincuenta años de caminar con Jesús.
- ¿Por qué no lo amo más a Él y a los demás?
- ¿Por qué no puedo derramar más mi corazón?
- ¿Será que no reconozco cuánto he pecado, y cuán grande es mi pecado contra un Dios Santo? ¿Estoy demasiado ocupada comparándome con esas mujeres, en lugar de compararme con Dios?
- ¿Será que tal vez no soy consciente de Su perdón aún cuando esto es algo que no puedo inventar o fabricar?
Sabes, para aquellas de nosotras que no somos tan expresivas como esta mujer, podríamos ser tentadas a pensar: ¡Ojalá pudiera llorar más! ¡Deseo amar más a Jesús! Pero esto fluirá de nuestros corazones cuando nos veamos a nosotras mismas como realmente somos separadas de Cristo, al ver la belleza de Cristo, Su amor, Su gracia y Su perdón.
Poco a poco seremos transformadas hasta amarlo como debiéramos, como queremos y como algún día lo haremos.
¡Oh, Padre, gracias por el poder transformador de Tu gracia, Tu perdón! ¡Haz que a aquellas a quienes se nos ha perdonado mucho, te amemos mucho! Oro en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando el amor de Jesús y cómo este nos transforma. Ella está en una serie titulada ¿Quién ama más?
Si te perdiste algún episodio de la serie puedes encontrar el audio y las transcripciones en avivanuestroscorazones.com. Cuando descubrimos cuánto somos amadas por Dios, esto nos hace querer pasar más tiempo con Él. Te animo a reflexionar en estas cosas y a buscar a tu Salvador cada día en Su Palabra.
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¿Alguna vez has escuchado la frase: Debes perdonarte a ti misma? La Biblia tiene una solución para la culpa, pero no habla de perdonarte a ti misma. Nancy hablará más acerca de esto mañana. ¡Acompáñanos!
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