El pago
Débora: La mayoría de nosotras hemos escuchado que Jesús pagó por nuestros pecados, pero ¿a quién había que pagar exactamente?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo le pagó el precio a Dios. En un sentido es como si Dios se pagó a Sí mismo para liberarnos, para redimirnos, para comprarnos fuera de la mano de la justicia de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 13 de diciembre de 2024.
¿Sabes en qué días festivos celebramos la redención? Uno de ellos es la Pascua, y el otro es la Navidad. El objetivo del bebé en el pesebre es precisamente la redención, y hoy Nancy nos hablará acerca de esto al continuar en la serie titulada, «El Himno de Zacarías».
Nancy: Antes de iniciar esta sesión, estaba hablando con una mujer que estaba compartiendo conmigo algunas de las cargas que …
Débora: La mayoría de nosotras hemos escuchado que Jesús pagó por nuestros pecados, pero ¿a quién había que pagar exactamente?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cristo le pagó el precio a Dios. En un sentido es como si Dios se pagó a Sí mismo para liberarnos, para redimirnos, para comprarnos fuera de la mano de la justicia de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 13 de diciembre de 2024.
¿Sabes en qué días festivos celebramos la redención? Uno de ellos es la Pascua, y el otro es la Navidad. El objetivo del bebé en el pesebre es precisamente la redención, y hoy Nancy nos hablará acerca de esto al continuar en la serie titulada, «El Himno de Zacarías».
Nancy: Antes de iniciar esta sesión, estaba hablando con una mujer que estaba compartiendo conmigo algunas de las cargas que tiene, producto de una situación muy difícil por la que ha estado atravesando su familia. Ha sido un camino largo y difícil y a simple vista parece no tener un fin. Ella se puso a llorar y me dijo: «Es que es tan difícil. Me siento tan abrumada la mayor parte del tiempo, solo esperando que Dios haga algo; estoy anhelando un alivio».
¿Cuántas de ustedes han tenido una situación en la vida donde han anhelado que Dios haga algo, ansiado que Dios envíe alivio? Muchas de ustedes seguramente. En la medida que pienso en esa mujer y pienso en las situaciones en las vidas de otras personas que conozco, cosas que están anhelando y esperando para ahora mismo, pienso en el Himno de Zacarías que estamos leyendo esta semana, cantado al momento del nacimiento de su hijo Juan. Este sería Juan el Bautista el precursor del Mesías.
Zacarías dice: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha efectuado redención para su pueblo» (Luc. 1:68). Este pasaje se encuentra en Lucas capítulo 1, y es esto lo que estamos viendo durante esta semana y estaremos viendo la semana próxima. Lo que más me gustó al meditar sobre este pasaje en las semanas anteriores, es el sentido del deseo cumplido, es el sentido de esperanza que nos da a aquellas que estamos en el período de anhelo, así como lo estaban los hijos de Israel.
Le dije a una amiga hace unos minutos: «piensa en cuán difícil y abrumador fue para aquellos judíos en Egipto; todos esos años de esclavitud con los crueles capataces egipcios, pensando: «¿Vendrá Dios a salvarnos de esta situación? Ha pasado mucho tiempo». Pasó mucho tiempo y parecía tan difícil... Fue difícil. Pero Dios al final vino y visitó a su pueblo.
Dios vendrá a visitarte. Dios visitará tu situación a Su manera y en Su tiempo. Esa es la esperanza. Eso es lo que nos saca de la cama en la mañana y lo que nos mantiene durante otro día largo y duro, saber que Dios vendrá, que Él visitará a su pueblo.
Ahora, ese versículo de Lucas 1:68, dice: «Él nos ha visitado y ha efectuado redención a su pueblo». Nota que ese verbo está en tiempo pasado: «Él ha visitado y redimido a su pueblo». Ahora, ten en mente que esto es seis meses antes del nacimiento de Cristo, Juan el Bautista acababa de nacer. Pero Cristo, estando en el vientre de la virgen María, no ha nacido aún, está para nacer seis meses después de este evento.
Cristo no ha comenzado Su ministerio terrenal. No ha muerto por nuestros pecados. No ha resucitado de la muerte. No ha ascendido al cielo. Todo lo que ha pasado hasta ahora es que Él había sido concebido en el vientre de María.
Pero Zacarías, bajo la inspiración del Espíritu Santo, entendió que Dios ya había puesto en marcha nuestra visitación y nuestra redención. Dios había puesto en marcha el plan de nuestra salvación. En lo que se refiere a Dios, aunque para el nacimiento de Cristo faltaban algunos meses, la redención de su pueblo ya había sido consumada. Se puede dar por cumplida. Dios ya visitó y redimió a su pueblo.
Ahora, esta palabra, redimir es la primera referencia a tres conceptos teológicos relacionados que aparecen repetidamente en este himno. Verás la palabra redimir y luego verás palabras como salvar, salvación y salva. Estos son temas centrales y grandiosos en la Escritura: redención, salvación, liberación.
Desafortunadamente, a menudo usamos estas palabras sin pensar en lo que estamos diciendo o sin entender su significado. A veces nos frenamos al momento de usar estas palabras en conversaciones con otros porque no sabemos cómo explicarlas; ¿qué significa redención? ¿Qué significa salvación? A alguien que viene de otra religión o no tiene ese concepto en su enseñanza bíblica.
A medida que pases por esta temporada navideña, quiero motivarte no solamente a atesorar estas palabras (estos conceptos) y a usarlos en una manera más rica, sino a ir buscando oportunidades para explicarles a los demás de qué se trata la Navidad. Tienes que explicárselo a tus hijos, tus adolescentes, a tus amigos y a tus compañeros del trabajo, según Dios te brinde alguna oportunidad. Dios ha redimido a su pueblo.
Matthew Henry dice:
«Esta fue la misión para la que Cristo vino al mundo: a redimir a su pueblo. Cristo los redime por precio sacándolos de la mano de la justicia de Dios y los redime con poder sacándolos de la mano tirana de Satanás, como sacó a Israel de Egipto».
El comentarista Matthew Henry está hablando allí de la palabra redimir, la misión para la cual Cristo vino al mundo. Esa palabra redimir significa «comprar algo a cambio» o «dejar algo o alguien libre pagando un precio». Es asegurar la liberación de algo o de alguien después de recibir un rescate, poner en libertad. Este concepto de redención usualmente es aplicado a prisioneros o a esclavos. Ellos han sido liberados; han sido liberados del cautiverio. Han sido rescatados porque el precio ha sido pagado para asegurar su libertad.
La redención fue un tema importante en la cultura judía del Antiguo Testamento, aunque no lo entendían en la manera que nosotros lo entendemos ahora por tener el Nuevo Testamento. Pero las semillas, el fundamento de nuestra comprensión de la redención en el Nuevo Testamento, fueron sembradas en el Antiguo Testamento. Había tres raíces hebreas diferentes que tienen conceptos relacionados con la redención.
No quiero entrar en detalle acerca de esto, pero solo déjame darte una pequeña idea de lo que significan estas tres palabras en el Antiguo Testamento. Una palabra tiene que ver con rescate o un precio pagado para recomprar un individuo o un animal. Existe también un uso legal del término, la palabra goel. Quizás la hayas escuchado antes.
Por ejemplo, digamos que un israelita ha sido forzado a vender su tierra o a venderse a sí mismo en esclavitud para poder pagar deudas. Si él tiene un pariente que está preocupado por su situación y tiene el dinero, el pariente puede pagar el rescate, puede pagar un precio de redención y puede redimir esa tierra o redimir ese judío que ha sido vendido como esclavo. Lo puede recomprar, el pariente redentor, el goel. Eso es lo que podemos leer en el libro de Ruth, donde Booz redimió a Rut, a Noemí y la propiedad de su familia. Redención.
La palabra también se utiliza para referirse en un sentido a cubrir pecado, expiación por el pecado. Es el precio pagado para cubrir el pecado. Es la increíble provisión que Dios hizo en el Antiguo Testamento para que su relación con el pueblo pudiera ser restaurada. ¿Por qué necesitaba ser restaurada? Porque la relación fue rota por el pecado y la rebelión. Así que había un precio que pagar para cubrir el pecado, para expiar el pecado, para que las personas pudieran ser redimidas, para que su relación con Dios pudiera ser restaurada.
Ahora, veamos la palabra redención relacionada al concepto de salvación (que también vemos en este texto)… La redención y la salvación siempre tienen lugar contra el telón de fondo de la angustia y de la impotencia. Si no tienes angustia e impotencia, no puedes tener redención ni salvación. Angustia, la redención siempre implica que hay una condición desesperada o peligrosa; que una persona está en peligro o en cautiverio; está en esclavitud. Siempre somos redimidas de algo.
El Salmo 103 habla de cómo Dios redime nuestras vidas de la destrucción (v. 4). Somos redimidas de algo no deseado. Así que hay angustia. Luego está la incapacidad de liberarnos a nosotras mismas. No solamente estamos en angustia, sino que también somos incapaces de hacer algo al respecto. Somos incapaces de vencer las fuerzas que nos mantienen cautivas.
De manera que necesitamos intervención de afuera, necesitamos otra persona, necesitamos a alguien que entre en la situación. Necesitamos un redentor. Necesitamos un libertador. Necesitamos un salvador.
Puedes ver este concepto de dolor, angustia, impotencia e intervención, repetidas veces a través del Antiguo Testamento. Déjame leerte algunos ejemplos.
El Salmo 44 comenzando en el versículo 24: «¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión? Porque nuestra alma se ha hundido en polvo; nuestro cuerpo está pegado a la tierra. ¡Levántate sé nuestra ayuda, y redímenos por amor de tu misericordia!» (vv. 24-26). No podemos ayudarnos a nosotras mismas. Oh Dios, ¿puedes intervenir y redimirnos?
Éxodo capítulo 6, iniciando en el versículo 5, Dios le dice a Moisés: «Y además, he oído el gemido de los hijos de Israel, porque los egipcios los tienen esclavizados, y me he acordado de Mi pacto. Por tanto di a los hijos de Israel: Yo soy el Señor, y os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios, y os libraré de su esclavitud». Recuerda que dijimos que redención es siempre liberación de algo no deseado.
«Os sacaré de debajo de las cargas de los egipcios, y os libraré de su esclavitud, y os redimiré con brazo extendido y con juicios grandes» (vv. 5-6). Dios al rescate.
Estas personas están en aflicción; su situación es desesperada, y Dios extiende su brazo. Él hace lo que los judíos no podían hacer. Él es más poderoso que el enemigo; Él es más poderoso que aquellos que están manteniendo a su pueblo cautivo.
Jeremías capítulo 31:11: «Porque el Señor ha rescatado a Jacob, y lo ha redimido de manos más fuertes que él». Estamos en una situación desesperada. No podemos ayudarnos a nosotras mismas, una y otra vez en tiempos de exilio, en tiempos de cautiverio, en tiempos de persecución, en tiempos de hambre, en tiempos de angustia. Los judíos clamaron a Dios para que los redimiera, para que los rescatara.
Ellos se aferraron a una fuerte esperanza en Dios como Su redentor. Los profetas del Antiguo Testamento a menudo hablaron de Dios como libertador, redentor, salvador. Ellos tenían lo que después se llamaría, una esperanza mesiánica: Un día Dios vendría y visitaría esta tierra, extendería su brazo, y con actos de juicio liberaría a su pueblo del cautiverio.
Ahora, en el Antiguo Testamento esa esperanza mesiánica de redención, generalmente fue concebida en términos de liberación de la aflicción humana o la opresión. Así que cuando Zacarías viene en este puente entre el Antiguo y el Nuevo testamento, y ora después del nacimiento de su hijo, Juan el Bautista, que vendría antes del nacimiento del Mesías y prepararía Su camino, él bendice al Señor y dice: «Dios ha visitado y redimido a su pueblo».
Indudablemente, Zacarías, como otros judíos en sus días, asumió que sería una redención nacional y política. Recuerda que los romanos estaban a cargo y ellos manejaban todo el mundo y le hacían la vida difícil a todo el mundo. Eran el nuevo Egipto por así decirlo; eran la nueva Babilonia y las personas estaban en aflicción.
Así que cuando Zacarías pensó que Dios iba a visitar y a redimir a su pueblo, él y todos sus amigos indudablemente asumieron que Dios iba a liberarlos de los romanos. Dios iba a venir milagrosamente a intervenir.
Los judíos del Antiguo Testamento querían una liberación nacional, querían una salvación nacional. Pero Dios sabía que ese tipo de liberación no era su mayor necesidad. Tan grave como eran las circunstancias bajo los egipcios, los babilonios, o los romanos en los días de Zacarías, Dios sabía que su pueblo tenía una necesidad más grande.
Aquí es donde llegamos al concepto de redención en el Nuevo Testamento. Dios revela una liberación, una redención de la esclavitud del pecado, una redención espiritual, liberación espiritual, liberación de atadura espiritual, de Satanás, de la justa ira de Dios.
Esto es lo que se revela al momento en que llegamos al Nuevo Testamento. Lo escuchas en versículos familiares como este, en Romanos capítulo 3, cuando dice: «Por cuanto todos pecaron y no alcanzarán la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús» (vv. 23-24). ¿Redención de qué? Redención del pecado.
Gálatas capítulo 3:13: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley», no que la ley estaba maldita, sino que la ley nos trajo maldición porque no podíamos cumplirla. Así que Cristo vino a redimirnos de la maldición de la ley.
Colosenses capítulo 1:
«Porque Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención: el perdón de los pecados» (vv. 13-14).
Tito capítulo 2:14: «[Jesús] quien se dio a Sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo para posesión suya».
Ahora, para que Dios nos redima del pecado, de Satanás y de la justa ira de Dios, se requiere no solamente el nacimiento de un Mesías. Se requiere la muerte del Mesías, la muerte de Cristo y el derramamiento de sangre inocente. Esto es lo que los judíos del Antiguo Testamento solo podían vislumbrar, algo que nosotros vemos revelado a plena luz y gloria en el Nuevo Testamento: Cristo vino a dar su vida como rescate o pago, para comprar de nuevo a muchos; para comprar nuestra redención a través de su sacrificio.
Él provee para la redención de los pecadores; Cristo le pagó el precio a Dios. En un sentido es como si Dios se pagara a sí mismo para liberarnos, para redimirnos, para comprarnos fuera de la mano de la justicia de Dios.
Leemos en 1 de Pedro 1:18, que fuimos redimidos: «sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata». No hay ninguna cantidad de dinero que pueda comprar nuestra redención, «sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo» (vv. 18-19).
Encontramos el mismo concepto en Hebreos capítulo 9 y en la mayor parte del libro. Este concepto, de cómo la muerte de Cristo procuró nuestra redención, se expande en esta carta. Pero Hebreos capítulo 9:12 dice: «y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros [como lo hacían en el Antiguo Testamento], sino por medio de su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna».
Cuando Dios lo hace, ¡lo hace para siempre! ¡Una eterna redención segura para nosotros por la sangre de Cristo! Así que cuando Zacarías dice: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque nos ha visitado y ha efectuado redención para su pueblo», esto no es algo dulce dicho sobre la cuna de su recién nacido hijo Juan, o pensando en el recién nacido Cristo que habría de nacer. Esto es algo que refleja lo que está por venir (que anuncia la cruz de Cristo, donde Cristo derramaría su sangre por el perdón de los pecados) ¡para la redención de los pecadores!
Al pensar acerca de Dios visitando y redimiendo a su pueblo, hay cuatro cosas que creo que nos hablan a nosotras en el día de hoy.
- Es un recordatorio de que sin Cristo estamos desamparadas, bajo sentencia de la ira de Dios. Hemos quebrantado la ley, y estamos en una condición donde no podemos rescatarnos a nosotras mismas.
¿Alguna vez has reconocido y has aceptado tu incapacidad de que no puedes salvarte a ti misma del pecado? ¿De que no tienes esperanza de una vida eterna fuera de la intervención de un redentor?
Te diré esto, si tú nunca llegas a verte como una inútil pecadora desesperadamente en necesidad de la intervención de Dios, el evangelio nunca será precioso para ti. Cristo nunca será precioso para ti; el nacimiento, la muerte y la resurrección de Cristo nunca serán preciosos para ti, si no te has visto a ti misma en esta condición de incapacidad.
- Recuerda que nuestra mayor necesidad no es ser libradas de nuestras circunstancias sin importar cuán difíciles o dolorosas puedan ser. Nuestra mayor necesidad es ser liberadas del pecado.
Tu mayor necesidad no es tu situación financiera. No es tu condición de salud. No es tu situación matrimonial. Nuestra mayor necesidad no es ser libradas de nuestras circunstancias como los judíos que estaban esperando ser librados de los romanos.
Nuestra mayor necesidad es ser libradas de nuestros pecados, de la esclavitud espiritual, de la cautividad espiritual. Me llama la atención que si hemos sido eternamente redimidas de nuestro pecado, vamos a tener los recursos de Dios a nuestra disposición para poder manejar cualquier circunstancia que pueda llegar a nuestras vidas. Porque cualquier circunstancia que puedas describir que te pueda molestar o afectar o perturbar hoy, es, a lo sumo, temporal.
Dios dice que nuestra mayor necesidad es eterna redención. Si tenemos esto a través de la sangre de Cristo derramada a nuestro favor, habiendo sido entonces eternamente redimidas, podemos con la presencia de Cristo, con el poder de Su Espíritu y el poder de Su gracia, enfrentar cualquier circunstancia.
- Quiero que recordemos que Dios ha intervenido para liberarnos y librarnos no solo de peligro eterno, no solamente del fuego del infierno, no solo del juicio de Dios. Dios envió un redentor para librarnos de la esclavitud del pecado, no solo de las consecuencias finales, sino de la esclavitud del pecado aquí y ahora.
Este domingo pasado, tuve una conversación con una pareja amiga que tiene un hijo adulto… Realmente, hablé con dos parejas de amigos que tienen hijos adultos que están metidos en adicciones desesperantes. Esta pareja estaba tan apesadumbrada. Hablé y oré con ellos. He estado inmersa, saturada en este pasaje.
Al orar, recordé al Señor que vino para redimir a este joven. No solo para darle vida eterna, sino para redimirlo de la esclavitud de esta adicción. Me da esperanza, no solo para aquellos que amamos, sino para nosotras, el saber que Cristo vino para dar libertad a través de Su redención.
Así que te pregunto: ¿Estás caminando en la libertad que Cristo vino a darte? Dios ha visitado y ha redimido a su pueblo. ¿Has sido tú redimida? ¿Has sido liberada del pecado? ¿Estás siendo liberada de la trampa y de la esclavitud del pecado en tu propia vida?
- El nacimiento de Cristo, la venida de Cristo a la tierra, significa como bien lo dijo Zacarías: «Dios ha visitado y ha redimido a su pueblo». ¿Cuál es tu respuesta a esto? Regocijo, ¡adoración!
«Bendito sea el Señor, Dios de Israel», dijo Zacarías.
Alaba, alma mía, al Rey del cielo;
A sus pies traigo tributo.
Rescatada, sanada, restaurada, perdonada,
eternamente canta sus alabanzas:
¡Aleluya! ¡Aleluya! Alaba al eterno Rey.
(Henry F. Lyte)
Amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a ver la gran redención que Dios ha obrado a favor de Su pueblo. En esta época en la que solemos dar regalos, ella nos ha recordado cuál es el regalo que más necesitamos: la liberación del pecado. Puedes leer, compartir o escuchar nuevamente esta enseñanza en nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com.
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