El ministerio profético de Cristo
Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss nos recuerda que después que el Antiguo Testamento llegó a su fin, pasaron 400 años de silencio de parte del Señor.
Nancy Leigh DeMoss: Después de haber tenido por años a un profeta tras otro hablando de parte de Dios; el silencio era ensordecedor, pero el pueblo aún esperaba. Ellos se aferraban a la esperanza del gran profeta prometido en Deuteronomio 18.
Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.
Estamos conociendo a Jesús de nuevas maneras mientras Nancy Leigh DeMoss continúa con esta serie, El Cristo incomparable.
Nancy: Al mirar en el Antiguo Testamento, podemos ver tres oficios importantes ordenados por Dios. Estos tres son profeta, sacerdote y Rey. Diferentes hombres fueron profetas, otros fueron sacerdotes y otros fueron reyes. Algunos fungieron en más de un rol, y estos hombres tomaron estos roles porque les …
Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss nos recuerda que después que el Antiguo Testamento llegó a su fin, pasaron 400 años de silencio de parte del Señor.
Nancy Leigh DeMoss: Después de haber tenido por años a un profeta tras otro hablando de parte de Dios; el silencio era ensordecedor, pero el pueblo aún esperaba. Ellos se aferraban a la esperanza del gran profeta prometido en Deuteronomio 18.
Leslie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.
Estamos conociendo a Jesús de nuevas maneras mientras Nancy Leigh DeMoss continúa con esta serie, El Cristo incomparable.
Nancy: Al mirar en el Antiguo Testamento, podemos ver tres oficios importantes ordenados por Dios. Estos tres son profeta, sacerdote y Rey. Diferentes hombres fueron profetas, otros fueron sacerdotes y otros fueron reyes. Algunos fungieron en más de un rol, y estos hombres tomaron estos roles porque les fueron dados por Dios.
Todos estos oficios, y las personas que los desempeñaban, anunciaban y apuntaban al Mesías…a Cristo. Vemos en la vida de Cristo como Él perfectamente cumplió con estos tres oficios.
Hoy estaremos considerando a Cristo como un profeta en Su ministerio profético.
Ahora esta palabra profeta y profecías…la han escuchado siendo utilizada en muchas formas diferentes, unas que son más bíblicas que otras. Vamos a apegarnos aquí solo a las Escrituras. Los profetas del Antiguo Testamento fueron mensajeros. Ellos fueron comunicadores de parte de Dios. Ellos fueron elegidos y señalados por Dios mismo. Ninguno se levantó un día y dijo, “Oh, yo quiero ser un profeta, creo que voy a ir al seminario y seré un profeta”.
No, Dios los trajo de lo que estaban haciendo, Dios hablaba a Sus profetas y les revelaba Su voluntad. Él les comunicaba directamente a los profetas lo que Él quería que Su pueblo supiera.
Ahora recuerden que ellos no tenían la Biblia. Es decir que este era el medio de Dios para comunicarse con Su pueblo. Dios les daba a los profetas anuncios, instrucciones, palabras de aliento, palabras de advertencia. Lo que sea que Él quería que Su pueblo supiera, Él se lo decía a los profetas, y los profetas lo escuchaban y entonces se lo decían al pueblo.
Las palabras de Dios a los profetas incluían dos tipos esenciales de discursos. Primero estaba el de anunciar y luego estaba el de predecir o profetizar.
- Proclamar, pasando el mensaje de Dios que podía ser algo acerca del pecado del pueblo o acerca de Su justicia o acerca de Sus caminos o de Su voluntad.
- Pero entonces también estaba el de predecir, o profetizar acerca del futuro.
Algunas veces en las profecías podemos ver —la proclamación—o la predicción. A veces podías ver ambas cosas entremezcladas, pero pudiendo dividirlas entre las dos categorías. No todas las profecías eran acerca del futuro. Algunas eran acerca del presente; esa era la del que proclama. Pero otras predecían algo acerca del futuro.
- De manera que Dios hablaba a Sus profetas, les revelaba Su voluntad—lo que Él quería que Su pueblo supiera.
- Entonces, los profetas tenían que escuchar lo que Dios decía. Ellos tenían que recibir Su revelación.
- Y luego era la responsabilidad de los profetas de proclamar al pueblo el mensaje que ellos habían recibido de Dios.
De manera que vemos esta dinámica de comunicación. Dios hablaba a Sus profetas; los profetas escuchaban; ellos recibían el mensaje; y entonces ellos le transmitían el mensaje al pueblo.
Frecuentemente cuando los profetas hablaban, decían una frase que vemos muchas, muchas veces en el Antiguo Testamento: “Así dice el Señor”.
Estas no eran las palabras del profeta. El profeta no estaba compartiendo sus pensamientos o sus propias opiniones. No era, “Esto es lo que pienso” o “Esto es lo que yo creo”. Era más bien, “Así dice el Señor”.
Cuando los profetas hablaban respaldados por la autoridad de Dios, era como si Dios mismo le estuviera hablando a Su pueblo. Ahora había también algunos falsos profetas que decían, “Así dice el Señor”, pero no estaban realmente hablando de parte de Dios, y había graves consecuencias para aquellos falsos profetas.
Estamos hablando aquí acerca de verdaderos profetas del Señor. Ellos decían, “Así dice el Señor”. Estas eran palabras de Dios. Entonces cuando decían, “Así dice el Señor”, el pueblo necesitaba detenerse, escuchar y reconocer que cuando estos profetas hablaban, Dios estaba hablando.
Ahora recuerden que Dios los llamaba y los señalaba, por lo que su trabajo era hablar lo que fuera que Dios les ordenara y les dirigiera a decir. Ellos trabajaban para Dios. Ellos eran siervos de Dios. Ellos eran Sus mensajeros, Sus comunicadores, y ellos eran responsables de dar el mensaje tal cual lo escuchaban—sin cambiarlo; sin agregarle; sin quitarle. Transmitirlo tal cual lo escucharon.
Así que, déjenme darle algunos ejemplos de esto:
Dios al profeta Jeremías en Jeremías capítulo 1:
Porque adondequiera que te envíe, irás, Y todo lo que te mande, dirás…Entonces el Señor extendió Su mano y tocó mi boca. Y el Señor me dijo: “Yo he puesto Mis palabras en tu boca” (v.7,9).
Eso es un profeta. Ezequiel capítulo 3:
Me dijo además, “Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con Mis palabras” (v. 4).
Eso es un profeta…escuchaba la Palabra de Dios, enseñaba la verdad y la Palabra de Dios a otros.
Un libro de doctrina cristiana lo resumió de esta manera: “Un profeta de Dios es uno que habla por Dios, dando a conocer e interpretando las palabras y la voluntad de Dios al hombre”. Eso es un profeta.
Ahora bien, quiero llamar tu atención a un punto realmente importante de un pasaje del Antiguo Testamento. Si tienes tu Biblia, déjame alentarte a ir al libro de Deuteronomio, al capítulo 18. Esta es una profecía del Antiguo Testamento acerca de un profeta. Se hace muy importante, una vez nos percatamos de que Jesús entra en escena.
Moisés es el que está hablando aquí. Él es uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento. En el versículo 9 hasta el versículo 14, no vamos a leer esto ahora, pero él le dice al pueblo: “Ustedes no serán como las naciones paganas de alrededor nuestro que hacen caso a los encantadores, a los hechiceros y adivinadores. Sino que ustedes escucharan a Dios y a Sus mensajeros. Ustedes escucharán a Sus profetas”. Entonces Él habla de otro profeta, uno que es él que habría de venir. Y veamos el versículo 15:
Un profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará el Señor tu Dios; a él oirán. Esto es conforme a todo lo que pediste al Señor tu Dios en Horeb el día de la asamblea [cuando se le dio la ley], diciendo: “No vuelva yo a oír la voz del Señor mi Dios, no vuelva a ver este gran fuego, no sea que muera” (v. 15-16).
Ahora, él estaba haciendo referencia a un instante en el Monte Sinaí en donde el pueblo estaba aterrado al escuchar la voz directa de Dios. Ellos no podían soportarlo. Temían que fueran a ser consumidos por Su gloria. Entonces ellos le pidieron a Dios que les hablara a través de un intermediario, alguien que mediara entre ellos y Dios. Esto es lo que hacía un profeta. Moisés era este tipo de profeta.
Dios le hablaba a Moisés allá en la montaña, y entonces Moisés bajaba de la montaña y le decía al pueblo lo que Dios le había dicho. Y Moisés les recordaba: “Ustedes dijeron, “No permitas que Dios nos hable directamente. Nos mataría. Envíanos profetas””. Versículo 17:
Y el Señor me dijo: “Bien han hablado en lo que han dicho. Un profeta como tú levantaré de entre sus hermanos, y pondré Mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que Yo le mande [dijo Dios]. Y sucederá que a cualquiera que no oiga Mis palabras que él ha de hablar en Mi nombre, Yo mismo le pediré cuenta”. (v. 17-19).
Esta es una profecía del Antiguo Testamento en relación al Mesías. Los judíos, luego de cien años, vinieron a creer y a ver que esta era una profecía del Mesías que había de venir. Dios prometió que enviaría a otro Profeta, un profeta como Moisés en muchos aspectos. Él sería un maestro, un gobernante , un mensajero — solo que mayor. Él sería el más supremo de los profetas a través del cual Dios se daría a conocer a Él mismo y Su voluntad a Su pueblo.
Entonces a través de la era del Antiguo Testamento, una generación tras otra esperaba al Profeta (con P Mayúscula) al Profeta prometido. Y durante este tiempo, Dios habló a través de muchos profetas (con p minúscula) muchos profetas diferentes, pero ninguno era “El Profeta” (con P mayúscula) que había sido prometido. Estos profetas menores estaban simplemente allanando el camino para el Profeta que había de venir, el Mesías, y estos profetas apuntaban el camino del Profeta, quien claro está, sabemos que era Cristo.
De manera que tenemos diferentes profetas, mucho de los cuales leemos en las Escrituras. Hay libros en el Antiguo Testamento que llevan sus nombres — al final del Antiguo Testamento tenemos, a Sofonías, él es un profeta; Hageo, él es un profeta; Zacarías, él es un profeta; y entonces Malaquías—el profeta Malaquías. Entonces llegamos al final del antiguo pacto, el final del Antiguo Testamento y luego por 400 años no hubo profetas — no hubo profetas verdaderos. En este tiempo hubo solo falsos profetas.
¿Por qué no hubo profetas durante esta era? Creo que hay dos razones. Una, la más obvia, no había Palabra de Dios—¿por qué no había Palabra de Dios? Creo que la razón para esto es porque el pueblo no estaba escuchando. Ellos no estaban recibiendo. Sabemos que no hubo palabra de Dios a través de Sus profetas durante un período de 400 años.
El silencio era ensordecedor, después de haber tenido un profeta tras otro hablando de parte de Dios. Pero la gente aún seguía esperando. Ellos se aferraban a la promesa del gran Profeta prometido en Deuteronomio 18 — el Profeta (con P mayúscula). “Levantaré para ellos un profeta como tú de entre sus hermanos. Y pondré mis palabras en su boca, [dijo Dios] y él les enseñará todo lo que yo le ordene”. El profeta. Ellos esperaban; y esperaban.
Y vamos 400 años hacia delante, a partir del tiempo de Malaquías, y entonces entra en escena un profeta: Juan el Bautista. Un hombre enviado por Dios. Él fue el último de los profetas del Antiguo Pacto. Los sacerdotes y los Levitas le preguntaron a Juan el Bautista en Juan capítulo 1: “Eres el profeta —¿el prometido?” (Juan 1:21).
Ahora bien recordemos, que a este momento durante los últimos 400 años ellos no han escuchado a un profeta. Ellos no tenían una Biblia; ellos no tenían la Palabra. Es como si Dios no existiera. Ellos sabían que Él existía, pero ellos no escuchaban nada de parte de Él. Entonces viene Juan, hablando con la voz de Dios, “Arrepiéntanse. Crean. El reino de Dios esta cerca”. Y ellos están diciendo, “Eres tú el Profeta — ¿ese Profeta?”.
Y Juan les dice, en esencia: “No, no soy yo. Soy un profeta, pero no el Profeta — ¡pero Él viene! ¡Él viene! Y yo he sido enviado para preparar el camino de Su llegada”.
Si nos adelantamos hasta Pentecostés, en el libro de los Hechos. Pedro está predicando y cita a Deuteronomio 18. Encontrarás esto en Hechos, capítulo 3, y él dice, en esencia: “Moisés estaba hablando de Jesús” (ver v. 18). Jesús era el Profeta. Él dijo esto después de la muerte y resurrección y ascensión de Cristo. Él lo deja claro, en caso de que alguien tuviera alguna duda de que Jesús era el Profeta.
Es algo muy bonito de ver como durante la vida de Jesús aquí en la tierra, las personas gradualmente comenzaron a reconocer que Él era el profeta enviado por Dios, que Él era el Profeta prometido en Deuteronomio 18.
La mujer en el pozo, la mujer samaritana, dijo en Juan capítulo 4: “Señor, puedo ver que Tú eres el profeta” (Juan 4:19).
Juan capítulo 7: “Cuando escucharon estas palabras, algunas de las personas dijeron, “Este es realmente el Profeta” (Juan 7:40).
Cuando Jesús hizo los milagros, estos milagros fueron evidencias adicionales, que sustentaban que Él era El Profeta esperado.
Después de alimentar a los 5,000, las Escrituras dicen en Juan capítulo 6:”Cuando la gente vio lo que había hecho, dijeron, ‘¡Este es sin duda el Profeta que habría de venir al mundo!’” (Juan 6:14).
Y ahora, leemos esto, y pensamos, sí,sí,sí… y ¿cuál es la gran cosa? Esto era algo muy grande para estas personas que no habían escuchado nada de parte de Dios por tantos años y que desesperadamente necesitaban saber y conocer Su voluntad y Sus caminos. Dios había prometido, “Yo les enviaré un Profeta”, pero parecía como si Dios no fuera a cumplir Su promesa. Ellos comenzaron entonces a entender que, “Este es el Profeta”.
Y parte del propósito de los milagros era convencer a la gente de que Él era realmente el Mesías Prometido”
Cuando Él levantó al hijo muerto de la viuda de Naín, en Lucas capítulo 7 dice, “y glorificaban a Dios diciendo, ‘¡Un gran profeta ha surgido entre nosotros y ‘Dios ha visitado a Su pueblo!’” (Lucas 7:16). ¡Wao! ¡Palabras de verdad! “Dios ha visitado a Su pueblo”.
Jesús mismo dijo que el mensaje que Él proclamaba había sido recibido de parte de Dios. Escuchemos estos versículos en el Evangelio de Juan. Jesús dijo: “Mis enseñanzas no son mías, sino de aquel que me envió” (Juan 7:16). Suena como un profeta.
“No he hablado en mi propia autoridad, pero el Padre que me envió me ha dado un mandamiento — qué decir y qué hablar” (Juan 12:49). Suena como un profeta.
“Todo lo que he escuchado de mi Padre se los he dado a conocer”. ¿Suena esto como un profeta? Así es.
Y entonces en Su oración sacerdotal en Juan 17, en aquella oración íntima, Jesús le dijo a Su Padre, “porque Yo les he dado las palabras que Me diste: y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de Ti” (v.8). Jesús afirma que lo que había estado diciendo había sido dado a Él por Su Padre y que Él lo estaba compartiendo como profeta al pueblo de Dios.
Entonces vemos que Cristo cumplió con el oficio de profeta. En los dos diferentes tipos de profecías, Él las cumplió – al predecir y al proclamar.
Al predecir, Él predijo Sus sufrimientos, Su resurrección, etc. Él era un profeta hablando de cosas del futuro de lo que Dios iba a hacer — y esto es predecir. Y Él también cumplió con el rol de profeta al proclamar mientras Él daba a conocer al pueblo la sabiduría de Dios, las Escrituras, la ley, el Evangelio. Él dijo que Él vino a proclamar buenas nuevas a los pobres. Él estaba dando a conocer a Dios a Su pueblo al hablarles de la Palabra de Dios a Su pueblo. Entonces vemos a Cristo cumplir con el oficio de un profeta.
Ahora, saben cuál será la próxima pregunta. Todo esto es “el qué”. La pregunta es y “ ¿Ahora qué? Entonces ¿qué? Déjenme darles algunas ideas acerca del “¿Ahora qué?”
La primera y más obvia es: Si Él realmente es ese profeta — y Él lo es — entonces debemos escucharle.
Vimos anteriormente en el Monte de la Transfiguración en donde la voz de Dios habló desde los cielos, y Él dijo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia; escúchenlo” (Mateo 17:5). Escúchenle a Él. Estas son las mismas palabras que fueron dichas por Moisés en Deuteronomio 18.
Deuteronomio 18:15 dice: “El Señor tu Dios levantará para ustedes un profeta como yo de en medio de ustedes…es a Él a quien deberán [¿qué?] escuchar”.
Entonces cuando Dios habló estas palabras desde el cielo, “Escúchenle a él”, aquellos discípulos…ellos conocían la profecía de Deuteronomio 18. Ellos sabían que Dios lo estaba afirmando, “Este es ese Profeta (con P mayúscula). Escúchenle a Él. Este es del que Moisés hablaba. Este es Aquél a quien debemos de escuchar por encima de cualquier otro, porque Él es mayor que cualquier otro profeta o cualquier otra voz. Cuando Él habla, Dios habla. Escucha con cuidado todo lo que Él te diga.Creele. Sométete. Obedécele”.
Tú dices, “Bueno, ¿cómo nos habla Dios a nosotros?” Él habla a través de Su palabra. Escuchen este pasaje en 2da de Pedro capítulo 1. Recuerden, Pedro estuvo allí en el Monte de la Transfiguración. Él dice, “Cuando él recibió el honor y la gloria del Padre…la majestuosa gloria de Dios, ‘Este es mi Hijo amado, con quien estoy muy complacido’, nosotros mismos escuchamos esa misma voz desde el cielo, pues estábamos con Él en el monte santo. Y tenemos algo más seguro”, dice Pedro.
Ahora, Pedro ¿qué podría ser más afirmante que esa experiencia que tuviste en la montaña? Solo tres hombres lo vieron, además de Moisés y Elías – Pedro, Santiago, y Juan. Pedro dice, “Tenemos algo que es aún más reafirmante que esa experiencia del Monte de la Transfiguración”. ¿Qué es esto? ¿Qué es más seguro, Pedro?
Es la “Palabra profética, a la cual haces bien en poner atención [¡Escucha, Ponle atención!] como a una lámpara alumbrando en un lugar oscuro, hasta que caiga el día y la estrella de la mañana se levante en sus corazones” (v16-19).
El día llegará en que estaremos cara a cara con Jesús. Estaremos en la presencia de Su gloria eterna por siempre y para siempre, y entonces no necesitaremos profetas. Tendremos al Profeta, la Palabra de Dios, la presencia de Dios, la gloria de Dios con nosotros. Mientras tanto, tenemos la Palabra profética.
Ahora, hoy al escuchar esta palabra, esta puede significar todo tipo de cosas diferentes. Pero lo que él esta hablando aquí es la Palabra de Dios. Está en el Libro. Esta es la Palabra profética. Esta es la palabra que Dios nos habló a través de las personas que escribieron los diferentes libros — Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Génesis, Éxodo, Levítico — todo esto es palabra profética. No necesitas otra palabra profética cuando ya tienes la Palabra.
“No tenemos que andar en la oscuridad”, dijo Pedro. Podemos confiar en Su Palabra. Podemos conocer el corazón, la mente, los propósitos, la voluntad de Dios porque Cristo ha venido a esta tierra como nuestro Profeta, y Él nos ha dado Su Palabra que podemos tener en la mano y podemos leerla y estudiarla, escucharla, y recibirla como la Palabra del Profeta.
Ahora, solo como un recordatorio: no es solo importante escuchar la palabra de Cristo, sino también que hay consecuencias si no lo hacemos. Si nos negamos o ignoramos o rechazamos Su Palabra, no tendremos el corazón y la mente de Dios. No podremos conocerle. Nos perderemos de tanto y experimentaremos consecuencias cuando no lo escuchamos a Él. Entonces escuchémosle.
Luego, número dos: Creamosle a Él. Su Palabra es verdad. Es autoritativa.
¿Recuerdan ese pasaje en 2da de Crónicas capítulo 20 cuando el Rey Josafat estaba liderando a los israelitas en contra de un enemigo gigantesco? El profeta dijo, “confíen en el Señor Dios nuestro y se mantendrán firmes; crean en sus profetas y triunfarán” (v.20).
Cree en la Palabra de Cristo, El Profeta, el Gran Profeta Final. Recibe, cree el Evangelio que Cristo vino a proclamar.
Ahora, una advertencia. Cuando Jesús vivió aquí en la tierra, las personas que lo conocían mejor no creyeron en Él. Él fue un “profeta sin honor” en Su propia tierra, en Su propia ciudad. Ellos estaban tan familiarizados con Él que fallaron en reconocerle. Ellos no le creyeron.
Algunas de nosotras hemos estado manipulando las enseñanzas y verdades bíblicas por mucho, mucho tiempo, pero realmente no las estamos creyendo. No la estamos recibiendo realmente como la verdad. Créela.
Y entonces alábalo y adórale a Él.
Él es el Profeta supremo, no es uno más entre muchos. Él es el Cristo incomparable. Esto es lo que leemos en Hebreos capítulo 1, en los versículo 1 y 2: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas (con p minúscula), ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo”, el Profeta.
Jesús es infinitamente mayor que cualquier otro profeta. Él no es menos que un profeta enviado por Dios. Pero Él no es simplemente un profeta, así como lo definen los musulmanes. Él es el Hijo de Dios. Él es la Palabra de Dios a través de quien Dios ha hablado y se ha dado a conocer a nosotros.
Finalmente, proclama Su Palabra a otros.
Hay un cierto sentido en el que Cristo continúa Su obra como profeta hasta hoy día — por Su Espíritu, a través de Su iglesia, mientras proclamamos Su evangelio, mientras enseñamos Su Palabra por toda la Tierra. Hay un sentido de deber que Él nos ha confiado de continuar Su ministerio profético en esta Tierra.
¿Qué significa esto? Bueno, en Juan capítulo 20 dice: “Como el Padre me ha enviado [el Profeta], yo también los envió a ustedes” a compartir Mi Palabra (v. 21).
“Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (ver Mateo 28:19).
Leslie: Jesús tuvo un oficio muy importante como profeta. No había considerado que tan crucial había sido este rol hasta que escuché este mensaje de Nancy. Este es parte de la serie, El Cristo incomparable.
Usualmente escojo un libro acerca de Cristo para estudiar durante esta época. Es una forma de preparar mi corazón para el Domingo de Resurrección. Meditar en la vida y la obra de Jesús es tan beneficioso.
El mejor de los maestros de todos los tiempos no tuvo entrenamiento en el seminario o títulos avanzados. De hecho, Él fue entrenado como carpintero. Aún así Sus enseñanzas fueron fascinantes para las multitudes que se reunían a escucharlo. Seguiremos admirando mañana los talentos de este increíble Maestro.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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