El lamento
Nancy DeMoss Wolgemuth: En la providencia de Dios, en el programa de hoy vamos a ver un evento horrendo y violento que tuvo lugar poco después del nacimiento de Cristo. Se trataba de un intento demoníaco de apagar la Luz que Dios había enviado al mundo. Resultó en el llanto y lamento de madres y padres cuyos preciosos pequeños fueron viciosamente asesinados. Fue un día trágico.
Pero ningún poder del mal pudo sabotear el plan redentor de Dios. El cielo gobierna. Dios todavía estaba en Su trono ese día, todavía obrando para cumplir Sus propósitos de salvación en el mundo. Y sigue estando en Su trono hoy. Por eso, a pesar de lo que pueda estar pasando en tu país, en nuestro mundo, podemos tener esperanza.
Aunque este sea un tiempo para que el pueblo de Dios se lamente, se aflija por los problemas profundos a los que se enfrenta …
Nancy DeMoss Wolgemuth: En la providencia de Dios, en el programa de hoy vamos a ver un evento horrendo y violento que tuvo lugar poco después del nacimiento de Cristo. Se trataba de un intento demoníaco de apagar la Luz que Dios había enviado al mundo. Resultó en el llanto y lamento de madres y padres cuyos preciosos pequeños fueron viciosamente asesinados. Fue un día trágico.
Pero ningún poder del mal pudo sabotear el plan redentor de Dios. El cielo gobierna. Dios todavía estaba en Su trono ese día, todavía obrando para cumplir Sus propósitos de salvación en el mundo. Y sigue estando en Su trono hoy. Por eso, a pesar de lo que pueda estar pasando en tu país, en nuestro mundo, podemos tener esperanza.
Aunque este sea un tiempo para que el pueblo de Dios se lamente, se aflija por los problemas profundos a los que se enfrenta nuestro mundo, son problemas que requieren la intervención divina.
Y ahora, antes de continuar con el programa de hoy de Aviva Nuestros Corazones, oremos juntas.
Oh Padre, un nuevo año está comenzando y no sabemos que estaremos enfrentando en los próximos meses, pero nuestros ojos están puestos en Ti. Esa era la oración del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, y es nuestra oración hoy. Por eso, Señor, danos sabiduría; danos entendimiento. Te ruego, Señor, que en este momento no señalemos con el dedo los pecados de los demás, sino que te permitamos escudriñar nuestros propios corazones y mostrarnos dónde podemos haber contribuido al caos y al quebranto.
Te suplicamos que intervengas en nuestra nación, que desenmascares el engaño, que saques a la luz la verdad. Concédenos humildad y concédenos Tu misericordia. Te rogamos, oh Padre, que venga Tu reino y se haga Tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 10 de enero de 2025.
Bueno, no sé tú, pero a mí me gusta saltarme la parte de la historia de Navidad en la que Herodes dio la orden de matar a todos los niños varones de Belén. Sin embargo, a pesar de la tragedia y la persecución, Dios seguía obrando.
Nancy nos va a mostrar la esperanza que tenemos en Cristo al concluir la serie titulada: «Sabios, reyes y la providencia de Dios». Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El viernes, 14 de diciembre de 2012, un joven de veinte años llamado Adam Lanza cometió un homicidio masivo. Lo hizo en la ciudad donde había crecido, en Newtown, Connecticut. Comenzó asesinando, en su casa, a su madre, y luego irrumpió en una escuela primaria cercana, Sandy Hook, donde mató a seis profesores y administradores, así como a veinte alumnos de primer grado. Cuando la policía llegó pocos minutos después de que comenzara el tiroteo, ese joven se quitó la vida.
El horrible suceso fue lo único de lo que se hablaba en los días siguientes en los medios de comunicación en todo el mundo.
Ese domingo por la mañana, un grupo de niños de 4.º a 6.º grado, se reunieron para la escuela dominical, como acostumbraban a hacer en la iglesia bíblica de Newtown. La lección de ese día fue sobre Mateo capítulo 2, y se había planeado mucho antes de que ocurriera el tiroteo.
El profesor repasó la primera parte del pasaje sobre los sabios que viajaron para ver al Mesías recién nacido. Luego, llegó a la parte del relato en la que Herodes estaba tan enojado por las noticias de un rey recién nacido que ordenó la matanza de todos los niños varones menores de dos años. Y el profesor leyó esta parte de Mateo 2:
«Se oyó una voz en Ramá,
llanto y gran lamentación;
Raquel que llora a sus hijos,
y que no quiso ser consolada
porque ya no existen» (v. 18).
El profesor explicó, en aquella clase de niños, con los ojos muy abiertos: «Herodes hizo una cosa horrible y espantosa».
Inmediatamente, los niños pudieron darse cuenta de algo; uno de ellos dijo: «¡Eso es como lo que pasó aquí!».
En aquella primera Navidad tenemos tanta belleza, dulzura y gloria en torno al nacimiento de Cristo. Luego, tenemos la escena de los sabios que siguieron la estrella para adorar al recién nacido Rey, y le dieron regalos. Todo lo que nos gusta de la Navidad lo vemos en estos relatos. Pero, a todo esto que celebramos y disfrutamos legítimamente, le siguió una tristeza inimaginable, dolor y una espada.
Y, por cierto, eso había sido profetizado a la madre de ese Niño, María, por el anciano Simeón mientras sostenía a ese bebé en el templo cuando ella lo llevó para la dedicación. Simeón dijo en Lucas 2:34 que ese Niño sería «una señal de contradicción, y una espada traspasará aun su propia alma».
Luego de la visita de los sabios, siguió una escena desgarradora. Y casi nunca vemos esa parte de la historia de Mateo 2 representada en una obra de teatro navideña o cantada en un concierto de Navidad. Preferiríamos saltarnos esta parte; incluso desearíamos que no existiera. Pero está ahí y hoy vamos a analizarla. Es un relato que nos recuerda que, en medio de la oscuridad y el mal de este mundo, el evangelio brilla y ofrece esperanza.
Y voy a pedirte que me acompañes una vez más, si aún no lo han hecho, al Evangelio de Mateo, capítulo 2, para concluir esta serie sobre los sabios, los Magos. Empezaré a leer de nuevo en el versículo 1 para situarnos en contexto. Y si te has perdido los episodios anteriores de esta serie, puedes escucharlos o leer la transcripción en AvivaNuestrosCorazones.com. Hoy hemos llegado al final de esta serie.
Bueno, Mateo 2, versículo 1:
«Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios del oriente llegaron a Jerusalén, preguntando: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos Su estrella en el oriente y lo hemos venido a adorar”. Cuando lo oyó el rey Herodes, se turbó [uno pensaría que se habría emocionado con el nacimiento de este rey. Pero no, él se turbó] y toda Jerusalén con él.
Entonces, el rey reunió a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo y averiguó de ellos dónde había de nacer el Cristo. Y ellos le dijeron [porque conocían bien las Escrituras del Antiguo Testamento. Eran eruditos, expertos en la Palabra de Dios]: “En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta. . .» (vv. 1-5).
Y luego en el versículo 6 lees la profecía de Miqueas, capítulo 5, que estos hombres recitaron porque la conocían muy bien:
V.7 «Entonces Herodes llamó a los sabios en secreto y de ellos determinó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella. [Y por supuesto, por lo que dice más adelante en el capítulo, sabemos que él estaba tratando de determinar la edad de ese niño en ese momento, porque tenía malvados designios en su mente.
Y para llevarlos a cabo, quería saber cuándo vieron la estrella de ese niño por primera vez, es decir, cuánto tiempo había pasado desde que nació]. Y enviándolos a Belén, dijo: “Vayan y busquen con diligencia al Niño; y cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya y lo adore”.
Después de oír al rey, los sabios se fueron; y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el Niño.
Cuando vieron la estrella, se regocijaron con mucha alegría. Entrando en la casa, vieron al Niño con Su madre María, y postrándose lo adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra» (vv. 1-11).
Lo adoraron como el Rey que era, el Rey que es, y le ofrecieron estos valiosos tesoros que significaban, simbolizaban la identidad y la obra que este Rey había venido a la tierra a realizar.
Los sabios habían recorrido todo ese camino, tal vez mil millas desde su tierra natal, aunque no estamos seguros exactamente de dónde era, tal vez el actual Irán o Irak o Yemen, pero sabemos que recorrieron una gran distancia. Ellos siguieron por fe la estrella que habían visto por primera vez, y luego esta reapareció cuando llegaron a Jerusalén. Hicieron entonces ese viaje de seis millas hasta Belén, que en realidad no es nada después de haber recorrido mil millas, y encontraron al Niño que esperaban ver y que habían creído que era el Rey de los judíos.
¡Ellos cumplieron su misión! Hicieron lo que habían ido a hacer. Supongo que en ese momento esperaban volver a Jerusalén para informar a Herodes, como él les había ordenado, para luego regresar a su patria. Ese era el plan y el itinerario que tenían en mente. ¡Pero me alegro tanto de que Dios es quien escribe la historia y el itinerario de nuestras vidas! Él escribió la historia de los sabios.
Y el versículo 12 nos dice que ellos no hicieron en absoluto lo que esperábamos que hicieran. Dice que «habiendo sido advertidos por Dios en sueños que no volvieran a Herodes, se fueron para su tierra por otro camino».
Ahora, estos sabios, estos Magos, no tenían forma de saber que Herodes pretendía destruir a este Niño como había destruido a tantos otros que eran una amenaza para su poder. Pero Dios lo sabía. Dios lo sabe todo; Dios sabe lo que hay en el corazón de los reyes. Herodes había dicho: «Quiero ir a adorar a ese niño». Pero Dios sabía que Herodes estaba mintiendo y que tenía intenciones asesinas en su corazón.
Así que el Señor redirigió a los Magos, los sabios, a través de ese sueño. Ahora, humanamente hablando, era arriesgado desafiar la orden del rey. Herodes era un hombre muy poderoso y violento. No le gustaba ser cuestionado, ni superado. Quería estar a cargo. Quería tener el control.
Si ellos no hacían lo que Herodes decía, ¿no crees que Herodes podría haber enviado a buscar a estos sabios? ¿No crees que ellos calcularon el costo de desobedecer al rey?, «Si no hacemos lo que Herodes dijo, solo porque tuvimos este sueño… ¿y que si fue simplemente algo que cenamos anoche?».
Sin embargo, de alguna manera ellos reconocieron la voz de Dios; reconocieron Su autoridad, y decidieron obedecer a Dios antes que a los hombres. Estos hombres obedecieron la advertencia de Dios.
Y en todo este relato veo la soberanía, la providencia y la protección de Dios. Y como vemos a lo largo de la vida de Cristo, Dios es más poderoso que Herodes; el Señor es más poderoso que cualquier enemigo y adversario que pretenda destruir a Cristo o Su obra. Dios no está indefenso ante esos enemigos.
No podemos ver a Dios, pero podemos ver a Herodes. No podemos oír la voz de Dios, pero podemos oír la voz de Herodes. Podemos oír los edictos del rey, las leyes y las cosas que dicen las personas en posiciones de influencia y poder en nuestra nación y en todo el mundo.
A veces eso es aterrador, porque no sabemos realmente cuál es la verdadera intención que hay detrás. Pero Dios lo sabe, y una vez que conocemos las verdaderas intenciones de los gobernantes y personas de influencia en nuestra nación, a veces nos sentimos impotentes porque no podemos hacer algo al respecto. Pero Dios, ¡Pero Dios! ¡El Cielo gobierna! Dios no está indefenso ante los Herodes de este mundo.
Y sea cual sea el partido político que apoyes, hayas votado donde hayas votado en las últimas elecciones o en todo el mundo, sean cuales sean los poderes en tu país, mientras escuchas esto, déjame decirte: «Herodes no es el rey definitivo. Dios es el Rey. ¡El Cielo gobierna!».
Dios siempre tiene el control de la situación, no solo en nuestras naciones, sino incluso en tu lugar de trabajo. Y en tu iglesia, puede haber alguien en autoridad que está embriagado de poder y que no está pastoreando al pueblo de Dios de la manera que debería, y eso te está molestando. Pero quiero decirte que ese pastor no es quien está a cargo de la iglesia. Él rinde cuentas, Cristo, el Gran Pastor, el Pastor Supremo, y el Pastor Principal. Dios siempre está a cargo.
Y sé que probablemente haya algunas de ustedes que nos escuchan hoy que no tienen un esposo que esté caminando con Dios porque no es creyente, o porque no está luchando a la manera de Dios con alguna debilidad. Hace un tiempo conversé con una mujer que estaba lidiando con algunas cosas desafiantes en su matrimonio: su esposo estaba tomando decisiones sin considerar a Dios. Ella es una mujer que quiere honrar a Dios y quiere honrar a su esposo, pero a veces le resulta difícil.
Es por eso que necesitamos recordar que Dios siempre está en control de la situación. Él siempre está trabajando y cumpliendo Sus propósitos. Y vemos eso de nuevo en el versículo 13, de Mateo 2, dice la Palabra de Dios:
«Después de haberse marchado ellos, [recuerda que se fueron por otro camino hasta su país] un ángel del Señor se apareció a José en sueños. . .».
Aquí hay otro sueño. En la época del nacimiento de Cristo, los ángeles estaban muy ocupados anunciando la noticia y protegiendo al Niño enviado por el Padre a la tierra. Un ángel del Señor se le apareció a José en sueños y le dijo:
«. . .levántate, toma al Niño y a Su madre y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga; porque Herodes quiere buscar y matar al Niño.
Y levantándose José, tomó de noche al Niño y a Su madre, y se trasladó a Egipto; estuvo allá hasta la muerte de Herodes, [solo unos meses después] para que se cumpliera lo que el Señor habló por medio del profeta, diciendo: “De Egipto llamé a Mi Hijo”» (vv. 13-15).
Ahora, el contexto inmediato de esa profecía se refería al Éxodo. Dios llamó a Israel «hijo Mío» y «deja ir a Mi pueblo». Él llamó a Su pueblo Israel fuera de Egipto. Pero este versículo en Oseas también era un pasaje profético que se cumplió en ese momento cuando Dios dijo: «De Egipto llamé a Mi hijo». El Señor tuvo que enviar a Su Hijo a Egipto para cumplir esa profecía.
Así que, aquí ves la provisión, la providencia y la protección de Dios. El Señor sabía lo que Herodes iba a hacer y por eso envió a Su precioso y amado Hijo lejos del peligro antes de que Herodes emitiera ese malvado edicto. Y a través de los sabios que habían traído aquellos regalos, Dios proveyó a esa familia de Cristo con los recursos que necesitaban para el viaje a Egipto.
Dios siempre va delante. Él siempre está proveyendo y protegiendo, planeando. Él hará lo que sea necesario para hacerte saber lo que necesitas hacer en cualquier circunstancia.
Bueno, el versículo 16 dice:
«Herodes, al verse burlado por los sabios, se enfureció en gran manera [era algo característico de él, por lo que sabemos en la historia], y mandó matar a todos los niños que había en Belén y en todos sus alrededores, de dos años para abajo, según el tiempo que había averiguado de los sabios».
Un acto inimaginable, horrendo, bárbaro, cruel y diabólico. Los eruditos piensan que solo en la pequeña ciudad de Belén hubo probablemente veinte o treinta niños masacrados. Herodes mandó a matar a niños de esa edad y menores por toda esa región.
Charles Spurgeon dice:
«Los hombres harán cualquier cosa para librarse de Jesús. No les importa cuántos niños, hombres, o mujeres sean destruidos para poder resistir Su reino, y aplastar Su santa causa desde Su infancia».
Herodes quería deshacerse de Jesús; hoy en día la gente todavía quiere deshacerse de Jesús. Y no les importa cuántos estragos tengan que causar o cuánta destrucción tengan que provocar. Escucha, ya que estamos hablando de infanticidio, el movimiento abortista es una ideología y movimiento anti-Cristo. A la gente no le importan los bebés, solo les importa deshacerse de Cristo y toda Su influencia en nuestro mundo.
El versículo 17 nos dice: «Entonces se cumplió lo que fue dicho por medio del profeta Jeremías».
Y ahora tenemos en el versículo 18 una cita de Jeremías capítulo 31, versículo 15. Se cita aquí en el evangelio de Mateo:
«Se oyó una voz en Ramá,
llanto y gran lamentación;
Raquel que llora a sus hijos,
y que no quiso ser consolada
porque ya no existen».
Raquel fue la madre de José y Benjamín, dos de los patriarcas. Ella murió al dar a luz a su hijo menor y fue enterrada cerca de Belén; leemos eso en Génesis 35. Y en el contexto inmediato de Jeremías 31, donde esa «voz se oyó en Ramá, llanto y gran lamentación, Raquel que llora por sus hijos», pienso que eran las madres de Israel, simbolizadas en Raquel, que era una madre de Israel.
Los judíos en el cautiverio babilónico provocaron grandes lamentos y lamentaciones de las madres cuyos hijos habían sido enviados al cautiverio. Eso fue lo que ocurrió en tiempos de Jeremías. Pero esa profecía de Jeremías también se anticipaba a este momento: el momento de la masacre de estos niños, de estos bebés. Es un lamento poético, como el de una madre, Raquel simbolizando a todas las madres del pueblo de Dios, una madre afligida por la pérdida de sus hijos en el cautiverio, y ahora de nuevo por el acto asesino de Herodes.
La maternidad fue concebida por Dios para ser una ocasión de alegría cuando las mujeres abrazan y se aferran fuertemente a sus hijos recién nacidos, y los cuidan y protegen. La maternidad debería ser un tiempo de felicidad; ser madre primeriza debería ser un momento de gozo. Y ser madre de un niño pequeño, como María lo fue de Cristo, y como esas madres lo fueron de sus pequeños, debería haber sido un momento de alegría.
Pero se convirtió en una ocasión de gran tristeza y angustia, porque que esos bebés fueron arrebatados de los brazos de sus madres y asesinados. Y esas madres de aquel tiempo representan a las madres de todas las generaciones; Raquel simboliza a las madres de todas las generaciones que lloran y se afligen cuando el enemigo ataca a sus hijos, sus cuerpos, sus mentes, sus corazones y sus almas.
Y vemos eso de muchas maneras en nuestra cultura, cómo la gente trata de evitar que los niños conozcan al Señor, a Cristo, corrompiendo sus mentes, alimentando mentiras para destruirlos a través de todo tipo de consecuencias del pecado y caminos pecaminosos, adicciones, y todo el desorden en este mundo que está destruyendo tanto a los niños como a los jóvenes. Y las madres sufren por esto.
Y hoy tenemos madres escuchándonos que lloran la pérdida de un hijo o un nieto a causa de las drogas, o el alcohol, o la promiscuidad sexual, o formas impías de pensar. Su corazón se rompe. Quieren abrazar a su hijo, pero tal vez su hijo ya no está.
Sin embargo, la historia no termina ahí. ¡No ha terminado! Mira el versículo 19:
«Pero cuando murió Herodes, un ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto, diciéndole: “Levántate, toma al Niño y a Su madre y vete a la tierra de Israel, porque los que atentaban contra la vida del Niño han muerto”. Y levantándose, José tomó al Niño y a Su madre, y vino a la tierra de Israel» (vv. 19-21).
Este horrible pasaje comienza con Herodes intentando dar muerte a Cristo y consiguiendo dar muerte a muchos niños, pero la historia no termina ahí. ¿Cómo termina? «Herodes murió». Murieron los que buscaban la vida del Niño.
Sabemos que Herodes murió, no mucho después del nacimiento de Cristo, una muerte insoportablemente dolorosa y humillante. Científicos y médicos descubrieron en los últimos años de qué murió. Es probable que muriera de indecibles y horribles enfermedades que afligieron su cuerpo. Tuvo una muerte atroz.
Herodes había pensado que su trono estaba a salvo porque se había deshecho de ese Rey recién nacido. Sin embargo, la verdad era que fue al Bebé a quien Dios mantuvo a salvo del trono de Herodes. Dios siempre tiene la última palabra; Cristo y Sus seguidores sobrevivirán a todos los que intenten destruirlo.
Y podemos ver de nuevo en este pasaje cómo Dios protege y provee para los Suyos, incluso en tiempos de persecución y tristeza. La protección, la providencia y la provisión de Dios no significa que Su pueblo nunca se enfrentará al peligro, significa que los ataques contra el pueblo de Dios nunca lo toman desprevenido ni por sorpresa. Y eso quiere decir que nunca estamos fuera de la atención y del cuidado de Dios.
La furia de Herodes, su asesinato de los pequeños bebés de Belén, el exilio de Cristo a Egipto antes de cumplir los dos años de edad, todo eso nos recuerda el horrible precio del pecado en este mundo. Y ese es el mismo pecado del que el Hijo de Dios vino a salvarnos. Cristo tuvo que entrar en nuestro mundo cargado de pecado y de dolor. Tuvo que compartir nuestras lágrimas y nuestras pérdidas, incluso ser desterrado siendo un bebe, para salvarnos de las terribles consecuencias del pecado.
Y déjame decirte algo que creo que es la verdad, pero no hay manera de que pueda explicártelo: en última instancia, incluso el dolor, los reyes malvados, los asesinatos en masa y las madres que lloraron, sirvieron a los propósitos salvadores de Dios. Al final todo está bien y todo estará bien.
Ahora, puedes estar pensando: Bueno, Dios salvó la vida de Su Hijo en este caso, pero ¿qué pasa con todos los otros niños cuyas vidas no fueron perdonadas? ¿Y sus madres? ¿Y sus padres? ¿Y sus hermanos? ¿Y sus hermanas?
Y eso puede ser aún más personal para ti. Miras a tu alrededor, y ves a Dios actuando en favor de otros que están necesitados, rescatándolos del peligro, pero a ti te acaban de diagnosticar un cáncer en etapa 4, como le sucedió hace un tiempo a una mujer que se puso en contacto conmigo. Ella tiene cuatro niños pequeños, y un cáncer en etapa 4. Pudiera parecer que Dios no la toma en cuenta por permitir ese dolor en su vida.
O tal vez acabas de enterrar a tu hijo de nueve años con necesidades especiales, como le sucedió a otra amiga mía. Dios libró a los hijos de los demás, pero no al suyo.
Llena el espacio en blanco con tu historia, ese espacio en el que sientes que Dios no te ha protegido ni te ha provisto. No ves Su mano trabajando. Y debo decir que eso es misterio: no podemos saber y ver ahora lo que un día sabremos y veremos completamente.
Pero demos un paso atrás para tener una visión más amplia de esta historia y mirar el cuadro completo porque, treinta y tantos años más tarde, después de ese horrible evento, los líderes judíos entregaron a Jesús, el Hijo de Dios, al gobernador romano que lo sentenció a muerte. Y esa vez, Dios no perdonó a Su Hijo. Dios lo entregó a la muerte por ti, por mí, por todos los niños, madres y padres del mundo que habían sufrido y sufren las devastadoras consecuencias del pecado.
Todavía no vemos el final de la historia, pero quiero asegurarte que Dios comprende tu dolor y tus lágrimas. Y leemos esa profecía de Jeremías 31:15: «Así dice el Señor: “Se oye una voz en Ramá, lamento y llanto amargo. [Dios escucha tu llanto. Dios ve tus lágrimas. Dios conoce tu dolor y tu angustia]. Raquel llora por sus hijos; rehúsa ser consolada, por sus hijos, que ya no existen”».
El Señor escucha la voz de tus llantos. Pero, como resultado de la muerte que sufrió el Hijo de Dios, la muerte que merecíamos por nuestro pecado, incluso en medio de un dolor inexplicable y abrumador, ¡hay esperanza!
Mira lo que dice el versículo siguiente en Jeremías 31:
«Así dice el Señor: “Reprime tu voz del llanto,
Y tus ojos de las lágrimas;
Hay pago para tu trabajo», declara el Señor
Pues volverán de la tierra del enemigo.
Y hay esperanza para tu porvenir”, declara el Señor
“Los hijos volverán a su territorio”».
Ahora, no sé todo lo que eso significa para ti o para tu situación, pero sé que la Palabra de Dios declara en Jeremías, y declara a lo largo de todas las Escrituras, que hay esperanza para tu futuro. Sí, ahora es un tiempo de llanto, de tristeza y de dolor incontrolables, «rehúsa ser consolada».
Yo observé a mi madre en la pérdida y la muerte de mi hermano en un accidente automovilístico hace años. La vi en medio de una pena y un dolor incontrolables al perder a un hijo. Estoy segura de que muchas de ustedes han pasado por lo mismo.
Pero hay esperanza para tu futuro. Hay una promesa en todas las Escrituras, y es que llegará el día cuando todo el llanto y las lágrimas terminarán para siempre, y la promesa de que todo lo que el enemigo ha robado, destruido, será un día restaurado. «Los hijos volverán». ¡Hay esperanza para tu futuro!
Oh Señor, ahora es tiempo de lágrimas y tristeza y dolor. Desearíamos que no hubiera un pasaje como este en las Escrituras. Es tan horrible. No podemos imaginar las lágrimas de esas madres a las que les arrancaron a sus bebés de los brazos. Pero gracias porque Tú eres un Dios que escuchas el llanto, ves las lágrimas y entiendes el dolor de las madres.
Eres un Dios que se preocupa y un Dios que no escatimó a Su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, por solo por los Herodes, por los líderes religiosos y por los sabios de aquel tiempo y de este tiempo. Y por Todos nosotros que somos pecadores y necesitamos desesperadamente un Salvador.
Eres un Dios que promete que hay esperanza para nuestro futuro, y por Cristo creemos por fe que es así. Por eso, siguiendo el ejemplo de los Sabios, nos postramos ante Ti. Te adoramos por la fe, incluso cuando no podemos ver la estrella. No podemos ver el resultado, no podemos ver la esperanza. Pero aun cuando nuestros ojos están tan llenos de lágrimas que apenas podemos mirar al cielo, queremos estar quietas y decirte: «Oh Señor, el cielo gobierna, y confiamos en Tus promesas, porque creemos que son verdad».
Y ahora nos adentramos a este nuevo año, sin tener ni idea de lo que nos traerá, pero descansamos en que Tú sí lo sabes. Tú eres el Dios que va delante de nosotras con tu providencia para protegernos y proveernos. Incluso si este año resulta ser otro año como el pasado, seguimos confiando en Ti. Tú eres digno de nuestra alabanza. El cielo gobierna. Te bendecimos, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Incluso en la mayor tristeza, todavía hay esperanza. Nancy acaba de recordarnos que Dios sigue en Su trono, y que podemos poner nuestra fe en Sus promesas. Amén.
¿Alguna vez has sentido que no encuentras las palabras para orar? Sabemos que la oración es vital para nuestra relación con Dios, pero a veces puede parecer una lucha. Orar hermana, implica humillarnos, reconocer nuestras necesidades y pedirle a Dios que intervenga. Aun así, ¿quién de nosotras no ha experimentado esos momentos en que las palabras simplemente no fluyen? Ya sea que estemos pidiendo por provisión o intercediendo por un ser querido, a veces la oración se siente más difícil de lo que imaginamos.
Es por eso que queremos presentarte nuestro recurso destacado de este mes: «Cuando no encuentras palabras para orar». Con este libro tendrás a tu alcance docenas de pasajes de las Escrituras que te ayudarán a dirigir tus oraciones en diversas circunstancias y etapas de la vida. Esperamos que este recurso te anime y te inspire a profundizar en una oración basada en la Palabra de Dios.
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Hoy concluimos esta serie titulada «Sabios, reyes y la Providencia de Dios». Si te perdiste los episodios anteriores puedes visitar AvivaNuestrosCorazones.com y escuchar o leer las transcripciones.
Pero algo que solo puedes escuchar aquí en el pódcast son los testimonios de las mujeres que estaban sentadas entre el público cuando Nancy impartió esta enseñanza. He aquí algunos de ellos:
Gayle Villalba: Cuando pierdes a un hijo, sientes que eres la única que ha pasado por eso. Esto fue un buen recordatorio para mí de que muchas mujeres han perdido hijos, y Dios sigue teniendo el control. Si no supiéramos que Dios es soberano y que el cielo gobierna, no sé cómo lo soportaríamos. Estoy tan agradecida por eso.
Nancy: Gayle, ¿quisieras compartir un poco más sobre esto, para aquellas que no te conocen ni conocen tu historia?
Gayle: Perdimos a nuestro hijo hace unos años en noviembre de 2015, una semana antes de tu boda Nancy; una trágica muerte. Todo sucedió en la madrugada, nos enteramos a las 3 de la mañana. En aquel momento, en medio de la noche, mi esposo me aseguró: «Aquí es donde se demuestra si lo que creemos es real. ¿Es Dios soberano a medias? ¿O es Todo soberano? ¿Es un Dios bueno?» ¡Sí, lo era, y lo es!
Nancy: Te he visto a ti y a Ed recorrer ese camino y vivir esa esperanza que está en Cristo en medio de las circunstancias más desesperadas y dolorosas.
Jean: Algo que me encanta es que Dios hará todo lo necesario para mostrarte el camino para seguirlo a Él. Cuando no nos sentimos seguras o lo que sea, Dios hará lo que tenga que hacer para que volvamos nuestros ojos hacia Él. Nunca estamos fuera de Su atención y cuidado. Así que, decir que todo estará bien y que todo está bien, es tan cierto. Cuando te enfocas en mantener la perspectiva correcta, eso trae gozo.
Nancy: Esto no es una mera teoría para muchas de nosotras, para todas las que estamos sentadas en esta sala. Conozco a algunas de ustedes lo suficientemente bien como para saber que cosas como las que han compartido Jean o Gayle provienen del laboratorio de la vida, de esas temporadas de llanto y de lamentos y de duelo, esas temporadas oscuras en las que no puedes ver las estrellas y no puedes ver la esperanza.
Creo que es muy importante para nosotras decir la verdad para atarla nuestros propios corazones, incluso cuando no se siente como si fuera cierto, para aconsejar a nuestros corazones de acuerdo a la verdad y recordarnos a nosotras mismas de lo que dice la Palabra de Dios, incluso cuando todo parece estar gritando lo contrario.
Algunas de ustedes están en una circunstancia ahora mismo, donde se sienten sin esperanza y en oscuridad, quizá es un tiempo de pérdida y lágrimas, o están reflexionando sobre eso. Tal vez debido a esta temporada, esas situaciones y pensamientos han venido con más fuerza a tu mente. Quizás esta es la primera vez que durante el tiempo de Acción de Gracias o en la Navidad hay un asiento vacío en la mesa.
Ha habido pérdidas; pérdida de vidas, pérdida de empleos, pérdida de ingresos. Y hay dolor. Hay pérdidas. Hay dolor. Lo sentimos. Si no lo sientes personalmente, alguna vez lo sentirás. Y tienes personas a tu alrededor que lo sienten.
Pero en medio de todo esto, tenemos a estos sabios que vinieron y encontraron a Cristo y aseguraron: «Tú eres el tesoro por encima de todos los tesoros». Y lo arriesgaron todo, lo dejaron todo. Arriesgaron la distancia. Arriesgaron la ira de Herodes. Renunciaron a sus tesoros por ver a Jesús, porque Él es digno de nuestra alabanza y de nuestra adoración.
Era un niño, y ahora ha ascendido a lo alto, y está sentado a la diestra del Padre. Él es digno de nuestra alabanza. Y un día, la oración se convertirá en alabanza, y la fe en vista, y las lágrimas y la tristeza serán enjugadas. Entonces veremos lo que ahora solo podemos creer por fe.
Me encanta esa cita que alguien ha asegurado: «La voluntad de Dios es exactamente lo que elegiríamos si supiéramos lo que Dios sabe».
Todas nosotras a veces tenemos que hacer eso. Tenemos que asegurar: «Señor, elijo por fe, creer que lo que está sucediendo en mi vida ahora mismo, creo que es algo que Tú vas a redimir». Puede haber sido causado por tu pecado. Puede haber sido causado por el pecado de otra persona contra ti o el pecado de otra persona contra alguien que amas. Es un mundo roto. Es un mundo caído. Es un mundo pecaminoso.
Pero en la oscuridad, la luz de Cristo brilla y nos lleva a casa del Padre. Puede haber esperanza por la fe de que un día lo sabremos por experiencia y veremos de primera mano. Le veremos. Y esa es la esperanza a la que nos aferramos en estos tiempos oscuros y difíciles.
Débora: Recordándote que hay esperanza en tu tristeza, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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