El gran ministerio sacerdotal de Cristo
Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss te recuerda que Jesús está intercediendo por ti hoy.
Nancy Leigh DeMoss: Quiero que te quede claro — Él no es un Salvador del pasado, y esto no se trata solo de que Él está vivo, de que nosotros estamos aquí esperando poder ser rescatadas de este desastre y ser llevadas al cielo. ¡No! ¡Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!
Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.
Al inicio de la temporada de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada El Cristo incomparable. Ella la está concluyendo esta semana, reflexionando en lo que Jesús está haciendo en estos momentos.
Nancy: Estoy muy agradecida por la manera en que el Señor ha estado utilizando la serie El Cristo incomparable en la vida de nuestras oyentes. Permíteme leerte lo que una oyente escribió, que …
Leslie Basham: Nancy Leigh DeMoss te recuerda que Jesús está intercediendo por ti hoy.
Nancy Leigh DeMoss: Quiero que te quede claro — Él no es un Salvador del pasado, y esto no se trata solo de que Él está vivo, de que nosotros estamos aquí esperando poder ser rescatadas de este desastre y ser llevadas al cielo. ¡No! ¡Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!
Leslie: Este es Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss en la voz de Patricia de Saladín.
Al inicio de la temporada de Cuaresma, Nancy comenzó una serie llamada El Cristo incomparable. Ella la está concluyendo esta semana, reflexionando en lo que Jesús está haciendo en estos momentos.
Nancy: Estoy muy agradecida por la manera en que el Señor ha estado utilizando la serie El Cristo incomparable en la vida de nuestras oyentes. Permíteme leerte lo que una oyente escribió, que fue muy alentador para mí. Ella dice:
Después de 25 años de tratar de cambiarme a mí misma con libros de autoayuda para ser una mejor persona, una mejor esposa, madre, etc. creo que finalmente entendí. ¡Todo lo que realmente necesitaba hacer era enfocarme en Cristo! Siento como si hoy me hubiera quitado de encima una enorme carga.
Así es, Cristo levanta las cargas. Él levanta tu carga. Él levanta las mías. Al mirar a Cristo, nuestras cargas son levantadas.
Hemos visto que Jesús murió, que se levanto de la tumba, que ascendió al cielo, y prometió que un día Él regresaría para llevarnos a estar con Él. Pero hoy quiero hacer esta pregunta: ¿Qué está Él haciendo mientras tanto? Es decir, ahora mismo, ¿Qué está haciendo Jesús?
Nosotras sabemos algunas cosas acerca de lo que Él está haciendo. Sabemos que Él está preparando un lugar para nosotros (ver Juan 14:3). Que Él vendrá y nos llevará a ese lugar un día no muy lejano. Sabemos que Él está disfrutando de la íntima y gozosa comunión que tenía con el Padre antes de la fundación del mundo. Él está disfrutando esa comunión. Y, maravilla de maravillas, Él nos ha traído a ese círculo eterno, de la comunión y unión de la Trinidad. Esto no nos convierte en parte de la Trinidad, sino que nos han hecho participes de Su comunión.
Colosenses capítulo 3 lo dice de esta manera:
Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Porque habéis muerto [con Cristo], y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (vv. 1, 3).
No puedes estar más cerca de ahí al trono de Dios —levantado, sentado con Cristo en los lugares celestiales, como leemos en el libro de Efesios. Y ahora Colosenses nos dice que nuestra vida esta “escondida con Cristo en Dios” —disfrutando esa comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sabemos que Jesús es hoy la cabeza de Su Cuerpo, la iglesia. Apocalipsis capítulos 2 y 3 nos dicen que Él está “caminando entre los siete candelabros de oro” (las iglesias locales). ¿Y qué está haciendo?
- Él está reinando.
- Él está observando.
- Él está guiando.
- Él está supliendo.
- Él está protegiendo.
- Él está proveyendo.
Él tiene hoy este ministerio activo a favor de Sus iglesias. Él no es solo un distante y lejano gobernante que mira las cosas que están sucediendo aquí abajo en la tierra, pero tiene una vida totalmente diferente allá arriba en el cielo. Él está activamente comprometido con nosotros por Su Espíritu aquí en la tierra como Cabeza de Su iglesia.
Acabamos de pasar la Semana Santa y el Viernes Santo. Creo que la mayoría de nosotras estamos conscientes del trabajo realizado en el pasado por Cristo en la cruz a nuestro favor. Pero al ir trabajando en esta serie, he llegado a creer que muchas de nosotras vivimos sin reconocer conscientemente nuestra dependencia de un Salvador que está vivo y activo.
¿Con que frecuencia recordamos la cruz —como deberíamos probablemente hacer más a menudo? La cruz excelsa al contemplar… Pensamos en Él que murió por nuestros pecados —en tiempo pasado. Pero ¿qué pasaría si empezáramos a pensar en Él, no solo como el Salvador crucificado, sino como aquel que está vivo y actuando a nuestro favor hoy, ahora mismo, el Salvador que nos está sirviendo hoy?
Nos estamos perdiendo un de recurso increíble si no pensamos de esa manera. Necesitamos que se nos recuerde que Él no solo es el Salvador crucificado, sino que ascendió a los cielos. Él está sentado en el cielo, y hoy, por Su Espíritu, Él está presente con nosotros mientras nos reunirnos en Su presencia, para estar solos en comunión con Él. Él está activamente trabajando a nuestro favor. No solo nos salvó —en el pasado —en la cruz. Sino que también, de una manera gloriosa y maravillosamente nos sostiene y ministra nuestra vida diariamente, como un Sumo Sacerdote vivo.
En eso nos queremos enfocar hoy al acercarnos al final de esta serie El Cristo incomparable. Queremos hablar sobre el gran ministerio sacerdotal de Cristo a nuestro favor en el cielo.
Este es el enfoque de la mayor parte del libro de Hebreos. Quizás algún día, hagamos un estudio completo sobre esto. Fue difícil saber qué incluir y qué no incluir por lo mucho que hay en el libro de Hebreos, pero en esta sesión, solo quiero que nos adentremos en algunos de estos pasajes que hablan de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo —en como Cristo es nuestro Sumo Sacerdote.
El libro de Hebreos nos recuerda que el sacerdocio de Cristo es superior al sacerdocio del Antiguo Testamento. El sacerdocio del Antiguo Testamento fue solo una sombra, apenas un presagio, solo un vistazo del cual Cristo como nuestro Sumo Sacerdote es el cumplimiento.
También aprendemos en Hebreos que, a diferencia de los sacerdotes del Antiguo Testamento, Jesús no tenía pecados propios que expiar. Cuando los sumos sacerdotes ofrecían sacrificios, ellos tenían que ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados. Pero Jesús no tenía pecados propios que expiar (ver 7:26-28).
Aprendemos también en Hebreos que el sacerdocio de Jesús es permanente —a diferencia del de los sacerdotes del Antiguo Testamento —y además el de Jesús dura para siempre. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento solo eran sumos sacerdotes mientras vivían. Cuando morían, era necesario un nuevo sumo sacerdote. Sin embargo, aprendemos que el sacerdocio de Jesús es para siempre a causa de Su resurrección y vida eterna. Hebreos capítulo 7 versículo 24 nos dice eso.
Hebreos también nos dice que Jesús tuvo que ser hecho completamente humano en todos los aspectos (excepto en el pecado) para representarnos como nuestro Sumo Sacerdote. Por eso es tan importante que nos aferremos no solo a la deidad de Cristo —el hecho de que Él es Dios —sino también a la humanidad de Cristo —que Él se vistió de nuestra humanidad y se encarnó de manera permanente, un cuerpo humano permanente. Él es permanentemente un miembro de la raza humana de modo que Él puede ser nuestro Sumo Sacerdote (ver 2:17).
También aprendemos que debido a que Jesús fue tentado como nosotros —a pesar de que nunca pecó; Él le dijo “No” todo el tiempo a la tentación—pero el hecho de que fuera tentado y que tuviera que luchar con la tentación lo hace, para nosotros, un Sumo Sacerdote misericordioso (ver 4:15).
Vimos en la última sesión que Jesús está hoy sentado en el cielo. Permíteme leer un par de versículos en el libro de Hebreos. Ahora el punto de lo que estamos diciendo en este: tenemos tal Sumo Sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos. Habiendo Cristo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios. (ver 8:1; 10:12).
Una vez más, tenemos a un Cristo incomparable quien es infinitamente superior a los sacerdotes del Antiguo Testamento, porque los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían tiempo de sentarse. Ellos estaban continuamente ocupados ofreciendo sacrificios, pero el sacrificio de Jesús fue suficiente para siempre. Así que no se requieren sacrificios adicionales — ¡nunca más! No hay condenación, ni culpa por el pecado. Ha sido expiado de una vez y para siempre por el sacrificio de Cristo en la cruz. Es por eso que Él podía sentarse —porque la obra redentora de amor ¡se hizo! ¡Está terminada!
Ayer comentamos que el hecho de que Él esté sentado no significa que sea sedentario. Él está activo. Él está presente. Él está trabajando aun cuando no podamos ver, sentir o percibir Su presencia. En este momento en el cielo y aquí en la tierra a través de Su Santo Espíritu, Él está trabajando realizando un gran ministerio sacerdotal a nuestro favor. Ahora, hablemos sobre ese trabajo. Una vez más, volvamos a los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento. Los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento usaban un pectoral en el que estaban inscritos los nombres de las tribus de Israel —las doce tribus.
Un día cada año — el Día de la Expiación — lees esto en Levítico 16 —el sumo sacerdote, y solo el sumo sacerdote, y solo en ese único día, entraba al Lugar Santísimo — el lugar más santo, el santuario interior del tabernáculo o del templo. Nadie más podía entrar a ese lugar porque en ese lugar estaba Dios. La gloria de Dios habitaba allí —la presencia de Dios —y los pecadores no podían acercarse a la santa presencia de Dios.
Ese santo lugar, ese Lugar Santísimo fue apartado del resto del templo por una gruesa y pesada cortina. La humanidad separada de Dios. Esa era la imagen que se pretendía comunicar. Entonces el sumo sacerdote una vez al año (esta fue una provisión que Dios había hecho en el Antiguo Testamento anticipando el último sacrificio de Cristo por nuestros pecados) ese sumo sacerdote entraría al lugar santísimo, representando al pueblo de Dios.
Cuando él iba al lugar santísimo, llevaba la sangre de un cordero expiatorio, y rociaba la sangre en la cubierta del Arca del Pacto, que era llamada el propiciatorio. De este modo, al poner la sangre derramada de un inocente cordero expiatorio, al esparcir esa sangre delante de Dios, él estaba intercediendo por el pueblo. Estaba confesando sus pecados. Estaba clamando por la misericordia de Dios, basada en Sus promesas. Así que él representaba al pueblo de Dios, al llevar la ofrenda de sangre.
Cuando el sumo sacerdote salía, él representaba a Dios para el pueblo. Él bendecía al pueblo. Dios aceptaba el sacrificio, en preparación para ese sacrificio que sería completamente aceptable, que fue el sacrificio del propio Hijo de Dios en la cruz. De modo que él era el representante del pueblo ante Dios cuando llevaba la sangre, y representaba a Dios delante del pueblo cuando salía dando el perdón, la paz y la bendición.
Bueno, en la cruz, Jesús sirvió de las dos maneras, como sacerdote para ofrecer sacrificio, y como el sacrificio mismo, al dar Su vida para la expiación del pecado. En Su ascensión, Jesús llevó Su ofrenda al Lugar Santísimo en el cielo —el Lugar Santísimo en el templo aquí en la tierra era solo una imagen de ese templo celestial. Jesús ofrendó Su vida, Su sangre derramada, al Lugar Santísimo en el cielo, cuando ascendió a la diestra del Padre, y ofreció Su vida de perfecta obediencia y Su sacrificio por el pecado a nuestro favor.
Ahora, no puedo decirlo tan bien como lo dicen las Escrituras, así que déjame leerlo del Libro de Hebreos, capitulo 9 los versículos 6-7 —solo algunos versículos que nos muestran esta imagen:
Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto; pero en el segundo [esto es el lugar santísimo], solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia.
Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes futuros, a través de un mayor y más perfecto tabernáculo, (no hecho con manos, es decir, no de esta creación) y no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, habiendo obtenido redención eterna. v.24 Porque Cristo no entró en el lugar santo hecho por manos, una representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora en la presencia de Dios por nosotros. (vv. 11, 12, 24).
Así que Él no solo murió en la cruz en nuestro lugar, sino que cuando ascendió al cielo, ofrendó Su vida perfecta, obediente, sin pecado y Su muerte sacrificial en la cruz, Él le llevó esa ofrenda y se la presentó a Dios, en la misma presencia de Dios a nuestro favor, como nuestro Gran Sumo Sacerdote.
Esto significa varias cosas y tiene una importancia increíble para nuestras vidas aquí en la tierra.
Primero, Él nos sirve como nuestro mediador en el cielo con el Padre hoy en día —Cristo es nuestro mediador.
Hebreos capítulo 12 dice, “Y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel” (v.24).
Primera a Timoteo capítulo 2: “Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre”. ¿Recuerdas que dijimos que Su humanidad era importante? Esa traducción podría ser: Cristo Jesús, Él mismo como hombre es el mediador entre Dios y el hombre. Ves, el mediador entre Dios y el hombre tenía que ser al mismo tiempo Dios y hombre. Solo Jesús, el Cristo incomparable, llena esa descripción. Él es el mediador entre Dios y el hombre, el hombre Cristo Jesús, “quien se dio a sí mismo en rescate por todos” (vv. 5-6).
Un mediador es aquel que interviene entre dos partes en conflicto. Solo Jesús, el Dios/hombre puede producir la unidad entre un Dios santo y un hombre pecador, y restaurar la comunión y una buena relación. No hay ningún ser humano en esta tierra —no importa cuántos títulos de seminario tenga — no hay un ser humano que pueda hacer eso por nosotros. Solo Jesús, el Dios/hombre es el mediador entre Dios y el hombre.
Eso significa que podemos acercarnos al trono de Dios, a Su santa presencia personalmente. No tenemos que ir a través de ningún ser humano. No tenemos que ir a través de otra persona. Vamos a través de Cristo quien es nuestro mediador. Él nos lleva a la presencia de Dios. Podemos acercarnos con confianza, sin vergüenza, vestidos únicamente con la justicia de Cristo, confiadamente de pie delante del trono del Dios Santo. Así que Él es nuestro mediador.
Y luego vemos que Él, como nuestro Sumo Sacerdote, nuestro abogado ante el Padre. Él aboga a nuestro favor.
Primera de Juan capítulo 2 lo dice de esta manera: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca…” ¿Alguien quiere levantar su mano aquí? Él dice, “Os escribo estas cosas para que no pequéis”.
Y tú dices, “Oh, bueno, ¿y qué de mí?”
“Bueno, si alguno peca…”
“Oh, está bien, esto es para mí. He pecado. Sí, ¿Entonces, qué tengo que hacer?
“Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (v.1).
Ves, Satanás actúa como un fiscal despiadado. Apocalipsis capítulo 12 nos dice “él es el acusador de nuestros hermanos” (v.10). Pero Jesús sirve, en cierto sentido, como nuestro abogado defensor. Él es quien defiende nuestro caso, y garantiza que seremos absueltos debido a Su muerte en la cruz en nuestro lugar.
Como dice Oswald Sanders, “Él aparece como nuestro abogado, no para apelar por clemencia sino para reclamar justicia por nosotros —para reclamar a lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario.” Satanás dice, “¡Ella debe morir!” Y eso sería cierto si no fuera por Jesús. Pero Jesús dice, “¡No! Yo ya he muerto”.
Satanás dice, “Ella merece sufrir la culpa, el dolor, las consecuencias y la condenación por ese pecado”. Y mi propia carne dice lo mismo, que yo merezco vivir con esa culpa, estar bajo el yugo, vivir bajo la condenación por un tiempo. “¡Oh, no lo puedo creer, lo hice otra vez!”
Pero Jesús dice, “¡No! Yo pagué el precio. Yo pagué la penalidad. Yo tomé la vergüenza. Yo tomé la culpa. ¡No hay más culpa! ¡Se acabó! Déjala entrar.” Él reclama justicia por nosotros aquí en la tierra. Él reclama lo que tenemos derecho en virtud de Su sacrificio en el Calvario. Y te damos ¡Gracias, gracias, Señor! Porque eres Abogado nuestro ante el Padre.
Y luego Él intercede ante el Padre a nuestro favor. Esto es parte de Su ministerio sacerdotal activo y permanente por nosotros en el cielo hoy. Quiero que te quedes con esto — Él no es un Salvador del pasado, y no se trata solo de que Él está vivo y de que nosotros solo estamos aquí a la espera de poder ser rescatados de este desastre y ser llevados al cielo. ¡No, Él está trabajando a nuestro favor ahora mismo!
Cuando yo peco, Él está ahí ofreciéndole al Padre, Su sangre sacrificada, a Sí mismo y Su vida sin pecado. Cuando yo fallo, cuando tengo dudas, cuando le olvido, Él todavía está ahí fungiendo como mi Sumo Sacerdote, intercediendo ante el Padre en mi nombre.
Romanos 8 dice, “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió —sí, más aun, el que resucitó —el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (v.34)
Hebreos capítulo 7 versículo 25 dice, “Por lo cual Él también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.
Eso es lo que Él está haciendo —intercediendo a nuestro favor.
Me encanta lo que Oswald Sanders dice en esta parte de su libro, “El Cristo incomparable”. Él dice:
Nuestro Sumo Sacerdote es capaz de salvarnos completamente. No hay ningún problema personal para el cual Él no tenga solución, ningún enemigo del cual Él no nos pueda rescatar, ningún pecado del cual Él no nos pueda liberar —porque Él vive perpetuamente para interceder por nosotros. . . No podríamos vivir la vida cristiana un solo día, si no fuera porque Él vive para interceder por nosotros.
A lo que yo añadiría esta reflexión: Y porque Él vive para interceder por nosotros, ¡no hay un día en que no podamos resistir y seguir adelante! Jesús está orando por nosotros sobre la base de Su sangre derramada, el sacrificio de Su vida sin pecado —es un sacrificio aceptable—y porque Él está intercediendo por nosotros, podemos seguir adelante podemos perseverar.
Me encanta esa cita de Robert Murray M'Cheyne donde dice:
Si yo pudiera escuchar a Cristo orando por mí en la habitación de al lado, no temería a un millón de enemigos. Sin embargo, la distancia no hace ninguna diferencia. Él está orando por mí.
Es algo increíble que Él sea nuestro Sumo Sacerdote. He aquí como Hebreos habla acerca de nuestra respuesta a esto:
Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna. (4:14-16).
Porque Él tomó nuestra humanidad y ha sido tentado como nosotros, se compadece de nosotros cuando somos débiles y tentados. Y porque Él nunca pecó, es capaz de ayudarnos cuando somos tentados. Nosotros necesitamos desesperadamente la gracia de Dios.
Mientras piensas en Jesús como nuestro mediador, como nuestro abogado, como nuestro intercesor, como nuestro Sumo Sacerdote celestial, hazte esta pregunta: Cuando me siento tentada, asustada, sola, enojada, luchando, deprimida, ¿Qué diferencia haría si yo estuviera consciente de lo que Él está haciendo de forma activa a mi favor en este preciso momento?
Así como tan hermoso lo dice este himno:
Ante el trono celestial
Él intercede hoy por mí
Gran Sacerdote es Jesús
Quien por siempre vivirá
Y en Sus manos por Su amor
Mi nombre ya grabado está
Y mientras en el cielo esté
Nadie de Él me apartará
Nadie de Él me apartará
Cuando he caído en tentación
De sentir condenación
Al ver al cielo encontraré
Al inocente quien murió
Y por su muerte el Salvador
Ya mi pecado perdonó
Pues Dios el justo aceptó
Su sacrificio hecho por mí
Su sacrificio hecho por mí
He aquí el Cordero Redentor
Quien al morir resucitó
El inmutable gran Yo Soy
El Rey de gloria y majestad
Unido a Él no moriré
Pues con Su sangre me compró
Mi vida escondida está
En Cristo Dios y Salvador
En Cristo Dios y Salvador
Leslie: Luego de ascender al cielo, ¿Qué ha estado haciendo Jesús? ¡Mucho! Nancy Leigh DeMoss ha abierto nuestros ojos a todo lo que Jesús está haciendo por nosotras hoy en día.
Debido a la obra que hizo Cristo de una vez y para siempre en la cruz, puedes ser libre del legalismo. Puedes ser libre de condenación. No importa lo que estés enfrentando, no hay mayor fuente de esperanza que la próxima venida de Cristo. Mañana Nancy explorará Su promesa de regresar a la tierra. Por favor regresa a Aviva Nuestros Corazones.
Aviva Nuestros Corazones con Nancy Leigh DeMoss es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Ante El Trono Celestial, Letty Guval, His Name Is Jesus / Su Nombre Es Jesús ℗ 2013 Letty Guval
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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