El feminismo y su impacto en la iglesia, con Sugel Michelén, día 1
Annamarie Sauter: Percibimos que hay muchas cosas que no andan bien en este mundo, pero, ¿estamos buscando las respuestas en el lugar correcto?
Sugel Michelén: El feminismo identifica problemas reales…
Annamarie: Con nosotras, el pastor Sugel Michelén.
Sugel: ...que demandan respuestas reales. El problema es que la respuesta no se encuentra en el feminismo. La respuesta se encuentra en un regreso al diseño original de Dios revelado en Su Palabra.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Recientemente, el pastor Sugel Michelén predicó en su iglesia, un mensaje muy relevante para los tiempos que estamos viviendo. Nosotras hemos visto cómo el feminismo radical se manifiesta en el mundo, pero, ¿cómo se manifiesta esta ideología en la iglesia? Hoy escucharás la primera parte de su sermón titulado, «El feminismo y su impacto en la iglesia».
Escuchemos …
Annamarie Sauter: Percibimos que hay muchas cosas que no andan bien en este mundo, pero, ¿estamos buscando las respuestas en el lugar correcto?
Sugel Michelén: El feminismo identifica problemas reales…
Annamarie: Con nosotras, el pastor Sugel Michelén.
Sugel: ...que demandan respuestas reales. El problema es que la respuesta no se encuentra en el feminismo. La respuesta se encuentra en un regreso al diseño original de Dios revelado en Su Palabra.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Patricia de Saladín: Recientemente, el pastor Sugel Michelén predicó en su iglesia, un mensaje muy relevante para los tiempos que estamos viviendo. Nosotras hemos visto cómo el feminismo radical se manifiesta en el mundo, pero, ¿cómo se manifiesta esta ideología en la iglesia? Hoy escucharás la primera parte de su sermón titulado, «El feminismo y su impacto en la iglesia».
Escuchemos al pastor Sugel Michelén.
Sugel Michelén: Vayan conmigo a Romanos, capítulo 12 –aunque no vamos a estar predicando de Romanos– los versículos 1 y 2. Dice así la Palabra del Señor:
«Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto».
Pocos movimientos han impactado la sociedad occidental, a partir de la segunda mitad del siglo XX, como lo ha hecho el feminismo. Lo que comenzó como un intento de reivindicación de los derechos de la mujer, se convirtió en un tsunami ideológico que pretende arrasar con el matrimonio, la familia, y de paso, convertir la iglesia de Jesucristo en una institución totalmente irrelevante.
La semana pasada nosotros consideramos el tema de la ideología de género, y cómo debíamos reaccionar ante ella desde una perspectiva bíblica. En la mañana de hoy, nosotros queremos completar este tema, explicando en qué consiste el feminismo, y el impacto que ha tenido en la iglesia a finales del siglo XX y a principios del siglo XXI. Yo espero mostrarles, mis hermanos, esta mañana, que ambos movimientos suelen ir de la mano.
Ahora, antes de pasar a explicar de lleno nuestro tema, permítanme hacer dos observaciones. Las dos son importantes. La primera es que no estamos abordando este tema como activistas políticos, lo dijimos la semana pasada, lo repetimos otra vez. No estamos aquí como activistas políticos, no estamos aquí como analistas culturales, sino como pastores que estamos llamados a enseñar a la iglesia todo el consejo de Dios.
De manera que esta exposición no pretende ser una charla sociológica o cultural, sino más bien, una exposición de las escrituras con el propósito de equipar a la iglesia para defender la verdad de Dios revelada en Su Palabra, en medio de este océano de confusión en que parece estar navegando la sociedad occidental.
Como dice Pablo en este texto que acabamos de leer, los cristianos no debemos tratar de encajar en el molde diseñado por este mundo, sino que debemos dejarnos transformar mediante la transformación de nuestra mente. Tú y yo llegamos al cristianismo con muchas mentiras, y todavía están entrando más a través de los medios de comunicación, a través del cine, a través de un montón de instrumentos que el diablo usa para confundir.
Así que debemos permitir que la Escritura haga su trabajo en nosotros, despejando las tinieblas ideológicas que son contrarias a la verdad de Dios revelada en Su Palabra. De lo contrario, mis amados hermanos, perderemos la capacidad de ser sal y luz en medio de este mundo entenebrecido. Así que mi primera aclaración:
Estamos en un púlpito, esta es una iglesia, este es el día del Señor y estamos predicando las Escrituras. Yo no soy un charlista, yo soy un predicador. Pero debo aclarar también, que simpatizamos, –escuchen bien, estoy escogiendo cada palabra– con las críticas del movimiento feminista, cuando levanta su voz en contra de las actitudes machistas de aquellos que ven a la mujer como un ser inferior, o como un objeto que pueden usar, o del que pueden abusar.
Como cristianos, nos identificamos con ellos en ese sentido. Nos oponemos totalmente, mis amados hermanos, a todo tipo de acción, a todo tipo de actitud que denigre a la mujer en cualquier sentido, o que violente su integridad física. El machismo, mis hermanos, es un mal social de la peor clase, porque distorsiona por completo el papel que Dios le ha dado al hombre como cabeza.
Mary Kassian dice, (y yo solo puedo decir, amén, a esto): el feminismo identifica problemas reales que demandan respuestas reales. El problema es que la respuesta no se encuentra en el feminismo. La respuesta se encuentra en el regreso al diseño original de Dios revelado en Su Palabra. Como yo espero mostrar en la mañana de hoy, por corregir un mal, las feministas han creado otro mucho peor, la medicina ha sido más venenosa, más dañina, que la enfermedad.
Ahora, ¿cómo surge el feminismo y cuáles son sus postulados esenciales? Bueno, contrario a lo que algunos pueden pensar, el feminismo como movimiento no es un fenómeno reciente. En el año 1792, una inglesa llamada Mary Wollstonecraft, la madre de Mary Shelley (la autora de Frankenstein), publicó una obra titulada, Una vindicación de los derechos de la mujer, 1792, y un año más tarde, tanto en Francia como en Estados Unidos, le siguieron dos publicaciones similares.
De ese modo comenzó un movimiento que trajo como consecuencia algunas reivindicaciones en cuanto a los derechos de la mujer, pero que presentaba al mismo tiempo, una imagen bastante negativa del matrimonio. Este movimiento no tuvo tanta incidencia en el pensamiento popular, sino hasta mediados del siglo XX, con la publicación de la obra, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, publicado en el año 1949.
Durante sus años de estudio, Simone de Beauvoir conoció al filósofo francés Jean Paul Sartre, con el que compartió su vida en una unión, por cierto, bastante peculiar y abierta. Tanto Sartre como de Beauvoir promovieron el existencialismo, que explicado en una forma bien sencilla, es una filosofía basada en el concepto de que cada individuo debe tomar completa responsabilidad de darle sentido a su vida en un mundo incierto y sin sentido.
La frase típica del existencialismo es: «La existencia es anterior a la esencia». ¿Y eso qué significa? Bueno, ustedes tienen aquí delante un púlpito, ¿verdad? La pregunta es –para hacerlo bien simple– ¿qué vino primero, la idea del púlpito o el púlpito? La idea, alguién diseñó este mueble con un propósito particular. Este mueble tiene un diseño particular porque es para una función particular, así que nosotros creemos que la esencia de este púlpito vino primero que la existencia.
Pero Jean Paul Sartre y todos los existencialistas, parten de la premisa de que no existe Dios, y por lo tanto nadie nos pensó en la eternidad, con un propósito particular, sino que más bien, el hombre es el producto de un accidente fortuito. No tenemos ningún propósito previamente establecido, sino que cada cual debe darle propósito y significado a su vida sin propósito.
¿Se dan cuenta? Por supuesto, dentro de ese contexto filosófico, los roles asignados tradicionalmente para el hombre y la mujer, son el resultado de una construcción social. No hay un Dios en el cielo que hizo a la mujer para ser mujer, al hombre para ser hombre, y a los dos les asignó papeles diferentes en la sociedad, en el mundo, en la iglesia, etc., sino que más bien, son construcciones sociales.
Es aquí precisamente donde entra en juego la obra de Simone de Beauvoir. Su tesis fundamental es que a la mujer se la ha asignado un estatus de segunda clase en la sociedad, que no le permite asumir completamente la responsabilidad de su propia vida. Ella alega que este es un mundo definido y controlado por el hombre, y que las mujeres han sido forzadas a conformarse al molde que ellos crearon para su propio placer y beneficio.
El hombre es el enemigo. ¿Cuál es la solución, entonces? Destruir la superioridad masculina y rehusar amoldarse al papel tradicional que se le ha asignado a la mujer como esposa y como madre. Es por eso que Simone de Beauvoir, aboga por que el matrimonio sea una especie de unión libre, que los esposos –si se les puede llamar así– puedan romper en cualquier momento, que el aborto debe ser legalizado, y que el Estado debe asumir la responsabilidad de los hijos de aquellas que no quieran abortar.
Si el Estado no asume la responsabilidad de hacerse cargo de los niños, las mujeres no podrán desarrollarse plenamente por causa de la maternidad, y tendrán que continuar subyugadas en el esquema implantado en nuestra sociedad por la supremacía masculina.
En un principio, el libro de de Beauvoir, no tuvo tanto impacto en Estados Unidos, hasta que a principios de los 60, una periodista norteamericana llamada Betty Friedan, publicó un libro titulado, La mística femenina, que presentaba estas mismas ideas, pero enseñadas en una forma más potable para la mente norteamericana. Estas dos obras alcanzaron un alto nivel de popularidad en Estados Unidos, y desataron toda una revolución cuyo centro de ataque es el matrimonio, la familia, la maternidad, la distinción entre el hombre y la mujer, y por supuesto, la moral cristiana.
Ahora bien, aquí es que se complica la cosa. Yo espero que hasta aquí me hayan seguido. Más o menos para el mismo tiempo en que Simone de Beauvoir escribía su manifiesto feminista, a finales de 1949, una mujer llamada, Katherine Bliss, estaba haciendo un estudio para el concilio mundial de iglesias, titulado, El servicio y estatus de la mujer en la iglesia. Aunque ese reporte fue completado en el año 1952, no se le prestó mucha atención hasta una década más tarde en 1961 –los 60 son la bisagra de la sociedad occidental– cuando otras voces comenzaron a levantarse, reclamando un cambio en el papel de la mujer en el plano eclesiástico.
Así que muy pronto, el movimiento feminista secular, encontró un aliado dentro de ciertos grupos religiosos (incluyendo grupos evangélicos), con las mismas metas y los mismos objetivos en eliminar toda diferencia entre el hombre y la mujer. En el plano eclesiástico esto significa que las mujeres puedan llevar a cabo las mismas tareas y oficios que hacen los hombres en la iglesia, incluyendo el ministerio pastoral y la predicación en el culto público. Esta posición, teológicamente, se conoce como, egalitarianismo o igualitarianismo (de la palabra igual), porque argumenta que el rol de liderazgo tanto en el hogar como en la iglesia, debe ser compartido por el hombre y la mujer, no debe limitarse a los hombres.
En las últimas décadas, este movimiento ha tomado una fuerza impresionante en el mundo evangélico, como podemos ver en muchas denominaciones en el día de hoy. Como bien señala el teólogo Wayne Grudem, en los últimos 30 años, se ha estado haciendo un esfuerzo titánico para demostrar que algunos textos de la Biblia no se aplican para nosotros hoy, o que no significan lo que siempre hemos pensado que significan, o que no formaban parte de la Biblia originalmente, o que se contradicen en la experiencia, o simplemente que la Biblia se equivocó; un esfuerzo titánico.
Es por eso, hermanos, que este tema es tan relevante para nosotros en el día de hoy, porque aún en su versión evangélica, el feminismo es un ataque directo contra el diseño de Dios para el matrimonio, la sociedad y la iglesia, y a final de cuentas no es otra cosa que un ataque directo contra la inerrancia e inspiración y autoridad de la Palabra de Dios.
Por razones obvias de tiempo, no podemos dedicarnos a responder todos los argumentos teológicos presentados a favor del egalitarianismo o en contra del feminismo en su aspecto secular, pero al menos hay cuatro cosas que quisiera decir brevemente acerca de la perspectiva bíblica del papel de la mujer en la sociedad y en la iglesia.
Ya vimos cómo surge el feminismo, cuáles son los postulados esenciales del feminismo. ¿Qué nos dice la Biblia? Bueno, en primer lugar, la Biblia nos enseña que Dios creó al hombre y a la mujer con similitudes y diferencias, para que puedan complementarse el uno al otro, y así mostrar más plenamente la imagen y la gloria de Dios a través de nosotros; eso es lo que llamamos complementarianismo.
Hay una posición que es el igualitarianismo. Nosotros creemos en el complementarianismo. Creemos que el hombre y la mujer se parecen pero son distintos en el sexo, y se complementan el uno al otro: Génesis 1:27: «Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó». Tanto el hombre como la mujer comparten la misma humanidad, comparten la misma dignidad, comparten el mismo valor, complementándose perfectamente el uno con el otro.
El hombre NO es superior a la mujer, no lo es. Pero Dios creó el sexo masculino y el sexo femenino, cada uno con características biológicas, físicas y emocionales que hacen que el hombre sea hombre y que la mujer sea mujer. Y es funcionando como hombres y como mujeres que podemos mostrar más ampliamente la gloria de Dios en el mundo, como veíamos la semana pasada.
Mis hermanos y mis queridas hermanas, decir que una mujer es denigrada, a menos que se comporte como un hombre, y que la tratemos como si fuera un hombre, eso sí es denigrar a la mujer. Eso es denigrar a la mujer, eso es limitar el potencial de la mujer, porque tanto la sociedad como la iglesia, funcionan mejor, cuando cada uno actúa según el diseño de Dios y no según las pretensiones de los hombres.
En segundo lugar, Dios creó un esquema de autoridad, tanto para el hogar como para la iglesia, que refleja el orden operacional de la misma Trinidad. Voy a repetir eso de nuevo: Dios creó un esquema de autoridad, tanto para el hogar como para la iglesia, que refleja el orden operacional de la misma Trinidad.
Pablo dice, en 1 Corintios 11:3, que «Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es cabeza de la mujer, y Dios, la cabeza de Cristo». ¿Oyeron eso? Dios el Padre es la cabeza de Dios el Hijo, Dios el Hijo es la cabeza de todo varón, y el varón es cabeza de la mujer. Ahora, mis hermanos, Dios el Padre no es más Dios que Dios el Hijo, ¿verdad que no? Pero en Su modo de operación, Dios el Hijo, voluntariamente se somete a Dios el Padre, y de la misma manera, la mujer debe colocarse voluntariamente bajo la autoridad de su marido. reflejando así el orden funcional que nosotros vemos en la Trinidad. Es por eso que al hombre no se le manda, en la Biblia, a someter a su mujer, sino a amarla. Es a la mujer a la que se le ordena someterse voluntariamente.
Mis hermanos, esto no es un asunto meramente cultural, este no es un orden que vino a causa de la caída, esto era parte del diseño original de Dios al crear al hombre y a la mujer, como nos enseña Pablo en 1 Timoteo 2:11-14. Dice el apóstol Pablo: «Que la mujer aprenda calladamente, con toda obediencia. Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre», (y está hablando en el contexto de la iglesia, obviamente), porque dice más adelante: «Y esto te escribo esperando ir a ti pronto, pero en caso de que me tarde, para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios». Estamos hablando de la casa de Dios. Dice: «Yo no permito que la mujer enseñe (en la casa de Dios) ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada. Porque Adán fue creado primero, después Eva».
Pablo está diciendo: En el orden que Dios creó a Adán y creó a Eva –hay una enseñanza teológica aquí. Dios creó al hombre primero, no fue a Eva, «y Adán no fue el engañado, sino que la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión». En otras palabras, cuando la mujer asumió el papel de liderazgo que no le correspondía, cuando los papeles se invirtieron y Eva se convirtió en la pastora del huerto del Edén, ahí vino el pecado. ¿Se dan cuenta?
Mis hermanos, este texto no podía ser más claro. Pablo prohibe tajantemente que una mujer enseñe a los hombres en el culto público, y que ejerza autoridad sobre los hombres en la iglesia. En otras palabras, lo que Pablo está diciendo aquí, es que una mujer no debe asumir el ministerio pastoral, porque eso es precisamente lo que un pastor está llamado a hacer: enseñar y ejercer autoridad. Y a la mujer no se le permiten ninguna de las dos cosas en la iglesia.
Repito, no se trata de un asunto cultural, se trata de un asunto teológico. Yo sé que no voy a ser más popular por enseñar esto. El punto es, mis amados hermanos: ¿Qué es lo que enseña la Palabra de Dios? Porque cuando el mundo, y aún algunos en la iglesia enseñan algo diferente y nosotros tenemos que decir: Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso, este texto está muy claro. Cuando las mujeres asumen una posición de liderazgo en la iglesia –y mis hermanos, de verdad, yo sé que hay personas que hacen esto con buena intención– pero cuando las mujeres asumen una posición de liderazgo en la iglesia, cuando las mujeres ejercen el oficio pastoral, están contribuyendo a la confusión que ha generado la ideología de género, porque están confundiendo los roles asignados por Dios para el hombre y para la mujer. Estos roles forman parte integral de la masculinidad y de la feminidad, que fueron tergiversados por la entrada del pecado.
Y este es el tercer aspecto que quisiera resaltar en esta mañana: La batalla de los sexos no comenzó con Mary Wollstonecraft o con Simone de Beauvoir o con Betty Friedan, esta batalla comenzó en el huerto del Edén cuando Eva asumió el rol de liderazgo y Adán claudicó de su posición de autoridad, y dejó de guiar amorosamente y de proteger a su mujer.
Patricia: Has estado escuchando al pastor Sugel Michelén. Esta es la primera parte del mensaje titulado, «El feminismo y su impacto en la iglesia». Mañana, asegúrate de escuchar la segunda parte de este mensaje.
Adornando el evangelio juntas,
Annamarie: Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
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