El duro amor de Dios
Annamarie Sauter: En Su amor, Dios quiere ser nuestro mayor tesoro. Y Él hará lo necesario para que esto sea así.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Todas esas cosas que atesoras, que amas, que valoras, que crees que son tan preciadas y hermosas, que te atraen a este mundo y te alejan de Dios… Él te ama tanto que, si es necesario, Él terminará con todo eso, lo destruirá hasta que quede en ruinas y multiplicará el lamento y el duelo en tu vida hasta que levantes la vista y digas: «¿Qué he hecho? Oh, Dios, ten misericordia de mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy continúa en la serie titulada, Un clamor por avivamiento.
Nancy: Estamos viendo esta semana los capítulos 63 y 64 del evangelio de Isaías (alguien lo ha llamado el evangelio del Antiguo Testamento). Al …
Annamarie Sauter: En Su amor, Dios quiere ser nuestro mayor tesoro. Y Él hará lo necesario para que esto sea así.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Todas esas cosas que atesoras, que amas, que valoras, que crees que son tan preciadas y hermosas, que te atraen a este mundo y te alejan de Dios… Él te ama tanto que, si es necesario, Él terminará con todo eso, lo destruirá hasta que quede en ruinas y multiplicará el lamento y el duelo en tu vida hasta que levantes la vista y digas: «¿Qué he hecho? Oh, Dios, ten misericordia de mí».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy continúa en la serie titulada, Un clamor por avivamiento.
Nancy: Estamos viendo esta semana los capítulos 63 y 64 del evangelio de Isaías (alguien lo ha llamado el evangelio del Antiguo Testamento). Al meditar y reflexionar sobre estos dos capítulos, creo que son más relevantes y actuales que cualquier otra noticia que pueda aparecer hoy. ¿Quieres ver lo que está sucediendo en el mundo? Lee estos dos capítulos y te dirán la perspectiva de Dios sobre lo que está sucediendo en este mundo.
Ayer comenzamos con el primer párrafo de Isaías capítulo 63, y es un poco desalentador cuando lo lees por primera vez, porque habla del día de la venganza del Señor contra Sus enemigos. Pero vemos al Mesías como el conquistador triunfante.
Así que permíteme leer los primeros seis versículos, porque quiero que veas la marcada diferencia que hay entre el párrafo que vimos ayer y el que veremos hoy a partir del versículo 7. Comencemos en el versículo 1 de Isaías capítulo 63:
«¿Quién es este que viene de Edom, de Bosra con vestiduras de colores brillantes; este, majestuoso en su ropaje, que marcha en la plenitud de su fuerza? Soy yo que hablo en justicia, poderoso para salvar. ¿Por qué es rojo tu ropaje, y tus vestiduras como las del que pisa en el lagar? El lagar lo he pisado yo solo; de los pueblos, ningún hombre estaba conmigo. Los pisé en mi ira y los hollé en mi furor; su sangre salpicó mis vestiduras y manché todo mi ropaje. Porque el día de la venganza estaba en mi corazón, y el año de mi redención había llegado. Miré, y no había quien ayudara, me asombré de que no hubiera quien apoyara; entonces me salvó mi brazo, y fue mi furor el que me sostuvo. Pisoteé los pueblos en mi ira, los embriagué en mi furor y derramé su sangre por tierra» (vv.1-6).
Si te perdiste el programa de ayer, querrás regresar y averiguar de qué se trata todo esto; pero, en resumen, es el juicio final y definitivo de Dios contra Sus enemigos, contra todos Sus enemigos al ponerlos en el lagar de la furia de la ira de Dios, el Todopoderoso. Es un mensaje muy serio y sobrio, puedes encontrarlo en avivanuestroscorazones.com.
Ahora llegamos al versículo 7, y hay un cambio dramático de tono en el mensaje, un mensaje completamente nuevo. Ahora vemos a Dios tratar, no solo con Sus enemigos, sino con Su propio pueblo escogido, Sus hijos. Y Él está tratando con ellos, no con furor e ira, sino con compasión y amor inagotable.
Escucha la diferencia que hay cuando llegas al versículo 7.
Las misericordias del Señor recordaré, las alabanzas del Señor, conforme a todo lo que nos ha otorgado el Señor, por Su gran bondad hacia la casa de Israel, que les ha otorgado conforme a Su compasión, y conforme a la multitud de Sus misericordias.
Si no lo supieras, creerías que saltaste al centro de un nuevo capítulo o a un pasaje diferente. En los primeros seis versículos que vimos ayer en este pasaje, vimos la severidad de Dios: furor, ira, juicio.
Ahora tenemos la bondad de Dios inmediatamente después de la descripción de la ira del Cordero. El profeta nos recuerda y exalta Su misericordia y benevolencia, particularmente hacia aquellos que están sufriendo a manos de los enemigos de Dios que están a punto de destruirlos. Y él les dice: «Dios no se olvida de su aflicción. Él ve. Él sabe. Él se preocupa. Él te ama. Él te está guiando. Él te está redimiendo.
Una de mis citas favoritas de todos los tiempos es una de G. Campbell Morgan, quien fue un gran maestro y expositor de la Biblia en el siglo XX. Él dijo:
«La necesidad suprema en cada hora de dificultad y angustia, es una nueva visión de Dios. Al verlo a Él, todo lo demás toma la perspectiva y la proporción apropiadas».
Permítanme repetirlo: «La necesidad suprema en cada hora de dificultad y angustia, es una nueva visión de Dios. Al verlo, al contemplarlo a Él, todo lo demás toma la perspectiva y la proporción apropiadas».
Así que vimos la ira y el juicio de Dios contra Sus enemigos ese día de venganza. Pero ahora vemos Su año de redención, Su misericordia y Su bondad hacia los que se arrepienten y creen. Y esta visión de Dios nos ayuda a calibrar y a calcular bien lo que está sucediendo en nuestro mundo hoy.
Si no tuviéramos esta gran visión de Dios, tanto de un Dios de ira como de un Dios de misericordia, estaríamos total y completamente confundidas por lo que está sucediendo en nuestro mundo. Es confuso. Se ve en todos lados como si el mal estuviera ganando.
Existe esta ola de sentimientos, pensamientos y actividades anti-Dios, que si no tuviéramos esta visión de quién es Dios, solo querríamos escondernos y protegernos en nuestras pequeñas fortalezas cristianas y no salir de ahí. Necesitamos, en tiempos como los nuestros, contemplar, ver a Dios.
Isaías dice esto en el capítulo 6: «En el año en que el rey Uzías…» El rey Uzías, que había reinado, creo que durante cincuenta y dos años sobre Judá, era como la reina Isabel de Inglaterra en nuestros días. Quiero decir, luego de un período tan largo de poder e influencia, muere, y el mundo entero se queda en conmoción y alboroto, preguntándose: «¿Qué pasó? ¿Qué viene ahora?»
Isaías dice: «En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor…alto y sublime, y la orla de Su manto llenaba el templo» (6:1).
La gloria de Dios no puede compararse con ninguna gloria o majestad que pueda tener ningún rey o potentado terrenal. Al final no importa quiénes están sentados en los tronos terrenales. Lo que importa es quién está en el eterno trono celestial. «Vi al Señor». Lo que necesitamos dar a nuestros corazones es esperanza, paciencia y perseverancia cuando la insensatez del mundo parece estar ganando terreno.
Asi que, Isaías 63 y 64 es realmente la oración de los judíos en el exilio en Babilonia. En ese momento el exilio aún no había ocurrido. Es en realidad 100 años más adelante, pero Dios le da a Isaías esta visión profética para ver algo que va a suceder a un siglo de distancia, algo que todavía no había sucedido, y para darle a las personas una oración, palabras para clamar, una perspectiva para ayudarlos y orientarlos para hacer frente a lo que iba a suceder en una generación futura.
No creo que le haga ningún daño al texto o al propósito de Dios en este pasaje, decir que fue escrito no solo para aquellos judíos en el exilio, sino también para nosotras que vivimos en la Babilonia moderna. Hoy estamos en el exilio. Somos extranjeras, peregrinas en esta tierra, y necesitamos una perspectiva de Dios que nos dé esperanza, que nos diga lo que realmente está pasando, lo que va a pasar y hacia dónde va todo esto.
Así que de la misma manera que esto fue escrito para ellos, esto es hoy para el pueblo de Dios que está en angustia, y el resto de este capítulo y el siguiente, que veremos en los próximos días, expresarán angustia y súplica para que Dios intervenga, pero la oración comienza con alabanza, adoración, y un recuento de las misericordias, el amor y la bondad del Señor.
«Las misericordias del Señor recordaré».
Y quiero sugerirte que hagas esto, porque sin importar cuán desesperados sean nuestros tiempos, o cuán intensas y fervientes sean nuestras oraciones… Me encontré con una mujer que me dijo: «Todavía estoy orando por mi hijo pródigo». Ese es un lugar muy difícil. Ella ha estado orando por ese hijo durante años sin ver un resultado, una respuesta. En esos lugares difíciles, ya sea a nivel macro –el gran panorama de lo que está pasando en el mundo o a nivel micro, lo que está pasando en tu corazón, en tu casa– cuando tienes esa angustia, esa súplica para que Dios intervenga, el lugar para empezar es siempre el lugar de la alabanza.
«Las misericordias del Señor recordaré».
No importa cuántos sean nuestros problemas, o cuán grandes e intensos, siempre hay más razones para darle gracias a Dios. Ahora, es posible que no encontremos mucho por lo que agradecer en medio de nuestras circunstancias, pero siempre hay mucho por lo que agradecerle, por Su infinito y fiel amor, y Su carácter.
Así que el profeta dice: «Las misericordias del Señor recordaré», las bondades del Señor, el hesed de Dios, el amor de un Dios que es siempre fiel a Su pacto, siempre fiel a Sus promesas, siempre fiel a Su pueblo, que siempre nos ama sin importar lo que hagamos, sin importar lo que nos pase o lo que hagamos a los demás.
Independientemente de lo que pueda estar pasando, Su amor, bondad y misericordia son seguros. Nunca cambian. Esta es una de las palabras más importantes en el Antiguo Testamento. Es fundamental para comprender el carácter y el corazón de Dios, el hesed de Dios, el cumplimiento fiel de Su pacto y la fidelidad de Su amor.
Así que recuérdalo, cuéntalo, grábalo, enséñalo, díselo a los demás. En medio de tus problemas, en medio de tus circunstancias difíciles, en medio de la locura de este mundo, habla del amor inquebrantable, inagotable y fiel del Señor.
El texto continúa diciendo: «Las misericordias del Señor recordaré, las alabanzas del Señor, conforme a todo lo que nos ha otorgado el Señor, por Su gran bondad hacia la casa de Israel».
Dios ha sido bueno. Ahora, recuerda que él está hablando a los judíos que iban a estar 100 años después en el exilio, bajo el dominio de los babilonios. Ellos eran un grupo radical de su época, como el ISIS de nuestro tiempo. Él les está dando una oración para clamar, que comienza con alabanza y habla sobre el amor fiel, constante e inagotable de Dios y la gran bondad que el Señor ha concedido a la casa de Israel.
«…que les ha otorgado conforme a Su compasión, y conforme a la multitud de sus misericordias».
Cuando estás cubierta de problemas, esto no es lo que tiendes a pensar primero, ¿cierto? Pero es en eso que tenemos que pensar primero. Y hablar de esto es como si no hubiera suficientes palabras. Es como si Isaías se quedara sin palabras que decir. Este es un versículo largo, y suena repetitivo, como si él estuviera buscando encontrar las palabras. «Las misericordias del Señor…todo lo que el Señor nos ha otorgado…Su gran bondad…Su compasión…la multitud de Sus misericordias».
Y espera. ¡Hay más! Ve al final del versículo 8: «Y Él fue su Salvador».
No solo se trata del amor, la compasión y la bondad, sino que ha rescatado a Su pueblo de la esclavitud, del Faraón en Egipto, de la esclavitud del pecado.
Versículo 9: «En todas sus angustias Él estuvo afligido».
Escucha esto, cuando el pueblo de Dios sufre, cuando muchos de sus hijos están sufriendo de manera horrenda en todo el mundo hoy en día, Dios no está como un observador, desmotivado, indiferente y desinteresado a un millón de kilómetros de distancia allá en el cielo. Él es un Padre tierno y amoroso. Y cuando Su pueblo sufre, Él sufre con ellos. En todas sus angustias, Él estuvo afligido. Cuando sufres, Él sufre contigo. Él entra en tu aflicción y la hace suya.
Isaías 53 dice: «Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos» (v.3).
Él tomó tu aflicción. Él tomó tu pecado. Él lo llevó sobre Sí mismo –en Su cuerpo santo, sin pecado, Él toma nuestras aflicciones.
Y luego continúa diciendo: «En todas sus angustias Él estuvo afligidoy el ángel de Su presencia los salvó» (v.9).
Hablando de la misericordia del Señor, de la gran bondad del Señor, de Su amor fiel, de Su compasión, vemos que «el ángel de Su presencia los salvó». ¿Quién es el ángel de Su presencia? Es Jesús. El Ángel del Señor, visto en esas apariciones preencarnadas en todo el Antiguo Testamento. El Ángel del Señor, Jesús, que salvó a Su pueblo de Egipto trayendo juicio contra los egipcios que los habían esclavizado durante 400 años. Dios envió al Ángel de su presencia para salvarlos.
Dios envió a Su único Hijo a este mundo para salvarnos del pecado.
Como mi esposo dijo hace unas semanas cuando hablábamos de este pasaje: «Solo Dios se enviaría a Él mismo a nosotros para salvarnos de Él mismo».
¡Me encanta! Estaríamos bajo la ira de Dios, estábamos bajo la ira de Dios, pero Él mismo vino a nosotros para salvarnos de Él. «…en Su amor y en Su compasión los redimió, los levantó y los sostuvo todos los días de antaño» (v.9).
Este es un amor increíble, la expresión de la bondad de Dios, Su cuidado, Su preocupación, Su salvación, Su liberación y Su protección. Así es como Dios nos ha tratado, y es bueno que se nos recuerde esto. Es bueno hacer memoria de esto. Es bueno recordarlo y contarlo.
«Las misericordias del SEÑOR recordaré».
Ahora, a la luz de toda esta asombrosa gracia de Dios, de la misericordia del Señor, de Su bondad, Su compasión, Su salvación y Su redención, Él los levantó y los sostuvo todos los días de antaño. A la luz de todo lo que Él había hecho por ellos, ¿cómo crees que los hijos de Dios responderían a Su bondad?
Permíteme volver al versículo 8, que salté hace un momento:
«Porque Él dijo: Ciertamente ellos son Mi pueblo, hijos que no engañarán».
Los he amado, los he tratado con compasión. He sido bueno con ellos. Ciertamente, ellos son Mi pueblo. Son hijos…algunas traducciones dicen, «que no mentirán».
La palabra hebrea para tratar falsamente, engañar o mentir es aplicada a algo que falla en cumplir con las expectativas, algo que demuestra ser una gran decepción. Por ejemplo, una persona sedienta, una persona que está muriendo de sed, llega a un arroyo, solo para descubrir que no tiene agua, que se ha secado. El arroyo le ha mentido, le ha tratado falsamente, le ha engañado.
O un granjero que sale a cosechar fruto en un huerto que se dedicó a cuidar, solo para descubrir que está todo marchitado, todo se ha secado y no hay fruta. Le ha tratado falsamente, le ha engañado.
Bien, Dios está pensando: Ciertamente mis hijos no me mentirán. No dejarán de responder a la compasión y al amor que les he mostrado. ¿Cierto?
Observemos en el versículo 10:
Toda esta compasión, toda esta misericordia, toda Su bondad… «Pero ellos se rebelaron y afligieron Su Santo Espíritu».
¡Wow! Es impensable en el contexto de lo que acabamos de leer. Él los salvó. Y en Su amor y compasión, Él los redimió. Los levantó y los llevó todos los días de antaño. Aquí hay un Dios que ha sido atento, bondadoso, compasivo y tierno. Pero ellos se rebelaron: ¡Sus propios hijos! Su propio pueblo, ellos contristaron Su Santo Espíritu.
Esa palabra contristar significa entristecer, afligir. Ellos afligieron al único que había entrado en sus aflicciones y las había cargado como suyas. Su comportamiento afligió al Espíritu de Dios.
Se nos dice como creyentes del Nuevo Testamento, que esto nos puede suceder. En Efesios 4 dice: «Y no entristezcan al Espíritu Santo de Dios, porel cual fueron sellados para el día de la redención» (v.30).
Esto es increíble . Quiero decir, cuando uno se detiene y piensa en ello, es difícil asimilarlo. No tiene sentido. Y permíteme decir que la rebelión contra Dios nunca tiene sentido. Dios es amable, bueno, amoroso, sensible a Su pueblo. ¿Y cómo respondieron? Tomando las armas contra Aquel que más les amaba, no solo una vez, sino una y otra vez.
Algunas de ustedes han experimentado el dolor por los hijos pródigos. Sabes bien lo que es cuando tus hijos son ingratos, cuando no están conscientes de todo lo que has hecho por ellos. Los has amado, no perfectamente, pero sí con fervor. Te has entregado a ellos. Te has sacrificado por ellos. Has permanecido despierta durante noches y los has sostenido durante las largas noches. Los atendiste cuando estaban enfermos. Limpiaste sus desastres.
Y entonces ellos crecen y se rebelan. Rechazan tu autoridad. Rompen esa relación. ¿Y qué le hace eso a tu corazón? Lo rompe, te entristece y te aflige.
Si eso es cierto para los padres humanos frágiles, pecadores que fallan, ¿cuánto más debe sentir nuestro Padre celestial? «Afligieron Su Santo Espíritu».
¿Y qué pasó entonces? Continuando en el versículo 10: «por lo cual Él se convirtió en su enemigo y peleó contra ellos».
Ellos se habían vuelto primero contra Él, contra Su Padre, contra Su Salvador. Ellos lo habían resistido; y ahora Él se vuelve contra ellos y los resiste. La Escritura dice que «Dios resiste a los soberbios». Dios aparta con Su brazo al orgulloso. Los mantiene alejados. Pero «se acerca a los humildes». Él da gracia a los humildes. Pero a los que se levantan contra Él, Él los rechaza, los mantiene alejados.
Esto no quiere decir que Dios cambie (ahora nos ama y en otro momento nos odia), pero desde nuestro punto de vista, habiendo vagado hacia ese país lejano, hacia la rebelión, Él parece ser diferente, ya que trata con nosotros de maneras diferentes. Pero todo esto es una expresión de Su hesed, de Su amor fiel al pacto, porque cuando Él nos resiste, cuando Él se levanta contra nosotros, cuando lucha contra nosotras como Sus hijas, no es para juicio de destrucción. Es redención. Es disciplina. Es para corregirnos con el propósito de restaurarnos a un lugar de intimidad y relación correcta con Él. Él desea traernos de vuelta a la comunión con Él mismo.
Así como cuando disciplinas a tus hijos, no es porque los odies. Es una expresión de tu amor porque quieres que esos hijos estén bien con Dios, que sean sabios y piadosos, que no sean necios, que no tomen decisiones que destruyan sus vidas, ¿no es cierto? Así que colocas límites, estableces parámetros y les dices: «No, no puedes salir esta noche». «No, no puedes tener las llaves del auto».
Ahora, tú vas a hacer eso imperfectamente, pero tenemos un Padre que lo hace perfectamente. Él sabe cómo expresarnos Su amor fiel al pacto para cumplir Sus promesas en cada situación y circunstancia.
Así que Dios pelea contra Su pueblo cuando él se rebela contra Él. Y Él les había dicho que esto era lo que haría si ellos se negaban a seguirlo.
Levítico 26: 23-24: «Y si con estas cosas no se enmiendan ante Mí, sino que proceden con hostilidad contra Mí, entonces Yo procederé con hostilidad contra ustedes; y Yo mismo los heriré siete veces por sus pecados».
Es el amor de Dios que hace esto, traer de vuelta a Sus hijos rebeldes.
Lamentaciones 2, versículo 5: «Se ha vuelto el Señor como enemigo: Ha devorado a Israel, ha devorado todos sus palacios, ha destruido sus fortalezas y ha multiplicado en la hija de Judá el lamento y el duelo».
Escucha, todas esas cosas que atesoras, que amas, que valoras, que crees que son tan preciadas y hermosas, que te atraen a este mundo y te alejan de Dios; Dios te ama tanto que si es necesario lo devorará todo, lo destruirá hasta que quede en ruinas, y multiplicará el lamento y el duelo en tu vida hasta que levantes la vista y digas: «¿Qué he hecho? Oh, Dios, ten misericordia de mí. Quiero volverme a Tí».
Dios destruirá las cosas que amas, hasta las ruinas si es necesario, no porque Él te odia, no porque Él sea malvado, sino a causa de Su fiel amor de pacto, Él cumple promesas. Él te quiere de vuelta.
Entonces, ¿qué nos dice este pasaje hoy? Haz un recuento de las misericordias del Señor hacia ti, de Su gran bondad y compasión. Piensa en cómo Él te salvó, en Su amor y compasión, y cómo Él te ha redimido y te ha sostenido.
Y mientras meditamos en esto, seguramente piensas que estaríamos agradecidas; que debemos adorarlo, que le responderíamos y nos someteríamos a Él. «Pero ellos se rebelaron y afligieron Su Santo Espíritu».
¿Podría decirse eso de nosotras? ¿Se podría decir eso de ti? ¿Se podría decir de mí?
Si es así, nos encontraremos en contra de Dios porque «Dios resiste a los soberbios». Pero recuerda que cuando Él lo hace, lo que quiere es ganar y atraer tu corazón de regreso. Quiere restaurarte. Así que continúa contando las misericordias del Señor, Su compasión, Su favor y Su gracia. No lo des por sentado. Agradécele por ello. Y entonces deja que la bondad de Dios te traiga al arrepentimiento.
Oh Señor, cuánto te bendecimos por Tu fiel, constante, inagotable y asombroso amor. ¡Wow, Señor! Y confesamos que muchas veces nos hemos rebelado, hemos entristecido a Tu Santo Espíritu. Así que te rogamos que nos rodees con Tu misericordia.
Gracias porque eres fiel y te mantienes fiel a tu pacto, a tus promesas, que no nos abandonas, que nunca nos dejarás y nunca nos desamparados, y no nos juzgarás en el juicio final. Pero sabemos que si es necesario, pondrás Tu mano sobre aquellas cosas que son más preciadas –si fuera necesario– para que lleguemos al punto en que no amemos nada ni a nadie más que a Ti, donde no haya ídolos en nuestros corazones.
Nosotros te amamos, te apreciamos, te valoramos y queremos exaltarte; queremos que Tú seas lo primero en nuestros corazones, y que regresemos a ese lugar de íntima comunión contigo, esa íntima relación con nuestro Padre celestial.
Así que haz esta obra en nuestros corazones este día, y en los corazones de Tu pueblo; oramos, en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando el evangelio en el libro de Isaías. Esta semana estaremos viendo dos capítulos desafiantes de este libro que nos traen gran esperanza.
Al ver sucesos terribles a tu alrededor, te preguntas, «¿dónde está Dios?»
Acompáñanos mañana para reflexionar sobre esto juntas.
Llamándote a clamar por un avivamiento, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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