El Dios de vida
Annamarie Sauter: Siendo una adolescente sin ingresos ni apoyo, Angie conoció al Padre de los huérfanos y recibió la bendición de tener un hijo.
Angie: No puedo imaginar el no tenerlo en mi vida ni un momento. Él es una bendición. Los hijos son una bendición, y Satanás quiere destruir las bendiciones de Dios para nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
A lo largo de esta semana hemos estado escuchando la historia de una mujer cuya vida fue afectada por una decisión que tomó la Corte Suprema de los Estados Unidos en el año 1973. Fue un famoso caso legal que abrió las puertas al aborto en ese país. La idea central de ese caso dice que «el derecho al aborto es parte de un derecho a la privacidad». Creo que ya hemos comenzado a ver las …
Annamarie Sauter: Siendo una adolescente sin ingresos ni apoyo, Angie conoció al Padre de los huérfanos y recibió la bendición de tener un hijo.
Angie: No puedo imaginar el no tenerlo en mi vida ni un momento. Él es una bendición. Los hijos son una bendición, y Satanás quiere destruir las bendiciones de Dios para nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
A lo largo de esta semana hemos estado escuchando la historia de una mujer cuya vida fue afectada por una decisión que tomó la Corte Suprema de los Estados Unidos en el año 1973. Fue un famoso caso legal que abrió las puertas al aborto en ese país. La idea central de ese caso dice que «el derecho al aborto es parte de un derecho a la privacidad». Creo que ya hemos comenzado a ver las consecuencias de esta forma de pensar… y quizás, sin darte cuenta, tú misma te has visto pensando que el aborto es un derecho.
En Latinoamérica hemos estado enfrentando situaciones que nos llaman a reflexionar acerca de este tema. Y para hacer precisamente eso, esta semana hemos estado escuchando la historia de Angie. Si te perdiste cualquiera de los programas anteriores en esta serie, encuéntralo en AvivaNuestrosCorazones.com.
Aquí está Nancy con nosotras,
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Angie ha estado compartiendo con nosotras su historia de cómo Dios la encontró, y la rescató a ella y a la criatura que ella estaba esperando, como resultado de las decisiones incorrectas y de muchas personas y muchas cosas incorrectas a las que ella había sido expuesta, y a la obra del enemigo de tratar de destruir la vida.
Él trató de destruir tu vida y trató de destruir la vida de tu hijo que todavía no había nacido pero Dios tenía otro plan para ti.
Angie: Así es.
Nancy: Él es un Dios de vida, y quiero agradecerte mucho por estar dispuesta a venir y compartir tu historia. Te decía mientras nos preparábamos para esta grabación, que por más que Satanás trató de tener dominio completo sobre tu vida, Dios ganó una victoria poderosa.
Cada vez que tú cuentas esta historia y miras a los ojos de tu hijo, ¿piensas cómo las cosas hubieran sido diferentes si hubieras entrado a la clínica de abortos en lugar del Centro de Cuidado Prenatal ese día de diciembre?
Angie: Tengo esta foto de él en mi mano, y no puede imaginarme… Vienen lágrimas a mis ojos cuando pienso eso… es decir, tú no sabes cuando estás en esa situación, cuál va a ser el resultado, y es por eso que Dios es tan bueno. Necesitamos a Dios porque no conocemos el futuro, y Él es la razón por la cual estoy aquí sentada hoy frente a ti como una mujer cristiana.
Cuando yo le digo a BJ, «tú salvaste a mami»—él lo hizo. Él es la razón por la cual soy cristiana. Conociéndolo a él y después de que cumplió un año (hay mucho trasfondo), pero él es la razón de por qué yo necesitaba tanto a Dios. Yo sé que la gente estará de acuerdo conmigo en esto: a través de tus hijos, tú ves tu necesidad de Cristo aún más. No puedo imaginar el no tenerlo en mi vida ni un momento. Él es una bendición. Los hijos son una bendición, y Satanás quiere destruir las bendiciones de Dios para nosotras.
¿Puedes imaginarlo? Los ángeles ni siquiera pueden crear. Dios les ha dado a las mujeres una capacidad maravillosa. Esa característica de Dios está en nosotras, viviendo en las mujeres, y Satanás quiere destruir eso de cualquier manera en la que él pueda, ¿y qué mejor manera que destruir la vida que Dios quiere traer a través de nosotras?
Nancy: Así es y tu vida se ha convertido en un trofeo de la gracia de Dios y de Su carácter, y yo creo que aun a través de esta trasmisión, en esta semana va a haber muchas, muchas mujeres impactadas de maneras profundas, que están en diferentes momentos en cuanto a toda esta situación, quizás es la mamá o la abuelita que está agobiada por una mujer joven que no está caminando con el Señor, o quizás es una joven que no está caminando con el Señor y acaba de sintonizarnos o por casualidad está escuchando este programa por internet y va a escuchar que sí hay esperanza.
La primera vez que oí tu historia, yo estaba llevando un mensaje en ese banquete para ese Centro de Cuidado Prenatal. Ellos hacen esto cada año y recaudan fondos para el ministerio para el siguiente año. Antes de que tuviera la oportunidad de hablar, tú estuviste en la plataforma compartiendo tu historia. Y no nos habíamos conocido. No tomaste mucho tiempo, pero fue conmovedor lo que compartías de tu historia. Las personas estaban llorando y fueron muy conmovidas. Esto fue hace dos años, y creo que fue algo muy especial, que en esa tarde estaba Michelle sentada en la audiencia. Michelle era la mujer que había sido la consejera en ese Centro de Cuidado Prenatal en quien tú viste, como describiste ayer, a Cristo.
Michelle, tú estabas sentada ahí esa noche. Tú nunca volviste a ver a Angie desde ese día en que ella entró al Centro de Cuidado Prenatal cuatro años antes. ¿Qué estabas pensando cuando la escuchaste hablar esa noche? Esta joven mujer cristiana radiante ahora tiene un hijo de cuatro años. ¿Qué pensaste cuando oíste la historia?
Michelle: Yo dije, «¡wow, Dios!» Tantas cosas que ella dijo en su historia encajaron exactamente como orábamos en el centro prenatal. Orábamos que las jóvenes no pudieran entrar por esa puerta, que Dios las detuviera antes de aun poner un pie en esa acera. Orábamos que en su corazón fueran atraídas al Centro de Cuidado Prenatal; que ellas vieran nuestro anuncio y que entraran, y nosotros pudiéramos compartir con ellas y que pudieran ver el amor de Jesús allí.
Así que todo lo que ella dijo fue exactamente lo que nosotras oramos. Es decir, eso solo me mostró tanto de cómo Dios escucha nuestras oraciones. Para mí fue también una increíble bendición porque yo había sentido que quizás no estaba en el lugar que Dios quería que yo estuviera como consejera. Yo no veía cambiar vidas. No vemos el fruto, y a menudo yo escuchaba acerca de otros consejeros dirigiendo a otros a Cristo, y yo no parecía hallar las palabras correctas. Pensé que tal vez yo estaba estorbando el camino de Dios y estas otras mujeres deberían estar allí.
Así que fui grandemente bendecida cuando escuché eso. Mi corazón se regocijó en Dios.
Nancy: Tú solo habías visto a Angie esa vez, y ahora estás escuchando su historia cuatro años después. ¿De casualidad te acordaste de ella?
Michelle: La recordaba como persona, no por nombre, porque tratamos de mantenerlo anónimo. Así que aún orando por alguien, le damos un nombre en código. Dios había puesto un lugar especial en mi corazón por ella, porque yo estaba esperando un bebé al mismo tiempo que ella. Así que cada día, mientras yo esperaba esta criatura, yo oraba por la criatura que ella estaba esperando. Yo la conocí, y esperaba que ella hubiera tenido al bebé, pero yo no sabía si había nacido un niño.
Nancy: …Hasta esa noche cuatro años después cuando ella estaba de pie dando su testimonio y hablando acerca de su hijo de cuatro años de edad.
Michelle: Correcto.
Nancy: ¿No es cierto que muchas veces cuando estamos sirviendo al Señor y actuando en obediencia a Él, no vemos el fruto de nuestras labores? ¡Pero Dios lo ve!, ¡Él sabe! Él es el que está llevando a cabo la obra y en el cielo, un día, lo veremos y sabremos.
Pero tú solo estabas siendo fiel en lo que Dios te había dado para hacer en ese momento, y fuiste fiel al orar como el Señor te impulsaba. Después Dios te dio esa bendición increíble de poder ver, años después, un vistazo, y probablemente hay muchas más en quienes tú no has llegado a ver el fruto de tu fidelidad.
Michelle: El fruto de Dios, y todo lo que Él está obrando, y como Él nos puede usar si se lo permitimos.
Nancy: Michelle, yo quiero escuchar de cómo tú comenzaste a involucrarte con el Centro de Cuidado Prenatal, pero permíteme introducir a otra invitada que nos acompaña en el estudio hoy. Su nombre es Carla Shier, y Carla ahora sirve en Aviva Nuestros Corazones. Ella es parte de nuestro equipo ministerial aquí en Niles, Michigan. Por muchos años, Carla, tú fuiste la directora en ese Centro de Cuidado Prenatal en Niles. Gracias por tu parte en este ministerio y por acompañarnos hoy aquí en la transmisión.
Carla: Es un placer para mí estar contigo, Nancy.
Nancy: Quiero preguntarles a las dos, a Carla y a Michelle. Carla, supongo que tú estuviste primero ahí en el Centro de Cuidado Prenatal. ¿Qué hubo en tu corazón que te hizo involucrarte en ese tipo de ministerio?
Carla: Bueno, para mí, el Señor nos movió a mí y a Tom a Carolina del Norte. Nuestra hija mayor tenía una buena amiga que quedó embarazada, y mi hija mayor, Cara, y nuestra estudiante de intercambio, Marie y yo, todas tratamos de hablar con ella y explicarle el valor de la vida, y como quiera ella escogió abortar. Nos sentimos tan derrotadas. Así que las tres pasamos por entrenamientos en la instalación del Centro de la Red de Cuidado Prenatal en Concord, Carolina del Norte. En verdad vi más fruto en las vidas de mis hijas en la escuela superior, que lo que yo experimenté. Yo me quedaba en casa y contestaba llamadas de emergencia.
Bueno, durante ese año, el Señor me llamó tan claro al ministerio del Centro de Cuidado Prenatal, y luego mi esposo fue movido de regreso a Niles. En la providencia de Dios, regresé a Niles y encontré que acababan de comenzar un centro. Así que pude ser voluntaria en el Centro de Cuidado Prenatal aquí en Niles.
Nancy: Después el Señor trajo mujeres como Michelle, a servir contigo en ese ministerio. Michelle, ¿cómo tocó el Señor tu corazón para involucrarte?
Michelle: Yo pienso que el Señor hace cosas en nuestras vidas y muchas circunstancias que Él trae a nuestras vidas para crear la persona que Él quiere que seamos. Él nos da, desde que nacemos, estos dones que se desarrollan. Mi corazón estaba abierto para el Señor, y cuando fui al colegio, yo decidí que quería estudiar consejería.
Pero realmente, la historia para mí comienza trabajando en el Centro de Cuidado Prenatal. Yo pensé, «esto es lo que se supone que debo hacer». Y entonces, cuando comencé allí, solo asumí que me iría muy bien porque yo pensaba que estaba donde Dios quería que yo estuviera.
Pero luego encontré que no me estaba yendo como yo había esperado. Yo pensaba que iba a cambiar a las personas inmediatamente, que Dios trabajaría por medio de mí de grandes maneras. Lo que encontré fue que entre más me desanimaba, más confiaba en Dios y decía, «está bien Dios, yo no puedo hacer esto. Tú tienes que hacerlo». En el tiempo en que Angie vino a mí en el centro fue en el tiempo que yo estaba diciendo, «Tú estás en mí Señor. Es todo lo que tengo. Te doy lo que Tú quieras. Habla por mí».
Eso es lo que quiero que la gente sepa. No es porque obtuve ese título de consejería. En realidad, no me hizo bien. Hizo que tuviera un alto concepto de mí misma como consejera. Supongo que fue grande cuando fui humillada, que Dios pudo hacer grandes cosas. Como dijo Angie, estoy tan contenta de que Jesús brille en mí. Eso es lo más importante: Si Jesús está en ti, tú puedes ser un consejero.
Nancy: Amén. Yo pienso que eso tiene que ser de aliento tal vez a alguien que esté escuchando hoy, que Dios está poniendo en su corazón el involucrarse. Quizás involucrarse a través de un centro de cuidado prenatal en un rol de consejería o quizás tienes una amiga o hija de una amiga que está pasando una situación donde ellas necesitan este tipo de ayuda, pero están pensando, «no tengo el entrenamiento; no tengo la experiencia; no tengo el don».
Lo que tú estás diciendo Michelle, es que no es tanto el entrenamiento natural o los dones lo que Dios necesita, sino la disposición a ser usada, y dejar que Dios trabaje a través de ti en la vida de alguien más.
Michelle: Había una canción que me gustaba cuando estaba creciendo que decía, «Aquí estoy Señor, úsame». Eso es lo que mi corazón decía como consejera, «aquí estoy Señor, lo que Tú quieras haz conmigo»; esa es la manera en la que Dios realiza su trabajo. No es a través de nuestra educación o nuestros dones, sino que nuestros corazones digan, «aquí estamos, Señor, úsanos».
Nancy: Probablemente esa es la primera cualificación para ser usada, y también es como Dios recibe la mayor gloria. Cuando tienes «Angies» que entran, ella ya lo dijo, para los que escucharon en días anteriores esta semana, ¡ella no se acordaba de nada de lo que dijiste como quiera!
Así que toda esa educación de lujo que recibiste –y no es que menospreciemos la educación porque esta puede ser útil, pero eso no fue realmente lo que Dios usó para ganar su corazón. Fue solo que tú estabas ahí, en ese momento, por la voluntad de Dios, y tú dejaste que Cristo la amara a través de ti.
Carla: Sí Nancy, Él usa tu corazón que está dispuesto a servirle, tu corazón que quiere desarrollar relaciones, y tu corazón que ama a madres e hijas y hermanas.
Nancy: Y ¿cuáles son algunas de las formas, Carla o Michelle, en que las mujeres pueden involucrarse en centros de cuidado prenatal?
Carla: Bueno, mira, necesitan personas de apoyo en el ministerio. Tenemos chicas que reciben a las que entran; por ejemplo, cuando entró Angie, había una recepcionista. Ella necesitaba que oraran por ella. Todas mis chicas estaban supuestas a tener tres personas que estarían orando por ella. La joven entra por la puerta necesita ver el amor en los ojos y esa aceptación incondicional. Necesita haber alguien que esté dispuesta a tejer cobijas o aun solo a hacer ventas de garaje para ayudar con cosas que estas chicas necesitan.
Nancy: ¿Entonces el Centro de Cuidado Prenatal provee alguna ayuda práctica para estas jóvenes?
Carla: Sí, en nuestros primeros días, proveíamos todas las cosas: asientos de carro, cunas, ropa, ropa de maternidad. Ahora que hay leyes vigentes, recaudamos fondos para comprar cunas y para comprar asientos de carro. Pero también hay grupos de mujeres en iglesias que hacen paños y baberos para cuando los bebés tienen gases, kimonos, o cobijas para que los bebés se acuesten. Hay una gran cantidad de cosas diferentes en las que la gente se puede involucrar, y eso es con mucha regularidad.
Michelle: Pienso que lo más importante de todo ministerio, algo sin lo cual—a veces lo decimos y la gente piensa que es muy trivial, pero como vimos en la vida de Angie—es la necesidad de oración. No solo oración, sino oración específica de que esa chica no entre a la clínica de abortos, sino que entre al Centro de Cuidado Prenatal, y que de alguna manera llegue a su oído que hay un Centro de Cuidado Prenatal, que hay otra opción, y la oración es algo que todos pueden estar haciendo en la iglesia, si puedes salir de tu casa o no. La oración puede hacer cosas asombrosas, como hemos visto a través del testimonio de Angie.
Nancy: Así es, y si nos damos cuenta que esto realmente es una batalla espiritual, lo cual es obvio habiendo escuchado la historia de Angie. Esto no es solo una batalla por la vida del bebé que no ha nacido. Es eso, pero también es una batalla por la vida de esa madre y tal vez otras involucradas en su historia, y esa batalla no va a ser ganada por fuerza humana o todas las cosas brillantes que podamos hacer para tratar de persuadir o de convencer a las personas.
El enemigo puede ser muy persuasivo. Pero esa batalla va a ser ganada, de algún modo, en las maneras misteriosas de Dios. Él ha ordenado que Él responde a las oraciones fervientes, serias, persistentes de Sus hijos. Pienso que no podemos enfatizar lo suficiente, que todas nosotras necesitamos estar involucradas en esa batalla en el nivel de oración, y eso es algo que podemos hacer desde nuestras casas, o en cualquier lugar. Y Angie, ¿qué te gustaría decir a aquellos que están involucrados en ese tipo de ministerio?
Angie: Yo solo quiero decir gracias. Gracias Michelle. Tú siempre estás en mis oraciones, y estoy tan agradecida de que tú estuvieras dispuesta ese día para que Dios te usara. Estoy tan agradecida por cada mujer y hombre que tiene un corazón dispuesto porque esa es la única credencial que Dios pide, estar dispuestos.
También quiero animar a jovencitas que quizás puedan estar escuchando, o quizás mujeres mayores, no sé, o aun chicos con novias embarazadas. No sé quién esté escuchando, pero Dios sabe. Yo no quiero que Satanás sea glorificado de ninguna manera a través de algo de esto, porque el Señor ganó en mi vida, y Él va a ganar en la vida de mi hijo, y Él va a ganar en las vidas de los oyentes si solamente permiten que Dios tome el control.
Dios tiene poder salvador, pero yo solo quiero animar a quien sea que esté escuchando a que se aferre a ese pensamiento o esa promesa de Dios, aunque no puedas declararlo a Él todavía, y aunque quizás no conozcas a alguien más que pueda ayudarte, Dios está más disponible que cualquiera en esta tierra.
Nancy: ¡Aleluya! ¡Qué gran Salvador!
Angie: Amén.
Annamarie: ¡Amén!
Si estás en una batalla ahora mismo—decidiendo entre la vida o la muerte de tu bebé, busca ayuda de una mujer madura en la fe y pídele que ore por ti.
Ahora quisiéramos compartir contigo el testimonio de otra mujer que ha experimentado perdón y libertad. Myrna Ortiz nos cuenta cómo la sangre de Cristo limpió hasta el más oscuro de sus pecados y la limpió de la amargura en su corazón, a través del perdón.
Myrna: Bueno, yo llego a conocer a Cristo después de los 30 años, y antes, mi vida estaba llena de mentiras. Entonces, aunque en un principio yo fui educada bajo principios religiosos, y sabía que tenía que guardar mi cuerpo y guardarme hasta el matrimonio.
Las mentiras comenzaron a hacer estragos en mi cabeza, y en mi vida, hasta que llegaron a tener una consecuencia, y esa consecuencia es el aborto, y el aborto es el nombre que como sociedad le hemos dado al asesinato de nuestros propios hijos, y es una mentira que hoy en día está en boca de todos. Todo el mundo está decidiendo si se legaliza, si no se legaliza.
Todo el mundo habla del derecho, de las decisiones que tú puedes tomar. Sin embargo, nadie habla de qué estragos tiene esto en tu corazón y en tu vida. Yo tomé la vida de mis hijos, yo creí esa mentira de que un hijo estorba, que tú decides en qué tiempo puede llegar. Nadie me dijo que tomando la decisión en mis propias manos –una decisión que solamente corresponde al que da la vida y no a mí– me iba a dejar tan vacía. Con las manos y el corazón vacíos.
Yo creo que en ninguno de esos lugares, si tú fueras a preguntar, (legales o ilegales) le dirían a una mujer, que entra dispuesta a perder un hijo. Todas entran queriendo no sentir; queriendo no darse cuenta que realmente tú en tu interior no quieres hacerlo... pero todas van y lo hacen.
Te van a decir algunas otras mentiras que has creído: «Esto va a pasar», «tu dolor va a terminar». Sin embargo, hoy yo no tengo muchos recuerdos de esos momentos, gracias a Dios, pero lo que yo hoy sí puedo recordar, es haber salido de ahí pensando, «mi bebé no está»; y viéndolo hoy, viendo hacia atrás, creo que la mentira más grande fue, «este no es un bebé, es un cúmulo de células, no estoy matando a nadie, no estoy tomando la vida de nadie, simplemente estoy tomando las riendas de mi vida».
Esa es una de las principales mentiras que hoy se están diciendo: «No hay vida, no hay sensibilidad, no hay nada». Sin embargo, vemos que desde la gestación hay vida. Desde que se unen las dos células, ese es un bebé. La mentira más grande es: «es un producto», y yo lo creí, y por eso fue mi insensibilidad. Pero hoy sé que era ya un bebé, que era ya una vida formándose dentro de mí, y que si mi cuerpo no es mío –si mi cuerpo me ha sido dado por alguien más, y es para la honra y la gloria de Dios– yo no tenía por qué tomar otro cuerpo que podría haber sido usado también para la gloria de Dios.
Sin embargo, el mundo nos dice, «esto es un producto, es un cúmulo de células», entonces fui y me deshice de él...de «eso» en ese momento, y de ahí mi vida cambió. El aborto en sí, es el resultado de otros pecados que has cometido. Uno es la idolatría por mí misma, el egocentrismo, la vanidad de tener una vida perfecta, de tener una vida como yo la he planeado, sin entregarla.
El evangelio al llegar a mi corazón, el darme cuenta de que hay un Dios creador, que Él creó la vida, que dijo que todo lo que Él creaba era bueno, el conocer hoy que eso que había sembrado en mi vientre era bueno, me hace ver que yo estaba en contra del único Dios creador; que yo era su enemiga. Eso fue lo que empezó a surgir en mi corazón como la verdad y querer deshacerme de ese dolor que no cesaba, que no cesó el día que se cometió el aborto, el día que acudí a ese lugar, sino que el dolor fue creciendo.
Yo no sabía por qué sentía tanto dolor si era algo que había pasado, aún antes de mi conversión, y trataba de ocultarlo. Yo sabía que era algo malo, pero que no debería ser tan malo porque era muy común. Sin embargo al ir creciendo, conociendo más del evangelio, no hubo más remedio que confesarlo. El comienzo de todo el proceso de perdón en mi vida ha sido la confesión del pecado.
Confesar que había tomado la vida de mis hijos me abrió los ojos al perdón y la gracia de Dios también, al saber que no importaba cuán grande fuera un pecado, la gracia y el perdón de Dios eran mayores...siempre. Eso ha traído hasta hoy, el mayor gozo en mi vida. Confesar que era enemiga de Dios, que había faltado a Aquel que me había perdonado, Aquel que había muerto por mí, fue creando un gran dolor, pero nunca mayor que el dolor que sentí durante esos quince años en que había ocultado mi pecado.
Antes de confesar yo me sentía sola, pensaba que era la única mujer que había cometido ese pecado, y pensaba que si lo confesaba tendría hasta que dejar de ir a la iglesia, o que me iban a dejar de querer. Sin embargo al confesarlo y al sentir el perdón de Dios y poder compartirlo con alguien, había mujeres que abrieron su corazón, y me di cuenta que hay mujeres que están pasando por el mismo proceso que yo había pasado.
Si tú estás en una iglesia no creas que estás sola, puedes hablarlo porque hay perdón en Cristo, el Señor tiene los brazos abiertos para recibirnos. No hay pecado que la gracia de Cristo y la sangre de Cristo no cubran. Y si tú estás embarazada y estás considerando realizar un aborto, DETENTE, porque la mentira es que tu problema se termina ahí, pero toda la vida vas a caminar con un hijo. No lo vas a tener en tus brazos, vivimos con los brazos, con las manos vacías.
El aborto es una consecuencia de otros pecados como la fornicación, el adulterio. Sin embargo para eso también hay perdón en Cristo. Entonces, no pongas pecado sobre pecado, esa vida no te pertenece, esa vida es una vida que le pertenece a Aquel que es dueño de tu vida.
Nancy: El Salmo 82 dice de esta manera: «Rescatad al débil y al necesitado; libradlo de la mano de los impíos» (v.4).
Me encanta ese antiguo himno, esa canción evangélica antigua que dice:
Rescata al que perece; cuida al moribundo. Arrebátalos en pena del pecado y la tumba. Llora por el errante; levanta al caído. Diles de Jesús, el poderoso para salvar.
Aunque lo están despreciando, Él sigue esperando; esperando al hijo penitente recibir. Implora con ellos seriamente; implora con ellos tiernamente. Él perdonará si tan solo ellos creen.
Y especialmente me encanta esa tercera estrofa que se relaciona a muchas de las mujeres que están siendo ministradas, a mujeres que se encuentran con embarazos no planeados o no deseados. Dice así:
En el corazón del hombre, aplastado por el tentador, sentimientos yacen enterrados que la gracia puede restaurar. Tocados por un corazón amoroso, despertados por la bondad, cuerdas quebrantadas que volverán a vibrar.
Señor, cómo te agradezco por Tu gracia maravillosa, por Tu amor redentor, por Tu amor conquistador, por el poder de Cristo y el poder de Su cruz que es más grande que todos los poderes de maldad y oscuridad. Gracias por redimir a esta joven de la destrucción. Gracias por llamarla y apartarla, y gracias por Michelle y por tenerla en el Centro de Cuidado Prenatal ese día.
Gracias por Carla y por las horas que ella invirtió en proveer liderazgo en ese centro de cuidado y por todas las «Michelles» y las «Carlas» en todo el país y alrededor del mundo. Señor, algunas de ellas pueden estar desanimadas hoy, y preguntándose si vale la pena continuar. Oro que Tú les recuerdes que Tú eres el Dios de toda gracia y que solo en la eternidad conoceremos todas las historias.
Pero gracias por dejarnos ver un vistazo esta semana en la vida de Angie, y al ver la foto de su hijo BJ, pensamos, «¡cuán grande es nuestro Dios!» Gracias por tus siervos fieles. Gracias por Tu persistente y fiel amor. Gracias por el milagro de Tu gracia en la vida de Angie. En el nombre de Jesús oro, amén.
Annamarie: ¡Amén!
No leemos acerca de Dios en los periódicos, ¡pero ciertamente Él está haciendo grandes cosas en las vidas de miles de mujeres alrededor del mundo.
Gratitud. La palabra trae imágenes de una familia sentada alrededor de una mesa compartiendo una suculenta comida. Pero la verdadera prueba de la gratitud viene en medio de circunstancias difíciles. En esta próxima serie, aprende cómo ser agradecida en todo tiempo.
Llamándote a un avivamiento genuino y a abrazar tu diseño como mujer, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
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