El Día de la Expiación
Débora: Todas nos avergonzamos de los pecados de nuestro pasado y tal vez esa vergüenza te está llevando a pensar que nunca podrás ser perdonada. Erin Davis tiene algo importante que decirte.
Erin Davis: No eres la única persona para la que la cruz no es lo suficientemente grande. No eres la única mujer en la multitud en el día de la expiación que no puede ser una con Dios. Eres receptora de una gracia desmedida, elaborada y permanente.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Adornadas, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de enero de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Hay algunas palabras realmente importantes en el vocabulario cristiano que son cruciales para nuestra fe. A veces son palabras que no usamos mucho en el lenguaje normal, y creo que a veces tropezamos con ellas o simplemente las ignoramos. Pensamos: Bueno, …
Débora: Todas nos avergonzamos de los pecados de nuestro pasado y tal vez esa vergüenza te está llevando a pensar que nunca podrás ser perdonada. Erin Davis tiene algo importante que decirte.
Erin Davis: No eres la única persona para la que la cruz no es lo suficientemente grande. No eres la única mujer en la multitud en el día de la expiación que no puede ser una con Dios. Eres receptora de una gracia desmedida, elaborada y permanente.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de Adornadas, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 19 de enero de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Hay algunas palabras realmente importantes en el vocabulario cristiano que son cruciales para nuestra fe. A veces son palabras que no usamos mucho en el lenguaje normal, y creo que a veces tropezamos con ellas o simplemente las ignoramos. Pensamos: Bueno, todos entienden lo que quieren decir. Pero no nos detenemos a pensar en lo que realmente significan y por qué son tan importantes al explicar las doctrinas fundamentales de nuestra fe cristiana.
Vamos a hablar de una de esas palabras hoy, la palabra «expiación». Probablemente la hayas escuchado si has leído el Antiguo Testamento o el Nuevo Testamento; si has leído toda la Biblia, has visto esta palabra. Pero ¿alguna vez te has detenido a pensar: qué significa realmente y por qué es tan importante para mi relación con Cristo? Vamos a escuchar más sobre esto hoy.
Erin, creo que cuando comenzamos esta serie sobre las siete fiestas la gente podría haberse preguntado: ¿Cómo puedes pasar una semana y media hablando de las fiestas en el libro de Levítico? ¿Pensabas así cuando comenzaste con esto?
Erin: Bueno, en este punto yo espero que estén pensando que podría pasar meses en las fiestas en Levítico. Pero ciertamente, cuando comencé a explorar las fiestas a nivel general, pareció ser algo que podría haber pasado por alto y continuar con mi plan de lectura de la Biblia. Pero estas fiestas son tan, tan ricas en contenido.
Nancy: ¡Tan ricas y vitales para nuestra fe! Hoy vamos a hablar nuevamente de una de las doctrinas más importantes de la vida cristiana. ¡Si no entendemos esto, nos perderemos mucho más de nuestra fe! Así que oremos para que el Señor abra nuestros oídos y nuestros corazones.
Señor, gracias por la maravilla de Tu Palabra, por esta asombrosa palabra «expiación». ¿Dónde estaríamos sin ella? Oro por cada oyente, por las que aman esta Palabra y saben lo rica que es, y por las que tal vez la están escuchando por primera vez, o la han escuchado un millón de veces, pero nunca se han detenido a contemplar lo que significa y por qué es importante. Abre nuestros oídos para escuchar, nuestros ojos para ver; abre nuestros corazones para recibir lo que tienes para nosotras hoy.
¡Y oro que hoy pueda ser un día en que muchas oyentes reciban el regalo de la expiación a través de Jesucristo, nuestro Señor! ¡Y por todas nosotras, que nos maravillemos, que nos sorprendamos, que nos conmueva, que nuestros corazones sean movidos por el increíble regalo que es tener nuestro pecado expiado y estar bien con el Padre! Oramos por Tu bendición sobre Erin mientras enseña. Gracias por la obra de Tu Espíritu en nuestros corazones durante este tiempo, en el nombre de Jesús. Amén.
Erin: Bueno, hace varios años hice un recorrido a través de las siete fiestas con las mujeres en mi iglesia local. Quería encontrar una manera de llevar nuestro conocimiento de la sexta fiesta: El día de la expiación, de nuestras cabezas a nuestros corazones. Hoy hablaremos de ella. Así que me puse creativa.
El santuario en mi iglesia tiene una gran plataforma, quizás muy parecida a la de tu iglesia. En esa gran plataforma hay un conjunto de cortinas dobles y entre esas cortinas suele estar lleno de cosas como baterías, guitarras y soportes de micrófonos. Pero para este evento, cuando estábamos estudiando las siete fiestas, despejamos el lugar dejando todo vacío: una plataforma grande, dos cortinas grandes y nada en el medio.
Mientras las mujeres leían sobre el día de la expiación, envié a las mujeres por todo el campus de nuestra iglesia para leer sobre el día de la expiación en rincones tranquilos en los alrededores. Llegó un momento, cuando estaban sentadas leyendo, que fueron invitadas una por una a regresar al santuario y entrar al espacio detrás de la cortina.
Sabía lo que estaba a punto de suceder y sabía que quería experimentarlo de cerca. Me senté en la primera fila del santuario y las observé, a estas mujeres que amo, mis amigas más cercanas, las mujeres con las que voy a la iglesia, mi mamá, mi tía, y mi hermana. Observé cómo una a una subían a ese escenario y pasaban detrás de la cortina.
Ahora, no estaba pasando nada mágico. El Espíritu de Dios estuvo presente a ambos lados de la cortina, pero casi todas las mujeres salieron llorando de esa experiencia. Me emociono un poco cuando pienso en ese momento, espero que nunca lo olvide.
Espero nunca superar la maravilla de ver a estas mujeres ser sobrecogidas por la gracia de Dios, porque eso es lo que Dios estaba haciendo en sus corazones detrás de la cortina. Ahora, ir detrás de la cortina puede no significar nada para ti como lo estoy describiendo. Fueron detrás de una cortina vacía y luego salieron llorando, ¿qué pasó realmente?
Bueno, espero que pronto puedas entenderlo mientras discutimos juntas la sexta fiesta. Ya hemos visto que todas las siete fiestas están registradas en un capítulo en el libro de Levítico, Levítico 23. Mantén tu Biblia a la mano mientras hablamos de la fiesta, porque la vas a necesitar. Voy a leer la descripción de la sexta fiesta: El Día de la Expiación.
Levítico 23:26-32:
«Y el Señor dijo a Moisés: “A los diez días de este séptimo mes será el día de expiación; será santa convocación para ustedes, y humillarán sus almas y presentarán una ofrenda encendida al Señor”» (vv. 26-27).
Esto es consistente con la mayoría de las fiestas. El Señor le está dando a Moisés los mandatos sobre cómo el pueblo debe observar las fiestas. Esta palabra «humillar» se usa en la mayoría de ellos, es la idea de que esto va a requerir un sacrificio y se requieren algunas ofrendas para la mayoría de ellos. Pero algunas partes del día de la expiación son muy, muy diferentes del resto de las fiestas.
«Tampoco harán ningún trabajo en este día, porque es día de expiación, para hacer expiación por ustedes delante del Señor su Dios. Si alguna persona no se humilla en este mismo día, será cortada de su pueblo. Y a cualquier persona que haga trabajo alguno en este mismo día, a esa persona la exterminaré de entre su pueblo» (vv. 28-30).
Una vez más, el lenguaje aquí es un poco diferente al de las otras fiestas. Algunas de las fiestas son muy célebres. Esta se trata de comida, estar con la familia y tiempos prolongados de reposo. Pero esto que podemos ver es severo: si decides no participar en esta fiesta, hay un castigo.
«Ustedes no harán, pues, trabajo alguno. Estatuto perpetuo será para sus generaciones dondequiera que habiten. Será día de completo reposo para ustedes, y humillarán sus almas; a los nueve días del mes por la tarde, de una tarde a otra tarde, guardarán reposo» (vv. 31-32).
El día de la expiación era el día más sagrado del calendario israelita. Puedes sentir que aunque algunas de las cosas que estamos leyendo nos parezcan un poco extrañas, espero que al leerlo despacio puedas sentir la importancia de todo esto.
Esa palabra «expiación», la usa el Señor varias veces mientras le da a Moisés la descripción de esta fiesta. Significa «en un solo sentir», tomar lo que está separado y volver a unirlo. Literalmente significa «de común acuerdo» o «a una»; porque a todas nosotras el pecado nos separa de Dios.
Eso es cierto para los israelitas, es cierto para ti y para mí. Así que ellos tenían que encontrar una manera de volver a estar juntos. Su pecado los separó de Dios y tenían que encontrar la manera de volver a ser uno de nuevo. De eso se trata el día de la expiación.
Un día, cada año, el sumo sacerdote entraba al lugar santo dentro del tabernáculo para expiar o enmendar los pecados del pueblo de Dios. Ahora, los mandatos para esta fiesta se describen con mayor detalle en Levítico 16.
Así que Moisés ya habría tenido esa larga descripción de lo que se suponía que era el día de la expiación, y esto es un recordatorio. Está junto con las otras siete fiestas: este es su año y recuerden el día de la expiación.
Levítico 16 da las instrucciones para los sacerdotes en el día de la expiación. Y aquí en Levítico 23 tenemos las instrucciones para el pueblo en el día de la expiación. Permíteme leer Levítico 16:1-2. Mientras me sigues, me gustaría que tengas un bolígrafo a la mano, te voy a indicar algunas palabras para que circules o subrayes en tu Biblia.
«El Señor habló a Moisés después de la muerte de los hijos de Aarón, cuando se acercaron a la presencia del Señor y murieron. El Señor le dijo a Moisés: “Dile a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el lugar santo detrás del velo, delante del propiciatorio que está sobre el arca, no sea que muera; porque Yo apareceré en la nube sobre el propiciatorio”».
Esto es lo que quiero que subrayes, esa palabra «propiciatorio», está allí dos veces porque una vez más Dios nos está mostrando Su corazón a través de las fiestas. Él designó el lugar santísimo dentro de Su templo sagrado como un lugar de misericordia.
Dios es quien lo llamó el propiciatorio. Y no es una descripción hecha por el hombre; es una descripción dada por Dios. Podría haberlo llamado «el asiento del juicio»; podría haberlo llamado «el asiento de la ira»; pero en cambio, cuando Dios estaba entregando los rituales para el día de la expiación, Él estableció la intención de mostrar misericordia a Su pueblo.
Y, sin embargo, como ya hemos visto en muchas de las otras fiestas, para que el pueblo de Dios experimentara esa misericordia, se requería muerte. Levítico 16 incluye una larga lista de sacrificios de animales para esta fiesta y es asombrosa.
Yo soy una granjera, en el campo tengo vacas, ovejas, cerdos, conejos, gallinas; sé un poco sobre animales y lo que se requiere para sacrificarlos. Y cuando lees el gran número y diversidad de animales que hay que matar para el día de la expiación, te sorprendes.
Eran carneros, toros, cabras. Y no como algunas otras fiestas donde se requería solo uno. Se requirió que muchos, muchos, muchos animales fueran sacrificados para este día. Los sacerdotes tenían que estar cubiertos de sangre. Si lees la descripción de esta fiesta, se habla mucho de lo que tenían que vestir los sacerdotes en determinados momentos, y eso es porque tenía que haber momentos en el día de la expiación, cuando sus vestiduras estaban goteando con la sangre de los animales que habían sacrificado.
El día de la expiación proporcionó una manera para que los pecados de los israelitas fueran limpiados a través de la muerte de los animales sacrificados en lugar de sus propias vidas. Pero no quiero que te pierdas algo que es importante, fue un día cruento, un día sangriento.
Para profundizar nuestra comprensión de esta fiesta, necesitamos retroceder un poco en nuestras biblias hasta Éxodo 25. Espero que al estudiar las fiestas busques en muchos lugares de la Biblia y reconozcas que estas fiestas están relacionadas con el Antiguo Testamento, con el Nuevo Testamento y con todas las Escrituras.
En Éxodo 25, los versículos 10 al 22 describen este lugar santísimo; te animo a leer esa descripción porque te dará una idea visual de lo que sucederá en el día de la expiación. Nota también que Dios es muy específico acerca de las medidas de este lugar y los materiales del propiciatorio, esto claramente le importa a Él.
Luego, en Éxodo 26, Dios da instrucciones para las cortinas que conformarían el tabernáculo, y luego un segundo juego de cortinas que rodearían este propiciatorio. Tanto las cortinas como la descripción bíblica de ellas son extremadamente detalladas, y los detalles importan.
En Levítico 16, se instruyó a Aarón que se colocara detrás del velo en el día de la expiación. Espero que no te estés imaginando algunas cortinas tenues que podrían estar colgadas en tu sala; no eran así. Eran muy gruesas y muy pesadas. Dios había dado instrucciones muy claras sobre cómo se suponía que debían ser.
Mientras los sacerdotes levitas realizaban los rituales del día de la expiación, estaban proclamando la verdad milagrosa de que Dios perdonaría misericordiosamente los pecados de Su pueblo ese año, a pesar de su continuo pecado. No porque se lo hubieran ganado, no lo habían hecho. De hecho, en el día de la expiación estoy segura de que seguían pecando. Y, sin embargo, ese día fue Dios mostrándoles Su perdón, Su intención de dar misericordia.
Trata de imaginar, conociendo solo la breve descripción que te he dado de toda la sangre, toda la matanza, el lugar santísimo y toda la nación de Israel reunida mirando con gran expectativa, sabiendo que ese era el día en que sus pecados eran expiados; y no solo los de ellos. Como madre, pienso cuán desesperadamente desearía que se expiaran los pecados de mis hijos. Y sabiendo que gracias a este día, mis hijos podrían volver a ser uno con Dios.
Escucha, sé que son pecadores. Ese versículo de que son pecadores desde su nacimiento es cierto y se vuelve obvio en el momento en que comienzan a hablar. A mí me alegra mucho saber que pueden ser uno con Dios a pesar de su pecado. Este fue un día terrible y maravilloso, pero quiero que te imagines lo que está pasando, quiero que imagines el impacto en sus familias, en su cultura.
Trata de imaginar nuestra cultura teniendo un día al año en el que supiéramos que nuestros pecados podían ser expiados y todo lo que se requería para ver cómo sucedía. Trata de imaginar el impacto, trata de imaginarte parada afuera del tabernáculo. Me imagino estando allí con mis cuatro hijos y susurrándoles que el sacerdote entraría al lugar santo para encontrarse con Dios, para que pudieran ser perdonados.
Debido a que fue muy significativo, me imagino a todos tal vez tomados de la mano y conteniendo la respiración hasta que el sacerdote salió limpio. Después podíamos respirar, porque sabíamos que nuestros pecados habían sido expiados.
Era un día solemne y en cierto modo debieron haber entendido el significado. Lo que no podían saber era que estaban prediciendo la historia de Jesús en la cruz.
Cada año, cuando entraba en el lugar santo, el sumo sacerdote proclamaba el evangelio. Ve más adelante en tu Biblia, a Mateo 27:45-54. Es uno de los lugares donde las Escrituras registran los detalles de la muerte de Cristo. Me obligo a leerlo cada temporada de Pascua, pero fuera de ahí apenas puedo soportarlo.
Estoy tentada a saltarlo ahora. Es difícil de leer, pero necesitamos leerlo, al igual que necesitamos leer los detalles de los sacrificios de animales en la sexta fiesta para entender cómo se conectan.
«Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿lema sabactani?” Esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: “Este llama a Elías”. Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros dijeron: “Deja, veamos si Elías lo viene a salvar”. Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu» (vv. 45-50).
Esas frases «hora sexta» y «hora novena», pueden no significar mucho para ti, pero la hora sexta era el mediodía, lo que significa que la hora novena habría sido las tres de la tarde. Así que para que hubiera oscuridad sobre toda la tierra en el momento en que el sol habría estado en su punto más alto, y la gente habría esperado que hubiera luz como el día, toda la tierra estaba en tinieblas.
«En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: “En verdad este era Hijo de Dios”» (vv. 51-54).
Fue un día cruento y sangriento. Concentrémonos en lo que sucedió en el momento en que Cristo entregó Su Espíritu, está registrado en el versículo 51:
«En ese momento el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron…»
Sin el Antiguo Testamento no podríamos entender que el velo separaba al pueblo de Dios de Su presencia. Ellos no podían ir al lugar santísimo porque su pecado y ese velo es lo que les impedía estar con Él en Su presencia. Y sin el Nuevo Testamento, nunca sabríamos que el velo se rasgó cuando Cristo fue crucificado para que pudiéramos estar en la presencia de Dios. No es porque no seamos pecadoras, lo somos; sino porque Cristo ha abierto un camino para que seamos reconciliadas con Dios. Ya no necesitamos esa pesada cortina porque Jesús se convirtió en el sacrificio sangriento.
Y esas mujeres en mi iglesia, mientras pasaban la cortina, tenían sus biblias y había un pasaje que estaban leyendo en ese momento que les recordaba que sus pecados habían sido expiados, que podían estar en la presencia de un Dios Santo. Es por eso que salieron llorando.
Y una vez más, las fiestas nos recuerdan que la redención de nuestros pecados a través de Jesús no era el plan B de Dios. Aunque los israelitas no podían saberlo, porque Jesús aún no se había sacrificado por los pecados del mundo, ellos proclamaban la esperanza del evangelio todos los años.
Sé que tenemos Navidad, ¡y qué fiesta tan hermosa es esa que celebra la venida de Cristo! Sé que tenemos la Pascua que celebra Su resurrección. Me hace sentir un poco de nostalgia al saber que tenemos Viernes Santo, pero ¿nos damos cuenta de la magnitud de eso?
¿Celebramos lo que Él hizo por nosotros ese día? Estoy celosa de ellos porque tenían un calendario que les señalaba a Jesús, les señalaba la misericordia de Dios una y otra vez. Ellos enseñaban una lección sobre quién es Dios cada año cuando obedecían los mandatos de Dios para el día de la expiación.
Y sin las dos piezas del rompecabezas, el Antiguo y el Nuevo Testamento, este cuadro estaría incompleto. Leeríamos esa lista de sacrificios requeridos por Dios y no la entenderíamos, incluso podría parecernos cruel. Pero necesitamos imaginar toda esa sangre en todas partes, necesitamos imaginar el costo para entender completamente lo que hizo Jesús.
Ahora, muchas de las fiestas tienen una contraparte del Nuevo Testamento.
- La Fiesta de las Primicias se correlaciona con la Pascua.
- La Fiesta de los Panes sin Levadura con la cena del Señor.
- La Fiesta de las Semanas con Pentecostés.
Pero el día de la expiación no tiene un día correlativo como ese, porque no tenemos necesidad de un sacrificio anual por nuestros pecados, porque Jesús fue el sacrificio perfecto sin pecado. Su muerte no expió solo un año de nuestros pecados, sino de una vez por todas.
Encuentro tanta esperanza al saber que Jesús ha expiado todos los pecados que he cometido y todos los pecados que cometeré; todo pecado que mis hijos han cometido y todo pecado que cometerán. Escucha Hebreos 7:27:
«…que no necesita (esto está hablando de Jesús por supuesto) como aquellos sumos sacerdotes (¿cuáles sumos sacerdotes?, esos sumos sacerdotes aquí en Levítico 23) ofrecer sacrificios diariamente, primero por sus propios pecados y después por los pecados del pueblo. Porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando Él mismo se ofreció».
Esa frase«una vez para siempre»es tan hermosa y tan poderosa. Sí, el día de la expiación se trata del pecado y del sacrificio sangriento que se requiere para expiarlo. Pero aún más, el día de la expiación se trata de la gracia; se trata de la gracia de Dios en nuestras vidas.
Tal vez mientras lees esta descripción de la sexta fiesta y del sacrificio de Cristo, tu corazón automáticamente no va a la adoración y la gratitud, sino a la culpa y el temor. Tal vez en lugar de sentarte sobre el peso de tu pecado y estar agradecida de que Jesús lo carga, te sientes aplastada bajo el peso de tu vergüenza.
Lo sé porque esa es mi inclinación, me impulsan los logros y su feo gemelo, el perfeccionismo. Y cuando pienso en el día de la expiación, pienso en lo temerosa que habría estado de ser la única mujer que toda esa sangre no iba a ser suficiente para cubrir.
Y para aquellas de nosotras que estamos acostumbradas a pensar de esa manera, no necesitamos recordatorios de nuestro pecado hoy, ya de por sí estamos pensando en nuestros fracasos 24/7. Para las mujeres como yo que están acostumbradas a pensar así, la píldora más difícil de tragar es la extravagancia de la gracia de Dios y el día de la expiación.
Repasemos la descripción del día de la expiación que se encuentra en Levítico 23 y allí hay un pequeño detalle que quizás hayas pasado por alto la primera vez. Permíteme leer Levítico 23, versículo 28:
«Tampoco harán ningún trabajo en este día, porque es día de expiación, para hacer expiación por ustedes delante del Señor su Dios».
«No harás ningún trabajo» en el día de la expiación. No eran solo las ofrendas de grano y ganado lo que Dios requería para esta fiesta. También tenían que dejar su trabajo y descansar en el día de la expiación. Tanto la entrega de la ofrenda como el compromiso de dejar de trabajar estaban destinados a ser expresiones físicas del corazón de los israelitas hacia Dios.
Dios no necesitaba sus dones, y Dios no necesitaba su descanso. Les estaba pidiendo que dieran pasos de humildad como una expresión externa de su dolor por el pecado. Puede parecer que estamos siendo humildes cuando luchamos por aceptar el regalo de la gracia de Dios. Pero, en realidad, no aceptar que Jesús ha expiado completamente tus pecados y los míos es una forma furtiva de orgullo.
Cuando no aceptamos que la gracia de Dios es suficiente para cubrir nuestro pecado, para transformarnos a Su imagen, estamos viviendo con orgullo porque en última instancia el enfoque está en nosotras. Estamos muy atentas a nuestros pecados, nuestros fracasos, nuestras deficiencias. Escucha, no Dios estaba ausente en el día de la expiación.
No olvidemos que Cristo es Aquel que hizo la obra requerida para que seamos uno con Dios. Nosotras no hacemos ese trabajo, no podemos. Es Jesús quien lo hace. Muchas mujeres que conozco y amo viven como si el día de la expiación todavía estuviera escrito en sus calendarios. Se afligen con vergüenza, culpa, miedo, pavor y ansiedad. Esperan y oran para que sus escasas ofrendas sean suficientes para ganar la aceptación de Dios cuando Él ya se las ha ofrecido.
Si esa eres tú, quiero que me escuches ahora mismo. No eres la única persona para la que la cruz no es lo suficientemente grande. No eres la única mujer en la multitud en el día de la expiación que no puede ser una con Dios. Eres la receptora de una gracia desmedida, elaborada y permanente.
Repasemos Levítico 23 una vez más, versículos 29-30,
«Si alguna persona no se humilla en este mismo día, será cortada de su pueblo. Y a cualquier persona que haga trabajo alguno en este mismo día, a esa persona la exterminaré de entre su pueblo».
El mandato de Dios de descansar es especialmente severo en este día. Tal vez sea porque todas estamos tentadas a seguir trabajando hacia la salvación. Y la sexta fiesta es un precioso recordatorio para toda mujer familiarizada con la vergüenza, para todas nosotras frustradas con nuestro fracaso crónico, para cada una de nosotras que simplemente no podemos imaginar que la gracia de Dios puede cubrir nuestro pecado, por cada vez que perdemos el blanco, por cada momento en que la amnesia espiritual borra nuestros recuerdos, la sexta fiesta es para nosotras.
Somos libres de dejar de vivir como si se requiriera el día de la expiación y descansar en la grandiosa gracia de Dios.
Nancy: Gracias Erin. ¡Qué hermoso es que seamos libres para descansar en la gracia extravagante y asombrosa de Dios! Y permítanme decir que eso es cierto para aquellas que están acostumbradas a pensar de la manera que Erin acaba de describir: con perfeccionismo, en sus propias y fuerzas y la tendencia a tratar de ganar la gracia de Dios. Pero también es cierto para aquellas que tal vez minimizan su pecado, y no son tan conscientes de él y sienten que están bien.
Necesitamos una conciencia, reconocer el peso de lo que hace nuestro pecado para separarnos de Dios, ¡cuán desesperadamente necesitamos Su gracia! Entonces, la gracia de Dios no es preciosa para nosotras si no hemos visto cuán horrible es nuestro pecado y cómo nos separa de Dios.
Señor, muchas gracias por la maravilla de lo que hemos escuchado en estos momentos, por volver a reflexionar sobre el día sangriento y cruento cuando Cristo fue a la cruz por nosotras. El recordatorio que esos hijos de Israel tenían cada año en ese día de la expiación, como la ropa, las manos de los sacerdotes y el área alrededor de los altares estaba corriendo, fluyendo con sangre para recordarnos el alto precio a pagar por nuestro pecado.
Pero luego ver que cuando esa cortina se rasgó en dos en el momento en que Jesús murió, ahora tenemos acceso al Padre debido al sacrificio de Jesús, el Cordero de Dios, a nuestro favor. Te adoramos, te bendecimos, descansamos, confiamos, nosotras celebramos, nos regocijamos, te damos gracias por la maravilla de esa gracia en el nombre de Jesús. ¡Amén!
¡Vaya, qué rico estudio del evangelio y cuán desesperadamente necesitamos ese recordatorio día tras día! Erin, no quiero olvidar nunca la maravilla de lo que Jesús ha hecho por nosotras.
Erin: Yo tampoco.
Nancy: No quiero darlo por sentado, necesito ese evangelio, esa gracia tanto hoy como cuando tenía cuatro años y confié en Jesús para salvarme; Erin, tú tenías quince. Ese fue un día significativo para cada una de nosotras, nuestro día de salvación, pero Su maravillosa gracia no es menos significativa hoy.
Y has revelado aún más sobre este día de la expiación en este estudio bíblico que has escrito de ocho semanas, lo hemos estado mencionando a lo largo de esta serie. Cuéntanos nuevamente un poco sobre lo que las personas pueden esperar cuando abren ese estudio.
Erin: Bueno, puedes esperar adentrarte profundamente en las siete fiestas. Una de mis frases de enseñanza es: «Quienquiera que esté haciendo el trabajo está aprendiendo». Por lo tanto, puedes esperar hacer algo de trabajo, pero puedes esperar que ese trabajo transforme no solo tu comprensión de las siete fiestas, sino que mi deseo va mucho más allá. ¡Mi esperanza es que te enamores de toda tu Biblia!
Nancy: Y puedes hacerlo sola o con un grupo, un grupo pequeño, una clase de escuela dominical, un grupo de oración, lo que sea. Al hacer este estudio encontrarás a Jesús en estas celebraciones sagradas del Antiguo Testamento. ¡Levítico 23 va a quedar marcado en tu Biblia! De hecho, esa página acaba de caerse de mi Biblia ¡gracias a que Erin nos llevó a través de estas fiestas en los últimos días!
Erin, nuestros corazones se han conmovido mucho por lo que has compartido hoy.
¡Nos queda una fiesta más! No querrás perderte el final del capítulo 23 de Levítico mientras terminamos esta serie mañana. Asegúrate de unirte a nosotras nuevamente en Aviva Nuestros Corazones.
Débora: Recordándote la maravilla de la gracia de Dios, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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