
El despertar del amor
Débora: Entre los años 1940 y 1950, Jim Elliot y Elisabeth Howard documentaron su relación en una serie de cartas. Años después, su hija Valerie vio algo muy especial en ellas.
Valerie Elliot Shepard: Como ambos eran lectores profundos de las Escrituras, conocían el concepto de que «la muerte trae vida», y por eso escribían a menudo acerca de morir a sus sentimientos.
Débora: Y con eso, se referían a ¡morir a los sentimientos que tenían el uno por el otro! Hoy, Valerie comparte algo de lo que encontró en las cartas de amor de Jim y Elisabeth Elliot.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 12 de febrero de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Recuerdas la época en que la gente se comunicaba a través de cartas? ¿Cuándo fue la última vez que …
Débora: Entre los años 1940 y 1950, Jim Elliot y Elisabeth Howard documentaron su relación en una serie de cartas. Años después, su hija Valerie vio algo muy especial en ellas.
Valerie Elliot Shepard: Como ambos eran lectores profundos de las Escrituras, conocían el concepto de que «la muerte trae vida», y por eso escribían a menudo acerca de morir a sus sentimientos.
Débora: Y con eso, se referían a ¡morir a los sentimientos que tenían el uno por el otro! Hoy, Valerie comparte algo de lo que encontró en las cartas de amor de Jim y Elisabeth Elliot.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge perdonar», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 12 de febrero de 2025.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Recuerdas la época en que la gente se comunicaba a través de cartas? ¿Cuándo fue la última vez que usaste una estampilla postal en una carta? Y ¿tienes edad suficiente para haber escrito cartas de amor a la persona con la que ahora estás casada? Puede ser que sí o puede ser que no.
En mi relación con Robert, hemos intercambiado más mensajes de texto y correos electrónicos que cartas de amor. Y esta semana hemos estado conversando con Valerie Elliot Shepard, la hija de Jim y Elisabeth Elliot, quienes vivieron esa maravillosa época de escribir cartas. Y hay una historia fascinante sobre sus cartas de amor.
Valerie, bienvenida de nuevo a Aviva Nuestros Corazones. Estamos deseosas de que nos cuentes un poco sobre las cartas de amor de tus padres. Gracias por venir a compartir con nosotras parte de su historia, y de la tuya también.
Valerie: Gracias por recibirme.
Nancy: Y permíteme decir que si te perdiste los episodios anteriores o no estás familiarizada con la historia de Jim y Elisabeth Elliot, asegúrate de visitar AvivaNuestrosCorazones.com para escucharlos, porque Val compartió con nosotras parte de esa fascinante historia que es realmente importante en la historia cristiana. No querrás perdértela, así que pueden regresar y escucharla.
En estos últimos años, Valerie ha recopilado las cartas de amor que sus padres se escribieron, (y nos contará cómo llegó a unirlas en un libro titulado Devotedly, (en español sería Total devoción, pero lamentablemente solo está disponible en inglés).
Entonces Val, tú eres la hija. Tenías diez meses cuando tu padre fue asesinado por una lanza auca en la selva de Ecuador, por lo que no tienes un recuerdo vívido de esa época.
Pero en la bondad y providencia de Dios, quedaron algunas cartas que llegaron a tus manos, las cuales te dieron una imagen mucho más completa de tu papá y el cortejo entre él y tu mamá.
¿Cómo llegaste a tener esas cartas y también los diarios?
Valerie: Bueno, mi madre muy amablemente me entregó un enorme paquete, con su letra legible y en negritas, que decía: «Las cartas de Jim Elliot para Elisabeth Elliot, de 1948 a 1953». Creo que me las dejó cuando yo vivía en California con mis ocho hijos en casa. Ella me dijo: «Val, ahora no tienes tiempo de leerlas, pero algún día querrás hacerlo».
Así que entre 2011 y 2012, cuando mi hija menor estaba terminando sus dos últimos años de secundaria, empecé a buscar esas cartas. Sabía vagamente que mi madre me las había dado. Las había guardado en un lugar seguro, y me llevó un tiempo encontrarlas, hasta que llegué al fondo de un baúl que tenía todo tipo de recuerdos. Y allí estaba este maravilloso paquete de sus cartas para ella.
Cuando ella me las dio, me dijo: «Pero Val, lamentablemente, tu padre destruyó todas mis cartas». Y pensé: ¡Qué triste!, porque mi mamá era una gran escritora. Sin embargo, en el 2012, cuando encontré las cartas, recordé que ella me había dado sus diarios de esos mismos años: de 1947 a 1956, después del fallecimiento de mi padre.
Y yo pensé: Qué tesoro sería juntar lo que ella decía en sus diarios con lo que él decía en sus cartas. Pero cuanto más leía sus cartas y me maravillaba por la hermosa escritura y su compromiso con Cristo en cada una de ellas, más me daba cuenta de lo difícil que sería escribir un libro sin ninguno de sus escritos, excepto por lo que ella decía en sus diarios.
Así que comencé el proceso releyendo los libros de mi madre: La sombra del Todopoderoso, El salvaje, mi pariente, Portales de esplendor, y también volví a leer Las Memorias de Jim Elliot que mi madre había publicado. También leí Pasión y pureza.
Nancy: Y, por cierto, un par de esos libros están disponibles en español y son libros clásicos que vale la pena leer.
Valerie: ¡Totalmente!
Nancy: Así que puedes encontrarlos en tu librería en línea.
Valerie: Así que después de leer los diarios de esos años, todas las cartas, y los libros que ella escribió sobre esa época, decidí: «Bueno, el Señor me ayudará de alguna manera a reunir toda esta información». Pero luego mi madre murió en 2015, y aunque revisé su ático buscando específicamente el diario original de mi padre, no lo encontré…
Me enteré por el encargado de los archivos de la Universidad de Wheaton que los diarios originales se estaban deteriorando, pero que todo el contenido de los diarios originales ya estaba publicado. Además, también me dijo: «No encontrarás nada nuevo», que era lo que yo esperaba.
Mientras revisaba el ático, me encontré con un baúl de Ecuador. Me acompañó una amiga muy querida quien iba sacando con cuidado cada cosa del baúl.
Nancy: ¿Entonces eso estaba en el ático de tu madre?
Valerie: Sí, en el ático de mi madre, en Massachusetts. En el fondo del baúl, mi amiga encontró un pequeño paquete atado con una cinta azul que contenía cartas de mi madre a mi padre. Es una tradición envolver las cartas con una cinta azul si son cartas de amor.
Lo que ocurrió fue que él había destruido los primeros ocho meses de correspondencia de cartas entre ellos.
Nancy: ¿Y sabes por qué?
Valerie: No. Probablemente mi papá no quiso que nadie las leyera jamás.
Nancy: ¿Así que se deshizo de ellas intencionalmente?
Valerie: Sí. Pero creo que cuanto más continuaba la correspondencia, más pensaba mi papá: «Vale la pena guardar estas cartas». Así que cuando las encontré, ¡estaba muy emocionada! Pensé: ¡Es un milagro y un regalo de Dios para mí el poder encontrar estas cartas!
Aunque faltan las primeras, el resto de las cartas que se escribían aproximadamente cada dos semanas y que constaban al menos de cinco a ocho páginas (hermosamente escritas a mano, ya que ambos tenían una gran caligrafía) ¡son un tesoro increíble!
Nancy: ¿Sabes cómo tu madre llegó a tener las cartas que ella había escrito?
Valerie: Bueno, ¡al parecer mi padre las había traído consigo a Ecuador y las había resguardado increíblemente bien de la lluvia! Durante los primeros seis meses de su matrimonio, estuvieron en un lugar con goteras. Así que no sé cómo lo logró, excepto que las tuviera guardadas en una bolsa de plástico. Las cartas nunca se dañaron. Solo había una página de todas sus cartas que tenía algo de tinta borrosa.
Nancy: ¿Y nadie más las había visto?
Valerie: No, nadie más. Estaban escritas con pluma (estilográfica, con ese tipo de tinta. Cuanto más leía las cartas de ella y de él, más pensaba: «¡Esto tiene que publicarse!». Si hubiéramos publicado todas y cada una de las cartas y todos los diarios, ¡habría sido un libro demasiado grueso! La mayoría de la gente no querría leer un libro de cuatrocientas o quinientas páginas.
Así que, en la casa de publicaciones Life Way, dijeron que me ayudarían a decidir cuánto podíamos publicar de cada carta. Las flores que aparecen en la portada del libro, que se les llama no me olvides, son literalmente una imagen de los sobres de mi madre durante al menos seis meses del tiempo que tuvo este tipo de papelería. Esas flores estaban en el sobre y en las esquinas superiores de las cartas.
Nancy: Veo en la portada del libro, una imagen de un sello de tres centavos. ¿Ese era el costo del envío?
Valerie: Sí, ¿te imaginas? A lo largo del libro hay muchas imágenes de sellos, fotos de las cartas y muestras de la caligrafía de mis padres.
Nancy: ¡Y tienes razón al decir que ambos tenían una letra preciosa!
Valerie: Sí. Para mí fue un verdadero tesoro leerlo. Yo sola no hubiera podido hacer la combinación de diarios y cartas. En primer lugar, mi madre había guardado todo en un orden cronológico perfecto, pero tenía que emparejarlos con las entradas del diario. Luego, el editor de Life Way me ayudó haciéndome estas preguntas: «¿Qué significaba esto?», o «¿Dónde estaban?».
Eso me ayudó a incluir mis pequeños fragmentos entre las cartas. Y como mencioné, al principio quería publicarlo todo, pero habría sido demasiado largo.
Nancy: Y Valerie, a medida que leías los diarios y las cartas, y por supuesto, conocías bien a tu mamá y sabías mucho de tu papá, pero ¿cuáles fueron algunos de los momentos en los que descubriste cosas importantes o las conclusiones generales que empezaron a surgir sobre tus padres y su relación?
Valerie: Ambos eran muy buenos escritores y sus escritos hermosos. Cuanto más leía, más pensaba: «¡No puedo creer que escribieran así de bien!».
Nancy: Y eran hermosas en un sentido clásico y no como la escritura de algunas personas hoy en día.
Valerie: Sí, claro. Mi padre era muy poético y sus escritos estaban llenos de descripciones visuales. Mi madre también usaba imágenes, pero no de forma tan dramática como mi padre. Así que leerlas fue una experiencia emocionante. Pero también, empecé a ver temas recurrentes en todas las cartas.
Al principio pensé en hacer un libro con unos diez capítulos de los temas sobre los que escribían. Cuanto más intentaba encontrar fragmentos aquí y allá, más confuso resultaba si no lo hacía cronológicamente.
Jan Wismer, quien ayudó a iniciar el programa radial Gateway to Joy, me dijo: «Val, tienes que hacerlo cronológicamente». Así que eso me ayudó a organizarlo mejor con la ayuda de dos amigas.
Nancy: ¡Eso fue un verdadero trabajo de amor!
Valerie: ¡Realmente lo fue! Estoy muy agradecida por mis ayudantes, porque yo no podría haberlo hecho sola, ni siquiera la transcripción. Tuve dos amigas que transcribieron los manuscritos a formato digital.
Nancy: ¿Transcribieron todos los diarios y todas las cartas?
Valerie: Sí.
Nancy: ¡Guau!
Valerie: ¡Eso fue mucho trabajo!
Nancy: Eso habría sido aún más complicado si fueran mis cartas, ¡porque las mías no son tan legibles comparadas a las de tu mamá y tu papá!
Valerie: Sí, no era difícil leer lo que escribieron, aunque a veces la letra de mi madre en sus diarios era diminuta. Aunque era bonita, ¡su caligrafía era muy pequeña! Así que tenía un diario de cinco años en el que escribió palabras diminutas. A veces era un poco difícil de entender.
Bueno, me preguntaste por cosas que me llamaron la atención. El sufrimiento era algo de lo que hablaban y escribían en casi cada carta.
Nancy: Y tomemos en cuenta que esto ocurrió durante los años previos a su matrimonio, ¡así que eran bien jóvenes! Eran estudiantes universitarios y acababan de salir de la universidad; por lo tanto, no estamos hablando de personas mayores sabias, sino de jóvenes sabios.
Y cuando leo algo de esto, pienso: ¡Él tenía veinte años cuando dijo eso!, o ¡Ella tenía veintiún años cuando escribió aquello! Es importante tener eso en mente.
Valerie: ¡Sí! Pero como eran buenos conocedores de las Escrituras, así como de los clásicos, estaban familiarizados con el tema de que «la muerte trae vida». A menudo escribían sobre morir a sus propios sentimientos, especialmente mi padre. Mi madre era un poco más reservada al compartir sus sentimientos con él, sobre todo cuando aún no estaban comprometidos. Él le había dicho que no se casarían a menos que Dios lo dejara muy claro.
Nancy: Entonces él hablaba de morir a sus sentimientos por ella.
Valerie: Sí.
Nancy: Y él reconocía que tenía sentimientos, pero pensaba que Dios quería que fuera un misionero célibe.
Valerie: Sí. Ellos atravesaron un período turbulento, al menos por tres de los cinco años.
Nancy: ¿En su relación?
Valerie: Sí, porque mi madre no quería expresar nada emocionalmente cargado para mostrar su afecto por él, ya que no sentía que tuviera la libertad de exigir nada, pues él aún no le había pedido que se casaran. Él le había dicho: «Dios nos unió por alguna razón, pero aún no sé si es para casarnos».
Así que intelectual y espiritualmente estaban completamente en sintonía. A menudo compartían citas de Amy Carmichael, o himnos que hablaban del sufrimiento. Sabían que debían morir a sí mismos y que Cristo y la cruz eran lo que debía estar en el centro de su enfoque.
Nancy: Y nosotros tuvimos el privilegio de tener una grabación y escuchar cómo tu madre conoció a Jim en sus días en la Universidad de Wheaton. Elisabeth recordaba cómo ella y tu padre, Jim, se conocieron cuidadosamente antes de permitir que sus emociones se desbordaran. Y Valerie, has mencionado que el sufrimiento era un tema importante en sus cartas.
No es que supieran que él iba a morir en el campo misionero, pero sí que tenían que estar dispuestos a renunciar a esta relación si eso era lo que más honraría al Señor.
Valerie: Sí, pero sabían que, en obediencia a Cristo, debían morir a sí mismos, no necesariamente en cuanto a su relación, sino cualquier cosa, también a sus destinos futuros. Mi madre inicialmente pensó que podría ir a la India, mientras que mi padre estaba bastante seguro de que iba a América del Sur, pero no estaba seguro de qué país específicamente. Finalmente, se concretó que iba a ir a Ecuador.
En un momento dado, pensó que se iba al sur del Océano Pacífico, y en otro momento pensó que se iba a África, así que de nuevo…
Nancy: ¡Podían haber estado a un mundo de distancia!
Valerie: Seguían hablando de este inusual encuentro de mentes y corazones que ellos habían experimentado en el último año de universidad de mi madre y en el penúltimo año de mi padre. Pensaban: ¿Por qué Dios nos juntó? Ambos sabemos que podríamos terminar como misioneros solteros.
Nancy: Entonces, Valerie, mientras leías las cartas que se escribían, tú percibías esa tensión.
Valerie: A veces mi padre era tierno o cariñoso en sus palabras escritas; a veces mi madre parecía muy tranquila y lógica, sin mostrar emoción. Hubo un par de cartas en las que él casi le pedía que dijera algo más afectuoso, pero ella respondía: «¡Pero si no tenemos nada que reclamarnos el uno al otro!». Así que ella se mantenía distante.
Sin embargo, había algunas cartas en las que ella decía lo justo para darle un poco de esperanza o ánimo, quizás ¡como si realmente lo amara! Pero ella no le dijo «Te amo», hasta que se comprometió con él.
Nancy: Y esa es la historia de Robert y mía. ¡Estás contando nuestra historia!
Valerie: ¿En serio? ¿Tú tampoco lo dirías?
Nancy: No, y no digo que esté mal hacerlo, pero a mí no me parecía correcto hacerlo.
Valerie: Y en estos tiempos donde «¡Te amo!» se dice tan fácilmente a cualquiera, muchas veces es expresado a la ligera. Por aquel entonces, las palabras o la frase «te amo» no se oían en casa de los Howard, la familia de mi madre.
Todos los hijos, ya adultos, decían ser conscientes de que sus padres los amaban. Eran padres que disciplinaban, como dice la Biblia: si amas a tus hijos, los disciplinas.
Nancy: Y así era como sabían que eran amados.
Valerie: Lo sabían porque los padres se dedicaban a sus hijos. Por ejemplo, mi abuelo dedicaba todos los sábados por la tarde a sus hijos. Los llevaba a pasear y escuchaban a los pájaros, ya que él era un ornitólogo apasionado. Había un gran compromiso con la familia, con la lectura diaria de las Escrituras y con la oración.
Pero no fue hasta que mi madre se fue a los catorce años que ella vio en la carta que su madre le escribió, la frase: «Con mucho amor, mamá». Y pensó: Sabía que mis padres me amaban, pero no lo escuchábamos. No decían «Te amo» como lo decimos tan libremente hoy en día.
Nancy: Así que ella no iba a expresar esos sentimientos tan fácilmente con Jim.
Valerie: Así es, eso significaba mucho para ella, y sentía que no debía decirle algo así a menos que estuvieran realmente comprometidos a casarse. Esto realmente se debía a que su padre le había enseñado a sus cuatro hijos (a los hermanos de mi mamá) que no se le dice a una mujer que la amas a menos que estés listo para pedirle que se case contigo.
Nancy: Así que Jim no sentía lo mismo. Él sí estaba dispuesto a decirlo.
Valerie: Bueno, él dijo «Te amo» tal vez una o dos veces en el primer año de su relación. Y a medida que continuaban esta conversación sobre lo que significaba seguir a Cristo y amarse mutuamente (mi padre usaba principalmente esa expresión), más se hacía evidente la lucha de: «¿Qué hacemos con esto?».
Hay una carta que me hizo mucha gracia. Mi madre escribió una larga carta de once páginas sobre lo que era la verdadera amistad entre cristianos. Para ella, un hombre y una mujer, como cristianos, podían amarse verdaderamente en Cristo, pero la amistad era dada por Dios y debía ser honorable y santa ante Él. Pero no era un romance.
Así que, ella le escribió esta larga carta explicando de manera lógica cómo podían ser verdaderos amigos, compartiendo la mente y el corazón, pero todavía sin compromiso de matrimonio. Ella esperaba ansiosa a que él contestara lo que pensaba de su carta, porque ella había orado y reflexionado mucho sobre lo que había escrito.
Él esperó varias semanas y, finalmente, le contestó: «He leído tu larga carta… ¡y no le encuentro sentido! Por lo tanto, no voy a responder nada». Lo cual fue terriblemente decepcionante para ella porque había pensado mucho en ello. Una vez más, él quería escuchar palabras emocionalmente cercanas.
Nancy: Y esa fue una pista de dónde estaba el corazón de tu madre.
Valerie: Exacto. Así era ella.
Nancy: Y, sin embargo, está claro en sus diarios que su corazón estaba siendo atraído por él, y que ella también estaba luchando con la pregunta de si era la voluntad de Dios. Pero ella también esperaba que él se declarara o tomara la iniciativa. ¡Esto es tan anticuado!
Eso es lo que parecería hoy en día, pero hay algo tan dulce y hermoso que creo que nos perdemos en estos tiempos por no tener ese sentido de dominio propio y la espera, la voluntad de esperar.
Valerie: Y debo decir que en aquel entonces se enseñaba a retrasar la gratificación. Hoy en día parece que cada vez hay menos padres que enseñan a sus hijos a esperar por cosas que se pueden apreciar mejor si han trabajado duro y se han esforzado por conseguirlas; como un carro, por ejemplo, si han estado trabajando para ahorrar dinero para tener un carro.
Hay tantos padres o abuelos que regalan carros a los adolescentes sin la expectativa de que aprendan a ser responsables ganándose primero el dinero. Creo que la historia de mis padres es hermosa porque lo que compartieron era atemporal en su deseo de entregar sus vidas y seguir a Cristo.
Cuando estaban sentados en un cementerio en la Universidad de Wheaton, unos días antes de la graduación de mi madre, la luna salió detrás de ellos. La luz de la luna proyectó la sombra de una cruz alta de piedra justo entre ellos mientras estaban sentados en una banca.
Se sentaron en silencio mientras pensaban en su compromiso con Cristo y en el hecho de que tendrían que morir a sus sentimientos para entender lo que Cristo quería para ellos, y si Él les permitiría casarse. Su amor era real, profundo y hermoso, pero también era algo que debían dejar en el altar.
Débora: ¡Guau! ¡Qué historia tan hermosa! Hemos estado escuchando una conversación entre Nancy DeMoss Wolgemuth y Valerie Shepard, quien descubrió muchas de las cartas de amor de sus padres en un baúl en el ático. ¿No te dan ganas de buscar papel y sentarte a escribir una carta de verdad?
Valerie recopiló muchas de esas cartas en un libro titulado Devotedly (Total devoción, en español) , que es como Jim Elliot solía firmar sus cartas para Elisabeth.
El subtítulo es Las cartas personales y la historia de amor de Jim y Elisabeth Elliot (este recurso solo está disponible en inglés).
Y bien, el día de mañana continuaremos esta conversación junto a Valerie. ¡Te esperamos!
Ayudándote a amar de una manera centrada en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
Únete a la conversación