
El costo fue pagado: el sacrificio expiatorio de Cristo
Débora: ¿Alguna vez has creído que debes esforzarte más para ser una buena persona? Una amiga de Nancy DeMoss Wolgemuth creía lo mismo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recientemente recibí un correo electrónico de una mujer que expresó una lucha que, y creo que estarás de acuerdo, que es común a nuestra condición humana caída. Esto es lo que ella dijo:
«He pasado por muchas batallas tratando de ser lo suficientemente buena, tratando de ganarme la gracia de Dios, caminando con mucho cuidado para no ofenderlo, pensando que Dios me iba a rechazar si hacía algo mal».
¿Cuántas de ustedes serían lo suficientemente honestas como para decir que han experimentado una batalla como esa en sus propias vidas?
Débora: Hoy Nancy nos enseñará el lugar en el cual podemos encontrar alivio para esa batalla.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de …
Débora: ¿Alguna vez has creído que debes esforzarte más para ser una buena persona? Una amiga de Nancy DeMoss Wolgemuth creía lo mismo.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recientemente recibí un correo electrónico de una mujer que expresó una lucha que, y creo que estarás de acuerdo, que es común a nuestra condición humana caída. Esto es lo que ella dijo:
«He pasado por muchas batallas tratando de ser lo suficientemente buena, tratando de ganarme la gracia de Dios, caminando con mucho cuidado para no ofenderlo, pensando que Dios me iba a rechazar si hacía algo mal».
¿Cuántas de ustedes serían lo suficientemente honestas como para decir que han experimentado una batalla como esa en sus propias vidas?
Débora: Hoy Nancy nos enseñará el lugar en el cual podemos encontrar alivio para esa batalla.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 7 de abril de 2025.
A tan solo días de Semana Santa, estamos en medio de una serie titulada «Incomparable». Aquí está Nancy.
Nancy: La mayoría de las religiones del mundo intentan abordar los problemas del pecado, la culpa y la separación de Dios diciéndonos lo que debemos hacer para ganarnos Su favor. El cristianismo, por otro lado (y exclusivamente el cristianismo), aborda esos problemas diciéndonos lo que Dios ha hecho por nosotros para proveer perdón para nuestros pecados y hacer posible que los humanos pecadores se reconcilien con Él.
La respuesta de Dios, y la única respuesta a nuestro fracaso, al nuestro pecado y culpa, no es esforzarnos más, sino que se encuentra en la obra expiatoria de Cristo en la cruz. Esta sesión sobre la obra expiatoria de Cristo es donde se reúne todo lo que hemos visto hasta ahora sobre el Señor Jesús durante las últimas semanas. Aquí es donde todo culmina. Este es el punto crucial de Su vida.
¿Sabes lo que significa el punto crucial? El punto crucial fue la cruz. Este es el final de todo. Por eso Él vino a la tierra. Esta es la única manera en que los humanos pecadores podemos tener alguna esperanza de acercarnos a un Dios santo.
Es la obra expiatoria de Cristo lo que lo hace verdaderamente incomparable, porque como señala Oswald Sanders en el libro El Cristo Incomparable, a diferencia de cualquier otro ser humano: «La muerte de nuestro Señor no fue un incidente en Su vida, sino el propósito mismo de ella». Esto es lo que hace que el cristianismo no sea simplemente otra «religión», sino «la verdad», la verdad.
Ahora bien, la palabra «expiación» es importante. Es el mensaje central de la Biblia y es una de las palabras más importantes de toda la Biblia. Expiación tiene un significado profundo. Si dividimos la palabra, Ex-piar. «Ex» del prefijo fuera de, o eliminación, y «piar», piadoso o devoto, hace referencia a apaciguar, purificar o reparar una falta.
Expiar es hacer desaparecer una culpa o purificar una falta a través de un sacrificio. La «expiación» es la manera en que los pecadores pueden reconciliarse con un Dios santo. En primer lugar, requiere que nuestro pecado contra Él sea pagado.
En el idioma hebreo, la palabra expiación se puede traducir, kaphar, su significado principal es «cubrir». Quizás estés más familiarizada con la forma verbal de esa palabra, kippur: Yom Kippur (cubrir algo), el día de la expiación. Esta raíz de la palabra se usa aproximadamente 150 veces en el Antiguo Testamento y está relacionada con dos cosas: primero, el perdón de los pecados; y segundo, con la reconciliación con Dios.
La expiación es la historia de cómo Dios ha provisto una vía para que la humanidad, que está separada de Él, sea perdonada de sus pecados y reconciliada con Él. Algunas de ustedes han escuchado esto millones de veces, y es posible que hayas perdido el sentido de asombro, como confieso que a menudo me pasa. Pero quiero animarte a que le pidas a Dios que te ayude a escucharla hoy con oídos frescos, como si nunca antes hubieras escuchado esta historia.
Quizás para otros, cuando hablamos de expiación, este es un concepto teológico que quizás tú nunca has entendido, y ciertamente nunca has podido comprender. Pero déjame decirte que hoy podría ser el día en que te reconcilies con Dios al darte cuenta de que Cristo expió tus pecados con Su muerte en la cruz.
Permíteme resumir esa muy, muy antigua historia de Jesús y de Su amor, que me encanta contar. Aquí hay un resumen:
- Dios nos creó para disfrutar de una relación íntima y disfrutar de comunión con Él.
- Nosotros le desobedecimos. Elegimos seguir nuestro propio camino independiente y elegimos rebelarnos contra Su Palabra, Su voluntad y Su camino.
- «La paga del pecado es muerte», es la separación eterna de Dios. Nosotros fuimos creados por Él, para tener comunión íntima y eterna con Él. Pero ahora estamos separados, el acceso a Él fue cortado. Él es demasiado santo para mirar el pecado; muy limpio de ojos para ver el mal. Esto se ve representado en el templo del Antiguo Testamento, donde cualquiera que entrara al Lugar Santísimo, donde moraba la gloria Shekinah, la presencia de Dios. ¿Recuerdas lo qué pasaría con esa persona? ¡Moría al instante!, porque «La paga del pecado es muerte»: no hay comunión con Dios, no hay relación con Dios (Rom. 6:23). Hay una barrera; existe una pared. Si sientes que no puedes acercarte a Dios, ¡es porque no puedes! Y no puedes porque eres pecadora. Eres rebelde, igual que yo. Pero ese no es el final de la historia, y gracias y gloria a Dios por eso.
- Dios nos ama. Él quiere que seamos reconciliadas con Él; Él quiere que tengamos comunión con Él. Pero Su santidad y Su justicia requieren que se pague por el pecado. Él no puede violar Su carácter santo. Entonces, en la eternidad pasada, antes de que el hombre pecara (¡entiende esto!), Dios ideó un plan para restaurarnos con Él, mientras al mismo tiempo satisfacía Él Su justa ira contra el pecado. Ese plan requirió el derramamiento de sangre.
Hay cuatro palabras importantes involucradas en todo el concepto de la expiación. Quiero darte esas palabras y espero que las recuerdes, que no las olvides. Anótalas. Medita en ellas. Aquí están las cuatro palabras: pecado, sacrificio, sustituto y satisfacción. Te las repito: pecado, sacrificio, sustituto y satisfacción.
Volviendo al Antiguo Testamento, el antiguo pacto, Dios instituyó la ofrenda de sacrificios por el pecado. Cuando el pueblo pecaba, traían un animal (un cordero, un toro, una cabra) y lo llevaban al sacerdote. Ese animal inocente moría, no por su propio pecado. El animal no había pecado; el pueblo había pecado.
Cuando pecaban, traían a este animal inocente, y era matado y sacrificado como sustituto en lugar del pecador que ofrecía el cordero, es decir, el pecador que merecía morir. El pecador no moría; moría el cordero. Así quedaba satisfecha la justa justicia y la ira de Dios. Pecado, sacrificio, sustituto y satisfacción. El pecador era perdonado y reconciliado con Dios y con la comunidad del pacto: la expiación.
Hay muchos pasajes en el Antiguo Testamento, particularmente en el libro de Levítico, que muestran este proceso. Permítanme leer un pasaje del capítulo 4 de Levítico, que comienza en el versículo 27. Dice así:
«Y si es alguien del pueblo el que peca inadvertidamente, haciendo cualquiera de las cosas que el Señor ha mandado que no se hagan, y se hace así culpable, y se le hace saber el pecado que ha cometido, traerá como su ofrenda una cabra sin defecto por el pecado que ha cometido. Pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda por el pecado [se identifica así con el animal] y la degollará en el lugar del holocausto».
El animal es matado simbólicamente en lugar del pecador que merece morir.
Versículo 30:
«Entonces el sacerdote tomará con su dedo de la sangre y la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto, y derramará todo el resto de la sangre al pie del altar… Así el sacerdote hará expiación por él y será perdonado [reconciliado]» (vv. 27-31).
En Levítico capítulo 16, vemos que una vez al año, el décimo día del séptimo mes, los israelitas celebraban Yom Kippur. ¿Recuerdas esa palabra kippur: cubrir? Era el Día de la Expiación. En ese día tan especial, el sumo sacerdote llevaba la sangre de los animales sacrificados al Lugar Santísimo del templo y la rociaba sobre la cubierta del Arca de la Alianza, el lugar donde habitaba la majestuosa y santa presencia de Dios. Él primero tomaba sangre para cubrir su propio pecado, y luego sangre para cubrir y pagar por el pecado y en nombre del pueblo. Levítico 16:30 dice:
«Porque en este día [Yom Kippur, el Día de la Cobertura] se hará expiación por ustedes para que sean limpios; serán limpios de todos sus pecados delante del Señor».
¡Uf! Limpio, reconciliado, restaurado. Pero hay un problema. Todas esas cosas sobre las que acabamos de leer (Yom Kippur, la sangre, los animales, el altar, el templo, el Lugar Santísimo) eran solo tipos, imágenes y símbolos. Eran sombras de una realidad mayor. Representaban y presagiaban la expiación total que aún estaba por llegar.
Dejame leerte el capítulo 10 de Hebreos. Por cierto, Hebreos (que acabo de leer nuevamente en mi tiempo devocional) cobra mucho más sentido cuando lo leemos en el contexto de las cosas que leímos en el libro de Levítico.
Hebreos 10, comenzando en el versículo 1, dice:
«Pues ya que la ley solo tiene la sombra de los bienes futuros y no la forma misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que ellos ofrecen continuamente año tras año, hacer perfectos a los que se acercan. [Hay una limitación para esos sacrificios. Hay un límite para esos sacrificios]
De otra manera, ¿no habrían cesado de ofrecerse, ya que los adoradores, una vez purificados, no tendrían ya más conciencia de pecado? Pero en esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados» (vv. 1-4).
Estos sacrificios del Antiguo Testamento no podían limpiar las conciencias culpables. No podían hacer que la gente estuviera bien con Dios. Señalaban un sacrificio futuro, un Salvador, un Mesías que salvaría al pueblo de Dios de su pecado. Así que día tras día, año tras año, mientras los israelitas imponían sus manos sobre esos animales para el sacrificio, estaban haciendo dos cosas.
Se estaban identificando a sí mismos y a su pecado con ese animal: ese cordero, ese toro, ese macho cabrío que estaba muriendo en su lugar; y estaban expresando fe en la provisión completa que Dios algún día haría mediante el sacrificio del Mesías: el propio Hijo de Dios.
Entonces, en ese contexto de esas ofrendas sacrificiales que no podían perdonar permanentemente a una persona o limpiar su conciencia del peso y la culpa del pecado, llegamos a ese día asombroso en el que Juan el Bautista ve a Jesús viniendo hacia él en el Jordán y le dice:«Ahí está [¡Miren!] el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn. 1:29).
¿Qué acabamos de leer? Era imposible que la sangre de toros y machos cabríos quitara los pecados. Estaban marcando el tiempo, señalando, apuntando un mejor sacrificio. Pero ahora viene este sacrificio supremo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Jesús era el Cordero de Dios sin defecto. Vivió una vida santa y sin pecado. Y entonces un día fue arrestado; fue juzgado como un infractor de la ley, un criminal, un pecador. Fue condenado a morir, y era necesario que así fuera, ya que estaba tomando el lugar del pecador.
Hebreos 9 lo dice de la siguiente manera:
«Entró al Lugar Santísimo una vez para siempre, no por medio de la sangre de machos cabríos y de becerros, sino por medio de Su propia sangre, obteniendo redención eterna…pero ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, se ha manifestado para destruir el pecado por el sacrificio de sí mismo» (vv. 12, 26).
Y casi podría escuchar «¡Aleluyas! ¡Gracias, Señor!».
El Cordero de Dios sin pecado murió como nuestro sustituto, en nuestro lugar, e hizo expiación por nuestros pecados. Hay tantas Escrituras, tanto en el Antiguo y Nuevo Testamento, que señalan a la muerte de Cristo. Él no fue un mártir; Él no murió simplemente para mostrarnos cómo morir, como escuché una vez decir a uno de esos palabreros en una iglesia. Pensé que me iba a desmayar al escuchar esta lección sobre cómo murió Jesús para mostrarnos a todos cómo morir cuando llegara nuestro momento.
Fui a casa; me senté al piano, toqué y canté todas las estrofas de un himno que dice que Él murió como nuestro sustituto, en nuestro lugar.
Escucha estos versículos:
Isaías 53:4-6:
«Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, Y cargó con nuestros dolores. Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y afligido. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por Sus heridas hemos sido sanados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada cual por su camino; pero el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros».
Gálatas 2:20 habla de «el Hijo de Dios el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí», dos de las palabras más preciosas de toda la Palabra de Dios.
2.ª Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él».
Gálatas 3:13: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros, porque escrito está: “maldito todo el que cuelga de un madero”».
1.ª Pedro 2:22, 24:«El cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en Su boca… Él mismo llevó nuestros pecados en Su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por Sus heridas fueron ustedes sanados».
¡Alabado sea el Señor! Él obedeció perfectamente la ley de Dios que nosotras habíamos quebrantado. En la cruz tomó el castigo que merecíamos. El Justo sufrió por los injustos, en nuestro lugar, por nosotros, por ti, por mí.
John Stott lo dice de esta manera:
«La esencia del pecado es que el hombre se sustituye por Dios, mientras que la esencia de la salvación es que Dios se sustituye por el hombre. El hombre se afirma contra Dios y se sitúa donde solo Dios merece estar; Dios se sacrifica por el hombre y se pone donde solo el hombre merece estar».
Hemos hablado del Día de la Expiación. La Pascua era otra celebración anual realmente importante en el Antiguo Testamento. Ese fue el día, como recordarán, en el que se mataba a los corderos expiatorios y se derramaba la sangre para que Dios pasara por alto los pecados de Su pueblo cuando viera la sangre rociada sobre los postes de las puertas. Durante la semana de Pascua, Jerusalén se llenaba con los balidos de cientos de miles de corderos que se ofrecían como sacrificio.
El Señor Jesús, el Cordero de Dios, fue crucificado el día de la preparación de la Pascua, a la misma hora en que se sacrificaban los corderos para el sacrificio, y sus balidos se escuchaban por toda Jerusalén. La sangre de esos animales sacrificados era arrastrada por el agua a través de un profundo canal en el suelo.
Alguien me acaba de enviar una foto de esto. Se llama el canal de sangre, y esa sangre y esa agua drenaban desde el templo hacia el valle de Cedrón. Eso me recuerda que:
«Hay un precioso manantial
De sangre de Emmanuel
Que purifica a cada cual
Que se sumerge en él».1
Recientemente recibí una carta de una mujer que decía:
«Cuando llegué a la cárcel por primera vez siendo una joven de veintisiete años, estaba segura de que Dios nunca perdonaría a una asesina como yo. Solo por la gracia de Dios escuché la verdad que me hizo libre para confiar en la sangre de Cristo como el pago por mi vida de pecadora».
Eso, amigas, es el evangelio. Esa es la expiación. Él murió por nosotras.
Estoy pensando en mi querida amiga Valerie, que ha estado en muchas de estas sesiones de grabación. Yo he contado esta historia antes, pero nuevamente me viene a la mente cómo ella llegó a un estudio bíblico en mi casa hace años. Vimos la semana del Viernes Santo, la Semana de la Pasión, un video de La película de Cristo.
Esta mujer había estado en la iglesia toda su vida. Había visto ilustraciones y oído historias sobre la crucifixión toda su vida, pero algo sucedió cuando ella vio esa película. Más tarde, cuando lo vio colgado en la cruz, me dijo: «Me di cuenta de que Él hizo eso por mí. Él no merecía estar allí; yo debía haber estado allí. Él murió en mi lugar».
Esa noche Valerie puso sus ojos en Cristo. Ella creyó; ella se arrepintió. Ella recibió la muerte sacrificial y sustitutiva de Cristo en su lugar. Sus pecados fueron perdonados y ella fue reconciliada con un Dios santo. Eso es la expiación.
En estos días les presenté a mi amigo del siglo XIX, F. W. Krummacher, quien escribió este maravilloso libro titulado El Salvador sufriente. Déjenme leerles lo que tiene que decir acerca de la expiación. Él dice:
«Nuestro infierno se apaga en las “llagas” de Jesús; nuestra maldición se consume en el alma de Jesús; nuestra culpa se limpia en la sangre de Jesús. La espada de la ira de un Dios santo fue necesariamente desenvainada contra nosotros… Ni un solo individuo habría escapado de la espada, si el Hijo de Dios no hubiera soportado el golpe y asumido el pago de nuestras deudas.
No le sucedió nada más ni menos que lo que estábamos destinados a sufrir nosotros a causa de nuestros pecados. ¡Qué don tan indescriptible poseemos en el Cordero sangrante! ¿Se le rendiría demasiado honor si toda nuestra vida fuera una continua adoración a Su Nombre?».
Y se puede ver ese espíritu de adoración y gratitud en muchos de nuestros himnos, particularmente en los antiguos. Así que permítanme leerles algunas estrofas que creo que les resultarán familiares a la mayoría de ustedes (todas escritas en el siglo XIX):
«Cuando he caído en tentación
Y al sentir condenación
Al ver al cielo encontraré
Al inocente quien murió.
Y por Su muerte el Salvador
Ya mi pecado perdonó
Pues Dios el justo aceptó
Su sacrificio hecho por mí
Su sacrificio hecho por mí»2
Y luego este:
«Entre mofas y dolor
Mi lugar, Jesús tomó.
Con Su sangre me salvó.
¡Aleluya! ¡Cristo Salva!
Por el vil y transgresor,
El Cordero en perfección
Hizo plena expiación.
¡Aleluya! ¡Cristo salva!»3
Y luego este otro:
«Feliz yo me siento, al saber que Jesús
Libróme del yugo opresor
Quitó mi pecado, clavolo en la cruz
Gloria demos al buen Salvador».4
No sé cómo decirlo de manera más simple o más clara de lo que acabo de decir. Creo que hay algunos que escuchan mi voz hoy y que, quizás por primera vez, han tenido los ojos abiertos a la obra expiatoria de Cristo y lo que eso significa para ustedes. Te diste cuenta de que Él sufrió allí en tu lugar. Él tomó tu pecado sobre Sí mismo.
Hoy, al arrepentirte de tu pecado y poner tu fe en Cristo y en Su expiación sustitutiva a tu favor, puedes ser limpia. Puedes ser completamente perdonada por cada pecado que hayas cometido contra un Dios santo. Más que eso, puedes reconciliarte por toda la eternidad con ese Dios santo. La comunión restablecida. Ninguna condenación, ningún juicio, ninguna ira jamás vendrá sobre ti porque cayó sobre Cristo. Di: «Señor, creo. Te recibo».
Y a mis amigas cristianas, mi oración es que hoy el sentido de asombro haya sido restaurado, un sentido de fresco de la maravilla de lo que significa que Cristo haya muerto en nuestro lugar.
«Oh maravilla de Su amor
Por mí murió el Salvador». 5
¡Aleluya, aleluya! ¡Qué gran Salvador! Amén.
Débora: Este mensaje de Nancy es parte de la serie «Incomparable». Su libro del mismo título aborda los temas que escuchas en esta serie.
Si aún no has adquirido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com.
Ahora, esta serie, «Incomparable», ha sido profundamente significativa para las oyentes que la han seguido cada día durante estas semanas. Una misionera en Sudáfrica, escucha el pódcast y nos escribió para contarnos que esta serie la ha animado mientras se preparaba para enseñar a otras mujeres acerca de Cristo.
Una oyente nos dijo: «Esto es exactamente lo que necesitaba».
Y otra nos escribió: «Estoy orando durante este estudio para poder disfrutar de una cercanía con Jesús de una manera nueva, refrescante y creciente».
Podemos llegar a estas mujeres en gran parte gracias a nuestras colaboradoras mensuales del ministerio. Este es un grupo especial de personas que creen en lo que Dios está haciendo a través de Aviva Nuestros Corazones y están dispuestas a orar por nosotras regularmente y apoyarnos financieramente cada mes.
Entonces, si te estás beneficiando de Aviva Nuestros Corazones, ¡agradece a una colaboradora mensual de Aviva Nuestros Corazones!
Y si deseas ser parte de nuestro equipo de colaboradoras mensuales, visita AvivaNuestrosCorazones.com para ver más detalles. ¡De antemano te damos muchas gracias!
Los historiadores nos dicen que la crucifixión romana fue tan dolorosa que los ejecutados a menudo maldecían y gritaban. Así que las primeras palabras que salieron de la boca de Cristo mientras estaba crucificado fueron muy sorprendentes. Comenzaremos a explorarlas en el próximo episodio aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
¹ Hay un precioso manantial, William Cowper
² Ante el trono celestial, Charitie Lees Bancroft
³ Cual varón de gran dolor, Philip B. Bliss
⁴ Estoy bien, Philip P. Bliss
⁵ Maravilloso es el gran amor, Thomas Campbell
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la series de podcast.
Únete a la conversación