El cordón escarlata
Carmen Espaillat: ¿Alguna vez has pensado que Dios no puede amarte?
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Su fe la llevó a la obediencia. Su fe produjo el fruto de la obediencia, y su obediencia fue precisa, incluso en algo aparentemente tan insignificante y trivial como, «ata un cordón escarlata a tu ventana».
Carmen: El personaje bíblico Rahab comunicó algo muy importante al hacer algo muy sencillo. Hoy Nancy nos recuerda que hay esperanza para todas, sin importar nuestros pecados pasados. Este es el cuarto programa de la serie titulada, «Rahab y el hilo de la redención».
Nancy: Me encanta la historia de Rahab que estamos estudiando en esta serie, porque es una grandiosa ilustración del gran Dios redentor que tenemos. Vemos en su vida, en esta parte, algunas evidencias del evangelio, indicios de …
Carmen Espaillat: ¿Alguna vez has pensado que Dios no puede amarte?
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Su fe la llevó a la obediencia. Su fe produjo el fruto de la obediencia, y su obediencia fue precisa, incluso en algo aparentemente tan insignificante y trivial como, «ata un cordón escarlata a tu ventana».
Carmen: El personaje bíblico Rahab comunicó algo muy importante al hacer algo muy sencillo. Hoy Nancy nos recuerda que hay esperanza para todas, sin importar nuestros pecados pasados. Este es el cuarto programa de la serie titulada, «Rahab y el hilo de la redención».
Nancy: Me encanta la historia de Rahab que estamos estudiando en esta serie, porque es una grandiosa ilustración del gran Dios redentor que tenemos. Vemos en su vida, en esta parte, algunas evidencias del evangelio, indicios de la manera en que Cristo vino al mundo para redimir a los pecadores. Vamos a ver esto a medida que continuemos en esta historia.
Si tienes tu Biblia, estamos en el libro de Josué, capítulo 2. Rahab acababa de hablarle a los dos espías que habían llegado hasta su casa…. Rahab tenía el trasfondo de prostituta, pero estamos viendo que la fe había echado raíces en su corazón.
No está claro si todavía ella estaba envuelta en la prostitución en este punto. Los comentaristas no se ponen de acuerdo con esto, y creo que la razón es porque no estamos seguros de en qué momento de su vida se encontraba, pero mientras más estudio el pasaje, más me convenzo de que en el pasado reciente, ella había llegado a poner su fe en el Dios de Israel, basada en las historias que había escuchado, con información limitada, su fe se había despertado, había tomado vida en su corazón.
Yo creo que ella se había convertido, y si no lo había hecho, estaba en el proceso de nacer de nuevo en el sentido del Antiguo Testamento; o bien acababa de salir de su prostitución o sin duda estaba en el camino de dejar su oficio mientras más conocía de la Palabra y de los caminos de Dios.
Ella hace esta declaración increíble, esta declaración de fe: «Yo he oído, creo que tu Dios es el Dios de los cielos y de la tierra, pero los dioses que hemos estado adorando en Canaán durante todos estos años, toda mi vida, no son verdaderos dioses. Yo creo en tu Dios». Ella les había pedido a los espías, sabiendo que los israelitas iban a tomar Canaán y que iban a destruir a Jericó, y que estaban destinados al juicio, ella les dijo, «Por favor, perdónenme, y por favor perdonen a mi familia».
Así que déjenme seguir con el versículo 12. Ella dice,
«Ahora pues, juradme por el SEÑOR, ya que os he tratado con bondad, que vosotros trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una promesa segura de que dejaréis vivir a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, con todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte» (vv.12-13)
Así que ella suplica por misericordia. Ella sabe que ella no la merece, pero ella está apelando al Dios de Israel, Jehová, el Dios que estos hombres representan, para que tengan misericordia de ella. Ella les pide a estos hombres hacer un juramento. Algunas de sus traducciones dicen un «compromiso». «Júrenme, prométanme que tratarán con bondad a mí y a mi familia, y que librarán nuestras vidas de la muerte como yo he librado las suyas.»
En el versículo 14, ellos hacen el juramento, una promesa de no hacerle daño.
«Y los hombres le dijeron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no revelais nuestro propósito (si no nos entregas); y sucederá que cuando el Señor nos dé la tierra (lo cual ella ya les había dicho a ellos que sabía; no si acaso sucediera, sino que el Señor les entregaría la tierra), te trataremos con bondad y lealtad.
Entonces, ellos le dan tres condiciones que son necesarias para que este juramento sea válido. El versículo 17 dice,
«Y los hombres le dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento que nos has hecho hacer, a menos que, cuando entremos en la tierra, (aquí está la primera condición), primero: ates este cordón de hilo escarlata a la ventana por la cual nos dejarás bajar. (Volveremos a esto en breves momentos).
Numero dos:
Y reúnas contigo en la casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la casa de tu padre. (Si ellos van a ser salvados, ellos tienen que venir a esta casa, a tu casa). Y sucederá que cualquiera que salga de las puertas de tu casa a la calle, su sangre caerá sobre su propia cabeza, y quedaremos libres. Pero la sangre de cualquiera que esté en la casa contigo caerá sobre nuestra cabeza si alguien pone su mano sobre él.
Aquí está la tercera condición, en el versículo 20,
Pero si divulgas nuestro propósito, quedaremos libres del juramento que nos has pedido hacer.
Así que tres cosas: primero, ella tiene que tomar el cordón de hilo escarlata y atarlo a la ventana. (Vamos a hablar hoy y la próxima sesión sobre el cordón de hilo escarlata). Segundo, tienes que traer a toda tu familia a esta casa, y tercero, no nos puedes delatar. No puedes decirle a nadie. Debes prometer mantenerlo en silencio. Versículo 21:
Y ella respondió (y me encanta esta respuesta): Conforme a vuestras palabras, así sea. De acuerdo a sus palabras, así sea. Ella tomó su palabra. Ella confió en ellos.
Y los envió, y se fueron; y ella ató el cordón escarlata a la ventana.
¿Qué fue lo primero que ella hizo cuando ellos se fueron? Ella cumplió la primera condición. Sin retraso. Inmediatamente, ella hizo lo que se le dijo que hiciera. Es como si ella no hubiera tenido otra cosa más importante que hacer. Había un sentido de urgencia. «Si él ha dicho, y si ese Dios que ellos representan ha dicho que tengo que atar este cordón de hilo escarlata en la ventana, entonces esto es lo que debo hacer». Ella obedece al instante.
Vemos, pues, esta progresión en la vida de Rahab, la prostituta, la cananea. En primer lugar, ella vio su difícil situación. Ella vio su necesidad. Ella era parte de una ciudad que estaba destinada a la destrucción, y ella era uno de los pecadores en la ciudad que merecía morir. Entonces se dio cuenta de que ella era incapaz de salvarse a sí misma. Ella no les dijo a estos hombres: «Creo que voy a tratar de salir de esta ciudad. Voy a tratar de sacar a mi familia para escapar».
Ella sabía que no había manera de que pudiera salvarse, (estamos viendo indicios del evangelio). Sin embargo, ella creía que podía ser salvada. Entonces, ¿qué hizo ella? Ella se aferró al salvavidas. Ella se aferró al Dios de Israel para obtener misericordia. Ella sabía que Él era su única esperanza.
Luego, ella evidencia su fe, la fe que Dios ya había puesto en su corazón, obedeciendo la condición que se le había dado. ¿Y cuál fue la primera condición? Atar el cordón de hilo escarlata en la ventana. Lo ató a la ventana. Ella obedeció. Esa obediencia demuestra su fe. Ella demostró su fe. Ella creía que se salvaría, así que puso el cordón escarlata, lo colgó por la ventana en la pared de su casa que como recordarás estaba en la muralla exterior de la ciudad.
Así que su casa estaba en lo alto de la muralla y el cordón colgaría hacia abajo. No sabemos cuánto tiempo pasó, pero colgaría de la pared de su casa, y se podía ver por cualquiera que se acercarse a la ciudad desde el exterior de la muralla.
Ahora quiero ampliar precisamente este concepto de este cordón escarlata. Vemos en este cordón un símbolo de un par de cosas diferentes:
En primer lugar, veo en ese cordón un símbolo del pecado de esta mujer, su sentido de culpa, su vergüenza. Pienso en el término «distrito de zona roja». Uno piensa en el oficio de esta mujer, su trasfondo de prostitución, y lo sucia que debió sentirse ahora que estaba conociendo que Jehová es un Dios de santidad. Ahora tiene que identificarse con este cordón escarlata en su ventana.
Imagínate la gente pasando hora tras hora y día tras día, señalando su casa y diciendo: «Ahí es donde vive Rahab, la prostituta». La gente burlándose de ella, despreciándola, y sin embargo, la vemos poniendo este cordón en su ventana que publicaba que ella es una pecadora que estaba dispuesta a dejar que otros vieran quién ella era realmente. Ella no está tratando de fingir que ella no necesita ser rescatada.
Cuando llegas a experimentar la bondad, la fidelidad, la misericordia de Dios, llegas al punto en que sabes que eres pecadora, y no estás realmente atemorizada de que alguien se entere, porque tú sabes que estás en el mismo barco con todo ser humano que alguna vez haya nacido. No hay nada que ocultar. No hay nada que esconder.
Ella no estaba tratando de ser piadosa, tratando de ser religiosa: «Yo soy una persona buena de iglesia. No necesito ser rescatada. No necesito ser redimida». Y allí está el cordón. Es rojo escarlata.
Dios no desperdicia detalles. ¿Por qué el detalle de que tenía que ser un cordón escarlata? Creo que, en primer lugar, es una ilustración de su pecado. Es una ilustración de su vergüenza. Es una ilustración de su culpabilidad. Pero ella no tenía que ocultar su pecado pasado. Ella no tenía que esconder su estilo de vida. Ella no tenía que ocultar sus fracasos. Ella no tenía que ocultarse y fingir que era algo mejor que ella misma. Ella había llegado a conocer, en sus etapas iniciales de crecimiento, había llegado a conocer al Dios de Israel.
Sí, ella sabía que él era un Dios de juicio, pero ella también estaba aprendiendo que era un Dios de misericordia y gracia, y ella sabía que su pecado podía ser cubierto que ella podía ser restaurada; que podía ser redimida, que ella podría ser rescatada a pesar de su estilo de vida.
Los espías no le dijeron: «Bueno, podríamos perdonarte la vida, pero nos damos cuenta de que esta casa tiene mala reputación, y creemos que hay que hacer algo para limpiar lo que has hecho». Ellos no le pusieron ese tipo de condición para su rescate. Ellos sabían quién era ella. Dios estaba en un proceso de rescatarla de su vida. Ella no se iba a quedar siendo una prostituta.
Mientras ella iba adquiriendo más revelación de Dios en su vida, más conocimiento de Su obrar, ella respondió a la luz que tenía, y había evidencia de que ella iba a seguir respondiendo a esa nueva luz. Ellos le dijeron: «Puedes ser rescatada».
Pienso en ese versículo en Isaías capítulo 1, donde Dios dice: «Venid ahora, y razonemos, dice el Señor, aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque (tus pecados) sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán» (v.18). Ahora, ¿por qué Dios compara los pecados de Su pueblo a la escarlata, al rojo y al carmesí?
Creo que en ese contexto, es una señal de la sangre que estaba en las manos del pueblo de Dios a causa de sus pecados. Al pensar en tu pasado, es posible que tú hayas ido tan lejos como quitarle la vida a alguien, y podrías tener ese tipo de sangre en tus manos.
Entrevisté a una mujer recientemente para Aviva Nuestros Corazones que me contó la historia de cómo ella tuvo un aborto a la edad de 19 años, y habló del momento, años más tarde, cuando se dio cuenta de que ella había matado a su bebé y me dijo: «Yo tengo sangre en mis manos. «Solo a través de la misericordia y la gracia de Dios he podido encontrar limpieza y liberación y redención.
Y tú piensas, «yo nunca he hecho eso. No he tenido un aborto. Nunca he matado a nadie. No hay sangre en mis manos». Yo quiero decirte, todos tenemos sangre en nuestras manos. ¿Recuerdas aquel momento en que Pilatos, Poncio Pilato, el gobernador, vio a Jesús y lo encontró inocente?
Pilatos les dijo que no había hecho nada malo, ¿pero la multitud exigía que Jesús fuera crucificado. Mateo nos dice que Pilatos tomó agua y se lavó las manos ante la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de la sangre de este hombre. Mirad vosotros mismos.» Y el pueblo respondió: «Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos» (Mateo 27:25).
La sangre de Cristo, quien fue al Calvario, el inocente Hijo de Dios, derramó Su sangre por los pecadores, y Su sangre está en nuestras manos. Nuestros pecados son como el cordón escarlata. Son rojos como el carmesí. Sin embargo, Dios dice: «Pueden ser blancos como la nieve. Pueden ser como blanca lana. Tú puedes ser limpia. Tú puedes ser libre de culpa. Tú no tienes que vivir con esa letra escarlata. Tú no tienes que vivir con el rojo escarlata recordándote tu pecado».
Escarlata puede ser un símbolo del pecado, la culpa, y la vergüenza que muchas mujeres tienen hoy en día, incluyendo algunas de ustedes que escuchan, que todavía están viviendo con esa sensación de culpa y vergüenza. Para aquellas que están viviendo con esa culpa y vergüenza, el color escarlata representa su pecado. Pero quiero decirte, el escarlata también representa otra cosa. Representa tu medio de salvación.
Rahab y su familia, de acuerdo a los espías, debían estar en la casa cuando viniera el juicio, con el cordón escarlata colgando en el exterior.
Esto trae a la mente una noche que tuvo lugar cuarenta años antes, una de las noches más importantes de la historia del pueblo judío. Estos dos jóvenes, estos dos espías que quizás ni siquiera habían nacido en ese entonces, habrían escuchado esta historia muchas veces.
Uno lee sobre esto en Éxodo, capítulo 12, cuando Dios se estaba preparando para librar a su pueblo del cautiverio en Egipto, y Dios dijo que cada familia debía seleccionar un cordero del rebaño, un cordero sin defecto, y en el decimocuarto día del mes, debían matar los corderos, cada familia matando a su propio cordero, al atardecer.
Luego, Éxodo nos dice: «Y tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo coman» (v. 7). Debían matar el cordero, tomar la sangre, y derramar un poco en cada uno de los postes y en el dintel encima de la puerta en cada uno de sus hogares en los que comerían este cordero.
Luego Dios dijo: «Porque esa noche pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, tanto de hombre como de animal.» Dios viene a dar juicio a Egipto, y dijo, «y ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. Y la sangre os será por señal en las casas donde estéis; y cuando yo vea la sangre pasaré sobre vosotros, y ninguna plaga vendrá sobre vosotros para destruiros cuando yo hiera la tierra de Egipto.» (vv. 12-13).
¡Qué similar es esta historia con la historia de Rahab, donde se le dice, «deja el cordón escarlata en la ventana para marcar tu casa, y que se convierta en un símbolo, un símbolo del medio de tu salvación. Cuando los israelitas vengan a hacerse cargo de su tierra, ellos verán este cordón, del color de la sangre, y cuando estén juzgando todas las casas de otros en nombre de Dios, del juez justo, verán ese cordón del color de la sangre en la ventana, y ustedes serán salvos. Vamos a pasar por encima de tu casa!»
Esa primera noche de la Pascua, los israelitas no eran menos pecadores que los egipcios. No creo que los egipcios eran peores que los israelitas. Todos ellos habían nacido pecadores, rebeldes contra Dios. Todos ellos eran merecedores del juicio de Dios, y «el alma que pecare, esa morirá», dice la Palabra de Dios. «La paga del pecado es muerte» (Rom. 6:23). Así que tenía que haber muerte en cada hogar. O moría el primogénito o moriría un cordero, un sustituto inocente; debía haber un sacrificio de sangre inocente derramada.
Así que en las casas egipcias, los hijos primogénitos murieron, pero en las casas del pueblo de Dios, murió un cordero, y la fe de los judíos en esa primera Pascua fue evidenciada cuando ellos pusieron sangre en los postes y en el dintel de sus casas.
Ahora, en el caso de Rahab, todos los miembros de su familia que estaban dentro de su casa con el cordón escarlata, cuando los israelitas entraron, cada uno se salvaría. Si salían de la casa, estarían fuera de la protección de las promesas de Dios y de ese cordón escarlata. Morirían, y su sangre estaría sobre sus propias cabezas.
Rahab había hecho una profesión de fe. Ella había expresado su deseo de ser salvada del juicio de Dios. Los espías se habían comprometido a preservar su vida, pero hubiese perecido si no hubiera demostrado su fe al colgar ese cordón escarlata fuera de la ventana de su casa. Su vida dependía de ello, y en cierto sentido, ella estaba poniendo su fe en el cordón rojo. No en el cordón en sí, pero en todo lo que representaba. Ella estaba poniendo su fe en los que habían hecho esta promesa. No podía ser salvada, su vida no podía ser librada, ella moriría apartada de ese cordón rojo en su ventana.
Ese cordón escarlata era visible. Ella hizo una profesión pública, como muestra de su fe. Ella estaba dispuesta a dejar constancia, y ese cordón se convirtió en una evidencia externa de la fe que tenía en su corazón. Su fe la llevó a la obediencia. Su fe produjo el fruto de la obediencia, y su obediencia fue precisa, incluso en algo aparentemente tan insignificante y trivial como, «cuelga este cordón fuera de tu ventana». El hecho de que ella obedeciera, incluso en algo aparentemente pequeño, era una evidencia de que su fe era genuina.
Leí un sermón de un pastor canadiense sobre la vida de Rahab, y déjame leerte lo que él tenía que decir sobre este punto. Él dice:
«Cuando usted lo piensa, solo un cordón rojo no parece ofrecer mucha protección de un ejército invasor». Parecería una defensa débil, especialmente si tenemos en cuenta cómo Dios trajo la destrucción. Esos muros se vinieron abajo. ¿Cómo es que ese cordón va a salvar tu vida?
Y si lo piensas, así como solo un cordón rojo no parecía ofrecer una gran cantidad de protección contra un ejército invasor, el escuchar que la sangre de Cristo nos mantiene a salvo de la ira de Dios, puede sonar un poco tonto, sin embargo, esta es la promesa de Dios. Si queremos refugiarnos de la ira de Dios contra nuestros pecados y nuestra falta de fidelidad, solo lo encontraremos en la sangre escarlata de Cristo.
Busca refugio en Su sangre, como Rahab se refugió en su casa, detrás de ese cordón escarlata. Confía en que, aun cuando el mundo se está cayendo alrededor de ti, la destrucción eterna no te tocará, porque la sangre de Jesús lava nuestros pecados y nos mantiene a salvo de la ira de Dios.
Carmen: Nancy regresará en breve para hablarnos un poco más acerca de este mensaje esperanzador.
¿Recuerdas cuál fue la primera de las tres condiciones del pacto entre Rahab y los espías?
Atar el cordón escarlata a la ventana. La obediencia inmediata de Rahab fue la evidencia de su fe en Dios. No fingió que no necesitaba ser rescatada, a pesar de la vergüenza que le traería reconocer su inmoralidad. Ella entendió que Jehová es el Dios que juzga, pero experimentó la bondad y la fidelidad de ese Dios que también es Padre de misericordia y de gracia.
¡Qué gran Dios Redentor tenemos!
Hemos escuchado también que el color escarlata representa dos cosas:
- Tu pecado, culpa o vergüenza
- Tu medio de salvación
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Bien, Nancy regresa con nosotras para concluir la enseñanza de hoy,
Nancy: Mientras hemos estado hablando acerca de ser librados de la ira de Dios, me pregunto si no le estaré hablando a una o más mujeres que nunca han puesto su fe en Jesucristo, como el único medio de salvación por sus pecados. Para ti ese cordón escarlata solo ha representado tu pecado, tu vergüenza, tu culpa, y te sientes como si hubieses colocado como una letra «A» escarlata sobre tu pecho. Has vivido en la esclavitud y bajo el peso de esa vergüenza y esa culpa.
Déjame decirte, que el cordón escarlata representa la sangre de Jesucristo, y no es solo un recordatorio de tu pecado pasado, sino un recordatorio aún más importante, de la sangre de Jesucristo que nos salva de todo pecado.
Tú te preguntas: «¿Cómo puedo ser salva?» Puedes encontrar refugio en Jesucristo. Por fe tú dices, «Señor, yo creo. Pongo mi fe en Cristo para que me salve. No en mis obras, no en mi propio esfuerzo, no en cualquier cosa buena que yo pueda hacer, sino en Cristo y en Cristo solamente para salvarme de mis pecados y de Tu justa ira».
Si Dios está hablando a tu corazón por el Espíritu Santo hoy, Él está atrayendo hacia Él tu corazón; te está pidiendo que te detengas y digas en tu corazón: «Señor, yo creo. Yo creo. Yo creo en Cristo. Creo que Él murió por mí, y cuando vengas a juzgar a este mundo, como de seguro lo harás, vas a mirar a Cristo y Su sangre aplicada a mi corazón por fe, y te agradezco que Él es nuestra pascua, porque el Cordero sin pecado ya ha sido inmolado, Su sangre ha sido derramada, y mi vida ha sido salvada».
Permíteme decirte, si tú eres una hija de Dios, no olvides nunca que tú no tienes otra esperanza para la salvación eterna, sino lo que Jesucristo hizo por ti cuando Él derramó su sangre en la cruz.
Esa es tu vida, esa es tu esperanza. La evidencia de tu fe será tu obediencia en las cosas grandes y en las pequeñas cosas. En una vida de decir: «Sí, Señor», porque confío en ti, creo en Ti. Creo lo que dices. Haré lo que Tú has dicho.
Señor, te ruego que este sea el día de salvación. Gracias, Señor, por la sangre de Jesús que nos salva, nos purifica, nos lava, nos limpia de pecado. Gracias porque, a pesar de que nuestros pecados fueron como el rojo escarlata, pueden ser tan blancos como la nieve. Gracias por limpiarnos y lavarnos a través de la sangre de Jesús, en cuyo nombre oramos, amén.
Carmen: Esta es Nancy DeMoss de Wolgemuth invitándote a decir: «Sí, Señor». La enseñanza de hoy es parte de la serie titulada, «Rahab y el hilo de la redención».
Rahab—literalmente, colgó un cordón de hilo escarlata por la ventana, y esto le trajo salvación. Pero ella también se unió al hilo de la redención que atraviesa la Escritura y formó parte del linaje de Jesús, el Mesías prometido.
Espero que te sigas uniendo a nosotras para explorar la vida de esta mujer. Ella era una ramera, pero conoció la misericordia y el perdón de Dios.
Nosotras a menudo nos abstenemos de disfrutar del perdón de Dios porque pensamos, «Dios no podría perdonar mis pecados. He hecho cosas terribles». Nancy nos hablará acerca de este pensamiento, mañana. Te esperamos aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Corriendo la carrera de la fe, juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
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