Dos reinos
Annamarie Sauter: Hay una batalla entre dos reinos que luce como un juego de ajedrez.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El reino de Dios es un reino de amor supremo, pero el de Satanás es un reino de odio y egoísmo. Esta es una guerra donde los ataques y contraataques son constantes. Uno ataca y el otro contraataca.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En medio de los quehaceres y las responsabilidades diarias podemos desenfocarnos de la vista panorámica del plan maestro de Dios. Hoy Nancy nos ayudará a enfocar nuestros pensamientos en verdades mucho más grandes que nosotras—una gran batalla en la que nuestros corazones juegan un rol, lo veamos o no en este momento de nuestras vidas.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: ¿Cuántas de ustedes están librando una batalla en este momento, en alguna área o relación de …
Annamarie Sauter: Hay una batalla entre dos reinos que luce como un juego de ajedrez.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El reino de Dios es un reino de amor supremo, pero el de Satanás es un reino de odio y egoísmo. Esta es una guerra donde los ataques y contraataques son constantes. Uno ataca y el otro contraataca.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En medio de los quehaceres y las responsabilidades diarias podemos desenfocarnos de la vista panorámica del plan maestro de Dios. Hoy Nancy nos ayudará a enfocar nuestros pensamientos en verdades mucho más grandes que nosotras—una gran batalla en la que nuestros corazones juegan un rol, lo veamos o no en este momento de nuestras vidas.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: ¿Cuántas de ustedes están librando una batalla en este momento, en alguna área o relación de su vida, o van a tener que regresar a sus casas a enfrentar algún tipo de batalla? Si les pidiera que levantaran la mano, sé que habría muchas manos levantadas. Bueno, y en un sentido, sé que es así y eso quiere decir que necesitamos lo que Dios ha puesto en mi corazón para compartir con ustedes esta mañana.
Permítanme pedirles que abran sus biblias en el último libro de la Biblia, Apocalipsis, capítulo 12. Mientras vamos ahí, déjenme recordarles que estamos viviendo en medio de un drama eterno, un gran drama cósmico. No se trata de nosotros. Es un panorama mucho más amplio. Tendemos a perder de vista el panorama general, y es entonces cuando nos sentimos agobiadas por nuestras propias batallas.
Sí, estamos en una batalla, pero esta batalla es mucho más grande de lo que la mayoría de nosotras podríamos imaginar. Existe una guerra, un drama. Se está llevando a cabo una batalla en nuestro mundo. No sé si existe algún otro capítulo de la Biblia que dé una visión más concisa de esta batalla y de esa trama, que el capítulo 12 de Apocalipsis.
Al ver este pasaje vamos a ver que hay tres personajes principales en esta batalla. El primero lo vemos en el versículo uno. Voy a leer el pasaje en un momento, pero déjame darte un vistazo general de lo que tenemos aquí. En el versículo uno vemos que hay una mujer que tiene una simiente, tiene descendientes. Así que un personaje en esta guerra es la mujer y su simiente.
Luego vamos al versículo tres y vemos que hay un gran dragón rojo. Veremos que el dragón tiene sus seguidores, sus ángeles. Así que tenemos a la mujer y su simiente, el dragón y sus ángeles.
Luego en el versículo cinco vemos que la mujer tiene un hijo varón con una «C» mayúscula porque el niño es Cristo Jesús. El Niño, el Hijo, nacido de la virgen, nacido de la mujer y viene con Su ejército celestial.
Tenemos a la mujer y a su simiente, al dragón y sus ángeles (seguidores) y tenemos al Hijo, el Hijo de la mujer, y Su ejército celestial, Sus huestes celestiales.
Ahora, quiero que me acompañes a leer las Escrituras comenzando desde el versículo uno:
Apocalipsis capítulo 12, versículo 1:
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza.Estaba encinta, y gritaba por los dolores del parto y el sufrimiento de dar a luz.
Entonces apareció otra señal en el cielo: Un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas había siete diademas.Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo cuando ella diera a luz. Y ella dio a luz un Hijo varón, que ha de regir a todas las naciones con vara de hierro. Su Hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta Su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para ser sustentada allí por 1,260 días».
Versículo 7: «Entonces hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles lucharon» (vv. 1-7).
Ahora, anteriormente en el libro de Apocalipsis hemos visto la adoración en el cielo. Pero ahora vemos que no solamente hay adoración, sino que también hay, por un tiempo, guerra en el cielo. No es la escena que normalmente imaginamos. Miguel y sus ángeles lucharon con el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, pero no prevalecieron, ya no había lugar para ellos en el cielo. Así que el gran dragón fue expulsado.
Ahora, el dragón es identificado como la serpiente de antaño llamada el diablo y Satanás que engaña al mundo entero. ¿Fue expulsado, a dónde? A la tierra. Aquí mismo. Justo donde vivimos. Y sus ángeles fueron expulsados con él.
Versículo 10:
«Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía:
«Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de Su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche, ha sido arrojado. Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte. Por lo cual regocíjense, cielos y los que moran en ellos. ¡Ay de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a ustedes con gran furor, sabiendo que tiene poco tiempo» (vv. 10-12).
Versículo 17: «Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y salió para hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús».
Padre, abre nuestros ojos así como los abriste al siervo de Eliseo cuando vio la ciudad rodeada por los sirios, con carros, soldados y él estaba aterrorizado. Y Elías oró y dijo: «Oh, Señor abre sus ojos para que pueda ver lo que realmente está pasando aquí». Cuando sus ojos fueron abiertos, vio que las colinas alrededor de la ciudad estaban llenas con los carros de Dios. Carros de fuego y huestes de ángeles del cielo, los ejércitos de Elyon, el Dios Altísimo.
Así que ayúdanos, Dios, aun cuando nuestra ciudad, nuestro hogar, nuestro lugar de trabajo y nuestras vidas puedan estar rodeadas por las fuerzas del maligno que han sido arrojadas a esta tierra, enfurecidas contra la mujer y su simiente con el propósito de perseguir a la mujer y a su simiente.
Ayúdanos a ver con ojos de fe lo que realmente está pasando, y que no pueden tocarnos porque estamos rodeadas de huestes celestiales que han vencido, están venciendo y vencerán para siempre y nosotras venceremos por la fe en la sangre del Cordero. Por la palabra de nuestro testimonio, ayúdanos a ver, creer y caminar victoriosamente en la fe. En el nombre de Jesús oramos, amén.
En este pasaje vemos que existe una guerra entre el diablo, el dragón y sus ángeles, y entre las huestes de Dios, dirigidas por Miguel. Vemos que también hay guerra en la tierra. Guerra entre el dragón y la mujer y su simiente. De hecho, el versículo que no leí, el versículo 13, dice: «Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al Hijo varón».
La guerra se encuentra en el cielo y en la tierra. Las batallas que enfrentamos aquí son solo un recordatorio visual de lo que está sucediendo, ha sucedido y sucederá en el cielo. Esto es solo un microcosmos de lo que está ocurriendo en el cielo. Hay ocho referencias a la guerra en el libro de Apocalipsis.
De hecho, esta mañana terminé de leer el libro de Apocalipsis, terminé otro viaje a través de toda la Escritura ¡y qué viaje! Desde los primeros capítulos del libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis. Trataré de darles una visión general de toda la historia, el panorama general.
No lo leeré todo. No se preocupen. Terminaremos a tiempo.
Pero al volver a leer la semana pasada la historia de Apocalipsis, la consumación de este drama en el último capítulo, creo que un título que podríamos dar a este libro —y a toda la Biblia— es guerra y adoración, guerra y adoración. Revisa el libro del Apocalipsis, léelo con cuidado y encierra las referencias sobre la guerra y luego circula las referencias a la adoración. Lo ampliaremos en unos momentos.
Observemos que esta guerra ha estado ocurriendo durante siglos, al menos durante 6.000 años. No es una batalla nueva. La Biblia nos cuenta la historia de este conflicto. Nos dice cómo comenzó, cómo terminará, y dónde encajamos en ella.
Ahora, la historia comienza en el primer versículo de la Biblia: Génesis capítulo 1 versículo 1. Leamos juntas: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra». En el principio. No en el comienzo de Dios, porque Él estaba desde la eternidad pasada. Pero en el principio, cuando Dios decidió que el tiempo debía comenzar, Dios ya estaba allí. «En el principio Dios creó los cielos y la tierra».
Vemos aquí a un Dios, Elohim, el Dios todopoderoso y soberano que es el creador, el controlador, el Señor sobre toda la creación. Él es el centro del universo. Lo vemos creando los cielos y la tierra para Su deleite, con el único propósito de que todas las cosas en el cielo y en la tierra le adoren.
Toda la gloria ya era suya. Todo el poder era suyo. Toda autoridad es suya. Todo fue creado por Él y para Él.Creó los ángeles. Creó al hombre. Todo con un único propósito: para adorarle, darle gloria, darle honor.
Ahora, sabes que uno de esos seres creados en el cielo, uno de esos ángeles, se llamaba Lucifer. El nombre Lucifer significa «portador de luz». Significa «el que brilla», «estrella de la mañana». Habla de brillo, de brillantez, de luz.
Sabemos que Lucifer no tenía luz propia más de lo que la luna tiene su propia luz. La luna realmente refleja la luz del sol. Lucifer no tenía luz propia. Nosotras no tenemos luz propia. Él fue creado para reflejar la gloria de Dios. Era un portador de luz. Él debía estar en la presencia de Dios y entonces reflejar en el cielo la gloria, la belleza, la maravilla y el esplendor de Dios.
Ezequiel capítulo 28, nos dice que Lucifer era el querubín protector. Esto nos sugiere que tal vez él era el líder, o uno de los líderes de la adoración del cielo. Por cierto, si ustedes tienen algún papel en su iglesia en la adoración principal o en un grupo de estudio bíblico o son parte de un equipo de adoración, esa es una responsabilidad increíble.
Oh, cuán doloroso debe ser para el corazón de Dios hoy en día que muchos de nosotros no reflejemos Su luz y Su gloria arriba en las plataformas enseñando, en la música, en los papeles de liderazgo y en la adoración, sino que proyectamos la nuestra, buscando la gloria para nosotras mismas. Es algo absurdo, porque nosotras no tenemos luz propia.
Las Escrituras dicen que este querubín, el líder de la adoración del cielo, un día tuvo problemas con el yo. Decidió que quería algo de esa adoración para sí mismo. Quería parte de la gloria que solo le pertenece a Dios. Entonces se hizo culpable del pecado de arrogancia y orgullo. Me atrevo a sugerir que tú y yo nunca somos más parecidas a Satanás que cuando buscamos la gloria para nosotras mismas, cuando caminamos en orgullo, buscando una reputación y un nombre para nosotras.
Isaías capítulo 14 nos describe tanto la autoexaltación como la caída de Lucifer, el querubín protector:
El versículo 12 dice: «¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Pero tú dijiste en tu corazón: (cuantas veces lo he dicho yo en mi corazón) “Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, me haré semejante al Altísimo”».
Dios no será igualado por nadie. No por Lucifer. No por ti y no por mí.
El siguiente versículo dice: «Sin embargo, serás derribado al Seol». Humillaos bajo la poderosa mano de Dios porque el Señor resiste a los soberbios, pero Él da gracia a los humildes. Humillémonos. A su debido tiempo Dios te exaltará mientras lo exaltas. «Sin embargo, serás derribado al Seol, a lo más remoto del abismo».
En su rebelión, como acabamos de leer en Apocalipsis 12, Lucifer llevó consigo un tercio de los ángeles del cielo. Inició una insurrección, y consiguió que un tercio de los ángeles se unieran a él en esta rebelión. En ese momento Satanás se convirtió en el enemigo implacable de Dios. Desde ese punto hasta hoy, ha habido una guerra incesante y cósmica entre Dios y Satanás.
Tenemos aquí dos reinos opuestos: un rey imperante que nunca ha dejado Su trono y un aspirante a rey que está decidido a derrocar a Dios de Su trono. Sus armas son exactamente contrarias las unas a las otras. La forma en que hacen su guerra es contraria. Dios es el Dios y Su reino es un reino de luz, el de Satanás es un reino de tinieblas. El reino de Dios es un reino de justicia. El de Satanás es un reino de maldad.
El reino de Dios es un reino donde la sumisión es el arma por excelencia, pero el arma de Satanás es la rebelión. El de Dios es un reino de orden. El de Satanás es un reino de caos. El reino de Dios es un reino de vida, y el de Satanás es un reino de muerte. El de Dios es un reino de esperanza. El de Satanás es un reino de desesperación.
El de Dios es un reino de verdad, pero como acabamos de leer en Apocalipsis 12, Satanás es maestro de mentira, engaña al mundo entero. El reino de Dios es un reino de amor supremo, pero el de Satanás es un reino de odio y egoísmo.
Esta es una guerra en la que hay ataques y contraataques constantes. Ataque y contraataque. Uno hace su jugada y luego el otro hace la suya.
Se cuenta una historia acerca de dos hombres que entraron a un museo en Rusia, donde se encuentra un cuadro llamado Checkmate (Jaque mate). La pintura es de dos maestros de ajedrez sentados en una mesa alrededor de un tablero de ajedrez. Cuando los dos hombres entraron al museo, se dieron cuenta de que uno era amante del ajedrez. Le gustaba y sabía un poco sobre el juego. Se encontraba de pie debajo de la pintura examinándola cuidadosamente.
Ahora, para aquellas que tal vez no sepan mucho de ajedrez, el juego se trata de atacar y contraatacar constantemente. Un jugador hace su jugada y el otro jugador hace la suya. Luego el primer jugador hace su jugada, y el otro jugador vuelve y hace otra jugada.
El objetivo del juego es capturar al rey del oponente. Cuando has hecho tus jugadas y has acorralado al rey de tu oponente donde no puede hacer un movimiento más, entonces gritas, «¡jaque mate!» Eso significa que el juego ha terminado. El rey no puede hacer otro movimiento.
Bueno, mientras estos dos hombres contemplaban aquella pintura, el que sabía sobre ajedrez la estudiaba con atención. Estaba intrigado por ella. Miraba el tablero de ajedrez. Miraba fijamente la pintura pensando y contemplándola.
Su amigo que no sabía nada sobre ajedrez estaba un poco aburrido por este ejercicio y trató de hacer que el amante del ajedrez pasara a la siguiente pintura para que pudieran recorrer el museo. Pero el ajedrecista dijo: «Espera un minuto. Algo anda mal». Y sus ojos se iluminaron de entendimiento cuando dijo: «El juego no ha terminado. El rey todavía tiene una jugada más».
Verás, mientras examinaba ese tablero de ajedrez, conociendo el juego, se dio cuenta de que había otra jugada que el rey podía hacer, la pintura estaba mal nombrada. Realmente no era jaque mate, porque el rey todavía tenía una jugada más.
Una y otra vez, Satanás ha pensado que ha vencido a Dios y que el Rey ha hecho Su última jugada. Una y otra vez, Satanás ha proclamado contra Dios, agitando su puño hacia Su trono: «¡Jaque mate! Te atrapé esta vez. Se acabó el juego». Pero una y otra vez el Rey ha dicho, «no tan rápido, el juego no ha terminado, Satanás. Todavía tengo una jugada más».
Ese es el ataque y el contraataque que vemos a través de las páginas de las Escrituras.
Luego de que Satanás fuera arrojado del cielo a la tierra, estaba determinado a hacer todo lo posible para vengarse de Dios. Satanás está airado contra Dios. Él permanece hasta este día y por toda la eternidad como un rebelde declarado contra Dios. Él es el enemigo de Dios. Él odia a Dios.
No nos enorgullezcamos en pensar que Satanás va tras nosotras, no nos engañemos. Satanás va tras Dios. No pensemos tan alto de nosotras mismas. ¿Qué puede querer Satanás de nosotras? En última instancia, él va tras Dios mismo, pero sabe que la manera en que puede atacar a Dios es atacando a Sus preciadas criaturas.
Así es que cuando él nos persigue, no es a nosotras a quien busca. Lo que él quiere es destronar a Dios, porque sabe que cuando logra mantenernos en su reino y someternos para adorarle a él, ahí es cuando ataca a Dios. Satanás todo el tiempo ha intentado romper la comunión entre Dios y Sus criaturas.
Cuando se acercó a Adán y a Eva en el jardín del Edén, su meta no era desmentir la existencia de Dios. Su propósito en ese momento no era lograr que Adán y Eva fueran ateos. Él no necesitaba convertirlos en ateos.
Él no necesita que nos convirtamos en ateas para poder ganar una partida. Todo lo que Satanás necesitó fue persuadirlos para que le obedecieran a él en un punto de competencia, cuando Dios ya les había dado una instrucción. Era todo lo que tenía que hacer, lograr que lo adoraran, obedeciendo y doblegándose ante él.
Así que le mintió a Eva. Él la engañó. Logró que dudara de la bondad de Dios. Eva, al prestar atención a sus palabras dio la primera mordida al fruto prohibido, escogiendo colocarse en contra de Dios y a favor de Satanás. Me imagino a Satanás mirando hacia arriba diciendo, «jaque mate, te vencí». Pero puedo también oír la voz de Dios desde el cielo diciendo, «no tan rápido Satanás, la partida aún no ha terminado. El Rey tiene una jugada más».
Pero la caída en el jardín del Edén no tomó a Dios por sorpresa. Dios no estaba sentado en los cielos convocando una reunión de emergencia para ver cómo resolvía esto. La estrategia ya estaba preparada desde antes de la fundación del mundo.
De hecho, en Génesis 3:15 tenemos la primera mención del evangelio. Satanás había dicho, «yo haré» (lo vemos en Isaías 14:12-14), y ahora Dios le dice, «Yo haré». Dios le dijo a la serpiente, «pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; Él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el talón».
En esta mención del evangelio hay una promesa de guerra, una guerra a largo plazo. Una enemistad profundamente arraigada entre Satanás y la mujer, entre su simiente y la de ella. Pero a pesar de que hay una guerra prometida, también en ese versículo está la promesa de la victoria final de Dios y los suyos. Porque la simiente de la mujer –alguien nacido de mujer– aplastaría y destruiriá la serpiente.
Verás, Dios está diciendo que la caída del hombre, lo que Satanás pensó que era su gran victoria, finalmente dio como resultado una gran y gloriosa victoria de adoración a Dios. La gracia y la justicia de Dios serán exhibidas por medio de la salvación de Dios. Satanás fue simplemente un instrumento que Dios iba a usar para obtener mayor gloria para Él mismo.
Ahora, Satanás escuchó el evangelio. Él escuchó la promesa de Dios de que él finalmente sería aplastado y derrotado, pero él se rehúsa a aceptar la derrota. Dios había dicho que Satanás iba a ser aplastado por la simiente de la mujer, alguien que nacería por medio del proceso natural de la vida. Por lo tanto Satanás se propuso destruir la simiente prometida. Su mayor objetivo, su gran prioridad, era destruir a Dios y obtener la gloria y la alabanza para sí mismo.
Él es celoso. Tiene unos celos enfermizos. La adoración que es para Dios, la quiere para sí mismo. Es una guerra para robar la adoración que solo le pertenece a Dios.
Recuerden que la victoria ya está asegurada. El resultado ya ha sido determinado. Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre (ver Filipenses 2:10-11). Pero mientras tanto Dios permite que Satanás gane algunas batallas.
Ahora, Satanás no puede ganar ni una batalla sin el permiso de Dios. Él es un perdedor. Dios le permite ganar algunas batallas, pero finalmente Dios sabe que este será un medio más para recibir aún mayor gloria para Sí. Satanás no puede bajo ninguna circunstancia estorbar el plan de Dios. Cada vez que Satanás ataca, Dios contraataca.
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado abriendo nuestros ojos a la gran batalla cósmica que se ha estado dando entre dos simientes—una batalla en la que tú y yo participamos al día de hoy. Y tú, ¿dónde está tu corazón? ¿Es tu vida una evidencia de que adoras a Dios?
La Biblia está llena de historias de ataque y contraataque. Mañana, Nancy nos continuará llevando a través de algunas de estas y nos mostrará cómo se conectan.
Acompáñanos para este próximo episodio de la serie titulada El Rey tiene una jugada más.
Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es Daniel capítulos 3 y 4.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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