Dirección de la Palabra
Débora: Cuando compartes el evangelio con alguien, las palabras de la Biblia pueden resultar mucho más persuasivas que los argumentos hechos por el hombre. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Palabra de Dios es suficientemente poderosa por sí misma para destruir toda oposición y resistencia humana.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Demoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 26 de enero de 2023.
Hace algún tiempo Nancy retó a nuestras oyentes a leer la Biblia todos los días del año. Estoy segura de que esto generará un gran impacto en tu vida. No es muy tarde para comenzar.
Como parte de nuestra serie en curso, La maravilla de la Palabra, conoceremos una nueva perspectiva sobre la capacidad de la Biblia para transformar vidas.
Nancy: Martín Lutero dijo esto acerca de la Palabra de Dios: «La Biblia está viva, ella …
Débora: Cuando compartes el evangelio con alguien, las palabras de la Biblia pueden resultar mucho más persuasivas que los argumentos hechos por el hombre. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Palabra de Dios es suficientemente poderosa por sí misma para destruir toda oposición y resistencia humana.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy Demoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 26 de enero de 2023.
Hace algún tiempo Nancy retó a nuestras oyentes a leer la Biblia todos los días del año. Estoy segura de que esto generará un gran impacto en tu vida. No es muy tarde para comenzar.
Como parte de nuestra serie en curso, La maravilla de la Palabra, conoceremos una nueva perspectiva sobre la capacidad de la Biblia para transformar vidas.
Nancy: Martín Lutero dijo esto acerca de la Palabra de Dios: «La Biblia está viva, ella me habla; tiene manos, ella se aferra a mí; tiene pies, ella corre detrás de mí».
Me encanta esa descripción. Qué imagen tan maravillosa de la Palabra de Dios. «Está viva; me habla; tiene manos; se aferra a mí; tiene pies corre detrás de mí». Hemos estado hablando de cuán maravillosa es la Palabra de Dios, y hemos visto que es incomparable, pura, preciosa e invaluable.
Hoy, quiero que veamos que la Palabra de Dios es poderosa. Está viva, ¡cambia vidas!, transforma corazones. El Espíritu de Dios puede usar la Palabra de Dios para hacer aquello que ningún otro libro puede hacer para cambiar vidas. Si lees la historia de la iglesia, encontrarás que una y otra vez, las vidas de muchas personas fueron transformadas de manera radical solo por la lectura de la Palabra de Dios.
Pienso en Augustín, uno de los más grandes teólogos en la historia de la iglesia. Pasó sus años de juventud en desenfreno e inmoralidad, siendo un hombre inmoral y rebelde. Rompió el corazón de su madre Mónica, una mujer piadosa y de oración.
Pero cuando tenía veintidós años, huyendo de Dios, habiendo ya desperdiciado su vida de muchas maneras, oyó una voz que le dijo: «¡Tómala y lee!» Abrió la Biblia que tenía consigo, y sus ojos se posaron sobre un pasaje en Romanos 13 que confrontó su estilo de vida impío. Creyó, se convirtió, se arrepintió, y llegó a ser uno de los grandes teólogos en la historia del cristianismo y uno de los padres de la iglesia.
Martín Lutero (a quien citamos) siendo un estudiante universitario de veinte años, conoció por primera vez la Biblia en un tiempo cuando era un libro prácticamente desconocido. Pero la leyó, y continuó leyéndola. Y aun mientras su conciencia culpable era atormentada por el hecho de que no podía estar bien con Dios, siguió escudriñando las Escrituras. Como monje, estaba tratando de estar bien con Dios, trataba de ganar el favor de Dios, pero en un momento, las palabras del profeta Habacuc comenzaron a resonar en sus oídos: «Mas el justo por su fe vivirá» (Hab. 2:4).
Luego, cuando llegó al libro de Romanos, se dio cuenta de que era la fe en Jesús, la fe en Cristo, lo único que podía salvarlo de sus pecados. Él creyó; se convirtió, y debido a esa verdad –justificación por fe en Cristo solamente– surgió la Reforma protestante. Como resultado, nuestras vidas han sido impactadas.
Pienso en John Wesley, un evangelista británico. Fue uno de los hombres poderosamente usados por Dios en el Primer Gran Avivamiento. Aunque fue un hombre religioso por crianza, no conocía a Dios –no tenía una relación personal con Dios.
El 24 de mayo de 1738, cuando, como un hombre que buscaba al Señor, fue a una reunión y escuchó que alguien leía el prefacio de Martín Lutero a la epístola de Romanos. Él dijo: «(Mi corazón estaba) extrañamente cálido. Sentí que confiaba en Cristo, solo en Cristo para salvación; y se me dio la seguridad de que Él había quitado mis pecados –¡aun los míos!– y me había salvado de la ley del pecado y de la muerte». Fue la lectura de la Palabra lo que Dios usó para lograr la conversión de John Wesley.
Charles Haddon Spurgeon, uno de los más grandes predicadores en la historia de la Iglesia, cuando tenía quince años, entró a una iglesia metodista primitiva un día de invierno en enero de 1850. Escuchó a un predicador, cuyo nombre ni siquiera recuerdo, decir algunas cosas simples sobre un texto. «Vuélvanse a Mí y sean salvos, todos los términos de la tierra» (Isa. 45:22).
El predicador miró directamente al joven Charles Spurgeon y le dijo que sería miserable toda su vida, si fallaba en buscar su salvación en Jesús. Bueno, pues Charles Spurgeon miró. Él creyó, se convirtió, y fue uno de los más grandes predicadores en la historia cristiana. Por más de treinta años predicó a 10,000 personas cada domingo en el Tabernáculo Metropolitano en Londres.
¿Dónde empezó todo? Con el poder de tan solo un texto –el poder de la Palabra de Dios, que fue el medio para transformarlo.
Pienso en mi propia madre. Ella fue criada en una familia religiosa, pero no conocía al Señor y sus padres tampoco. Cuando cursaba el último año de preparatoria, tomó una materia opcional sobre la Biblia. En esos días daban estos cursos bíblicos en las escuelas públicas –¡era una escuela pública! Y como resultado de que un maestro pusiera a sus estudiantes a leer la Palabra de Dios, mi madre creyó y se convirtió. Mi vida al día de hoy, el conocer a Cristo, es fruto de lo que Dios hizo en su vida al ser expuesta a la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios es suficientemente poderosa por sí misma para destruir toda oposición y resistencia humana. En Jeremías 23, Dios dice: «¿No es Mi palabra como fuego», declara el SEÑOR, «y como martillo que despedaza la roca?» (v. 29). La Palabra de Dios es poderosa. Puede tomar el corazón más duro y quebrantarlo, llevarlo a la sumisión.
Cuando de cambiar la vida de las personas se trata, nosotras creemos que necesitamos todo tipo de cosas, además de la Palabra de Dios. Muchos de nuestros programas de la iglesia tienen tantas actividades y tantos esfuerzos para conseguir que la gente cambie su vida. Necesitamos tener programas grandiosos e impresionantes, música y obras teatrales, mensajes y grandes oradores y conferencistas; ¿y saben qué? Hemos perdido nuestra confianza en el poder de la Palabra de Dios para transformar la vida de las personas.
Una de las mejores historias que he escuchado en ese sentido es contada por el Dr. John MacArthur en su libro titulado Nuestra suficiencia en Cristo. Y quisiera leer esta historia. La he compartido antes con otras mujeres, y me han dicho que ha sido muy valiosa para ellas. Así que permítanme leerla.
El Pastor MacArthur dice:
«No hace mucho, un hombre al que nunca antes había visto, entró a mi oficina y dijo: “Necesito ayuda. Me siento raro al venir con usted porque ni siquiera soy cristiano. Soy judío. Hasta hace unas semanas nunca había estado en una iglesia. Pero necesito la ayuda de alguien, así que decidí hablar con usted”.
Le aseguré que haría lo que pudiera para ayudarle. La conversación fluyó más o menos así:
“Me he divorciado dos veces”, dijo, “y ahora estoy viviendo con una mujer que es mi amante. Ni siquiera me agrada, pero no he tenido el valor de dejarla y regresar con mi segunda esposa”.
“Soy doctor en una clínica”, continuó. “Peor aún, en una clínica para abortos. El año pasado, en mi clínica ganamos nueve millones de dólares realizando abortos. No realizo solamente abortos terapéuticos; realizo abortos por cualquier razón. Y si la mujer no tiene una razón, le doy una razón”.
“Hace seis semanas vine a la iglesia Grace Community Church un domingo en la mañana, y sigo viniendo desde entonces. La semana pasada usted predicó un mensaje llamado Entregado a Satanás. Si alguna vez existió en la tierra alguien que estuviera entregado a Satanás, soy yo. Soy absolutamente miserable e infeliz. Continuamente estoy viendo psicólogos y psiquiatras y no obtengo ninguna ayuda. No soporto la culpa de todo esto. No sé qué hacer al respecto. ¿Puede usted ayudarme?”»
El Dr. MacArthur continuó diciendo,
«Yo le dije, “no. No puedo ayudarlo”. Me miró alarmado. Una verdadera desesperación se hizo evidente en su cara. Dejé que lo asimilara. Luego le dije: “Pero conozco a Alguien que puede ayudarle: Jesucristo”.
Él contestó entristecido, “pero no sé quién es Él”.
Yo dije, “¿quisiera usted saber quién es Jesucristo?”
Él dijo, “sí. Si es que Él puede ayudarme”.
Tomé una Biblia de mi escritorio y la abrí en el Evangelio de Juan. Le dije: “Quiero que se lleve este libro a casa y lea esta parte llamada el Evangelio de Juan. Quiero que continúe leyendo hasta que sepa quién es Jesucristo. Luego, vuelva a llamarme”.
Esa misma semana, estaba yo conversando sobre este incidente con un pastor de otra iglesia. Él me dijo, “¿solo le diste el evangelio de Juan? ¿Por qué no le brindaste más ayuda, algunas grabaciones, respuestas a preguntas frecuentes –algo más? ¿Solo la Biblia?”
Le contesté, “no te preocupes. La Biblia es como un león. No necesitas defenderla. Solo abre la puerta y déjala salir. Ella puede cuidarse sola. Si su corazón está abierto, la Biblia puede hacer más para alcanzarlo de lo que yo podría hacer con cualquier cantidad de material de estudio. ¿Qué podría darle que fuera más poderoso que la propia Escritura?”
El viernes siguiente recibí una llamada. El doctor quería volver a verme. Hicimos una cita. Él llegó puntual, entró a mi oficina, caminó pasándome de largo, como si yo no estuviera ahí, se sentó en el sofá, dejando caer la Biblia junto a él, y dijo, “ya sé quién es Él”.
Yo dije, “¿lo sabes?”
Él dijo, “sí, lo sé”.
“¿Quién es?”, le pregunté.
“Le diré una cosa –Él no es solamente un hombre”.
Yo dije, “¿en verdad? ¿Quién es?
“¡Él es Dios!”, contestó rotundamente.
“Usted, un judío, ¿me está diciendo que Jesucristo es Dios?” Le pregunté. “¿Cómo sabe eso?”
Él dijo, “está muy claro. Está justo ahí, en el Evangelio de Juan”.
“¿Qué fue lo que lo convenció?” Le pregunté.
“¡Vea las palabras que Él dijo, y mire las cosas que hizo! Nadie podría decir y hacer esas cosas a menos que Él fuese Dios”. Estaba haciendo eco de la tesis del apóstol Juan, perfectamente.
Asentí con entusiasmo.
Nada iba a detenerlo. “¿Sabe usted qué más hizo? ¡Resucitó de entre los muertos! Lo enterraron, y tres días después, ¡Él regresó de la muerte! Eso prueba que Él es Dios, ¿no es así? ¡Dios mismo vino a este mundo!”
Le pregunté, “¿sabe usted por qué vino?”
“Sí. Él vino a morir por mi pecado”.
“¿Cómo sabe usted eso?”, le pregunté.
“Porque me gustó tanto Juan, leí Romanos. Y en cuanto limpie mi vida, voy a convertirme a Cristo”.
Yo le dije, “ese es el enfoque equivocado. Recíbalo como su Señor y Salvador ahora, y permítale limpiar su vida”. Luego le pregunté a este hombre, “¿qué significará una decisión como esta en su carrera?”
“Bueno”, dijo él, “pasé esta tarde escribiendo mi carta de renuncia a la clínica de abortos. Cuando salga de aquí voy a llamar a mi segunda esposa y traerla a la iglesia conmigo”. Y eso hizo».
«¿No es Mi Palabra como un fuego», dice el Señor, «y como un martillo que despedaza la roca?» Hebreos nos dice que «la Palabra de Dios está viva. Es poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; que penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón» (Heb 4:12 parafraseado).
Frecuentemente en nuestros días, en nuestros esfuerzos por alcanzar a las personas, menospreciamos el poder de la Palabra de Dios. Y cuando lo hacemos, nos vemos forzados a confiar en nuestro esfuerzo humano, nuestra capacidad para hablar, para impresionar, nuestras estrategias, nuestros recursos, y nuestros métodos.
Esas cosas pueden ser útiles, pero no sustituyen el poder del gran León, la Palabra de Dios».
Débora: ¿Tiendes a apoyarte en tu propia fuerza o en la Palabra de Dios? Nancy DeMoss Wolgemuth continúa con la serie titulada, La maravilla de la Palabra. Ella regresará en un minuto.
No solo queremos animarte a que te acerques a la Palabra de Dios de manera consistente. También queremos poner a tu disposición recursos que te ayudarán a estudiarla. En la transcripción de este programa, la cual podrás ver en la página web de Aviva Nuestros Corazones, tendrás los links para el estudio inductivo de la Biblia. Tenemos el Método Inductivo de estudio bíblico 101 y el Método Inductivo de estudio bíblico 201.
Nancy está de vuelta, continuando con la serie La maravilla de la Palabra.
Nancy: Muchas de ustedes recordarán el nombre Cecil DeMille. Es el hombre que hizo la película Los diez mandamientos. Esto es lo que Cecil DeMille dijo acerca de la Palabra de Dios. Él dijo: «Después de más de sesenta años de leer la Biblia casi a diario, nunca dejo de encontrar en ella algo nuevo que maravillosamente se ajusta a las necesidades cambiantes de cada día».
Hemos estado viendo cuán asombrosa es la Palabra de Dios, y hemos visto que la Palabra de Dios es poderosa; puede transformar vidas. Es como un león –solamente necesitas dejarlo salir de su jaula, y hará su obra. Hemos visto que es incomparable, que es única, que no hay otro libro como ella. Y hemos visto que es invaluable –es preciada, es nuestro más grande tesoro, y es pura. Cada Palabra de Dios es pura.
Hoy quiero que veamos que la Palabra de Dios es intensamente práctica. Como lo dijo Cecil B. DeMille, «nunca dejo de encontrar en ella algo nuevo que maravillosamente se ajusta a las necesidades cambiantes de cada día». Y durante el tiempo que nos queda, quiero resaltar algunas cosas que la Palabra de Dios hace por nosotras de manera práctica. Ahora, digo que lo hace por nosotras, pero si no estás leyendo la Palabra de Dios, entonces no va a hacer estas cosas por ti.
¿Qué es lo que la Palabra de Dios hará en nuestras vidas si la leemos y permitimos que las cosas se hagan a su manera? Bueno, la Palabra de Dios comunica. Comunica quién es Dios. Comunica Su corazón, Sus caminos, Su voluntad. Si quieres llegar a conocer a Dios, necesitas escuchar lo que Él dice acerca de sí mismo, y eso está en las Escrituras.
Nos da sabiduría en cada área de nuestras vidas. Transmite el corazón de Dios acerca de las relaciones, acerca de las amistades, el matrimonio, la paternidad, las finanzas, la moral, el cuidado del cuerpo. Para cada área de la vida, las áreas prácticas de la vida, encontramos Su sabiduría y nos comunica lo que hay en el corazón de Dios, todo a través de la Palabra de Dios.
Además la Palabra de Dios nos corrige. Según 2 Timoteo 3, nos reprende (3:16). Nos muestra en qué nos equivocamos.
También la Palabra de Dios limpia nuestras vidas. El Salmo 119 dice: «¿Cómo puede el joven guardar puro su camino?» Y luego te dice cómo: «Guardando Tu palabra» (Salmo 119:9). La Palabra de Dios nos purifica. Jesús dijo: «Ustedes ya están limpios por la Palabra que les he hablado» Juan 15:3 (parafraseado).
En Juan 17:17, Jesús oró a Su Padre celestial: «Oh Dios, santifícalos (o límpialos) en Tu verdad. Tu Palabra es verdad» (parafraseado). Es la Palabra de Dios la que purifica mi corazón, y muchas veces, cuando leo este Libro, oro, «oh Señor, te ruego que me laves en el agua de Tu Palabra. Purifica mi corazón con Tu Palabra».
La Palabra de Dios nos consuela. Han sido incontables las ocasiones en las que he estado en aflicción, en un punto de enorme pérdida o tristeza en mi vida, circunstancias que no se podían cambiar. Muertes (múltiples) de personas que fueron cercanas a mí, miembros de la familia. He ido a la Palabra de Dios y he encontrado ánimo, consuelo y gracia para ayudarme en tiempos de necesidad. Dios ha usado Su Palabra para ser como una unidad de cuidados intensivos espiritual en esos momentos en que sentía que apenas podía respirar para consolar mi angustiado corazón.
La Palabra de Dios aconseja. Da consejo a nuestros corazones, nos da dirección, es un mapa para nuestras vidas. No puedo llegar a ningún lado sin un mapa, y a veces aún con un mapa, no soy muy buena para eso, pero sí sé que no podría ir por la vida sin el consejo que obtengo de la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios me cambia. Estoy tan agradecida por esto, porque necesito ser cambiada. Día tras día necesito la Palabra de Dios para librarme de mí misma y transformarme a la imagen de Cristo. Ese es el compromiso de Dios contigo y conmigo: si somos hijas de Dios, Él se ha comprometido a conformarnos a la imagen de Jesús.
Miro mi vida y pienso, «estoy tan lejos de parecerme a Jesús». Por eso Pablo dijo a los Romanos en el capítulo 12: «No dejen que el mundo los presione a entrar en su molde. No sean como este mundo. Sean personas renovadas y diferentes en todo lo que piensan y hacen» (Rom 12:2 parafraseado).
¿Cómo sucede eso? «…siendo transformados por la renovación de la mente». Por la Palabra de Dios –cambiará tu manera de pensar. Hará de ti una persona diferente y renovada. Y entonces probarás lo que es la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
Escucha. La Palabra de Dios comunica, corrige, limpia, consuela, aconseja, cambia tu vida. He visto a la Palabra de Dios cambiar mi vida. Recientemente estuve en una conversación en la que compartía cierta información respecto a otras personas.
Al llegar a casa, después de esa conversación, Dios trajo a mi memoria el pasaje de Proverbios 6:19 que dice que una de las cosas que Dios odia, que para Él es una abominación, son aquellos que siembran discordia entre hermanos.
Me di cuenta de que lo que yo había dicho sobre otro creyente estaba creando una división entre la persona de la que hablaba y a la que me dirigía. Había sembrado discordia. No tenía la intención de ser destructiva con mi lengua, y no estaba tratando de hacer algo desagradable, pero la Palabra de Dios me mostró que eso es algo que Dios odia.
Me arrodillé delante del Señor. Dios estaba usando las Escrituras para cambiarme, día a día, a la imagen de Jesús.
La Palabra de Dios es práctica. Sin ella, no puede haber crecimiento espiritual. Sin ella vivirás una vida de derrota espiritual. No puedes conocer a Dios. No puedes conocer el evangelio sin la Palabra de Dios. Pablo habla al respecto en 2 Timoteo 3:15: «…las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden dar la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús». Así es como conocemos el evangelio.
No puedes conocer la voluntad de Dios sin la Palabra de Dios. No hagas historias como aquellas que he oído de algunas personas diciendo: «Dios me dijo que dejara a mi esposo», o «sé que Dios me está guiando a pedir dinero prestado para algo que no es una necesidad». ¡No me digas que Dios te dijo eso! Pudiste haber tenido una visión, pudiste haber tenido un sueño, puede ser que te desvelaste hasta muy tarde la noche anterior y te confundiste. Pudiste haber tenido alucinaciones, si no está de acuerdo con la Palabra de Dios, no digas que Dios te dijo eso.
No puedes conocer la voluntad de Dios si no conoces la Palabra de Dios. Vas a morir de hambre espiritualmente, sin la Palabra de Dios. No puedes vencer al enemigo, Satanás, sin la Palabra de Dios. Nuestra única forma de resistir en el día malo es ponernos la armadura de Dios. En Efesios capítulo 6, Pablo nos dice que la única arma de ataque que tenemos en la batalla contra Satanás es la Palabra de Dios.
Así fue como Jesús peleó contra Satanás en el desierto, el lugar donde fue tentado por él. Jesús se mantuvo citando las Escrituras, diciendo, «escrito está». Esa es tu espada. Eso es lo que te permite ser victoriosa sobre el enemigo.
La Palabra de Dios te ayudará a caminar en libertad y sin ataduras. Te fortalecerá, te animará, te protegerá, te alimentará, te sostendrá, te entrenará, y te bendecirá, día tras día, tras día. La Palabra de Dios es poderosa. Es Práctica. Cambia vidas.
Débora: Acabas de escuchar a Nancy DeMoss Wolgemuth en la serie, La Maravilla de la Palabra.
Si te perdiste alguno de los episodios de esta serie, puedes escucharlo o leer la transcripción en avivanuestroscorazones.com. Esta serie es parte del énfasis en la Palabra durante este año aquí, en Aviva Nuestros Corazones. Aquí está Nancy para explicarnos.
Nancy: Algunas de ustedes recordarán que tenemos un reto en Aviva Nuestros Corazones: leer la Biblia cada día del año. Me da gozo decir que muchas personas se apuntaron para este reto en avivanuestroscorazones.com. Y sé que han estado experimentando las riquezas de la Palabra de Dios conforme leen cada día.
El compromiso es simple. Tómate un tiempo cada día para leer la Palabra de Dios. Sé que al estar viviendo en la Palabra de Dios cada día, y permitiendo que la Palabra de Dios more en ti, vas a recibir un valioso entendimiento, que te va a impactar de manera significativa.
Para ayudarte a que la lectura de la Biblia sea una experiencia aún más profunda, quisiéramos invitarte a visitar el podcast Mujer Verdadera 365 en la página de Aviva Nuestros Corazones. Este es un reto para leer la Biblia de tapa a tapa en un año. Anímate a escuchar este breve devocional diario mientras leemos la Biblia juntas.
Al realizar una donación para apoyar Aviva Nuestros Corazones, queremos ofrecerte uno de dos recursos: uno en físico o uno en digital. Para obtener más información visita Aviva Nuestros Corazones, y dale click a la sección «Dona», en la parte superior derecha de la página.
De nuevo, recuerda que cuando haces una donación para Aviva Nuestros Corazones, te conviertes en un instrumento de bendición en la vida de otras mujeres, animándolas a adentrarse en la Palabra de Dios y a tenerla morando en sus corazones. Puedes estar segura de que hay corazones y hogares que están siendo transformados por la Palabra de Dios como resultado de tu apoyo en este ministerio.
Muchísimas gracias por tu ayuda.
Débora: Al tomar decisiones, ¿alguna vez te has preguntado lo que dice la Biblia ? ¿O te pareces más a esta persona?
Alguien en la calle dice: Si estuviera haciendo una cosa y la Biblia dijera que hiciera otra cosa, probablemente seguiría mis propias creencias porque, quiero decir, la Biblia es una obra importante, pero no es la respuesta para todo.
Débora: Mañana, Nancy te retará: ¿De verdad confías en la Biblia? Por favor regresa, a Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a decir: «Sí, Señor», Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Sé mi visión, Jonathan & Sarah Jerez, Vivir Es Cristo ℗ 2013 Jonathan & Sarah Jerez.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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