Demandas en el desierto
Annamarie Sauter: ¿Le pides a Dios aquello que necesitas, o demandas de Él lo que quieres?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Una cosa es pedirle a Dios que cubra nuestras necesidades, orar por nuestro pan de cada día. Pero otra cosa es el hacerlo con un espíritu demandante. «Señor, Tú tienes que hacerlo a mi manera y en mi tiempo».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Vives momentos en los que sientes a Dios cerca, Él se manifiesta y tus emociones sobreabundan. Pero… en otras ocasiones te sientes seca y piensas que Dios está lejos. ¿Adoras a Dios aun cuando te sientes así?
Reflexiona en esto hoy, al Nancy continuar con la serie, «Atravesando los desiertos de la vida».
Nancy: Dijimos que los desiertos son inevitables; y si ya tienes un tiempo en los caminos del Señor, tú …
Annamarie Sauter: ¿Le pides a Dios aquello que necesitas, o demandas de Él lo que quieres?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Una cosa es pedirle a Dios que cubra nuestras necesidades, orar por nuestro pan de cada día. Pero otra cosa es el hacerlo con un espíritu demandante. «Señor, Tú tienes que hacerlo a mi manera y en mi tiempo».
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Vives momentos en los que sientes a Dios cerca, Él se manifiesta y tus emociones sobreabundan. Pero… en otras ocasiones te sientes seca y piensas que Dios está lejos. ¿Adoras a Dios aun cuando te sientes así?
Reflexiona en esto hoy, al Nancy continuar con la serie, «Atravesando los desiertos de la vida».
Nancy: Dijimos que los desiertos son inevitables; y si ya tienes un tiempo en los caminos del Señor, tú sabes que lo que estoy diciendo es verdad. Hay diferentes experiencias en el desierto y esas experiencias en el desierto pueden estar relacionadas a problemas físicos en nuestras vidas, problemas de salud. Pueden ser momentos difíciles financieramente o de mucho estrés. Tal vez nos sentimos estiradas en la etapa de la vida que estamos viviendo, tal vez tienes un recién nacido o tienes muchos niños o quizás tus hijos se han ido.
Algunos cambios en nuestras vidas usualmente nos pueden traer experiencias de desierto. Como por ejemplo, alguien que se haya recién mudado y se acercan los días festivos, u otros aspectos de la vida donde te toca estar sola sin las personas que te han rodeado en el pasado durante este tiempo. Te sientes como desarraigada. Esto puede darte una sensación de estar en un desierto.
A veces son cambios de relaciones, cambios en nuestras etapas de la vida, cambios de responsabilidades. El desierto puede ser también tiempos donde simplemente te sientes agotada por dar, por estar sirviendo al Señor. Pero llega un momento en que ya estás agotada. En ese estado debilitado, vulnerable, podemos encontrarnos en un desierto.
Cuando Jesús estuvo en Su desierto por cuarenta días, Él no comió durante esos cuarenta días. Marcos capítulo 1, nos da ese pequeño detalle que dice que Él, «tuvo hambre». Bueno quizás dices: «Pero por supuesto que tuvo hambre». Pero creo que eso nos ayuda a saber que Jesús se identifica con las debilidades humanas que nos hacen sentir que estamos en una experiencia de desierto.
Tal vez meses atrás, cuando leías la Palabra de Dios, estaba viva. Lágrimas venían a tus ojos. Dios la hacía viva dentro de ti, y tú la leías. Y fue un tiempo simplemente maravilloso. Te sentabas en la iglesia y todo lo que se hablaba tenía sentido para ti. Pero ahora tal vez inexplicablemente hay una temporada en tu vida donde todo apenas parece como cartón, insípido, aburrido, apagado. No puedes sentir la presencia de Dios.
Dios es lo suficientemente dulce como para darnos momentos en los que realmente se puede sentir Su presencia. Momentos en los que las lágrimas de alegría fluyen de forma natural. Pero creo que Dios también es dulce para darnos momentos en que a medida que maduramos en nuestra fe, caminamos con Él, y lo amamos, no porque lo podemos sentir, sino porque confiamos en Él.
Necesitamos ambas temporadas. Y Dios sabe cuándo necesitamos cuál. Ahora, cuando nos encontramos en el desierto, puede ser que encuentres un desierto en tu familia, o en tu lugar de trabajo o incluso en tu iglesia.
Recibimos cartas y correos electrónicos de personas que dicen: «Nuestra iglesia está pasando por un momento muy difícil» o «yo no siento la presencia de Dios en nuestra iglesia en este tiempo».
La pregunta no es, ¿vamos a ir a través de los desiertos? La pregunta es, ¿cómo vamos a responder cuando nos encontremos en el desierto? Hemos dicho que Dios tiene propósitos para enviarnos al desierto. Ahora, estamos hablando sobre los desiertos que no vienen a nuestras vidas como una disciplina de Dios, sino que Dios tiene como propósito hacernos más como Jesús.
Es Su diseño enviarnos hacia el desierto. No es necesariamente que hemos hecho algo malo o que hemos pecado o que Dios nos está disciplinando. Dios nos ama incluso cuando nos castiga, Él nos ama. Pero la pregunta es, ¿cómo responderemos a ese desierto, a las dificultades y a las tentaciones del desierto?
Pero para que veamos la forma incorrecta de responder al desierto, vamos a volver al Antiguo Testamento y veamos a los hijos de Israel. Ellos fallaron, de cada diez veces, diez. En realidad, eso me anima un poco en el sentido de que yo me equivoco muy a menudo. Me doy cuenta de cuán misericordioso es Dios, tardo para la ira; y cómo Dios, a pesar del hecho de que ellos no respondían bien a los desiertos, Dios al final los llevó a la tierra prometida.
Él los llevó a través de una ruta mucho más larga de lo que necesitaba ser. Le tomó mucho más tiempo. Dieron mucho más vueltas. Dios nos va a llevar a la madurez espiritual, a ser como Cristo, a ese estado glorificado, al cielo; pero el camino de llegar a ser como Jesús puede ser un poco más largo de lo necesario, si no respondemos a los desiertos de la manera adecuada.
La respuesta natural al desierto en nuestras vidas es tan similar a lo que los hijos de Israel hicieron. Ellos endurecieron sus corazones contra Dios. Dios fue quien los llevó al desierto, pero su respuesta natural fue endurecer sus corazones.
Eso se evidenció de dos maneras. En primer lugar, la incredulidad y en segundo lugar la rebelión. Incredulidad y rebelión. Primero ellos dudaron de Dios, incredulidad. Cuando se encontraron en el desierto, sin agua, sin comida, ¿qué iban a hacer por provisión? ¿Cómo iban a encontrar su camino? ¿Cómo iban a hacer frente a los obstáculos y las barreras?
En lugar de confiar en Dios, que los llevó allí, en lugar de decir, «Señor, Tú nos has traído hasta aquí. Esta es Tu elección. Si Tú nos trajiste aquí, entonces Tú debes tener la intención de proveer para nosotros. Pero en cambio ellos dudaban de Dios.
Encuentras esto a través de todo el Antiguo Testamento. El Salmo 78, el versículo 32, hablando de las andanzas del desierto de los israelitas, dice: «A pesar de sus maravillas (de las maravillas de Dios) no creeré» (NVI) Ellos no creían. Dios se había manifestado, había manifestado Su poder una y otra y otra vez.
Piensa acerca de lo que habían visto en Egipto. Piensa acerca de las plagas y Dios sacándolos de 400 años de esclavitud. Habían visto las maravillas de Dios. Piensa acerca de cómo Dios los llevó a través del mar Rojo, cómo Dios proveyó maná, cómo Dios le dijo a Moisés: «Golpea la roca y saldrá agua» (Ex 17:6 NIV), y el agua salió. Piensa acerca de como Dios destruyó a los amalecitas, como Josué luchó en el valle y Moisés estuvo allí con los brazos levantados al cielo.
Ellos habían visto las maravillas de Dios, pero aún dudaban de Dios. ¿No somos nosotras así? Vemos a Dios proveer. Vemos a Dios venir en nuestro auxilio. Lo hemos visto proveer para los demás. Leemos acerca de Él cientos de veces en las Escrituras. Hemos visto Su provisión para nosotras cientos de veces, tal vez miles de veces a lo largo de los años. Pero luego nos vemos en un problema, nos entra el pánico y dudamos de Dios.
El Salmo 78 dice:
«Hablaron contra Dios, y dijeron: ¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto? He aquí hirió la roca y brotaron aguas, y torrentes se desbordaron; ¿podrá también dar pan? ¿Proveerá carne para su pueblo?» Ellos no creyeron en Dios y no confiaron en Su poder salvador.
Habían visto a Dios actuar. Ellos sabían lo que podía hacer. Pero cuando llegaba la siguiente situación, ellos no creían en Dios. No confiaban en su poder salvador. Éxodo capítulo 17 versículo 7, dice: «Pusieron a prueba a Jehová, diciendo: ¿Está el Señor entre nosotros o no?»
¿Está Dios aquí?, ellos dudaron.
Somos tentadas a dudar en los tiempos cuando no podemos ver a Dios, cuando no podemos ver el siguiente paso, cuando no podemos ver cuándo viene la provisión de Dios. Somos tentadas a decir: «¿Está Dios realmente aquí?» Cuando dudamos de Dios somos propensas a tomar la iniciativa y a tratar de arreglarlo nosotras mismas, a tomar el asunto en nuestras propias manos. Buscamos otro trabajo, o tomamos un préstamo o hacemos algo para arreglar la situación.
Me pregunto cuántos milagros nos perdemos de la provisión de Dios porque nosotras tomamos el asunto en nuestras propias manos. Nosotras decimos, «yo me encargo de eso». No esperamos en el Señor. Al igual que los hijos de Israel. Ellos dudaron de Dios, incredulidad.
Y luego se resistieron a Dios en su desierto. Ellos se resistieron a Dios, rebelión. Una vez más, el Salmo 78 en el versículo 8, dice que eran «una generación contumaz y rebelde». Ellos se rebelaron en el desierto contra el Altísimo. Se negaron a escuchar Su voz. Se resistieron a Dios. Se rebelaron contra Dios. «Dios no va a venir por nosotros, vamos a hacerlo a nuestra manera».
Cuando nos resistimos a Dios, cuando nos rebelamos contra Él, se manifiesta en nosotros de la misma manera que lo hizo en los israelitas. Ya sabes cómo se manifestó en sus vidas: murmurando, refunfuñando, quejándose, gimiendo. Eso es rebelión. Ellos se quejaron contra Dios. Se quejaron en contra el hombre de Dios. Acusaron al hombre de Dios. Acusaron a Moisés. Culparon a Moisés.
¿Te encuentras culpando a otras personas cuando estás en tu desierto? «Si tan solo mis suegros no…. o si mis hijos no lo hubieran hecho… o si nuestro director de jóvenes no hubiera… o nuestro pastor… ¡No puedo creer que haya hecho esto!
Culpamos a otra persona, y en última instancia terminamos culpando a Dios. Ellos se quejaron, murmuraron. Éxodo 15, ellos están en el desierto. No tienen agua por lo que dice: «El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: ¿Qué beberemos?» (Éx. 15:24, NVI) «¡¡¡Haz algo!!!» ¿Te has encontrado alguna vez diciéndole eso a tu esposo? Se quejaron, murmuraron. Es un signo de rebelión.
En Éxodo 16, ocurrió lo mismo. Toda la comunidad murmuró contra Moisés y Aarón.
«Como quisiéramos que el Señor nos hubiera quitado la vida en Egipto», decían los israelitas; «allá nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos, ustedes han traído nuestra comunidad a este desierto para matarnos de hambre a todos» (v.3, NIV)
Quiero decir que es increíble lo que un corazón duro, un corazón que se resiste, te hace decir las cosas que si estuvieras pensando bien, tú sabes que no son ciertas. Ellos sabían que no querían que Dios los matara en Egipto. Ellos estaban encantados de salir de Egipto en ese momento. Ellos hablaban acerca de todas las buenas comidas que tenían en Egipto. Si hubieran estado pensando claramente, nunca habrían querido volver allí porque ellos eran esclavos. Ahora eran libres, Dios era su Señor.
Dios los había conducido al desierto, pero tenían miedo. ¿No es a menudo el miedo lo que nos hace temer, quejarnos, criticar y nos hace desesperar y murmurar?
También demandaron alivio. Una vez más, un signo de rebelión, «Señor no estamos contentos con lo que nos has provisto o con cómo lo estás haciendo». Así que exigían un alivio. El Salmo 78 otra vez, en el versículo 18 dice: «Y en sus corazones tentaron a Dios. Pidiendo comida a su gusto». Exigieron la comida que anhelaban.
Una cosa es pedirle a Dios que satisfaga nuestras necesidades, orar por nuestro pan de cada día, apelar a Dios y decir: «Señor, Tú prometiste satisfacer mis necesidades y en el nombre de Jesús te pido que lo hagas»; pero otra cosa es desarrollar un espíritu exigente, demandante: «Señor, Tú tienes que hacerlo y hay que hacerlo a mi manera y en mi tiempo».
«Tú tienes que darme un marido, estoy cansada de este desierto de la soltería». «Tú tienes que darme un hijo, estoy cansada de este desierto de infertilidad». Llegamos a ser demandantes. «Dale a mi esposo un trabajo, o dame a mí un trabajo mejor o dame un aumento de sueldo». Le exigimos a Dios y a los demás que cumplan con nuestras exigencias ahora.
Exigir de tus hijos que sean algo que no son todavía. Demandarle a Dios que cambie a tus hijos o que cambie a tu marido: «Señor, estoy cansada de vivir con este hombre de la manera que es. Es perezoso, es indisciplinado, es improductivo. Él no tiene un corazón para ti, no va a trabajar, o lo que sea.
Y también demandas: «Señor, cambia mi situación». En cambio Dios dice: «Quiero utilizar tu situación para cambiarte. Puedo cambiar a tu marido. Puedo cambiar a tus hijos. Puedo darte un trabajo. Puedo arreglar tu salud».
O, «estoy cansada de este dolor. Quítame estos problemas». Llegamos a ser demandantes. Es rebelión. Es como decir: «Señor, yo no me estoy sometiendo a Tu voluntad ni a Tus decisiones en esta etapa de mi vida». Es rebelión.
Hebreos, capítulo 3 nos describe lo que sucedió cuando los hijos de Israel respondieron con incredulidad y rebelión. Déjame pedirte, si tienes tu Biblia y puedes buscar ese pasaje, Hebreos, capítulo 3. Lee esta descripción conmigo de lo que era y por qué es tan importante para nosotras aprender del ejemplo de los israelitas, porque, como dijo Pablo a los Corintios: «Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para que podamos aprender de sus fracasos» (1 Cor. 10:11 parafraseado)
Hebreos, capítulo 3, comenzando en el versículo 7:
«Por lo cual como dice el Espíritu Santo, si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, como en el día de la prueba en el desierto. Donde vuestros padres me tentaron al ponerme a prueba en el desierto y vieron mis obras por cuarenta años. Por lo cual me disgusté con aquella generación y dije: Siempre se desvían en su corazón».
Por cierto, cómo respondes en el desierto es un asunto del corazón. Es Dios queriendo hacer una obra en tu corazón, y la forma en que tu corazón responde determinará cómo te va en tu desierto. Dios dijo que siempre se desvían en su corazón.
«Ellos no han conocido mis caminos. Como juré en mi ira: No entrarán en mi reposo» (vv. 10-11) Ves, Dios estaba preparando un descanso, un lugar de abundancia, un lugar de paz para su pueblo, pero el camino para llegar al descanso fue a través del desierto.
Los hijos de Israel, dijeron: «No, queremos descansar ahora. No queremos pasar por el desierto. No queremos sufrir. No queremos pasar por lo que se requiere para llegar a ese lugar de abundancia y de descanso, de paz y de libertad de nuestros enemigos. Queremos el descanso ahora y lo queremos a nuestra manera».
Pero Dios dijo: «Debido a que no han conocido mis caminos y endurecieron sus corazones contra mí, les dije a ellos, ustedes no experimentarán mi reposo».
A continuación, el escritor de Hebreos dice en el versículo 12 (y presta atención porque ahora esto es para ti): «Tengan cuidado hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad». ¿Sabías que dudar de Dios, responder en incredulidad es tener un corazón malo? Y tendemos a justificarnos. Yo sé lo que hago en mi propia vida. Yo digo, es natural sentirme de esta manera. Tú te sentirías de esta manera si estuvieras en mis circunstancias. No voy a poner mi puño contra el rostro de Dios. Es solo que tengo miedo.
Si ese miedo conduce a la incredulidad a dudar de Dios, Dios dice que es un corazón malo. Eso nos debe hacer tomar seriamente la incredulidad. Cada vez que no creo en Dios, que no confío en Él, que no dependo de Dios, tengo un corazón malo.
Así dice:
«Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes exhortaos los unos a los otros cada día… Que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado» (vv 12-13).
Es importante en nuestros desiertos que seamos parte de una comunidad de fe, que tengamos gente a nuestro alrededor que nos ame lo suficiente como para mirarnos a la cara y preguntarnos:
¿Estás confiando en Dios?
¿Estás creyéndole a Dios?
¿Se ha endurecido tu corazón?
¿Estás recibiendo la gracia de Dios?
¿Estás buscando a Dios en esta situación?
A veces, cuando estás en esa situación, no quieres a alguien que venga y te haga ese tipo de preguntas, pero ahí es cuando lo necesitamos. Necesitamos, yo necesito esas personas en mi vida. Tú necesitas esa gente en tu vida. Las personas que sean honestas con nosotras. Personas que nos exhorten, que nos animen, que nos desafíen, con amor, con compasión, pero sinceramente.
Exhortaos unos a otros. ¿Con qué frecuencia? Todos los días. En menos de veinticuatro horas mi corazón se vuelve un corazón malo de incredulidad. Es por eso que cada día necesito rendir cuentas a otros creyentes. Necesito gente orando por mí. Necesito gente que me desafíe. Necesito gente que me sostenga porque caigo en incredulidad.
No puedo decirte cuántas veces en este ministerio me encuentro cayendo en incredulidad. Las presiones vienen y me encuentro en experiencias en el desierto diciendo: ¿Puede Dios proveer una mesa en el desierto?
¿Dónde están los fondos para este ministerio? ¿De dónde viene el material para la próxima sesión de grabación? Me veo caer en incredulidad y después en exigencias y demandas, en el resentimiento y resistiendo el desierto donde Dios mismo me llevó.
Por eso doy gracias al Señor por las personas en mi vida que me exhortan a diario para que mi corazón no se endurezca por el engaño del pecado. Versículo 15: «Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación». Escucha a Dios cuando estás en tu desierto. Deja que te hable. Deja que tu corazón esté suave, tierno.
Los versículos 16 y 17 dicen:
«Porque ¿quiénes, habiendo oído, le provocaron? ¿Acaso no fueron todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? ¿Y con quiénes se disgustó por cuarenta años? ¿No fue con aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
Escucha, Dios nunca quiso que los hijos de Israel murieran en el desierto. Él tenía la intención de que pasaran por el desierto hacia la tierra prometida. Sin embargo, cientos de miles de ellos murieron en el desierto porque nunca creyeron a Dios. Así que perecieron.
Algunas de ustedes perecerán en su desierto. Vas a caminar el resto de tu vida en un desierto innecesario, extendiéndolo y prolongándolo más tiempo de lo necesario si no vas a Dios y a Su gracia para ablandar tu corazón y recibir lo que Dios tiene para ti.
Versículo 18:
«¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes?»
Y vemos que no pudieron entrar en el reposo prometido por Dios a causa de la incredulidad. A causa de la incredulidad. Así que Dios se entristeció. Dios estaba enojado. Los israelitas nunca entraron en el reposo. Se les impidió entrar a la tierra prometida. El desierto que Dios intentó para el bien de ellos, llegó a ser para ellos un lugar de destrucción, de miseria y de muerte.
Tú escoges lo que tu desierto será. Ahora, esa es la manera natural de responder al desierto: incredulidad, rebelión, endureciendo tu corazón. Pero cuando miramos a Jesús en Su experiencia en el desierto, encontramos una manera sobrenatural para responder al desierto. No en duda, sino en confianza. No en rebelión, sino en obediencia.
Cuando el Espíritu condujo a Jesús al desierto. ¿Qué hizo Jesús? Él obedeció. Él fue. Él aceptó esos cuarenta días como el plan de Dios para su vida. Cuando tuvo hambre, solo y tentado, ¿qué hizo? Confió. Confió en la Palabra de Dios. Él confió en Dios. Él dependía de la Palabra de Dios.
«No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». (Mat. 4:4) Él miró al tentador en la cara y le dijo: «La Palabra de Dios dice...» Tomó Su posición sobre la Palabra de Dios. Confió en Dios. Miró a Dios para satisfacer Sus necesidades. Se negó a demandar ayuda o aceptar la oferta de Satanás de un alivio prematuro.
En su libro, «Finding Focus in a Whirlwind World», que se titularía, «Buscando enfoque en un mundo en torbellino», Jean Fleming dice: El alivio puede venir en muchas formas, pero el verdadero consuelo viene de Dios. Otros medios de alivio pueden mantenernos muy ocupados como para sentir dolor, o nos pueden sedar, embotar la sensación de dolor, pero solo Dios puede proveer consuelo profundo y rico en medio del sufrimiento.
El tentador te ofrece un acceso directo al alivio fuera del desierto. Pero si no es el tiempo de Dios y a la manera de Dios, no lo aceptes.
Estaba leyendo esta mañana un pequeño libro de Calvin Miller, y dice que tenemos dos opciones que tomar para hacer frente a los misterios de Dios. Cuando estamos en el desierto, en esencia estamos ante el misterio. No sabemos por qué Dios lo está haciendo o lo que Dios está haciendo, cuánto tiempo va a tomar, cuándo Él nos va a sacar, cómo nos va sacar. Así que Calvin Miller dice que tenemos básicamente dos opciones cuando nos enfrentamos con los misterios de Dios. Podemos luchar con Él, o podemos descansar en Él.
¿Cuál estás escogiendo tú? ¿Qué eres más propensa a hacer? Te diré que yo soy propensa a luchar, a irritarme contra la presión, a resistirme. Tú puedes luchar con Dios, pero no vas a ganar. O por fe tú puedes descansar en Él. El Señor conoce el camino por el desierto. Todo lo que tienes que hacer es seguirle.
No lo podemos decir mejor que esta antigua canción: «No hay otra manera de ser feliz en Jesús, sino confiar y obedecer». En el desierto ¿Vas a dudar o a rebelarte, o vas a confiar y a obedecer?
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth te ha estado animando a confiar, a descansar y a obedecer a Dios. Y precisamente el himno lema de Aviva Nuestros Corazones expresa el deseo de nuestros corazones—y espero que hagas de este tu oración. Una porción dice:
«Guíanos en obediencia, humildad, amor y fe;
Nos ampare tu clemencia;
Salvador, propicio sé».
Si te encontraras en medio de un desierto—literalmente hablando—¿crees que podrías sobrevivir? ¡Sí podrías!, si alguien te enseñara cómo y te ayudara a prepararte para enfrentarlo. Bueno, esto también es cierto cuando hablamos de desiertos espirituales. Conoce más, mañana, en la continuación de esta serie, «Atravesando los desiertos de la vida».
Ahora Nancy regresa para cerrar en oración.
Nancy: Gracias Señor, por darnos un ejemplo maravilloso en el Señor Jesús, de lo que significa confiar y obedecer. Hoy, cuando nos enfrentamos a los misterios que llegan a nuestras vidas, cosas que no podemos comprender, cosas que no podemos arreglar, cosas que no podemos cambiar; cuando no podemos ver tus caminos, cuando nos volvemos a la tentación de dudar, ayúdanos a no luchar contra ti, sino a confiar a descansar y a depender de ti. Oro en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Atravesando los desiertos de la vida juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblias de las Américas a menos que se cite otra fuente.
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