De una religión a una relación
Patricia de Saladín: Con nosotras Mary Bonilla.
Mary Bonilla: Una cosa es abrir la Biblia el domingo cuando el pastor te dice el pasaje sobre el que va a predicar, y otra cosa es tener una relación con ese Libro, abrirlo diariamente y que la persona de Cristo sea revelada a ti. Es algo muy diferente.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia: Muchas veces cuando las personas observan nuestra vida cristiana, podrían concluir que se trata de seguir una serie de reglas: hacer esto, no hacer aquello… Y es cierto que Dios nos llama a andar y a vivir de una manera digna del evangelio. Pero esa vida tiene su fundamento en la gracia que nos ha sido dada en Cristo y en el evangelio, no en un conjunto de reglas.
Así que hoy queremos compartir contigo la historia …
Patricia de Saladín: Con nosotras Mary Bonilla.
Mary Bonilla: Una cosa es abrir la Biblia el domingo cuando el pastor te dice el pasaje sobre el que va a predicar, y otra cosa es tener una relación con ese Libro, abrirlo diariamente y que la persona de Cristo sea revelada a ti. Es algo muy diferente.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Patricia de Saladín.
Aquí está Patricia con nosotras.
Patricia: Muchas veces cuando las personas observan nuestra vida cristiana, podrían concluir que se trata de seguir una serie de reglas: hacer esto, no hacer aquello… Y es cierto que Dios nos llama a andar y a vivir de una manera digna del evangelio. Pero esa vida tiene su fundamento en la gracia que nos ha sido dada en Cristo y en el evangelio, no en un conjunto de reglas.
Así que hoy queremos compartir contigo la historia de una mujer que tenía el conocimiento correcto y se comportaba de manera correcta, pero no tenía una relación con Jesús, no lo conocía. Y a través de la lectura de la Biblia, ella pudo conocerle y ser llena de Él para vivir conforme a Su voluntad.
Mary Bonilla inicia contándonos sobre sus primeros años en la iglesia.
Mary: Escuché el evangelio desde muy pequeña; levanté mi mano desde muy pequeña…era creyente –según yo. Yo seguía los ritos de una religión pero no tenía una relación estrecha con el Señor. Casi que crecí en una cultura evangélica y creo que hay un cierto peligro en eso porque uno puede volverse un ente religioso, y creerse a salvo por seguir un rito y una tradición, y creo que yo estaba un poco en esa situación.
Creo que me sentía segura porque yo estaba del lado de los buenos. Alimentó en mí –no quiero pensar que es así para cualquiera– pero en mí alimentó un poco el orgullo de pensar que yo estaba haciendo lo correcto, estaba en el lugar seguro, y que entonces no debía preocuparme mucho por las cosas alrededor. Y entonces sí había una gente que estaba fuera de esa área y estaba transgrediendo fuertemente, pero estaba muy lejos de mí –en mi opinión.
Patricia: Ella nos cuenta cómo la lectura de la Escritura fue fundamental en su vida para conocer a Dios. Hubo una porción en particular que Dios usó para atraer su corazón a Él.
Mary: Recuerdo puntualmente una noche que estaba estudiando Romanos 8, y estaba apoyándome en cierto material pero estaba enfocada en Romanos 8. Recuerdo que el Señor ponía cosas que yo necesitaba aprender más, y que la palabra de ese momento era soberanía. Y entonces empecé a comerme cosas que hablaran de soberanía.
Fui criada en una buena iglesia. Yo no puedo decir que a mí no me predicaron el evangelio y Palabra viva. Yo sabía lo que era una exposición, una predicación expositiva; yo comí eso, pero era mi parte la que no hacía. Entonces tampoco el pastor podía hacerlo por mí. Pero recuerdo que temas como la predestinación, la soberanía…eran temas que había oído siempre y que no me chocaban, no me parecían extraños.
Pero esa noche, recuerdo que estaba leyendo y fue como si alguien pulsara un botón y me hiciera darme cuenta de lo que significaba la predestinación. Hasta entonces lo comprendí, y comprenderlo significó ver toda mi pecaminosidad –o por lo menos la que el Señor me permitió ver esa noche. Allí me di cuenta cuán necesitada estaba del Señor. Cómo el pago había sido tan alto, tan alto… Antes de eso creía que yo no había hecho cosas tan malas como para que costara tanto pagar por mí; me da vergüenza decirlo pero de esa manera era…
Tal vez yo no lo decía con esas palabras, pero en la práctica así era como yo lucía. Pensaba: «yo no he hecho cosas tan extremas», sobre todo porque yo venía de la iglesia, yo no hacía lo que otras personas hacían. Creía que no estaba en una categoría tan mala. No fue algo que yo no supiera antes, yo me sabía bien Romanos 8: 28 y 29, y sabía que había un proceso en nuestra salvación que Él empezaba y Él concluía; pero esa noche me hizo clic…o sea no sé en realidad…
No fue que vi algo diferente en la Palabra, sino que vi algo diferente en mí. Antes yo no veía tan valioso ese pasaje porque yo no me veía tan necesitada. En cambio ese día comprendí que si a pesar de de toda la mancha que había en mí y toda la suciedad que había en mí esa porción aplicaba a mí, es porque Dios es abundante en gracia. Fue hasta entonces que lo hice para mí y no fue solo un texto ahí volando sino que ese día yo pude experimentar la gran misericordia que el Señor tuvo al poner Sus ojos en mí.
Ahora veo que yo creía que era creyente, y eso realmente es estar en un lugar peligrosísimo. El que está alejado del Señor y está en rebeldía sabe que está dándole la espalda al Señor, pero el que está adentro creyéndose salvo y no es, está en un lugar de espanto. Yo estuve ahí. Yo creía que sabía. Sabía todos los himnos que se cantaban, sabía el orden de los libros en la Biblia, servía en la escuela dominical… ¿por qué no iba a ser salva?
Ese día me convertí. Pero no es que ese día me hablaron del Señor, no es que ese día supe del Señor y que nunca lo había oído. No, yo tengo porciones de la Palabra guardadas en mi mente. Yo creí que si seguía el estándar e iba los domingos…
Tal vez las iglesias nos maleducan también y nos hacen creer que porque pertenecemos al grupo, pertenecemos a la familia, pero eso es otra cosa. Pero no puedo ni quiero tampoco dejarle la responsabilidad a la iglesia porque es también tu propia responsabilidad. A mí sí me dijeron que había que leer la Biblia, a mí sí me invitaban a meditar en ella a tomar mi tiempo, o sea que no es culpable, pero creo que a veces lo damos por sentado.
Patricia: Al principio no fue tan fácil hacer un hábito de la lectura de la Biblia. Pero Mary ha podido experimentar la plenitud que trae hacerlo. Ella también nos habla del impacto que Aviva Nuestros Corazones ha tenido en su vida.
Mary: Yo no tenía tiempo para dedicarme a hacer un devocional, y la idea que uno tiene del devocional, de un momento pacífico…y eso. Entonces yo no tenía el tiempo y esa era mi excusa, pero se acabaron mis excusas y dije, «hoy 5 minutos sí tengo», y entonces empecé a hacer eso. Lo digo para mí vergüenza, pero dije, «bueno voy a hacer 5 minutos». Y los sentía tan largos…tan largos…
Pero el Señor fue bueno en dejarme hacerlos un día, y el día siguiente, y luego al día siguiente y luego al día siguiente…y cuando sentí ya no eran cinco minutos y ya no me estresaba tanto que fueran cinco minutos sino que empecé a conocerlo a Él.
Ese fue el principio y el paso determinante porque eso hace toda la diferencia. Empecé a tener una relación con la Biblia y la empecé a conocer. Entonces Cristo me fue revelado. Es una cosa abrir la Biblia el domingo cuando el pastor te dice el pasaje sobre el que va a predicar, y otra cosa es tener una relación con este Libro, abrirlo diariamente y que entonces la persona de Cristo sea revelada a ti. Es algo muy diferente.
Otra cosa que yo le agradezco al Señor es que después de esto de Romanos 8 empezaron a llegar un montón de recursos a mí. Él despierta un apetito por Su Palabra. Yo leo por primera vez mi Biblia de tapa tapa, que era algo que nunca había hecho, y entonces empieza Aviva Nuestros Corazones a hacer su entrada triunfal.
En Guatemala había un movimiento de empoderamiento de la mujer, y pastores y esto… Y entonces escuché el primer programa, la primera transmisión por Radio Eternidad. No sé cómo explicar pero mi sensación fue «¿por qué nunca nadie me había explicado este pasaje así como lo estoy escuchando ahora?» Recuerdo que llamé a mi mamá y le dije, «mami hay algo que tienes que escuchar».
Y ella me dice, «pero ¿qué es?» Y le digo, «es un programa». «Y ¿cuándo lo vuelven a pasar cómo lo puedo escuchar?» –me dijo ella– y yo le dije, «no pero tenemos que esperar» –porque era tres veces a la semana– «dice que es el otro miércoles o algo así…»
Lo sintonicé la siguiente vez y la misma sensación…la misma sensación. Yo decía, «¿por qué es tan fácil? ¿Por qué es tan fácil? Yo no lo entendía así, y cuando escuchaba el programa yo decía, «es fácil, es fácil lo que dice, lo puedo entender muy bien». Mi mamá estaba pasando por una situación en ese entonces, y esa serie fue un bálsamo, He aquí tu Dios, fue un bálsamo para nuestro corazón.
Mi mamá no tenía internet en ese entonces y yo tenía que descargar los audios grabarle CD’s y entonces ya se los podía compartir a ella. Entonces yo le quemaba las series completas y las escuchábamos, y la sensación cuando las escuchábamos era… ¿A quién más se lo damos? Siempre esa fue la sensación, ¿a quién más se lo damos? Alguien más tiene que escuchar esto.
Y empezamos así, empezamos ella y yo, luego ella y yo y una amiga, y luego yo y alguien más…mi mamá era la mayor promotora. Veo cómo el Señor nos ha bendecido con tanto recurso que ha hecho una base sólida en nuestro corazón. Ahora puedo ver cómo el Señor ha hecho que nuestro almacén esté lleno.
Patricia: Amén. Y como en cada una de nuestras vidas, llegó un momento de mucha aflicción para ellas y su familia. Mary nos cuenta del cuidado de Dios en ese tiempo y del legado que su madre dejó en su vida.
Mary: Mi mamá conocía muy bien a su Señor, muy bien. Y su muerte como su vida fue una enseñanza para nosotros. La confianza con la que ella vivió su muerte y el proceso de su muerte nos aseguró, a nosotros sus hijos, que su fe era real. Yo quiero ser como mi mamá. Quiero que mis hijos puedan decir esas mismas cosas de mí.
Antes yo quería que la gente dijera cosas buenas de mí, que mi reputación fuera buena. Ahora quiero que la gente pueda ver a Cristo en mí como lo vimos en mi mamá. Yo la vi morir físicamente, pero a mi mamá yo la vi morir muchas veces a sus necesidades, a su comodidad… Ella aprendió a morir día a día y sabía eso de morir a sí misma, mi mamá lo vivía prácticamente. Ella vivía el evangelio las 24 horas.
Así como entendí que yo era mala antes, con la muerte de mi mamá he visto la bondad del Señor. Antes lo sabía de memoria, pero ahora lo viví; y es tan paradójico porque estaba atravesando tal vez uno de los momentos más difíciles de mi vida. Mi mamá resultó enferma el 20 de agosto y la enterramos el 17 de septiembre. Ella tenía ciertos problemas de salud, padecía de la tiroides, tenía ciertas complicaciones, pero no era una persona enferma. Tenía 67 años y estaba llena de vida. Nadie estaba pensando algo diferente. Padecía hipotiroidismo, y entonces tenía problemas de memoria por momentos o algo así, pero nada tan severo. Pero tuvo unos episodios un poquito más notorios; empezó a sentirse mal y muy fatigada. Empezó a perder movilidad de un costado y creímos que tenía un derrame.
El doctor la revisó y no se veía nada complicado. Volvió a tener un episodio de movilidad y pierde un poco más, y entonces parecía que le había dado un derrame detrás de otro. Pasó 12 días, creo, internada, y salimos con un diagnóstico de un tumor cerebral inoperable, y fue una muerte muy muy rápida, muy repentina.
Y me topé con un texto en Crónicas qué decía, «no sabemos qué hacer ante este gran enemigo que viene delante de nosotros, pero no permitas que nuestros ojos se desvíen de ti». «Nos sentimos impotentes» dice una versión, «nos sentimos impotentes ante esta gran amenaza, pero no permitas que nuestros ojos se desvíen de ti».
Recuerdo que ese día en mi devocional lo escribí y dije, «Señor no permitas que mis ojos se desvíen de Ti. Yo me sentía así, impotente, y ni siquiera sabía lo que íbamos a enfrentar. No sabía la magnitud de la amenaza. En este momento la creía menor, pero yo decía, «Señor, yo no quiero dejar de verte a Ti, no permitas que esto debilite mi fe, no permitas que esto me haga desviar mis ojos de Ti».
Y entonces dije, «bueno, aquí toca ver que el Señor es bueno y creerlo». Esa es la única arma que tengo ante la amenaza, confiar y ver, y creer que el Señor es bueno. Tengo tres hermanos y bueno mi mamá estuvo en el hospital y nos tocó cubrirla, y yo anotaba en mi cuaderno en la noche o el día siguiente, las cosas que yo podía ver que el Señor había hecho ese día, y siempre tenía muchas cosas que poner.
Había cosas que nos causaban tanta incertidumbre…fueron unos días muy angustiantes porque entre que no tienes un diagnóstico, no sabes qué está pasando, había tantas amenazas… Pero había tanta bondad del Señor derramada de tantas maneras. Mi mamá no se podía comunicar con nosotros aunque estaba lúcida porque el tumor estaba creciendo de una manera tan acelerada que iba limitando su habla, su comida.
Y todas las noches terminábamos dándole gracias al Señor por lo que había hecho ese día, porque lo podíamos ver, lo podíamos ver de muchas maneras…gente que llegaba, Su guianza al escoger un doctor, Su provisión al cubrir lo que necesitábamos, la paz en medio de toda esta confusión y que no hubiera conflicto al tomar decisiones… Vean, el Señor es bueno.
Patricia: Mary fue convertida de farisea a hija. De una religión ella pasó a una relación y a conocer la gracia de Dios en Cristo. Y no solo esto, sino que aún en medio de su más profunda aflicción ella experimentó Su compañía y sustento.
Y ahora ella nos cuenta el impacto que el evangelio tuvo en su propia maternidad, que de hecho, años antes, fue parte de lo que el Señor usó para traerla a salvación.
Mary: Como yo era ceñida al plan y a las listas, entonces yo decía, «bueno, ahora me toca ser mamá y lo tengo que hacer como el Señor quiere, y tengo que educarlos en la iglesia y tengo… Pero no era el deseo de que ellos conocieran al Señor estrechamente, sino que entráramos al rol de la iglesia y que fuéramos los domingos, que fueran a la escuela dominical…y eso los iba a poner a salvo».
Tenía que hacerlo así, siguiendo el plan de las mamás cristianas. Me di cuenta de que no debía perseguir hijos bien portados, no valía de nada que ellos se portaran bien si su corazón no estaba rendido al Señor, porque así fue como yo viví. Yo me portaba bien pero mi corazón estaba rebelde al Señor, mi corazón no estaba rendido al Señor.
Entonces el Señor fue bueno porque yo tratando de buscar una estrategia para criar bien a mis hijos, y lo encontré a Él…bueno Él dejó que yo lo encontrara. Recuerdo que me preocupaba mi reputación, entonces me gustaba que mis hijos lucieran bien. Y en un sentido –qué feo es oírlo en palabras y decirlo uno– pero en un sentido, si ellos eran salvos, eso nos daba una vida cómoda alejada de problemas. Ahora puedo ver cuánto egoísmo había en eso.
Veo para atrás ahora, y puedo verlo. Si alguien me hubiera dicho que esa era mi motivación en ese tiempo, yo habría dicho, «estás loca, yo lo que quiero es la salvación de mis hijos». Pero ahora veo para atrás y sí puedo ver eso, puedo ver que yo perseguía que el que estuviéramos alejados de problemas, y eso en mi cabeza se traducía en, «bueno hay que servir en la iglesia, hay que estar en la iglesia, hay que ir todos los domingos…»
Y entonces si seguimos el plan mis hijos van a llegar a la adolescencia tranquilos, van a encontrar una pareja, se van a casar… y vamos a ir pasando las etapas normalmente. Y eso al final es no querer pasar por penas que me incomoden. Todavía sigo cometiendo demasiados desaciertos en su crianza, pero ahora tengo un enfoque diferente y eso cambia todo porque aún mi pecado sigue manchando e interrumpiendo, pero mi motivación es diferente.
Entonces ahora le clamo al Señor que haya salvación en ellos pero con otra motivación. Y también ha habido ocasiones en que he tenido que pensar que si no hubiese salvación en ellos el Señor está en control y Él sigue siendo bueno y misericordioso. Mi hijo tiene 18 años y mi hija 16 y he visto el obrar del Señor en ellos. Están en Sus manos no en las mías. Dejé de ser su salvadora y de tratar de forzar algo, de provocar algo, porque esa fue otra cosa…
Cuando empecé a conocer al Señor, yo quería que todos lo conocieran igual y al mismo tiempo. Entonces a veces me frustraba un poco eso. También he aprendido a cederle el control al Señor porque Él es el único que lo tiene. Y también a quitarme un poco del camino porque a veces yo puedo estorbar más de lo que ayudo. También ahora sé que mis hijos necesitan atravesar dolor, necesitan atravesar sufrimiento, necesitan atravesar rebeldía en su corazón; para que todo eso igual que a mí, les permita clamar con desesperación a su Dios.
Patricia: Nos gozamos al escuchar historias como esta, donde vemos el poder de la Palabra de Dios para transformar vidas. Así como Él lo ha hecho en la vida de Mary, lo puede hacer en tu vida también. ¿Clamarás a Él? ¿Le dirás, «sí Señor»?
Tuvimos la oportunidad de grabar esta historia en una de nuestras conferencias Mujer Verdadera. Para concluir, Mary nos cuenta de su asistencia a estas conferencias y el impacto que han tenido en su vida.
Mary: Cuando fuimos a República Dominicana, fuimos 3 guatemaltecas: mi mamá, mi hija y yo. No creíamos posible que pudiéramos llegar ahí, y la verdad es que cuando logramos entrar al auditorio de la conferencia mi mamá y yo no lo podíamos creer. Mi hija estaba un poco pequeña y tal vez no estaba tan consciente de la magnitud.
Pero mi mamá y yo estuvimos en las nubes durante esos tres días, porque creíamos que estábamos en un sueño; y cuando regresamos a Guatemala nuestra oración era, «Señor, que más mujeres se logren sentar ahí». A Querétaro fuimos 27 guatemaltecas, a Monterrey 93 mujeres guatemaltecas… Y sí, yo puedo decir que el Señor tiene un plan y Él orquesta cada paso, cada circunstancia, cada situación, para que tú encajes en ese plan y para que Él pueda llevarse la gloria.
Puedo decirles que gloria a Dios, Él es ahora más conocido en el corazón de muchas mujeres gracias a Aviva Nuestros Corazones.
Patricia: Amén. Le damos gracias a Dios por Su obra que aún continúa en la vida de Mary Bonilla, y en tu vida; sabiendo que cada una de nuestras historias, es parte de una historia mucho más grande, la historia de la redención.
Y tú, ¿está tu vida arraigada en Cristo y en Su Palabra, de modo que puedas experimentar libertad, plenitud y abundancia?
Eso es a lo que queremos invitarte, y algo que queremos hacer juntas. Y quizás escuchas esto y piensas, «¿es realmente posible experimentar eso en esta etapa de mi vida?» Sí, lo es. Ahí, en medio de tus luchas y en un mundo incierto.
La Escritura nos dice:
«Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».
«De Su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia».
«Los escogí a ustedes, y los designé para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca».
El Movimiento Mujer Verdadera continúa y se acelera, y queremos que tú seas parte de él. Dios sigue levantando a un ejército de mujeres que, arraigadas en Cristo y en Su Palabra, disfrutan de libertad, plenitud y abundancia.
¿Deseas tener una vida fructífera para la gloria del nombre de Dios?
Si es así, acompáñanos en la próxima Conferencia Mujer Verdadera 2023, titulada, «Libertad, plenitud y abundancia». Únete a miles de mujeres de todo el mundo para adorar a Jesús, ser retada y ser edificada en Cristo. Esta conferencia tendrá lugar en Guadalajara, México, del 31 de marzo al 1 de abril del 2023. ¡Reúne tu grupo y aparta la fecha! Para más información, visita MujerVerdadera23.com.
Y el lunes acompáñanos para escuchar sobre el viaje de una pareja cuyos diferentes trasfondos y personalidades amenazaron con destruir su relación matrimonial. Pero ellos encontraron esperanza. Conoce más de su historia, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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