De la tragedia a la esperanza
Débora: Con nosotras, el pastor Sugel Michelén.
Sugel Michelén: La mayor necesidad del ser humano no es tener amigos, no es tener un buen esposo o una buena esposa; tu mayor necesidad es venir a refugiarte bajo la sombra de ese Dios que ha movido los hilos de la historia para proveer a Cristo, el Redentor que hace posible que tengamos en Dios un refugio y no un juez.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 2 de octubre de 2023.
Durante los próximos días estarás escuchando una serie de mensajes del pastor Sugel Michelén, quien es pastor en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en Santo Domingo, República Dominicana, y a quien además tuvimos la oportunidad de escuchar en la conferencia Mujer Verdadera 2023. En esta ocasión, el pastor Michelén nos ayudará a ver a Dios orquestando los …
Débora: Con nosotras, el pastor Sugel Michelén.
Sugel Michelén: La mayor necesidad del ser humano no es tener amigos, no es tener un buen esposo o una buena esposa; tu mayor necesidad es venir a refugiarte bajo la sombra de ese Dios que ha movido los hilos de la historia para proveer a Cristo, el Redentor que hace posible que tengamos en Dios un refugio y no un juez.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 2 de octubre de 2023.
Durante los próximos días estarás escuchando una serie de mensajes del pastor Sugel Michelén, quien es pastor en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, en Santo Domingo, República Dominicana, y a quien además tuvimos la oportunidad de escuchar en la conferencia Mujer Verdadera 2023. En esta ocasión, el pastor Michelén nos ayudará a ver a Dios orquestando los eventos de la historia de la redención incluídos en la historia de Rut, y que se revelan progresivamente en la Biblia hasta el cumplimiento de la promesa del redentor.
Al leer el libro de Rut (y la Biblia en general) debemos tener en mente que el personaje principal es Dios. El pastor Sugel Michelén inicia dándonos un poco del contexto. Escuchemos.
Sugel: Antes de adentrarnos en el contenido de este libro, debemos notar que lo primero que hace el autor, es ubicar este relato en el contexto histórico en el que ocurren los eventos. Dice: «Aconteció que en los días en que gobernaban los jueces, hubo hambre en el país». El tiempo de los jueces fue uno de los períodos más caóticos en la historia de Israel. Fue un tiempo de apostasía en el que la nación se desvió completamente de su fidelidad a Dios, entregándose por entero a la adoración de otros dioses.
Eso trajo como consecuencia una total inestabilidad política, una pérdida completa de la decencia y de la moral. Pero entre Jueces y 1 Samuel, tenemos el libro de Rut, para mostrarnos que en esos momentos tan sombríos de la historia de Israel, que se describen en el libro de los Jueces, Dios continuaba moviendo los hilos de la providencia para llevar a cabo Sus propósitos redentores. Por eso está ahí el libro de Rut.
En la mañana de hoy, vamos a estar considerando el capítulo 1 del libro, que inicia con una serie de tragedias por las que atraviesan Noemí y su familia, en los versículos del 1 al 5. Por eso hemos titulado esta sección, Una oscura y amarga providencia.
Versículo 1: «Aconteció que en los días en que gobernaban los jueces, en Israel hubo hambre en el país. Y un hombre de Belén de Judá fue a residir en los campos de Moab con su mujer y sus dos hijos. Aquel hombre se llamaba Elimelec, y su mujer se llamaba Noemí. Los nombres de sus dos hijos eran Mahlón y Quelión, efrateos de Belén de Judá. Y llegaron a los campos de Moab y allí se quedaron. Y murió Elimelec, marido de Noemí, y quedó ella con sus dos hijos. Ellos se casaron con mujeres moabitas; el nombre de una era Orfa y el nombre de la otra Rut. Y vivieron allí unos diez años. Murieron también los dos, Mahlón y Quelión, y la mujer quedó privada de sus dos hijos y de su marido».
El libro comienza con un tiempo de hambre y escasez en la tierra de Israel, y una de las cosas que nosotros aprendemos en el Antiguo Testamento, es que generalmente Dios traía hambre sobre Su pueblo con uno de dos propósitos: para forzarlos a moverse de un lugar a otro o para castigarlos por su desobediencia; y dado el estado religioso y moral de Israel en esos días, tenemos razones para sospechar que este periodo de hambre fue una muestra del desagrado de Dios con Israel por causa de su apostasía.
Pero en vez de buscar el rostro de Dios, un hombre de Belén de Judá llamado Elimelec, decide moverse con su familia hacia los campos de Moab. El nombre de Elimelec significa, Dios es Rey. Lo que parece indicar que cuando este muchacho nació, al menos había una familia en Belén, durante el período de los jueces, que no se había olvidado del gobierno de Dios sobre Su pueblo.
Lamentablemente, en este momento de su vida, Elimelec parece no estar dispuesto a esperar en ese Rey del cielo hasta que llegaran tiempos mejores, sino que toma la terrible decisión de salir de la tierra prometida para irse a residir en medio de una nación pagana; y no a cualquier nación, sino a los campos de Moab. Elimelec sale de Belén –qué significa en hebreo casa de pan. Se va de la casa de pan para irse a habitar en medio de un pueblo al que Dios le había prohibido que entrara en su casa hasta la décima generación.
¿Saben por qué? Dice en Deuteronomio capítulo 23 versículo 4: «porque no fueron al encuentro de ustedes con pan y agua en el camino cuando salieron de Egipto». Ellos dejaron la casa de pan (Belén) para irse a refugiar a una nación que había provocado el desagrado de Dios por haberles negado el pan. Ese es el tipo de decisiones que nosotros tomamos muchas veces cuando dejamos de observar nuestras circunstancias a través del lente de las Escrituras, y comenzamos a razonar con una lógica puramente humana.
Allí llegó Elimelec con su esposa Noemí, cuyo nombre significa dulce o agradable; y llegan con sus dos hijos, Mahlón y Quelión. No sabemos por cuánto tiempo habían estado en los campos de Moab, cuando Noemí es golpeada por otra tragedia. Ya tuvieron una, tuvieron que irse de la tierra prometida, ahora Noemí es golpeada por otra tragedia más dura, la muerte de su esposo. Y mis hermanos, tenemos que entender que Israel era una nación en que las mujeres dependían de los hombres de la familia.
La muerte del esposo normalmente implicaba una situación muy difícil para la mujer que se había quedado sin esa protección, a menos que la mujer tuviera hijos, como era el caso de Nohemí. Así que todavía, en medio de su tristeza, ella contaba con la protección de sus dos hijos Mahlón y Quelión, los cuales como era de esperar se casaron con dos muchachas paganas, Orfa y Rut. Pasan 10 años y por una razón que el autor no especifica, ninguno de los dos pudo procrear hijos. Otra tragedia para Noemí. Se quedó sin esposo, se quedó sin la bendición de que sus hijos le dieran nietos que alegraran sus días en la vejez, que preservaran el nombre de la familia –algo muy importante en Israel. Pero las tragedias no habían terminado para Noemí.
Al cabo del tiempo, también mueren sus dos hijos. Lo que nos lleva a nuestro segundo encabezado, Una respuesta incoherente.
Versículo 6: «Entonces se levantó con sus nueras para regresar de la tierra de Moab, porque ella había oído en la tierra de Moab que el Señor había visitado a Su pueblo dándole alimento. Salió, pues, del lugar donde estaba, y sus dos nueras con ella, y se pusieron en camino para volver a la tierra de Judá». En aquellos días no era de buena costumbre que uno se despidiera de alguien que se iba a vivir a otro lugar en la casa. Normalmente seguían a la persona un trecho del camino y de ahí la despedían. Por eso dice que salió ella con sus dos nueras pero la intención de Noemí de ninguna manera era llegar hasta Belén con Orfa y con Rut.
Vean el versículo 8: «Y Noemí dijo a sus dos nueras: “Vayan, regrese cada una a la casa de su madre. Que el Señor tenga misericordia de ustedes como ustedes la han tenido con los que murieron y conmigo. Que el Señor les conceda que hallen descanso, cada una en la casa de su marido”. Entonces las besó, y ellas alzaron sus voces y lloraron, y le dijeron: “No, sino que ciertamente volveremos contigo a tu pueblo”».
Noemí estando en la tierra de Moab, recibe la noticia de que el Señor había visitado a Su pueblo para darles pan. Así que Noemí decide regresar a Belén. Pero en vez de permitir que sus nueras regresaran con ella a ese lugar que Dios había escogido para manifestar Su presencia especial, Noemí hace lo imposible por convencerlas de que se quedaran en Moab.
Versículo 7: «Que el Señor tenga misericordia de ustedes como ustedes la han tenido con los que murieron y conmigo». Y en el versículo 9, Nohemí las bendice deseándoles que el Señor les diera descanso. Sin embargo, al mismo tiempo, Noemí está aconsejando a sus dos nueras que permanezcan en Moab. No solo con sus familias respectivas sino también con sus dioses. Más adelante, cuando Orfa decide quedarse en Moab, escuchen lo que le dice Noemí en el versículo 15: «Entonces Noemí dijo: “Mira, tu cuñada ha regresado a su pueblo y a sus dioses; vuelve tras tu cuñada”».
Y uno se pregunta, ¿en qué estaba pensando Nohemí? Gracias al Señor no tenemos que especular porque el mismo libro nos revela qué era lo que había en la mente de Noemí. Ella quería que Orfa y Ruth pudieran hallar descanso y seguridad casándose de nuevo, y ella no tenía nada que ofrecerles en ese sentido, eso es lo que dice a partir del versículo 11: «Pero Noemí dijo: “Vuélvanse, hijas mías. ¿Por qué quieren ir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mis entrañas para que sean sus maridos? Vuélvanse, hijas mías. Váyanse, porque soy demasiado vieja para tener marido. Si dijera que tengo esperanza, y si aun tuviera un marido esta noche y también diera a luz hijos, ¿esperarían por eso hasta que fueran mayores? ¿Dejarían ustedes de casarse por eso? No, hijas mías, porque eso es más difícil para mí que para ustedes, pues la mano del Señor se ha levantado contra mí”».
Para poder entender lo que había en la mente de Noemí es necesario conocer un aspecto de la ley de Moisés. De acuerdo a la ley de Moisés en Deuteronomio capítulo 25 versículos 5 al 10, cuando un esposo israelita moría, la ley estipulaba que uno de sus hermanos solteros o uno de sus parientes cercanos, se casara con la viuda y así preservara el nombre y la heredad del pariente que había muerto. Si alguien se casaba con Ruth o con Orfa, el nombre del hijo iba a llevar el apellido de los padres muertos, no de él. Era para preservar el nombre de la familia, para preservar la heredad de la familia.
De esa manera, ese pariente cercano se convertía en lo que la Biblia llama un redentor, otro concepto importante en el libro de Rut. Es decir, una persona, un pariente cercano que no solo habría de brindar protección a la viuda, sino que también habría de preservar el nombre y la heredad familiar del pariente fallecido. Eso era un redentor. Así que lo que Noemí estaba razonando con sus nueras, era que no había posibilidad para ella de proveerles hijos que las redimieran.
Esa es la idea, «y no puedo tenerlos. Ustedes son jóvenes todavía, vuelvan a sus tierras y a sus dioses porque yo no puedo darles lo que ustedes necesitan, un marido que las redima». Esto es increíble, Noemí se ve a sí misma como alguien que no tiene nada que ofrecer, cuando la realidad es que ella podía darles a sus nueras la más grande bendición que un ser humano puede darle a otro ser humano, el conocimiento del único Dios vivo y verdadero.
Claro que Noemí tenía algo que ofrecer. La mayor necesidad de Orfa, la mayor necesidad de Rut, no era casarse de nuevo. Mi hermana joven soltera, déjame decirte algo, tu mayor necesidad no es encontrar un marido, tu mayor necesidad es tener a Dios como tu Dios. «El que habita al abrigo del altísimo morará bajo la sombra del omnipotente» dice el Salmo 91. La verdadera protección, la verdadera seguridad que estas muchachas necesitaban, no la iban a encontrar bajo la sombra de dos maridos paganos e idólatras, sino en el Dios de Israel. Pero Noemí estaba tan ofuscada en su aflicción que no podía ver. Noemí debió haberles dicho a sus nueras, «vengan conmigo hijas mías, vengan a refugiarse en el Dios de Israel».
Lo sorprendente de esta historia es que a pesar de las incoherencias teológicas de Noemí, Dios estaba haciendo una obra portentosa en la mente y el corazón del Rut, la moabita, que la llevó a tomar una decisión que iba a cambiar el curso de la historia para siempre. No de su historia, el curso de la historia, para siempre.
Y eso nos lleva a nuestro tercer encabezado, Un compromiso firme y determinado. Dice en el versículo 14, que cuando Orfa decide regresar y quedarse viviendo en Moab, Rut se quedó con ella, con Noemí. El compromiso que Ruth está haciendo con Noemí va más allá que el afecto que sentía por ella como la madre de su esposo. Ruth se está comprometiendo con el Dios de Noemí y con el pueblo con el que ese Dios había entrado en una relación de pacto. Noten el versículo 15: «Entonces Noemí dijo: “Mira, tu cuñada ha regresado a su pueblo y a sus dioses; vuelve tras tu cuñada”. Pero Rut le respondió: “No insistas en que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, yo iré, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el Señor conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa”».
Lo que Ruth está expresando aquí es una firme determinación a olvidarse de su trasfondo pagano, idolátrico y venir a refugiarse al abrigo de Dios; aun si eso significaba quedarse sin marido y sin hijos por el resto de su vida.
Rur está determinada a continuar viviendo en la comunidad del pacto, «yo he venido a refugiarme bajo la sombra del Dios de Israel». De hecho, noten cómo más adelante Booz interpreta las palabras de Rut en este capítulo. Rut capítulo 2 versículo 11, dice: «Booz le respondió: “Todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu esposo me ha sido informado en detalle, y cómo dejaste a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, y viniste a un pueblo que antes no conocías. Que el Señor recompense tu obra y que tu pago sea completo de parte del Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte”». ¿Ven cuál es el punto? No fue simplemente por amor a Noemí que Rut tomó esta decisión. Ella había decidido atar su vida al Dios de Israel. Rut había llegado a confiar en ese Dios a pesar de las amargas experiencias que esa familia había experimentado.
Lamentablemente, Noemí está tan ofuscada que es incapaz de consolarse al ver el milagro que se ha operado en el corazón de Rut; y eso nos lleva a nuestro cuarto encabezado, Una teología basada en la desesperación. Vean el versículo 18 del capítulo 1: «Al ver Noemí que Rut estaba decidida a ir con ella, no le insistió más. Caminaron, pues, las dos hasta que llegaron a Belén. Cuando llegaron a Belén, toda la ciudad se conmovió a causa de ellas, y las mujeres decían: “¿No es esta Noemí?” Ella les dijo: “No me llamen Noemí, llámenme Mara (que quiere decir amarga), porque el trato del Todopoderoso me ha llenado de amargura. Llena me fui, pero vacía me ha hecho volver el Señor. ¿Por qué me llaman Noemí, ya que el Señor ha dado testimonio contra mí y el Todopoderoso me ha afligido?”»
Noten que Noemí no creía en un destino ciego que se había ensañado contra ella. No, ella estaba completamente segura de que el Dios Todopoderoso, el Dios soberano seguía sentado en Su trono y que todo lo que a ella le había acontecido y a su familia, había sido decretado por Él. Y ¿saben qué? Noemí tenía toda la razón. En esos dos aspectos su teología era correcta. Hay algunos cristianos que quieren defender a Dios, en medio de las aflicciones negando Su control soberano sobre esos aspectos de la vida, pero mis hermanos eso no solamente es antibíblico, eso tampoco es ningún consuelo.
Hemos dicho muchas veces que si Dios solamente controlara las cosas que salen bien en este mundo, Él no controlaría casi nada. Y eso mis hermanos, no es ningún consuelo. Pero nosotros podemos descansar en el hecho de saber que nuestro Dios sí está en control y que Él tiene un propósito sabio, justo y bueno, en todo lo que hace aún cuando nosotros no podemos entenderlo.
Dos veces Noemí se refiere a Dios como el Shaddai el Todopoderoso, y dos veces le llama Señor, el Todopoderoso me afligió, el Señor me afligió. Su teología era mejor que la de muchos evangélicos hoy. Pero era una teología incompleta porque Noemí estaba analizando a Dios a la luz de su experiencia, en vez de mirar hacia Él a la luz de Su palabra. Era una teología basada en la desesperación. Pero nuestro Dios es paciente, Él todavía tenía planes sorprendentes para la vida de Noemí y es por eso que el capítulo 1 termina con un rayo de esperanza brillando en el horizonte.
Este es mi quinto encabezado, versículo 22: «Y volvió Noemí, y con ella su nuera Rut la moabita, regresando así de los campos de Moab. Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada». Qué casualidad, al comienzo de la siega de la cebada. No solo había alimento para ellas en Belén, la casa de pan, sino que llegaron en el momento preciso para que se desencadenaran una serie de eventos en el contexto de la siega de la cebada, que no solo cambiarían radicalmente la vida de Rut, sino que cambiarían radicalmente la historia del mundo.
¿Qué aprendemos de esta historia? Hay varias lecciones aquí. La primera es que la amargura produce ceguera espiritual. Es verdad que Noemí había sufrido muchas tragedias, pero también es verdad que Dios había comenzado a mostrarle Su misericordia; pero estaba tan amargada que era incapaz de verla. Fue Dios el que visitó a su pueblo infiel para darle pan en medio del hambre. Fue Dios, dice en el versículo 6. Y fue Dios el que le hizo saber a Noemí que eso estaba sucediendo en Belén.
Dios estaba haciendo algo. Fue Dios el que orquestó las cosas para que llegaran justo al comienzo de la siega de la cebada, donde Rut, no solamente conseguiría alimento, conseguiría un redentor; pero sobre todas las cosas fue Dios el que le dio el regalo de tener una nuera como Rut. Rut era un regalo. Al final del libro en el capítulo 4 en el versículo 15, esas mismas mujeres que habían murmurado sorprendidas cuando vieron la llegada de Noemí y en lo que ella se había transformado al final del capítulo, alaban a Dios no solamente por haberle dado un nieto a Noemí, sino por tener una nuera como Rut, que es de más valor para ti que siete hijos, dicen ellas.
Pero en este punto de la historia Noemí era incapaz de verlo. «Llena me fui, pero vacía me ha hecho volver el Señor». Mi hermano, mi hermana, cuidado con la amargura. La amargura produce una ceguera que no nos permite ver las bendiciones de Dios. Pero también aprendemos de esta historia que las obras de Dios tienen un alcance más amplio de lo que nuestros limitados ojos son capaces de ver. Nosotros tenemos una visión muy corta de lo que Dios está haciendo.
Escuchen lo que dice John Piper con relación a este pasaje: «Y si Noemí supiera que parte de lo que Dios estaba haciendo era conformar una genealogía para el Mesías que humillaría al mundo; incluyendo a una moabita gentil. Y si hubiera podido ver que de Ruth nacería un hijo varón que sería el abuelo del más grande Rey de Israel y que este rey de Israel sería el antepasado del Rey de reyes, Jesucristo, el Señor del universo».
¡Oh, si tan solo Noemí hubiera visto eso! Pero ¿sabes qué? Tú y yo sí lo sabemos ahora. Tú y yo sí podemos armar el rompecabezas y mirar ahora al Dios que gobierna la Providencia haciendo cosas impresionantes y decir, «cuánta sabiduría, cuánta bondad, cuánto amor manifestado aún en aquellos eventos que duelen». Nosotros creemos en un Dios que saca bienes de males de maneras sorprendentes. Pero lo más importante que aprendemos de este capítulo es que la mayor necesidad del ser humano no es tener amigos, no es tener un buen esposo, una buena esposa. Tu mayor necesidad es venir a refugiarte bajo la sombra de ese Dios que ha movido los hilos de la historia para proveer a Cristo, el Redentor que hace posible que tengamos en Dios un refugio y no un juez.
Es por medio de Él y solo por medio de Él, que podemos arreglar nuestras cuentas con la justicia divina y recibir de pura gracia el don de la vida eterna. Es solo por Cristo. Oh, quiera el Señor que muchos aquí tomen la determinación de volverse de sus ídolos en arrepentimiento y fe, como hizo Rut, para servir al Dios vivo y verdadero.
Débora: Has estado escuchando el primero de una serie de mensajes del pastor Sugel Michelén sobre el libro de Rut.
¿Es el Dios de la Biblia tu esperanza? ¿O te ha cegado la amargura? En medio de tu aflicción y desesperación, ¿reconoces a Dios como tu único refugio?
Israel era un lugar oscuro y poco amistoso para la mayoría, particularmente para una mujer. Y más aún para una viuda. La historia de Rut empieza en desolación. Pero como en toda historia en donde Dios es el autor, esa desolación no se quedó sin ningún destello de esperanza.
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Recursos del Episodio
Serie, «Mujer Verdadera 365: El Pentateuco»
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