¿De dónde vendrá mi socorro?
Débora: ¡Tú y yo queramos aceptarlo o no somos personas necesitadas! Todas necesitamos ayuda.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ahora, ¿qué clase de ayuda necesitas? ¿Estás enfrentando algo que está mucho más allá de tus capacidades? ¿Temores? ¿Retos? ¿Problemas? ¿Dónde estás buscando ayuda? ¿Dónde estás buscando protección? ¿En las cosas creadas, en las personas, en el dinero, en el trabajo, en tu esposo, en los amigos? ¿O... estás buscando a Jehová, el Señor?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 21 de noviembre de 2024.
Hoy, Nancy da inicio a una serie de enseñanzas basadas en el Salmo 121, titulada, «Un cántico para el peregrinaje del creyente».
Y antes de empezar con la enseñanza del día de hoy, quiero compartir contigo que uno de nuestros recursos destacados este mes de noviembre y que queremos recomendarte, es el libro escrito por …
Débora: ¡Tú y yo queramos aceptarlo o no somos personas necesitadas! Todas necesitamos ayuda.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ahora, ¿qué clase de ayuda necesitas? ¿Estás enfrentando algo que está mucho más allá de tus capacidades? ¿Temores? ¿Retos? ¿Problemas? ¿Dónde estás buscando ayuda? ¿Dónde estás buscando protección? ¿En las cosas creadas, en las personas, en el dinero, en el trabajo, en tu esposo, en los amigos? ¿O... estás buscando a Jehová, el Señor?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 21 de noviembre de 2024.
Hoy, Nancy da inicio a una serie de enseñanzas basadas en el Salmo 121, titulada, «Un cántico para el peregrinaje del creyente».
Y antes de empezar con la enseñanza del día de hoy, quiero compartir contigo que uno de nuestros recursos destacados este mes de noviembre y que queremos recomendarte, es el libro escrito por Nancy titulado «Escoge agradecer».
En este libro ella nos recuerda que la gratitud es una elección. Pero si no la escogemos, por defecto hemos escogido la ingratitud. Y una vez admitida en el corazón, la ingratitud no viene sola, sino que trae consigo un montón de compañeros indeseables que nos quitarán el gozo. Aprende más sobre la importancia de vivir en agradecimiento con el libro «Escoge agradecer» de Nancy DeMoss Wolgemuth.
Ahora, escuchemos a Nancy mientras ella nos enseña sobre el Salmo 121.
Nancy: Durante los próximos días, quiero que veamos en detalle uno de los salmos preferidos y más familiares de la Escritura. Abran sus Biblias por favor (si tienen una), o busquen en sus celulares (si así lo prefieren) el Salmo 121.
Yo no puedo creer que durante todos estos quince años, yo he estado enseñando muchos de los salmos, pero nunca hemos estudiado el Salmo 121. Es un salmo precioso para todos aquellos que conocemos al Señor y hemos estado en este peregrinaje desde hace algún tiempo. Lo vamos a estudiar juntas, ¡y espero que se vuelva aún más precioso para nosotras!
Voy a leer este salmo, y luego vamos a tomarnos un buen tiempo estudiando, y viendo cómo podemos aplicarlo en nuestras vidas, mientras vemos este cántico para el peregrinaje del creyente. Salmo 121, denominado «cántico gradual o salmo de ascensión». Hablaremos de esto después de que lea el salmo.
«Levantaré mis ojos a los montes;
¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor,
que hizo los cielos y la tierra.
No permitirá que tu pie resbale;
no se adormecerá el que te guarda.
He aquí, no se adormecerá ni dormirá
el que guarda a Israel.
El Señor es tu guardador;
el Señor es tu sombra a tu mano derecha.
El sol no te herirá de día,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal;
Él guardará tu alma.
El Señor guardará tu salida y tu entrada
desde ahora y para siempre».
Señor, yo te pido que abras nuestros ojos, abre nuestros oídos, abre nuestros corazones para recibir lo que Tú nos quieres decir a través de esta Escritura en el día de hoy. Gracias por Tu Santo Espíritu; que Él sea nuestro Maestro, y que podamos decir: «¡Sí, Señor!», a todo lo que nos quieras decir hoy. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.
Este salmo también se denomina: «cántico de ascenso gradual». Así se ha llamado a esta bella colección de quince salmos, empezando desde el Salmo 120 hasta el Salmo 134. Cuatro de estos salmos, nos han dicho que son de David. Uno es de Salomón y los autores de los otros salmos, incluyendo este (Salmo 121), no se mencionan sus autores, son anónimos. Sin embargo, muchos comentaristas piensan que es muy probable que David lo haya escrito.
El significado de esta designación: «cántico gradual» o salmos de ascensión, es incierto. Hay muchas teorías y sugerencias diferentes acerca de su significado. Algunos creen que estos salmos los cantaban los judíos exiliados mientras regresaban a Jerusalén desde Babilonia, y eso es posible.
Otros creen que la palabra «gradual», podría significar «gradas», como gradas ascendentes. Una tradición judía dice que el coro levítico cantaba estos salmos en las quince gradas del templo; viniendo desde el atrio exterior de las mujeres, hasta el atrio interior de los hombres. Son quince gradas. Entonces el coro se detenía y cantaba uno de estos salmos en cada una de estas gradas. Esto es posible. Sin embargo, no muchos sostienen esta posición.
Juan Calvino pensó que tal vez tenía algo que ver con la elevación de las notas, o la melodía que se usaba para entonar estos cánticos. De nuevo, no hay muchos que sostienen este punto de vista, pero es posible.
La mayoría de los comentaristas que he leído creen que estos salmos, los quince salmos, eran un himnario, una colección, para grupos de adoradores judíos que estaban haciendo un peregrinaje hacia Jerusalén, o Sión. Jerusalén está a una altura como de unos 2700 pies, así que desde donde venían, ellos tenían que subir hasta Jerusalén.
Estos grupos de adoradores venían para celebrar tres festividades anuales, o días santos, la Pascua, Pentecostés, y la Fiesta de los Tabernáculos. Todos los hombres (y algunas veces con sus esposas y con los jóvenes), venían tres veces al año de diferentes partes de Israel. Se cree que ellos cantaban estos salmos durante el transcurso de su viaje, de su peregrinaje.
La mayoría de estos salmos son cortos y fáciles de aprender, así que podían cantarlos, sin tener que tener el texto de la canción con ellos. Tal vez, ellos empezaban cantando estos salmos, estos cánticos de peregrinos, cuando todavía se encontraban lejos de Jerusalén, y ellos cantaban progresivamente estos salmos, a medida que se acercaban a Jerusalén, hasta que llegaban al templo.
Tú puedes ver la progresión. El Salmo 120, el primero de estos cánticos graduales, es un canto de lamento. Lo cantó alguien que estaba viviendo muy lejos de Jerusalén. Empieza en Mesec y Cedar. Estas son tierras de gentiles que estaban muy lejos de Jerusalén. Y el viajero, que se encuentra muy lejos de Jerusalén, está experimentando desesperanza, desconsuelo, y anhela estar en Jerusalén con el pueblo de Dios.
Y luego, esta colección de cantos termina en el Salmo 134, con el pueblo de Dios sintiendo una intensa alegría en la casa del Señor. ¡Ellos finalmente han llegado a su destino! Así que esta es una progresión que estos peregrinos judíos cantaban hasta llegar a Jerusalén. Yo creo que eso es lo que realmente significa cuando dice: «cántico gradual».
Sabemos por el capítulo 2 del Evangelio de Lucas, que José y María hicieron este peregrinaje para celebrar la Pascua, y a la edad de 12 años Jesús fue con ellos, siendo un joven judío. Piensa cómo, María, José y Jesús, tal vez cantaron estos salmos con otros peregrinos que estaban viajando con ellos desde Galilea hasta Jerusalén, cómo ellos tal vez cantaron esos salmos juntos.
Y luego, Jesús y sus discípulos debieron haber cantado estos salmos durante su travesía hasta Jerusalén para celebrar la Pascua, incluyendo justo un poco antes de la crucifixión de nuestro Señor, ellos entonaron estos cánticos graduales.
Ahora, el Salmo 121, el que estaremos estudiando aquí durante los próximos días, es el segundo cántico de los cánticos graduales. Con frecuencia se le llama: «Salmo del viajero o del peregrino». Mientras nosotras lo estudiamos, veremos, por razones obvias, que se refiere a los peregrinos judíos.
Pero yo pienso, que también se refiere de una manera muy hermosa, a todos los creyentes que estamos en un peregrinaje, en nuestro viaje; con problemas, dificultades y peligros en esta vida hacia nuestro hogar celestial, en la presencia del Señor. Y, por lo tanto, este es un cántico para la travesía del creyente a lo largo de su vida. Harías bien en aprender de memoria este salmo y recordar y cantar este salmo, mientras estés en este viaje hacia el cielo.
Este es un salmo que ha sido de gran consuelo y aliento para los creyentes a través de los siglos. David Livingstone, que es uno de mis héroes, fue un gran misionero en África. En 1840, antes de viajar al continente africano, donde él pasaría el resto de su vida y donde murió y fue sepultado, él leyó este salmo y oró con su padre y su hermana antes de salir para el África.
Era de aliento y consuelo para quien viajaba, quien se iba, y también para aquellos que se quedaban. Y ya verás por qué, cuando lo leamos juntas. Hoy, nos vamos a concentrar en los dos primeros versículos, y luego continuaremos durante los próximos días.
Versículo 1: «Alzaré mis ojos a los montes». (Algunas traducciones dicen, «a las montañas», es la misma palabra). «¿De dónde vendrá mi socorro?» Ahora, si eres como yo, tal vez has leído y has memorizado este salmo en la versión Reina Valera.
En la versión Reina Valera, la primera frase está separada por un punto y coma de la pregunta que sigue: «Alzaré mis ojos a los montes; (punto y coma) ¿de dónde vendrá mi socorro?». Es importante señalar que la ayuda no viene de las montañas, debería haber un punto luego de alzar los ojos a los montes. ¡En la película, La Novicia Rebelde, usaron este salmo en la escena final cuando la madre superiora cita este versículo, al enviar a la familia Von Trapp hacia las montañas para que escaparan a Suiza!
Pero la Nueva Traducción Viviente lo dice de la siguiente manera: «Levanto la vista hacia las montañas, ¿viene de allí mi ayuda?». Esto podría sonar como si el peregrino estuviera mirando a las montañas esperando su ayuda. Pero eso no es lo que significa. De hecho, yo pienso que significa todo lo contrario.
En otras versiones, este versículo tiene una puntuación diferente. Es una oración separada por un punto y coma seguida de una interrogación: «A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda?» (Signo de interrogación), «¿de dónde vendrá mi socorro?» (Como dice en la RV60 y LBLA)
Ahora, ¿cuáles son los «montes» o «las montañas» de las que habla aquí? De nuevo, hay varias interpretaciones. Veamos algunas de estas. No sé si son correctas o no. Yo pienso que algunas veces, cuando la Escritura no es explícita, es porque es algo que no es tan importante. Esta podría ser una de las razones.
Pero estos podrían ser los montes que los peregrinos veían al acercarse a Jerusalén. La Ciudad Santa está sobre un monte, y está rodeada de montañas. Así que cuando viajaban, veían las montañas, pero también veían el monte de Dios. Sión, el monte santo del Señor que simbolizaba el lugar donde moraba la presencia de Dios.
Y la gente, al llegar a Jerusalén, veía ese monte como el lugar simbólico donde Dios habitaba. Dios, quien era su Guardador, el que los podía proteger. También podría ser que cuando ellos estaban viajando, había peligros en las montañas, tal vez había bandidos o asaltantes que se podían estar escondiendo en las laderas, haciendo de esta una travesía muy peligrosa.
O tal vez, ellos consideraban las montañas como un lugar donde ellos se podían esconder de los asaltantes. Hay otros lugares en la Escritura, donde se nos dice que los cerros y las montañas también eran lugares donde la gente levantaba santuarios o altares a los ídolos, a los dioses falsos; se les llama, «los lugares altos». Vemos que esto ocurre muchas veces en los libros de Samuel, Reyes y Crónicas.
La gente quería ir a un lugar elevado para adorar a sus dioses falsos. Allí ellos construían un altar, hacían sacrificios, santuarios, y se inclinaban y adoraban en los lugares altos.
Por eso fue que los reyes buenos de Israel y los reyes buenos de Judea destruyeron los lugares altos. Ellos querían acabar con la idolatría y decían: «¡No, Dios es Uno solo y a Él es a quien debemos adorar!» Entonces ellos tal vez se estaban preguntando: «¿Vamos a buscar ayuda en estos dioses falsos?» «¡No, vamos a buscar a Dios, Jehová, para que nos ayude!», no estos lugares altos.
Otro comentarista dice que estas montañas o cerros podrían simbolizar todo lo que era grande o excelente en la tierra, las cosas bellas, las cosas buenas. «¿Miraré a estas cosas, esta gente, para encontrar ayuda?». Veremos que no hay nada bueno o malo en ellas, en las montañas, sino que Jehová mismo es la fuente de ayuda que nosotras necesitamos.
Así que, aparte de lo que pienses sobre estos montes y montañas; qué son, qué implican o cómo pueden ser interpretados, lo importante es que ¡el salmista está reconociendo que él necesita ayuda! «¿De dónde vendrá mi socorro?». ¡Yo necesito ayuda! Tú no pides ayuda si no necesitas ayuda. Si todo está bien, si no tienes problemas, si no tienes asuntos que resolver, si no tienes retos ni dificultades, tú no vas a estar buscando ayuda.
¡El salmista necesitaba ayuda, y nosotras necesitamos ayuda! Necesitamos ayuda cada día, cada hora, cada momento de nuestra travesía por este mundo, por esta vida . . . durante todo el camino hasta llegar al cielo. Nosotras no somos autosuficientes; no podemos hacerlo en nuestras propias fuerzas. Y pienso que esta es una de las razones por las cuales Dios permite las circunstancias en nuestra vida, de manera soberana, para que estemos conscientes de que lo necesitamos a Él.
Con frecuencia, cuando tenemos una conferencia True Woman, o Mujer Verdadera, o una conferencia de Aviva Nuestros Corazones, o un evento donde tengo que hablar, yo oro por adelantado una semana, unos días antes de la conferencia: «¿Señor, podrías crear circunstancias en las vidas de estas mujeres que van a asistir, que las haga conscientes de su necesidad de ti, de que te necesitan a Ti?».
¡Yo hago esto porque no quiero pasarme la mitad de la conferencia tratando de convencerlas de que ellas necesitan al Señor! Yo quiero que lleguen diciendo: ¡Ayúdame, Señor! ¡Yo necesito ayuda! ¡Necesito al Señor!». Y entonces, les digo a estas mujeres por las que he estado orando: «¡No me culpen de lo que les pasó durante esta semana! ¡Dios estaba creando las circunstancias para que reconocieran que necesitan ayuda!» Tú no eres autosuficiente. Todas nosotras necesitamos ayuda.
Quiero recordarles que el Único que no necesita ninguna ayuda—ni la nuestra ni la de nadie, es Jehová. ¡El Señor no necesita ayuda! Él es autoexistente, autosuficiente, todo suficiente, omnipotente. En Él está toda la ayuda. ¡Nosotras somos las que necesitamos ayuda!
Hay distintas dificultades, retos y problemas en esta travesía, y cada mujer que está escuchando esta transmisión o leyendo la transcripción a través de la radio o la internet, tiene algo en su vida, puede ser una circunstancia, una situación, una persona, algo que no puede controlar, que no puede resolver. O estás perpleja o no sabes qué hacer, ¡tú necesitas ayuda!
Me gusta que este salmo no identifica específicamente cuáles son esas dificultades y tribulaciones, porque la promesa de este salmo no se aplica a tan solo unas pocas circunstancias específicas. Se aplica a cualesquiera que sean esas amenazas y dificultades que el pueblo de Dios puede estar experimentando en su travesía.
Ahora, nuestra tendencia en tiempos de tribulación es la de mirar el horizonte o a nuestro alrededor, y buscar ayuda. Qué o quién ahí afuera me pueda ayudar: «¿Qué libro, qué persona, qué consejero, qué pastor, qué amigo, qué hermana, qué llamada telefónica, qué mensaje bíblico puedo leer? ¿Qué medicina puedo tomar? ¿Qué puedo hacer para salir de este problema?».
Y Dios usa muchas de esas cosas en Su misericordia, para ministrarnos gracia y ayuda; pero en última instancia, esas cosas no pueden ser nuestra fuente de ayuda. Tenemos esta tendencia natural de buscar lo que podemos ver, lo que podemos tocar, lo que podemos experimentar para que sea nuestra ayuda.
Y el mensaje de este salmo es que, lo que sea que estos montes representan, cosas grandes, cosas altas, cosas sublimes, cosas que nosotras pensamos que nos podrían ser útiles, no son suficientes. Las montañas no son suficientes, no son adecuadas. Esos dioses paganos, esos ídolos, esas cosas que nosotras buscamos para que sean nuestro consuelo, paz o ayuda; ¡no son nada! ¡No nos pueden ayudar! El salmista miraba estos lugares altos diciendo: «¡Ellos no son dioses! ¡Son falsos! ¡Ellos no pueden ayudarme!».
Esas montañas fuertes y seguras como parecen, no nos pueden ayudar. Solo Jehová Dios puede ayudar. Y por lo tanto, el salmista mira por encima, más allá de las montañas, a la única Fuente verdadera de ayuda, y en esa Fuente él confía. Él declara confiadamente en el versículo 2: «Mi socorro viene de Jehová (de nada, ni de nadie más), que hizo los cielos y la tierra».
En otras traducciones dice: «del Señor, creador del cielo y de la tierra». Uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento es el Señor Jehová, creador del cielo y de la tierra. En el salmo 124, que está un poco más adelante (todavía parte de esta colección de salmos), dice en el versículo 8: «Nuestro socorro está en el nombre del Señor, que hizo los cielos y la tierra».
La Escritura afirma esto una y otra vez. Es ahí donde encontramos confianza. Es ahí donde encontramos paz. Es ahí donde encontramos descanso, donde encontramos esperanza y ayuda durante las circunstancias más difíciles de la vida. «¡Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra!»
Esta era una declaración común de fe. Se usaba al comenzar los servicios de adoración en la iglesia primitiva: «Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo los cielos y la tierra». Y en el siglo XVI, durante la Reforma, esta práctica fue reanudada en las iglesias reformadas; donde ellos empezaban el servicio diciendo: «Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo los cielos y la tierra».
¡Qué seguridad! ¡Qué motivo de confianza, de paz! Un comentarista dijo acerca de esta designación de Dios como el creador de los cielos y la tierra lo siguiente:
Él es el que inicia, mantiene, controla y dirige toda Su creación. Nada puede suceder sin Su dirección; cada situación que enfrentamos, cada peligro que nos acecha, todo está dentro de Su soberanía.
Nosotras no somos personas sin esperanza. No hay ninguna razón para desesperarnos. Aunque no podamos ver la ayuda, sabemos que Él es nuestro Guardador. Él es nuestra ayuda, el que hizo los cielos y la tierra. ¡El mundo es de mi Padre celestial. ¡Y mientras vivimos y caminamos en este mundo, todo le pertenece a Él! Todo lo que nos podría suceder a nosotras está bajo Su control. ¡Él es soberano; Él es el Señor; Él está por sobre todo!
Así que el salmista no mira ni depende de ninguna persona o cosa creada para encontrar la ayuda que él necesita, sino que él pone toda su confianza, en el Creador de todas las cosas, incluyendo las montañas y los montes con sus dificultades y retos. «Yo no voy a mirar a los montes ni a las montañas para que me ayuden. ¡Yo voy a mirar al que hizo los montes y las montañas, al Creador, al Señor soberano y sabio sobre todas las cosas!».
Ves, esos cerros y montañas, representan la creación, lo que es natural, lo que es bello, lo que parece fuerte. O pueden representar falsos dioses. Pueden representar cosas buenas. Pueden representar cosas malas. Podrían ser criaturas, líderes, personas en las cuales buscamos sabiduría, consejo, ayuda. Pero todas fueron creadas. En contraposición, el salmista dice que él buscará ayuda; pero no en las cosas creadas, sino en el Creador. ¡Él está buscando ayuda sobrenatural en el Dios vivo y verdadero, quien puede y está dispuesto a ayudar a su pueblo!
Hay algunas hermosas palabras en los comentarios que nos hablan sobre esto.
Mi «amigo», Charles Spurgeon (de quien me has oído hablar con frecuencia), dice:
«Es vano confiar en las criaturas; es sabio confiar en el Creador».
Y también Warren Wiersbe dijo:
«Un Dios que es lo suficientemente grande, para crear este mundo y hacer que funcione, es lo suficientemente grande para ayudarte hoy con tus problemas».
¡Me encanta eso! ¡Alienta tu corazón con eso!
Otro comentarista dijo:
«Ese poder que creó todas las cosas de la nada, es competente para hacer cualquier cosa».
En todo lo que Dios te ha llamado a hacer, tú le dices: «¡Ayúdame! ¡Yo no puedo hacer esto sola! ¡Yo no puedo educar a estos hijos! Con los primeros dos estaba bien; pero vino el tercero . . . ¡no se ha escrito un libro que me diga cómo educar un hijo como este!» ¿Necesitas ayuda? El Señor dice: «¡Yo soy competente!».
Él hizo el cielo y la tierra. Él creó todas las cosas de la nada. Él es competente para ayudarte en todo lo que Él te ha llamado a hacer.
Déjame decirte, hace como dos días, yo estaba sintiendo el estrés y la presión de preparar ocho programas nuevos para grabar hoy. Y pensaba: «¡Ayuda! ¡Ayuda!» Yo sé lo que se siente; lo sé desde el día que empezamos Aviva Nuestros Corazones.
Y nunca quiero estar en una situación donde no sienta la necesidad de ayuda, de gracia, de apoyo. ¡Nunca quiero estar en esa situación donde no necesite a Dios! Porque, «todo lo que me hace necesitar a Dios es (¡tú me has oído decir esto mil veces! ¿Cuál es la respuesta?) ¡Una bendición! ¡Una bendición!
Por cierto, es muy importante reconocer que Él fue quien hizo el cielo y la tierra. Esto nos muestra la importancia de creer en el relato bíblico de la creación.
Todo esto no simplemente llegó aquí y evolucionó. Por eso es que los dos primeros capítulos del Génesis son tan importantes y tan fundamentales. ¡Si Dios no es el creador, entonces tenemos todo tipo de problemas!
Pero Él es el creador. Él hizo el cielo y afirmamos esto con esta Escritura y con muchas otras. Y así, mientras hoy piensas en tu historia y en tu peregrinaje:
- ¿Qué tipo de ayuda necesitas?
- ¿Qué estás enfrentando hoy que está mucho más allá de tus capacidades? ¿Temores, dilemas, retos, problemas? (¿Estás haciendo la lista en tu mente?)
Tal vez, hay algo que te está presionando. ¡Parece algo muy grande en este momento! Quizás es una necesidad económica, un problema de salud, un hijo o una hija que no está caminando con el Señor, que se ha alejado del Señor; que está quebrantando tu corazón: «¿Cómo puedo amar a este hijo? ¿Cómo puedo lidiar con esto?» ¿Qué es lo que hay en tu corazón?
Tal vez son muchas cosas pequeñas y no son problemas grandes en tu vida, pero hay muchas cosas pequeñas que te están debilitando, que persisten, que te están carcomiendo y te sientes impotente. ¡Es bueno sentir eso! «¿De dónde vendrá mi socorro? ¡Mi socorro viene del Señor!»
¿En dónde estás buscando ayuda? ¿Dónde estás buscando protección? ¿Dónde estás buscando sabiduría? ¿En los montes? ¿En las cosas creadas, en las personas, en el dinero, en el trabajo, en tu esposo, en tus padres? ¿Estás buscando protección en un sistema de alarma? ¿Estás buscando ayuda en ti misma, en tus amigos, en el gobierno, en los políticos, en los líderes espirituales? ¿Estás buscando estas cosas o personas para que te ayuden? ¿O estás buscando a Jehová, el Señor, el creador de los cielos y de la tierra?
El Salmo 123:1, dice:«¡A ti alcé mis ojos, a ti que habitas en los cielos!»
Deuteronomio 33:26: «No hay como el Dios de Jesurún, quien cabalga sobre los cielos para venir en tu ayuda».
Y luego, Salmo 146 versículo 3: «No confiéis en los príncipes (montañas, cerros, cosas o personas exaltadas, elevadas], ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación… Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en JEHOVÁ su Dios, que hizo los cielos y la tierra…» (vv. 3,5-6).
Jeremías 3:23: «Ciertamente vanidad son los collados… ciertamente en Jehová nuestro Dios está la salvación de Israel».
¿Miras a los montes para que te ayuden en tu tribulación? ¡Te van a decepcionar! Definitivamente, no te pueden ayudar. Pensar así es un error, es una vana ilusión.
Nuestra ayuda no viene de ninguna cosa creada, solo del Señor nuestro Dios, el creador, el que hizo los cielos y la tierra. Míralo a Él y pon en Él tu confianza, tu seguridad. Escucha, por eso es que nosotras tenemos que alentar nuestros corazones día tras día, hora tras hora con la verdad.
Algunas de ustedes no están anticipando un problema, hasta que llegan a la casa y encuentran que se ha presentado una situación. O tal vez, van manejando de camino a casa y se pincha una llanta. Yo no le deseo esto a nadie, ¡que no suceda así!, pero lo que quiero decir es que hay cosas a la vuelta de la esquina que tú no sabes y no estás anticipando.
¡Lo que quiero es que no solo busquemos a nuestro alrededor; que no solo miremos a nuestro alrededor, lo que quiero es que busquemos la ayuda del Señor!
Débora: ¿Reconoces que necesitas ayuda? ¿Entiendes que esa ayuda solo la puedes encontrar en una Persona, en Jesús? Espero que así sea. Has estado escuchando a Nancy DeMoss Wolgemuth en el primer episodio de una serie basada en el Salmo 121, titulada, «Un cántico para el peregrinaje del creyente».
Te animo a que no dejes que pase el día de hoy sin buscar a Dios como tu Ayudador. Sea cual sea la circunstancia en la que te encuentres, Él tiene el poder para ayudarte.
Y es que nuestras fuerzas tarde o temprano se agotan, por eso necesitamos momentos donde podamos ser refrescadas y descansar. Pero Dios no se cansa. Hablaremos más acerca de esto en el próximo episodio, así que asegúrate de regresar mañana a Aviva Nuestros Corazones.
Escudriñando la Escritura juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación