Cultiva el gusto por la Palabra de Dios
Débora: Cuando estás sano –cuando estás creciendo– es natural querer comer. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que lo mismo ocurre con la lectura de la Biblia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Tener apetito por la Palabra de Dios es una evidencia de que le perteneces a Dios, de que has sido justificada por medio de la sangre de Jesucristo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 4 de enero de 2024.
Nancy se encuentra en el cuarto día de la serie titulada, Cómo tener un feliz año nuevo.
Nancy: ¿Qué piensas durante tus momentos libres o de distracción? ¿En qué reflexiona tu mente? ¿En qué meditas?
Quizás, cuando no tienes nada más que pensar, estás pensando en las tareas y los desafíos de ese día. Tú dices, «solo estoy tratando de mantener mi cabeza a flote sobre el agua». O quizás en …
Débora: Cuando estás sano –cuando estás creciendo– es natural querer comer. Nancy DeMoss Wolgemuth dice que lo mismo ocurre con la lectura de la Biblia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Tener apetito por la Palabra de Dios es una evidencia de que le perteneces a Dios, de que has sido justificada por medio de la sangre de Jesucristo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 4 de enero de 2024.
Nancy se encuentra en el cuarto día de la serie titulada, Cómo tener un feliz año nuevo.
Nancy: ¿Qué piensas durante tus momentos libres o de distracción? ¿En qué reflexiona tu mente? ¿En qué meditas?
Quizás, cuando no tienes nada más que pensar, estás pensando en las tareas y los desafíos de ese día. Tú dices, «solo estoy tratando de mantener mi cabeza a flote sobre el agua». O quizás en esos momentos en que bajas la guardia piensas en el daño o en las heridas de tu pasado o en alguna situación relacional desafiante que estás enfrentando ahora mismo.
Quizás en esos momentos libres estás fantaseando en un mundo de sueños…el mundo de «si tan solo...» Quizás descubrirás que solo pusiste tu mente en neutro y que hay pedazos de tu día donde no estás conscientemente pensando en nada –quizás solo dejas que tu mente vaya a la deriva. Y si es así, yo podría decir que tu mente se ha convertido en un envase abierto que puede aceptar cualquier cosa que venga hacia él.
Necesitas ser cuidadosa cuando pones tu mente en neutro, y es fácil estar ahí, especialmente cuando estás cansada…cansada de pensar, cansada de los desafíos. Hay muchas cosas en las que pensamos, reflexionamos y meditamos durante esos momentos cuando estamos distraídas.
De acuerdo al Salmo 1, la manera en que respondes a esa pregunta, ¿en qué piensas? ¿En qué reflexionas? ¿En qué meditas?, puede ayudarte a explicar por qué no eres una persona feliz. Permíteme leer el Salmo 1, comenzando en el versículo 1:
«¡Cuán bienaventurado (o feliz) es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores, sino que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche!»
Estamos hablando al comienzo de este año acerca de este salmo, que nos dice cómo ser bendecidas, cómo ser felices, cómo tener un feliz año nuevo, cómo tener una vida feliz, cómo ser una persona bendecida. Hemos hablado acerca de lo que los justos no hacen: no andan en el consejo de los impíos, no se paran en el camino de los pecadores, ni se sientan en la silla de los escarnecedores. Pero hoy llegamos al versículo 2, que nos recuerda que es importante saber lo que los justos sí hacen.
La persona que es bendecida, la persona que es feliz, no camina en el consejo de los impíos. Más bien –de manera positiva– se deleita, se complace en la ley del Señor. Esta persona sabia, esta persona bendecida, esta persona feliz, medita en la Palabra de Dios en cada oportunidad que tiene.
Ahí es hacia dónde va su mente. En eso se enfoca, en eso reflexiona durante esos momentos libres. Y puedes ver este tema a través de todas las Escrituras: el Salmo 119 versículo 24 dice: «También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros». No recibo mi consejo del impío; recibo mi consejo de Tu Palabra –en eso me deleito.
Salmo 119:97: «¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación». Ahora bien, cuando hablamos de deleitarse, de tomar deleite en la ley del Señor, ¿suena eso un poco contradictorio para ti? ¿Piensas en deleitarte en las leyes? «¡Oh como me encantan las leyes del límite de velocidad!», por ejemplo.
La ley nos sugiere límites, restricciones, cosas que no podemos hacer, cosas que tenemos que hacer. A ninguna de nosotras nos gusta hacer cosas que tenemos que hacer, como tampoco nos gusta mantenernos lejos de cosas que no debemos hacer. Nacimos como transgresoras de la ley; nacimos para querer resistir la ley, poner resistencia a la ley, así que, ¿cómo te deleitas en la ley del Señor?
Bueno, la Palabra de Dios nos dice de sí misma que la ley de Dios es santa, es justa y es buena. Eso es lo que dice Pablo en Romanos capítulo 7. Es bueno deleitarse en la ley del Señor. Es deleitarse en algo que es bueno, santo, saludable y que te llena.
La ley del Señor no fue diseñada para hacernos miserables, ni para hacernos prisioneras, ni para evitar que disfrutemos de la vida. La ley de Dios fue diseñada para ayudarnos a disfrutar la vida. Fue diseñada para bendición nuestra y para protegernos de cualquier cosa y de todo lo que nos pueda evitar el poder disfrutar plenamente a nuestro Creador.
Por eso es que el salmista dijo, «en la ley del Señor me deleito».
Y luego, piensas en meditar en la ley del Señor, día y noche. No sé qué piensas cuando te imaginas este concepto, pero ¿sabes?, puede traer a la mente una imagen de un monje en un monasterio. Que todo lo que hace es leer la Palabra de Dios, entonar la Palabra de Dios, cantar cantos de la Palabra de Dios…eso es todo lo que él hace. No tiene vida, no tienen familia, no hace nada más.
Para algunas personas eso se escucharía como una existencia realmente tediosa, pésima y aburrida. «Yo no quiero meditar en la ley de Dios de día y de noche. No quiero ser como una de esas personas que vive esa vida tan aislada. Yo quiero disfrutar la vida». Bueno, el amor a la Palabra de Dios es una indicación de estar en el camino de justicia y también significa permanecer en el camino de justicia.
Y pienso que necesitamos reconocer que amar la Palabra de Dios –complacerse en ella, disfrutarla, deleitarse en ella– es cultivar un sabor. Pero puedes cultivar un sabor por diferentes cosas.
Tratas de cultivar el gusto por las comidas saludables en tus hijos pequeños cuando apenas están aprendiendo a comer. El amor por la Palabra de Dios –no quiero trivializar esto con estas ilustraciones– es un gusto, un sabor cultivado. El hecho es que, mientras más te deleitas en ella, mientras más meditas en ella, y mientras más meditas en la Palabra de Dios, más te encontrarás deleitándote en ella. Por eso es que el deleite y la meditación van juntos aquí en el Salmo 1.
Puedes ver esto de nuevo a través de los salmos. Permíteme regresar al Salmo 119, que dice: «¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca» (v.103). Ese es el testimonio de alguien que ha estado meditando en la Palabra de Dios. Esta persona ha estado reflexionando en ella, enfocándose en ella, mandando sus pensamientos allí, y ha llegado a darse cuenta de que se deleita en ella, que la disfruta, que realmente es satisfactoria.
No es como decir, «¡come tus vegetales!», porque eso es bueno para ti, pero tienes que forzarte a comerlos. No. Mientras más pruebas y ves que el Señor es bueno, más lo encontrarás a Él en Su Palabra, y más motivada estarás a querer disfrutar y tener lo más que puedas de la Palabra de Dios.
El Salmo 19 dice:
«La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre; los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino, más dulces que la miel y que es el destilar del panal. Además, tu siervo es amonestado por ellos; en guardarlos hay gran recompensa» (vv. 7-11).
¿Ves lo que dice la Biblia de sí misma? Es algo para deleitarse, es agradable, es de bendición, es satisfactoria, te llena.
El profeta Jeremías vivió en tiempos tumultuosos, por decirlo en pocas palabras. La nación de Israel en sus días se encontraba en agitación; el pueblo de Dios estaba alejado de Dios. Estaba sumergido en una decadencia moral, política y espiritual. Los reyes, los profetas, los sacerdotes, el pueblo –todos estaban caminando bajo el consejo de los impíos.
El pueblo de Dios estaba caminando bajo el consejo de los impíos. Pero en medio de toda esta cultura decadente, el profeta Jeremías encontró su sustento, su vida y su gozo en meditar en la Palabra de Dios. Escucha lo que él dice en Jeremías capítulo 15: «Cuando se presentaban tus palabras, yo las comía; tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón, porque se me llamaba por tu nombre, oh Señor, Dios de los ejércitos» (v. 16).
La evidencia de que le perteneces a Dios, que has sido justificada a través de la fe en Jesucristo, es que tienes apetito por la Palabra de Dios. Cuando la lees, cuando meditas en ella, tu corazón se deleita en ella y te trae gozo. ¿Por qué es eso? Porque por medio de Su Palabra Tú lo conoces. Eso es lo que te guía a una relación más profunda con Él.
Así es como aprendes lo que le agrada a Él, qué es lo que Él quiere que hagas, cómo debes manejar tu vida. Ahora, el deleitarse en Dios puede ser cultivado…es un gusto es un sabor que debe ser cultivado, como hemos dicho. Y ¿cómo haces eso? ¿Cuáles son algunas maneras prácticas en las que puedes crecer para deleitarte en la Palabra de Dios? Solo permíteme darte hoy algunas ideas y luego tú puedes tomarlas y ampliarlas.
1.) Pídele a Dios que te dé un mayor deleite en Él y en Su Palabra. Si quieres deleitarte más en Dios –quizás estás diciendo «wao, esto de deleitarse en Dios… Nancy se deleita en la Palabra de Dios, el salmista se deleita en ella, y Jeremías se deleita en ella. Pero ¿cómo puedo yo deleitarme en ella? Para mí es pesado, es un deber. Tengoque tener mi tiempo devocional, así es como me siento». Quizás eso es lo que estás pensando.
Pídele a Dios que te dé un mayor deleite en Él y en Su Palabra.
2.) Pídele a Dios que te muestre qué es lo que puede estar arruinando tu apetito por Él. Una manera de hacer eso es preguntar, «¿en qué me deleito?» Sé honesta. El hecho es que si te deleitas en Pinterest nadie tiene que doblarte el brazo para hacerte pasar tiempo «agregando» cosas, porque te deleitas en eso, ¿verdad?
Si te deleitas en Facebook no vas a considerar como algo pesado o rutinario el revisar las actualizaciones, las fotos, los mensajes de tus amistades –te deleitas en eso. Te encuentras volviendo a ello una y otra vez. Me da pena decirte cuántas veces, algunos días, yo visito Facebook.
No soy una gran publicadora en Facebook, pero sigo a algunas amistades. Me encuentro regresando y siendo atraída por Facebook. ¿Qué si me deleitara en la Palabra de Dios de tal manera que a través del día fuera atraída hacia ella?
¿Ves lo que significa deleitarse en algo? Si te deleitas en las novelas románticas, gastarás dinero comprándolas y encontrarás tiempo para leerlas, ¿no es así? En lo que sea que te deleites nadie tiene que torcerte el brazo para obligarte a hacerlo.
El problema es que si estás llenando tu vida con deleites terrenales y temporales, encontrarás que estás arruinando tu apetito por la Palabra de Dios, por las cosas que son eternas…tienes una capacidad disminuida para deleitarte en Dios y en las cosas que son de Dios. Por cierto, esa es una de las razones por las que ayunar de cualquier cosa puede ser una disciplina muy útil. No es para hacerte más espiritual, sino para darte una oportunidad de cultivar un mayor apetito por las cosas que realmente importan, y decir «no» por un periodo de tiempo a cosas que son temporales o terrenales, para que puedas cultivar un mayor deleite y apetito por las cosas que son de Dios.
3.) Si quieres cultivar deleite por la Palabra de Dios, busca maneras de mantener la Palabra de Dios delante de ti. Una de mis amistades recientemente me dijo, «si vienes a mi casa, vas a encontrar las Escrituras escritas por todas partes en mi baño, en mi cocina, donde tomo mi café…
Luego ella me habló acerca de un tablero que tiene en su cocina en su mesa de la cocina donde escriben versículos que sus hijos están memorizando. Ella me dijo, «tenemos las Escrituras por todas partes en mi casa, y estoy manteniendo la Palabra de Dios siempre delante de mí». Esa es una manera para ayudar a cultivar deleite en la Palabra de Dios.
Y también estaba hablando con otra de mis amigas recientemente que me estaba contando acerca de cómo ella cuando era una madre joven, simplemente le era difícil conseguir tiempo prolongado en la Palabra de Dios. Su día simplemente estaba repleto de cosas de los niños y las demandas y las necesidades de otras personas. Ella decía que finalmente tuvo que reajustar sus expectativas de cómo debía verse su tiempo devocional diario.
La manera en que ella hizo esto fue que determinó leer en la mañana una pequeña porción de la Escritura. Ella me dice que a veces leía solo un salmo, unos cuantos versículos del Nuevo Testamento o una página de un libro devocional. Ella me escribió:
En un pequeño papel yo escribía un versículo que hablaba a mi corazón o que me animaba, y ponía el pequeño papel en mi bolsillo.
Durante el día lo sacaba y reflexionaba en él, le hacía preguntas al Señor acerca de él. Le pedía que me enseñara cómo aplicar esto a mi vida. Había ocasiones cuando estaba realmente luchando o en medio de una situación frustrante, y metía mi mano en el bolsillo y sentía el papelito con la Escritura e inmediatamente recordaba la verdad que Dios había impreso en mi corazón esa mañana.
Podía sacar esas palabras garabateadas allí y tener un momento de adoración en medio del cuarto de lavado o mientras estaba parada frente a la estufa cocinando la cena, y literalmente traía un cambio a mi mente y a mi corazón al ser refrescada por la Palabra de vida que estaba leyendo.
Ella aprendió a meditar en la Palabra de Dios, día tras día. Así que, busca maneras de tener la Palabra de Dios delante de ti. Pueden ser papelitos en tu bolsillo, quizás cosas en un tablero. Yo tengo casi en cada habitación de mi casa –quizás en cada habitación– la Escritura… Ya sean piezas enmarcadas, pequeñas piezas en mostradores, quizás algunas colgando en la pared. Versículos enmarcados ya sea en tamaños pequeños o en tamaños grandes o en los mostradores, colgando en las paredes el punto es que tengo la Palabra de Dios por todas partes, porque necesito esos recordatorios de los caminos de Dios y de la Palabra de Dios para ayudarme a cultivar un apetito por Su verdad.
4.) Teniendo esas cosas delante de ti, no las ignores, sino que conscientemente enfoca tu atención y tus pensamientos en Dios y en Su Palabra. «Medita de día y de noche».
Jonathan Edwards dijo: «Debemos esforzarnos en aumentar los apetitos espirituales al meditar en objetos espirituales». Pon estas cosas enfrente de ti, luego, no solo te acostumbres a tenerlas como parte de la decoración o como un fondo –detente, piensa y medita en el camino en la Palabra de Dios.
Lo que viene a mi mente mientras estoy hablando aun ahora mismo es que afuera de las oficinas de nuestro ministerio en Niles, Michigan hay una fuente y en esta fuente hay un globo terráqueo y se derrama agua sobre este globo. Alrededor de los cuatro lados de esta fuente donde está este globo hay textos de la Escritura acerca de la gloria de Dios cubriendo la tierra como las aguas cubren el mar.
Ponemos Escritura como esa frente a nuestro edificio y en diferentes lugares de nuestro edificio porque queremos recordarnos constantemente, al entrar y al salir de este lugar de trabajo, la Palabra de Dios, meditar en la Palabra de Dios. Al entrar al edificio a veces camino por la fuente y ni lo veo ni pienso en ello.
Pero a menudo, porque esos versículos están ahí, me detengo y por lo menos el pensamiento cruza por mi corazón, e incluso me detengo y leo la Escritura otra vez, y le pido «Señor, ¿podrías hacer que Tu gloria cubra la tierra como las aguas cubren el mar?» Estas son cosas que harán que nuestros corazones giren y nuestra atención se torne hacia la Palabra de Dios.
Mientras meditamos en esto de día y de noche –no significa que literalmente tenemos nuestras biblias abiertas de día y de noche (aunque a mí me gusta tener la Biblia y las Escrituras siempre a la mano donde quiera que esté– de manera que en cualquier momento, ahora a través de los teléfonos inteligentes, yo pueda tener acceso a la Palabra de Dios a la Escritura enfrente de mí).
Cuando dispongo de unos cuantos minutos extra, ya sea aquí o allá, tomo la Palabra de Dios y medito en ella. ¿Cómo haces eso? Bueno te voy a dar el número cinco.
5.) Algunas sugerencias acerca de la meditación: Antes que todo, tienes que leerla. Por eso es que tenemos el reto de lectura bíblica diaria que estamos ofreciendo a todas nuestras oyentes. Quiero animarte a decir, «cada día de este año voy a tomar algún tiempo para leer la Palabra de Dios».
Para comenzar, no puedes meditar en algo que no tienes en tus pensamientos. Así que, comienza a leerla. Lee la Palabra cuidadosamente, léela en oración y haz preguntas al leer.
Y luego al leer escribe cualquier observación o pregunta o algo que aprendiste del pasaje que leíste. Considera las siguientes preguntas: ¿Qué se enfatiza? ¿Cuál es el punto central? ¿Cómo resumirías lo que leíste? ¿Qué contrastes notaste? Por ejemplo con el Salmo 1, ¿cuáles son algunas de las características de las personas justas? ¿Cómo resumirías este salmo? Hazte preguntas y te animo a hacerte preguntas al leer la Palabra de Dios, porque son preguntas que pueden aplicarse también al pasaje que estás leyendo y a otros pasajes de las Escrituras, pero lo primero es leer y luego que leas entonces reflexiona medita en ella. Contémplala. Saboréala. La palabra meditar en realidad tiene que ver con murmurar. Como que lo estás diciendo entre dientes, lo estás vocalizando, verbalizando, lo estás pensando, estás reflexionando sobre eso.
Aquí solo enfatizaría que necesitamos momentos en que le damos a la Palabra de Dios –no solo un vistazo casual rápido– sino que la vemos con intensidad. Buscamos mirar sus profundidades. Buscamos encontrar el oro que se encuentra debajo de la superficie.
He estado haciendo esto por semanas, por muchas semanas, con el Salmo 1. Tan recientemente como esta mañana. Estoy encontrando cosas nuevas en este salmo que nunca había visto antes. Y esto me recuerda –para aquellas de ustedes que viven en los Estados Unidos o por aquí en Michigan o en lugares donde hay playas que son hermosas– que una de las cosas que disfruto es buscar vidrio cristal de playa.
Algunas de ustedes saben de lo que estoy hablando porque han visto esto. Y recuerdo que el verano pasado, caminando a lo largo de la playa del lago Michigan, un día estaba sola y estaba buscando este cristal de vidrio de playa. Muchas veces está en pedacitos pequeños. Están escondidos profundamente debajo de la arena, y tienes que mirar con atención.
Mucha gente solo camina en la playa, como yo lo he hecho en muchas ocasiones, y en realidad nunca ve el cristal de playa, nunca ve los vidrios. Si no lo estás buscando, buscando cuidadosamente –tienes que mantener tus ojos en tus pies, tienes que ser lenta –tienes que ser intencional. Si buscas de esa manera, a menudo encontrarás verdaderos tesoros. Así mismo es como tenemos que reflexionar en la Palabra de Dios.
Y luego de que meditas y reflexionas en la Palabra de Dios, entonces repásala –regresa con frecuencia a ella, reflexiona en ella, medita en ella, memoriza la Palabra de Dios, para que cuando la necesites la tengas contigo en todo tiempo. Eso no quiere decir que memorices pasajes o porciones largas, aunque eso sería grandioso, pero quizás solo memoriza un versículo o dos que puedas guardar en tu corazón; para mantenerlos contigo.
Porque si no meditamos de esta manera, se nos olvida, ¿no es cierto? ¿Cuántas de ustedes pueden acordarse del mensaje que escucharon en la iglesia el domingo? Estoy segura de que quizás, la esposa del pastor se acuerda; y pienso que es penoso que probablemente la mayoría de nosotras debería decir, «no me acuerdo de lo que escuché hace dos días».
¿Te acuerdas de lo que leíste en tu tiempo devocional ayer? ¿Estás meditando en eso? Mira, te voy a decir que si solo escuchas, o solo lees, pero no regresas en tu pensamiento a lo que escuchaste o a lo que leíste, se te va a olvidar. Así que repásalo.
Y luego, responde a lo que leíste, responde a lo que has meditado. Aplícalo a situaciones reales de tu vida. Aconseja tu corazón con lo que leíste. El apóstol Pablo dijo en la carta a los Colosenses, en el capítulo 3: «Que la palabra de Cristo habite, more en abundancia en vosotros, con toda sabiduría enseñándoos y amonestándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acciones de gracias en vuestros corazones».
Escucha, lo que hablamos, lo que cantamos, el tipo de música que disfrutamos, revela lo que hay en nuestros corazones. Lo que hablamos es en realidad el desborde de lo que hay en nuestros corazones. Así que este pasaje dice que debes dejar que la Palabra de Cristo more en ti, que tenga un hogar, que habite en tu corazón, permite que more, que habite allí abundantemente.
Y eso es lo que significa deleitarse en la ley del Señor, meditar en ella de día y de noche –llenarte de ella. Regresar a ella una y otra vez. No es solamente una relación casual con la Palabra de Dios, es una relación profunda, íntima y abundante con la Palabra de Dios.
Si la Palabra de Cristo está morando en nosotras abundantemente, si estamos meditando en ella de día y de noche, ¿qué pasará? Que de la abundancia, de esa abundancia…hablaremos las unas con las otras acerca de las cosas de Dios. ¿Cuántos cristianos tienen conversaciones, aún en la iglesia, conversaciones los unos con los otros, y en realidad nunca hablan de Dios?
No hablamos de lo que Dios está haciendo en nuestras vidas, lo que Dios nos está diciendo a través de Su Palabra. ¿Qué tan a menudo escuchas o tienes conversaciones con otros creyentes como esta: «Permíteme compartir contigo lo que Dios me dijo en Su Palabra esta mañana».
Si la mayoría de nosotras tuviéramos ese tipo de conversaciones con alguien, nos verían como diciendo, «¿de qué está hablando? ¿Meterse en la Palabra de Dios en la mañana?» O quizás sí lo hicieron, pero no tienen ni idea de qué fue lo que leyeron porque no han estado meditando en la Palabra de Dios, deleitándose en ella.
Cuando tenemos la Palabra de Cristo morando en nosotras abundantemente, nos hablaremos las unas a las otras, cantaremos salmos e himnos y cánticos espirituales juntas, corporativamente con el pueblo de Dios. ¿Y qué tan diferente es eso del tipo de música y de conversaciones por las que la mayoría de la gente, incluso muchos cristianos, tienen apetito hoy?
Si solo tomaras lo que has hablado durante el curso de la semana entera, ¿qué dirías que es en lo que te deleitas, qué dirías que es en lo que has meditado o en lo que has pensado?
Si estás trabajando en un proyecto en tu casa –si estás remodelando tu cocina– vas a estar hablando mucho de eso, ¿verdad? Vas a decir, «¿qué tipo de mostrador te gusta?» «¿Qué piensas de esto en comparación con aquello?» «¿Quién te hizo este trabajo a ti, hizo un buen trabajo?» De eso es de lo que vas a estar hablando porque en eso estás meditando.
Y déjame decirte que no hay nada de malo con tener un proyecto en tu casa –remodelar tu cocina y hablar acerca de estas cosas– pero si pasamos horas y días y semanas y no hay conversación o hay muy poca conversación acerca de las cosas de Dios, ¿será eso una clave de que la Palabra de Cristo no está morando abundantemente en nosotras?
Si la Palabra de Cristo no está morando en nosotras con abundancia, te diré lo que sí morará –el consejo del impío. Tu mente y tu corazón se van a llenar de algo. Tú querrás llenarla con la Palabra de Dios. Y quizás tú digas «es que no tengo tiempo para el reto de leer la Biblia a diario».
Escucha, ¿tienes tiempo para Facebook? ¿Tienes tiempo para el juego de Palabras con tus amigos? ¿Tienes tiempo para ver películas? ¿Tienes tiempo para el entretenimiento? ¿Tienes tiempo para leer otros libros? ¿Tienes tiempo para ojear revistas? ¿Tienes tiempo para los deportes? Quizás no para todo eso, pero el hecho es que tomamos tiempo para las cosas que nos gustan y nos deleitan.
Y aquí están las buenas noticias, las cosas en las que pasas tiempo son las cosas en las que te deleitarás. Así que ese es mi reto, ese es mi desafío para ti en este año, «deléitate en la ley del Señor. Medita en ella de día y de noche, y serás bendecida».
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth en la serie titulada Cómo tener un feliz año nuevo, basada en el Salmo 1.
Un árbol recibe nutrición para que pueda dar fruto y nutrir a otros. Dios quiere hacer lo mismo contigo. Él quiere llenarte con Su Palabra para que puedas difundir esa verdad a otros. Nancy hablará más de esto mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Invitándote a poner tu felicidad en Jesús, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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