Cuando te sientes sola
Annamarie Sauter: ¿Te has sentido sola en tu caminar con Dios?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Déjame animarte a que en esos momentos, le pidas al Señor que te dirija a una hermana—a otra mujer que conozca, que ame y que camine con Dios, para que camine contigo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Al iniciar este programa, Nancy hará referencia a una prenda de vestir que tiene un significado especial para ella. Encuentra la foto a la que Nancy va a referirse en AvivaNuestrosCorazones.com, en la transcripción de este programa.
Aquí está Nancy con nosotras,
Nancy: No tuve la oportunidad de conocer personalmente a Henrietta Mears. Murió en el 1963 cuando yo tenía cinco años. Pero conozco mucho sobre esta mujer, la he admirado, y ella ha tenido una gran influencia en mi vida a lo largo …
Annamarie Sauter: ¿Te has sentido sola en tu caminar con Dios?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Déjame animarte a que en esos momentos, le pidas al Señor que te dirija a una hermana—a otra mujer que conozca, que ame y que camine con Dios, para que camine contigo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Al iniciar este programa, Nancy hará referencia a una prenda de vestir que tiene un significado especial para ella. Encuentra la foto a la que Nancy va a referirse en AvivaNuestrosCorazones.com, en la transcripción de este programa.
Aquí está Nancy con nosotras,
Nancy: No tuve la oportunidad de conocer personalmente a Henrietta Mears. Murió en el 1963 cuando yo tenía cinco años. Pero conozco mucho sobre esta mujer, la he admirado, y ella ha tenido una gran influencia en mi vida a lo largo de los años.
Henrietta fue una educadora cristiana. Sirvió como parte del personal de la Iglesia Presbiteriana de Hollywood en el sur de California. Ella fundó un centro de retiro y una editorial de currículo cristiano (christian curriculum publisher). Henrietta Mears nunca se casó, y tal vez esa fue una de las razones por las que me interesé en su vida, incluso siendo una mujer joven.
Dios la usó de maneras significativas en las vidas de muchos líderes cristianos de su época, incluyendo a un joven llamado Bill Bright, a quien ella motivó cuando recién conoció al Señor. En ese tiempo Bill salía con una chica llamada Vonette, que luchaba por creer que la Biblia era la verdad. Así que Bill llevó a su novia, Vonette, a conocer a la señorita Mears.
Y la señorita Mears, que tenía una mente realmente genial para la apologética y para la defensa de la fe, habló con Vonette y finalmente condujo a Vonette (que más tarde sería Vonette Bright), al Señor. La señorita Mears abrió su hogar a Bill y a Vonette al principio de su matrimonio.
Su casa estaba cerca del recinto de la Universidad de California en Los Ángeles, y Cruzada Estudiantil para Cristo comenzó en la casa de la señorita Mears en el sur de California.
Ahora, Vonette Bright fue amiga de mi familia toda la vida; la conocí desde que nací. Ella ya está con el Señor, y tuvo una gran influencia en mi vida, fue como una segunda madre para mí. Ella oró por mí, me animó, inspiró mi fe. A través de Vonette escuché mucho sobre Henrietta Mears a lo largo de los años. Leí su biografía y fui retada por su fe, por su ministerio.
Una de las cosas que quizás no conozcas, si has oído hablar de la señorita Mears, es que era conocida por su gran colección de sombreros. Muchos de ellos eran sombreros grandes y extravagantes. Cuando ella murió, los sombreros fueron entregados a Vonette Bright. A menudo me quedaba en la habitación de huéspedes de la familia Bright, donde estaban colocados estos sombreros en la parte superior de la pared de la habitación.
Tuve el privilegio de ver esos sombreros muchas veces a lo largo de los años. Cuando murió Vonette Bright, poco después de que Robert y yo nos casaramos, sabiendo de mi amor por estas dos mujeres, ¡su familia me regaló uno de los sombreros de la señorita Mears!
¡Este sombrero es un símbolo para mí de las vidas de estas dos preciosas mujeres mayores (una de las cuales nunca conocí personalmente), que marcaron tanto mi vida! Y a la vez me habla del poder de las relaciones entre las mujeres mayores y las más jóvenes, y cómo pueden inspirarse y animarse mutuamente, ya sea que usen sombreros o no. Simplemente me recuerda esto.
Vamos a ver algo acerca de ese tipo de relación hoy cuando vayamos al Evangelio de Lucas, al capítulo 1, comenzando en el versículo 39. En el último programa, hablamos sobre cómo el ángel se acercó a María y le dijo a esta joven adolescente, quien nunca había estado con un hombre (estaba comprometida para casarse), «vas a tener un hijo, ¡y este hijo será el Hijo de Dios!» ¡Un momento increíble que jamás se repetirá!
Y luego, el versículo 38 nos dice que después de que María recibe por fe estas palabras, dice: «He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia». Luego, los siguientes versículos, versículos 39 y 40 de Lucas capítulo 1, dicen:
«En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet».
Nadie sabe a ciencia cierta cuál era la ciudad. Muchos comentaristas piensan que era Hebrón, que era una ciudad de sacerdotes que estaba a unos treinta kilómetros de Jerusalén. Pero estaba entre 128 a 160 kilómetros de Nazaret, de donde era María. Entonces, ¿cómo llegó María? ¿Fue sola o se fue con una caravana o cómo lo hizo? No lo sabemos. Pero sabemos que ella se dirigió directamente a la casa de su amiga y pariente, Elisabet.
Ahora, las Escrituras no nos dicen por qué María decidió ir a la casa de Elisabet, pero mientras medito en este pasaje, me parece que María debe haber sabido que Elisabet era una mujer en la que podía confiar, y una mujer a quien le importaría la historia que María estaba experimentando y creería que Dios estaba con ella.
Entonces, María llega a la casa de Elisabet, y Elisabet estaba en sus seis meses de embarazo. Después de haber estado recluida (las Escrituras ya nos lo dijeron en Lucas 1), se mantuvo aislada durante los primeros cinco meses de su embarazo, y llega María, esta joven que está comenzando su embarazo.
Ambas mujeres están conscientes de lo que nadie más podía entender: ¡Que la oscuridad espiritual que había prevalecido en el mundo durante tanto tiempo estaba a punto de terminar! El amanecer se acercaba. ¡El amanecer, la aurora que el pueblo de Dios había anhelado y por la habia gemido durante siglos!
Ahora, por lo que sabemos, la visita de María fue inesperada para Elisabet. No tenían teléfonos celulares ni redes sociales, ni formas de conectarse entre sí. Pensaría, que humanamente hablando, este no era el mejor momento en la vida de Elisabet para recibir visita, para tener una invitada en casa durante tres meses en el último trimestre de su embarazo.
Pero Elisabet recibe a la mujer más joven y abraza cada parte del plan que Dios está desarrollando en la vida de María. Leamos comenzando en Lucas 1, versículo 41:
«Y aconteció que cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor» (vv. 41–45).
Y de esta forma Dios entrelaza las vidas de estas dos mujeres, tan diferentes. Eran de diferentes partes del país, por lo que provenían de diferentes culturas. Una era joven, la otra anciana. (Hemos leído en Lucas varias veces que Elisabet era vieja). Pero ambas milagrosamente embarazadas. Una había sido estéril durante años, ahora tenía seis meses de embarazo y la otra, esta joven adolescente que se había comprometido para casarse, se había mantenido pura en una ciudad, Nazaret, conocida por la inmoralidad, y ahora está embarazada del Espíritu Santo.
Así que la manera en que todo esto les está sucediendo es diferente, los detalles son diferentes, pero hay una similitud en sus historias. Elisabet modela para nosotras en este momento la belleza de un corazón abierto y un hogar abierto. Y ella y María, a lo largo de estos meses, podemos asumir que se convirtieron en un regalo la una para la otra.
Puedo imaginar que María, la más joven, con más energía, estaba ayudando a Elisabet en la casa y preparándose para la llegada del bebé de Elisabet. Me imagino que Elisabet estaba animando y guiando a María. Estas eran dos mujeres que conocían al Señor y amaban Su Palabra.
Me imagino que se hicieron compañía la una a la otra, porque recuerden, Zacarías no podía hablar. ¡Por cinco meses Elisabet había estado recluida con un esposo que no podía decir nada! Imagina eso. Así que estas mujeres experimentaron una hermandad, y cercanía, incluso con sus grandes diferencias de edad. Se animaron una a la otra.
Estas dos mujeres estaban solas en sus circunstancias. Había pocos que podían entender por lo que estaban pasando, y ambas habían sido recipientes de dones divinos y revelación divina. Dios les había enviado mensajes. Ambas tendrían vidas difíciles por delante en cuanto a las vidas que sus hijos vivirían y a la forma en que morirían.
Y aquí, en este momento tan tierno y dulce mientras ambas esperan—una embarazada de quien sería Juan el Bautista, y la otra embarazada del Cristo, el Mesías, y Dios las guía la una hacia la otra. Ellas se fortalecen y se estimulan mutuamente en ese momento.
Ahora, imagino que hay momentos en tu vida, así como en la mía, cuando te sientes sola en tu caminar con Dios. Nadie más entiende lo que Dios está poniendo en tu corazón, lo que estás haciendo en tu vida, por lo que sientes carga, lo que está llamando tu atención. Y puedes empezar a pensar, ¿estoy loca? ¡Porque nadie más entiende esto! Te sientes sola en el llamado que Él te ha hecho.
Permíteme animarte en esos momentos, a pedirle al Señor que te dirija a una hermana; a otra mujer que conozca, ame y camine con Dios, para que camine contigo. Y no pienses que esta hermana tiene que estar en la misma época de la vida que tú o que tiene que tener tu misma edad.
Hay algo dulce en el hecho de que Dios ha reunido a esta joven adolescente y a esta anciana durante tres meses. ¡Es hermoso! Deja que Dios use a quien Él quiera usar en tu vida para alentarte en esas temporadas. . . y para que tú también le sirvas de estímulo.
Ahora, déjame repasar esos últimos versículos, los versículos 41 y 45, de Lucas 1. Quiero ver con más detalle cada una de esas oraciones y traer algunas aplicaciones para nuestras propias vidas y relaciones.
Versículo 41: «Y aconteció que cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre». Ahora, aquellas de ustedes que han dado a luz a sus hijos biológicos, saben y probablemente recuerdan exactamente la primera vez que sintieron al bebé moverse en su vientre.
¿Recuerdas lo que estabas haciendo, dónde estabas? En el primer embarazo, esto ocurre normalmente entre las semanas dieciséis y veinticinco, y es justo el tiempo donde Elisabet habría estado en este momento.
Y dice que el bebé «saltó». Esa es la misma palabra que se usa en la versión griega del Antiguo Testamento que habla de los gemelos Jacob y Esaú «luchando» en el vientre de Rebeca, como luchando entre sí. Es también la misma palabra que se usa en el Salmo 114, donde dice que las montañas «saltan» de alegría.
El bebé saltó en su vientre. Y veremos que fue por alegría porque luego dice que «Elisabet fue llena del Espíritu Santo». Si estás leyendo el Evangelio de Lucas, particularmente en estos primeros capítulos, es importante que notes cada referencia al Espíritu Santo.
No se hace tanta mención al Espíritu Santo en el Antiguo Testamento como se ve ahora en los evangelios, en particular en el Evangelio de Lucas, sobre el papel del Espíritu Santo. Las referencias al Espíritu Santo resaltan en el capítulo 1 de Lucas. Recuerda en el versículo 15 que Gabriel le había dicho a Zacarías que su hijo, Juan el Bautista, sería lleno del Espíritu Santo en el vientre de su madre.
Y luego, en el versículo 35, Gabriel le dijo a María que el Espíritu Santo vendría sobre ella y le permitiría concebir a ese hijo que sería su hijo, pero también sería el Hijo de Dios. Y luego, en el versículo 67 (aún no hemos llegado allí; llegaremos allí mañana), después del nacimiento de Juan el Bautista, Zacarías fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó una hermosa profecía.
Y ahora, en el versículo 41, en presencia del Salvador que María lleva en su vientre, Elisabet es llena del Espíritu Santo. Pienso en el capítulo 5 de Efesios que nos dice que todos debemos ser llenos del Espíritu Santo. ¿Y cuál es la evidencia que se nos da en ese pasaje de que somos llenas del Espíritu? ¿Cómo se ve que estamos llenas del Espíritu Santo? No puedes ver al Espíritu Santo, entonces, ¿cómo sabes cuándo estás llena?
Bueno, hay muchas evidencias en Efesios 5 y 6, pero déjame leer un par de versículos que dicen que cuando estás llena del Espíritu Santo, ¿qué haces? Hablarán unos a otros con «salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y haciendo música con su corazón al Señor, dando gracias siempre por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (Ef. 5: 18-20, parafraseado).
¿Qué hizo Elisabet cuando se llenó del Espíritu Santo? Lo vemos en los próximos versículos. Dio gracias al Señor, y hablando entre ellas alentó a María con palabras de fe y palabras de confianza en el Señor.
Entonces, el versículo 42 dice que esta mujer llena del Espíritu Santo, «exclamó con un fuerte grito». Antes de leer lo que dijo, esa frase, «fuerte grito», significa «un momento de emoción eufórica». Recuerda, una vez más, que ella no había tenido prácticamente a nadie con quien hablar durante los últimos cinco meses. Así que estaba emocionada con lo que estaba sucediendo y ahora tenía la oportunidad de expresarlo.
¡Es una expresión espontánea de deleite, maravilla y alegría! Dios estaba haciendo grandes cosas, no solo en ella y para ella, sino también alrededor de ella y en este mundo y en esta mujer que vino a visitarla y apareció en su puerta. Elisabet no fue para nada tímida al expresar lo que Dios estaba haciendo. ¡Eso es lo que pasa cuando estás llena del Espíritu! ¡Te emocionas con lo que Dios está haciendo!
Ahora, eso no significa que siempre hablaremos con un grito fuerte o una voz fuerte, a veces es apropiado hablar en voz baja y con suavidad. Pero hay una alegría que brota en el corazón de Elisabet que se expresa verbalmente.
¿Y qué dice ella, continuando en el versículo 42: «. . . con un grito fuerte: ¡Bendita seas entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!» Esa palabra «bendita» es una palabra de donde viene nuestra palabra en español «elogio». Significa «hablar bien de alguien, expresar buenos deseos».
Y así, Elisabet que debería haber recibido el mayor honor como la mujer mayor, le rinde honor a la joven, en lugar de esperar que la joven la honre. Ella bendice a la joven que se presenta en su casa, y luego bendice al niño que María lleva en su vientre: «¡Bendita seas entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!»
Ahora, como somos las mujeres, puedo imaginar que Elisabet pudo haberse sentido celosa de esta mujer más joven que había sido honrada de una manera tan asombrosa. Después de todo, Elisabet había caminado fielmente con el Señor durante décadas. Y ella iba a tener un hijo, sí, pero ya sabes, Dios nos da algo especial y luego decimos que queremos algo más. ¿Cierto? ¡Queremos algo más!
Nunca es suficiente. Nuestra inclinación es hacia el descontento, ¿no es así? Es como que Elisabet se preguntara, «¿por qué María, esta joven adolescente que no ha tenido todos estos años de fidelidad al Señor, es a quien se concede ser la madre del Mesías, y yo solo llevo en mi vientre al precursor del Mesías?» Bueno, pero no vemos nada de eso en el espíritu de Elisabet, no hay comparaciones, ni inseguridades, solo alabanza, bendición y ánimo.
El hijo de Elisabet sería grande, pero el hijo de María sería el más grande de todos los hijos, el Altísimo. Y Elisabet se regocija con la bendición de Dios sobre la vida de María. Ella celebra la manera en que Dios escogió usar a María.
Mientras estaba pensando en esto ayer, recordé cuando empezamos Aviva Nuestros Corazones, y era la novedad en la radio.
Yo tenía, no sé, cuarenta y unos pocos años, pero había tres presentadoras de radio con más edad que yo y habían estado haciendo esto durante mucho, mucho tiempo. Y cuando nos juntábamos en la convención nacional de presentadores y locutores religiosos o estábamos cerca unas de las otras, era asombroso para mí ver cómo estas tres mujeres (sabrían de quién hablo si les dijera sus nombres), eran increíbles, ellas me honraban, me bendecían, me daban ánimo y oraban por mí. Recuerdo a una de ellas, cuando una estación tuvo que elegir entre poner su programa o el mío en el aire (porque solo había unos espacios disponibles), esta mujer vino y me dijo: «Le dije a la estación que si solo hay una opción, quiero que pongan tu programa al aire, ¡porque estoy muy emocionada con lo que Dios está haciendo a través de ti!»
Quedé asombrada con estas mujeres en ese tiempo. ¡Recuerdo que fue una gran bendición para mí! Me modelaron e inspiraron la forma en que quiero bendecir a quienes vienen detrás de mí, porque ahora soy la mujer mayor y hay mujeres más jóvenes que Dios está levantando que están siendo usadas para bloguear, escribir, hablar, y servir de varias maneras. Quiero ser una mujer mayor que bendice a esas mujeres, como lo hizo Elisabet con Maria.
Como dice Romanos, «gozándose con los que se gozan» (Rom.12:15). Eso es lo que vemos en Elisabet aquí, ¿no es así? ¿Estás de acuerdo conmigo en que a veces es más fácil llorar con los que lloran, que gozarse con los que se gozan? Pero veo a Elisabet regocijándose con María.
Y solo un par de aplicaciones personales aquí para nuestras vidas. Este no es el punto principal del pasaje, pero nos recuerda que así como Elisabet bendice al niño en el vientre de María, los niños, incluidos los que están en el útero, son un regalo del Señor. Son una ocasión de alegría y celebración.
Así que me encanta decirles a las madres embarazadas (¡ahora asegúrate de que realmente sabes que está esperando antes de bendecirlas por su bebé!). Me encanta decirles: «¡Bendiciones para ti y bendiciones para tu hijo!» Me encanta bendecir a los pequeños en el vientre, y estoy muy agradecida por las madres que reconocen la bendición de dar a luz a sus hijos, de llevar ese niño nueve meses en su vientre.
Dios no le da ese regalo a cada mujer que lo ama y lo sirve, pero cuando lo hace, ese niño en el vientre es un regalo de Dios.
Pero además del regalo que estaba en el vientre de María, del bebé que ella tenía en su seno, había una bendición especial que Elisabet le estaba dando a María por ella ser la mujer escogida por Dios para llevar al Mesías en su vientre. Pero además cuando nos encontramos con otras creyentes, es una ocasión para bendecirnos porque Cristo mora en nosotros y debemos alegrarnos de vernos unas a otras. Los cristianos debemos alegrarnos de vernos, de encontrarnos, de conocernos unos a otros.
Deberíamos saludarnos con alegría, con entusiasmo y con amabilidad, y debemos bendecirnos unas a otras, como lo hizo Elisabet con María. Bueno y en el versículo 43, Elisabet dice: «¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?» María sabía que Elisabet estaba esperando, porque el ángel se lo había dicho, ¿recuerdas?
Pero no hay evidencia de que Elisabet supiera sobre el embarazo de María con el Hijo de Dios. María estaba recién embarazada; probablemente ella no tenía evidencias visibles, (una barriguita) de su embarazo; entonces, ¿cómo lo supo Elisabet? Bueno, leímos anteriormente que ella había sido llena del Espíritu, ¿recuerdas? Dios se lo debe haber revelado a ella.
Y así, cuando Elisabet dijo: «Bienaventurado este niño que está en tu vientre», estaba alentando a María, confirmándole a María lo que el ángel ya le había dicho. Era solo para reforzar su fe. Y luego, nota aquí que Elisabet es la primera persona en las Escrituras en llamar a Jesús «Señor». ¡Señor! «la madre de mi Señor», ¡incluso antes de que Él naciera!
«Señor», es el título exaltado de la deidad, y lo que realmente está diciendo es: «¡El Hijo que llevas es Dios!» ¡Dios! ¡Dios encarnado! Elisabet está humillada y a la vez asombrada de que «la madre de mi Señor venga a mí» (v. 43). Ella no se consideraba digna de este honor. Hay una sensación de asombro en el hecho de que Dios venga a su casa. Anuncia el día en que su hijo, Juan, diría de Jesús: «Él debe aumentar, pero yo debo disminuir» (Juan 3:30).
El versículo 44 dice: «Porque he aquí», le dice Elisabet a María, «apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre». Esa palabra «gozo» significa «alegría y alegría extrema; exaltación». Es como si Juan, en el vientre de Elisabet estuviera consciente de que estaba en presencia de Aquel de quien él sería el precursor.
¿Qué percepciones a través de los sentidos tienen los bebés en el útero? No lo sé, y no podemos especular, pero sabemos que en este caso el Espíritu Santo llenó a ese bebé en el útero. Esa no es la norma teológica, pero las Escrituras dicen que eso sucedió, y el bebé saltó de alegría.
¡No es de extrañar! La oscuridad se estaba preparando para convertirse en la luz del día; la muerte se estaba preparando para convertirse en vida; la desesperanza se preparaba para transformarse en esperanza. Todo este encuentro es uno que llena de alegría. La alegría debe ser natural cuando los creyentes se encuentran, ¡porque Cristo mora en nosotros! «¡Al mundo paz (alegría), nació Jesús, el Señor!» No es solo para cantarlo en Navidad. Es para la vida diaria como el pueblo de Dios.
En el versículo 45, Elisabet le dice a María: «Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor». Elisabet sabía la importancia y el poder de creer lo que Dios había dicho. Recuerda, su esposo había perdido el habla, por un total de nueve meses.
¿Por qué? El ángel le había dicho a Zacarías: «... porque no creíste mis palabras que se cumplirán en su tiempo» (Luc. 1:20). Entonces Elisabet, habiendo aprendido esa lección, le dice a María: «Bienaventurada la que ha creído que se cumplirá lo que el Señor le ha dicho».
La alegría y la bendición son el resultado, el fruto, de creer que lo que Dios ha dicho se cumplirá. Esa palabra «cumplimiento» es una palabra que significa «terminación», terminado. Otra forma de esa palabra que Jesús dijo desde la cruz cuando dijo: «¡Consumado es!» (Juan 19:30), cumplido. María creyó que Dios había cumplido, completado lo que prometió que haría.
Y Elisabet dijo: «¡Porque has creído que la palabra de Dios se cumplirá, eres bendecida, bienaventurada!» Cuando creemos que Jesús ha cumplido, que ha completado, que ha terminado su sacrificio por el pecado, ¡somos bendecidas! Bienaventurada es aquella o aquel que cree que habrá un cumplimiento, un final, de lo que ha dicho el Señor.
Y así, Elisabet es una mujer de Tito 2, que enseña y alienta a la mujer más joven en amor, en fe, en pureza. Ella la estaba enseñando, animando a creerle a Dios, afirmando la Palabra de Dios y diciéndole a su joven amiga: «Puedes confiar en Dios para que escriba tu historia». Elisabet modela la belleza y el poder de estimularse mutuamente a creer las promesas de Dios.
Este sombrero simboliza las formas en que Henrietta Mears y Vonette Bright y otras mujeres de Dios, incluida mi preciosa madre, han impactado mi vida, cómo me han pasado el batón, el testigo de la fe. Entonces, mi pregunta es: «¿A quién le estoy pasando este sombrero?» ¿Quiénes son las mujeres más jóvenes que animo en su fe a caminar con Dios, a creer en Dios, bendiciéndolas cuando dan un paso de fe confiando en Dios?
María buscó a Elisabet en un momento crucial de su caminar y Elisabet estuvo disponible. Ella recibió a la mujer más joven, pasó tres meses con ella. Si eres una mujer mayor, ¿en quién te estás invirtiendo?
Si eres una mujer más joven, ¿quiénes son las mujeres mayores que estás buscando para darte sabiduría y ánimo? ¿Te reúnes para tener hermandad, amistad, compañía, crecer juntas en los caminos y las cosas de Dios? ¡Es una relación dulce, muy dulce que Dios quiere que tengamos como mujeres creyentes en cada estación de la vida, y a cualquier edad!
Annamarie: Has estado escuchando a Nancy DeMoss de Wolgemuth. El sombrero al que ella se refirió es uno que pertenecía a Henrietta Mears, una mujer que se invirtió en las vidas de mujeres a su alrededor. Puedes encontrar una foto de este sombrero en la transcripción de este programa, en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí también encontrarás otros recursos relacionados a este programa.
¿Qué verdad te llevas del programa de hoy? ¿Retas a otras mujeres a creer en las promesas de Dios? ¿Crees tú en Sus promesas?
Bueno, yo usualmente dudo de las promesas de Dios cuando enfrento una desilusión. Y de seguro tú enfrentas tus propias desilusiones. La historia en la que encontramos a Elisabet tiene mucho que enseñarnos acerca de la gracia de Dios en estas situaciones.
Profundiza en este tema a través de nuestro nuevo estudio bíblico titulado, «Elisabet: Cómo lidiar con la desilusión». Este es el segundo recurso en nuestra serie de estudios titulados «Mujeres de la Biblia». Obtén un acceso para descargar este libro digital como agradecimiento por tu donación, a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
¿Te viene a la mente algún momento en el que Dios usó a una amiga para fortalecer tu fe en medio de circunstancias difíciles? Mañana Nancy nos hablará acerca de dos mujeres que se animaron la una a la otra, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Ahora, ella regresa para cerrar en oración.
Nancy: Gracias, Señor, porque las relaciones y las amistades son regalos de tu parte; cuando nos animamos unas a otras a creerte y nos recordamos que lo que dices es verdad. Incluso cuando nadie más entiende, nadie más cree, podemos decirnos unas a otras: «Puedes confiar en Dios para escribir tu historia».
Así que gracias, Señor, por la hermosa imagen de estas dos mujeres, por las mujeres hermosas que pusiste en mi vida siendo yo una mujer más joven en ese entonces. Y ahora, como mujer mayor, oro por la gracia y la humildad de Elisabet, concédemela, Señor. Y oro que me concedas decir: «¿Cómo puedo amar y hacerles bien a las mujeres más jóvenes que estás poniendo por delante en mi vida? ¿Cómo puedo celebrar y regocijarme por lo que estás haciendo en sus vidas? ¿Cómo podemos hacer esto todas, para que Cristo sea honrado? Porque de esto se trata todo. Oramos en el nombre de Jesús, amén».
Annamarie: Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
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Recursos del Episodio
Serie «Abigail: Cómo vivir con personas dificiles en tu vida»
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