Cuando parece que Dios no responde
Sarah: Cristo comprende lo que es preguntarse «¿por qué?». Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recuerda que en Su momento más desolado, cuando Él no podía ver a Dios, cuando Él no podía sentir a Dios, cuando no había ninguna evidencia de la llegada del amanecer, en esos momentos, Él todavía se aferró a Dios y oró.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 de marzo de 2024.
Sarah: Todas hemos estado en situaciones donde pensamos que nadie nos puede entender y que nadie nos escucha, ni siquiera Dios… Pero durante esta semana, la semana más sagrada del calendario cristiano, recordaremos algo muy importante y que no podemos perder de vista en los momentos difíciles.
Cuando te encuentras en una situación tan desesperada, ¿hay alguien que pueda entenderte? Eso es lo …
Sarah: Cristo comprende lo que es preguntarse «¿por qué?». Aquí está Nancy.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Recuerda que en Su momento más desolado, cuando Él no podía ver a Dios, cuando Él no podía sentir a Dios, cuando no había ninguna evidencia de la llegada del amanecer, en esos momentos, Él todavía se aferró a Dios y oró.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 25 de marzo de 2024.
Sarah: Todas hemos estado en situaciones donde pensamos que nadie nos puede entender y que nadie nos escucha, ni siquiera Dios… Pero durante esta semana, la semana más sagrada del calendario cristiano, recordaremos algo muy importante y que no podemos perder de vista en los momentos difíciles.
Cuando te encuentras en una situación tan desesperada, ¿hay alguien que pueda entenderte? Eso es lo que exploraremos hoy. Nancy está comenzando una serie llamada El salmo de la cruz. Aquí está Nancy.
Nancy: Al final de esta semana, el próximo domingo, celebraremos la resurrección, la vida eterna de Cristo, quien murió para darnos vida eterna a nosotros también.
Y quería aprovechar el tiempo a partir de hoy, para llamar nuestra atención sobre la cruz. Consideré varios pasajes diferentes, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, que pudimos haber estudiado, pero quiero que nos enfoquemos en un salmo del Antiguo Testamento que parece haber estado en la mente de Jesús mientras estaba colgado en la cruz.
Si tienes tu Biblia, ve conmigo al Salmo 22. Si estás en un lugar donde te puedes detener y seguirnos en el texto de esta semana, es un salmo bastante largo, creo que obtendrás mucho más de esta serie si puedes seguirnos con tu propia Biblia.
El Salmo 22 es citado más veces en el Nuevo Testamento que cualquier otro salmo. Se le ha llamado el salmo de la cruz, y no puedes leer este pasaje sin pensar en la crucifixión.
He estado meditando sobre este pasaje, y quiero meditarlo contigo en los próximos programas, ya que recordamos lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz.
Ahora, al inicio de este salmo hay tres notas explicativas o litúrgicas, y quiero tomar un momento simplemente para comentar acerca de estas notas.
La primera nota en mi traducción dice: «Para el maestro del coro». Otra traducción puede decir: «Para el director del coro». Eso indica que este salmo fue pensado para ser cantado. Es una canción, un himno. No es solo para uso privado, sino también para nuestra adoración colectiva como pueblo de Dios. La obra redentora de Cristo en la cruz que vamos a ver resaltada en este salmo mesiánico, los sufrimientos de Cristo en la cruz, deben ser un tema prioritario en nuestra adoración como iglesia.
Cuando contemplo la preciosa cruz
Donde el Rey de gloria murió
Dejo atrás lo que atesoré
Y mi orgullo rindo a Sus pies
(Cuando contemplo la preciosa cruz, de Isaac Watts)
Estos son preciosos himnos, cánticos y coros de nuestra fe cristiana sobre la cruz, y no solo debemos cantarlos en esta semana santa, sino que a lo largo de todo el año deberíamos cantarlos juntos.
«Para el maestro del coro».
Y hay una segunda nota que en mi traducción dice: «La cierva de la aurora». La Biblia de las Américas emplea el término en hebreo, y creo que probablemente la razón de esto es que nadie está realmente seguro de lo que significa ese término. Puede ser el nombre de una tonada, como es el caso de algunos otros salmos. De hecho, si tienes la Nueva Versión Internacional, dice: «Sígase la tonada de “La cierva, (la gacela) de la aurora”».
Y muchos comentaristas piensan que la cierva de la aurora hace referencia a Cristo, una imagen de Cristo, que es una imagen de la inocencia. Se refieren a Él en el Cantar de los Cantares como «saltando sobre las montañas, brincando sobre las colinas». Así que puede ser una imagen de Cristo.
Pero otros sugieren que esa frase, «la cierva de la aurora», puede ser mejor traducida como «en la ayuda de la aurora» o «la ayuda del amanecer» o «en la ayuda al amanecer», que la palabra es, tal vez, ayuda.
Y si ese es el caso, creo que nos da una pista sobre el tema de este salmo. Al amanecer del día, después que la noche del sufrimiento ha pasado, Dios enviará liberación. Ese es el mensaje de este salmo. Él vendrá al rescate de Su siervo sufriente, y los propósitos redentores de Dios brillarán en este mundo. Dios enviará ayuda al amanecer. Él pondrá fin a la maldición de la muerte y del pecado, y la luz de Su rostro amanecerá, brillará una vez más.
Y permítanme decir, antes de que nos adentremos en el salmo, que este es un mensaje para ti. Puedes estar en una larga noche de sufrimiento. Puedes relacionarte con el tono de la desesperación y el abandono que vemos en el principio de este salmo. Pero mientras meditas en todo este pasaje, debe animar tu corazón el hecho de que Dios no está ajeno a tu sufrimiento. Él escucha tu clamor, y a Su debido tiempo tu noche va a terminar y ayuda vendrá al amanecer.
Ahora, la tercera nota es que este es un salmo de David. El salmo fue escrito por David. Muchos salmos de David están directamente vinculados a las experiencias en la vida de David, como cuando él huía del rey Saúl, etc. Y a medida que lo lees, te das cuenta de que este salmo no puede ser solo acerca de David, porque hay partes en este salmo que describen cosas que van mucho más allá de lo que David pudo haber experimentado.
Y es por eso que los comentaristas a través de los siglos han acordado que este es un salmo profético o mesiánico. Es un salmo acerca de Jesús, profetizando la vida terrenal y el ministerio de Cristo. En Hechos capítulo 2, hablando de otro salmo, David es llamado un profeta que predijo y habló acerca de Cristo (ver vv. 30-31). Y creo que eso es lo que sucede aquí. David está, de antemano, viendo y hablando acerca de Cristo.
El Salmo 22 fue escrito mil años antes de la crucifixión de Cristo, la cual vamos a ver descrita en este salmo. Y a este punto, la ejecución por crucifixión todavía no era ni siquiera conocida por el hombre. No fue sino hasta cientos de años después que la práctica fue inventada por los persas. Pero en este pasaje vemos una descripción increíblemente detallada y precisa de los sufrimientos que Cristo soportó por nosotros en la cruz.
Hay una estrecha correlación entre este salmo y los relatos de los evangelios sobre la crucifixión de Cristo. Por ejemplo, si vas al versículo 1 del Salmo 22, dice:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» Y eso es lo que leemos en los evangelios que Jesús dijo, las primeras palabras que Él pronunció en la cruz. Pero luego, si buscas en el último versículo de este salmo, el versículo 31, la última frase dice: «Él lo ha hecho», que en el hebreo original puede ser traducido como: «consumado es».
Así que de principio a fin vemos un salmo profético, un salmo que es acerca de Cristo, un presagio de la obra que Cristo haría por nosotros en la cruz mientras Él clamó con ese sentido de ser abandonado por Dios y luego: «Consumado es». Todo se ha cumplido, la obra de la redención está hecha.
Parece que Jesús estaba realmente meditando en este salmo mientras estaba colgado en la cruz. De hecho, Él bien pudo haber recitado el salmo entero de principio a fin en su mente. Jesús citó las Escrituras frecuentemente cuando fue tentado en el desierto, cuando respondía a las preguntas de Sus oponentes, cuando enseñaba a Sus discípulos y cuando sufría.
De hecho, sabemos que en la cruz Él estaba atento e interesado en que se cumplieran las Escrituras. Juan capítulo 19, versículo 28, nos da esta pequeña nota, solo en el Evangelio de Juan, que dice: «Jesús, sabiendo que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “Tengo sed”».
Ahora, ¿qué Escritura se estaba cumpliendo? Pues bien, el Salmo 69, en el versículo 3, dice: «Reseca está mi garganta». Cuando Jesús estaba muriendo por nuestros pecados en la cruz, una de las cosas que le importaba sobremanera, era que cada jota y cada tilde de la Escritura se cumpliera.
Es solo un recordatorio de la importancia del papel de la memorización y la meditación de las Escrituras en todas las estaciones de la vida, pero sobre todo cuando llegamos a los tiempos de crisis y de sufrimiento. Encontrarás que si tienes la Palabra de Dios en tu corazón, cuando llegues a la cruz, tendrás la Palabra de Dios ahí para sostenerte, para meditar en ella que ha llenado tu corazón.
Ahora bien, como hemos dicho, el Salmo 22 habla claramente acerca de Jesús. Se trata de lo que Él hizo por nosotros en la cruz. El mensaje principal de este pasaje es la historia de la redención, el poder de la cruz. Se trata de un relato del Antiguo Testamento sobre el evangelio.
Pero hay un mensaje secundario aquí que no quiero que perdamos y es cómo el sufrimiento de Cristo impacta e informa nuestra propia perspectiva sobre el sufrimiento, en nuestro sufrimiento. Nos ayuda a pensar correctamente acerca de Dios cuando estamos sufriendo.
Cuando David escribió este salmo bajo la inspiración del Espíritu Santo, él enfrentaba pruebas, miraba adelante hacia el sufrimiento de Cristo para ayudarse a encontrar consuelo. Y como cristianos podemos mirar atrás a este salmo, y a otros similares, y encontrar consuelo y ayuda para nuestros tiempos de sufrimiento al reflexionar sobre la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, y lo que eso significa para nosotros.
Ahora bien, este salmo se divide en dos secciones principales. El título que tiene este salmo en la Biblia de las Américas te ayuda a ver acerca de qué se trata el salmo. El punto de división está en medio del versículo 21. Y durante los próximos días vamos a caminar a través de todo el salmo, pero hoy solo quiero darte un vistazo general.
Desde el versículo 1 hasta la primera mitad del versículo 21, podemos llamarlo: Un grito de angustia o dolor. El dolor del siervo sufriente, el Salvador del mundo.
Y a partir de la mitad del versículo 21 hasta el final del capítulo, el versículo 31, tenemos: Un canto de alabanza o alegría.
Así que primero, un grito de angustia y dolor, y luego un canto de alabanza y alegría.
La primera mitad del salmo, los primeros veintiún versículos se pueden dividir en seis párrafos. Y el enfoque de estos seis párrafos se alterna. En el primero, en el tercero y en el quinto, puedes ver los pronombres yo y mí, y ves las descripciones vívidas de los sufrimientos de Cristo. En todos los demás párrafos, el dos, el cuatro y el seis, puedes ver que el gran pronombre es tú, las oraciones donde Jesús se está dirigiendo encarecidamente a Dios, y lo verás a medida que caminemos a través de todo el pasaje.
Permíteme leer los primeros veintiún versículos para que puedas obtener un sentido general, y luego vamos a dar un paso atrás y mirar las piezas del mismo, una a una.
En los primeros dos versículos vemos descrito el sufrimiento espiritual de Cristo, que es sin duda, el mayor sufrimiento que Él soportó en la cruz.
Versículo 1:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mi reposo».
En el versículo 3, su atención se vuelve hacia arriba:
«Sin embargo, Tú eres santo, que habitas entre las alabanzas de Israel. En Ti confiaron nuestros padres; confiaron, y Tú los libraste. A Ti clamaron, y fueron librados; en Ti confiaron, y no fueron decepcionados».
Y luego, en los versículos del 6 al 8 tenemos una descripción del sufrimiento psicológico de Cristo:
«Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: “Que se encomiende al Señor; que Él lo libre, que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita”».
Y a continuación, en los versículos del 9 al 11, una vez más, Él eleva Su ferviente oración a Dios:
«Porque Tú me sacaste del seno materno; me hiciste confiar desde los pechos de mi madre. A Ti fui entregado desde mi nacimiento; desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios. No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, pues no hay quien ayude».
En los versículos del 12 al 18, tenemos una descripción del sufrimiento físico de Cristo. En primer lugar, vimos el sufrimiento espiritual, luego el psicológico y ahora el sufrimiento físico de Cristo. El versículo 12 dice lo siguiente:
«Muchos toros me han rodeado;
toros fuertes de Basán me han cercado.
Ávidos abren su boca contra mí,
como león rapaz y rugiente.
Soy derramado como agua,
y todos mis huesos están descoyuntados;
mi corazón es como cera,
se derrite en medio de mis entrañas.
Como un tiesto se ha secado mi vigor,
y la lengua se me pega al paladar,
y me has puesto en el polvo de la muerte.
Porque perros me han rodeado;
me ha cercado una cuadrilla de malhechores;
me horadaron las manos y los pies.
Puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran, me observan;
reparten mis vestidos entre sí,
y sobre mi ropa echan suertes».
Y a continuación, una vez más, este clamor al Señor, este ferviente ruego, una serie de oraciones en los versículos del 19 al 21:
«Pero Tú, oh Señor,
no estés lejos; fuerza mía,
apresúrate a socorrerme.
Libra mi alma de la espada;
Mi única vida de las garras del perro».
Versículo 21: «Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los búfalos».
Y en esa primera mitad que acabamos de leer del Salmo 22, vemos ese grito de angustia y dolor.
Ahora, por el relato del Evangelio de Marcos, por el capítulo 15, sabemos que Jesús fue crucificado a las nueve en punto de la mañana. Tres horas más tarde, a las doce del mediodía, la oscuridad cayó sobre la tierra cuando el sol desapareció, se oscureció, quedó eclipsado. No sabemos cómo. No sabemos si se trataba de un eclipse en todo el mundo, pero sabemos que el sol fue borrado, y lo que normalmente habría sido un mediodía brillante, se convirtió en total oscuridad. Tres horas después, a las tres de la tarde, Jesús clama la primera de siete veces desde la cruz, en los momentos finales de Su tiempo antes de que muriera.
El primero de esos clamores que leemos en el Salmo 22, en el versículo 1: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?»
Y la palabra clamor (o lamento en la Reina Valera), en la traducción Palabra de Dios para Todos (PDT) se traduce llanto. Es una palabra que significa un grito de angustia. Ese gemir, ese rugir, ese exclamar con voz fuerte que difícilmente lo pone en palabras de alguien en una angustia intensa, atroz, en dolor y sufrimiento.
El versículo 2 dice: «¡Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mi reposo!»
Ahora, en el Salmo 22, nos encontramos con la única vez que Jesús se dirige a Dios como «Dios», y no como «Mi Padre». Y eso nos dice algo sobre el sufrimiento espiritual que Él estaba soportando allí en la cruz, cómo estaba experimentando un profundo sentido de alienación, de separación y de abandono de Su Padre.
Los mensajes que escuchamos de la crucifixión, a menudo se centran en el intenso sufrimiento físico que Jesús soportó. Pero horrendo como era ese sufrimiento físico, lo cierto es que miles de personas han sido crucificadas a través de los años, y otros han sufrido igual o mayor dolor físico que el que Jesús sufrió en la cruz. El sufrimiento físico soportado por Jesús, no se puede comparar con el sufrimiento espiritual, con la separación de Su Padre que Él expresa en ese grito de angustia, en ese gemido en los versículos 1 y 2.
La brecha en Su comunión con Su Padre celestial…piénsalo por un momento. Desde la eternidad pasada hasta ese mismo momento, Su Padre nunca había estado lejos de Él, nunca tuvo oídos sordos a las oraciones de Su Hijo. Ahora, sabemos que en este momento Jesús estaba experimentando las consecuencias que nosotros merecíamos por nuestro pecado, que significaba la separación de Dios. Es la copa de la ira de Dios que Él está bebiendo allí en la cruz, la copa que nosotros merecíamos beber. Debíamos haber estado separadas de Dios, pero en cambio, Jesús lo estaba soportando.
Ahora, hay mucho maltrato, abuso físico, psicológico y sufrimiento en nuestro mundo. Y eso nos debe preocupar; pero tenemos que darnos cuenta de que por mucho, el mayor tormento que alguien puede experimentar jamás, en última instancia, es la separación espiritual de Dios, ahora y por toda la eternidad.
Esta mañana leí en un comentario esta nota sobre este pasaje, que dice: «Jesús sufrió dolores iguales a los que merecíamos sufrir en el infierno por siempre».
Y, sin embargo, en este grito de angustia: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», también escuchamos una declaración de fe inquebrantable. Jesús dice: «Dios mío», cuatro veces en este pasaje. En medio de Su agonía, aunque Él está experimentando la separación de Su Padre, Él todavía clama a Él como Su Dios.
Aun cuando Él no puede ver a Dios, cuando Él no puede percibir a Dios, cuando no hay evidencia visible o tangible de que Dios todavía esté allí, aun así Jesús sabe que Él sigue allí. Y Él clama en fe cuando no puede ver, y utiliza el nombre «Él», el nombre de Dios que hace hincapié en el poder, en la fuerza de Dios. El rostro de Su Padre se ha eclipsado, pero Jesús sabe que Él está allí y que Él tiene el poder para llevarlo a través de esta experiencia. Y Él está lo suficientemente confiado en Dios para llamarlo «Dios mío».
Charles Spurgeon dijo de este pasaje: «Oh, que pudiéramos imitar esta actitud de adherirnos, de aferrarnos a un Dios que aflige».
Para que sepamos que Él está ahí, incluso cuando la vara del castigo está sobre nosotras o cuando la oscuridad de este mundo o el pecado eclipsa nuestra visión del rostro del Padre, cuando no podemos sentir Su presencia, cuando no podemos ver Su presencia, todavía podemos clamar en fe: «Dios mío, Tú eres el fuerte. Tú eres capaz de llevarme a través de esto».
Cuando Jesús clamó diciendo: «¿Por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos? ¿Por qué clamo, pero no respondes?», estaba clamando de angustia, de pena y dolor, pero no era un clamor pecaminoso y demandante. Él no dudaba de la bondad de Dios. Es como un niño cuando viene donde su padre y le dice: «¿Puedes ayudarme a entender? Yo confío en ti. Sé que eres un Dios santo y justo, pero ¿por qué? De día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo» (Hab. 1:2). Esta es una oración persistente, de día y de noche.
Esta es la oración de Aquel que nos enseñó que siempre debemos orar y no desmayar (Lucas 18:1).
Y esto nos lleva a todo este tema del dolor y el misterio de la oración no contestada. «Lloro día y noche, sin cesar, durante un largo período de tiempo, pero no me respondes. No parece que estés escuchando».
Y el hecho es que en ese momento Dios no le respondió a Su Hijo. Él no lo libró de la cruz. Él dejó a Su Hijo solo y lo dejó morir; pero gracias a Dios ese no es el final de la historia. Recuerda, ¡se acerca el día de la resurrección! Veremos que incluso en este pasaje Dios sí oyó a su Hijo, y al amanecer el día, Dios envió Su liberación.
¿Te has encontrado clamando al Señor por algo, rogándole día y noche, sintiendo que Él no ha respondido durante meses, tal vez durante años? Cuando clames, recuerda que Cristo ha experimentado esa larga noche de oración sin respuesta. Él ha estado ahí, y Él sabe lo que es clamar día y noche con afán y no ver en ese momento esas oraciones contestadas.
Recuerda que en Su momento más desolado, cuando Él no podía ver a Dios, cuando Él no podía sentir a Dios, cuando no había ninguna evidencia de la llegada del amanecer, en esos momentos, Él todavía se aferró a Dios y oró.
Así que recuerda a Cristo y recuerda que el día de la resurrección se acerca. El día de la resurrección se acerca. Y al amanecer Dios enviará ayuda y esa ayuda llegará a nosotras en la forma de un hombre cuyo nombre es Jesús, el Hijo de Dios, que sufrió por nosotras. El día de la resurrección se acerca.
Sarah: Al comenzar esta Semana Santa, Nancy nos ha enfocado en una de las formas en que Jesús sufrió cuando sintió que sus oraciones no eran respondidas. Espero que este mensaje te anime si Dios parece estar lejos de ti en este momento.
¿Qué piensas cuando escuchas la frase: «Soy un gusano y no un hombre»? Podría parecer una afirmación sencilla, de humildad. Pero Nancy DeMoss Wolgemuth señala que estas palabras de los salmos significan mucho más. Ella explicará el significado del gusano, mañana, aquí, en Aviva Nuestros Corazones. Por favor, ¡regresa con nosotras!
Débora: Creciendo en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
La gloria de la cruz, Sovereign Grace Music, Eres Dios, ℗ 2012 Sovereign Grace Music.
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