Cuando necesitas una visión correcta de Dios (Daniel 4)
Nancy DeMoss Wolgemuth: El cielo gobierna, lo reconozcamos o no. Ya sea que nuestros presidentes, reyes y primeros ministros lo reconozcan o no, el cielo gobierna.
Y esa frase, esa realidad, debería traer consuelo y seguridad a todo corazón humilde y creyente. Cuando escuchamos el cielo gobierna, debería animarnos, debería darnos fortaleza y esperanza.
Pero esa misma frase, el cielo gobierna, debería infundir miedo y pavor en todo corazón orgulloso que quiera ser su propio dios. ¿El cielo gobierna? Sí, el cielo gobierna.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Las personas arrogantes y orgullosas tienden a actuar como si tuvieran el control. Incluso puede parecer que tienen todo el poder sobre una situación. Pero, en última instancia, quien realmente tiene autoridad sobre todas las cosas es Dios. Hoy Nancy nos hablará sobre esto y sobre cómo …
Nancy DeMoss Wolgemuth: El cielo gobierna, lo reconozcamos o no. Ya sea que nuestros presidentes, reyes y primeros ministros lo reconozcan o no, el cielo gobierna.
Y esa frase, esa realidad, debería traer consuelo y seguridad a todo corazón humilde y creyente. Cuando escuchamos el cielo gobierna, debería animarnos, debería darnos fortaleza y esperanza.
Pero esa misma frase, el cielo gobierna, debería infundir miedo y pavor en todo corazón orgulloso que quiera ser su propio dios. ¿El cielo gobierna? Sí, el cielo gobierna.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Las personas arrogantes y orgullosas tienden a actuar como si tuvieran el control. Incluso puede parecer que tienen todo el poder sobre una situación. Pero, en última instancia, quien realmente tiene autoridad sobre todas las cosas es Dios. Hoy Nancy nos hablará sobre esto y sobre cómo Su soberanía es el motivo de nuestra esperanza.
Nancy: Espero que te unas a nosotras en esta serie, y que te animes a leer el libro de Daniel. Abre tu Biblia y acompáñanos leyendo el capítulo correspondiente antes de cada episodio para que puedas buscar evidencias de que el cielo gobierna. Estas evidencias están por toda la Biblia. Están por todo nuestro mundo y en nuestras vidas, pero realmente se destacan de una manera asombrosa en el libro de Daniel.
En el último episodio, en el capítulo 3, vimos que el rey Nabucodonosor fue testigo del poder de Dios al rescatar a Sus siervos (los siervos de Dios) que se negaron a inclinarse ante la imagen del rey. Después de ese incidente, Nabucodonosor quedó impresionado con el Dios de los hebreos, pero no estaba listo para someterse a este Dios. Nabucodonosor todavía quería gobernar su propia vida. Todavía quería ser su propio dios.
Una cosa es saber acerca de Dios; una cosa es ver evidencias de Su existencia y Su poder y quedar impresionadas con Él, pero es algo completamente diferente inclinarse ante Dios como el Dios y el Rey de tu vida. Y eso es lo que Dios busca. No es suficiente que sepas quién es Él, o cómo es, o que conozcas estas historias, o reconozcas: «¡Él es increíble!» Él quiere ser tu Dios y el Rey de tu vida.
Ahora, Nabucodonosor era un hombre orgulloso, así que esta sumisión a Dios no fue fácil para él. Hoy llegamos al capítulo 4 y veremos que Dios humilló profundamente a Nabucodonosor para enseñarle que el cielo gobierna.
De hecho, si miras el versículo 26 del capítulo 4 de Daniel, verás de dónde proviene el título de esta serie. Las últimas palabras del versículo 26 dicen: «es el cielo el que gobierna». Esa es la única vez que esa frase aparece en la Biblia, pero se ve reflejada de muchas formas diferentes a lo largo del libro de Daniel.
Si has estado siguiendo Aviva Nuestros Corazones durante los últimos años, sabrás que el cielo gobierna es una declaración importante para nosotros, porque el cielo gobierna. Necesitamos esa declaración en tiempos de enfermedad, en el cáncer, en tiempos de confusión. La necesitamos en tiempos de caos. La necesitamos en tiempos de elecciones complicadas y en medio de las locuras que suceden a nivel nacional e internacional. Necesitamos el recordatorio constante de que el cielo gobierna. Y ese es el tema del libro de Daniel, y es un tema que vemos en toda la Biblia.
El capítulo 4, en los primeros tres versículos, comienza contándonos el final de la historia que se desarrollará en el resto de este capítulo. Permíteme leer los versículos del 1 al 3, pero recuerda, este es el resumen, este es el final, para que conozcas hacia dónde se dirige la historia.
Daniel 4:1-3:
«Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Que abunde su paz. Me ha parecido bien declarar las señales y maravillas que ha hecho conmigo el Dios Altísimo. ¡Cuán grandes son Sus señales, y cuán poderosas Sus maravillas! Su reino es un reino eterno, y Su dominio de generación en generación» (vv.1-3).
Ahora, detengámonos ahí. Claramente, esto representa un cambio dramático en la actitud de Nabucodonosor. Compáralo con el capítulo anterior, capítulo 3, versículo 4, donde el rey Nabucodonosor ordenó a «personas de toda nación y lengua» que se postraran y adoraran una enorme estatua de oro que había construido para honrarse a sí mismo. Algo ha cambiado.
En ese punto, el rey estaba preocupado por su propia grandeza, por su propio reino. Y ahora Nabucodonosor proclama la grandeza del Dios Altísimo y la grandeza de «Su reino». Lo que sigue en el capítulo 4 explica lo que provocó esta transformación. A modo de resumen, Nabucodonosor atravesó un proceso en el que fue profundamente humillado y donde experimentó la bancarrota de sí mismo y de su reino.
Y mientras leemos esta historia, quiero recordar que este es un proceso por el que todos tenemos que pasar de una forma u otra.Es un proceso de humillación el que nos transforma de ser adoradoras de nosotras mismas a ser adoradoras de Dios.
Ahora, el versículo 4 de Daniel, capítulo 4. Retrocede el reloj doce meses, y aquí es donde lo retomamos:
«Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio» (v.4).
Nabucodonosor lo había conseguido. Él era autosuficiente. En lo que a él respecta, no necesitaba a Dios. Estaba ciego a su necesidad. Pero, misericordiosamente, Dios intervino en esa sensación de bienestar e independencia de Nabucodonosor y llamó su atención. Y lo hizo a través de un sueño.
«Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio. Tuve un sueño que me hizo temblar; y estas fantasías, estando en mi cama, y las visiones de mi mente me aterraron» (vv. 4-5).
Este fue un sueño enviado por Dios para advertir al rey del peligro que corría y para darle a Nabucodonosor la oportunidad de arrepentirse de su idolatría y convertirse en un adorador del Dios vivo y verdadero.
Versículo 6: «Por lo cual di órdenes que trajeran ante mí a todos los sabios de Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño.Entonces vinieron los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos y les conté el sueño. Pero no pudieron darme su interpretación.Pero al fin vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi dios, en quien está el espíritu de los dioses santos…» (vv.6-8) (Nabucodonosor sabía que había algo diferente en Daniel. Sabía que tenía que ver con su Dios, pero realmente lo desconocía).
Sigue diciendo:
«…y yo le conté mi sueño: “Oh Beltsasar, jefe de los magos, ya que sé que en ti está el espíritu de los dioses santos y que ningún misterio te confunde, declárame las visiones del sueño que he visto, y su interpretación”» (vv. 8-9).
Ahora, Nabucodonosor sabía que Daniel tenía poder sobrenatural a su disposición porque Daniel le había contado previamente al rey tanto el sueño como la interpretación de un sueño anterior. Y ahora, con este sueño, Nabucodonosor espera que Daniel pueda dar una explicación. «¿Qué significa esto?» Aquí está el sueño.
Versículo 10: «Y las visiones de mi mente, que vi estando en mi cama, fueron así:
Vi un árbol en medio de la tierra,
Cuya altura era muy grande.
El árbol creció y se hizo fuerte,
Su copa llegaba hasta el cielo,
Y era visible desde los confines de la tierra.
Su follaje era hermoso y su fruto abundante,
Y en él había alimento para todos.
Debajo de él hallaban sombra las bestias del campo,
Las aves del cielo hacían morada en sus ramas,
Y de él se alimentaban todos los seres vivientes» (vv.10-12).
Así que aquí tenemos un árbol magnífico que era extraordinario en todos los sentidos— el árbol del sueño del rey Nabucodonosor. Tenía un tamaño enorme. Se podía ver desde todas partes del mundo. Era espléndido. Era hermoso. Proporcionaba abundante alimento y refugio para todas las criaturas de la tierra. No podríamos decir lo suficiente para describir este gran árbol.
Llegamos al versículo 13, y de repente hay un cambio dramático en la escena. Nabucodonosor dice:
«En las visiones de mi mente que vi estando en mi cama, había un vigilante, un santo que descendió del cielo». (Este era un mensajero angelical de Dios).
Versículo 14: Clamando fuertemente, dijo así:
Derriben el árbol, corten sus ramas,
Arranquen su follaje, desparramen su fruto.
Huyan las bestias que están debajo de él,
Y las aves de sus ramas.
Pero dejen en tierra el tocón con sus raíces,
Con ataduras de hierro y bronce
Entre la hierba del campo;
Que se empape con el rocío del cielo,
Y comparta con las bestias la hierba de la tierra» (vv.13-15).
«Sea cambiado su corazón de hombre, y séale dado un corazón de bestia, y pasen sobre él siete años”» (vv.16).
Esto nos dice que no se trata solo de un árbol, sino que representa a un ser humano, a un hombre.
Así que aquí hay un mensajero de Dios, un ángel que decreta. Es el decreto de Dios; el ángel es solo el mensajero. Él decreta la destrucción de este árbol poderoso. Ya no proporcionaría refugio a los animales, ni a las aves, ni a las personas. Sería reducido a un tocón que sería encadenado. El árbol ya no sería supremo, ya no sería magnífico. Ahora estaría sometido a los elementos del clima.
Y como hemos visto, el árbol representaba a un hombre que perdería la lucidez de su mente y se entregaría a los instintos animales, al comportamiento animal durante siete años.
Ahora, el ángel todavía está hablando, y en el versículo 17, dice:
«Esta sentencia es por decreto de los vigilantes, y la orden es por decisión de los santos…»
Y luego continúa contando la razón y el propósito de este sueño. ¿Por qué Dios le dio a Nabucodonosor este sueño?
«Con el fin de que sepan los vivientes que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres…» (v. 17).
Escribe ECG en tu Biblia en esa porción –el cielo gobierna. Los vivos necesitan saber que el Altísimo gobierna sobre los reinos humanos– no Nabucodonosor; no los babilonios, sino Dios.
(Dios) «se lo da a quien le place, y pone sobre él al más humilde de los hombres”» (v.17).
Esta oración que encontramos en el versículo 17 aparece dos veces más en este capítulo: en el versículo 25 y en el 32. Así que es una oración importante. Dios quiere que Nabucodonosor sepa que el Altísimo gobierna sobre los reinos humanos. Se los da a quien quiere y pone a la gente más humilde sobre ellos.
El objetivo de este sueño, el objetivo de la intervención de Dios en la vida de Nabucodonosor, era que Nabucodonosor y todas las personas de la tierra de todos los tiempos supieran que el cielo gobierna, que todo reino terrenal está sujeto a Su autoridad y que Dios determina quién gobierna las naciones. Dios determina esto.
Ahora, el hecho de que este sueño se aplicara directamente a Nabucodonosor parece bastante obvio al leer su historia. ¿No te parece obvio que él tuvo este sueño sobre este gran árbol y ahora lo cortan, y Dios dice que la razón (el ángel dice) es para que sepas que el Altísimo gobierna? No crees que Nabucodonosor podría haber pensado: «¡Oh, creo que esto se refiere a mí!» Pero, no. Eso parece que no fue tan obvio para él.
Mira el versículo 18. Nabucodonosor le dice a Daniel:
«Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he tenido. Y tú, Beltsasar, (su nombre babilónico, el nombre babilónico de Daniel) dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido darme a conocer su interpretación. Pero tú puedes, porque el espíritu de los dioses santos está en ti».
Así que mientras meditaba sobre esto, pensé: Esto es lo que hace el orgullo. El orgullo nos ciega ante nuestra propia condición. Nos hace ciegas a cómo la Palabra de Dios se aplica a nosotras. Lo leemos y decimos: «No tengo idea de lo que eso significa. No tengo idea de qué está hablando. No tengo idea de a quién está hablando. Debe estar hablándole a alguien más. ¿Pero me habla a mí?» El orgullo me impide ver que Dios está diciendo: «Tú eres la persona que necesita esto. Se trata de ti. Esto es para que lo apliques».
A veces necesitamos que otros nos digan lo que no podemos ver nosotras mismas. Dios envió a Daniel al reino para un tiempo como ese, para ayudar a este orgulloso monarca a saber que Dios le hablaba a él y sobre él.
Ahora, el resto de este pasaje... ¡Es un pasaje tan increíble!. Habla por sí mismo. Es por eso que me tomo el tiempo en estas sesiones para leer porciones extensas de las Escrituras, porque no hay forma de que yo pueda mejorarlas. Son tan claras, y tan poderosas.
«Entonces Daniel, a quien llamaban Beltsasar, se quedó atónito por un momento, y le turbaron sus pensamientos…» (v. 19).
¿Por qué? Porque sabía lo que iba a tener que decirle al rey. Y también conocía el enojo y la ira del rey Nabucodonosor, quien podría decir, «¡que te corten la cabeza!», si no le gustaba el mensaje.
«… El rey le dijo: “Beltsasar, no dejes que el sueño ni su interpretación te turben”. “Señor mío”, respondió Beltsasar. “Sea el sueño para los que lo odian a usted, y su interpretación para sus adversarios”» (vv. 19-20).
Aquí puedes ver que Daniel no se alegró al entregar este mensaje de juicio al rey, aunque sabía que se lo merecía. Realmente me preocupa cuando veo a cristianos, líderes cristianos, blogueros cristianos, comentaristas cristianos en las redes sociales criticando –por ejemplo– los poderes del Estado. Puede que merezcan el juicio y la ira de Dios. ¿Pero quién no? Nosotras también los merecemos, si no fuera por la gracia de Dios. Pero Daniel no se alegró al decir: «vas a ser cortado». Estaba alarmado. Estaba afligido. No quería que eso sucediera a pesar de que sabía que el juicio era bien merecido.
En los versículos del 20 al 24, Daniel le dice al rey:
«El árbol que vio, que se hizo fuerte y corpulento, cuya copa llegaba hasta el cielo y que era visible en toda la tierra,y cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, y en el que había alimento para todos, debajo del cual moraban las bestias del campo y en cuyas ramas anidaban las aves del cielo,es usted, oh rey, que se ha hecho grande y fuerte, su grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y su dominio hasta los confines de la tierra. En cuanto al vigilante, al santo que el rey vio, que descendía del cielo y decía: Derriben el árbol y destrúyanlo, pero dejen el tocón con sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro y bronce en la hierba del campo, y que se empape con el rocío del cielo, y que comparta con las bestias del campo, hasta que pasen sobre él siete años. Esta es la interpretación, oh rey, y este es el decreto del Altísimo que ha venido sobre mi señor el rey» (vv. 20-24).
Daniel respetaba al rey, pero sabía que el Dios Altísimo estaba sobre ese rey. Esta es la interpretación, versículos 25-26:
«Será usted echado de entre los hombres, y su morada estará con las bestias del campo, y le darán hierba para comer como al ganado, y será empapado con el rocío del cielo. Y siete años pasarán sobre usted, hasta que reconozca que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres y que lo da a quien le place. (Segunda vez que leemos esta frase en este pasaje). Y en cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, su reino le será afirmado después que usted reconozca que es el cielo el que gobierna» (vv. 25-26).
El cielo gobierna. El cielo gobierna, lo reconozcamos o no. Ya sea que nuestros presidentes, reyes y primeros ministros lo reconozcan o no, el cielo gobierna.
Y esa frase, esa realidad, debería traer consuelo y seguridad a todo corazón humilde y creyente. Cuando escuchamos elcielo gobierna, debería animarnos. Eso debería darnos fortaleza. Eso debería darnos esperanza.
Eso debería darnos una perspectiva distinta en este mundo caído al tener la seguridad de que el cielo gobierna. Debería hacernos sonreír. Debería hacernos sentir bien y estar contentas con todo lo que sucede a nuestro alrededor.
Pero esa misma frase, el cielo gobierna, debería infundir miedo y pavor en todo corazón orgulloso que quiera ser su propio dios. «¿El cielo gobierna?» Sí, el cielo gobierna.
Así que Daniel habló la verdad al poder. Advirtió al rey que Dios lo derribaría. Pero me encanta que todavía tuviera esperanzas en este orgulloso rey. Aquí hay una imagen increíble de la gracia de Dios y Su misericordia, porque el árbol iba a ser cortado; no iba a quedar nada de su esplendor y gloria del principio. Pero dice: «… Y en cuanto a la orden de dejar el tocón con las raíces del árbol, su reino le será afirmado después que usted reconozca que es el cielo el que gobierna».
Nabucodonosor podría ser restaurado. Sería restaurado, si tan solo se humillaba y reconocía que el cielo gobierna.
Nuestro Dios es un Juez santo. Ese pensamiento debería ser aterrador para las personas que quieren vivir vidas impías. Pero nuestro Dios también es un Salvador misericordioso y restaurador, y eso debería traer una gran esperanza, paz, misericordia y gracia a aquellos que ponen su confianza en Él.
Entonces, nuestro mensaje como siervas del Dios Altísimo es tanto de juicio como de salvación. Juicio para los corazones orgullosos que no se arrepienten, y salvación para aquellos que están dispuestos a humillarse y someterse al gobierno del cielo.
«Por tanto, oh rey, que mi consejo le sea grato: ponga fin a sus pecados haciendo justicia, y a sus iniquidades mostrando misericordia a los pobres. Quizás sea prolongada su prosperidad» (v. 27).
Daniel dejó en claro que el único camino hacia la restauración es el arrepentimiento. Arrepentimiento: «sepárate de tus pecados haciendo lo correcto». El arrepentimiento es una actitud del corazón evidenciada por un cambio de comportamiento. Y observen, el arrepentimiento va en dos direcciones: vertical hacia Dios; y horizontal: hacia el hombre, «mostrando misericordia a los pobres».
Ahora, queda claro por lo que sigue en el texto que Nabucodonosor no estaba listo para arrepentirse.
«Todo esto le sucedió al rey Nabucodonosor. Doce meses después (¡un año después!), paseándose por la azotea del palacio real de Babilonia, el rey reflexionó, y dijo: “¿No es esta la gran Babilonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?”» (vv.28-30).
¡Increíble! A pesar de este sueño, a pesar de esta clara advertencia enviada por Dios, Nabucodonosor aún no se humillaba. Todavía se negaba a prestar atención a la advertencia de Dios. Durante todo un año, persistió en su orgullo. Tomó para sí la gloria que le pertenecía a Dios.
Podrías pensar: «¡Qué hombre tan orgulloso!, ¡tan terco!, ¡tan resistente!»
Déjame decirte lo que he estado reflexionando mientras estudiaba este pasaje. Hay un Nabucodonosor en mi corazón. Hay un Nabucodonosor en tu corazón. Hay un Nabucodonosor en cada corazón. «Mira lo que he hecho. Miras mi poder, mi gloria. A mi manera. Mi fuerza. Mis ideas. Mis opiniones. Mi paz. Mi felicidad». Yo, yo, yo. Esa es la esencia del orgullo. Esa es la esencia de Nabucodonosor.
Pero la buena noticia del evangelio es que Dios es muy paciente, ¡y lo es siempre! Dios le dio a Nabucodonosor tiempo para arrepentirse –un año entero. ¿Por qué Dios no cortó ese árbol tan pronto como tuvo el sueño y la interpretación quedó clara? Porque Dios, según 2 Pedro 3:9: «El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento».
Dios espera. Dios es paciente. Dios es paciente con nosotros. Dios es paciente con nuestro mundo. Dios es paciente con los incrédulos. Dios es paciente con los orgullosos. No corta ese árbol, en muchos casos, de inmediato. ¿Por qué? Porque Él está esperando que lleguemos al arrepentimiento.
Pero aquí está el asunto: no esperará para siempre. El sueño se hará realidad. El árbol será cortado si se niega a ser humillado.
«Aún estaba la palabra en la boca del rey (la Babilonia que he edificado con mi vasto poder y para mi majestuosa gloria), cuando una voz vino del cielo: “Rey Nabucodonosor, a ti se te declara: El reino te ha sido quitado, y serás echado de entre los hombres, y tu morada estará con las bestias del campo. Te darán hierba para comer como al ganado, y siete años pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo domina sobre el reino de los hombres, y que lo da a quien le place”» (vv. 31–32).
Dios es misericordioso al repetirnos Su Palabra. Es la tercera vez que leemos eso en este capítulo. Esa es la misericordia de Dios.
«En aquel mismo instante se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor: fue echado de entre los hombres, comía hierba como el ganado y su cuerpo se empapó con el rocío del cielo hasta que sus cabellos crecieron como las plumas de las águilas y sus uñas como las de las aves» (v. 33).
Como se prometió, el árbol grande y poderoso fue cortado. Dios le quitó el reino a Nabucodonosor. Dios apartó de él su sanidad mental. Dios lo redujo a la locura y a una existencia similar a un animal.
Y si nos negamos a humillarnos bajo Su poderosa mano, lo obligaremos a humillarnos. El cielo siempre tiene la última palabra.
La disciplina de Dios en la vida de Nabucodonosor tuvo el resultado esperado. Mira el versículo 34.
«Pero al fin de los días (¡siete años viviendo como un hombre salvaje, viviendo como un animal!), yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré mi razón, y bendije al Altísimo y alabé y glorifiqué al que vive para siempre. Porque Su dominio es un dominio eterno, y Su reino permanece de generación en generación. (El cielo gobierna). Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, (aquí está el rey que dijo que era Nabucodonosor el grande sobre Babilonia la grande, diciendo que todos los habitantes de la tierra son considerados como nada). Mas Él actúa conforme a Su voluntad en el ejército del cielo, y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener Su mano ni decirle: “¿Qué has hecho?”» (vv. 34-35).
La disciplina de Dios tuvo un efecto profundo en la vida de Nabucodonosor. Durante años, se había exaltado y honrado a sí mismo. Pero ahora, él alabó, honró y glorificó al Dios del cielo. Y se dio cuenta de su insignificancia en comparación con la grandeza de Dios. Levantó los ojos al cielo y eso transformó su vida.
«En ese momento recobré mi razón. Y mi majestad y mi esplendor me fueron devueltos para gloria de mi reino, y mis consejeros y mis nobles vinieron a buscarme. Y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida» (v.36).
Jesús lo dijo de esta manera en Mateo capítulo 23, versículo 12: «Y cualquiera que se engrandece, será humillado, y cualquiera que se humille, será engrandecido».
Verás, tener una visión exaltada de uno mismo y una visión pequeña de Dios tiene efectos devastadores para nuestra salud espiritual y mental. Pero una visión correcta de Dios –levantar nuestros ojos al cielo– y una visión del yo del tamaño adecuado pueden llevar a la restauración y el florecimiento de la salud mental. Es un mensaje que necesitamos hoy. Es un mensaje que nuestro mundo necesita. El orgullo es un camino hacia la ruina segura. Pero la humildad y el arrepentimiento son el camino hacia la restauración.
«Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, porque Sus obras son todas verdaderas y justos Sus caminos. (Mira esta última oración) Él puede humillar a los que caminan con soberbia» (v.37).
Él puede humillarme cuando camino con orgullo. Él es capaz de humillarte cuando caminas con orgullo. Él es capaz de humillar a los líderes de nuestro mundo cuando caminan con orgullo, y lo hará. Cuidado con el orgullo.
Primera de Pedro 5: «…porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte a su debido tiempo» (vv. 5-6).
Y así, Padre, alzamos nuestros ojos al cielo. Eres maravilloso. Somos pequeñas, débiles, frágiles y necesitadas. Danos gracia y misericordia para humillarnos, alabar, exaltar y glorificar al Rey de los cielos. Amén.
Annamarie: ¿Cómo está tu visión de Dios? Espero que lo has estado escuchando hoy te ayude a ver a Dios en la correcta dimensión, porque verlo como Él es te trae gran consuelo. Aférrate a la verdad de que el cielo gobierna, fijando tus ojos en Cristo. Y mañana, acompáñanos para continuar aprendiendo a ver el mundo desde una perspectiva eterna.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
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