Cuando necesitas ser rescatada (Daniel 6)
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si creemos que los hombres, los gobiernos y las fuerzas terrenales gobiernan, si creemos que ellos tienen la última palabra, entonces siempre estaremos ajustando nuestro comportamiento para complacer a las personas. Pero si realmente creemos que el cielo gobierna, seremos libres del temor al hombre, y seremos capaces de obedecer a nuestro Dios sin importar lo que las leyes o la cultura puedan decir.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Bueno, espero que sigas con nosotras en nuestro estudio de Daniel, mientras buscamos evidencias de que el cielo gobierna. Estamos tomando alrededor de un capítulo por día, así que puedes ir un paso adelante y leer el capítulo antes de que hablemos de él, así sacarás aún más provecho de esta serie.
Ahora quiero que recapitulemos por un momento. Vimos en Daniel capítulo 2, …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si creemos que los hombres, los gobiernos y las fuerzas terrenales gobiernan, si creemos que ellos tienen la última palabra, entonces siempre estaremos ajustando nuestro comportamiento para complacer a las personas. Pero si realmente creemos que el cielo gobierna, seremos libres del temor al hombre, y seremos capaces de obedecer a nuestro Dios sin importar lo que las leyes o la cultura puedan decir.
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Bueno, espero que sigas con nosotras en nuestro estudio de Daniel, mientras buscamos evidencias de que el cielo gobierna. Estamos tomando alrededor de un capítulo por día, así que puedes ir un paso adelante y leer el capítulo antes de que hablemos de él, así sacarás aún más provecho de esta serie.
Ahora quiero que recapitulemos por un momento. Vimos en Daniel capítulo 2, varios episodios atrás, que Nabucodonosor tuvo un sueño. Él soñó con una gran estatua. Cuando Daniel interpretó el sueño del rey, supo que él (el rey) era la cabeza de oro. La cabeza del Imperio de Babilonia era la cabeza de oro. El hecho de que hubiera otros metales menores que constituían otras partes del cuerpo de la estatua, que finalmente se desmoronó, significaba que el Imperio babilónico que él encabezaba sería derrocado. Le sucederían reinos y reyes inferiores.
Así que, a medida que el libro de Daniel se desarrolla, vemos que esta profecía se hace realidad. Vemos que la Palabra de Dios se está cumpliendo. En la última sesión vimos el capítulo 5 de Daniel. Y si vamos al último versículo de Daniel 5, el versículo 30, dice: «Aquella misma noche fue asesinado Belsasar…», el que fue sucesor del rey Nabucodonosor. «… Belsasar el rey de los caldeos». Caldeos es otra palabra para referirse a los babilonios. Este rey fue asesinado tal como Dios dijo que sucedería. «Y Darío el Medo recibió el reino cuando tenía sesenta y dos años».
Así llegamos al capítulo 6 con ese escenario y ese contexto. En este capítulo vemos a un rey poderoso, el rey Darío que es grande y está al mando. Él contrata y despide funcionarios a su antojo, y cuando te despide, no es solo la pérdida de tu trabajo, sino también la pérdida de tu cabeza. Es decir, estás acabado cuando te despide. Este rey hace edictos que son irrevocables, no pueden ser cambiados, ni alterados. Tal pareciera, al leer este capítulo, que Darío y sus poderosos oficiales están gobernando. Pero lo que veremos en este capítulo es que todos los reyes, todos los gobernantes, todas las leyes y edictos están sujetos a Dios, a la autoridad de Dios, al gobierno de Dios. El cielo gobierna. Vamos a ver eso a lo largo de este capítulo.
Permíteme comenzar leyendo el capítulo 6 de Daniel.
Oremos: Oh Señor, oro, que a medida que leamos nos des entendimiento nos des ojos para ver, oídos para oír y corazones para recibir lo que tu Espíritu tenga que decirnos hoy. Te agradezco que el cielo gobierna, y lo veremos en este capítulo. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Daniel 6, versículo 1: «Le pareció bien a Darío», justo ahí tienes quién está al mando. El rey, ¿cierto?
«Le pareció bien al rey Darío constituir sobre el reino 120 sátrapas (gobernadores de provincias) que gobernaran en todo el reino, y sobre ellos, tres funcionarios (uno de los cuales era Daniel) a quienes estos sátrapas rindieran cuenta, para que el rey no fuera perjudicado». (Así no podían retener los impuestos que debían al rey o lo que fuera). Pero este mismo Daniel sobresalía entre los funcionarios y sátrapas porque había en él un espíritu extraordinario (algunas de sus traducciones pueden decir un espíritu superior), de modo que el rey pensó ponerlo sobre todo el reino» (vv.1-3).
Ahora, a estas alturas del relato, Daniel tenía más de ochenta años. Bien podría haber estado retirado, pero siguió sirviendo a estos diferentes reyes, sirviendo al Señor mientras servía a estos reyes.
Para entonces había servido bajo múltiples reyes, múltiples administraciones durante casi setenta años. Sus dones dados por Dios, su espíritu extraordinario, lo hicieron destacarse. Así que llamó la atención del rey y fue promovido. Ahora sería el segundo después del rey. Vemos a lo largo de este libro que Daniel es colocado por Dios en una posición de gran responsabilidad y liderazgo.
Y quizás no es de sorprenderse que los otros líderes estuvieran celosos. ¿Recuerdas a José y sus hermanos? Estaban celosos cuando él fue honrado y favorecido, y tuvo influencia. Estos líderes de la época de Daniel empezaron a adoptar ciertas posturas, a tramar intrigas, a planear, a conseguir más poder para ellos, lo que significaba que tenían que intentar quitarle poder a Daniel, para lo que tenían que perjudicarlo.
«Entonces, los funcionarios y sátrapas buscaron un motivo para acusar a Daniel con respecto a los asuntos del reino» (v.4).
Estaban decididos a acabar con este hombre, que no tenía culpa alguna. Así pues, Daniel vivía en un entorno hostil –hostil a su Dios y hostil a su fe– al igual que nosotras. Vivimos en un entorno que es cada vez más hostil a nuestro Dios y a nuestra fe, y a los seguidores de Dios. Pero el versículo continúa.
«… Pero no pudieron encontrar ningún motivo de acusación ni evidenciaalguna de corrupción, por cuanto él era fiel, y ninguna negligencia ni corrupción podía hallarse en él» (v. 4). Así que aquí está Daniel, un hombre de máxima integridad. Sus oponentes pusieron su vida bajo un microscopio. «Estamos seguros de que vamos a encontrar algo sucio en él. Estamos seguros de que vamos a encontrar algo malo». Pero no lograron encontrar ni una sola evidencia para respaldar sus acusaciones ni nada que les permitiera demostrar alguna falta o inconsistencia.
¿Estarías de acuerdo conmigo en que ese tipo de historial es casi imposible de encontrar entre los funcionarios públicos? Los medios de comunicación siempre intentan desenterrar o sacar algo a la luz acerca de los políticos –ya sea un escándalo financiero, o un escándalo moral, la hipocresía o la aceptación de sobornos o conflictos de intereses. Y así lucharon por encontrar lo mismo en Daniel, pero no pudieron encontrar nada sobre él, a diferencia de la mayoría de los políticos de nuestra época. Nada pudo ser utilizado en su contra.
Mientras medito en este pasaje me pregunto: ¿podría decirse eso de mí? ¿Podría decirse eso de nosotras? ¿No hay nada que los enemigos de Dios puedan encontrar para apoyar sus acusaciones contra nosotras o contra nuestro Dios?
Hace unos días, cuando estaba trabajando en esto, Robert y yo estábamos conversando sobre la posibilidad de que un asistente le ayudara con su bandeja de entrada de correo electrónico. Le pregunté: «¿Hay algo ahí que no quieras que otra persona viera?» No me refería a algo pecaminoso, sino a algo más confidencial. Y su respuesta simplemente fue: «No me preocupa en lo absoluto. No tengo secretos». Ese es un espíritu como el de Daniel, ese es un testimonio como el de Daniel.
Ahora, todos tenemos pecados, todos tenemos pecados que no nos gustaría que fueran expuestos. Pero vivir una vida en la que nadie, por mucho que investigue, pueda encontrar algo de qué acusarnos, esa es una vida increíble.
«Entonces estos hombres dijeron: “No encontraremos ningún motivo de acusación contra este Daniel a menos que encontremos algo contra él en relación con la ley de su Dios”» (v.5).
Pensaron que podían atraparlo entre ser leal a su Dios y ser leal al rey y al imperio.
Versículo 6:
«Estos funcionarios y sátrapas, de común acuerdo, fueron entonces al rey y le dijeron así: “¡Rey Darío, viva para siempre! Todos los funcionarios del reino, prefectos, sátrapas, altos oficiales y gobernadores, han acordado que el rey promulgue un edicto y ponga en vigor el mandato de que cualquiera que en el término de treinta días haga petición a cualquier dios u hombre fuera de usted, oh rey, sea echado en el foso de los leones”» (v.6-7).
Ellos vinieron en grupo: «Todos hemos hablado; todos estamos de acuerdo». ¿A quién le gusta cuando alguien se le acerca y le dice: «Todos hemos hablado de esto, y esto es lo que todos pensamos?» Pero lo que realmente estaban haciendo era apelar al ego del rey. «Queremos honrarlo, su Majestad». Y por supuesto, este rey tenía un ego al que se podía apelar. Entonces, vemos el versículo 8.
«Ahora pues, oh rey, promulgue el mandato y firme el documento para que no sea modificado, conforme a la ley de los medos y persas, que no puede ser revocada”. Por tanto, el rey Darío firmó el documento, esto es, el mandato» (vv.8-9).
Ahora bien, las leyes y los decretos del imperio Medo-Persa eran obligatorios. Esto se debía a que el pueblo creía que el rey representaba a los dioses. Por lo tanto, todo lo que el rey decía era infalible y los decretos reales nunca podían ser anulados o revocados. Ahora las líneas habían sido trazadas, como lo están muchas veces a lo largo del libro de Daniel. Los adversarios de Dios se enfrentan al siervo de Dios. Quieren intentar obligarle a negar su fe o morir. Y estos funcionarios estaban seguros de que al firmar este edicto, el rey estaba firmando la sentencia de muerte de Daniel.
El decreto no podía ser revocado, pero el cielo gobierna. El Dios altísimo está por encima de cualquier rey, de cualquier edicto. Él puede hacer lo que quiera. Él podía y en su tiempo anularía el decreto irrevocable del rey.
«Cuando Daniel supo que había sido firmado el documento, entró en su casa (en su aposento superior tenía ventanas abiertas en dirección a Jerusalén), y como solía hacerlo antes, continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios» (v.10).
Mira esta pregunta que escribí en Twitter mientras meditaba sobre este pasaje: «Si la oración se convirtiera repentinamente en algo ilegal en nuestra tierra, ¿cuánto tendrían que cambiar nuestros hábitos para que fuéramos condenadas como culpables?» En el caso de Daniel, la respuesta fue, nada. Nada en absoluto.
La vida de oración de Daniel se ve en todo el libro de Daniel. Vemos que tuvo una oración intencional y con propósito. Él oró después de escuchar sobre el edicto. Él sabía lo que estaba haciendo; estaba orando a propósito. Era una oración privada; estaba en su casa. No estaba tratando de ser visto o impresionar a otros con su vida de oración. Sin embargo, fue una oración valiente. No temía que los demás supieran que estaba orando, o que lo vieran orar. No trataba de ocultar su fe o su vida de oración.
Era una oración direccional. Miraba hacia Jerusalén y eso me encanta. En todos estos años, desde que era un joven adolescente y había sido sacado de su tierra natal, nunca olvidó dónde estaba su verdadero hogar. Nunca olvidó al Dios de sus padres. Oraba en dirección a su Dios, no a los dioses, no al rey, sino a su Dios, el Dios. Era una oración regular, tres veces al día. Daniel tenía ritmos regulares de oración. No solo en una crisis, «¡oh, mejor oro por esto!» Él oraba constantemente; ya tenía un ritmo de oración.
Era una oración humilde. Se puso de rodillas –una postura de humildad. Y ten en cuenta que tenía alrededor de ochenta años. No sé si algunas de las que nos escuchan están cerca de los ochenta, pero yo tengo más de sesenta años y cada vez me cuesta más. No me cuesta ponerme de rodillas, me cuesta levantarme. Pero tres veces al día este anciano, hombre de Estado, se ponía de rodillas para orar. Era una oración de súplica. Lo veremos en el versículo 11, él no podía vivir sin hacer peticiones a su Dios.
Y me encanta que además de hacer peticiones, él daba gracias a Dios, aún sabiendo que su vida estaba en riesgo, estaba suplicando, orando, intercediendo, pero también estaba dando gracias incluso en medio de esta crisis.
La vida de oración de Daniel nos dice muchas cosas sobre él.
- Dice mucho sobre su sabiduría, su espíritu extraordinario, su capacidad de discernir lo que Dios estaba diciendo y haciendo en diferentes circunstancias y temporadas.
- Dice mucho sobre su capacidad de permanecer humilde ante el éxito y los ascensos.
- Dice mucho sobre lo que le permitió mantenerse firme bajo presión.
Era resultado de ese hábito de arrodillarse ante el Dios del cielo y reconocer que lo necesitaba, cada día y a lo largo del día.
Esta vida de oración era la práctica y la evidencia de un hombre que creía que el cielo realmente gobierna.
- Él sabía que su destino y su vida estaban en las manos de Dios y no en las de los reyes, así que oraba.
- Él sabía que Dios era más poderoso que cualquier rey, así que oraba a su Dios.
- Él sabía que Dios escucha y responde a la oración, así que oraba.
- Él sabía que el lugar más seguro en el que podía estar era en la presencia de Dios, así que se arrodilló y oró.
¿Sabes?, si creemos que las personas y las fuerzas terrenales gobiernan, si creemos que tienen la última palabra, entonces siempre vamos a estar ajustando nuestro comportamiento para complacer a las personas. Pero si realmente creemos que el cielo gobierna, seremos libres del temor al hombre. Seremos capaces de obedecer a nuestro Dios sin importar lo que las leyes o la cultura puedan decir.
Versículo 11:
«Entonces estos hombres, de común acuerdo, fueron y encontraron a Daniel orando y suplicando delante de su Dios» (v.11).
Para Daniel la oración era un estilo de vida. Era un estilo de vida mientras su trabajo en el gobierno era seguro, y era un estilo de vida cuando su carrera y su vida estaban bajo amenaza. No hay diferencia para un hombre de oración.
Versículo 12:
«Por lo cual se presentaron ante el rey y le hablaron tocante al mandato real: “¿No firmó usted un mandato que cualquier hombre que en el término de treinta días hiciera petición a cualquier dios u hombre fuera de usted, oh rey, fuera echado en el foso de los leones?”. “La orden es cierta, conforme a la ley de los medos y persas, que no puede ser revocada”, respondió el rey. Entonces ellos respondieron: “Daniel, que es uno de los deportados de Judá, no le hace caso, oh rey, ni del mandato que usted firmó, sino que tres veces al día hace su oración”» (vv.12-13).
Ellos estaban observando; la gente observa. Ese fue su testimonio. Él ora tres veces al día. Esa fue la peor acusación que pudieron hacer en contra este hombre –él ora tres veces al día– lo que era en ese momento ilegal.
Versículo 14:
«Al oír estas palabras, el rey se afligió mucho y se propuso librar a Daniel. Y hasta la puesta del sol estuvo buscando la manera de librarlo» (v.14).
El rey odiaba la idea de echar a Daniel a los leones. Daniel era un servidor público fiel, eficaz y confiable, que no había hecho absolutamente nada malo, pero el edicto no podía ser revocado.
Versículo 15:
«Entonces aquellos hombres vinieron de común acuerdo al rey y le dijeron: “Reconozca, oh rey, que es ley de los medos y persas que ningún mandato o edicto que el rey establezca puede ser revocado”» (v.15).
Es una ley; no puede cambiarse. Hay veces aquí en la tierra cuando parece que el cielo no gobierna. Parece que las leyes impías gobiernan, que legisladores impíos gobiernan, que un jefe que no teme a Dios gobierna. Y en estas situaciones, a veces parece que no hay salida. Es inalterable, es irrevocable, a veces sentimos que nunca van a cambiar, que solo van a empeorar, que no hay salida.
«El rey entonces dio órdenes que trajeran a Daniel y lo echaran en el foso de los leones…» (v.16).
Ahora, digamos que Dios pudo haber rescatado a Daniel antes de que fuera echado al foso de los leones, pero en su infinita sabiduría, Dios eligió no hacerlo así. El cielo gobierna, y nosotros nos sometemos al gobierno del cielo.
Lo echaron al foso de los leones. «El rey habló a Daniel y le dijo: “Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, Él te librará”» (v.16).
Este es el poder de un testimonio fiel, de un testigo fiel, «tu Dios, a quien sirves con perseverancia». El rey esperaba que el Dios del cielo hiciera lo que él no podía hacer.
Versículo 17:
«Trajeron una piedra y la pusieron sobre la boca del foso. El rey la selló con su anillo y con los anillos de sus nobles, para que nada pudiera cambiarse de lo ordenado en cuanto a Daniel» (v.17).
El destino de Daniel estaba sellado…o al menos eso parecía.
«Después el rey se fue a su palacio y pasó la noche en ayuno. Ningún entretenimiento fue traído ante él y se le fue el sueño» (v.18).
Así que el rey está angustiado, se preocupa por Daniel, lo admira. No puede comer ni dormir, y por cierto, no hay ninguna indicación de que esto le sucedió a Daniel. Es el rey el que se aflige. No hay duda de que Daniel oró en el foso de los leones, como estaba acostumbrado a hacerlo.
Me pregunto si quizás una de sus oraciones fue la oración del Salmo 22, que es considerada una oración profética del Mesías. Salmos 22:21-22: «Sálvame de la boca del león… Hablaré de Tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré». ¿Estaba orando con esa actitud de intercesión, suplicando a Dios y en alabanza mientras estaba en aquel foso?
Versículo 19:
«Entonces el rey se levantó al amanecer, al rayar el alba, y fue a toda prisa al foso de los leones. Y acercándose al foso, gritó a Daniel con voz angustiada. El rey habló a Daniel y le dijo: “Daniel, siervo del Dios viviente, tu Dios, a quien sirves con perseverancia, ¿te ha podido librar de los leones?”» (vv.19-20).
¿El rey pensó que eso era posible? ¿Asumió que Daniel estaba muerto? ¿Pensó que quizá Daniel estaba vivo?
Versículo 21:
«Entonces Daniel respondió al rey: “Oh rey, viva para siempre. Mi Dios envió Su ángel, que cerró la boca de los leones, y no me han hecho daño alguno porque fui hallado inocente ante Él. Y tampoco ante usted, oh rey, he cometido crimen alguno”» (v.21).
Dios reivindicó a Su siervo; Dios rescató a Su siervo; Dios envió un ángel. Muchas veces en la Escritura sucede esto. Leemos en el capítulo 1 de Hebreos que los ángeles son espíritus ministradores enviados por Dios para servir a los que iban a heredar la salvación. Esto es lo que hacen los ángeles: son mensajeros de Dios, son sus embajadores, vienen a rescatar. El Salmo 34:7 dice: «El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los rescata».
Ahora, este ángel puede haber sido uno de los siervos creados por Dios, o puede haber sido, como pensamos que fue probablemente el caso en los capítulos anteriores del horno de fuego, una aparición pre encarnada de Cristo. Una cosa sabemos con seguridad, Dios estaba con Daniel, como había estado con Sadrac, Mesac y Abed Nego en aquel horno de fuego. Emmanuel, Dios con nosotros, en el palacio del rey, en el horno de fuego, en el foso de los leones.
Versículo 23:
«El rey entonces se alegró mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Cuando Daniel fue sacado del foso, no se encontró en él lesión alguna, porque había confiado…» (v.23).
Esa palabra confiado es una palabra que es como nuestra palabra amén. Es confianza, seguridad, garantía. «… Porque había confiado en su Dios».
Amigas, a veces nuestro mayor testimonio de la realidad y del poder de Dios es cuando sufrimos aflicciones, pruebas y otros nos ven confiar en nuestro Dios y no ser devoradas o vencidas por la prueba. Este es un testimonio más poderoso que el de no ser arrojadas al foso en primer lugar. Al ser arrojada al foso, confías en Dios sea cual sea el resultado.
Versículo 24:
«El rey dio órdenes que trajeran a aquellos hombres que habían acusado falsamente a Daniel, y que los echaran a ellos, a sus hijos y a sus mujeres en el foso de los leones. No habían llegado aún al fondo del foso, cuando ya los leones se habían apoderado de ellos y triturado todos sus huesos» (v.24).
El relato nos da ese detalle en caso de que nos preguntemos si tal vez cuando Daniel estaba en el foso, los leones tenían sueño, o no tenían hambre, o no eran poderosos. Está claro que Dios rescató a Su siervo y envió juicio a sus enemigos.
Salmos 34:19-21 dice: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR. Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos es quebrantado. La maldad dará muerte al impío, y los que aborrecen al justo serán condenados». No necesariamente de acuerdo a nuestra cronología. Ahora, no oramos por juicio, sino por misericordia. Oramos para que los pecadores y perversos se arrepientan y puedan ser redimidos. Pero aquellos que no se arrepienten y no son redimidos y no están dispuestos a arrodillarse ante Cristo, serán juzgados.
Aquellos que habían orquestado la caída de Daniel cayeron en la misma trampa que le habían tendido. Y en el tiempo de Dios, tenlo en cuenta, los que confían en el Señor, al final, serán librados de todo mal. Eso no significa que no recibamos rasguños en el camino, tampoco significa que no perderemos esta vida terrenal, sino que seremos libradas de todo mal.
Versículo 25:
«Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la tierra: “Que abunde su paz. De parte mía se proclama un decreto de que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen delante del Dios de Daniel,
Porque Él es el Dios viviente que permanece para siempre,
Y Su reino no será destruido y su dominio durará para siempre.
Él es el que libra y rescata, hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra,
El que ha librado a Daniel del poder de los leones”» (vv.25-27).
La experiencia de Daniel obligó al rey a reconocer que el cielo gobierna. Y ten en cuenta que Daniel no conocía el final de la historia, hasta el final de la historia. Nosotras conocemos el final de la historia, como si fuera un cuento para niños. Pero no, este es un cuento para adultos que no conocen el final de la historia y necesitan que se les recuerde que el cielo gobierna. El reino de Dios es supremo, es eterno. Dios es misericordioso y bondadoso, y tiene el poder para rescatar y librar a todos los que en Él confían.
Versículo 28:
«Y este mismo Daniel prosperó durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el Persa» (v.28).
Sobrevivió a este rey y sirvió bajo otro rey. Puedes confiar en que Dios escriba tu historia, y puedes estar segura de que al final Él corregirá todos los males y todo obrará para bien. Puedes confiar en Dios para escribir tu historia.
A corto plazo, la sabiduría de Daniel, su espíritu, su confianza y su vida ejemplar lo convirtieron en un objetivo o un blanco del enemigo. Durante un tiempo no parecía que una vida santa y obediente rindiera frutos. Él experimentó graves consecuencias por negarse a obedecer el edicto del rey. Pero, Daniel no iba detrás del aquí y el ahora. Su conocimiento de quién es Dios, su conocimiento de la lealtad que se le debía a Dios, y la historia que Dios estaba escribiendo en este mundo, todo eso le dio el valor para resistir el ataque a su fe.
Estuvo dispuesto a dejarlo todo para honrar a Dios. Y a la larga, sería honrado por Dios. Los que buscaban arruinarlo y destruirlo fueron destruidos. Esta historia se ha repetido una y otra vez a lo largo de las Escrituras y de la historia de la humanidad. La historia está conduciendo a la consumación final del plan de Dios, y a la coronación del Rey Jesús. Así que, espera al Señor. A su debido tiempo Él actuará. Enmendará todos los errores, y los que pongan su esperanza en Él, reinarán con Él para siempre.
Este mundo no es amigo de la gracia, así que dejemos de esperar que lo sea. El objetivo de este mundo es hacer caer al Dios Altísimo. Por lo tanto, los siervos de Dios enfrentarán oposición. Seremos acusadas maliciosamente como lo fueron Daniel y sus amigos, pero en medio de todo esto, nuestra fidelidad a Dios, nuestras oraciones, nuestro valor, nuestra fe, nuestra perseverancia, nuestra disposición incluso a sufrir, todo ello proporciona una oportunidad para que el poder de Dios sea revelado, puesto en evidencia.
Annamarie: Y tú, ¿confías en tu Dios –Emmanuel, Dios con nosotros? ¿Es la oración tu estilo de vida? Hoy mismo pídele a Dios que te haga una mujer de oración, una mujer que cree que el cielo gobierna.
La Escritura también nos dice que el Señor levanta y derriba gobernantes –aún cuando desde nuestra perspectiva no parezca así. Mañana Nancy te mostrará cómo puedes confiar en Él y en Su poder en la continuación de esta serie.
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Patricia de Saladín: Y hablando de libertad, plenitud y abundancia, asegúrate de apartar la fecha: 31 de marzo y 1 de abril del próximo año 2023. Miles de mujeres nos daremos cita en Guadalajara, México para la Conferencia Mujer Verdadera 2023. Mantente al tanto de las últimas informaciones en mujerverdadera23.com.
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