Cuando necesitas sabiduría (Daniel 2)
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cada empresa humana, cada imperio humano, no importa cuán impresionante, no importa cuán fuerte sea, algún día llegará a su fin. Solo Su reino (el reino de Dios) durará para siempre…
Así que no tratemos de construir nuestros propios reinos o de ondear la bandera del reino terrenal de otra persona sobre nuestros corazones, sino que como pueblo de Dios, oremos: «¡Oh Dios, que venga Tu reino y se haga Tu voluntad, aquí en la tierra, como en el cielo!»
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Hoy continuamos con la serie titulada: El cielo gobierna: la soberanía de Dios en el libro de Daniel. Te invito a que me acompañes al libro de Daniel, que se encuentra en el Antiguo Testamento. Tenemos primero a Ezequiel, que es un profeta largo, luego a Daniel, que …
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cada empresa humana, cada imperio humano, no importa cuán impresionante, no importa cuán fuerte sea, algún día llegará a su fin. Solo Su reino (el reino de Dios) durará para siempre…
Así que no tratemos de construir nuestros propios reinos o de ondear la bandera del reino terrenal de otra persona sobre nuestros corazones, sino que como pueblo de Dios, oremos: «¡Oh Dios, que venga Tu reino y se haga Tu voluntad, aquí en la tierra, como en el cielo!»
Annamarie Sauter: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy: Hoy continuamos con la serie titulada: El cielo gobierna: la soberanía de Dios en el libro de Daniel. Te invito a que me acompañes al libro de Daniel, que se encuentra en el Antiguo Testamento. Tenemos primero a Ezequiel, que es un profeta largo, luego a Daniel, que es uno más corto, ahí como escondido allí hacia el final del Antiguo Testamento. Y estamos buscando evidencias de Dios, evidencias de que el cielo gobierna, en el libro de Daniel.
Vamos a estar tomando alrededor de un capítulo por día durante algunas semanas mientras buscamos evidencias de que el cielo gobierna. Lo ves a lo largo del libro de Daniel, y lo ves a lo largo de las Escrituras, ¿y no lo vemos también en nuestras vidas? El cielo realmente gobierna. Así que me gustaría que buscaras en tu Biblia evidencias de que el cielo gobierna; y mientras estamos en esta serie quiero que busques en tu vida diaria evidencias de que Dios está presente, de que está proveyendo para ti y protegiéndote –el cielo gobierna.
Hoy estamos en el capítulo dos del libro de Daniel, y me gustaría leer la mayor parte del texto, si no todo el texto. Este es un capítulo extenso, por lo que no vamos a profundizar en ninguna parte específica de él. Solo queremos tener una vista general para ver cómo el cielo gobierna.
Señor, abre nuestros ojos, abre nuestros corazones, danos la confianza mientras abrimos Tu Palabra, de que el cielo realmente gobierna. Gracias por lo que hiciste en la vida de Daniel y sus amigos, allá en el Imperio babilónico, hace 2700 años. Gracias porque conservaste este relato en Tu Palabra para que hoy podamos tener la seguridad en nuestras vidas de que ciertamente el cielo gobierna. Por tanto, dale a nuestros corazones esa bendita seguridad, te lo ruego en el nombre de Jesús. Amén.
Leamos Daniel 2:1:
«En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, (este es el rey de Babilonia, el hombre más poderoso de la tierra en esos días) este tuvo sueños, y se turbó su espíritu y no podía dormir».
¿Recuerdas en el libro de Ester cuando un rey tuvo problemas para dormir y Dios usó su noche de insomnio para preservar la vida de los judíos? ¡Dios está sobre todo! Dios está por encima de los sueños. Dios está sobre el dormir y la imposibilidad de dormir. Entonces, cuando a veces no puedas dormir por la noche, recuerda, el cielo gobierna. Dios está a cargo de todo.
Versículo 2:
«Entonces el rey mandó llamar a los magos, encantadores, hechiceros y caldeos, para que le explicaran al rey sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron ante el rey» (v. 2).
Estos eran practicantes de ocultismo; eran considerados sabios. Los magos procedían de esa parte del mundo y eran instruidos. Se suponía que debían saber estas cosas, y se suponía que tenían poderes sobrenaturales para discernir estas cosas.
«Y el rey les dijo: “He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por el deseo de entender el sueño”» (v. 3).
«Entonces los caldeos hablaron al rey en arameo (el texto mismo nos indica que a partir de aquí está escrito en arameo porque partes del libro de Daniel están escritas en hebreo, la primera y la última parte, y la mitad está escrita en arameo, que era el idioma común en Babilonia): “¡Oh rey, viva para siempre! Cuente el sueño a sus siervos, y nosotros le declararemos la interpretación”» (v.4).
«El rey respondió a los caldeos: “Mis órdenes son firmes: si no me dan a conocer el sueño y su interpretación, serán descuartizados y sus casas serán reducidas a escombros. Pero si me declaran el sueño y su interpretación, recibirán de mí regalos, recompensas y grandes honores. Por tanto, declárenme el sueño y su interpretación”» (vv. 5-6).
Aquí está claro lo que pide, lo que exige. Nabucodonosor exigió que sus consejeros, sus adivinos, le contaran tanto el sueño como su significado. Les prometió una gran recompensa si tenían éxito, y si no podían hacerlo, amenazó con destruirlos a todos, y tenía el poder para hacerlo. Leamos los versículos del 7 al 11:
«Respondieron ellos por segunda vez: “Refiera el rey su sueño a sus siervos, y declararemos la interpretación”. Respondió el rey: “Ciertamente, sé que quieren ganar tiempo, porque ven que mis órdenes son firmes. Si no me declaran el sueño, hay una sola sentencia para ustedes. Porque se han concertado para hablar delante de mí palabras falsas y perversas hasta que cambie la situación. Por tanto, díganme el sueño para que yo sepa que me pueden dar su interpretación. Los caldeos respondieron al rey: «No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto al rey, puesto que ningún gran rey o gobernante jamás ha pedido cosa semejante a ningún mago, encantador o caldeo. Lo que el rey demanda es difícil y no hay nadie que lo pueda declarar al rey, sino los dioses cuya morada no está entre los hombres» (vv. 7-11).
¡Eso sí era cierto! Ningún ser humano podría haber sabido lo que el rey había soñado.
«No somos dioses. Somos sabios, somos inteligentes, tenemos estas habilidades sobrenaturales, pero no somos dioses. No podemos decirle lo que solo los dioses pueden decir. Nadie en la tierra puede decirlo». Comprendieron que lo que el rey les pedía era absolutamente imposible. Ningún simple mortal puede leer la mente o conocer los sueños.
A veces Robert y yo, al despertarnos nos preguntamos, «¿soñaste algo anoche?» Por lo general no podemos recordar nuestros propios sueños, ¡pero seguro que no podría decirle a Robert lo que él soñó la noche anterior! No hay forma de hacer eso. «Solo los dioses» podían hacérselo saber al rey.
Ahora, estos hombres, sabios como eran o sabios como pensaban que eran, estaban reconociendo sus propias limitaciones, su propia mortalidad. Reconocían que no eran dioses y que no poseían poderes sobrenaturales.
Veamos el versículo 12:
«A causa de esto el rey se indignó y se enfureció en gran manera y dio la orden de que mataran a todos los sabios de Babilonia. Y se publicó el decreto de que mataran a todos los sabios. Buscaron también a Daniel y a sus amigos (que estaban entre este grupo de consejeros) para matarlos» (vv. 12-13).
Verás, ser piadoso, estar entre el pueblo de Dios, no libró a Daniel y a sus amigos de los desafíos de vivir en un mundo pecaminoso y caído. El edicto del rey también afectó a Daniel y a sus amigos. A veces, en este mundo tenemos que vivir y tratar con gobernantes y edictos tiránicos y egoístas. Pero Daniel tenía algo que estos supuestos sabios no tenían. Mira el versículo 14: «Entonces Daniel habló con discreción y sensatez a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia». ¿De dónde obtuvo eso Daniel? De Dios. Dios le dio sabiduría; Dios le dio entendimiento.
Versículo 14:
«Entonces Daniel habló con discreción y sensatez a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia. Y preguntó a Arioc, capitán del rey: “¿Por qué es tan riguroso el decreto del rey?”»
Fíjate en lo que no hizo Daniel: no se asustó, no se desesperó. Fíjate en lo que tampoco hizo: no organizó una protesta ni tramó un golpe de estado para derrocar al rey. En este pasaje muestra una confianza tranquila, que sabemos que se basa en su comprensión de ¿qué? De que el cielo gobierna.
«Y Arioc informó a Daniel sobre el asunto. Así que Daniel fue a pedirle al rey que le diera tiempo para declarar la interpretación al rey» (vv. 16).
Cuando se enteró de que todos los sabios del reino, incluidos él y sus tres amigos, iban a ser ejecutados, apeló al rey para que le diera tiempo para presentar el sueño y su interpretación. Debió haber creído que Dios podía mostrarle ese sueño. Sabía que no podía inventarse esto; lo deja claro más adelante en el pasaje. Pero él sabía que Dios podía, ¡y lo sabía antes de que Dios se lo revelara! Él le dijo al rey: «Dame tiempo y te daré el sueño y la interpretación».
Versículo 17:
«Entonces Daniel fue a su casa e informó el asunto a sus amigos Ananías, Misael y Azarías, para que pidieran misericordia del Dios del cielo acerca de este misterio, a fin de que no perecieran Daniel y sus amigos con el resto de los sabios de Babilonia» (vv.17-18).
Daniel no entró en pánico, pero tampoco trató de resolver esto por su cuenta. Se dirigió de inmediato a sus amigos, les explicó la situación y los instó a orar, «¡de rodillas, chicos! Oren por la intervención divina», para que sus vidas se salvaran.
Daniel tenía dones especiales dados por Dios, para comprender visiones y sueños; lo vimos en el capítulo uno. Pero, aun así, operaba en comunidad. No confiaba en sus propios dones; confió en la ayuda de sus amigos y de su Dios. Sabía que no tenía, por sí solo, ni la sabiduría ni la capacidad para manejar esto; necesitaban a Dios. Entonces, ¿qué hicieron? Ellos oraron.
Eso es lo que haces cuando sabes que necesitas a Dios; oras.Cuando sabes que no puedes manejar una situación por tu cuenta, oras. Cuando sabes que no puedes cambiar el corazón de ese niño o que no puedes descifrar los misterios de cómo explorar las profundidades de ese compañero o del corazón de ese niño, ¡oras! Pides a Dios sabiduría y misericordia con respecto a estos misterios.
Mira el versículo 19: «Entonces el misterio fue revelado a Daniel en una visión de noche. Daniel entonces bendijo al Dios del cielo». ¿Cuándo fue revelado? Cuando oraron. Y alabo a Dios por eso.
Me alegro mucho de que se haya registrado eso en este pasaje. En respuesta a las oraciones de Daniel y sus amigos, Dios reveló el misterio del sueño y su interpretación, pero Daniel le dio a Dios todo el crédito, porque solo Dios merece toda la gloria. Y en su oración que comienza en el versículo 20, Daniel reconoce la soberanía y el poder de Dios. Da gracias a Dios por escuchar y responder sus oraciones. Este pasaje del capítulo 2 es poderoso, la forma en que podría resumir todo este párrafo es: el cielo gobierna. Versículo 20:
«Daniel dijo: “Sea el nombre de Dios bendito por los siglos de los siglos, porque la sabiduría y el poder (vienen de mi capacidad y de los sabios por su entrenamiento… ¡No!) son de Él. Él es quien cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios, y conocimiento a los entendidos”» (vv. 20-21).
Detente y recuerda: Dios quita y establece reyes, gobernantes y autoridades en todos los ámbitos de la autoridad humana. En última instancia los gobernantes no son elegidos por elecciones ni por ningún otro proceso creado por el hombre. Dios pone reyes. En tu lugar de trabajo, en tu comunidad, en la política, en el gobierno, Dios establece reyes, y Dios los quita cuando termina de hacer lo que quiere con ellos y a través de ellos. Dios hace esto.
Leamos versículos 22 al 23:
«Él es quien revela lo profundo y lo escondido. Conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con Él. A ti, Dios de mis padres, yo doy gracias y alabo, porque me has dado sabiduría y poder, y ahora me has revelado lo que te habíamos pedido, pues nos has dado a conocer el asunto del rey».
¿Con qué frecuencia buscamos al Señor en nuestra desesperación por sabiduría y ayuda, y luego olvidamos agradecerle, alabarlo cuando llega en el tiempo oportuno, cuando nos muestra lo que necesitamos? Toda la sabiduría viene de Dios. Si eres una persona sabia, es porque Dios te ha dado sabiduría y la obtienes de Su Palabra y por Su Espíritu.
¡No somos autosuficientes! ¡No lo sabemos todo! Todas nosotras nos enfrentamos a diferentes circunstancias de la vida, en nuestro mundo atravesamos situaciones que no tienen solución humana. Pero Dios da sabiduría a Su pueblo cuando clama a Él. Dependemos de Él en busca de sabiduría y entendimiento para revelar los misterios que son demasiado grandes para nosotros. Así que recordemos pedirle a Dios sabiduría y no olvidemos agradecerle cuando nos dé la sabiduría, como hizo Daniel.
Versículo 24:
«Después fue Daniel a donde estaba Arioc, a quien el rey había designado para dar muerte a los sabios de Babilonia. Fue y le habló así: “No des muerte a los sabios de Babilonia. Llévame ante el rey, y declararé al rey la interpretación”. Entonces Arioc se apresuró a llevar a Daniel ante el rey, y le dijo así: “He hallado a un hombre entre los deportados de Judá que dará a conocer al rey la interpretación”» (vv. 24-25).
Ese, probablemente fue un término de burla, como, «todos tus adivinos y magos inteligentes y destacados, hombres sabios, no pudieron hacerlo; pero hay un exiliado de Judá...»
«El rey le preguntó a Daniel, a quien llamaban Beltsasar: (Bel, uno de los dioses de Babilonia; su nombre honraba a los dioses de Babilonia, el nombre que le había dado el rey. Pero él es Daniel, el hombre cuya esperanza está en Dios). “¿Eres tú capaz de darme a conocer el sueño que he visto y su interpretación?”. Daniel respondió ante el rey, y dijo: “En cuanto al misterio que el rey quiere saber, no hay sabios, encantadores, magos ni adivinos que puedan declararlo al rey”» (vv. 26-27).
¡Recuerda eso! Cuando el rey le dice: «¿Eres capaz de hacer esto?» Él le responde: «No, no puedo hacer esto», porque no puede. «Pero», versículo 28, «hay un Dios en el cielo que revela los misterios…» El cielo gobierna.
¡Qué oportunidad para testificar a este rey pagano e impío, que está enfurecido y a punto de acabar con todo su equipo de inteligencia allí!
Versículos 28 al 30:
«Pero hay un Dios en el cielo que revela los misterios, y Él ha dado a conocer al rey Nabucodonosor lo que sucederá al fin de los días. Su sueño y las visiones que usted ha tenido en su cama eran estos: A usted, oh rey, en su cama le surgieron pensamientos sobre lo que habrá de suceder en el futuro, y el que revela los misterios (Jehová) le ha dado a conocer lo que sucederá. En cuanto a mí, me ha sido revelado este misterio, no porque yo tenga más sabiduría que cualquier otro viviente (humildad), sino con el fin de dar a conocer al rey la interpretación, y para que usted entienda los pensamientos de su corazón» (vv. 28-30).
Las personas que creen que el cielo gobierna son personas humildes. No se atribuyen el mérito de las cosas que fueron hechas solo por la mano de Dios.
Daniel está reconociendo, «esto me pasó a mí, esto me fue revelado. Pero no porque yo tenga más sabiduría que cualquier otro ser viviente».
«En cuanto a mí, me ha sido revelado este misterio, no porque yo tenga más sabiduría que cualquier otro viviente, sino con el fin de dar a conocer al rey la interpretación, y para que usted entienda los pensamientos de su corazón» (v. 30).
Daniel va al rey a darle la interpretación del sueño. Le hace saber al rey: «No pude entender esto, pero hay un Dios en el cielo que revela misterios». Dios es el revelador de misterios. ¡No hay misterios para Dios! No hay nada que lo ponga en incertidumbre o que le haga maravillarse o buscar la manera de resolver las cosas. Para Él no hay misterios. Él lo ve y lo sabe todo, y se revela a Sí mismo y Sus misterios poco a poco a los seres humanos en la tierra, cuando quiere hacer algo a través de ellos. Así que, según le parezca conveniente, Él revela los misterios.
Versículo 31:
«Usted, oh rey, tuvo una visión en la que había una gran estatua. Esa estatua era enorme y su brillo extraordinario; estaba en pie delante de usted y su aspecto era terrible».
Es difícil imaginar que alguien pudiera olvidar ese sueño.
«La cabeza de esta estatua era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, y su vientre y sus muslos de bronce, sus piernas de hierro, sus pies en parte de hierro y en parte de barro. La estuvo mirando hasta que una piedra fue cortada sin ayuda de manos, y golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro, y los desmenuzó» (vv.32–34).
Recuerda eso. Será importante a la hora de la interpretación. «Una piedra…»
«Estuvo mirando la estatua hasta que una piedra fue cortada sin ayuda de manos, y golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados, todos a la vez, el hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro. Quedaron como el tamo de las eras en verano, y el viento se los llevó sin que quedara rastro alguno de ellos. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra» (vv. 34–35).
Daniel le cuenta al rey el sueño: una estatua colosal que es a la vez magnífica y aterradora. Sus partes están hechas de varios metales, cuyo valor desciende desde la cabeza de oro hasta los pies de hierro mezclado con arcilla. Luego hay una roca que se rompe sin que haya habido intervención humana, que golpea la estatua y la aplasta, y esa piedra se convierte en una gran montaña que llena la tierra.
En el versículo 36, Daniel continúa hablando con Nabucodonosor:
«Este es el sueño. Ahora diremos ante el rey su interpretación. Usted, oh rey, es rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino, el poder, la fuerza y la gloria» (vv.36-37)
Esta es una evidencia de que el cielo gobierna –en tu Biblia. «Usted, oh rey, es rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dado el reino, el poder, la fuerza y la gloria». Nabucodonosor era el ser humano más grande sobre la faz de la tierra, ¡pero hay uno más grande! El Dios de los cielos. «El Dios del cielo le ha dado el reino, el poder, la fuerza y la gloria». No tiene nada que Él no le haya dado. Entonces, ¿por qué presume como si fuera algo especial? Vamos a ver este tema del orgullo y la humildad entretejido a través del libro de Daniel.
«Y dondequiera que habiten los hijos de los hombres, las bestias del campo o las aves del cielo, Él los ha entregado en su mano y lo ha hecho soberano de todos ellos; usted es la cabeza de oro» (v. 38).
«Usted (rey) no llegó a este puesto por alguna elección o por algún edicto o decreto o porque su padre haya sido rey antes que usted. Llegó aquí porque Dios le entregó este imperio y lo hizo el gobernante de todos ellos». Esa es otra evidencia de que el cielo gobierna. «Usted es la cabeza de oro». La cabeza de oro del sueño simbolizaba a Nabucodonosor, llamándolo «rey de reyes» en el versículo 37.
Versículo 39: «Sí, tiene poder, autoridad y gloria, y Dios le ha dado este reino», pero mira el versículo 39:
«Después de usted se levantará otro reino…» (v. 39).
Esta declaración es cierta para todos los gobernantes y reinos terrenales en la historia de la humanidad. Cada presidente, cada primer ministro, cada dirigente, cada rey, cada emperador. De cada gobernante y reino terrenal se puede decir: «Después de usted, se levantará otro reino». Ningún gobernante o reino terrenal es eterno.
Luis XIV, rey de Francia, fue uno de los monarcas que más tiempo reinó en la historia. Gobernó durante setenta y dos años y ciento diez días. Y cuando murió, se levantó otro gobernante. Fue sucedido por su bisnieto de cinco años, Luis XV. «Después de usted, se levantará otro reino».
Verás, cuando eres uno de estos reyes que gobernaron durante mucho tiempo –como Nabucodonosor que gobernó durante más de cuarenta años sobre Babilonia– empiezas a pensar: Estoy aquí para siempre. Pero, no estás aquí para siempre. Ese gobernante que te está haciendo la vida difícil, incluso en otras áreas de tu vida, en tu familia o en tu lugar de trabajo, después de esa persona, habrá otro reino, otro rey. No durará para siempre; ningún rey terrenal lo hará.
«Después de usted se levantará otro reino, inferior a usted, y luego un tercer reino, de bronce, que gobernará sobre toda la tierra. Y habrá un cuarto reino, tan fuerte como el hierro. Y así como el hierro desmenuza y destroza todas las cosas, como el hierro que tritura, así él desmenuzará y triturará a todos estos. Lo que usted vio, los pies y los dedos, parte de barro de alfarero y parte de hierro, será un reino dividido. Pero tendrá la solidez del hierro, ya que vio el hierro mezclado con barro corriente» (vv.39–41).
Daniel no tenía forma de saber nada de esto. Lo sabía porque Dios se lo reveló, Dios conoce todos los misterios.
Versículo 42: «Y así como los dedos de los pies eran parte de hierro y parte de barro cocido, también parte del reino será fuerte y parte será frágil. En cuanto al hierro mezclado con barro corriente que ha visto, se mezclarán mediante simiente humana. Pero no se unirán el uno con el otro, como no se mezcla el hierro con el barro» (vv. 42–43).
Lo que Daniel está diciendo es: «Después de Nabucodonosor, surgirán otros reyes y reinos, cada uno menos poderoso y cada vez más vulnerable, y el reino finalmente se dividirá». Al poderoso Imperio babilónico le seguiría el Imperio Medo persa, al que le seguiría el Imperio griego, y finalmente el Imperio romano, que tendría fuerza, pero tendría componentes mezclados que evitarían que se mantuviera unido. Todo esto sucedería siglos después del sueño de Nabucodonosor y la interpretación de Daniel. El cielo gobierna. Dios vio esto y Dios se lo mostró a Daniel.
Versículo 44: «En los días de estos reyes, el Dios del cielo levantará un reino que jamás será destruido, y este reino no será entregado a otro pueblo. Desmenuzará y pondrá fin a todos aquellos reinos, y él permanecerá para siempre, tal como usted vio que una piedra fue cortada del monte sin ayuda de manos y desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. (Estos eran grandes reinos, pero no eran rivales para Dios y Su reino). El gran Dios ha hecho saber al rey lo que sucederá en el futuro. Así, pues, el sueño es verdadero y la interpretación fiel» (vv. 44–45).
Después de una sucesión de reyes y reinos establecidos por Dios y removidos por Dios, el Dios del cielo intervendrá en la historia humana para establecer un reino que será indestructible y aplastará todo reino terrenal.
Por cierto, esa profecía aún está en proceso de cumplirse. Todos estos reinos terrenales llegarán a su fin, pero el reino de Dios durará para siempre. Cada empresa humana, cada imperio humano, no importa cuán impresionante o cuán fuerte sea, algún día llegará a su fin. Solo Su reino permanecerá para siempre.
Así que no tratemos de construir nuestros propios reinos o de ondear la bandera del reino terrenal de otra persona sobre nuestros corazones, sino que como pueblo de Dios, oremos: «Oh Dios, que venga Tu reino y se haga Tu voluntad. Aquí en la tierra, como en el cielo!»
Versículo 46:
«Entonces el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro, se postró ante Daniel, y ordenó que le ofrecieran presentes e incienso. El rey habló a Daniel, y le dijo: “En verdad que su Dios es Dios de dioses, Señor de reyes y revelador de misterios, ya que tú has podido revelar este misterio”. Entonces el rey engrandeció a Daniel y le dio muchos regalos espléndidos, y le hizo gobernador sobre toda la provincia de Babilonia y jefe supremo sobre todos los sabios de Babilonia» (vv. 46–48).
¿Quién exalta y engrandece a las personas? Dios lo hace. Nabucodonosor era uno a quien puedes ver en el reino visible, pero en el reino eterno, invisible, era Dios quien estaba levantando a Daniel para un tiempo como este.
Versículo 49:
«Por solicitud de Daniel, el rey puso sobre la administración de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y a Abed Nego, mientras que Daniel quedó en la corte del rey» (v. 49).
En respuesta a esta revelación, a la interpretación de este sueño, Nabucodonosor reconoció al Dios de Daniel. Recompensó a Daniel, lo ascendió a gobernador de toda la provincia. Daniel solicitó y se le concedieron puestos administrativos para sus tres amigos, y Daniel sirvió en la corte del rey. Todos esos honores podrían haberlo vuelto orgulloso, pero como ves, él sabía que esto no provenía de su sabiduría, esta era la sabiduría de Dios.
Veremos a Daniel permanecer humilde a lo largo de sus setenta años de servicio allí en los Imperios de Babilonia y el Medo-persa, humilde, reconociendo su dependencia del Dios del cielo. El cielo gobierna.
Lo que hemos visto aquí en este sueño no es solo un sueño. Es una profecía del Antiguo Testamento de promesas que aún no se han cumplido en su totalidad. Al ir al libro de Apocalipsis, al final de las Escrituras, encontrarás pasajes como este:
«Vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. El que lo montaba se llama Fiel y Verdadero. Con justicia juzga y hace la guerra. Sus ojos son una llama de fuego, y sobre Su cabeza hay muchas diademas. Tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él. Está vestido de un manto empapado en sangre, y Su nombre es: El Verbo de Dios. Los ejércitos que están en los cielos, vestidos de lino fino, blanco y limpio, lo seguían sobre caballos blancos. De Su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones y las regirá con vara de hierro. Él mismo pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso. En Su manto y en Su muslo tiene un nombre escrito: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES» (Apocalipsis 19: 11-16).
Esa es la roca, la piedra no labrada por manos humanas, nacido de una virgen, el Hijo de Dios, la roca sobre la que el mundo tropieza y cae. Es la roca que el mundo rechaza; sin embargo, es la piedra elegida por Dios y preciosa, que vendrá en el tiempo de Dios y en el camino de Dios y se precipitará a la tierra y aplastará todos los reinos de la tierra. Llevará a juicio a todos los que han rechazado a Dios.
Aunque piensen que son una cabeza de oro, de plata o de bronce, que son fuertes y poderosos. Pero Dios ha enviado a Su propio Hijo a este mundo, y un día regresará para juzgar a las naciones de la tierra. Vendrá el juicio de los impíos y la salvación eterna de Su pueblo, el establecimiento de la justicia y el reino del Rey, de Dios, en esta tierra por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Amén! ¡El cielo gobierna!
Tenemos esas promesas hoy. Vemos destellos de Él hoy. Un día la oración será alabanza y la fe será vista, y veremos a ese Hombre en un caballo blanco que viene con la espada del Espíritu, la Palabra de Dios, REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES; y Él reinará por los siglos de los siglos. Amén.
Annamarie: Este es un gran recordatorio, y muy apropiado para nuestros días. Y tú, ¿cómo está tu perspectiva de la vida a la luz de lo que has escuchado hoy? ¿Orarás por sabiduría para vivir a la luz de la verdad de que el cielo gobierna?
Y, no sé si en algún momento has creído que Dios tiene la intención de que tu vida sea 100 % tranquila todo el tiempo… Mañana Nancy te hablará más acerca de esto en la continuación de esta serie. ¡Te esperamos!
Llamándote a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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