Crianza conforme al corazón de Dios (Bruce Ware)
Annamarie Sauter: Con nosotras el Dr. Bruce Ware.
Dr. Bruce Ware: Quizás luchas con creer que Dios te ama. Bueno, escucha esto, Dios quiere que lo conozcas, y que confíes en que Su amor es incondicional para ti.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si has depositado tu fe en Cristo y eres hija de Dios, eso significa que Dios es tu Padre. Ahora, eso suena como una declaración simple, pero la verdad detrás de ella es profunda. Porque cuando realmente llegamos a ver a Dios como nuestro verdadero Padre…bueno, eso transforma la manera en que vemos la vida y transforma la manera en que vivimos.
El Dr. Bruce Ware es teólogo, escritor y profesor en el Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky. Él y su esposa, Jody, son queridos amigos que han orado …
Annamarie Sauter: Con nosotras el Dr. Bruce Ware.
Dr. Bruce Ware: Quizás luchas con creer que Dios te ama. Bueno, escucha esto, Dios quiere que lo conozcas, y que confíes en que Su amor es incondicional para ti.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si has depositado tu fe en Cristo y eres hija de Dios, eso significa que Dios es tu Padre. Ahora, eso suena como una declaración simple, pero la verdad detrás de ella es profunda. Porque cuando realmente llegamos a ver a Dios como nuestro verdadero Padre…bueno, eso transforma la manera en que vemos la vida y transforma la manera en que vivimos.
El Dr. Bruce Ware es teólogo, escritor y profesor en el Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky. Él y su esposa, Jody, son queridos amigos que han orado mucho por mí y por este ministerio a lo largo de los años. Entonces, cuando vi que él venía a hablar cerca de nuestra área, quise asistir a esa conferencia. Mientras estaba sentada en la audiencia escuchándolo hablar sobre la paternidad de Dios, pensé, «quiero que nuestras oyentes escuchen esto».
Él dio algunas aplicaciones prácticas de la paternidad de Dios mientras les recordaba a los padres, que ellos representan a Dios ante sus hijos; pues nuestra visión de Dios es a menudo moldeada por la visión que tenemos de nuestros padres. Luego nos retó a todos, padres o no, a considerar nuestro caminar de fe con Dios, y a considerar si nos relacionamos con Él como el Padre celestial que realmente es.
Entonces, ya que en muchos de nuestros países celebramos el día del padre este mes y buscamos formas de honrar a nuestros padres terrenales, quiero recordarles que no hay nada más importante para cada una de nosotras, que abrazar a Dios como nuestro verdadero Padre, y luego vivir conforme a eso. Escuchemos al Dr. Bruce Ware y cómo él describe lo que significa que Dios es nuestro Padre.
Dr. Ware: Muchos de ustedes conocen la oración del Señor, «El Padre Nuestro».
«Padre nuestro que estás en los cielos…» Esta es una declaración asombrosa, y es casi increíble que Jesús les ordenara a sus discípulos que se dirigieran a Dios en oración con las palabras «Padre nuestro». Por supuesto, a muchos de nosotros esto no nos parece particularmente sorprendente. Estamos bastante acostumbrados a pensar en Dios como un Padre y orarle como tal. Pero cuando Jesús dio esta orden, fue completamente sorprendente y absolutamente increíble. ¿Por qué? Bueno, aquí hay dos razones.
Número uno: En el mundo judío, durante los días de Jesús, a Dios nunca se le llama Padre. No se encuentra a Dios como Padre en ninguna literatura judía desde el año 200 A.C. hasta el año 200 D.C. Los judíos sintieron que esto era demasiado íntimo, y es que no podían ni pronunciar el nombre de Dios.
Pero aquí está la segunda razón: Jesús mismo se refiere regularmente a Dios como Su Padre, pero, Él por supuesto, se lo merece. Él es el Hijo de Dios. Pero nosotros... ¡guau! Y sorprendentemente, Jesús les ordena a Sus discípulos que se unan a Él y oren, «Padre nuestro». Oh amigos, deberíamos estar asombrados de esto, de que seamos traídos a una relación en que podemos llamar a Dios nuestro Padre; nosotros que no tenemos derecho a estar en esa posición. Nosotros somos adoptados en la familia de Dios y llegamos al lugar donde ahora es nuestro Padre. Esto es una maravilla.
Ahora, ¿qué significa para nosotros el hecho de que podamos dirigirnos a Dios como «Padre»? ¿Qué clase de Padre es Él? El concepto bíblico de Dios como Padre tiene dos conceptos relacionados, dos temas que ilustran la forma en que Dios nos engendra, y estos son cruciales.
Dios nuestro Padre merece nuestra adoración y reverencia, nuestra lealtad, y es digno de ser seguido. Y Dios nuestro Padre desea nuestro bienestar, nuestra restauración, nuestra plenitud. Este Dios entonces, por un lado, merece nuestra adoración, es un Dios que debe ser respetado, debe ser obedecido. Por el otro lado, Dios, como Padre, es increíblemente amoroso, bondadoso, compasivo, misericordioso y generoso con lo que derrama sobre Su pueblo. Él quiere que sintamos el peso, tanto del respeto que se le debe a Él, como de la generosa bondad que proviene de Su corazón, que anhela que nuestras vidas sean lo más plenas posible.
Entonces, estas dos cosas, ambos lados, deben reflejarse en la paternidad humana. Creo que la tendencia es que nosotros los padres humanos nos inclinemos en una dirección u otra. Entonces por un lado tienes al padre severo. Conoces el tipo de hogar duro, donde hay respeto, hay honor, pero no hay amor, no hay bondad, ni perdón, ni gracia, ni comprensión, ni risas ni jovialidad. Pero, por el otro lado, hay otros hogares donde hay mucha diversión, pero vaya, también hay mucha desobediencia, malas contestaciones, sarcasmo y burla. Esto tampoco es un fiel reflejo de la paternidad de Dios.
Ahora, en la oración del Señor, es interesante para mí cómo se presentan ambos lados de estos aspectos de la naturaleza de Dios. Piensa conmigo por un momento sobre esto. Comienza, «Padre nuestro». Por supuesto, este es ahora el Padre, Dios como Padre. «Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre. Venga Tu reino, hágase Tu voluntad» (Mateo 6: 9-10). No es acerca de hablar de tu voluntad, de negociar esto o aquello, o de llegar a un acuerdo común. Él es la autoridad. En última instancia Él decide, nosotros obedecemos.
Pero entonces nota el cambio. «Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal» (vv. 11-13). Entonces, aquí ves el otro lado. Y vemos en el Padre Nuestro ambos lados, ¿no es así?—ambos lados de la paternidad de Dios hacia nosotros. Sí, Él es el Dios que debe ser respetado. Su voluntad debe ser obedecida. Debemos prestar atención a Su Palabra y seguir lo que Él dice. Pero Él es el Dios que nos da el pan de cada día, se preocupa por nuestras necesidades cotidianas, nos perdona cuando pecamos, ama y atiende todas nuestras necesidades, y anhela que Su pueblo busque en Él lo que necesita día a día. Ambas cosas son ciertas.
Entonces, echemos un vistazo a algunos pasajes de las Escrituras que nos ayudan a ver estos dos lados de Dios. En primer lugar, Dios nuestro Padre merece nuestra adoración, nuestra reverencia, nuestra lealtad, es digno de ser seguido. Ya vimos Mateo 6: 9 y 10 en la oración del Señor. Dios debe ser honrado. Su voluntad debe ser deseada y obedecida por nosotros. Los imperativos que están en esos primeros versículos indican que esta es una obligación que tenemos. Esto no es algo que podamos ignorar como personas cristianas y pensar que estamos viviendo vidas agradables a Dios. No, vivimos bajo el peso de reconocer que Su voluntad es lo que debe hacerse.
Malaquías, el capítulo 1, es muy interesante. Malaquías es el último de los libros del Antiguo Testamento; el último de los profetas menores. Por cierto, se dice que reprende a Israel por no haber hecho exactamente esto. Malaquías dice en el capítulo 1, el versículo 6: «El hijo honra a su padre, y el siervo a su señor. Pues si Yo soy padre, ¿dónde está Mi honor? Y si Yo soy señor, ¿dónde está Mi temor?» Y, por supuesto, la gente no lo hace. Pero lo que se indica aquí es que como Dios es Padre, como Él es Señor, le debemos el respeto y el honor que se debe a Su nombre.
Otro pasaje, 1 Pedro 1:14 y siguientes también indican el honor que se le debe a Dios como Padre:
«Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia, sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: «Sean santos, porque Yo soy santo». Y si invocan como Padre a Aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, condúzcanse con temor durante el tiempo de su peregrinación» (vv. 14-17).
En otras palabras, este concepto del temor del Señor entra con esta idea de Dios como Padre. Temer al Señor es una noción bíblica compleja, pero aquí está en pocas palabras. Temer al Señor es vivir de una manera aterrorizada ante la idea de alejarse de Dios y de Su voluntad y de Sus caminos, porque te das cuenta de que la mano dura de la disciplina de Dios puede caer sobre aquellos que se alejan de Él. Pero ese es un lado del temor del Señor. El otro lado del temor del Señor es una anticipación alegre y expectante de la bendición que Él traerá a la vida de todos aquellos que caminan fielmente delante de Él. Y así, parte de lo que Pedro nos llama a hacer aquí, es reconocer a Dios como el Padre que puede disciplinar a Sus hijos.
Ahora, esto se vuelve aún más claro en el capítulo 12 de Hebreos, un pasaje que es familiar para muchos de nosotros. Hebreos 12:7:
«Es para su corrección que sufren. Dios los trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si están sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos verdaderos. Además, tuvimos padres terrenales para disciplinarnos, y los respetábamos, ¿con cuánta más razón no estaremos sujetos al Padre de nuestros espíritus, y viviremos? Porque ellos nos disciplinaban por pocos días como les parecía, pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de Su santidad» (vv. 7-10).
Entonces, el reconocimiento de Dios como Padre significa que Él es quien tiene la autoridad legítima sobre nosotros. Le debemos nuestra obediencia, nuestra lealtad. Nosotros le debemos nuestro respeto, nuestro honor y nuestra adoración. Y nos damos cuenta de que cuando no lo obedecemos y no caminamos en Sus caminos, la mano dura de Su disciplina puede venir sobre nosotros. Así es como Dios es Padre para nosotros.
Ahora, el otro lado, sin embargo, es glorioso y hermoso. Ese mismo Padre es también aquel que anhela darles a Sus hijos, ama que sean felices, que estén satisfechos, el profundo anhelo de Su corazón es que vivan vidas abundantes y plenas. ¡Guau!, «El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con Él todas las cosas?». Esto está en Romanos 8:32. Increíble, ¿no?
Bueno, realmente este otro lado de Dios como Padre es generoso, bondadoso, amoroso, atento, cuidadoso y perdonador. No sé si fuiste criado en un hogar donde tu padre no era así, donde tu padre tal vez estaba del otro lado, exigiendo respeto, siendo duro y ese tipo de cosas. Pero todos nosotros necesitamos llegar al lugar—si queremos entender al Dios de la Biblia—necesitamos llegar al lugar donde comprendemos que este Dios que es Padre para Sus hijos es un Dios que ama a Sus hijos profundamente. Él desea profundamente su bienestar y nada lo detendrá —«El que no negó ni a Su propio Hijo»— nada lo detendrá de darnos, a Sus hijos, todo aquello que es bueno para nosotros. Esta es una maravillosa expresión de Dios como Padre.
Miren conmigo un par de pasajes que hablan específicamente de Dios como Padre. Segunda carta a los Corintios capítulo 1. Aquí vemos cosas que vienen de Dios como nuestro Padre. Y esto que vamos a ver es característico de muchas de las epístolas de Pablo, que abren exaltando quién es Dios como Padre. Entonces leemos en 2 Corintios 1:
«Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo» (vv. 1-5).
Sí, nuestro Padre es quien provee, da, alivia, nos consuela y nos fortalece en nuestras necesidades. Así es Dios como Padre.
Del mismo modo, leemos en Efesios 1:3:
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo».
Y, finalmente, vemos que Santiago 1:17, se refiere también a Dios como Padre: «Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto…» (¿De quién?) «desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación». Ahora, la razón por la cual Santiago incluye el comentario, «con el cual no hay cambio ni sombra de variación», es que Dios siempre da buenos regalos. Podemos siempre contar con Él.
Dios nunca les da algo a Sus hijos que no esté bajo la categoría de «bien»— para su bien. Amigos, tenemos que darnos cuenta de que esto también incluye (aunque no es el tema principal del que estamos hablando aquí) las pruebas, las aflicciones y los sufrimientos de la vida, los cuales Dios en Su sabiduría diseña para nosotros para nuestro bien.
Bien, veamos algunas aplicaciones para nosotros. Para los padres humanos: debemos pensar en nosotros mismos como padres que representan a Dios Padre. Nosotros representamos a Dios para nuestros hijos. Sabes, se han realizado estudios que muestran que las opiniones de los niños sobre Dios a medida que crecen, están más formadas por su relación con sus padres que por cualquier otra persona. Entonces, hay lugar para que los padres insistan en que sus hijos los respeten. Y no lo lograrás diciéndoles eso. Lo lograrás teniendo una política muy clara y firme que se guarda con cuidado. No debe haber contestaciones hacia mamá ni hacia papá. De hecho cuando mamá y papá dicen algo, escuchas y lo llevas a cabo. ¿Por qué es eso tan importante?
Número uno: Porque esto ayuda mucho a tener un hogar feliz y ellos aprenden a obedecer a Dios como aprenden a obedecerte a ti. Mira, si ellos aprenden en su casa que realmente es a la cuarta llamada de atención que ellos deben hacer algo, cuando tu tono de voz ya es bastante alto, ¿adivina lo que ellos pensarán de Dios? «Realmente no lo dice en serio la primera vez». ¿Tú quieres que piensen de esa manera con respecto a los mandamientos de Dios? Entonces piensa cuidadosamente sobre lo que significa modelar la honra a Dios en la forma como tus hijos deben honrarte en tu hogar.
Lo segundo también es obvio. Los padres, y el papá en particular, necesitan crear un ambiente donde sus hijos sepan que son amados. Él se preocupa por ellos. Es tierno hacia ellos, aún en la forma como los disciplina.
Recuerdo las veces que cargaba a mis hijas en mi regazo, abrazándolas antes de darles unas nalgadas… Abrazándolas les explicaba por qué tenía que ser así. «Va a doler, pero quiero que sepas que este dolor proviene de una mano que te ama mucho». Yo les decía que las amaba una y otra vez, incluso en momentos de disciplina. Entonces ellas saben que la misma mano que es dura, es una mano que es bondadosa, generosa, que quiere lo mejor para ellas y su bienestar. Que también quiere pasar tiempo con ellas y escucharlas. Tengo a mi esposa y dos chicas, así que tengo tres mujeres en mi casa. He aprendido que escuchar es realmente importante. Y en realidad, no he aprendido tanto como debería, pero lo suficiente para darme cuenta que esto es muy necesario.
Todos nosotros debemos considerar formas en que, como padres, podamos contribuir de ambas maneras en nuestros hogares. Y necesitamos darnos cuenta de que así es como nosotros también debemos responder a Dios. Debemos responder a Dios como nuestro Padre, como a Aquel que insiste en nuestra obediencia.
Vivimos en una cultura tan displicente donde se trivializa la ley. Pero no debemos hacer esto con Dios. Es un gran error trivializar Su Ley.
Nosotros vivimos delante de Dios. Lo respetamos a Él y Su voluntad y Sus caminos. Debemos orar para que Él nos dé un corazón que anhele obedecer, pero también un corazón que sienta el peso de Su amor y que comprenda cuán grande es Su misericordia. Y, ¿por qué si Dios insiste en nuestra obediencia no nos disciplina más a menudo? Y me he preguntado esto acerca de mi propia paternidad muchas veces. ¿Por qué no parece que Dios esté trayendo Su mano pesada contra mí cuando seguramente podría? Bueno, yo creo que a veces interpretamos la paciencia de Dios como si fuera tolerancia. No hagamos esto amigos. Él no es tolerante con nuestra pecaminosidad, sino más bien paciente. Y yo no estaría aquí si Él no fuera paciente. Si me hubiera tratado conforme a mis pecados, como lo dice el Salmo 103, estaría frito hace mucho tiempo.
Dios es tan paciente, tan bondadoso, tan atento y amoroso, y tan generoso al dar... Y a lo mejor algunos de ustedes aquí luchan por creer que Dios los ama. Bueno, escucha, Dios quiere que conozcas y confíes en Su amor incondicional por ti.
¿Puedes ver cómo ambos lados son tan importantes? Creo que entenderlos y aplicarlos en nuestros hogares es realmente el modelo para la crianza de los hijos. La forma en que debemos criar a nuestros hijos es así como Dios lo hace con nosotros—así como Dios es Padre para nosotros.
Nancy: El Dr. Bruce Ware nos ha estado mostrando lo que realmente significa tener a Dios como nuestro Padre. También les recordó a los padres que la paternidad de Dios tiene profundas implicaciones a medida que crían a la próxima generación. Tal vez conoces a un padre que se beneficiaría de escuchar este mensaje, o quizás a alguien que ha luchado en su relación con Dios y le cuesta verlo como el Padre que es.
Te animo a compartirles este mensaje. Hazlo por medio de las diversas plataformas de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com, o a través de nuestra aplicación, también llamada Aviva Nuestros Corazones. Y ¿sabías que puedes recibir un acceso al audio y a la transcripción del programa del día, y los puntos principales del mismo, directo en tu correo electrónico? Si no lo has hecho, suscríbete a la «Conexión diaria», ahí en nuestro sitio web.
Espero que al celebrar el día del padre, puedas hacer de este momento uno especial para él. Serás bendecida al seguir el mandato bíblico de honrarlo, aún si es un padre imperfecto—como todos. Puedes honrarle. Y no solo eso, sino que te animo a darle gracias al Señor por ser tu Padre celestial y por Su paternidad, y por lo increíble que es que podamos llamarle «Padre nuestro».
Annmarie: Gracias Nancy.
En una ocasión transmitimos una serie de enseñanzas acerca de esas primeras palabras del Padre Nuestro. Recuerdo una parte de esa enseñanza que complementa muy bien el mensaje de hoy.
Escucha esa porción de la enseñanza de Nancy
Nancy: Cuando Jesús dice que debemos orar, «Padre nuestro», nos recuerda que la oración es algo muy personal. La frase Padre nuestro es lo que le da carácter personal a la oración.
No le estamos hablando al aire. No nos estamos hablando a nosotras mismas. La oración es hablar con Dios, con una persona. Tú sabes que Él existe. Primero, estamos asumiendo que Dios existe, y segundo, que Él nos escucha; que Él está atento a nosotras y que Él va hacer algo con nuestra oración.
Hebreos 11:6 nos dice: «Sin fe es imposible agradar a Dios»; si vienes a Dios, «es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe, y que es remunerador de los que le buscan».
Así que, cuando oras, es una expresión de fe. Es, «Señor, no te podemos ver, pero creemos que Tú estás aquí. Creemos que Tú realmente existes. Creemos que tenemos un Padre que quiere que oremos; que nos está escuchando cuando oramos; que nos puede escuchar y puede hacer algo por nuestras necesidades».
Yo creo que Padre, es uno de los nombres distintivos que nos caracteriza como cristianas porque lo usamos para Dios. Aprendí mientras hacía este estudio que los musulmanes tienen noventa y nueve nombres para Dios —nombres como el Poderoso, el Irresistible, el Conquistador convincente, el Magnificente, el Majestuoso, el Sublimemente exaltado, el Protector, el Benefactor…y así sucesivamente— hasta llegar a los noventa y nueve nombres que los musulmanes tienen para Dios.
Pero ninguno de esos nombres es Padre. Solo los cristianos, podemos llamar a Dios «Padre» en toda la extensión de la palabra.
Jesús reveló a Dios, también mostró una relación radicalmente diferente con Él. De hecho, la idea de tener una relación personal con Dios fue radical.
Así que Jesús ora: «Abba, Padre». Esa palabra abba, en arameo significa papito, es una palabra tierna; es un término familiar, cálido e íntimo. Era impensable que los seres humanos pudieran hablarle a Dios de esa forma.
Luego llegamos a los evangelios y encontramos que más de sesenta veces (recuerda que hay solo catorce referencias a Dios como Padre en todo el Antiguo Testamento), Jesús llama a Dios Padre. Es una forma radical y diferente de mirar a Dios.
Jesús dijo: «Nadie viene al Padre si no es a través de mí» (Juan 14:6), a través de Cristo y Su muerte en la cruz; Él ha abierto el camino para que podamos tener una relación con Dios como nuestro Padre. Esta es una relación de adopción.
En Romanos 8:14-16, podemos leer acerca de esa relación:
«Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!»
Jesús oraba «Abba Padre». Nosotras podemos orar «Abba Padre», ese término familiar, íntimo y tierno, porque «el Espíritu mismo le da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios».
El Espíritu nos adopta en la familia de Dios cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo y en Su muerte en la cruz; luego el Espíritu nos reafirma en esa relación, porque algunas veces dudamos de que seamos hijos de Dios, debido a que interrumpimos nuestra comunión con Él, y empezamos a dudar: ¿Seré realmente una hija de Dios?
Ha habido ocasiones en mi propia vida en las que he pensado, «no puedo creer la forma en la que he actuado». ¿Cómo puedo ser cristiana y actuar de esta forma?
¿Alguna vez has tenido esos pensamientos? Es el Espíritu quien te trae convicción. Es el Espíritu también quien nos da el don del arrepentimiento, restaura nuestra comunión y nos da seguridad en nuestros corazones de que le pertenecemos a Dios.
Él sigue diciendo en Romanos 8:17, «y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo» ¿Sabes lo que eso significa?
Como hijos y como herederos de Dios, tenemos pleno derecho y privilegios de familia. Coherederos con Cristo, todo lo que es de Él es también nuestro por adopción en la familia de Dios. Eso significa que tenemos libertad y confianza para acercarnos a Él con nuestras peticiones, por esa relación que tenemos de Padre–hijo.
Annamarie: Esta es una porción de una enseñanza de Nancy acerca del Padre Nuestro. Es tan importante que conozcamos a Dios como Padre, porque en la medida en la que lo conocemos, nos acercaremos más a Él.
¿Anhelas un obrar fresco de Dios en tu vida, en tu hogar y en tu iglesia? Esto es algo por lo que podemos acercarnos a nuestro Padre celestial en oración, y la Escritura nos enseña cómo hacerlo a través del Salmo 126. Acompáñanos para una próxima serie, en la que estaremos profundizando en esto, al tiempo que continuamos nuestras lecturas de los salmos en el Reto Mujer Verdadera 365. De hecho, la lectura bíblica para hoy son los Salmos 64 al 69. Te esperamos el lunes aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Clamando al Padre juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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