
Crecimiento constante: la juventud de Cristo
Nancy DeMoss Wolgemuth: En años recientes, nosotras hemos visto un fenómeno cultural, que ha sido denominado de diferentes maneras; pero el término que más me ha impactado es: adolescencia prolongada.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolguemuth, presentadora de Aviva Nuestros Corazones.
Nancy: ¿Sabes lo que significa eso? ¿Alguna vez has escuchado ese término, quizás? Se refiere a personas que no crecen, que no maduran. Hay muchas personas hablando sobre este tema. Y lo analizan tanto en los medios seculares como cristianos. Por ejemplo, Albert Mohler, quien es el presidente del Southern Baptist Theological Seminary, en Louisville, Kentucky. Él ha hablado en varias ocasiones sobre esa adolescencia extendida o prolongada. Él dice, por ejemplo:
«La transición hacia la edad adulta era una de las metas principales de los jóvenes. Ser adulto era visto como un estatusque valía la pena lograr y con una serie de responsabilidades que valía la pena cumplir. …
Nancy DeMoss Wolgemuth: En años recientes, nosotras hemos visto un fenómeno cultural, que ha sido denominado de diferentes maneras; pero el término que más me ha impactado es: adolescencia prolongada.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolguemuth, presentadora de Aviva Nuestros Corazones.
Nancy: ¿Sabes lo que significa eso? ¿Alguna vez has escuchado ese término, quizás? Se refiere a personas que no crecen, que no maduran. Hay muchas personas hablando sobre este tema. Y lo analizan tanto en los medios seculares como cristianos. Por ejemplo, Albert Mohler, quien es el presidente del Southern Baptist Theological Seminary, en Louisville, Kentucky. Él ha hablado en varias ocasiones sobre esa adolescencia extendida o prolongada. Él dice, por ejemplo:
«La transición hacia la edad adulta era una de las metas principales de los jóvenes. Ser adulto era visto como un estatusque valía la pena lograr y con una serie de responsabilidades que valía la pena cumplir. Por lo menos, así era antes. Ahora, toda una generación parece estar atrapada en una eterna juventud, no queriendo o no pudiendo madurar.
La preocupación por este fenómeno ha estado aumentando desde hace algún tiempo. Los padres de la generación conocida como «Baby Boomers», personas de la edad entre 56 y 73 años, se desconciertan cuando sus hijos adultos quieren vivir otra vez en su casa al no poder encontrar trabajo, y parecen no tener ningún afán por casarse. Aunque en esta generación de jóvenes adultos hay algunas excepciones espectaculares, quienes han tenido que tomar responsabilidades como adultos, aunque esta generación en general parece estar esperando que pase algo; ¿pero, quién sabe qué? ¿Qué esperan?».1
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 12 de marzo de 2025.
Actualmente estamos en una serie de Nancy basada en su más reciente libro, Incomparable: 50 días con Jesús. Para adquirir una copia y darle seguimiento a esta serie junto a su libro, visita AvivaNuestrosCorazones.com.
Hoy vamos a aprender de la vida de Jesús. Él nos provee un buen ejemplo para contrarrestar la tendencia hacia una adolescencia prolongada.
Nancy: La revista The New York Times tenía en su portada una historia titulada: «¿Qué pasa con los veinteañeros?». Les voy a leer un párrafo que saqué de este artículo.
«Está sucediendo en todas partes, en todo tipo de familias, no solo los jóvenes están regresando a vivir con sus padres, sino que, en general, ellos también están tomando más tiempo para llegar a la vida adulta. Es un fenómeno que precede a la actual situación económica, y nadie sabe aún cuál será el impacto, en los hombres y mujeres jóvenes; en los padres, de quienes muchos de ellos dependen; en la sociedad, construida con la expectativa de una progresión sistemática en la que los hijos terminan sus estudios, llegan a la vida adulta, inician una carrera, forman una familia y eventualmente, se jubilan para vivir con las pensiones sustentadas por la siguiente generación de jóvenes que terminan sus estudios, llegan a la vida adulta, inician una carrera, forman una familia, y así sucesivamente.
El ciclo tradicional parece que se ha salido de curso, pues la gente joven vive sin responsabilidad con sus parejas y sin un hogar permanente, regresan a las universidades por falta de mejores posibilidades, viajan, eluden compromisos…y evitan el inicio de la vida adulta».²
Puedes leer acerca de este tema en diferentes lugares. Los niños no están creciendo, no están madurando. De hecho, tenemos muchos adultos al día de hoy que aún no han madurado.
Cuando pensamos en esta llamada adolescencia prolongada o extendida, jóvenes que no están creciendo, que no están madurando, pienso en el contraste que tenemos en Cristo el incomparable. Cristo, a quien nosotras estamos considerando durante todo este tiempo de Cuaresma, las semanas que anteceden a la celebración de la Pasión, la muerte y la resurrección de Cristo.
Hoy vamos a ver «la juventud de Cristo». Nosotras vemos que en este aspecto, como en todos los demás, Cristo es único. Él es incomparable. No hay nadie como Él. Comparado con todos los problemas que nosotras tenemos en nuestras vidas y en nuestra cultura, Cristo sobresale, Él es diferente. Él es la perfección. Él no tiene los problemas y las fallas que nosotros tenemos como seres humanos.
Quiero invitarlas a que abran sus Biblias en el Evangelio de Lucas, en el capítulo 2. Vamos a ver un incidente en la juventud de Cristo, en lo que hoy llamaríamos, Su adolescencia. Este es Jesús, aquí tenemos a Jesús a la edad de doce años. Muchas de ustedes ya conocen esta historia, pero yo espero que hoy aprendamos algunas cosas nuevas, que nos recordarán lo realmente único que es Jesús.
Jesús tiene doce años y Él está al final de su infancia y en su transición a ser un hombre adulto. Ahora, todo este concepto de adolescencia es algo que la mayoría de culturas, en casi todas las épocas del mundo, no han experimentado. Es un concepto relativamente nuevo en nuestra cultura y en nuestra era.
En la era de Jesús, cuando los varones jóvenes cumplían alrededor de doce o trece años, ellos pasaban de la infancia a la edad adulta, a la vida adulta. No existía este limbo intermedio donde ellos decidían si eran niños o adultos.
Así que, mientras Jesús estaba en ese período de transición, sabemos que Él salió con sus padres hacia el templo en Jerusalén para celebrar la Pascua. Leamos el versículo 41 de Lucas capítulo 2. Dice: «Los padres de Jesús acostumbraban ir a Jerusalén todos los años a la fiesta de la Pascua. Y cuando Él cumplió doce años, subieron allá conforme a la costumbre de la fiesta».
Ahora, no sabemos si esta era la primera vez que Jesús subía a Jerusalén con sus padres. Es muy posible que Él ya hubiera ido antes; pero esta visita en particular era importante, porque Jesús estaba llegando a la edad en la que los varones judíos llegaban a ser miembros activos de la comunidad religiosa del judaísmo. Durante este tiempo, a los doce o trece años de edad, los jóvenes eran instruidos en los caminos de Dios y en la Palabra de Dios, y ellos eran recibidos dentro del judaísmo como «hijos de la Ley».
Una vez eran acogidos como «hijos de la Ley», lo que ahora se celebra como Bar Mitzvah, eso significaba que el joven varón judío ahora era un hombre adulto, responsable ante Dios por su propio crecimiento espiritual. Ellos ya no son niños que están bajo el liderazgo y la protección de sus padres. Ahora ellos pasan a ser adultos y son responsables de obedecer a Dios.
Entonces Jesús, a esta edad, está a punto de convertirse en un miembro activo de la comunidad religiosa del judaísmo, y viene con sus padres durante la Pascua para adorar en el templo. Dice el versículo 43:
«Al regresar ellos, después de haber pasado todos los días de la fiesta, el niño Jesús se quedó en Jerusalén».
Aquí puedes ver esta transición de la infancia a la vida adulta. Él está justo en esa etapa. Él se quedó en Jerusalén, pero sus padres no lo sabían:
«Sin que lo supieran sus padres, y suponiendo que iba en la caravana, anduvieron camino de un día, y comenzaron a buscar a Jesús entre los familiares y conocidos. Cuando no lo encontraron, volvieron y lo buscaron en Jerusalén. Después de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas» (vv. 43-46).
Aquí podemos ver algo de lo que estaba sucediendo en la vida de Jesús en lo que llamaríamos: etapa de la vida adolescente, ese período de transición de la infancia a la vida adulta. Podemos ver su inclinación por la verdad, su sed por la verdad, su deseo por aprender. La inclinación de su corazón por crecer espiritualmente, por conocer a Dios. Eso era en lo que Él estaba interesado.
Él se quedó en el templo hablando con esos maestros, con estos líderes, porque ahí estaba su corazón, esa era su determinación. En eso era en lo que Él estaba interesado. Nadie le dijo: «Bueno, es hora de interesarte en las cosas espirituales». Ahí estaba Su corazón.
Y, a propósito, estoy segura de que esa es la actitud que tú quisieras que tus hijos tuvieran cuando ellos estén pasando de la infancia a la vida adulta. Vemos que Jesús tenía un espíritu humilde, un espíritu enseñable. Piensa en esto: Él era la Palabra que ellos estaban estudiando. Él era el que había creado a esos maestros.
Proverbios capítulo 12 dice: «Pero el que escucha consejos es sabio». Nosotras hablamos en el episodio anterior, que Jesús estaba creciendo en sabiduría, en fortaleza. Así es cómo tú creces en sabiduría; tú escuchas, tú haces preguntas, tú aprendes.
Puedo recordar a mi padre, él hace ya años que está en la presencia del Señor. Pero cuando nosotros estábamos creciendo, recuerdo que con frecuencia él nos apuntaba al libro de Proverbios y nos recordaba que solo los necios hablan todo el tiempo.
Una persona sabia escucha, es enseñable, hace preguntas, aprende. Y no solo durante la adolescencia, sino siempre, porque siempre es sabio escuchar. Siempre es sabio hacer preguntas. No pensar que lo sabemos todo, sino ser enseñables, ser humildes.
Tú ves a Jesús siendo ejemplo de esto. Aunque como Dios, Él era omnisciente; como hombre, Él nos dio ejemplo de humildad, lo que es tener un espíritu enseñable y crecer en sabiduría.
Luego en el versículo 47 dice que: «Todos los que le oían estaban asombrados de Su entendimiento y de Sus respuestas». Él estaba hablando con esos líderes. Él estaba escuchando, Él estaba haciendo preguntas, pero incluso Sus preguntas y luego Su diálogo con estos líderes, mostraban una madurez excepcional.
Ahora, es fácil leer este pasaje y decir: «Por supuesto, Él era Dios. Por eso es que Él tenía todas esas respuestas». Pero piensa en esto, Él no estaba usando Su divinidad en ese momento. Él estaba viviendo y funcionando y creciendo como hombre, mostrándonos cómo se supone que debe ser para todas nosotras, y cómo se ve mientras crecemos con el favor y la gracia que nos ha sido dada; así como vimos en el episodio anterior, que era verdad en Jesús.
Se supone que hay cierta madurez y sabiduría a la edad de doce, de trece, de quince, de diecisiete y de veintisiete años. De nuevo, no puedes tener la sabiduría a los siete años que tienes a los veintisiete, pero debería haber cierta madurez y un crecimiento en las cosas de Dios, y la habilidad para dialogar sobre asuntos serios y eternos de una manera inteligente.
Eso era lo que esos líderes estaban viendo en Jesús. Como hombre, Él no tenía todo el conocimiento en ese momento; pero Él demostró madurez. Él demostró una inclinación hacia la verdad, una actitud hacia la verdad y ellos estaban admirados por esto.
Ahora, ¿de dónde vino todo ese entendimiento? Una de las cosas que me deja maravillada, cuando pienso en Jesús en el templo a esa edad y pienso en un joven de doce años, es decir, un joven en la secundaria; los estudiantes de secundaria no son conocidos por su sabiduría, perspicacia y madurez. Cuando piensas en esa época, cuando piensas en la secundaria, piensa en las tonterías que se hacen. Piensas en ellos diciendo cosas de las que se arrepentirán años después. Sin embargo, aquí tenemos Jesús modelando sabiduría. ¿De dónde viene ese entendimiento?
Bueno, yo tengo que preguntarme lo siguiente: ¿Qué rol jugó su madre en su enseñanza desde que Él era en bebé hasta Su infancia?
Nosotras sabemos que María conocía la Palabra de Dios. Ella la amaba. En ese Magnificat que ella ora en el capítulo 1 de Lucas, ella cita docenas de versículos del Antiguo Testamento, en una época donde a las mujeres no les enseñaban a leer ni a escribir, en la mayoría de los casos. Ella conocía la Palabra de Dios, por repetición, porque ella la repetía, pero se la habían repetido y se la habían transmitido oralmente.
Seguramente, ella le repetía esas Escrituras, esas alabanzas, esas oraciones, esos pasajes del Antiguo Testamento, a su hijo mientras Él crecía. Ella era una mujer que meditaba en los caminos de Dios. ¿Recuerdas eso cuando la Escritura dice en Lucas que ella guardaba todas esas cosas en su corazón y las meditaba?
- Ella era una mujer que meditaba.
- Ella era contemplativa.
- No siempre estaba hablando.
- Ella sabía escuchar la voz de Dios.
- Ella sabía responder a la dirección del Espíritu de Dios en su corazón.
Y qué influencia debió haber tenido esto en el Jesús adolescente.
¿Quieres que los adolescentes sean sabios? Un gran paso para lograr esto sería que tuvieran madres sabias, padres sabios, mujeres que estén escuchando al Señor, padres que estén escuchando al Señor. Eso no significa que tus hijos nunca van a cometer errores, que nunca van a pecar, o que si tú eres una madre sabia, piadosa, tus hijos siempre serán sabios y piadosos.
Tus hijos no son Jesús. Y tú sabes eso. Yo no tengo que decirte eso. Pero pienso que aquí hay algo muy importante: la sabiduría de los padres ayuda a cultivar una atmósfera en el hogar, que es propicia para que los hijos crezcan en sabiduría.
Pero su madre no puede llevarse todo el mérito, ni ella quisiera llevarse el mérito, debido a que Él estaba dotado de sabiduría y entendimiento. Sobre todo, sabemos que era el Espíritu de Dios quien le estaba dando a Él esa sabiduría.
En Isaías 11 leemos un pasaje profético sobre el Mesías. Es un pasaje que nos da una revelación sobre Jesús en el templo, a los doce años: «Y reposará sobre Él el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (v. 2).
¿Dónde comienza la sabiduría? Según Proverbios capítulo 1, versículo 7: «El temor del Señor es el principio de la sabiduría». Así que el Espíritu Santo había estado obrando en la vida de Jesús. El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, son uno; pero ellos son distintos. Nosotras no podemos entender todo lo que esto implica; pero aceptamos que es verdadero. Y sabemos que el Espíritu Santo llenaba de favor y gracia al niño Jesús.
Cuando el Espíritu del Señor reposa sobre nosotras, sobre nuestros hijos y nietos, vamos a tener sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y de poder, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor.
Versículo 48: «Cuando sus padres lo vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has tratado de esa manera? Mira, Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”». «Entonces Él les dijo…» Estas son las primeras palabras de los labios de Jesús que tenemos registradas en la Escritura. «Entonces Él les dijo: “¿Por qué me buscan? ¿Acaso no sabían que me era necesario estar en la casa de mi Padre?”». Otra versión dice: «¿No sabían que tengo que estar ocupado en los asuntos de mi Padre?» (vv. 48-49 CST).
Es como si Jesús les estuviera diciendo: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo iba a estar en el templo? Ahí es donde Yo debo estar. Ahí es donde pertenezco. Ahí es donde está mi corazón. Esa es mi determinación, estar en las cosas de Dios».
Yo estoy muy agradecida porque tuve padres, que realmente me motivaron en las cosas de Dios, para querer estar en las cosas de Dios. Pero también estoy muy agradecida por el Espíritu Santo de Dios, quien desde que yo era una niña pequeña, me dio amor por las cosas espirituales. Yo no puedo llevarme el crédito por eso. Yo le daría a mis padres mucho crédito, pero mis padres no aceptarían el mérito. Ellos dirían: «Esa es la obra de la gracia de Dios».
Mis padres solían decirme que yo quería estar en cualquier sitio, donde quiera que hubiera una reunión cristiana. Si había un servicio en una prisión o una reunión de diáconos; cada vez que había una actividad donde se iba a hablar de cosas espirituales, yo quería estar ahí.
Yo no puedo llevarme el crédito por eso, porque mi corazón es corrupto, no es puro, es pecaminoso y perverso como el de cualquier otra niña. Pero el Espíritu Santo estaba tocando mi corazón y me estaba dando hambre y sed por Sus cosas.
Pídele a Dios que haga eso por tus hijos. Y no esperes que el Espíritu de Dios les dé a tus hijos más hambre por las cosas de Dios que la que tú tienes. Si lo que tú amas son las cosas del mundo: películas, libros, revistas, amigos, actividades sociales y seculares; si eso es lo que tú amas y con eso llenas tu vida, entonces no te sorprendas cuando tus hijos no muestran ningún interés por las cosas espirituales en sus vidas. Así que, es el trabajo de padres devotos y es también la obra del Espíritu de Dios
Cuando Jesús dijo: «¿Acaso no sabían que me era necesario estar en la casa de mi Padre, o en los asuntos de mi Padre?», Él estaba plenamente consciente en ese momento de que Él es el Hijo de Dios, Él era el Hijo de Dios. Lo cierto es que, no sabemos cuándo Él se hizo consciente de esto como humano; pero sabemos que esa conciencia ya estaba en Él a los doce años.
De nuevo, tus hijos no son Jesús, pero quiero decirte que, el Espíritu de Dios le puede mostrar a tus hijos la importancia y la seriedad que tiene su relación con Él a una edad mucho más temprana de la que muchos padres esperan. Y eso es algo en lo que debemos creer en fe, por lo que debemos orar y pedirle a Dios que haga.
Ahora, aun a esta temprana edad, nuevamente, recuerda que estamos hablando de jóvenes en escuela secundaria, Jesús estaba demostrando lo que nosotras leemos proféticamente en el Salmo 69: «Porque el celo por tu casa me ha consumido» (v. 9).
Había en Él ese celo, esa pasión y deseo por la casa de Dios, por las cosas de Dios. Él entendió en ese momento que su verdadero hogar no estaba en Nazaret, donde Él había crecido físicamente, sino en el templo donde Su Padre celestial vivía.
«Me es necesario estar en la casa de mi Padre, Yo debo estar en los asuntos de mi Padre». Vemos aquí que Jesús tenía un sentido de responsabilidad y obligación hacia su Padre, a la edad de doce años. «Yo debo. Yo he sido llamado para esto. Yo he sido apartado para esto. Esta es una obligación. La prioridad en mi vida es servir a mi Padre celestial, estar en Sus asuntos».
Aquí Jesús, quien había crecido en el negocio de carpintería de su padre terrenal, está diciendo: «Mi Padre celestial tiene un negocio y Yo he sido llamado para ser parte de ese negocio. «Ahí es donde Yo debo estar sirviendo».
Esa palabra «debo» es una palabra interesante que podemos encontrar en los Evangelios, particularmente en el Evangelio de Lucas, donde estamos leyendo en este momento. Si tú tomas un comentario bíblico y buscas la palabra «debo», por todo el evangelio de Lucas, ves una compulsión divina en la vida de Jesús.
Les voy a leer algunos de estos versículos:
En Lucas 4:43 dice: «Pero Él les dijo: “También a las otras ciudades debo anunciar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para eso Yo he sido enviado”». Debo cumplir Mi llamado
Lucas 9:22: «Y les dijo: “El Hijo del Hombre debe padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día”». Un sentido de compulsión de venir a este mundo, no solo a vivir sino y morir por los pecados
Lucas 13:33: «Sin embargo, debo seguir mi camino, hoy, mañana y pasado mañana; porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén». Jesús dijo esto cuando Él se dirigía hacia Jerusalén, sabiendo que Él iba a ser crucificado aquí; pero Él dijo: «Yo debo ir a Jerusalén».
Lucas 19:5: «Cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, date prisa y desciende, porque hoy debo quedarme en tu casa”». Él entendía Su llamado, y Su misión y obligación para ministrar a aquellos que el Señor ponía en Su camino.
Lucas 24:44: «Que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre Mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos».
Y entonces surge la siguiente pregunta: «¿Está en mi corazón y en tu corazón que debemos hacer la voluntad de nuestro Padre?». No en el sentido de que tenemos que hacerlo y lo terminamos haciendo de mala gana, sino en el sentido de que estamos bajo convicción divina, y nos deleitamos en hacer Su voluntad y Su llamado en nuestras vidas.
¿Estoy dispuesta a hacer lo que Dios me ha enviado a hacer, lo que Él me ha llamado a hacer? ¿O considero que es algo opcional y discuto con el Señor diciendo: «Yo no quiero hacer eso?».
A lo que me refiero es que lamentablemente yo sé lo que es discutir con el Señor respecto a las cosas que yo siento que Él me está llamando a hacer, pero que a veces son difíciles, y a veces prefiero no hacerlas. Algunos aspectos de mi trabajo son terriblemente aburridos y prefiero no hacerlos. Algunos aspectos de tu trabajo son terriblemente aburridos.
Si eres madre, hay aspectos en tu llamado que son realmente difíciles. Si estás sirviendo al Señor, trabajando en un ambiente secular, o si estás en una institución académica secular y estás tratando de ser luz allí… Hay cosas difíciles en cada llamado de tu vida. Pero hay un sentido de responsabilidad: «Yo debo estar en la casa de mi Padre; yo debo estar en los asuntos, en los negocios de mi Padre».
Entonces, ¿estoy resuelta a hacer lo que Dios me ha llamado hacer, o ¿lucho con eso? ¿Considero que es algo opcional, algo que yo decido hacer si quiero, pero que puedo decir «no» si así lo siento o si lo encuentro difícil? Cuando servimos al Señor, sentimos esa obligación divina. «Yo debo estar en los asuntos de mi Padre».
A mí me encanta enseñar la Palabra de Dios, pero hay aspectos que son difíciles. Por ejemplo, esta mañana a la una de la madrugada, cuando yo estaba tratando de terminar esta sesión y grabarla en mi mente, estaba muy cansada, y pensaba: No tengo mucho tiempo para dormir. Pero tengo este sentido de responsabilidad: «Dios me ha apartado y me ha llamado para esto, y es un privilegio». Es una obligación, pero es un privilegio.
Bueno, el versículo 50 ahí en Lucas 2, dice:
«Pero ellos no entendieron las palabras que Él les había dicho. Descendió con sus padres y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón» (vv. 50–51).
Jesús expresó Su sumisión a Su Padre celestial, sujetándose a sus padres terrenales. Ser seguidores de Cristo no nos libra de nuestras responsabilidades; en nuestros hogares, con nuestras familias, en nuestras relaciones humanas. Por lo tanto, esto debería hacernos mejores miembros de nuestra familia y mejores amigos.
Seguir a Cristo y obedecerlo en nuestra vida, no son metas conflictivas. Quizás tú piensas: «Bueno, es que yo no puedo ser espiritual, porque yo tengo que hacer el desayuno a mi familia». ¡No!, ser espiritual es hacerle el desayuno a tu familia; viviendo el llamado de Dios en tu vida. Así es como nosotras agradamos y servimos al Señor.
Cuando Jesús estaba pasando de la infancia a la vida adulta, Él mostró respeto y obediencia a su Padre celestial y a sus padres terrenales.
Luego en el versículo 52, y me encanta este versículo, dice: «Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres».
En el versículo 40, nos dice: «El Niño crecía», pero aquí se usa una palabra diferente, dice: «Y se fortalecía». Durante los primeros doce años, Él creció. Los siguientes dieciocho años, de los doce a los treinta, Jesús creció, se fortaleció. Otra versión dice: «Él avanzó».
Esa palabra «avanzar», nos dice un comentarista, se deriva de los pioneros que cortaban arbustos en el camino frente a ellos, abriéndose paso a través del terreno salvaje. Al cortar los arbustos, ellos estaban avanzando a través del terreno. Eso significa abrirse paso, abrirse camino, como con un machete. Esa palabra «crecer» significa ser intencional con respecto a tu crecimiento. Los primeros doce años, el Niño creció. Él solo creció. Pero los siguientes dieciocho años, Él avanzó, Él se fortaleció. La idea aquí es la de una actividad extenuante, siendo intencional lugar de ser un desarrollo pasivo.
Y qué palabra, pensando en este asunto de la adolescencia prolongada, de que hablamos al principio, y comprender que Dios quiere que nosotras pasemos de la infancia a la vida adulta, no solo físicamente, sino emocionalmente, espiritualmente, psicológicamente, intelectualmente. Esto lo hacemos, idealmente, durante esos años de adolescencia, siendo intencionales con respecto al crecimiento.
Eso es algo con lo que debes motivar a tus hijos, dejándoles saber que esos años de adolescencia, no son años para estar perdiendo el tiempo con videojuegos. Los niños que hacen eso durante la adolescencia, probablemente lo seguirán haciendo cuando tengan veinte o treinta años. Y tendrán una esposa que les va a decir: «¿Pero cuándo es que tú vas a crecer?».
Nosotras vemos en Cristo un patrón de crecimiento, de avance, de fortalecimiento; no quedándose estático, estancado en el mismo lugar; sino avanzando, creciendo, siendo intencional con respecto a Su crecimiento espiritual.
Esto me recuerda, al observar la juventud de Cristo, ese maravilloso versículo en Proverbios 4, el versículo 18, que dice: «Pero la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va aumentando en resplandor hasta que es pleno día». Creciendo, fortaleciéndose, avanzando, madurando en santidad, en sabiduría, en el temor del Señor; llegando a ser adultos jóvenes, y luego adultos mayores que aman al Señor apasionadamente, que tienen temor del Señor, que lo sirven a Él, que lo siguen a Él con todo su corazón.
Débora: Ella fue Nancy DeMoss Wolgemuth, enseñándonos sobre la infancia de Cristo, y una perspectiva para los padres y abuelos. Este mensaje es parte de la serie titulada «Incomparable». Si no pudiste escuchar los episodios anteriores, los podrás encontrar en AvivaNuestrosCorazones.com o bien, en la aplicación de Aviva Nuestros Corazones.
«Incomparable: 50 días con Jesús»,es un material didáctico que debes tener en tu biblioteca. Puedes acompañar tu lectura, mientras Nancy continúa su enseñanza en estas series.
Por años Cristo se dedicó a ser un carpintero. Él era un trabajador manual. Su vida nos muestra que el trabajo arduo puede ser santificado cuando se hace para la gloria de Dios. Nancy nos hablará sobre esto en el próximo episodio de «Incomparable». ¡Te esperamos mañana en Aviva Nuestros Corazones!
Ayudándote a contemplar al Cristo incomparable, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 http://www.albertmohler.com/2005/08/19/what-if-there-are-no-adults-3
2 Robin Marantz Henig. “What Is It About 20-Somethings?” The New York Times Magazine. Sunday, August 22, 2010.
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