Corramos juntas
Débora: Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La meta, cuando animemos a los demás, es que podamos dirigirnos unos a otros a la última fuente de vida para nuestra batería interna. La meta es llevar a cada uno al lugar donde podamos fortalecernos en el Señor nosotras mismas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 1 de febrero de 2024.
La Escritura nos llama a alentarnos unos a otros, especialmente en el cuerpo de Cristo. Para ayudarnos a reflexionar acerca de esto, hoy damos inicio a la serie titulada, Aliéntense unos a otros.
Nancy comienza el episodio de hoy con una historia.
Nancy: Al llegar al siglo XX hubo una guerra en Sudáfrica, la guerra de Boer. Quizás recuerden ese nombre. Y hubo una batalla en particular en un pueblo llamado Ladysmith que jugó un papel …
Débora: Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: La meta, cuando animemos a los demás, es que podamos dirigirnos unos a otros a la última fuente de vida para nuestra batería interna. La meta es llevar a cada uno al lugar donde podamos fortalecernos en el Señor nosotras mismas.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 1 de febrero de 2024.
La Escritura nos llama a alentarnos unos a otros, especialmente en el cuerpo de Cristo. Para ayudarnos a reflexionar acerca de esto, hoy damos inicio a la serie titulada, Aliéntense unos a otros.
Nancy comienza el episodio de hoy con una historia.
Nancy: Al llegar al siglo XX hubo una guerra en Sudáfrica, la guerra de Boer. Quizás recuerden ese nombre. Y hubo una batalla en particular en un pueblo llamado Ladysmith que jugó un papel crítico en la guerra en general.
En un momento muy importante cuando el pueblo y las fortalezas estaban en peligro de desaparecer, había un civil que se acercaba a las tropas que estaban defendiendo al pueblo. Él hablaba cosas que desanimaban a los soldados. Él pensaba que todo estaba perdido y los desanimaba con las palabras que profería. Él nunca atacó al enemigo, simplemente era un desalentador. Hizo más daño que el enemigo, aún más que si hubiera estado armado.
El consejo de guerra juzgó su caso y concluyó que era un crimen hablar palabras desalentadoras en esa hora tan crítica como la que enfrentaban. El hombre fue a la corte y fue condenado a un año de prisión por ser un desalentador.
Ahora, déjame preguntarte, si fuera ilegal el día de hoy ser un desalentador, ser una persona que desalienta, que hable palabras de desánimo, ¿cuántas de nosotras estaríamos violando la ley? ¿Cuántas de nosotras estaríamos en riesgo de ser arrestadas por ser desalentadoras? Bueno, quizás no sea ilegal ser una persona desalentadora, pero te digo algo: es un pecado desalentar, así que es algo que debería preocuparnos a todas nosotras.
Creo que uno de los ministerios que la iglesia más necesita hoy en día es el ministerio del aliento. Ofrecer aliento es dar ánimo, dar esperanza, dar confianza, dar consuelo. De seguro, como yo, has conocido gente alentadora. Cuando pienso en ellos me parecen personas que energizan a los demás.
También he conocido a los desalentadores. Gente que te roba la energía. Debilitan, son personas con las cuales es difícil convivir. Y al decir esto, pienso en cuántas veces yo he sido ese tipo de persona drenante.
Sabes, todos necesitamos ser alentados. Aún ese gran siervo de Dios que fue el apóstol Pablo necesitó recibir aliento. Mientras leemos el libro de los Hechos y las epístolas de Pablo en el Nuevo Testamento, es increíble ver cuántas referencias él hizo al valor de tener personas a su lado, que lo ayudaban en el ministerio; personas cuya amistad él atesoraba, cuya amistad él necesitaba. Pablo sintió intensamente cuando estuvo en prisión o en una situación difícil en el ministerio…cuánto dependía del ánimo de los demás siervos de Dios que le rodeaban.
Así que Pablo dice en Filemón 1, a Filemón: «Pues he llegado a tener mucho gozo y consuelo en tu amor, porque los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano» (v.7). Yo no sé ustedes, pero ese es el tipo de persona que quiero ser.
Pablo dice en Filipenses capítulo 2: «Mas espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, a fin de que yo también sea alentado al saber de vuestra condición» (v.19). Quería oír buenas noticias acerca de los filipenses, y dijo que el reporte de Timoteo sería de aliento para él.
En Colosenses 4, él habla de diferentes personas, incluyendo un hombre llamado Justo, quien mandó saludos a los colosenses. Y Pablo habla de estas personas: «Estos son los únicos de la circuncisión que me ayudan en el reino de Dios, y han sido para mí un consuelo…» (v.11 RV).
La palabra consuelo proviene de la palabra griega paregoria que es de donde viene la palabra paregórico que conocemos…es una medicina que calma el malestar estomacal. Pablo dijo que estas personas habían sido un paregórico, un consuelo, una medicina para el malestar de su ser interior. Ellos lo habían ministrado con consuelo y aliento.
En 1 Tesalonicenses 3 Pablo dice: «Pero ahora Timoteo ha regresado de vosotros a nosotros, y nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y amor y de que siempre tenéis buen recuerdo de nosotros, añorando vernos, como también nosotros a vosotros; por eso, hermanos, en toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados respecto a vosotros por medio de vuestra fe» (vv.6-7).
Así que cuando Pablo estaba decaído, cuando estaba sufriendo por su fe…pensamos en estos gigantes espirituales como gente que nunca necesitó aliento, pero Pablo dice: «Gracias por proveer el ánimo que necesité cuando estaba en un lugar de angustia y persecución».
En 2 Timoteo 4, Pablo escribe desde la celda de una prisión romana. Le dice a Timoteo: «Procura venir a verme pronto, pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica; Crescente se fue a Galacia y Tito a Dalmacia. Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio» (vv 9-11).
¿Qué es lo que Pablo está diciendo? «Necesito ánimo. Pablo necesitaba que lo animaran. Todas nosotras necesitamos ser animadas.
Pero esto es lo que realmente quiero enfatizar, que todos necesitamos ser alentadores. Es más fácil para nosotras enfocarnos en cómo necesitamos ser alentadas; pero es más importante recordar que todas nosotras tenemos que animar a otros.
Animar a otros no es una opción. En treinta y dos ocasiones en el Nuevo Testamento leemos que hay cosas que como creyentes tenemos que hacer «entre nosotros». Ser amables los unos con los otros, amarnos unos a otros…
Uno de estos «unos a otros» es exhortarnos unos a otros. Hebreos 13:3, dice: «Antes exhortaos los unos a los otros…» Esto no es solamente para unos cuantos creyentes; es para todas nosotras. Sabemos que en la Escritura Dios es un exhortador. Romanos 15 lo llama el Dios de toda paciencia y consuelo. De manera que cuando estamos alentando a otros, estamos siendo como Dios. Estamos ministrando Su gracia a otros.
Verás, cuando Dios trae Su consuelo y Su aliento a tu vida y tú dejas que se derrame en mi vida, en realidad estás enviándome el consuelo de parte de Dios. Cuando dejo que Dios aliente mi corazón en circunstancias de estrés o de angustia, me convierto en un medio de consuelo y de aliento de parte de Dios para ti. Nosotras ministramos Su gracia a otros.
Ahora, es fácil esperar que otros vengan y lo hagan, especialmente cuando estamos pasando por momentos desalentadores. Nuestra tendencia es pensar, «necesito que alguien me aliente», como diciendo, «por lo tanto tengo justificación para deleitarme en mi desaliento, porque no hay nadie ahí para mí».
Estoy convencida de que si esperamos que otros nos alienten, probablemente nos vamos a quedar así, desalentadas, porque en ese caso, el enfoque está en mí, y ese es un callejón sin salida. Pero si quito los ojos de mí misma, y digo, «ok, Señor, estoy en este pantano de desesperación como dice el Progreso del Peregrino. Pero en lugar de buscar a alguien que me aliente, quiero ver a mi alrededor y preguntarte, ¿a quién puedes alentar a través de mí, aún mientras transito por estas circunstancias?»
Pero sabes, recibimos lo que damos. Cosechamos lo que sembramos. Realmente creo que seremos alentadas si nos proponemos alentar a los demás. Estoy convencida de que mucha de la depresión clínica y de los desórdenes psicológicos que la gente experimenta hoy en día en su espíritu, comenzaron muy atrás con una raíz de desaliento. Estas personas no encontraron a nadie que los animara y fallaron en alentar a otros. Así que lo que nunca dieron, jamás lo recibieron. Cuando más siento la necesidad de ser alentada es cuando más necesito enfocarme en cómo puedo ser de aliento para otros.
He visto esto suceder en la vida de tantas otras personas. Es realmente interesante ver que aquellas personas que tú dirías que necesitan más aliento, cuyas vidas tienen las circunstancias más desalentadoras, son las que muchas veces resultan ser las más alentadoras.
Pienso en mi amiga Fran, quien tiene parálisis cerebral y está limitada a su casa, y con una situación familiar bastante difícil. Tantas cosas han salido mal en su vida, y aún así, ocasionalmente recibo un correo o un mensaje de voz de Fran diciendo, «soy Fran, solo quiero decirte que estoy pensando en ti y estoy orando por ti». Ella es una de las más grandes alentadoras en mi vida y probablemente es la persona que conozco que más aliento necesita.
Dos mujeres han resultado ser de gran aliento para mí en este ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Ambas trabajan en la radio. Una de ellas es June Hunt. Ella tiene el programa, Esperanza para el corazón. Recuerdo haberla visto justo después de que pasó por un cáncer de seno, y ha pasado por batallas fuertes con su propia salud. La vi poco después de eso y me dijo, «Nancy, solo quiero que sepas que he estado orando por ti. ¿Cómo va el ministerio?» Ella es una alentadora.
Y también está Joni Eareckson Tada…ella también es alguien que tiene un ministerio radial, y es una de las más grandes alentadoras que conozco. Como muchas de ustedes saben, Joni ha estado paralizada desde los 17 años como resultado de un accidente. Ella tiene tantas razones para necesitar aliento de parte de otros, sin embargo, ella se lo ofrece a los demás.
Recibí una notita de Joni. Me contaba todo lo que le cuesta transitar por un día cualquiera. No puedo imaginar que ella se tome el tiempo de hacer esto. Dice, «estoy alistándome para irme con Ken a un fin de semana de ministerio, y he estado escuchando una de tus grabaciones. Quiero que sepas que han sido de gran bendición. Gracias por tu ministerio».
Y digo, «oh Señor, no tengo razón alguna para regocijarme en mi desaliento, y tengo todas las razones para ser de aliento para alguien más. Quiero ser para otros lo que Dios ha permitido que otras sean en mi vida, como Joni, June y Fran, y muchas más que son mis alentadoras».
Al ver este tema del aliento en el Nuevo Testamento, hay varias palabras que han sido traducidas del griego al español, que son similares a la palabra original. Tenemos la palabra animar y ánimo. A veces las encontrarás en el Nuevo Testamento. Encontrarás la palabra exhortar o exhortación; también la palabra consuelo o consolador. Todas estas palabras surgen de la misma raíz griega. Hay un sustantivo y un verbo; pero es esencialmente la palabra que significa estar al lado, venir en ayuda de alguien, acercarte para ayudar.
El Espíritu Santo es llamado el Parakletos, el Paracleto, el Consolador, el que se pone al lado de las baterías agotadas de nuestro espíritu. Él rejuvenece y da energía, nos da vida. Él es nuestro ayudador cuando no podemos ayudarnos a nosotras mismas. Ese es el papel del Paracleto.
Parakaleo, es llamar a otra persona para acudir en tu ayuda o para tu rescate. Paraklesis es aliento, exhortación, llamar a alguien que venga a tu lado.
Eso es lo que significa esa palabra. Es una palabra compuesta, paraclesis, parakaleo,paracleto: venir al lado de alguien; así como cuando el coche con la batería fuerte y saludable se pone al lado de tu coche con la batería débil o muerta y la revitaliza.
Si vives en el norte como yo, probablemente has experimentado el salir al fuerte frío en un día de invierno y darte cuenta de que la batería de tu carro está muerta. No puedes encender el motor, no puedes hacer que el carro arranque. No hay nada malo con el carro, simplemente la batería está muerta. Entonces, ¿qué haces cuando esto ocurre?
Bueno, vas por otro carro que no tenga la batería muerta y lo acercas a tu carro. Después vas por los cables. Aquí estoy yo hablando como si supiera mucho de este tema. Nunca lo he hecho, pero he visto cómo se hace y sé que funciona.
Conectan los cables al carro con la batería que sí sirve y luego le pasan corriente a la batería muerta de tu carro. ¿Y qué pasa? Hay un poder que es transmitido, una infusión de energía, de vida, que hace que la batería de tu carro encienda de nuevo.
Creo que es una clara imagen de lo que tenemos en el cuerpo de Cristo, cuando nos encontramos a menudo drenadas, sintiéndonos débiles interiormente, desalentadas, sintiendo –por alguna razón– «ya no puedo más». Puede ser que hayamos pecado, que hayamos fallado, y nuestra conciencia esté realmente inquieta. Experimentamos lo que David habla en los salmos acerca de la debilidad de nuestro ser a causa de nuestro fracaso; tenemos una conciencia culpable.
Podría ser que estemos en alguna circunstancia sobre la que no tenemos control, pero estamos dándole vueltas y vueltas en nuestra cabeza. No podemos seguir por nosotras mismas. No sabemos cómo seguir funcionando en ese matrimonio difícil o en la situación difícil con un jefe «imposible de complacer» en el trabajo o un pariente que no se comunica con nosotras. Nos sentimos como aquella batería muerta.
La Escritura dice que Dios nos da, en el cuerpo de Cristo, el ministerio del aliento, que es el proceso por el cual otros creyentes, llenos del Espíritu Santo, quien es el mayor motivador, vienen a nuestro lado. Su batería es fuerte en ese momento.
Están caminando en la gracia de Dios, y están experimentando su plenitud, y vienen y se conectan a nuestras vidas. Es por eso que es tan importante que no funcionemos independientemente en el cuerpo de Cristo, que no tratemos de vivir por nuestra cuenta. Nos necesitamos unas a otras.
Hablaremos en estas sesiones sobre las diversas maneras en que podemos «recargarnos» las unas a las otras, ayudándonos a tener un nuevo comienzo. Pero se trata de un ministerio de aliento. Vemos una y otra vez en las Escrituras a alguien acercándose a otra persona cuando su ánimo ha estado bajo. Vinieron a su lado y ayudaron a esa persona a comenzar de nuevo a través del ministerio de exhortación.
Por ejemplo, en Colosenses capítulo 4, el apóstol Pablo les dice a los colosenses: «En cuanto a todos mis asuntos, os informará Tíquico, nuestro amado hermano, fiel ministro y consiervo en el Señor. Porque precisamente para esto os lo he enviado, para que sepáis de nuestras circunstancias y que conforte vuestros corazones» (vv.7-8). Lo manda para que él pueda «paracalear»; que pueda ir al lado de sus corazones. «Están desanimados porque no saben cómo está su padre espiritual, así que estoy enviando a Tíquico para que vaya a ustedes y conforte sus corazones».
La exhortación realmente es un asunto del corazón. Algo está fallando en el ser interno de esa persona; está débil, cansada, desalentada. Alguien llega y se pone a su lado y ministra gracia y el Espíritu de Dios anima, alienta y fortalece los corazones porque alguien vino y se colocó a nuestro lado.
Llegamos al libro de los Hechos y encontramos a Priscila y a Aquila. Eran paracletos, ellos vinieron al lado de alguien. Llegaron junto a Apolos, que era un creyente comprometido y entusiasta. Pero él era nuevo en la fe, y no estaba capacitado doctrinalmente, por lo que estaba enseñando algunos errores doctrinales.
Apolos llegó a la ciudad y Priscila y Aquila, creyentes más maduros, se pusieron a su lado para parakalearlo, para ayudarlo espiritual y doctrinalmente para que madurara en su fe. Después lo mandaron y él mismo se convirtió en un paracleto para otros nuevos creyentes. Se convirtió en un gran evangelista.
Por supuesto, así es como debe darse el ministerio del aliento, donde siempre estamos aproximándonos a otros para ayudarlos a comenzar de nuevo; y luego ellos mismos se convierten en alentadores, en paracletos, para alguien más que está incapacitado de arrancar solo.
En el Antiguo Testamento encontramos una gran ilustración de una persona que viene al lado de otra. Está en el primer libro de Samuel. Involucra a dos amigos cercanos. Jonatán, quien era el hijo del rey Saúl y David quien era amigo de Jonatán; pero David había sido el ungido por Dios para que fuese el próximo rey de Israel.
Saúl, el rey, el que estaba en el trono, era inseguro y quería deshacerse de David porque sabía que David iba a ser su sucesor. Así que David tuvo que huir por su vida, convirtiéndose en un fugitivo. 1 Samuel 23 nos dice cómo David estuvo refugiado en fortalezas en el desierto, y permanecía en las montañas del desierto de Zif.
Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos. Así que David vio que el rey Saúl lo perseguía para quitarle la vida. Y David estaba en el desierto de Zif.
Aquí vemos a David, atrapado. Un fugitivo, está huyendo del rey. Por años él necesitó un paracleto, alguien que estuviera a su lado y lo rejuveneciera, alguien que lo ayudara en su momento de debilidad, y cuando las energías de su batería estaban por agotarse, Dios mandó justo a esa persona en Jonatán.
El versículo 16 nos dice: «Y Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue a donde estaba David en Hores, y le fortaleció en Dios». Otras traducciones dirán, «y Jonathan lo animó a seguir confiando en Dios». Lo fortaleció en Dios. Lo animó en Dios».
¿Qué fue lo que hizo? Él dirigió la atención de David hacia Dios quien era la energía espiritual y el poder y la vida y la fuerza que necesitaba David para levantarse de nuevo. Él vio a un hombre que estaba muy desalentado, muy desanimado, alguien que había estado cansado en la batalla. Jonatán le fortaleció y lo animó en el Señor.
Ahora, no terminó ahí. Esta imagen nos muestra cómo debe funcionar esto en nuestras propias vidas. Jonatán fue el paracleto que estuvo a lado de David y le dijo, «yo te ayudaré a arrancar. Te animaré. Fortaleceré tu batería».
Después, en 1 de Samuel capítulo 30, en otra temporada de la vida de David, la Escritura nos dice que David estaba bastante angustiado luego de haber pasado por una gran pérdida. Un enemigo había venido a atacar la ciudad donde David vivía y tomó a todas las mujeres e hijos cautivos, y quemó la ciudad. En el versículo 6 nos dice que «David estaba muy angustiado porque la gente hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba amargado…pero David se fortaleció en el Señor, su Dios» (vv. 6-8).
¿Cómo supo David fortalecerse y animarse en el Señor? Él tuvo un paracleto. Jonatán había animado a David en el Señor, y ahora David pudo animarse a sí mismo en el Señor.
Y es que la meta cuando animemos a los demás es que podamos dirigirnos unos a otros a la última fuente de vida para nuestra batería interna. La meta es llevar a cada uno al lugar donde podamos fortalecernos en el Señor nosotras mismas.
Así que al pensar en las personas en tu vida ahora mismo, ¿quién necesita que te acerques a su lado para decirle, «déjame darte un empujoncito»? Después pregúntale a Dios cómo hacerlo, dile «Dios, estoy disponible, estoy dispuesta a ser una alentadora en la vida de esta persona que está débil y necesita un nuevo comienzo».
Débora: Y tú, ¿te has dado cuenta de tu necesidad de otros creyentes en el cuerpo de Cristo? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando cómo la gracia de Dios es evidente en nuestras vidas cuando nos animamos unos a otros. Ella también nos ha recordado la razón por la que hacemos esto, y es acercarnos a Dios, la fuente de vida.
Suena bien decir que «nos necesitamos los unos a los otros», pero ¿qué significa esto realmente? Mañana Nancy nos hablará acerca de esto.
Nancy: Verás, el cuerpo de Cristo es uno de los medios más preciosos y poderosos que Dios nos ha concedido como creyentes para perseverar en la fe. Esto es lo que nos mantiene en la carrera.
Necesitamos de la Palabra de Dios; necesitamos el Espíritu de Dios, el evangelio de Dios, esto es lo que nos anima y mantiene en marcha. Uno más de los instrumentos de gracia que Dios nos ha provisto, es precisamente el pueblo de Dios, la iglesia de Jesucristo. Así que al llegar al capítulo 3 de Hebreos, en el versículo 13, donde el escritor dice, a la luz de lo que está sucediendo en tu mundo y del hecho de que conforman una minoría pequeña que busca vivir su fe en medio de un mundo hostil, les digo: «exhórtense unos a otros».
Débora: Escucha más en el próximo episodio. ¡No te lo pierdas!
Sarah: Descubre la guía de parte de Dios para construir relaciones significativas. En la Biblia encontramos instrucciones claras sobre cómo tratar a los demás, quienes, al igual que tú, son portadores de la imagen de Dios. Te presentamos nuestro nuevo recurso: «Unos a otros». Sumérgete en este devocional de 30 días y aprende a edificar a los creyentes que están a tu alrededor con los «unos a otros» que encontramos en las Escrituras.
Débora: Llamándote a reflejar la hermosura del evangelio al mundo que te rodea, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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