Convicción y comportamiento
Débora: Cuando alguien en tu iglesia está pecando descaradamente y no muestra arrepentimiento, no puedes simplemente pasarlo por alto. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El pecado en el cuerpo de Cristo, en la familia de Dios, es como el cáncer, que si lo dejas sin tratar se extenderá y destruirá todo el cuerpo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 30 de mayo de 2023.
El libro de Apocalipsis comienza con una serie de cartas dirigidas a diferentes iglesias. Durante estas semanas Nancy ha estado dedicando una serie a cada una de estas cartas. Esta semana ella se está enfocando en el mensaje a la iglesia de Pérgamo. Escuchemos la enseñanza de hoy.
Nancy: Después de la última sesión en la que hablamos de cómo Jesús confrontó a la iglesia de Pérgamo con el tema …
Débora: Cuando alguien en tu iglesia está pecando descaradamente y no muestra arrepentimiento, no puedes simplemente pasarlo por alto. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El pecado en el cuerpo de Cristo, en la familia de Dios, es como el cáncer, que si lo dejas sin tratar se extenderá y destruirá todo el cuerpo.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 30 de mayo de 2023.
El libro de Apocalipsis comienza con una serie de cartas dirigidas a diferentes iglesias. Durante estas semanas Nancy ha estado dedicando una serie a cada una de estas cartas. Esta semana ella se está enfocando en el mensaje a la iglesia de Pérgamo. Escuchemos la enseñanza de hoy.
Nancy: Después de la última sesión en la que hablamos de cómo Jesús confrontó a la iglesia de Pérgamo con el tema de la mundanalidad que estaba siendo tolerada en la iglesia, las personas me decían cosas diferentes después de esa grabación.
Alguien me dijo: «Eso fue tan convincente. El corazón me latía fuertemente mientras escuchaba todo eso».
Alguien más dijo: «Pensé que no podría soportar más después de que terminaste esa sesión».
Escuché a alguien más decir: «Eso va a ser algo difícil de escuchar para la gente».
Al oír esos comentarios pensé: «Ese es exactamente el tipo de respuesta que Jesús quería que la iglesia de Pérgamo tuviera cuando les envió esa carta…al Él decirles, “tengo esta preocupación, tienen que lidiar con esto”». Él quería que sus corazones palpitaran y se conmovieran. Él quería que ellos dijeran, «tenemos que hacer algo al respecto». O como dijo alguien después de esa última sesión, «Señor escudriña mi corazón». Esa es la respuesta que Él quiere que tengamos.
Creo que es un «día triste» en el evangelicalismo cuando podemos ir a la iglesia y sentarnos bajo las predicaciones día tras día, semana tras semana, sin tener la convicción del Espíritu Santo en nuestros corazones. Es Él que nos da la convicción. Su Espíritu es un regalo para cambiarnos, para llevarnos a un lugar de arrepentimiento. Así que esta puede ser una enseñanza dura, una enseñanza fuerte, pero es también una enseñanza necesaria en nuestras vidas y en la iglesia de hoy en día.
Si acabas de unirte a nosotras en esta serie, estamos en Apocalipsis capítulo 2, en la carta que Jesús le envió a la iglesia en Pérgamo. Permíteme leer la primera parte de la carta, y luego continuaremos donde lo dejamos la última vez.
«Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: “El que tiene la espada aguda de dos filos…”» (v. 12).
«Pero tengo unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos (que es la práctica de la idolatría) y a cometer actos de inmoralidad» (v.14).
En la última sesión hablamos sobre la conexión entre la inmoralidad sexual física y el adulterio espiritual o la idolatría.
Y sigue diciendo en el versículo 15:
«Así tú también tienes algunos que de la misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas».
El mundo romano del primer siglo, en muchos aspectos era muy parecido al siglo actual en el que vivimos. Era liberal en el aspecto sexual. La gente pensaba en el sexo fuera del matrimonio como si nada. Era ampliamente aceptado. Ahora, cuando yo era niña eso no era así. Pero hoy esto se ha convertido en una realidad, era una realidad en el primer siglo en Roma. Así que, en cierto sentido, estas cartas fueron escritas a iglesias que vivían en un entorno que era muy similar al nuestro.
La cultura en el primer siglo en Roma giraba en torno a las fiestas a los dioses paganos, los nicolaítas, y la doctrina o la enseñanza de Balaam que vemos en el Antiguo Testamento. Hablamos sobre esto con mucho detalle en la última sesión, pero esa enseñanza esencialmente decía que estaba bien conformarse a las normas aceptadas por el mundo, que no hay necesidad de que los cristianos sean realmente diferentes; que está bien el acomodarnos a la cultura, encajar. El Nicolaísmo, o la doctrina de Balaam, es la herejía que dice que el pueblo del pacto de Dios puede violar ese pacto y buscar otros dioses y otros pactos, sin tener consecuencias.
Pero Jesús le dice a la iglesia en Apocalipsis 2, en el versículo 16: «Por tanto, arrepiéntete».
Lo que Él le está diciendo es: «No está bien. No puedes simplemente vivir y dejar vivir. No puedes dejar pasar esto. Tienes que lidiar con ello. Por tanto, arrepiéntete», que por supuesto, es el mensaje que Jesús le da a cada una de estas iglesias con las cuales Él estaba disgustado. La solución para el pecado es arrepentirse. No es pensar, «bueno, en mi iglesia ¿quién necesita escuchar este mensaje?» Sino más bien, «el que tenga oído para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias», y parte de lo que el Espíritu dice es, «arrepiéntanse, arrepiéntanse».
Todos necesitamos arrepentirnos de cualquiera que sea la medida en la que hemos llegado a amar al mundo y las cosas de este mundo más de lo que amamos a Cristo.
Él dice, «por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias».
Ahora, cuando Jesús dice: «Arrepiéntanse», eso plantea una pregunta en mi mente: ¿Quién debía arrepentirse? ¿Quién necesitaba arrepentirse? Creo que había dos categorías de personas en esa iglesia que necesitaban arrepentirse, así como hay en nuestras iglesias hoy en día.
En primer lugar, había quienes sostenían esta falsa enseñanza, la doctrina de los Nicolaítas, la doctrina de Balaam, aquellos que creían esta enseñanza, y como resultado, estaban viviendo estilos de vida muy comprometedores o impuros. Ellos tenían que arrepentirse, eran personas que se habían convertido en cristianos mundanos.
Pero había otro grupo que tenía que arrepentirse, y era toda la iglesia, incluso aquellos que no eran culpables del pecado de mundanalidad.
Y quizás te preguntes, «¿por qué toda la iglesia necesitaba arrepentirse? ¿Aun los que no eran culpables de ese pecado?»
Bueno, la iglesia de Pérgamo no había –oficialmente o corporativamente– adoptado, abrazado, respaldado la doctrina, la enseñanza de esta filosofía de Balaam. Ellos no estaban promoviendo toda esta filosofía, pero la iglesia era culpable en su conjunto, ya que no había hecho nada acerca de este problema.
Ellos estaban dejando que eso siguiera sin resolverse. Ellos toleraban a aquellos que adoptaban esa enseñanza. Permitieron que estas personas permanecieran como miembros en comunión, y albergaban a estas personas que estaban enseñando la doctrina de Balaam al tolerar sus prácticas pecaminosas, y como resultado toda la iglesia se convirtió en parte del pecado de la minoría.
Jesús llamó a toda la iglesia a asumir la responsabilidad de lo que estaba sucediendo en la iglesia. Lo que Jesús estaba diciendo es que el estar comprometidos, acomodados al mundo, a la doctrina impía, alcomportamiento profano en la iglesia, es destructivo. Y no debe ser tolerado. Tiene que ser tratado y el punto de partida es el arrepentimiento.
En la última sesión hablamos acerca de Balaam, que enseñaba a los moabitas a seducir a los israelitas a pecar, y a cometer inmoralidad sexual e idolatría. Permítanme volver a una parte de esa historia en Números capítulo 25. Porque quiero mostrarles la continuación de lo que hablamos en la última sesión.
Números capítulo 25 versículo 1: «Mientras Israel habitaba en Sitim, el pueblo comenzó a prostituirse (a cometer fornicación o adulterio) con las hijas de Moab». Ellos comenzaron a vincularse con el mundo. Se acostaron en la cama con el mundo, literal y figurativamente.
«Y estas, las hijas de Moab, invitaron al pueblo a los sacrificios que hacían a sus dioses, y el pueblo comió y se postró ante sus dioses. Así Israel se unió a Baal de Peor…» (vv. 2-3). Baal era el dios extranjero.
Ahora, el pecado tiene consecuencias. Ya sea a corto plazo o a largo plazo, el pecado requerirá un precio a pagar. En esta situación, Dios trató directa y decisivamente con el pecado de los israelitas, pero Él no se limitó a actuar unilateralmente. Él hizo que los israelitas también tomaran medidas, y debido a que el pecado era público, tenía que ser tratado públicamente.
Déjame seguir en Números capítulo 25 para describir lo que sucedió después de este pecado. En el versículo 3 dice:
«Y se encendió la ira del Señor contra Israel. Y el Señor dijo a Moisés: “Toma a todos los jefes del pueblo y ejecútalos delante del Señor a plena luz del día, para que se aparte de Israel la ardiente ira del Señor”. Entonces Moisés dijo a los jueces de Israel: “Cada uno de vosotros mate a aquellos de los suyos que se han unido a Baal de Peor”» (vv. 3-5).
Ahora, permítanme insertar algo aquí. El Israel del Antiguo Testamento era una teocracia, y la forma en que Dios trataba con el pecado en esa nación era diferente en algunos aspectos a la forma en la que Él nos da dirección para tratar con el pecado en la era del Nuevo Testamento. Sin embargo, los principios subyacentes son los mismos. El pecado tiene que ser tratado, y todo el cuerpo tiene que lidiar con el pecado incluso de la minoría dentro del cuerpo.
En medio de estar lidiando con esta situación, a medida que avanzas en Números capítulo 25, otra crisis relacionada surge. El versículo 6 dice: «Y he aquí que un hombre, uno de los hijos de Israel, vino y presentó una madianita a sus parientes». Ahora, los madianitas y los moabitas, son términos intercambiables en este pasaje por propósitos prácticos. Así que uno de los hijos de Israel trajo una de estas mujeres extranjeras, la mujer madianita o moabita, a su familia «a la vista de Moisés y a la vista de toda la congregación de los hijos de Israel, que lloraban a la puerta de la tienda de reunión».
Así que ellos están en este proceso mientras Dios está juzgándolos y las personas están muriendo por la inmoralidad y por la idolatría. En medio de esa escena, la gente llorando, tal vez algunos hasta arrepintiéndose, otros llorando porque han perdido seres queridos que eran culpables de este pecado. Es como un caos en medio de la nación de Israel.
En medio de esa escena hay un pecado público y flagrante, donde este hombre, como para alardear su pecado, va y consigue una de estas mujeres moabitas y la lleva a su familia delante de todo el mundo. Ahora, ¿qué sucedió? Veamos el versículo 7:
«Y cuando lo vio Finees, hijo de Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, volteó la cabeza y dijo: «No deberían estar haciendo eso» ¿Fue eso lo que él hizo? No). Él se levantó de en medio de la congregación, y tomando una lanza en su mano, fue tras el hombre de Israel, entró en la alcoba y los traspasó a los dos, al hombre de Israel y a la mujer por su vientre. Y así cesó la plaga sobre los hijos de Israel. Y los que murieron por la plaga fueron veinticuatro mil» (vv. 7-9).
Ese es un pasaje violento, y no es uno de esos con los que nos sentimos cómodas. No es uno que deba repetirse en el día de hoy, quiero dejar eso muy claro. Pero el principio es que en este pasaje Dios pasa a elogiar a Finees por su celo por la gloria de Dios y por la pureza del pueblo de Dios.
Tienes que tratar con el pecado en el cuerpo. No lo puedes dejar desenfrenado y sin tratar. Tienes que lidiar con él. Lidiar con el pecado en el cuerpo de la forma en que Dios quiere se convierte en un freno a pecar para todo el cuerpo. Ayuda a la gente a temer al Señor y a adorarle correctamente. El pecado en el cuerpo de Cristo, en la familia de Dios, es como el cáncer, que si lo dejas sin tratar se extenderá y destruirá todo el cuerpo.
Ahora pasemos del ejemplo del Antiguo Testamento a uno en el Nuevo Testamento, que puede ser más útil para nosotras, sobre las instrucciones de cómo lidiar con algunas de estas situaciones.
Primera a los Corintios capítulo 5. Aquí tenemos una ilustración del hecho de que todo el cuerpo se ve afectado por el pecado de uno o de unos pocos, y todo el cuerpo tiene que estar involucrado en cómo lidiar con él. No puedes simplemente sentarte en la banca y ser pasiva.
Pablo dice en primera a los Corintios capítulo 5, versículo 1:
«En efecto, se oye que entre vosotros hay inmoralidad, y una inmoralidad tal como no existe ni siquiera entre los gentiles, al extremo de que alguno tiene la mujer de su padre. (Aquí está él hablando de una relación incestuosa). Y os habéis vuelto arrogantes en lugar de haberos entristecido, para que el que de entre vosotros ha cometido esta acción fuera expulsado de en medio de vosotros».
Ahora fíjate que él no está diciendo, «atraviésalo con una lanza», pero sí está diciendo, «expúlsalo de la comunión».
«¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?… En mi carta os escribí que no anduvierais en compañía de personas (sexualmente) inmorales –no me refería a la gente inmoral de este mundo, o a los avaros y estafadores, o a los idólatras, porque entonces tendríais que salir del mundo» (vv. 6 y 9).
Él dijo: «Yo no estoy hablando de hacerle frente a los paganos allá afuera que pecan. Debemos esperar que las personas que no conocen a Dios, vivan como quienes no conocen a Dios».
Sino que en efecto os escribí que no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose hermano (alguien que se hace llamar cristiano), es una persona inmoral (la implicación aquí es que esto es un patrón persistente y constante de), o avaro, idólatra, difamador, borracho, o estafador; con ese, ni siquiera comáis.
Lo que él está diciendo es que no puedes seguir pretendiendo que no hay problemas. No puedes simplemente seguir normal con tus compromisos, conviviendo, socializando, incluyendo a esta persona en tu comunión y en tus reuniones como si estuviera viviendo como un verdadero creyente. Él sigue diciendo:
«¿Por qué he de juzgar yo a los de afuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro de la iglesia?» (v.12).
Ahora bien, este juicio no se refiere a un sentido de ser crítica o de censurarlos, sino a juzgar en el sentido en que se trata de discernir dónde están espiritualmente y de tratar el tema adecuadamente.
«Pero Dios juzga a los de afuera». Pero entonces, ¿qué vamos a hacer nosotros? Aquí tenemos una cita de Deuteronomio que dice: «Expulsad de entre vosotros al malvado». (v. 13).
Esto nos lleva a todo este tema de la disciplina eclesiástica. La disciplina eclesiástica no es algo que se practica ampliamente en la iglesia de hoy, y no es una práctica fácil. Siempre es difícil, pero es absolutamente esencial para mantener la iglesia doctrinal y prácticamente pura.
Por cierto, esta es una de las razones, entre otras, de por qué es tan importante que cada una de nosotras sea parte de un cuerpo de una iglesia local. Tenemos gente que escribe regularmente a nuestro ministerio hablándonos acerca de problemas grandes en su matrimonio, en su familia, en sus relaciones, y en realidad no hay mucho que podamos hacer en esas situaciones.
Podemos animar a aquellas personas que están luchando con esto; podemos darles algo de la Escritura, pero si no están en una iglesia donde esa situación se pueda tratar bíblicamente, se están perdiendo del plan de Dios, del programa de Dios para ayudarles a lidiar con ese marido que no se arrepiente o con ese hijo o esa hija que se hace llamar creyente pero que no muestra verdadero arrepentimiento. Es importante que la iglesia trate bíblicamente con los que se hacen llamar creyentes mientras que están en la cama con el mundo.
Esa situación comprometedora, esa manera de adaptarnos o de acomodarnos puede tomar dos manifestaciones. Puede ser en forma de creencias o comportamiento, y esas dos no pueden separarse porque las creencias determinan la conducta o el comportamiento. Así que si toleramos la enseñanza o la doctrina no bíblica, falsa enseñanza o doctrina, eventualmente vamos a estar lidiando con la conducta o el comportamiento impuro o impío. Donde veas un comportamiento impuro, puedes estar segura de que hay una doctrina impura que va junto con él. Así que tenemos que hacerle frente a ambas cosas.
Y cuando hablamos de la doctrina, estamos hablando de doctrinas fundamentales, doctrinas centrales de la fe, donde la Escritura es clara, inconfundible en lo que es la verdad. Estamos hablando de la doctrina de:
- La autoridad de las Escrituras
- Quién es Dios
- La Persona y la obra de Jesucristo
- El evangelio, cómo un hombre es justificado delante de Dios
No hay lugar para el desacuerdo dentro de la iglesia en estos principios que son fundamentales, básicos de nuestra fe.
Pero hay doctrinas secundarias, hay enseñanzas secundarias, cosas donde la Escritura no es tan clara, y donde creo que aun la gente buena, gente de buena intención, sí puede estar en desacuerdo. No estamos hablando de echar fuera a las personas que no están de acuerdo con nosotras en cada jota o cada tilde. Estamos hablando sobre estos principios fundamentales de la fe.
Tenemos que lidiar, no solo con asuntos de creencias, sino también con problemas de conducta, con la santidad del pueblo de Dios. Porque a Dios le importa. Y esta fluye de la doctrina correcta.
Como he dicho, hay espacio para estar en desacuerdo sobre cuestiones secundarias de creencias y de conducta. El problema hoy es que somos tan propensas a dividirnos acerca de cuestiones secundarias y a comprometer los asuntos fundamentales y no negociables.
Todo este concepto de la disciplina eclesiástica es muy difícil de tolerar para nuestra época porque vivimos en una época inclusiva en una era tolerante. Esa forma de pensar ha llegado a la iglesia para quedarse. Queremos que las personas se sientan cómodas en la iglesia. Queremos que cada uno se sienta amado, aceptado e incluido. Pero Dios se preocupa por Su santidad y por Su gloria, Él quiere que las iglesias sean un entorno en el que los pecadores tengan convicción de pecado y se conviertan, donde los creyentes se arrepientan y sean transformados y santificados por Su gracia y el poder de Su Espíritu Santo. Si esto va a suceder, tenemos que estar dispuestas a enfrentar problemas de creencias doctrinales y de comportamiento que no están en conformidad con la Palabra de Dios.
Tenemos que hacerlo con humildad, con gracia, con un espíritu de mansedumbre, con un espíritu de amor. Pablo les dice a los creyentes de Corinto: «Deberían estar de luto por lo que está sucediendo, por lo que está pasando en su iglesia». No es que vayas por ahí con ira y con un hacha, y digas: «¡Fuera de aquí!» No, te duele, y haces todo lo posible para llamarlos a que se arrepientan y den media vuelta y cambien sus caminos. Pero si se niegan, nuestra meta es verlos ser restaurados a un lugar de obediencia y una vida recta y a la comunión con Dios y con Su cuerpo. Pero si esto no sucede, tenemos que estar dispuestos a ponerlos fuera de la comunión de la iglesia.
Ahora, permítanme decir, ese no es mi trabajo. Ese es el trabajo de aquellos a quienes Dios ha confiado el liderazgo espiritual de nuestras iglesias, nuestros pastores, nuestros ancianos. Pueden llamarlos de diferentes maneras en sus iglesias, pero ellos son los responsables de la dirección espiritual. Necesitamos apoyarlos, animarlos, levantar sus manos y hacer que sea más fácil para ellos el liderar e ir de uno en uno a convencer a aquellos que son culpables de falsa doctrina o de una vida impía, de modo que no tengan que llegar a esa situación de crisis en la disciplina eclesiástica.
Si esas situaciones se trataran de uno en uno, como hermanos y hermanas en el cuerpo, me pregunto ¿cuántas de ellas no llegarían a escalar hasta el punto en que lo hicieron en la iglesia de Pérgamo?
Pues bien, Jesús dice en Apocalipsis capítulo 2 a la iglesia en Pérgamo: «Por tanto, arrepiéntete; si no (es decir si estás tolerando estas cosas que suceden en el cuerpo de tu iglesia), vendré a ti pronto (vendré a la iglesia pronto) y pelearé contra ellos (¿quiénes son ellos? Son los que están promoviendo estas doctrinas y prácticas impías, los que están promoviendo la mundanalidad y el conformarse a ella); y pelearé contra ellos con la espada de mi boca» (v.16).
Jesús dice: «Si no confrontas estos problemas, Yo lo haré». Él dice: «Voy a hacer esto con la espada de mi boca»
Y de manera interesante, Balaam, quien promovió esta enseñanza de la mundanalidad en el Antiguo Testamento con los hijos de Israel, fue en realidad asesinado con una espada en una batalla entre Israel y los madianitas. Creo que eso fue solo como un presagio de lo que Jesús diría más adelante en Apocalipsis: «Si no te arrepientes, vendré. Haré guerra contra ellos con la espada de mi boca».
Es la Palabra de Dios que expone y que vence el engaño. Es la única arma que puede lidiar con el pecado y con el error. En las épocas pasadas de la historia, la iglesia ha estado muy equivocada en cosas como la Inquisición o las Cruzadas.
Uno no se enfrenta con enseñanzas y doctrinas falsas con espadas físicas. Uno no se enfrenta a esto con gritos, discutiendo, o creando leyes. Uno se enfrenta con la falsa enseñanza y con la conducta impía, con la espada del Espíritu, la Palabra de Dios, el poder de esa Palabra, que salva a los que la reciben, y destruye a aquellos que la rechazan.
La doctrina de Balaam, la cual tienen algunas de nuestras iglesias hoy en día, es la enseñanza que promueve el compromiso con el mundo, y debe ser enfrentada. Los que se niegan a arrepentirse deben ser excluidos de la comunión de la iglesia. No pueden seguir llamándose miembros de una iglesia por conveniencia o por estar en buenas relaciones. Esto es por su bien, con el objetivo de que sean restaurados a esa comunión. Y es también por el bien de la iglesia. Es por amor a Cristo, y por todas esas razones, «sáquenlos», dice Jesús. Si no los sacamos, Jesús lo hará. De alguna manera Él ejecutará Su juicio que es justo.
Es un gran dolor para mí hoy, y sé que para muchas de ustedes también, que la iglesia de hoy en día está teniendo un amorío con el mundo. Estamos adorando a los dioses del sexo, el dinero y el poder al igual como lo hace el mundo en las vidas de los impíos. Somos tan parecidos al mundo, que no podemos distinguirnos del mundo. Como resultado, la iglesia está fallando en cumplir los propósitos santos de Dios en este mundo, en ser la luz que Dios quiso que fuera.
Nuestro testimonio se ha vuelto ineficaz, y a la iglesia de esta época, creo que Jesús le diría lo que le dijo a esta iglesia en Pérgamo: «Arrepiéntete. No sigas por ese camino. Arrepiéntete».
Débora: La disciplina en la iglesia es un tema con el que nadie espera tener que lidiar, pero es algo para lo que debemos estar preparadas, y Nancy nos ha estado ayudando a entender esto.
Hemos estado estudiando la carta de Cristo a la iglesia en Pérgamo como parte de la serie, Comprometiendo la verdad.
Si la Biblia aborda algún asunto, no queremos dejarlo de lado aquí en Aviva Nuestros Corazones. Nancy nos muestra cómo incorporar toda la Biblia en nuestras vidas como mujeres. ¿Aprecias la fidelidad que tiene Nancy a la Palabra de Dios? ¿Nos ayudarías a continuar? Aviva Nuestros Corazones no existiría si no fuera por oyentes como tú que nos ayudan a cumplir con nuestras necesidades financieras.
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Mañana, Nancy nos recordará por qué debemos huir del pecado. Es para que podamos experimentar el gran gozo de estar cerca de Dios. Ella te mostrará varias razones positivas para tomar una decisión saludable, aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Fijando nuestros ojos en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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