Conocer vs sentir
Annamarie Sauter: ¿En que se basan tus acciones, en lo que sabes o en lo que sientes?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Si no lo siento, no debe ser verdad».
Annamarie: Muchas veces pensamos así aunque no lo decimos…
Nancy: Aquí es donde yo creo que muchas mujeres terminan afectadas emocional y espiritualmente. Ellas están confiadas en que sus sentimientos son un barómetro exacto de la verdad.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Así como disfrutamos los momentos lindos de la vida, nos afligimos en situaciones dolorosas. Y ¿qué hacemos cuando la vida duele? Somos tentadas a actuar en base a lo que sentimos en el momento, pero es importante aprender a actuar según lo que sabemos que es verdad. Hoy damos inicio a una serie de enseñanzas de Nancy a través de las cuales ella nos ayuda a hacer precisamente …
Annamarie Sauter: ¿En que se basan tus acciones, en lo que sabes o en lo que sientes?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Si no lo siento, no debe ser verdad».
Annamarie: Muchas veces pensamos así aunque no lo decimos…
Nancy: Aquí es donde yo creo que muchas mujeres terminan afectadas emocional y espiritualmente. Ellas están confiadas en que sus sentimientos son un barómetro exacto de la verdad.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Así como disfrutamos los momentos lindos de la vida, nos afligimos en situaciones dolorosas. Y ¿qué hacemos cuando la vida duele? Somos tentadas a actuar en base a lo que sentimos en el momento, pero es importante aprender a actuar según lo que sabemos que es verdad. Hoy damos inicio a una serie de enseñanzas de Nancy a través de las cuales ella nos ayuda a hacer precisamente eso.
Nancy: Estamos hablando acerca de cómo algo que conocemos intelectualmente puede ser muy diferente de lo que llega al corazón. Yo creo que la victoria empieza con lo que sabemos. Si tú no conoces la verdad, entonces esta nunca va a llegar a tu corazón.
Hay mucha gente que conoce mucho de la verdad, pero esa verdad nunca afecta la forma como se siente, o como vive, o actúa, o como responde. Pero una vez que conocemos la verdad, es en ese momento cuando necesitamos comprometernos con todo este proceso de santificación para cada área de nuestras vidas.
En primer lugar está lo que pensamos. La batalla empieza en la mente, porque mientras nos aferremos a las mentiras, estas continuarán controlando la forma en la que nos sentimos y la forma en que vivimos. Pero una vez conocemos la verdad y la hemos aceptado intelectualmente, entonces necesitamos la función del Espíritu.
Y es el trabajo del Espíritu, santificar, limpiar, lavar, y renovar cada una de las áreas de nuestras vidas, nuestras emociones, nuestra voluntad y nuestro comportamiento. Yo creo que para nosotras las mujeres, las emociones son nuestro punto débil. Porque muchas veces conocemos la verdad, pero porque no lo sentimos, nuestra conclusión es: «Bueno si no lo siento, entonces no debe ser verdad».
Ahora, seguro que no lo diríamos así, pero por lo general, lo que más nos importa a nosotras las mujeres es lo que sentimos, más aún que lo que sabemos es realmente la verdad. Yo creo que aquí es donde muchas de las mujeres terminan afectadas emocional y espiritualmente. Ellas están confiadas en que sus sentimientos son un barómetro exacto de lo que es la verdad. Yo creo que este es un principio que nosotras las mujeres debemos tener muy pendiente durante toda nuestra vida, y es no darle mucho crédito a nuestras emociones.
Los sentimientos en sí mismos no son malos, no son inherentemente pecaminosos, pero pueden ser muy engañosos. No hay un día que pase en el que yo no tenga que examinar mis emociones. Porque por lo regular mis emociones siempre tienden a llevarme a creer y hacer cosas que no son consistentes con la Palabra de Dios. Y yo quiero llegar a ser disciplinada en esta área de mis emociones.
Una cosa es disciplinar nuestros cuerpos, pero otra cosa es disciplinar nuestras mentes. Todas reconocemos que es muy difícil decirles a nuestras emociones, «no van a gobernar mi vida». Mis sentimientos pudieran ser algo como esto: «Es que no tuve muchas horas de sueño en las últimas noches, o estoy en tal o cual etapa de mi vida, o estoy en ese día del mes», o donde sea que nos dirijan. Tenemos que disciplinar nuestras emociones. Tenemos que ser muy disciplinadas en esta área.
Pero yo creo que la misma cosa que santifica nuestras mentes, la Palabra de Dios, es también lo que santifica nuestras emociones. Es un proceso. No sucede simplemente con seis semanas de citas de consejería. No sucede con solo sentarte en la iglesia el domingo en la mañana y escuchar la Palabra. Sucede cuando hago un compromiso de lavar todo mi ser con la Palabra de Dios, un día tras otro.
Es la Palabra la que nos sana, nos limpia, nos renueva. Me doy cuenta que si no soy consistente con lo que yo llamo mega dosis de la Palabra en mi alma, mis emociones serán mucho más fuertes, estarán mucho más elevadas y fuera de proporción de lo que debieran estar. Y tenderé a hacerle caso a mis emociones porque son muy poderosas, particularmente en nosotras las mujeres.
He visto al Señor una y otra vez tomar el control sobre mis emociones cuando estas están fuera de control. Es asombroso cómo un miembro de la familia puede decir algo sin importancia, algo que si es dicho por otra persona no te irrita tanto, no duele de la misma forma. Pero si viene de esa persona de quien quieres tener aprobación, eso hiere tus emociones. Tú sabes lo que es darle vueltas y vueltas en la cabeza a esa irritación por largo tiempo, obsesivamente, hasta que ya lo ves totalmente fuera de proporción, y ese pensamiento comienza a controlarte, comienza a dirigirte.
La próxima vez que ves a esa persona, estás lista para matarla. Entonces te detienes y dices, «pero espera un minuto, son las emociones las que están manejando mi vida».
Y he visto al Señor muchas, muchas veces tomar la Palabra y usarla para controlar, para manejar, para dirigir mis emociones.
Me encanta lo que hago. Yo amo mi ministerio, amo a la gente –la mayoría del tiempo– pero hay muchos momentos, cuando en mi propia fatiga, o mis debilidades, o por sentirme inadecuada e incapaz, no me siento a la medida de lo que Dios está esperando de mí, o no puedo responder a los retos que Él está poniendo en mi vida que muchas veces tienen que ver con mis relaciones.
Es ahí entonces cuando debo recurrir a la Palabra de Dios, de rodillas, y decir, «Señor, lava mis emociones».
Dios puede hacerlo en un momento. Él puede hacerlo con un pasaje particular, con una palabra específica, pero yo creo que la clave es que esto ocurre al pasar el tiempo. Ocurre en semanas, meses y años, de permanecer fielmente en la Palabra de Dios, meditando en ella, memorizándola, recitándotela a ti misma y a otros, cantándosela de vuelta al Señor... O cualquier cosa que tengas que hacer para grabarla dentro de tu corazón.
Y ese es el fundamento. Cuando tienes esas emociones que van en todas las direcciones, o esa palabra hiriente penetra, o cuando viene ese recuerdo de algo muy doloroso que te pasó en tu niñez… Tal vez alguien pecó contra ti, y ese recuerdo vuelve otra vez. Tal vez es el rostro de esa persona que arruinó tu matrimonio, esa ex pareja, ese maestro o esa niñera que lastimó tu hijo o tu hija. Esa imagen, ese rostro viene a tu mente y tus emociones solo desean castigarla. Tú quieres estar amargada, tú quieres estar enojada, quieres aferrarte, alimentar y atesorar todos esos sentimientos.
Pero si tú has puesto el fundamento sólido de pensar bíblicamente acerca de Dios, acerca de ti misma, acerca de tus circunstancias, y de los propósitos y los planes de Dios, entonces durante el momento de crisis, o en el momento de estrés, o en esos momentos cuando las emociones están corriendo sin parar, podrás ir de regreso a la Palabra de Dios y mantenerte rápidamente aferrada a la verdad.
Pero si no lo has estado haciendo por un largo tiempo, quizás semanas o meses, o años, entonces cuando estés en la crisis y abras tu Biblia y le digas, «Dios, haz algo con este problema», quizás Dios te dé de Su gracia y te dé justamente la palabra necesaria, el versículo que te ministre en ese momento. Pero no tendrás la reserva, no tendrás el pozo del cual puedes extraer las verdades para suplir y para llenar tus necesidades en ese momento. No puedo dejar de mencionar la importancia de esto.
A menudo digo que si tan solo tuviera un solo mensaje para compartir con las mujeres, sería el mensaje sobre la vida devocional. Y con esto no me estoy refiriendo simplemente a hacer devocionales.
Me refiero al hábito diario de tomarnos tiempo a solas con el Señor para cultivar nuestra relación con Él, para llegar a conocerlo en Su Palabra, respondiendo a Él en alabanza, en admiración, en oración, en humildad, en confesión y arrepentimiento, ingiriendo la Palabra. Gracias a la influencia de mis padres yo desarrollé el hábito de leer las Escrituras. Ellos desde el momento en que se convirtieron a Cristo empezaron a leer las Escrituras diariamente. Y con ese ejemplo en mi hogar, he leído las Escrituras ya no sé cuántas veces. No hay una sola forma correcta de hacerlo, pero sí sé que mi necesidad es mucha. Entonces trato de entrar una mega dosis de las Escrituras dentro de mi sistema.
Cuando te resfrías, ¿has visto como te dicen que tomes mucha vitamina C y equinacea y que bebas mucha agua? Bueno ese es un ejemplo de lo que debes hacer con la Palabra, empiezas a meterla de forma masiva en tu sistema.
Bueno, si como estilo de vida estás consumiendo la Palabra de Dios, entonces no carecerás de reservas. Y los retos, y el dolor, y las heridas que vienen con la vida, porque vendrán (no puedes evitarlos), en la medida en que vengan a tu vida, tendrás la habilidad para responder a esos problemas porque tu corazón está aferrado a la verdad. Y eso no sucede de la noche a la mañana. No hay atajos para esto. Es un estilo de vida, muy parecido a la dieta física.
Una cosa es empezar una dieta de comida saludable por seis meses —lo cual no es una mala idea— pero sería mucho mejor si realmente te interesara tu condición general, tu condición física general, y te interesaras por tener un estilo de vida saludable.
Acabo de hacer un gran cambio en mi estilo de alimentación, y estoy comprometida en eso, no solo por un corto período de tiempo pero, si el Señor lo permite, por el resto de mi vida. Y lo acabo de decir, así que ahora estoy obligada a hacerlo. Pero sé que eso es lo que necesito y sé que eso es lo que va a hacer la diferencia. Ha sido un cambio drástico, pero sé que si lo hago solo por un poco de tiempo no habrá mucha diferencia. Tiene que ser una meta a largo plazo. Y eso es difícil.
El meternos en la Palabra de Dios cada día y dejar que esta nos ministre y nos lave, es difícil. Estamos ocupadas y el tiempo para ello nunca llega. Necesitamos tomar decisiones, necesitamos ser responsables. Esto significa que algunas veces fallaremos –pocas o muchas veces– pero debemos levantarnos y continuar otra vez y decir, «no es una carrera de corta distancia la que estoy corriendo, es un maratón, es a campo traviesa, es algo a largo plazo, estoy decidida a hacerlo».
Y necesitamos comprometernos a ayudarnos unas a otras. Este es el compromiso que creo que realmente nos dará la gracia para obtener la sanidad de nuestras emociones dañadas y que nos dará las reservas para responder cuando nuestras emociones sean retadas.
A veces nos vemos en esa situación cuando valoramos mucho nuestras emociones. Nos volvemos muy débiles espiritualmente. El problema es que nos hemos acostumbrado a pensar que lo que sentimos es real, y es porque les hemos dado mucha importancia a nuestras emociones. Y muchas veces mis sentimientos no tienen conexión con la realidad.
Ahora bien, no es que las circunstancias no sean reales. Hay cosas que son dolorosas, hay cosas que son difíciles y hay retos. No es que estemos exagerando, bueno, aunque a veces sí somos emocionales sin razón. Pero a veces realmente hay razones relacionadas con nuestra salud, o con tiempos de pérdida y de sufrimiento.
El otro día estaba hablando con alguien acerca del número de funerales a los que he asistido durante mi vida; llorando con personas de mi propia familia, o junto a otras familias; experimentando pérdidas que van desde personas ancianas hasta bebés pequeños… Cosas que son inexplicables y difíciles de comprender cuando se trata de alguien cercano.
Esas son emociones naturales y no son necesariamente pecaminosas o malas. Lo que está mal es dejar que esas emociones dicten la forma en que voy a vivir o dejar que esas emociones me lleven a creer algo que no es verdad. El hecho de que esté sufriendo, que sienta perdida o que sienta dolor, no significa que Dios no está interesado, no significa que no voy a sobrevivir. Tal vez sienta que no voy a sobrevivir esto, pero eso no es verdad.
El hecho de que yo me sienta mal no es necesariamente malo o pecaminoso. Tal vez haya circunstancias que realmente me hagan sentir mal. Lo que es pecado es cuando permito que mis emociones sean las causantes de empezar a pensar cosas que no son verdaderas, y entonces alimentar esos pensamientos para después empezar a actuar en base a mis sentimientos.
Personalmente, muchas veces me tengo que obligar a mí misma a enfrentar los problemas y cuando no puedo hacerlo por mí misma —y ciertamente he estado ahí— he pedido a Dios que me rodee con personas que me ayuden a hacerlo. Porque para eso es el cuerpo de Cristo.
Durante esos tiempos es muy bueno tener una amiga misericordiosa o un amigo misericordioso que pueda poner sus brazos alrededor tuyo y decirte, «¿sabes qué? Estarás bien, vas a sobrevivir».
Pero te digo algo, por la manera en que estoy constituida y por mi forma de ser, en esos momentos, también necesito personas que puedan venir a decirme, «piensa solamente en lo que es verdad». Personas que me reten y que me obliguen a enfrentar la verdad.
Y también ha habido ocasiones en las que he dejado que mis emociones se salgan de control. Te digo algo sobre mis emociones: si les doy una pulgada, se toman una milla. Y hay algunos pensamientos y sentimientos que no puedo darme el lujo de soltar.
El problema es que a nosotras nos gusta vivir con esas emociones. Queremos alimentarlas. Queremos saborear otra vez esos pensamientos. Queremos pensar y pensar sobre ese dolor. Tenemos que llegar a ser disciplinadas espiritualmente y decir, «no puedo permitirme continuar teniendo malos pensamientos en contra de esa persona, aunque lo que me hicieron sin duda alguna fue muy malo. Tengo que escoger el camino del perdón».
Recuerdo específicamente una situación en la que fui muy lastimada por algo que se dijo durante una reunión en la que estaba presente. Era una especie de acusación que fue dirigida hacia mí. Yo sentí que esto era totalmente injustificado, no era verdadero. Venía de alguien cuya aprobación era importante para mí. Esto fue hecho en público en una reunión y yo estaba muy dolida. Solo recuerdo haberme ido a mi casa llorando, me estaba doliendo muy profundamente. Luché por varias horas, hasta la mañana siguiente con este problema.
Una parte de mi (yo no lo hubiera admitido en ese momento) realmente quería estar enojada con esa persona. Quería aferrarme a ello, no quería liberarlo. Pero yo sabía en mi corazón que el único camino a mi libertad era dejarlo ir; escoger el camino del perdón. Creerías si te digo que a la mañana siguiente, durante mi tiempo de devoción –sé que sí lo creerás, porque Dios hace esto muy a menudo– estaba justo leyendo las Escrituras. Estaba en Mateo capítulo 5, en las bienaventuranzas, en el Sermón del Monte, donde Jesús está hablando sobre el perdón.
Perdón. Él solo dijo, «hazlo». Y te diré que sentía que para mí era como si me estuviera forzando a abrir los dedos de mi puño cerrado, porque yo todavía estaba sintiendo muy intensamente las heridas de aquellas palabras y me sentía muy a la defensiva.
En mi mente estaba imaginándome maneras en las que pudiera aparentar ser espiritual mientras estaba hiriendo a esa persona como me había herido. Y yo quería aferrarme a ello. Quería asegurarme de que esa persona supiera cuánto mal me había hecho y cuánto me había lastimado y para ese entonces mis emociones estaban fuera de control.
Pero la Palabra de Dios me decía, «perdona, libéralo». Mis sentimientos gritaban lo opuesto: aférrate, sujétalo, ataca. En realidad no iba a tener un ataque de gritos, pero conocía algunas formas muy sutiles con las que podía hacer a esta persona sentir dolor. Pero Dios me dijo, «no» y entonces me encontré enfrentándome a una decisión.
Conocí la verdad durante la noche anterior, pero no traté con ello inmediatamente sino que lo dejé seguir por horas, y algunas de nosotras hemos hecho esto, no solo por horas, sino por semanas, por meses. Yo he estado ahí también. Algunas han vivido por años rehusándose completamente a perdonar. Entonces tus emociones se convierten en el «dios» de tu vida. Has quitado a Dios de Su trono –no que a Dios se le pueda quitar de Su trono– pero en tu vida estás actuando como si Él no fuera Dios.
Bueno, pues me acerqué a mi silla donde paso mi hora de comunión íntima con Dios, y me arrodillé allí y solo con un acto de mi voluntad dije, «yo perdono, lo dejo libre. Estoy cediendo el derecho de alimentar este dolor. Estoy cediendo el derecho a continuar viviendo en esto. Estoy cediendo el derecho a mi reputación, a lo que esta persona o cualquier otra persona de ese salón pueda pensar de mí. Me rindo por completo. Estoy dejando ir, liberando a esa persona».
Y después, por supuesto, lo que más nos ayuda con esto, especialmente cuando esto involucra personas que nos han lastimado, es dar un paso más allá: cuando devolvemos bendición por maldición; cuando buscamos formas de invertir en las vidas de aquellas personas que nos han lastimado, buscando ver cómo esa persona nos habló de esa forma mostrando su necesidad de ser ayudada, y esto es lo que se ha revelado.
Por eso es que Romanos capítulo 12 versículo 20 dice: «Si tu enemigo…» Está hablando aquí acerca de regresar bendición por maldición. Entonces nos dice que vayamos un paso más allá. «Si tu enemigo tuviere hambre dale de comer».
Está diciendo realmente, «tu enemigo está demostrando por la forma en que te ha tratado que él tiene una necesidad en su vida». Trata de encontrar la forma de saber cuál es esa necesidad. ¿Está hambriento? ¿Está sediento? ¿Alguna vez, él o ella han recibido una bendición en su vida? ¿Qué necesidad están manifestando? Y después pídele a Dios que te muestre cómo puedes ser un instrumento de ayuda para llenar esa necesidad.
Tú puedes llegar a ser un instrumento de sanación en la vida de esa otra persona, pero creo que el poder está en cómo eso nos sana también a nosotros. Nos está liberando. En la medida en que empiezas a orar por aquellos enemigos, por aquellas personas que te han dañado; en la medida que oras por las bendiciones de Dios en las vidas de ellos, para hacerles bien, para amarlos, para bendecirlos, te darás cuenta que ya no puedes continuar odiando a la persona por quien estás orando.
Tú no puedes estar por un lado alimentando el enojo, los celos, la hostilidad o los sentimientos competitivos, y a la misma vez, orar para que Dios bendiga a esa persona. No hay espacio en tu mente para ambos pensamientos al mismo tiempo. Entonces reemplaza —desplaza y reemplaza— la negatividad, el enojo, la amargura, el resentimiento y las emociones fuera de control por pensamientos que sean puros, verdaderos y buenos. A medida que inviertes en la vida de esa persona, Dios te libera de las ataduras de esas emociones.
Annamarie: Has estado escuchando una enseñanza de Nancy DeMoss Wolgemuth que es parte de la serie, Qué hacer cuando la vida duele.
En Aviva Nuestros Corazones queremos que encuentres libertad, plenitud y abundancia en Cristo, y sabemos que tú puedes ser liberada de la amargura que alguna situación dolorosa ha traído a tu corazón. Y te animo a que, si conoces a alguna mujer que puede ser bendecida a través de este programa, lo compartas con ella. Hazlo por medio de diversas plataformas, a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com.
Cuando alguien te habla de manera cruel es como si estuviera prendiendo un fósforo…pero tu respuesta puede apagar la llama o añadir combustible.
Nancy: No hagas maldad, no peques al responder al pecado de los demás. En lugar de ello haz el bien. Es Cristo haciendo el bien en ti y a través de ti. Él es quien nos da la gracia, el deseo y el poder para hacerlo. Pedro dice: «Busca la paz y síguela».
Annamarie: Asegúrate de acompañarnos para este próximo programa.
Invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana sino a tener una vida abundante en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
La lectura para hoy en el Reto Mujer Verdadera 365 es 1 Crónicas capítulos 17 al 19.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
Vivir Es Cristo, Jonathan & Sarah Jerez, Vivir Es Cristo ℗ 2013 Jonathan & Sarah Jerez.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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