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Débora: Si le das un regalo valioso a alguien y esa persona nunca lo abre, ¿no te daría tristeza?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios te ha dado uno o más dones espirituales. Estos no son talentos, habilidades naturales. Estamos hablando de uno o más dones que Dios te ha dado como parte del cuerpo de Cristo, y necesitas encontrar dónde puedes usar, dónde puedes poner en operación esos dones dentro del contexto de tu iglesia local.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 17 de mayo de 2024.
En los últimos episodios hemos estado profundizando en la importancia del cuerpo de Cristo y de las iglesias locales. Tu iglesia local ciertamente no es perfecta, y nunca lo será, pero necesitas conectarte con otros creyentes. ¿Cómo lo haces? Hoy escucharás algunas sugerencias prácticas como continuación de la serie titulada: «¿Quién necesita …
Débora: Si le das un regalo valioso a alguien y esa persona nunca lo abre, ¿no te daría tristeza?
Nancy DeMoss Wolgemuth: Dios te ha dado uno o más dones espirituales. Estos no son talentos, habilidades naturales. Estamos hablando de uno o más dones que Dios te ha dado como parte del cuerpo de Cristo, y necesitas encontrar dónde puedes usar, dónde puedes poner en operación esos dones dentro del contexto de tu iglesia local.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 17 de mayo de 2024.
En los últimos episodios hemos estado profundizando en la importancia del cuerpo de Cristo y de las iglesias locales. Tu iglesia local ciertamente no es perfecta, y nunca lo será, pero necesitas conectarte con otros creyentes. ¿Cómo lo haces? Hoy escucharás algunas sugerencias prácticas como continuación de la serie titulada: «¿Quién necesita la iglesia?».
Nancy: Permítanme comenzar con algo que parece básico, pero que es algo que mucha gente parece no comprender hoy en día, y es que debes estar presente en tu iglesia. Debes asistir a los servicios. Asiste fielmente. Pero aun así algunos se preguntan: «Puedo obtener buenas enseñanzas en muchos otros lugares, entonces ¿por qué tengo que ir? Solo voy a un edificio a escuchar un mensaje y tal vez no es un mensaje tan bueno como los que puedo escuchar por internet, radio o televisión».
¡Escucha! La radio o el internet pueden transmitir información, pero no pueden reemplazar la comunión de unos con otros, la comunidad. Necesitamos escuchar la Palabra de Dios juntos. Necesitamos vivirla juntos. Necesitamos caminar juntos en nuestra fe. Tú necesitas de las personas que asisten a tu iglesia y ellos te necesitan a ti.
Ausentarte o no ser consistente en tu asistencia es como un matrimonio o una familia donde sus miembros nunca se ven. Nunca están el uno con el otro. Nunca se sientan juntos a comer. Están dispersos. ¿Qué tipo de relación pueden desarrollar como familia si nunca están juntos, si siempre van en direcciones distintas?
Y puedes estar segura de que tendrán problemas. Esto no significa que no sean una familia, pero seguro van a tener problemas. Y no tendrán intimidad si no pasan tiempo juntos.
Si no estás conectada a una iglesia local, si no asistes, terminarás aislada, sola, amargada. Yo te diría: «Ve cuando quieras ir y ve también cuando no quieras ir».
He sido bendecida, y lo he sido toda mi vida, al estar conectada a la vida de iglesias locales que realmente aman a Cristo y honran Su Palabra. Ninguna de ellas es perfecta, porque yo estoy allí—entre otras razones. Pero son iglesias que honran a Dios y Su Palabra. Estoy muy agradecida por eso.
Pero déjame decirte, siendo mi carne lo que es, que muchos, muchos días del Señor por la mañana cuando me levanto pienso: «Ohhh, ¿ir a la iglesia?, ¿esta mañana? Estoy cansada. He tenido una larga semana. He estado viajando». Ha habido momentos en que he estado muy tentada, y a veces, he cedido a la tentación de simplemente quedarme en casa en ese momento en particular.
Pero cuando me levanto, me visto, voy a la iglesia, me pongo bajo la autoridad de la Palabra de Dios predicada y me encuentro con el pueblo de Dios, sin importar cómo me sentí al hacerlo, siempre me alegro de haber ido. Salgo diciendo: «Estoy muy agradecida por el pueblo de Dios. Estoy agradecida por el ministerio de la Palabra». Ahora mismo estoy ministrando la Palabra de Dios a otros y necesito ir a la iglesia para ser una adoradora, para arrepentirme, para estar bajo la predicación de la Palabra de Dios. Ve cuando tengas deseos de ir y ve cuando no tengas deseos de ir.
Permítanme decir unas palabras de advertencia aquí sobre el peligro de ir saltando de iglesia en iglesia. Recibes un poco de esto por aquí y un poco de aquello por allá. Vas a esta iglesia para este programa y a esta otra iglesia para este otro programa; o cada dos años cambias de iglesia. Mucha gente está inquieta y descontenta, ¿pero qué sucede cuando vas de iglesia en iglesia sin una razón bíblica sólida? Es como cambiar a tu pareja por otra persona. Tus problemas van contigo donde quiera que vayas. Lo que suele pasar es que intercambias unos problemas por otros.
Te aconsejo que encuentres el lugar donde Dios quiere que estés. Conéctate. A menos que Dios te lleve fuera de allí por razones bíblicas (y hablaremos de eso más adelante en esta serie), quédate allí. Ve allí. Asiste fielmente. No simplemente ocupes un lugar en la iglesia para ser una espectadora.
Ahora, suponiendo que vas a la iglesia: ¿Cómo vas a la iglesia? Bueno, te diré algo, no vayas a sentarte y a ser solo una espectadora. No simplemente vayas a sentarte el domingo por la mañana a escuchar y ya, a observar, a dejar que te entretengan, a ver si el predicador es un comunicador brillante y fascinante, a asegurarte de que la música sea algo que puedas realmente disfrutar como si fueras a un concierto—simplemente para sentarte y disfrutar.
Quiero decir, hay un sentido en el que permitimos que todo lo que ocurre durante el culto (o servicio) nos limpie y nos cubra con la Palabra de Dios, pero no vayas solo a sentarte y a observar. Ve a encontrarte con Dios en compañía de Su pueblo. Ve esperando escuchar a Dios. Y ten en cuenta que a medida que el culto se desarrolla, no solo te encontrarás con Dios, porque puedes hacer esto en tu habitación, pero lo que no puedes hacer en tu habitación es encontrarte con Dios en compañía de Su pueblo, en compañía de Su cuerpo.
Y déjame decirte que no se trata solo de los que se reúnen en tu iglesia—sea esta grande o pequeña. Son muchos los que están reunidos en todo el mundo adorando al Señor en Su día, unidos en sus corazones. Me encanta pensar en esto los domingos. Imagina que durante todo el día hay iglesias en diferentes lugares del mundo, con diferentes horarios, que se reúnen en el nombre de Cristo y tú eres parte de esa gran reunión y comunión de los santos. Así que ve a encontrarte con Dios y a conectarte con el pueblo de Dios.
Ve y sé una bendición. Asiste a la iglesia para servir y para dar. Y quizás alguna de ustedes esté pensando: «pero no conozco a las personas en mi iglesia y nadie se acerca a mí. La iglesia es muy hostil». Bueno, pues acércate tú a alguien y salúdale. ¡Conoce gente! Saluda a las personas. Da el primer paso.
La gente piensa que soy extrovertida pero en realidad soy bastante introvertida. Es difícil para mí acercarme a nuevas personas y presentarme. Pero tengo que hacerlo y el Señor tiene que ayudarme, porque sé que es importante, así que lo hago. Preséntate, apréndete los nombres de las personas. Una y otra vez Pablo les dice a las iglesias en sus cartas en el Nuevo Testamento: «Salúdense unos a otros». Eso podría considerarse un mandato bíblico pues lo vemos por lo menos en siete ocasiones en sus cartas.
En Romanos capítulo 16, al final de la carta, Pablo nombra a las personas que quiere saludar allí. Él dice: «Saluda a Priscilla y Aquila, quienes han sido compañeras de trabajo en mi ministerio para Cristo Jesús. Saluda a mi querido amigo Epeneto que fue la primera persona en convertirse en cristiano en la provincia de Asia. Saluda a María, quien ha trabajado mucho para vosotros. Y luego están Andrónico y Junias, mis parientes, que estaban en prisión conmigo. Saluda a Amplias, a mi querido hermano en el Señor a quien amo, y a Urbano, nuestro compañero de trabajo en Cristo, y al amado Estaquis» (vv. 3-9, parafraseados). Y una y otra vez y él termina con estas palabras: «Salúdense en amor cristiano» (v.16, parafraseado).
Tan solo en ese pasaje Pablo saluda a veintiséis personas. Él conocía a esas personas. A muchos de ellos no solo los llamó por nombre, sino que menciona algo que conocía y apreciaba de su servicio a Cristo.
Esto me habla de la importancia de las relaciones en el cuerpo de Cristo. Me dice que las personas son importantes. Son importantes para Dios. Sus nombres son importantes. Y nosotras necesitamos que nos importen. Puedes estar segura de que todas esas personas: Andrónico, Amplias, Urbano, Epeneto. . . todas esas personas tenían necesidades espirituales. Todos tenían sus fallas igual que nosotras. No había súper santos en esa iglesia en Roma al igual que no los hay en tu iglesia ni en la mía.
Incluso cuando Pablo escribe a la iglesia de Corinto, plagada de conflictos, carnalidad y confusión doctrinal, dice al final de 2Corintios 13: «Saludaos los unos a los otros con beso santo» (v. 12). Ámense. Él no dice en esta iglesia que tiene problemas enormes: «Sal de la iglesia o ve a buscar otra iglesia». Él desafía a estos creyentes a tratar estos temas con genuino amor y humildad.
Entonces, cuando vayas a la iglesia, no esperes que las personas se te acerquen y sean amigables. Toma tú la iniciativa, acércate a las personas, sé amigable con los demás, muestra interés en las personas, en sus hijos. Si estás sola y te sientes sola busca personas que estén allí solas. Busca a otras solteras o mujeres casadas con esposos no creyentes que no asisten a la iglesia con ellas; busca a las viudas.
Alguien dijo que «Puedes hacer más amigos en dos meses si te interesas en otras personas, que en dos años si intentas que otras personas se interesen en ti». Entonces, haz preguntas: «¿Cómo te va? ¿En serio, cómo te va? ¿Cómo puedo orar por ti?»
En mi iglesia hay una señora que se acerca a mí casi todos los domingos cada vez que la veo. Invariablemente —es casi lo primero que sale de su boca– me dice, «¿cómo puedo orar por ti?» Y ella ora por mí. Vive a cierta distancia, así que no nos vemos durante la semana. Solo la veo en la iglesia los domingos; pero ella ora por mí. «¿Cómo puedo orar por ti?» Ora por las personas, ora con las personas y hazlo en la iglesia.
¿Te digo algo?, la iglesia comenzará a ser mucho menos como una organización y mucho más como un organismo—como un cuerpo sano y funcional—si tan solo nos detuvieramos y oraramos unos con otros. Cuando voy a la iglesia busco oportunidades para que Dios traiga personas a mi camino, personas que necesitan una palabra de aliento, que necesitan que alguien ore con ellas. No solo saludas casualmente a las personas que conoces, como canicas que resuenan en una lata grande y que chocan unas con otras. Acerquémonos unos a otros. Pregunta: «¿Cómo puedo orar por ti?»
En las últimas semanas he tenido la oportunidad en mi iglesia de orar con una mujer que tiene una condición física debilitante y crónica. Es una mujer joven y esta condición ejerce mucha presión sobre su familia. Nos detuvimos allí en un lugar de la iglesia y oré con ella y por ella.
También tuve la oportunidad de orar con una joven que está embarazada. Su bebé estaba a punto de nacer y ella es madre de muchos niños y estaba exhausta. Estaba pasando por momentos difíciles hacia el final de su embarazo, y nos detuvimos allí en el pasillo de la iglesia y oramos para que la gracia de Dios estuviera con ella y con ese bebé durante esa semana.
Hace un tiempo tuve la oportunidad de orar con otra madre exhausta cuyo esposo está pasando por una crisis de mediana edad. Él estaba evaluando su carrera y ella y yo simplemente nos detuvimos y oramos. No fue largo, solo fue cuestión de minutos.
Otra mujer me dijo: «Necesito hablar contigo, ¿podemos hablar?» Así que la llamé el domingo por la tarde y ella abrió su corazón sobre su hijo que está tomando algunas decisiones equivocadas. Ella estaba muy triste y oramos juntas. Puede que digas: «No me siento cómoda haciendo eso». Bueno, ¿sabes qué? Nunca te sentirás cómoda haciendo esto hasta que comiences a hacerlo. Simplemente hazlo. No tienes que ser elocuente, no tienes que ser una gran líder, una maestra o una súper santa. Solo pregunta: «¿Cómo puedo orar por ti?». Simplemente lleva a esa persona al trono de la gracia.
Cuando vayas a la iglesia bendice. Bendice a esas mamás con todos esos niños alrededor de ellas. Alienta a esas madres y diles cuán agradecida estás por su dedicación a la familia». Pon atención a sus hijos, bendice a sus hijos como lo hizo Jesús con los niños. Cuando estoy cerca de los niños de otras personas trato de poner mi mano sobre los hombros de esos niños o los abrazo y los bendigo en el nombre de Jesús.
Sé parte del cuerpo. Salúdense unos a otros, anímense unos a otros, oren unos por otros, muestren interés genuino. ¿Te imaginas si todos hiciéramos eso o incluso si muchas personas hicieran eso en nuestras iglesias? Puede que digas: «Ojalá lo hicieran». ¡Hazlo tú! Incluso si eres la única en tu iglesia que lo hace, hazlo. Acércate. No te quedes en lo superficial.
Establece una meta para conectarte con al menos una persona de tu iglesia una vez por semana durante la semana. No quiero sonar dogmática al respecto, pero ese es solo un pequeño objetivo: una llamada telefónica, un almuerzo juntas o reunirse. Por teléfono, por Facetime, por Zoom, por Skype, por tantos medios que tenemos hoy en día. Hazlo de modo que podamos mantenernos en comunicación y ministrarnos las unas a las otras.
Puede que me argumentes: «es que no puedo hablar con todos». Dios no te llamó a llegar a todos. Solo comunícate con las personas que Dios pone en tu camino, las personas que Dios pone en tu pasillo en la iglesia, las personas que Dios te presenta, las personas en tu grupo pequeño. Sé sensible, asiste a la iglesia y sé una bendición. ¿Y sabes qué? Cuando llegues a casa dirás: «Fui bendecida. Dios me bendijo porque extendí la mano y bendije a otros».
Mientras trabajaba en esta serie, estaba hablando con algunos queridos amigos que aman al Señor y aman Su reino. Estábamos hablando sobre la iglesia y entramos en una conversación honesta y real sobre algunos de los desafíos que enfrentamos hoy día.
Ellos, al igual que yo, trabajan en el ministerio cristiano a tiempo completo y somos activos en nuestras iglesias locales. Una de ellas, hablando muy honestamente dijo algo así: «Sé todo lo relacionado a que la iglesia es una familia y que somos hermanos y hermanas, pero, a veces, parece que las relaciones que tenemos en la iglesia son muy superficiales». Y añadió: «Siento que tengo mejor relación—una relación más real—con mi vecino que no es cristiano». Ese es un comentario honesto y real sobre las relaciones en muchas de nuestras iglesias.
Significa que no es suficiente con que vayamos y nos sentemos en un servicio una hora a la semana, por muy importante que eso sea. Pero necesitamos más que eso para cultivar una comunidad, para cultivar relaciones auténticas en el cuerpo de Cristo en nuestras iglesias locales. Así que quiero dar algunas sugerencias simples sobre cómo conectarse a la vida de la iglesia, no solo estar allí durante el servicio del fin de semana, no solo saludarnos cuando estemos allí, sino algunas sugerencias que van más allá de eso.
Primero, diría que es importante involucrarse en algún tipo de grupo pequeño donde puedas desarrollar relaciones más cercanas de las que puedes tener con 300 o 3,000 personas en el servicio de la iglesia el fin de semana. Ahora, puede que tu iglesia no tenga grupos pequeños, pero tal vez haya una clase de escuela dominical o haya un estudio bíblico, o algún otro tipo de grupo, o un grupo de ministerio. Puede que estés en el equipo de música o que seas parte de los que sirven en la escuela dominical, de algún grupo donde pueden orar juntos. Pero participa en algún tipo de grupo pequeño donde puedas establecer relaciones cercanas.
No todos en ese grupo tienen que estar en la misma temporada de la vida. De hecho, creo que es realmente valioso cuando nos reunimos intergeneracionalmente. Una de las cosas que creo que no es sabia, en mi opinión, sobre la forma en que algunas iglesias están estructuradas hoy, es que todo está orientado a personas de la misma edad, o de la misma temporada de vida y de los mismos intereses.
Entonces tienen a todas las parejas casadas jóvenes juntas, tienen a todos los solteros juntos, tienen a todos los estudiantes de secundaria juntos. No digo que no haya lugar para eso, pero necesitamos la oportunidad de interactuar con aquellos que están en una temporada diferente de la vida. Necesito a las personas mayores en nuestra iglesia y ellos me necesitan a mí. Necesito a los niños, necesito a los jóvenes y necesito a otros que están casados. También está bien mezclar personas solteras y casadas en el mismo grupo. Está bien tener un rango de edades diferentes. Podemos aprender y crecer juntos. Es parte de ser una familia el tener diferentes edades y estar en etapas distintas de la vida.
Están las madres jóvenes por quienes tengo una carga especial ya que viven en esa época de la vida en la que simplemente están cansadas. Es difícil pero esas madres jóvenes necesitan oír consejos de madres mayores cuyos hijos ya han crecido. Que les digan: «Lo lograrás. Estarás bien. Esto terminará». Ellas necesitan aliento, ánimo. Así que participa en algún tipo de grupo pequeño donde estén todas juntas.
Algunas de ustedes asisten quizás a lo que se ha llamado «megaiglesias», estas iglesias gigantescas que tienen muchos programas y actividades. Hay algunas ventajas para esas iglesias, algunas oportunidades que quizás no son posibles en las iglesias más pequeñas.
Pero quiero decirte que, si estás en una iglesia muy grande, uno de los peligros es que puedes «perderte» en ese gran auditorio y ser solo una silla más. Puedes ir allí los domingos y nadie sabe quién eres. Y sales de allí y nadie sabe que estuviste.
Estuve en una de esas iglesias recientemente. Es una iglesia donde hay un pastor que realmente ama al Señor y predica la Palabra de Dios y tiene un ministerio activo en grupos pequeños que creo que es muy importante. Pero sé que hay algunas personas que solo van el día del Señor para asistir al culto de adoración.
Me dije a mí misma: «Si una de esas personas que solo está allí un servicio a la semana y no está conectada a ningún otro lugar de esa gran iglesia, ¿quién sabe si esta persona está siendo infiel en su matrimonio o si su vida se está desmoronando? ¿Quién vendrá a su lado y le ayudará a crecer, o le ayudará a ver su situación? Necesitas formar parte de una comunidad de creyentes más pequeña dentro de ese gran grupo de personas.
Eso no significa que tengas que asistir a una iglesia pequeña, pero si vas a estar en una iglesia grande es importante que lo hagas. Y por cierto puedes ir a una iglesia pequeña y no conectarte realmente con otras personas. Pero, de cualquier manera, debes asegurarte de que haya una red de relaciones de grupos más pequeños que hayas establecido. Necesitas esa comunidad. Necesitamos la conexión, el rendirnos cuentas unos a otros, la responsabilidad, la relación, el compañerismo, la disciplina, la estructura para el crecimiento. Necesitamos estas cosas que pueden ser suplidas a través de los grupos pequeños.
Luego, a medida que te conectas a la iglesia, pídele al Señor que te muestre dónde debes servir en la vida de esa iglesia. Dios te ha dado uno o más dones espirituales. Y esto no es solo un talento natural, no es solo una habilidad natural. Es un don espiritual que Dios soberanamente te ha dado como parte del cuerpo de Cristo, y necesitas encontrar dónde puedes poner ese don en operación en el contexto de tu iglesia local.
Recientemente realizamos una encuesta sobre las actitudes de las personas hacia la iglesia. Fue interesante la cantidad de personas que dijeron algo como esto: «Hay tan pocas personas en la iglesia que hacen todo el trabajo y están agotadas, y las que no están involucradas no reciben la bendición». Este es el principio 80/20: el 20% de las personas realizan el 80% del trabajo. No debería ser así en la iglesia.
Romanos 12 dice: «Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos» (vv. 6). Estos son dones dados por Dios para la edificación del cuerpo.
Pablo dice: «si el de profecía, úsese en proporción a la fe; si el de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con liberalidad; el que dirige, con diligencia; el que muestra misericordia, con alegría» (vv.6-8).
No creo que esta sea una lista exhaustiva de los dones espirituales. Creo que sugiere algunos. Hay más dones. Descubre cómo Dios te ha dotado y equipado, y luego busca áreas en tu iglesia local donde puedas conectarte. Si no sabes, pregúntale a tu pastor. Pregúntale a alguien de la iglesia, a una persona madura. Pídele a tu líder de grupo pequeño que ore contigo. Y no abraces la primera oportunidad, no solo digas sí a todo lo que viene. Dios no pretende que llenes todas las oportunidades que deben llenarse en la iglesia. Así es como algunas personas terminan exhaustas y agotadas, porque le dicen sí a todo, pero eso no era lo que Dios realmente quería que hicieran.
Recientemente conocí a alguien que era nueva en su área y dijo: «Estoy orando en este momento y pidiéndole a Dios que me muestre dónde quiere que me conecte en la vida de nuestra comunidad». Cuando usas tus dones en tu iglesia, es cuando experimentas la diferencia entre ir a la iglesia y ser la iglesia. Es así como te conviertes en una parte funcional de ese cuerpo.
Luego, a medida que te reúnas con tus hermanos en tu iglesia local, ponte tú y a tu familia bajo la autoridad espiritual, la dirección espiritual, la protección espiritual del liderazgo espiritual de tu iglesia: el pastor, los ancianos, los diáconos. Tanto tú como individuo, como tu familia, deben estar bajo la protección espiritual y la cobertura del liderazgo de su iglesia local.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha dado algunos pasos prácticos que podemos dar para conectarnos, para ser una parte funcional en nuestras iglesias locales.
¿Has experimentado la soledad en tu caminar espiritual? Recordemos juntas a María, la madre de Jesús y a Elisabet, la mamá de Juan el Bautista. María llegó a la casa de Elisabet, quien se encontraba en su sexto mes de embarazo, el último trimestre. Elisabet había estado recluida y seguramente la visita de María fue inesperada para ella. Sin embargo, Elisabet recibe a la joven María con los brazos abiertos y abraza cada parte del plan que Dios está llevando a cabo en la vida de María.
¿Recuerdas a alguna mujer que ha sido como «Elisabet» en tu vida? Aquella que te ha alentado, acompañado y representado a Cristo para ti. Y ¿qué hay de las «María»? ¿Tienes alguna «María» en tu vida, alguien a quien has servido y animado en su caminar con Dios?
Durante más de 10 años, Aviva Nuestros Corazones ha ayudado a las mujeres a captar la maravilla del evangelio de Cristo y a compartirlo con quienes las rodean. A través de nuestros diversos alcances, estamos trabajando para animar, proveer recursos y movilizar a las mujeres de todo el mundo para que cumplan el llamado que Dios les ha dado a sus vidas. Estamos ansiosas por seguir compartiendo este mensaje, y el Señor lo hace posible a través de hermanas como tú. ¿Considerarías hoy en oración donar este mes de mayo para ser parte de lo que Dios está haciendo en y a través de Aviva Nuestros Corazones?
Esta es una invitación para que te mantengas atenta a las necesidades de las mujeres que te rodean y seas una voz de aliento y amor en sus vidas. Recuerda que el ministerio de ayudar a otras mujeres no requiere títulos o habilidades especiales, sino un corazón dispuesto y obediente a Cristo. En Aviva Nuestros Corazones nuestra misión sólo se detendrá cuando venga el regreso triunfal de Jesús. Hasta entonces, tu donación nos permite continuar la obra de Sus manos, y estamos profundamente agradecidos por tu generosidad.
Y bien, ¿estás cansada de lidiar con una iglesia imperfecta? Nancy DeMoss Wolgemuth te invita a reflexionar.
Nancy: Detente y agradece a Dios por la iglesia donde te ha colocado a pesar de sus imperfecciones, sus fallas y sus defectos. Pídele a Dios que la convierta en la iglesia que Él quiere que sea. Ora por tu iglesia.
Débora: Escucha más en la continuación de esta serie el lunes, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Unidas en un clamor por la iglesia, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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