El Padre Nuestro, día 9
Annamarie Sauter: Tu vida puede tener un gran impacto.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Quieres saber por qué el mundo en su conjunto no cree en Cristo, no santifica el nombre de Dios? En alguna medida, es porque nosotros como el pueblo de Dios no hemos mostrado que somos redimidos. Ellos dicen, «es irrelevante, tú vives como cualquier otro. No hay ninguna diferencia en tu vida. ¿Por qué debería haberla en la mía?»
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En el último episodio Nancy nos explicó por qué es importante que el nombre de Dios sea santificado. Ahora, ¿cómo hacemos esto? Hoy ella nos dará algunos consejos prácticos al continuar con su estudio de la oración, El Padrenuestro.
Nancy: Al pensar, orar, y meditar a través del Padrenuestro, queremos que se convierta en la guía, el modelo, el patrón …
Annamarie Sauter: Tu vida puede tener un gran impacto.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Quieres saber por qué el mundo en su conjunto no cree en Cristo, no santifica el nombre de Dios? En alguna medida, es porque nosotros como el pueblo de Dios no hemos mostrado que somos redimidos. Ellos dicen, «es irrelevante, tú vives como cualquier otro. No hay ninguna diferencia en tu vida. ¿Por qué debería haberla en la mía?»
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
En el último episodio Nancy nos explicó por qué es importante que el nombre de Dios sea santificado. Ahora, ¿cómo hacemos esto? Hoy ella nos dará algunos consejos prácticos al continuar con su estudio de la oración, El Padrenuestro.
Nancy: Al pensar, orar, y meditar a través del Padrenuestro, queremos que se convierta en la guía, el modelo, el patrón de la forma en que oramos, de la forma en que vivimos y de la forma en que pensamos sobre todo en la vida.
Una de las cosas que me he dado cuenta es que, aunque la oración es algo que Jesús nos dio para orar como Sus discípulos, cada frase de esta oración nos apunta de nuevo hacia Cristo de alguna manera.
Cuando llegamos a esta frase: «Santificado sea Tu nombre», nos damos cuenta de que esa era la pasión que consumía la vida de Jesús. Era la pasión de Sus oraciones. Escucha algunas de las cosas que Jesús oraba: «Yo te glorifiqué en la tierra»; Él le dice a Su Padre: «He manifestado Tu nombre» (Juan 17:4, 6). «No he venido a buscar mi propia gloria, sino la gloria de Aquel que me envió» (Juan 7:18, parafraseado).
Jesús vivió Su vida para la gloria de Dios. Él quería que el nombre de Su Padre celestial fuera magnificado; Él quería que fuera reverenciado. Él quería que fuera tratado como santo.
Así que, si queremos ser como Jesús, vamos a orar como Jesús lo hizo: «Señor, queremos que Tú seas glorificado». Queremos que Tu nombre sea santificado, sea reverenciado en cada esfera de la vida y de la existencia. Queremos que el nombre de Dios sea santificado, reverenciado en el mundo en su totalidad.
Nuestro deseo mientras oramos el Padrenuestro es que todo el mundo con todo tipo de religiones y creencias que creen hoy en día, que todo el mundo llegue a conocer a Cristo, y como resultado reverencie, exalte y adore a nuestro Padre en los cielos. Anhelamos ese día.
Esto es lo que se abarca al orar: «Santificado sea Tu nombre». Anhelamos el día cuando la gloria del Señor llene la tierra como las aguas cubren el mar.
¿Vives por eso? ¿Crees en eso? ¿O haces lo que muchos cristianos, me temo, hacen y lo que yo hago muchas veces? Estamos tan atrapadas en nuestro día a día, cada minuto, preocupadas por nuestra insignificante existencia; estamos tan atrapadas en nuestros problemas y nuestros asuntos y nuestras agendas y nuestras vidas y nuestras relaciones, que perdemos de vista el panorama general.
El Padrenuestro nos llama a una visión más amplia de la vida que la que la mayoría de nosotras estamos acostumbradas a pensar. «Que Tu nombre sea santificado en toda la tierra». Lo cantamos, pero ¿son vanas repeticiones? ¿En realidad creemos lo que estamos cantando?
Quiero decirles, amigas, una de las cosas que se apodera de mi vida y hace que salga de la cama en la mañana, es esa visión del día cuando la gloria del Señor cubra la tierra como las aguas cubren el mar; cuando cada rodilla se doble y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor.
Miras a tu alrededor en el mundo de hoy y ves todo lo que está pasando con toda la angustia y toda la agitación y las guerras y las batallas y los tsunamis, tanto literales como figurativos, y las casas de las personas se están desmoronando y las relaciones se están destrozando. Y piensas, «eso está tan lejos». Es casi inconcebible para nuestras mentes finitas que alguna vez vendrá el día cuando toda rodilla en la tierra se doblará ante Cristo como el Señor.
Pero Dios dice que ese día vendrá. Y yo vivo para eso. Es por eso que yo sirvo. Es por eso que hago el ministerio de Aviva Nuestros Corazones. Quiero ver Su nombre reverenciado en la tierra. Quiero ver Su nombre reverenciado en medio de Su pueblo, en Su iglesia. Santificado sea Tu nombre, Señor, no solo en todo el mundo, sino también en nuestras iglesias.
Me temo que muy a menudo lo que se considera sagrado, lo que es santo, en nuestras iglesias es nuestro programa, los edificios, la política, las personalidades, y nuestra forma de hacer las cosas. Cuando oras por tu iglesia, ¿oras por el nombre de Dios, por el carácter de Dios, para que sea reverenciado? ¿Oras por un sentido santo de reverencia y de temor ante la presencia de Dios en tu iglesia?
¿Qué tan a menudo vas a una iglesia y te encuentras atrapada en la grandeza de Dios, en temor reverente ante Su presencia? ¿Qué tan a menudo ocurre –como Pablo dice en 1 Corintios 14– que un extraño viene, un no creyente entra en medio de nosotros, se postra sobre su rostro y reconoce que Dios está en ese lugar (vv. 24-25)? ¿Cuándo fue la última vez que eso pasó en tu iglesia? Eso es por lo que oramos. Que Tu nombre sea reverenciado. Que Tú seas glorificado.
Escucha, esta no es una petición cualquiera. Esta no es una oración cualquiera, no es algo que más o menos dices en voz baja al ir a dormir en la noche. Lo puedes decir al irte a dormir en la noche, pero esta es una oración maravillosa, majestuosa que lo abarca todo. ¿Se puede decir que esta oración está atrapando tu corazón? En todas las esferas de la vida, en el mundo, en la iglesia: Señor, queremos que Tu nombre sea santificado.
Y en nuestras casas, Señor, queremos que Tu nombre sea reverenciado. Queremos que Tú seas tratado con el temor y el respeto del cual Tú eres digno. Y les digo, hay muchos de nuestros hogares –que dicen que son cristianos– y lo son solo de nombre. No son santuarios en la manera en que nos tratamos unos a otros, la manera de tratar los problemas, la manera en que nos hablamos cuando hablamos con sinceridad y somos genuinas.
Ahora, nadie en esta audiencia está siendo blasfemo y profano sentado en esta sala mientras estudiamos la Palabra de Dios. Pero, ¿cuál es el ambiente en nuestros hogares? ¿Cuál es el ambiente en tu hogar? ¿Hay temor de Dios en tu hogar?
Tú dices, ¿significa que todos simplemente nos sentaremos por ahí rígidos y rectos y nunca nos reiremos?» No. Pero significa que en todo lo que hagamos, en todo nuestro disfrute y nuestros juegos, en nuestro tiempo libre, en nuestro trabajo, en nuestros almuerzos, en nuestra comunión, siempre lo haremos en el ambiente de la grandeza de Dios.
¿Es tu hogar un santuario en ese sentido? ¿Es una catedral donde Dios habita? ¿Adoras y reverencias a Dios en tu hogar? Tú dices, «sí, desearía que mi esposo lo hiciera. Desearía que mis hijos lo hicieran». ¿Sabes qué? No puedes hacer que el nombre de Dios sea santificado en sus corazones, pero sí puedes hacerlo en el tuyo.
¿Qué es lo que tu pareja y tus hijos están viendo en ti que hace que ellos deseen santificar el nombre de Dios? No estoy hablando de ser excesivamente estricta, rígida o tensa. Algunas mujeres van a escuchar lo que dije, y van a ir a sus hogares y dirán, «ok, apaguemos la televisión. Vamos a reverenciar el nombre de Dios en esta casa de ahora en adelante». Y tus hijos van a decir, «no creo que eso sea lo que queremos en esta casa».
Les estamos dando una visión distorsionada de Dios. Dios es grande. Él es glorioso. Él es maravilloso. Él es santo. Él es puro. Pero Él es generoso, misericordioso y piadoso. ¿Está Su nombre siendo elevado a través de la forma en que vives, en tu manera, en tu espíritu, en tu hogar, en tu lugar de trabajo?
Tú dices, «es que yo trabajo en un lugar blasfemo y profano». Entonces, ¿cómo podría el nombre de Dios ser santificado a través de ti en ese lugar? ¿Cómo podrías vivir una vida tan llena de Dios que las personas a tu alrededor se sorprendan y quieran conocer a Dios? Sus bocas se detendrían, se quedarían callados. Estarían pensando en Dios de una manera en que nunca antes habían pensado.
Esto es lo que sucede cuando ocurre el avivamiento. Hay un despertar en la comunidad perdida porque el pueblo de Dios empieza a santificar el nombre de Dios.
¿Cómo se vería el nombre de Dios siendo santificado, reverenciado y tratado con temor en nuestros corazones, en nuestras propias vidas? Entonces ¿cómo podemos santificar el nombre de Dios? En la práctica, ¿cómo podemos santificar el nombre de Dios?
No podemos hacer que ocurra en toda la tierra. Podemos orar por eso. No podemos hacer que ocurra en nuestra iglesia. Podemos orar por eso. Puede que no tengas ningún control sobre cómo tu familia trata el nombre y el carácter de Dios. Pero, ¿cómo puedes santificar tú el nombre de Dios en tu propia vida?
Permíteme sugerir que:
- Puedes santificarlo en tu corazón.
- Puedes santificarlo en tu hablar.
- Puedes santificarlo en tu andar.
Permíteme ampliar eso un poco más.
Primero, santificamos el nombre de Dios en nuestros corazones. Eso tiene que ver con nuestra visión de Dios, con tener pensamientos correctos acerca de Dios. Debemos tener pensamientos de Dios que sean dignos de Dios, esto se evidenciará en nuestras motivaciones, nuestros deseos, nuestras prioridades, nuestras oraciones, en todo lo interno de nuestros corazones, donde nadie más ve y nadie más sabe. Esto es lo que piensas cuando hablas con otras personas y ellos no pueden ver lo que estás pensando.
En tu corazón, ¿estás santificando a Dios? ¿Lo estás reverenciando? 1 Pedro 3 dice: «Santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones» (v.15). O como dice la Nueva Versión Internacional: «Honren en su corazón a Cristo como Señor» ¿Cómo piensas acerca de Él?
Yo trato de hacer esto de maneras diferentes, no del todo bien, pero en maneras simples trato de santificar el nombre y el carácter de Dios. Una de las cosas que he hecho por años –no sé si lo he dicho en público, porque no lo hago una gran cosa– pero por muchos años, cada vez que escribo a mano el nombre de JESÚS lo escribo todo en mayúscula. He hecho eso por años. Es solo una pequeña forma para mí de santificar el nombre de Jesús, tratándolo con especial respeto y reverencia.
Es por eso que prefiero las versiones de la Biblia –no muchas lo hacen ya– pero prefiero las versiones de la Biblia que ponen en mayúsculas los pronombres relacionados a la deidad: Su, Tú. Aprecio eso, pero entiendo por qué las versiones modernas no lo hacen.
- ¿Qué puedes hacer para darle un respeto especial al nombre de Dios en tu corazón?
- ¿Tienes una visión correcta de Dios?
- ¿Tienes una visión adecuada de la grandeza de Dios? ¿O has construido un Dios a tu propia imagen, uno que te agrada?
- ¿Está tu vida orientada en torno a Dios? Estas son maneras de santificarlo en tu corazón.
- ¿Es Dios el sol de tu sistema solar? ¿O tú eres el sol de tu propio sistema solar?
- ¿Lo traes a Él de forma consciente a cada uno de tus pensamientos, palabras, decisiones y acciones, o solo cuando vas a la iglesia o estás sentada en un estudio bíblico?
- ¿Es Él tu vida?
- Cuando enfrentas las crisis, cuando tomas decisiones, ¿es tu mayor deseo que Él sea glorificado a través de tu vida y ante los ojos de los demás?
Amigas, hará una gran diferencia en cómo respondemos a los problemas y a las presiones si decimos, «mi objetivo, mi meta en la vida, no es que mi vida sea fácil o que yo sea feliz. Mi meta en la vida es que Dios sea glorificado. Esa es mi meta en este matrimonio. Esa es mi meta en este trabajo. Esa es mi meta en este proyecto. Esa es mi meta al tratar este problema o este asunto con mi personal. Lo que quiero es que Dios sea glorificado».
Podemos santificar el nombre de Dios en nuestro hablar. Y aquí hay algo que creo que tenemos que pensar. No quiero ser legalista en esto, pero creo que estamos muy fuera de los límites y muy fuera de balance en la forma en que hablamos acerca de Dios. Creo que tenemos que hacernos preguntas como: «¿Soy culpable de usar el nombre de Dios con ligereza, usándolo con falta de respeto e irreverencia? ¿Lanzo frases espirituales o frases acerca de Dios descuidadamente, sin pensarlo, frases sin sentido?»
He aquí algo –y conozco otras personas que no estarán de acuerdo conmigo en esto– pero, personalmente, tengo problemas con las bromas acerca de Dios o sobre el cielo o el infierno. Podemos reírnos y hay algunas líneas divertidas. Pero, ¿sabes qué? Honestamente, no creo que sean divertidas. Y ni siquiera me estoy refiriendo a decir cosas que ponen a Dios en una luz negativa.
Dios está por encima de todo eso. ¿Lo rebajamos de alguna manera? Solo estoy haciendo la pregunta. Yo te estoy pidiendo que te hagas la pregunta. ¿Lo profanamos en algún sentido? ¿Lo tratamos como común u ordinario o no santo, si decimos chistes sobre el cielo o, peor aún, chistes sobre el infierno? Cosas que en ese caso, ciertamente no son asuntos para reírse.
Martyn Lloyd-Jones fue un predicador británico de la última generación. Él dijo:
«Es alarmante observar la forma en que tendemos a usar el nombre de Dios. Obviamente no nos damos cuenta de que estamos hablando del eternamente bendito, eterno, absoluto y poderoso Dios. Existe un sentido en el que debemos quitar nuestros zapatos de nuestros pies cada vez que utilicemos ese nombre».1
Solo quiero decir, «amén». Piensa en cómo utilizas el nombre de Dios. Piensa en cómo hablas de las cosas espirituales. Algunas veces solo tiramos una frase como, «gloria a Dios». Algunas veces realmente queremos decir, «gloria a Dios». Debemos decirlo y debemos ser exuberantes al decirlo. Pero a veces es como, «oh, gloria a Dios. Tengo un neumático pinchado».
Realmente no queremos decir, «gloria a Dios», solo estamos arrojando una frase. Creo que esa es una manera en que profanamos y tomamos el nombre de Dios en vano, hablando casualmente o con ligereza sobre Él. ¿Lo santificarás en tu hablar?
¿Cómo podemos santificarlo en nuestro caminar? Sabes, a Moisés que fue un gran, gran hombre de Dios, le fue negada la entrada a la tierra prometida. ¿Sabes por qué? Dios lo dice en Números 27: «Porque fallaste en tratarme como santo en las aguas de Meriba ante sus ojos» (v.14, parafraseado).
¿Recuerdas ese momento? Dios le dijo a Moisés: «Háblale a la roca, y de ella saldrá agua para estos quejosos y sedientos judíos». Pero Moisés estaba enojado. Moisés estaba furioso con el pueblo. Y en vez de hablarle a la roca, la golpeó dos veces. Y Dios le dijo: «Tú no entrarás en la tierra» (Núm. 20:2-13).
Dios toma en serio cuando en nuestro caminar fallamos en tratarlo como santo ante los ojos de los demás. Esto fue para mí un serio desafío al estar estudiando la vida de Moisés y de Josué recientemente. He hecho una pausa para razonar y pensar, «¿hay cosas en mi vida, cosas en mi comportamiento o en la forma en que me estoy conduciendo, que están fallando en tratar a Dios como santo ante los ojos de mi equipo de trabajo, mi familia, amigos, otros alrededor de mí?»
Si nosotras llevamos Su nombre, Su reputación está en juego por la forma en que vivimos. ¿Pueden verlo a Él en nosotras, o le estamos dando al mundo una visión distorsionada de Dios?
Podemos santificar Su nombre en nuestro caminar por nuestra disposición a defender Su nombre y Su reputación contra los ataques. Si alguien habla mal de uno de mis padres o de un amigo, yo voy a defender esas personas; voy a defender sus reputaciones. Yo sé que ellos no son perfectos, pero no quiero que las personas hablen mal de ellos. Voy a defender sus nombres.
¿Defendemos nosotras el nombre de Dios y Su reputación cuando es profanado en nuestra cultura? Ahora, Dios se puede defender a Sí mismo. Él no necesita que nosotras lo defendamos. ¿Pero sabes qué? Si somos Sus hijas, nos va a importar cuando otros estén tratando Su nombre ligeramente.
No estoy hablando solo de insultos y blasfemias. Estoy hablando de estilos de vida que blasfeman el nombre y el carácter de Dios. ¿Cómo respondo en situaciones que deshonran el nombre de Dios en mi círculo de amigos, en mi casa, en mi lugar de trabajo, o en la comunidad?
Primera de Pedro 4 nos dice que incluso podemos santificar Su nombre por la forma en que soportamos el sufrimiento por amor de Su nombre. Cuando somos perseguidos por causa de la justicia, por causa del nombre de Cristo, estamos santificando Su nombre. Les estamos mostrando a otros que Él es santo.
«Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros». Pedro dice: «Pero si alguno sufre como cristiano, que no se avergüence, sino que como tal glorifique a Dios» (vv. 14–16).
Recientemente leí un comentario en particular sobre el Padrenuestro. Permítanme leer esto; es una porción un poco larga, pero desafió tanto mi corazón que quiero compartirla con ustedes. Este autor dijo:
«El nombre de Dios solo puede ser santificado cuando cada acción en nuestras vidas es un testimonio de nuestra fe en Él, y cuando continuamente le damos crédito al nombre que llevamos.
Los padres de la iglesia primitiva insistieron en esto con tanta intensidad porque estaban viviendo en un ambiente pagano (y seguramente nosotros también hoy en día), y la única manera en que el cristianismo podía propagarse y podía conquistar el mundo era por el cristiano individual viviendo una vida de tal belleza, bondad y verdad, que otros desearan compartir el secreto de esa hermosura.
La única cosa que era fatal era una vida que llevara la fe cristiana y la iglesia cristiana al desprestigio. El hecho evidente es que la situación no ha cambiado. Puede ser que ahora no vivamos en una sociedad que es hostil al cristianismo».
Él escribió eso hace una generación. Así que quizás esto puede haber cambiado. Pero creo que esto es cierto: Él dijo:
«Vivimos en una sociedad en la que el cristianismo y la iglesia han venido a ser irrelevantes. Y, si el cristiano es igual a un no creyente que colapsa ante el dolor, si su vida (la vida del cristiano) es tan frustrada e insatisfecha como la vida del no creyente, si él está igual de preocupado y ansioso, igual de nervioso e inquieto, igual de culpable por una pequeña deshonestidad, de egoísmo, de medir todo por los valores materiales como el hombre que no ha hecho profesión de cristiano (en otras palabras, si somos iguales que todos los demás), entonces claramente nadie va a querer el cristianismo porque la conclusión obvia es que no hace ninguna diferencia».2
Y luego este comentarista pasó a citar a Nietzsche, quien fue un filósofo alemán pagano y quien dijo algo que nos lanza un reto a todos nosotros como cristianos profesantes. Nietzsche dijo: «Muéstrame que eres redimido, y luego voy a creer en tu redentor».
«Muéstrame que eres redimida, y luego voy a creer en tu redentor». ¿Quieres saber por qué el mundo en su mayoría no cree en Cristo, no santifica el nombre de Dios? En alguna medida, es porque nosotros como el pueblo de Dios no hemos mostrado que somos redimidos.
Y ellos dicen, «es irrelevante, tú vives como todo el mundo. No hay ninguna diferencia en tu vida. ¿Por qué debería hacer alguna diferencia en la mía?»
Satanás está decidido a traer reproche al nombre de Dios. Y cuando nosotros oramos esta oración: «Santificado sea Tu nombre», cuando oramos y lo decimos en serio, estamos dando un golpe en el plan y las ambiciones del mismo Satanás.
Esta petición, por cierto, de todas las peticiones en el Padrenuestro, es una que continuaremos haciendo por toda la eternidad. Uno de los puritanos, Thomas Watson a quien me gusta mucho leer, dijo:
«El día vendrá cuando otras de las peticiones en el Padrenuestro serán inútiles y obsoletas, ya que no necesitaremos orar en el cielo, “danos el pan nuestro de cada día”, porque no habrá hambre. Tampoco, “perdona nuestros pecados”, porque no habrá pecado. Tampoco, “no nos dejes caer en tentación”, porque la serpiente antigua no estará allí para tentar.
Sin embargo, el santificar el nombre de Dios será de gran utilidad y solicitud en el cielo; estaremos por siempre cantando aleluyas, que no es otra cosa que santificar el nombre de Dios». 3
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth regresará con una breve oración. Ella nos ha estado dando algunos consejos prácticos de cómo podemos santificar a Dios en nuestros corazones, en nuestra forma de hablar, y en nuestra forma de vivir. Si este episodio ha sido de bendición para tu vida, te animo a compartirlo con más mujeres. Hazlo fácilmente en diversas plataformas, a través de nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com.
Ahora, ¿cómo luce el reino de Dios en nuestros corazones? ¿Qué tiene esto que ver con lo que hemos estado escuchando hoy? Descubre las respuestas el lunes en la continuación de esta serie. Aquí está Nancy para cerrar en oración.
Nancy: Señor, te rogamos, que Tu nombre sea reverenciado en nuestras vidas, en nuestros hogares, en nuestras iglesias, y en esta nación que una vez dio reverencia a Tu nombre y también, Señor, en todas las naciones. Señor, que por toda la tierra, Tu nombre sea santificado, amén.
Annamarie: Buscando a Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Y no olvides apartar la fecha: del 31 de marzo al 1 de abril del próximo año 2023. Miles de mujeres nos daremos cita en Guadalajara, México, para la Conferencia Mujer Verdadera 2023. Mantente al tanto de las últimas informaciones en mujerverdadera23.com.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
- D. Martyn Lloyd-Jones. Studies in the Sermon on the Mount, p. 335.
- William Barclay. The Lord’s Prayer, pp. 49-50.
- Thomas Watson. The Lord's Prayer. (1692 reproduction, Edinburgh: Banner of Truth, 1960), p 38.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación