Cómo mostrar fuerza y dignidad
Débora: ¿Qué tipo de cosas te hacen necesitar a Dios? ¿Estás agradecida por esas cosas? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cualquier cosa que me haga necesitar a Dios es una bendición, cualquier cosa. Piensa en las cosas de tu vida que te hacen necesitar a Dios en este momento. Yo tengo mi lista y tú debes tener la tuya. Quiero que mires esa lista y recuerdes que todo en esa lista es, de hecho, una bendición porque es bueno necesitar a Dios, reconocer nuestra necesidad de Él.
Necesitamos recordarnos que las temporadas de adversidad –financiera, física, relacional o lo que sea, no toman a Dios desprevenido. Puede que nos tomen a nosotras desprevenidas, pero Dios lo sabe todo. Lo ha sabido todo desde la eternidad pasada. Él también sabe lo que está por venir y está orquestando todas las cosas en el cielo y en la …
Débora: ¿Qué tipo de cosas te hacen necesitar a Dios? ¿Estás agradecida por esas cosas? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cualquier cosa que me haga necesitar a Dios es una bendición, cualquier cosa. Piensa en las cosas de tu vida que te hacen necesitar a Dios en este momento. Yo tengo mi lista y tú debes tener la tuya. Quiero que mires esa lista y recuerdes que todo en esa lista es, de hecho, una bendición porque es bueno necesitar a Dios, reconocer nuestra necesidad de Él.
Necesitamos recordarnos que las temporadas de adversidad –financiera, física, relacional o lo que sea, no toman a Dios desprevenido. Puede que nos tomen a nosotras desprevenidas, pero Dios lo sabe todo. Lo ha sabido todo desde la eternidad pasada. Él también sabe lo que está por venir y está orquestando todas las cosas en el cielo y en la tierra para cumplir Sus propósitos redentores eternos y para glorificarse a Sí mismo. Cuenta con eso cuando te encuentres en medio de circunstancias difíciles.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Sea Agradecido», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 2 de noviembre de 2023.
El temor tienta a todo el mundo; pero puedes escoger no ceder ante el miedo. Incluso frente a la enfermedad, la guerra y la incertidumbre, puedes escoger la fe sobre el temor. Ayer Nancy comenzó explicando esto en la serie, Enfrentando el futuro con gozo. Si te perdiste el primer episodio, querrás regresar y escucharlo en avivanuestroscorazones.com, o en la aplicación Aviva Nuestros Corazones. Aquí está Nancy para continuar con la serie.
Nancy: Estamos viendo los versículos 21 y 25 de Proverbios capítulo 31. Permíteme leerlos.
Versículo 21: «No tiene temor de la nieve por los de su casa, porque todos los de su casa llevan ropa escarlata». En el último episodio vimos en ese versículo, cómo la mujer que teme al Señor no necesita tener miedo de las tormentas que puedan venir para su familia, porque ella ha hecho los preparativos. Ha pensado en el futuro y se ha ocupado de sus necesidades antes de que llegue la nieve.
Y luego, el versículo 25 dice: «Fuerza y dignidad (u honor) son su vestidura, y sonríe al futuro». O como dicen algunas de sus traducciones: «se ríe de lo por venir».
Y me comuniqué a través del correo electrónico con alguien de nuestro personal que me estaba ayudando con esta serie. Ella me envió el siguiente mensaje y te lo quiero leer. Es una gran ilustración de lo que vamos a hablar hoy: una mujer de fuerza y dignidad. Ella escribió:
«Mi esposo estuvo en Filipinas en la década de 1980 durante un gran golpe de estado. Mientras los tanques de guerra apuntaron sus misiles hacia el lugar de la misión en la que se encontraba y la lucha se intensificó, con filipinos cambiándose de bando político una y otra vez, Bob intentó llamar a la Embajada de Estados Unidos para pedir ayuda, pero le dijeron que dependía del grupo de la misión que lo había enviado para sacarlo del país. Empacó una pequeña bolsa, listo para escapar por la parte trasera del recinto y atravesar las montañas, si era necesario.
Mientras tanto, de regreso en los Estados Unidos, mi corazón estaba abrumado con temor por la seguridad de mi esposo. Cuanto más pensaba en Bob, más me preocupaba. Era la primera vez que había considerado cómo sería la vida como una viuda con dos hijos pequeños.
Finalmente, cansada de mis temores, me volví al Señor –¡donde debí acudir en primer lugar!– y recibí estas palabras de consuelo del Señor para mi corazón: “Tu esposo está completamente a salvo hasta que lo llame a casa”. La seguridad del cuidado fiel de Dios, sin importar las circunstancias de mi esposo o las mías, era evidente.
Canté, “oh que amigo nos es Cristo”, encontrando consuelo en estas palabras: “¿Estás débil y cargado de cuidados y temor? A Jesús, refugio eterno, dile todo en oración”. Leí Isaías 26:3: “Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en Ti confía”. Dios llenó mi corazón de gozo».
¿Y recuerdas de qué se había llenado momentos antes? De temor, pero ahora Dios había quitado el miedo y lo había reemplazado con gozo.
«Dios llenó mi corazón de alegría y pude dormir y seguir adelante con confianza hasta que Bob regresó». (Luego ella cerró con este pensamiento). «Cuando nos enfocamos en las circunstancias, Satanás puede tentarnos a temer, pero cuando nos enfocamos en el Señor, tenemos todo lo que necesitamos para enfrentar esas circunstancias con valentía y gozo».
Una mujer de fuerza y dignidad, una mujer que está vestida de fuerza y dignidad porque su corazón está puesto en el Señor.
Y cuando pienso en una mujer vestida con fuerza y dignidad, me viene a la mente otra mujer. Su nombre es Rachel Barkey. Algunas de ustedes escucharon cuando transmitimos una serie, un mensaje en Aviva Nuestros Corazones, que dio esta mujer, quien en ese momento había sido diagnosticada con cáncer terminal.
Y semanas antes de morir (el cáncer se había extendido por todo su cuerpo) estaba débil, habló a 600 mujeres que se habían reunido y les dio una apasionada presentación del evangelio y de la esperanza que era suya, mientras enfrentaba la muerte, gracias a Cristo.
Y ahora está con el Señor, pero cuando vi el video de ese mensaje y escuché el audio cuando se transmitió en Aviva Nuestros Corazones, creo que si lo escucharas dirías lo mismo que yo: «Aquí hay una mujer de fuerza y dignidad; una mujer de fe y gozo; una mujer que en los últimos días de su vida, le sonreía al futuro. En medio del dolor, en medio de la debilidad, en medio de cosas que harían que la mayoría de la gente temiera al futuro, he aquí una mujer que le sonreía al futuro».
Y vimos en el último episodio a esta mujer verdadera, esta mujer de excelencia y virtud que no tiene miedo. Ahora vemos en el versículo 25 que «fuerza y dignidad (u honor) son su vestidura». Es un recordatorio de que las ropas más importantes no están en tu clóset. No puedes comprarlas en el centro comercial. Las vestiduras más valiosas son las de un carácter piadoso y fortaleza moral. Y permíteme hablar un momento acerca de esas dos palabras: fuerza y dignidad.
Esa palabra, fuerza, en el idioma hebreo significa «valentía», «fortaleza», «poder». No es fuerza del cuerpo; no es la fuerza física principalmente. Es la fuerza de la mente, la fuerza del corazón, la fuerza del alma. Ella es una mujer de fuerza. Ella está vestida con fuerza de mente y corazón.
Y la palabra dignidad u honor, significa «belleza», «majestad», «excelencia», «esplendor». Ella es una mujer que está vestida con fuerza y dignidad, fuerza y honor, poder y belleza. Ella es una mujer capaz de soportar la presión y la adversidad. Es una mujer que tiene fortaleza mental, emocional y espiritual. Ella es fuerte por dentro. Es capaz de resistir la oposición y continúa bendiciendo y sirviendo al Señor y a los demás, incluso en medio de las tormentas y las crisis.
Ahora, cuando describo a esa mujer, ¿te viene a la mente a alguien que conoces? ¿Hay alguien a quien hayas visto pasar por aguas realmente difíciles? Yo pienso en una amiga mía que atravesó un largo y duro viaje con un esposo infiel. Ahora, por la gracia y la misericordia de Dios, ha sido sanado, se ha arrepentido y Dios ha restaurado ese matrimonio. Recientemente, celebraron su trigésimo aniversario de bodas, y eso es solo por la gracia de Dios.
Pero observé a esta mujer cuando ella no tenía idea de si ese matrimonio alguna vez sería restaurado, si su esposo alguna vez llegaría al verdadero arrepentimiento o incluso si rompería esa relación. Y la vi, a través de las lágrimas, a través del dolor, la angustia y las dificultades, ser una mujer de fuerza y dignidad.
Y la vi mantener la cabeza en alto, echar su ansiedad sobre el Señor y liberarse del miedo –no es que no tuviera momentos de temor. Pero la vi correr hacia el Señor, hacia la cruz, hacia la gracia de Dios, para vestirse día tras día con la fuerza y la dignidad que vienen del Señor.
Matthew Henry dice en su comentario sobre este pasaje:
«Fuerza y honra son su vestidura en la que se envuelve…y con la que se presenta al mundo… Ella goza de una firmeza y constancia de mente, tiene espíritu para soportar las muchas adversidades y decepciones que incluso el sabio y virtuoso debe esperar encontrar en este mundo; y esta es su vestidura».¹
John Wesley dijo de este pasaje: «Ella vive en una constante tranquilidad mental debido a la justa confianza en la bondadosa providencia de Dios».² Me encanta eso, si tan solo pudiera entenderlo. «Ella vive en una constante tranquilidad mental».
Ahora, no sé ustedes, pero eso no me describe a mí. Y es lo que quiero, ser descrita así. Porque tengo mis cosas, y si no estoy experimentando mis propias tormentas en la vida, entonces hago que los demás a mi alrededor experimenten tormentas debido a mi carácter. De manera natural no hay nada tranquilo en mí, pero sé que mientras me visto del Señor Jesús, de Su fuerza, de Su dignidad, Su belleza, Su honor y Su gloria, tendré esa constante tranquilidad de corazón y de mente. Es algo que viene de adentro y no puede ser sacudido por las tormentas que puedan suceder afuera.
Pero tener ese tipo de fuerza y dignidad, honor, no es natural. Somos naturalmente débiles y no fuertes, cedemos bajo la presión. Pero la maravillosa noticia es que nuestro Dios es fuerte, y hay algunos versículos maravillosos en las Escrituras acerca de cómo Dios está revestido de fuerza y majestad.
Salmo 104 versículo 1: «Dios mío… Te has vestido de esplendor y de majestad».
Salmo 93 versículo 1: «El Señor reina, vestido está de majestad. El Señor se ha vestido y ceñido de poder».
Salmo 96 versículo 6: «Gloria y majestad están delante de Él. Poder y hermosura en Su santuario».
Así que, ¿dónde encuentras fuerza y belleza si eso es lo de lo que quieres estar vestida? Si quieres tener esa tranquilidad constante de mente, si quieres tener esa firmeza y constancia de mente a la que se refería Matthew Henry, ese espíritu para soportar las adversidades y las decepciones, ¿dónde encuentras esa clase de fuerza y belleza? En el santuario de Dios. ¿Y cuál es el santuario de Dios? Es la presencia de Dios, es donde Él vive.
La fuerza y la dignidad de una mujer, la fuerza y el honor de una mujer, provienen de vivir en la presencia de Dios. Si pasas tu tiempo enfocándote en tus circunstancias, no tendrás la fuerza y la dignidad como tu vestidura. Pero si pasas tiempo viviendo en la Palabra de Dios, inclinándote delante de Él, poniéndote de rodillas, buscando Su rostro, disfrutando de Su presencia, meditando en Su Palabra, serás vestida con Su fuerza y dignidad.
Y estas cualidades provienen de Él. No son algo que podamos fabricar por nuestra cuenta. Por eso tenemos que clamar a Él y decir como yo lo hice por muchos, muchos, muchos, muchos, muchos días al inicio del lanzamiento de este ministerio. «Oh Señor, soy débil, pero Tú eres fuerte». ¿Y sabes qué? Todavía estoy diciendo eso.
«Señor, soy débil, pero Tú eres fuerte. Vísteme con tu fuerza. Si me dejas sola hoy, me quedaré sin las vestiduras que necesito. No tendré la fuerza ni la dignidad que necesito para enfrentar el futuro. Señor, vísteme con Tu fuerza y dignidad».
Ahora, ¿cómo podemos obtener esa fuerza y dignidad del Señor? ¿Cómo podemos obtener lo que necesitamos para poder sonreír al futuro cuando el futuro parece incierto, aterrador o abrumador? Una vez más, quiero reconocer que quizás esta es tu realidad, te estás enfrentando a algo incierto, aterrador o abrumador, y tu corazón te dice: «Quiero vestirme de fuerza y dignidad».
Quizás acabas de recibir un diagnóstico médico que no es bueno, sobre ti, o aún más difícil, de alguien que amas. ¿Cómo enfrentas eso con fuerza y dignidad? Quiero que sepas que la perspectiva es muy importante. Si queremos estar revestidas de fuerza y dignidad, necesitamos mirar al pasado, al presente y al futuro, y necesitamos la perspectiva de Dios sobre cada uno de ellos.
En primer lugar, debemos mirar hacia atrás y recordar lo que Dios ha hecho en el pasado, recuerda lo que Dios ha hecho.
Y tengo un amigo que envió un correo electrónico a sus cinco hijos –que tienen más o menos mi edad– y a sus compañeros. Él dijo:
«Quiero recordarles a todos ustedes queridos hijos, que dentro de nuestra propia familia hemos visto la mano infalible de nuestro Dios una y otra vez. Él se ha mostrado fiel todos los días de nuestra vida. Y Él es Aquel que es “el mismo ayer, hoy y por los siglos”» (Heb. 13:8).
Este es un hombre que ha vivido ochenta años y ha caminado con el Señor la mayor parte de esos años. Tiene un historial con Dios y está mirando hacia atrás recordándole a la próxima generación: «Recuerden lo que Dios ha hecho en el pasado».
Y esa es una buena razón para llevar un diario, si es que no lo haces. Yo no escribo en libretas, lo hago en mi computadora, pero guardo esas palabras. Y puedo regresar para recordarme a mí misma en una situación desesperada lo que Dios hizo por mí en el pasado, cómo ha sido fiel una y otra y otra vez.
Cuando miro hacia atrás, pienso en el primer año de radio: lo difícil que fue. Fue el año más duro de mi vida, las lágrimas, el esfuerzo, la desesperación, la dificultad, los retos de ese año. Miro hacia atrás y pienso cuántas veces Dios salió a nuestro encuentro justo cuando estábamos frente al mar Rojo y separó las aguas. Él suplió las necesidades y derramó Su gracia…ha sido tan fiel.
Así que he estado aconsejando a mi corazón en estos días y recordándome a mí misma: «Dios nunca me defraudó en ese entonces; Dios va a ser fiel ahora». Ha sido un estímulo para mi corazón mirar hacia atrás y recordar lo que Dios ha hecho.
Y luego, mira el presente. Tenemos que mirar el presente. No podemos evitarlo. Necesitamos mirarlo fijamente y darnos cuenta de que en medio de estas circunstancias, sean cuales sean, el cielo reina, el cielo gobierna. Si deseas un resumen en dos palabras de toda la Biblia, esa podría ser una posibilidad. El cielo gobierna. Dios está a cargo. Él está en Su trono, independientemente de lo que suceda a nuestro alrededor.
Me encanta ese pasaje en 2 Reyes 6, ya me han escuchado referirme a ese pasaje en el pasado, cuando el ejército sirio fue enviado para buscar a Eliseo y matarlo. Los caballos, los carros y el ejército de Siria rodearon la casa de Eliseo. Rodearon la ciudad de Dotán y la casa donde se hospedaba Eliseo. Su sirviente miró por la ventana o la puerta, y vio este ejército enemigo y se asustó. Quedó aterrorizado. Él dijo: «¡Eliseo!, ¿qué haremos? ¡Vamos a morir!»
Ahora, sé que aquí nadie se asusta o entra en pánico por lo que está pasando. Pero sí lo hacemos, ¿no es cierto? «¿Qué vamos a hacer?» Se lo dices a tu esposo, a tus hijos; puedes decírtelo a ti misma, y puede que tengas una crisis emocional, tenemos diferentes formas de expresar esto, pero el sirviente de Eliseo tuvo una crisis.
Eliseo oró: «Señor, ábrele los ojos para que pueda ver no solo la realidad física y visible, sino dale ojos de fe para ver la realidad eterna y espiritual que no puedes ver con los ojos naturales» (ver v. 17).
Y Dios abrió los ojos de ese siervo, y ¿qué vio? No solo el ejército enemigo con sus caballos y carros, ellos estaban allí; no desaparecieron, sino que vio los montes llenos de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo, los ejércitos del Dios viviente. Y se dio cuenta: «Esos ejércitos sirios, parecen grandes para mí cuando los veo con ojos naturales. Pero cuando veo a la luz del ejército de Dios que rodea este lugar, no son rivales para Dios. Estamos a salvo. Dios está en Su trono. El cielo gobierna».
«Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor que hizo los cielos y la tierra» (Sal. 121:1-2).
Si Él hizo los cielos y la tierra, ¿no crees que Él puede ayudarte a superar tus circunstancias?
Necesitamos recordar que las temporadas de adversidad –financiera, física, relacional, o lo que sea– no toman a Dios desprevenido. Puede que nos tomen a nosotras desprevenidas, pero Dios lo sabe todo. Lo ha sabido todo desde la eternidad pasada. Él sabe todo lo que está pasando en nuestro mundo. Él también sabe lo que está por venir y está orquestando todas las cosas en el cielo y en la tierra para cumplir Sus propósitos redentores eternos y para glorificarse a Sí mismo. Cuenta con eso cuando te encuentres en medio de circunstancias preocupantes.
Tus circunstancias pueden ser intensas, dolorosas, a veces te llenan de temor, pero no tienen que abrumarte o robarte la paz.
De hecho, y me has escuchado decir esto muchas veces, pero quiero repetirlo hoy, en el sentido más absoluto, cualquier cosa que me haga necesitar a Dios es una bendición, cualquier cosa. Piensa en las cosas en tu vida en este momento que te hacen necesitar a Dios. Tengo mi lista y tú tienes la tuya. Quiero que mires esa lista y te recuerdes que todo en esa lista es, de hecho, una bendición porque es bueno necesitar a Dios, reconocer nuestra necesidad de Él.
Me encanta esa cita de Oswald Chambers de «En pos de lo supremo». (My Utmost for His Highest) donde dice: «Nuestras circunstancias son los medios para manifestar cuán maravillosamente perfecto y extraordinariamente puro es el Hijo de Dios».
Tus circunstancias, por difíciles que sean, demandantes y retadoras, no solo son una bendición para ti, sino que son un medio para demostrar a los que están mirando, cuán maravillosamente perfecto y extraordinariamente puro es el Hijo de Dios. El Hijo de Dios que vendrá a ti incluso en medio de ese horno de fuego, el cuarto Hombre que acompañó a los tres amigos de Daniel en el horno de fuego, y se unirá a ti en ese horno. Las personas verán a Cristo mientras caminas a través de ese fuego, y se sentirán atraídas a adorarlo. Puedes manifestar al mundo cómo es Él.
Las crisis brindan oportunidades para que nosotras, como mujeres de Dios, florezcamos espiritualmente y dirijamos a las personas a Cristo, quien es nuestra única roca y esperanza, no solo en este tiempo sino por toda la eternidad.
«Solo Él es mi roca y mi salvación», dijo el salmista, «mi baluarte; nunca seré sacudido» (Sal. 62:2).
En el presente recuerda, el cielo gobierna. Sigue diciéndote eso. Sigue aconsejando tu corazón. Sigue recordándote a ti misma. Ten las Escrituras en tu mente que sigan diciendo eso. Memoriza ese versículo que acabo de citar, Salmo 62:2. Dilo para ti misma. Que se grabe en tu corazón. Recuerda que el cielo gobierna.
Y finalmente, mira hacia adelante, mira hacia adelante. Regocíjate porque se ha escrito el último capítulo y sabemos el resultado. Sabemos quién gana.
Proverbios 31:25 dice: «Y sonríe al futuro». Esta es una mujer que confía en una recompensa futura. Sus circunstancias ahora pueden ser desafiantes, pero ella sabe que llegará el día en que habrá plenitud de gozo y placeres para siempre a Su diestra.
A veces solo necesitas mirar hacia la meta final. Perdemos de vista la meta y nos cansamos tanto en el maratón, en la larga carrera que es esta vida, que nos olvidamos de fijar la mirada en Jesús que está allí esperando por nosotras en la meta.
Hace varios años, ChristianityToday.com pidió a los lectores que compartieran cuánto significaban para ellos sus madres y abuelas. En respuesta, un hombre compartió un testimonio conmovedor sobre cómo su madre se vistió de fuerza y dignidad al enfrentar el futuro, y el impacto que tuvo en él como su hijo. Permítanme leerles una parte de lo que escribió. Él dijo:
«(Mi mamá) creció alrededor de las minas de carbón donde trabajaba su papá, en lo profundo de las regiones montañosas de Virginia. Provenía de una familia numerosa y azotada por la pobreza, por lo que aprendió a contentarse con poco. Papá y mamá eran pobres según los estándares del mundo, pero cuando yo era niño, yo no sabía eso. Éramos ricos de muchas otras maneras. Papá tenía dos, a veces tres trabajos, así que mamá podía quedarse en casa y ser una mamá de tiempo completo para sus cinco hijos.
Ella tarareaba suavemente una melodía mientras realizaba su trabajo. Era como si hubiera bloqueado todas las malas noticias y estuviera contemplando lo que era bueno, correcto y hermoso. Siempre vivía en el presente, reflexionaba con cariño sobre el pasado y miraba hacia el futuro. Descubrió que en el presente había amor, en el pasado había alegría y en el futuro había esperanza.
Nunca olvidaré el día que los médicos nos dijeron que mamá tenía cáncer terminal. Yo estaba devastado por la noticia. Sin embargo, las cosas no parecían cambiar para mamá. Cada vez que la visitaba, estaba ocupada, cocinando, horneando, arreglando un montón de ropa, cosiendo o trabajando en otra cosa. Mientras trabajaba, tarareaba una melodía que me parecía muy hermosa.
Cuando hablé con ella sobre el cáncer, estaba tranquila. Ella me dijo que esta no era realmente su casa. Dijo que tenía un hogar en el cielo y que pronto iría allí. Me dijo que no me preocupara, que estaría bien. Aunque eso hizo que se me llenaran los ojos de lágrimas, ella continuó tarareando. Vi una belleza en mi madre que nunca antes había visto. En su aflicción, se había vuelto radiante. Cuando murió, tenía cincuenta y nueve años. He repetido sus palabras muchas veces. “Este no es mi hogar. Tengo un hogar en el cielo. Estaré bien».³
Una y otra vez en las Escrituras leemos acerca de la intensidad de la batalla del aquí y el ahora en esta tierra. Pero luego tenemos ese recordatorio de ese Día cuando el Hombre sobre el caballo blanco vendrá para arreglar todos los males en esta tierra y corregirlos todos, para eliminar todas las lágrimas, las enfermedades, las tristezas, las muertes y los dolores. Tenemos la promesa en Romanos capítulo 16 de que el Dios de paz pronto aplastará a Satanás bajo Sus pies (ver v. 20).
Y no sé lo que hay en tu presente, pero sé lo que hay en tu futuro si eres hija de Dios. Sé que hay muchas razones para sonreírle al futuro, incluso en estos días en los que me he encontrado a veces llorando por el futuro, a veces deprimiéndome por el futuro. Dios ha retado mi corazón a sonreír al futuro.
Encontré en Isaías 26:3, que cité anteriormente, un sostén para mi propio corazón: «Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en Ti confía».
He aquí una mujer que no teme a la nieve que viene a su casa, porque toda su casa está vestida de escarlata. Fuerza y dignidad son su vestidura, y se ríe del tiempo por venir; ella sonríe al futuro. Nadie ni nada puede quitarle esa fuerza o dignidad. Otras personas pueden rechazarla, abandonarla, traicionarla, decepcionarla, pero aún puede tener fuerza y dignidad.
Mientras pienso en la desolación del panorama en el que vivimos hoy, necesitamos desesperadamente mujeres que estén llenas de esperanza en nuestro gran Dios, mujeres fuertes y dignas; mujeres cuyos corazones estén cimentados en la Palabra de Dios; mujeres de santa audacia. Mujeres guerreras, femeninas, que esperan en el Señor, que cuando las cosas se derrumban a su alrededor, caen de rodillas, claman al Señor, y se levantan para ministrar esperanza, gracia, paz, fuerza y dignidad a su esposo, a sus hijos, a quienes las rodean: mujeres que hablan fe, esperanza y coraje en la vida de los hombres y otras personas que las rodean.
Qué llamado tenemos para animar e influenciar a esos hombres para que sean valientes, para enviarlos con la frente en alto, andando como es digno de su llamado.
La fuerza y la dignidad pueden ser nuestras mientras vivimos en Su presencia, porque la fuerza y la belleza se encuentran en Su santuario.
Débora: ¿Estamos viviendo como si estuviéramos en la presencia de Dios? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando cómo «usar» fuerza y dignidad mientras alentamos a otros cuando son tentados por el miedo. Este mensaje es parte de una serie llamada Enfrenta el futuro con gozo. En tiempos donde el miedo intenta reinar, podemos recordarnos la fidelidad de Dios en el pasado y la presencia de Dios con nosotras hoy.
Ahora, ¿cómo te describirían tu familia o compañeros de trabajo hoy? ¿Sería alegre un adjetivo adecuado? Nancy te dirá cómo mostrar alegría auténtica mañana en Aviva Nuestros Corazones.
Retándote a vivir en libertad, plenitud y abundancia, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia Las Américas a menos que se indique lo contrario.
1 Matthew Henry. Matthew Henry's Commentary on the Whole Bible. Peabody: Hendrickson.
2 John Wesley. John Wesley's Explanatory Notes.
3 Bill Fix, of Taylor, Michigan—Taken from "Memories of Mom," www.ChristianityToday.com, 2001.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación