Cómo mantener un corazón ferviente
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Me puedo sentir incapaz y sin esperanza, abrumada y agobiada, pero Dios tiene gracia –gracia hecha a la medida– para encontrarme en mi lugar de necesidad.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 7 de julio de 2023.
El libro de Apocalipsis comienza con siete cartas. La iglesia en Laodicea recibió una de ellas. Ellos vivían en una ciudad próspera, conocida por su ropa y medicina para los ojos, sin embargo, Jesús le dijo a esta iglesia que eran pobres, ciegos y estaban desnudos. Ellos no estaban fríos ni calientes, sino que eran espiritualmente tibios, algo que disgustaba a Dios.
Si te perdiste cualquiera de los episodios de esta semana, espero que los escuches en avivanuestroscorazones.com. Creo que los encontrarás reveladores y producirán mucha convicción. Eso es …
Débora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Me puedo sentir incapaz y sin esperanza, abrumada y agobiada, pero Dios tiene gracia –gracia hecha a la medida– para encontrarme en mi lugar de necesidad.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 7 de julio de 2023.
El libro de Apocalipsis comienza con siete cartas. La iglesia en Laodicea recibió una de ellas. Ellos vivían en una ciudad próspera, conocida por su ropa y medicina para los ojos, sin embargo, Jesús le dijo a esta iglesia que eran pobres, ciegos y estaban desnudos. Ellos no estaban fríos ni calientes, sino que eran espiritualmente tibios, algo que disgustaba a Dios.
Si te perdiste cualquiera de los episodios de esta semana, espero que los escuches en avivanuestroscorazones.com. Creo que los encontrarás reveladores y producirán mucha convicción. Eso es lo que han descubierto algunas de las mujeres de nuestra audiencia. Nancy ha estado hablando con ellas acerca de maneras prácticas de aplicar lo que hemos escuchado.
Nancy: ¿Alguna vez te has encontrado en un lugar donde estás tibia espiritualmente? Y no solo en un área de tu vida, sino donde esa palabra realmente es la descripción de tu vida. ¿Cómo llegaste ahí? ¿Cómo trató Dios contigo? Así como mi amiga, la que mencionamos en los programas anteriores, cuando ella dijo que se enamoró de los caballos, y que durante todo ese período de su vida se volvió realmente tibia, ¿cómo te encontró Dios ahí?
Sarah: Bueno Nancy, no quiero ser tibia. No quiero ser así. No quiero ser vomitada por Cristo. Quiero hacer una diferencia y que las personas puedan ver a Jesús en mí. Pero al mismo tiempo, hay una batalla porque quiero las dos cosas. Quiero agradar al hombre y a Dios, y debo elegir una y otra vez. ¿Quiero agradar al hombre o a Dios? Si por casualidad, por alguna circunstancia inusual, mi elección agrada a ambos, eso es una bendición y una añadidura. Pero mi deseo debe ser primero agradar a Dios.
Eso fue solo un recordatorio para mí. Sarah, ¿a quién vas a agradar? Mi deseo es agradar a Jesús. ¿Es eso siempre fácil? ¿Es siempre divertido? No. Habrá desafíos y gente a quien no le caigo bien y que no les gusta lo que estoy haciendo si lo hago para Cristo. Pero eso es lo que quiero elegir hacer, y eso es lo que quiero desear elegir.
En Gálatas 1:10 dice: ¿A quién estoy tratando de agradar? ¿A Dios o al hombre? Si estoy buscando agradar a los hombres, entonces no soy una sierva de Dios. Yo quiero ser una sierva de Dios y estar dispuesta a aceptar las consecuencias que vengan, pero eso no es fácil. Es una batalla cada día hacer eso.
Nancy: Es así, pero en la batalla, cuando me veo destituida y me veo llevada a depender del Señor, ¿quién entonces recibe la gloria? Él la recibe, porque las personas se dan cuenta de que yo soy débil, imperfecta y caída y que estoy luchando y estoy esforzándome. Pero entonces, cuando viene la victoria, ellos saben que es el Vencedor en mí que lo ha hecho posible.
Gayle: Bueno Nancy, realmente había escuchado ese pasaje una y otra vez en toda mi vida, hablando acerca de la iglesia en Laodicea y lo triste que era que fueron tibios. Pero me quedé pensando que muchas veces yo también era tibia como ellos. Aunque estaba en un ministerio, tenía mi tiempo de devoción, estaba sirviendo en la iglesia, pensaba que estaba dentro de la voluntad de Dios. Pero aún así me sentía tibia.
Eso me preocupaba mucho, hasta que me di cuenta de que estaba regulando mi tibieza o mi pasión –mi calor o mi frío– por mis emociones. En lugar de eso, necesitaba correr a la cruz y reconocer lo que Cristo había hecho en mí. Es ahí cuando estaré ardiendo.
No tiene nada que ver con que esté escuchando un mensaje emotivo o el ambiente en que esté. Depende de si estoy corriendo a la cruz, si estoy reconociendo el precio que Él pagó por mí. Eso me liberó de una manera que no puedo ni explicar. Hay libertad en eso. Fue una bendición para mi vida. Me encanta eso. Me mantendré regresando siempre a ese lugar.
Nancy: Las emociones varían ampliamente para la mayoría de nosotras como mujeres. Y así es cierto para mí, y pueden verse afectadas de muchas maneras –muchas circunstancias externas, lo que está ocurriendo en mi propia vida, el tiempo del mes en que nos encontramos, aún el tiempo y la estación de la vida. Son tantas cosas…las hormonas. Cosas que nos pueden afectar en el ámbito de los sentimientos.
Pero es ahí donde necesitamos aprender a caminar por fé y a ver los hechos y dejar a Jesús examinar nuestras vidas y traer la convicción por Su Espíritu y a través de Su Palabra, como para saber qué es lo que realmente está pasando en nuestro corazón. Y creo que esas personas en Laodicea probablemente sentían que estaban bien. Y no lo sé a ciencia cierta, pero no parecían estar muy devastados por su condición espiritual. Ellos pensaban: «Soy rico. Me he enriquecido. No necesito nada». Pero Jesús les dijo: «Es que ustedes no se dan cuenta…»
El tener lo que nosotros conocemos como «buenas emociones», no significa necesariamente que estamos bien. Y por el otro lado, el tener tristeza o emociones cambiantes, no significa necesariamente que nos hayamos alejado de nuestro caminar con el Señor. Ahí es donde necesitamos dejar que la Palabra y el Espíritu sean los que examinen nuestros corazones y nos muestren la verdadera condición de nuestro corazón.
Mujer: Yo quiero decir algo respecto a lo mismo que mencionaba Gayle. Yo creo que sé, que he encontrado que puedo ser complaciente y estar en el borde de ser tibia o volverme tibia un día y luego apasionarme por algo al día siguiente.
Pero lo que quería hablar es sobre el desafío que yo creo que nosotras tenemos en los Estados Unidos… Tú enseñaste, cuando dijiste acerca de los de Laodicea, que su problema era que ellos eran tan ricos y no tenían necesidad de nada. Aquí en los Estados Unidos, yo creo que no entendemos realmente lo que significa tener necesidad como tantos la tienen alrededor del mundo.
Recientemente tuvimos la oportunidad de viajar a Kenya, y vimos verdadera necesidad. No conocíamos la pobreza verdadera. Mi padre dijo en este viaje que los prisioneros en los Estados Unidos de América tienen más provisiones que estos cristianos sufrientes alrededor del mundo.
Fue una convicción verdadera y espero que mi corazón nunca se vuelva tibio y siempre sea ferviente para servirle a Él. Oro por esas personas, y oro por nuestro país, ahora mucho más seriamente, porque no entendemos verdaderamente lo ricos que somos.
Nancy: Así que la prosperidad material (lo que no es un pecado porque toda dádiva buena y perfecta proviene de Dios), esa prosperidad material, puede producir un orgullo y una autosuficiencia que se transforme en pecado. Y esa es una cosa que nos puede llevar por el camino hacia la tibieza. ¿Qué otra cosa piensan ustedes que nos puede llevar a la tibieza espiritual?
Rhoda: Un año antes que mi esposo falleciera yo estaba muy tibia en la iglesia. Experimentamos un tremendo conflicto y yo pensé que estaba leyendo mi Biblia lo suficiente. Yo creía conocer a Dios. Yo me doy cuenta ahora de que no era así. Pero eso me puso de rodillas. Estaba teniendo ataques de ansiedad. Nunca en mi vida los había tenido, nunca había sufrido de depresión, pero estaba en una profunda depresión.
No sabía cómo arreglar esa situación. Me puse de rodillas y clamé: «Señor, lo que sea necesario para sanar mi corazón, por favor cámbialo». Yo sabía que necesitaba un ajuste grande. El ministerio Enfoque a la Familia tenía una conferencia para esposas de pastores. Esa fue la primera conferencia a la que yo asistí. Esos cuatro días que estuve ahí, vi a esposas de pastores llorando tremendamente, heridas en ministerios difíciles.
Regresé a mi habitación y oré: «Señor, ¿por qué estamos sufriendo? ¿Por qué tus siervos tienen que atravesar tanta dificultad en Tu iglesia?» Bueno, nunca lograron solucionar nuestros problemas. Pero lo que hicieron fue meternos en la Palabra de Dios. Por cuatro días pasamos tiempo en la Palabra de Dios, escribiendo nuestros pensamientos en un diario y entregándole a Dios nuestro dolor.
Dios comenzó a sanar. Cuando regresé a casa tuve el primer destello de esperanza que no había tenido en meses. Fueron seis meses o más de estar constantemente en la Palabra de Dios. La leía en la mañana, la leía a la tarde, la leía a la noche. Pasé tanto tiempo de rodillas ante el Señor aprendiendo a orar… Sentía que estaba conociendo a Dios por primera vez.
Los problemas en la iglesia nunca cambiaron. De hecho, se pusieron aún peores. Pero mi corazón había cambiado. Mi oración era: «Señor, por favor cambia mi corazón». Y Él hizo eso. Él sabía lo que yo iba a enfrentar a lo largo del camino. Iba a enfrentar la pérdida de mi esposo un corto tiempo después. Pero para el tiempo en el que mi marido falleció, yo estaba fuerte espiritualmente.
No sabía si sobreviviría, pero sabía que Dios era fiel. Él me había levantado sobrenaturalmente de la depresión y de la ansiedad. Él había vuelto a poner mis pies en un camino seguro. Me estaba aferrando a la Roca y pensé: «No me voy a mover de este lugar».
Así que Dios te puede levantar a ti también de tu depresión. Y todo fue a causa de esa tibieza. Y estoy tan contenta de que el Señor no se diera por vencido conmigo y que me buscara en ese tiempo de mi vida.
Nancy: Escuchándote, recuerdo lo que he dicho muchas veces en este programa, y es que cualquier cosa que nos haga necesitar a Dios es una bendición. ¿No crees que una de las razones por las que nos desviamos hacia la tibieza es porque no estamos desesperadas? Así es cómo nos volvemos complacientes, porque no hay nada que nos lleve a estar de rodillas.
Creo que fue el presidente Abraham Lincoln quien dijo: «He sido llevado a estar de rodillas tantas veces al darme cuenta de que no tenía otro lugar a donde ir». Y ese era el presidente de la nación en medio de la guerra civil. Y él estaba desesperado. Eso significa que cualquier cosa que me hace estar desesperada, que me despoja de cualquier confianza en mí misma, de ser autosuficiente e independiente, en realidad se transforma en un regalo, en una bendición.
Esto no es algo que quisiéramos escribir en el guión de iglesias que están en medio de conflictos, o a esposas que acaban de perder a su esposo, pero es un mundo caído y así suceden las cosas. Piensa en las veces que has tenido los mayores tiempos de crecimiento en tu vida. Cuando tuviste el corazón más enternecido, sensible en tu relación con el Señor, más dependiente de Él, más enamorada de Él, los períodos de mayor intimidad con Él. ¿Cuántas de ustedes dirían que eso vino como resultado de o al estar en medio de algunos tiempos verdaderamente difíciles?
Cuando no tienes problemas, presiones, cuando tu esposo está locamente enamorado de ti y tus hijos son todos obedientes y tienes dinero en el banco y el sol brilla, ¿no encuentras un poco más difícil en esos tiempos clamar al Señor y decirle: «Te necesito»? Sí. Lo necesitamos en esos tiempos tanto como en los otros. Pero es la desesperación lo que nos empuja a buscarlo.
Mujer: Creo que otra cosa que me hace ser tibia es cuando no vivo por fe. Las promesas de las que hablaste, necesitamos aferrarnos a esas promesas y verdaderamente tomarlas en serio en lugar de solo vivir por lo que veo o por lo que siento.
Veo en mi vida que cuando estoy tan enfocada en las cosas a mí alrededor, o en mis propias emociones, me desanimo y me puedo volver indiferente y pensar: «¿Por qué estoy aún intentando esto?» No está haciendo ninguna diferencia. Es porque no estoy mirando hacia arriba. No estoy mirando hacia adelante, hacia ese tiempo final y eso hace que me vuelva tibia.
Nancy: Y una vez que te has dado cuenta que estás así, ¿qué piensas hacer al respecto?
Mujer 4: Bueno en mi caso, comienzo a creer las promesas. Muchas veces me frustro conmigo misma porque sé muy bien lo que tengo que hacer. Conozco las promesas de la Palabra de Dios. Y para mí, tengo que meditar en ellas fuera de mi tiempo con el Señor y Él hace que esos versículos cobren vida. Las tengo que escribir y llevarlas conmigo durante el día. Las pongo en bolsitas plásticas y las pongo en la ducha porque es ahí donde mi mente vaga a veces, y necesito esa verdad ahí.
O caminando con mis hijos. Comenzamos el día con un devocional. Es asombroso cuántas veces ese versículo –que no es para mis hijos– es para mí, es tan solo un recordatorio de que Dios es fiel en darme esas palabras y darme Su Palabra. Luego tengo la decisión de tomarlas y hacerlas mías y reclamarlas y adueñarme de ellas y vivir por ellas o continuar viviendo por lo que veo y lo que siento.
Nancy: Me pregunto si eso no es parte de lo que significa estar ciegas como estaba la iglesia en Laodicea. Solo puedes ver lo que te rodea. Lo visible, lo exterior, las realidades externas, las realidades físicas, las realidades naturales, pero no puedes ver las realidades espirituales. No puedes ver lo que solo puede ser visto a través de los ojos de la fe. Entonces eres ciega.
Tienes la vista, pero miras alrededor y todo lo que estás viendo es lo que la gente llama el mundo real. Bueno, el mundo real es el mundo de Dios. Es el mundo espiritual. Son las realidades eternas. Pero no es hasta que el Espíritu Santo obra en nuestros corazones y nos da fe y nos da vista –ve hacia Jesús y busca ese ungüento para ungir tus ojos para que puedas ver lo que verdaderamente hay allá afuera.
Recuerdas a Elías cuando tenía al ejército sirio que vino y tenía rodeada su casa y la ciudad –en 2 Reyes– y había carruajes y caballos rodeando toda la ciudad. Y el siervo lo levantó en la mañana y lo que ve es la casa rodeada por el enemigo. Y está aterrado porque todo lo que puede ver, lo que es lo visible, lo que es material, lo que puede tocar le produce terror, miedo y ansiedad (ver 6:8-23).
Eso es lo que va a ocurrir. Ahí es donde vivirás si solo miras lo que ocurre alrededor nuestro en la economía, en nuestro país, en el gobierno, en la situación mundial. No hay muchas buenas noticias. Algo que sucedió recientemente, fue una mujer en el trabajo que mandó un correo electrónico y dijo: «déjenos saber si han escuchado alguna buena noticia que podamos reportar». Les tuvieron que pedir a los oyentes que les dijeran buenas noticias. Así que puedes sentir miedo, aterrorizarte.
Pero Elías tenía ojos de fe. Él tenía ojos para ver las realidades espirituales y las promesas de Dios. Y eso elevó su corazón. Eso le dio esperanza en medio de lo que de otra forma hubiera sido una situación desesperante. Así que él ora y pide: «Señor, abre los ojos de mi siervo para que pueda ver, para que realmente pueda ver». Y entonces el siervo dice: «Veo. Veo enemigos. Veo carruajes. Veo oposición. Veo soldados. Me veo a mí mismo muerto».
Pero no, ese no era el tipo de visión que necesitaba. Casi cualquiera tiene ese tipo de vista, pero pocas personas tienen la visión espiritual. Cuando Dios le abrió los ojos a ese siervo, ¿qué vio? Vio carruajes de Dios rodeando la ciudad. Y las montañas estaban llenas de ellos. Y él se dio cuenta que los que estaban con ellos eran más que los que estaban en su contra. Que sus enemigos eran sobrepasados por aquellos que estaban a su favor.
Ahora, esa era la realidad aún antes de que el siervo los pudiera ver. Los carruajes no aparecieron justo cuando él comenzó a ejercitar su fe. No es como que hablamos en fe y hacemos que ocurra. Cuando ejercemos la fe, tenemos entonces ojos para ver lo que ya es cierto y entonces eso cambia nuestra manera de pensar. Cambia nuestra manera de vivir. Cambia nuestra manera de responder, porque nos damos cuenta de que realmente hay un Dios. Realmente hay un trono en el cielo. Dios está realmente en Su trono.
Y me puedo sentir incapaz y sin esperanza, abrumada y agobiada, pero Dios tiene gracia –gracia hecha a la medida– para encontrarme ahí, en mi lugar de necesidad y es así cómo me convierto en vencedora. Y comienzo a vivir como si las promesas de Dios fueran una realidad. Comienzo a descansar en ellas, a depender de ellas, a permitir que ellas manejen mis emociones en lugar de que mis emociones manejen lo que creo y la manera en que respondo.
El desánimo, por ejemplo, es mi talón de Aquiles. Ahí es donde tengo mi tendencia natural; tengo la tendencia al desaliento, a vivir como si no hubiera Dios. O si lo hay, Él está muy lejos y no está realmente interesado en mi caso. Ahora, en mi mente yo sé que es más que eso. Y es por esa razón que necesito amigas que me amen lo suficiente para ponerse delante de mí y me recuerden las cosas que sé que son ciertas pero que estoy viviendo como si no fueran ciertas.
Así que necesitamos exhortarnos unas a otras diariamente, levantarnos unas a otras para que nuestros corazones no se hagan tibios, no se endurezcan, no caigan en ese aspecto engañoso del pecado. El orgullo, ese es un aspecto engañoso del pecado. Soy rico. Me he enriquecido y no tengo necesidad de nada.
Cuando comienzo a vivir como que soy la gran cosa y que el mundo me debe respeto y que tengo derechos, cuando comienzo a vivir como esa niña malcriada, como a veces lo hacemos, tengo amigas que me aman lo suficiente para decirme en la cara y recordarme así como Jesús le recordó a esta iglesia.
Quizás no me digan esas palabras exactamente, no me dirán: Tú eres una miserable, digna de lástima, pobre, ciega y desnuda. Pero sí me dicen: ¡Tú necesitas al Señor! No puedes lograrlo sin Él. Así que los unos a los otros entran en juego aquí para mantenernos lejos de la tibieza.
Mujer: Nancy, hiciste el comentario acerca de quitarnos las máscaras. Yo aprecio como dijiste que cuando estás en necesidad y cuando has estado luchando, tú buscas personas para que oren por ti. Creo que ese es un buen consejo para todas nosotras, que necesitamos estar dispuestas a ser esa primera persona en nuestro grupo de mujeres, a ser reales y mostrar que primeramente necesitamos a Jesús, pero que necesitamos de la comunión de otras hermanas para ser como hierro afilando hierro.
Nancy: ¿No crees que ese es un aspecto clave en nuestro testimonio al mundo también? Cuando proclamamos el evangelio estamos diciendo, «necesitas a Cristo». Pero entonces luego vivimos como si no necesitáramos nada. ¿Y qué tan persuasivo puede ser esto?
Sé que tenemos muchas oyentes que sienten que están en iglesias donde no hay mucha hambre o celo por el Señor. El avivamiento es una obra del Señor, pero, ¿qué podemos hacer para crear un clima que conduzca a que el Señor se mueva? ¿Qué podemos hacer en nuestros propios corazones? No queremos que la gente solo salga animada a tener celo por Dios.
Carrie, ¿qué podrías decirnos que nos ayude, a nosotras y a nuestras iglesias, a salir de esa situación de tibieza y a llegar a un lugar de pasión y de fervor por Dios?
Carrie: Nancy, recuerdo muy bien aquella noche. Fui salva cuando tenía 15 años, y estuve ferviente por Dios probablemente dos o tres años. Pero después de eso me deslicé de nuevo en la cultura, eso fue años atrás. Hoy en día, tenemos por igual jóvenes que son atraídos por la cultura.
Recuerdo claramente cuando tenía 25 años de edad, estar despierta sola en la víspera de Año Nuevo. Estaba casada y mi marido y mis niños ya estaban en la cama. Me arrodillé delante de una silla y dije: «Señor, no sé exactamente quién eres. Sé que has cambiado mi vida. Sé que me has redimido, pero ya no soy diferente».
Había muerto. Había algo en mí que había muerto y ni siquiera sabía cómo obtenerlo otra vez. Yo había estado en la iglesia toda mi vida –mañana y noche– cada vez que las puertas estaban abiertas. Fue una oración muy, muy simple, como la de un niño, y oré: «Señor, yo te necesito. Te necesito desesperadamente…cueste lo que cueste en este nuevo año, ¿podrías mostrarme quién eres y podrías impactar mi vida?»
Así que eso es lo que Dios hizo por mí cuando tenía 25 años. Ese próximo año no tenía ni idea de cómo estudiar la Biblia. No tenía ni idea de cómo orar. Solo sabía que lo necesitaba desesperadamente.
Así que cada mañana por unos minutos estaba en la Palabra de Dios. Cuando comienzas a ver la verdad y comienzas a ver quién es Dios, esto te impacta y te transforma.
He escuchado eso tantas veces. La Palabra de Dios te va a transformar. Cambiará quien eres, cómo piensas, cómo vives. Tú no puedes estar, yo no creo, en la Palabra de Dios sin que esta te impacte, si la estás obedeciendo. Si estás caminando en obediencia a Él.
Débora: Carrie Gaul nos ha estado dando algunas palabras sabias acerca de mantener un corazón ardiente para el Señor. Ella ha estado hablando con Nancy y varias de nuestras oyentes, reflexionando sobre la enseñanza que hemos escuchado esta semana. El estudio de esta carta a la iglesia en Laodicea ha sido un repaso de mucha bendición y un buen recordatorio del peligro de tener una fe tibia.
Si te perdiste alguno de los episodios de esta semana, espero que los escuches en avivanuestroscorazones.com. Carrie habló acerca de la importancia de la Palabra de Dios y cómo esta nos ayuda a mantener una fe ferviente. Es por esta razón que en Aviva Nuestros Corazones nos enfocamos en la enseñanza de la Biblia a mujeres. Nos emociona escuchar cómo Dios usa este ministerio para conectar mujeres a Su Palabra. Ahora Nancy está de regreso para contarte algo sobre eso…
Nancy: Bueno, yo desearía que pudieras escuchar el gozo, la alegría en nuestra oficina cuando escuchamos una historia acerca de cómo Dios está usando Aviva Nuestros Corazones en la vida de alguien. Hubo un alboroto en nuestra oficina no hace mucho tiempo, cuando recibimos un correo electrónico contándonos acerca de una misionera en Hungría, que estaba preparando un evento de dos días. Ella se estaba preparando para hablar acerca del tema: «La mujer verdadera de Dios».
Ella encontró avivanuestroscorazones.com, nuestro sitio web, y fue un gran recurso para ella, mientras ella visitaba el sitio y aprendía de la Palabra de Dios; luego pasaba a otras mujeres en Hungría lo que ella había recibido. Y ese es solo un ejemplo de las muchas oportunidades de ministerio que están disponibles hoy en día. Las nuevas formas de comunicación y tecnología hacen posible que nosotras hablemos a mujeres, no solo en los Estados Unidos, no solo en América Latina, sino alrededor del mundo.
Pero solo podemos aprovechar estas oportunidades cuando nuestros oyentes sostienen este ministerio financieramente.
Te pido que ores al Señor y le preguntes si Él desea que seas parte de esta obra que Él está haciendo a través de este ministerio.
Débora: Puedes hacer tu donación en avivanuestroscorazones.com, dando clic en el botón «Dona». ¡Muchas gracias por tu apoyo!
Cuando llamas a alguien al arrepentimiento, no es un mensaje negativo. De hecho, es muy positivo. Descubre por qué cuando Nancy regrese el lunes para la continuación de esta serie, aquí, en Aviva Nuestros Corazones.
Creciendo en nuestra fe, juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación