Cómo desarrollar piedad y amor fraternal
Annamarie Sauter: En el camino hacia la santidad no hay atajos.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Queremos ir a un retiro o a una conferencia, leer un libro o ir a un consejero, o escuchar un mensaje o tener algún tipo de experiencia mística que nos toque. Pero no queremos hacer el esfuerzo para conseguir el resultado final. Es por eso que tantas de nosotras permanecemos espiritualmente débiles.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Levítico capítulos 7 al 9.
Nos encontramos en la serie titulada, «Añade a tu fe». Hemos estado viendo una serie de cualidades que debemos añadirle a nuestra fe, y hoy continuamos con la número cinco. Si no has escuchado los programas anteriores puedes hacerlo a través de AvivaNuestrosCorazones.com. También los puedes escuchar a través de nuestra aplicación …
Annamarie Sauter: En el camino hacia la santidad no hay atajos.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Queremos ir a un retiro o a una conferencia, leer un libro o ir a un consejero, o escuchar un mensaje o tener algún tipo de experiencia mística que nos toque. Pero no queremos hacer el esfuerzo para conseguir el resultado final. Es por eso que tantas de nosotras permanecemos espiritualmente débiles.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
La lectura de hoy de la Biblia es Levítico capítulos 7 al 9.
Nos encontramos en la serie titulada, «Añade a tu fe». Hemos estado viendo una serie de cualidades que debemos añadirle a nuestra fe, y hoy continuamos con la número cinco. Si no has escuchado los programas anteriores puedes hacerlo a través de AvivaNuestrosCorazones.com. También los puedes escuchar a través de nuestra aplicación llamada Aviva Nuestros Corazones.
Aquí está Nancy.
Nancy: Algunas de ustedes me han escuchado decir que desde niña mi meta siempre ha sido ser una anciana piadosa. Pero he encontrado que la parte de «anciana» ha llegado más fácilmente que la parte de la piedad.
Llegamos hoy en nuestro estudio de 2 Pedro, a una discusión de lo que sería la gracia de la piedad. ¿Qué aspecto tiene? ¿Cómo luce? ¿Qué significa y cómo podemos llegar a obtenerla? Yo no voy a poder hacerle justicia al tema de la piedad en tan solo diez minutos o menos, pero veamos por un momento 2 Pedro capítulo 1. Estamos en ese párrafo, de los versículos del 5 al 7, y estamos leyendo sobre siete cualidades o siete gracias que queremos añadir a nuestra fe.
El fundamento es la fe y Pedro dice:
«Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad».
Así vamos llegando a la quinta de estas siete cualidades, y esta es la palabra «piedad». Todas debemos aspirar a ser piadosas. Pero ¿cómo luce la piedad?
Al estudiar los diferentes usos de esta palabra, vemos que tiene que ver con la devoción a Dios, con la piedad hacia Dios, vivir una vida que es piadosa o moralmente buena. Es la adoración correcta. Es tener una actitud correcta hacia Dios, que se manifiesta en un tipo adecuado de vida, en una vida dedicada, una vida de respeto, de culto y de reverencia a Dios.
Por supuesto, esto resultará en un deseo de agradar a Dios en cada área de nuestras vidas. Esto afectará la forma en que vivimos, la forma en que hablamos; nuestras prioridades. La persona piadosa es una persona que ha orientado toda su vida en torno a Cristo. Es lo que ilustra el Salmo 16 en el versículo 8, donde David dice: «He puesto al Señor siempre delante de mí». Es una vida centrada en Dios.
Cuando estaba estudiando esto recordé una frase que he escuchado antes. No sé si estás familiarizada con esto. Es la frase en latín «Coram Deo». Coram es la palabra en latín para cara y Deo la palabra para Dios. Es una frase que significa de cara a Dios. Cuando vives la vida Coram Deo estás viviendo tu vida delante del rostro de Dios.
Me gusta algo que el Dr. R C Sproul, dijo acerca de la vida Coram Deo. Él dijo:
«No debemos segmentar nuestras vidas, dándole un poco de tiempo a Dios, un poco de tiempo a nuestros negocios o a nuestra educación, y un poco de tiempo para nosotros mismos. La idea es vivir toda nuestra vida delante de la presencia de Dios, bajo la autoridad de Dios y para el honor y la gloria de Dios. De eso se trata la vida cristiana» (1).
De eso se trata la vida cristiana. Y ciertamente la descripción del Dr. Sproul, luce muy diferente de lo que muy a menudo vemos que es el caso, o la forma en que muchos cristianos están viviendo. Ya sabes cómo es. Tenemos nuestra vida dividida en segmentos; nuestra vida cristiana, nuestra espiritualidad, nuestra vida de iglesia, nuestra religión.
Por otro lado tenemos nuestra vida de trabajo, nuestra vida familiar, nuestras recreaciones, nuestras aficiones, y por supuesto nuestro tiempo personal, nuestra vida. Pero el Señor es Uno sobre todas estas categorías.
Pues bien, la piedad significa que no existen categorías. Es vivir toda la vida, ya sea que coma o beba, o lo que sea que haga, para la gloria de Dios y en la presencia de Dios. Pedro nos dice en este pasaje la forma como se da este proceso. Comienza con la fe, y sobre esta se construye la virtud, luego el conocimiento y el dominio propio, y luego la perseverancia. Y es de estas cualidades que fluye la piedad.
Lo que sucede es que nos gustaría saltar hacia la piedad sin pasar por la perseverancia, porque sabemos que viene a través de pruebas y en realidad no estamos interesadas en estas. O sin tener control de uno mismo, porque eso significa que no me voy a poder comer ese tercer pedazo de postre solo porque quiero. No queremos el dominio propio ni la perseverancia, pero permítanme ser piadosa. No se pueden pasar por alto las primeras cualidades e ir directamente a la piedad.
Ahora voy a hablar por un momento sobre el proceso de la piedad o el precio de la piedad. En 1 Timoteo el capítulo 4, versículo 7, el apóstol Pablo le dice a Timoteo, su hijo en la fe, Timoteo: «Ejercítate para la piedad». Quizás algunas de sus traducciones digan «entrénate o disciplínate para la piedad». De hecho, la palabra en griego se traduce como «entrenarse para la piedad», es la palabra de donde obtenemos la palabra «gimnasio».
Bueno, ¿qué te digo? Yo era una estudiante de A durante mis años de escuela, pero la única clase que no podía soportar era la clase de Educación Física, la clase de Gimnasia. Y no sirvo para esto. Sin embargo, Pablo está usando aquí la ilustración del lugar donde uno va a entrenar el cuerpo. Uno va a ese lugar para ponerse en una buena condición física. Tú vas al gimnasio. Vas a entrenarte. Vas a hacer ejercicio, a disciplinarte. Y eso implica sudar.
Significa seguir adelante con todo y calor. Significa perseverar, y no significa ir solo una vez. Creo que eso yo lo podría manejar. Pero no es una sola sesión de entrenamiento. Implica ir una y otra vez; construir esos músculos y fortalecer la resistencia. Él dice que eso es lo que tienes que hacer si quieres ser piadosa, santa. Debes continuar asistiendo al gimnasio de Dios. Debes ejercitarte. Debes entrenarte.
Pero nosotras queremos que la piedad se produzca sola, de la nada. Queremos ir a un retiro o a una conferencia, leer un libro o ir a un consejero, o escuchar un mensaje o tener algún tipo de experiencia mística que nos toque. No queremos hacer el esfuerzo para conseguir el resultado final. Es por eso que tantas de nosotras permanecemos espiritualmente débiles. No desarrollamos los músculos espirituales porque la piedad requiere vigilancia constante. Diligencia constante. Es un entrenamiento espiritual. Es un entrenamiento serio, intencional y continuo.
A veces no te sientes como si estuvieras progresando, pero debes continuar entrenando. Debes continuar entrenando con el propósito de obtener la piedad, sabiendo que en última instancia, podrás ver el fruto y podrás cosechar los beneficios.
Entonces, ¿cómo se hace esto, espiritualmente hablando? Bueno, lo estás haciendo todo el tiempo. Siempre te estás entrenando, para la piedad o para la impiedad.
- A través de los libros que lees.
- A través de la música que escuchas.
- A través de lo que hablas con tus amigos.
- A través de lo que haces con tu tiempo libre.
¿Están estas cosas contribuyendo a llevarte hacia una mayor piedad? ¿Estás dedicando grandes cantidades de tiempo, cantidades excesivas de tu tiempo, a la recreación, al ocio, a la televisión, a las revistas seculares, a jugar en tu computadora? Si es así, entonces no esperes avanzar en la piedad. Date cuenta, cuando tienes algún tiempo libre, es momento de hacer una decisión, una elección...
Tú dirás, ¿significa acaso eso que tengo que leer la Biblia a cada momento del día? No, pero sí significa que debemos tomar decisiones que nos lleven a colocar en la mente y en el corazón aquellas cosas que nos empujan hacia la piedad. Cosas que nos hagan tener pensamientos puros acerca Dios, que dirijan nuestros pensamientos hacia Dios.
Y quizás tú me digas: «Pero es que eso suena como un gran esfuerzo». Pues lo es. Pero hay una promesa que viene con la búsqueda de la piedad.1 Timoteo, capítulo 4 dice: «Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad; porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo...» El ejercicio físico aprovecha poco. Otras versiones dicen que el ejercicio corporal es poco provechoso (RV). Mi padre, que no era más partidario de los ejercicios físicos que yo, decía, «quizás aprovecha un poco», pero muy poco cuando lo comparamos. Porque Pablo sigue diciendo más adelante que el entrenamiento corporal es de algún valor, pero que «la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la vida futura» (vv. 7-8).
Ciertamente, el ejercicio físico tiene algunos beneficios, pero solo en lo que respecta al cuerpo físico y es solo para el aquí y el ahora. Pero el ejercicio para la piedad promete beneficios no solo para tu cuerpo, sino también para tu alma y tu espíritu, para tu mente y para tus emociones. Será de provecho en cada área de tu vida, y no solo en esta vida, sino también para toda la eternidad. Vale la pena ir al gimnasio, espiritualmente hablando, para acondicionar el alma, para recibir entrenamiento, para desarrollar resistencia, para desarrollar la piedad.
Voy a darte algunas preguntas para meditar:
- ¿Está tu corazón inclinado y orientado hacia las cosas piadosas? ¿Está orientado hacia Dios? ¿Tiene tu corazón devoción hacia Dios?
- ¿Está tu vida centrada en Dios? ¿Piensas en Él, meditas en Él, lo buscas?
- La orientación básica de tu vida, ¿está dirigida hacia el cielo o hacia este mundo? ¿Es eterna o es temporal?
¿Te estás entrenando para ser piadosa? ¿Te estás ejercitando? ¿Te estás disciplinando? ¿Cómo estás avanzando? ¿Qué estás haciendo?
Cuando llegué a este pasaje y Dios comenzó a hablar a mi corazón acerca de hacer todo lo posible para ser piadosa, desarrollarme espiritualmente, crecer espiritualmente, el Señor trajo a mi mente algunas cosas específicas que yo sentí que me ayudarían a buscar la santidad. Quizás no sean las mismas que tú necesitas hacer. Es posible que necesites algo totalmente diferente. Pero se trata de tomar algunos pasos específicos para cambiar las prioridades y la agenda.
Quiero seguir adelante. Quiero ser una mujer piadosa en los años que tengo por delante. Y por la gracia de Dios y por Su poder y Sus promesas, voy a serlo. No es que tenga algo en mí misma para lograrlo, pero Dios está inclinando mi corazón cada vez más y más hacia Él.
Pero esto se logra pagando un precio. Viene con el entrenamiento. Viene cuando decimos NO a algunas cosas que pudiéramos usar para llenar nuestro tiempo. ¿Acaso lo hago ahora a la perfección? No, absolutamente no. ¿Estoy acaso en un proceso hacia lograrlo? Sí, y es a esto a lo que nos llama Pedro.
Hemos estado viendo una serie de cualidades, una serie de gracias que hemos de añadir a nuestra fe. Hemos de añadir siete cualidades a nuestra fe. Pedro nos dice que esto es algo que tenemos que trabajar, y no solo por un rato. El logro de estas cualidades requiere un esfuerzo tenaz y permanente.
«Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad...» (2 Ped. 1:5-6).
Entonces, ¿cuál es la próxima? Añadir a tu piedad afecto o amor fraternal. Algunas de ustedes saben que provengo de la ciudad de Filadelfia. Allí fue donde crecí. Significa la ciudad del amor fraternal. Si yo hubiera estado escribiendo la lista, a veces me pregunto cómo lo hubiera hecho. ¿Qué hubiera incluido? ¿En qué orden habría puesto cada cosa? Pero yo no fui quien la escribió. Fue Dios quien inspiró la redacción de esto.
Me pregunto si quizás no hubiéramos dejado la piedad para el final de la lista. Digo, eso tiene sentido. Pero mientras he venido meditando en este texto, me doy cuenta que la piedad, en cierto sentido, no es un fin en sí misma. Sí lo es en otro sentido. Pero en un sentido no podemos lograr la piedad hasta que no hayamos vivido en el contexto de las relaciones humanas.
Mira, yo creo que si estuviera al final, pensaríamos: «Oh, podría irme a vivir en una cueva y ser espiritual por el resto de mi vida». Pero Pedro continúa diciendo: «...a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor». Esta es una palabra que tiene que ver con el amor que los cristianos han de profesarse los unos a los otros. El amor fraternal que surge de una vida espiritual común.
¿Cuál es nuestra vida espiritual común? A simple vista podría parecer que no tienes mucho en común con algunos otros cristianos de tu iglesia. Pero el hecho es que tienen el mismo Padre. Ustedes están relacionados entre sí. Somos hermanos y hermanas en la familia de Dios. Somos todos hijos dentro de la familia de Dios. Tener afecto fraternal significa amar a los demás en mi familia. Afecto por los hijos de Dios.
Es una palabra que tiene que ver con la amistad. Es una cualidad que va más profundamente que simplemente pasarle a alguien por el lado en un pasillo de la iglesia y decirle: «Hola, ¿cómo estás?» La amistad de que se habla aquí es mucho más profunda que eso. Tiene que ver con la manera en que hablamos con los creyentes y sobre los demás creyentes. Tiene que ver con ser sensible a las necesidades de la gente a mí alrededor.
¿No es asombroso cómo podemos vivir con las personas, trabajar juntos, ir a la iglesia con las personas, estar en los mismos ministerios, conocer a la gente por años y realmente nunca conocer sus luchas? No saber ni siquiera quiénes son. Se trata de ser sensibles a las circunstancias por las que atraviesan las demás personas, sensibles a sus necesidades y tratar de llenarlas de manera proactiva.
¿Cómo puedo servirle? Se trata de salir de mi propio yo y entrar en las vidas de otras personas. Tiene que ver con cultivar relaciones, no ser un cristiano al estilo llanero solitario. Es tener la disposición de sacrificarse por otros, de sacrificarse por ellos.
Sé que tan pronto comencemos a hablar sobre la amistad, están aquellas que están solas, que se sienten alejadas, que se sienten como llaneros solitarios, pensando, «voy a la iglesia y nadie me habla. Nadie se mete en mi vida. Me gustaría tener una amiga así». Pienso especialmente en nuestros corazones como mujeres, donde existe ese anhelo de tener una verdadera amistad, una relación verdadera, verdadera intimidad.
El peligro está en que nos sentemos a esperar a que venga alguien y sea eso para nosotras; que sea un amiga; que nos den afecto fraternal. No esperes a que alguien venga y te ofrezca ese afecto fraternal. Dáselo tú a los demás.
Romanos capítulo 12, versículo 9 dice: «El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándoos a lo bueno». Dense honor los unos a los otros. «¿Cómo puedo ayudarte? No, pasa tú primero. No, tú primero».
En la primera epístola de Pedro en el capítulo 1, en el versículo 22, dice:
«Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro».
Y recientemente he estado pensando acerca de este asunto del amor fraternal y de la amistad, sobre lo importante que es, porque crea en el cuerpo de Cristo un clima en el cual las personas pueden permitirse el lujo de ser honestas unas con otras, donde pueden ser auténticas; donde se sienten seguras. ¿Sabes? A veces la gente prefiere contarle sus problemas a alguien en un bar antes que a las personas de la iglesia. Porque los del bar muy posiblemente los acepten, y vengan en su ayuda; al menos, así me han dicho. Nunca he estado en un bar, así que no estoy segura.
A veces pienso que muchos tienen la idea de que si hablan con alguien de la iglesia sobre sus luchas, o sobre un asunto particular de sus vidas, o un problema de su matrimonio, primero, piensan que toda la iglesia se enterará y que empezarán a hablar de eso. En segundo lugar, piensan, «me van a rechazar», y entonces desarrollan este miedo a ser auténticas. Creo que eso se debe a que no hemos estado cultivando amistades en el cuerpo de Cristo; no hemos cultivado el amor fraternal.
Nos necesitamos mutuamente. Yo no puedo hacerle frente a los problemas importantes de mi vida –aquellas cosas que obstaculizan mi semejanza a Cristo– no puedo luchar sola con ellas. No debo luchar sola con ellas. Te necesito a ti. Necesito a mis amigas. Necesito a otros creyentes que estén a mi alrededor y que me digan, te ayudaremos. Te ayudaremos a rendir cuentas. Te escucharemos. Oraremos por ti.
Nosotras no vamos a estar dispuestas a compartir los asuntos íntimos y auténticos del corazón con los demás, si no hemos cultivado un ambiente de afecto fraternal y de amistad. Esa confianza nace de la amistad y del afecto, del conocerse unas a otras, y al crear un ambiente donde las personas sientan que pueden darse el lujo de ser honestas y abrirse a los demás.
Realmente pienso que si hubiera más afecto fraternal verdadero, genuino, más amistad piadosa entre los creyentes, habría menos necesidad de consejeros profesionales, habría menos necesidad de que los pastores tuvieran que ofrecer consejería. Habría más victoria sobre el pecado, más libertad en algunas áreas de nuestras vidas debido a esa amistad piadosa, a ese afecto fraternal, a esa ayuda que fluye real y genuina, llena de gracia, en las vidas de las unas para con las otras.
Lo he visto ocurrir en mi propia vida. He sido el recipiente de esta gracia. También me ha sido posible ofrecerla. Pero se desprende del afecto fraternal y de la amistad.
Así que aquí hay algunas preguntas para ti:
- ¿Genuinamente te interesas por el pueblo de Dios? ¿Les amas?¿Disfrutas de su compañía?
- ¿Estás cultivando relaciones saludables y ricas con otros creyentes? ¿Consideras a los demás creyentes como tus hermanos y hermanas?
- ¿Eres amable y considerada con tus hermanos creyentes?
- ¿Asumes lo mejor de los demás cristianos? ¿Crees rápidamente un informe negativo?
- ¿Muestran tus palabras misericordia? ¿Hablas bien sobre otros creyentes?
- Cuando sabes que son débiles, que no han llegado a donde deberían; cuando sabes que tienen puntos ciegos, ¿piensas en cómo poner la mejor construcción posible? ¿Cómo asumir lo mejor de ellos o verlos a través de la mejor luz posible?
Ahora, eso no significa que les cubrimos las faltas que debemos ayudarles a corregir. Pero siempre quiero asumir lo mejor de los demás hermanos en la fe.
- ¿Te apresuras para servir y atender a sus necesidades siempre que sea posible?
- ¿Eres hospitalaria? ¿Recibes con agrado al pueblo de Dios en tu hogar?¿Recibes a otros como Cristo te ha recibido a ti?
¿No crees que necesitamos una buena dosis de afecto fraternal, de amistad piadosa en nuestras iglesias? Necesito esa clase de amigos. Me siento muy bendecida por tener esa clase de amigos. Pero también necesito ser esa clase de amiga.
Y luego llegamos a la última de estas características, la cumbre, el vértice de todo. Es la fuente de todas esas otras cualidades. Y ¿cuál es? El amor. Ágape. El amor de Dios. Ese amor centrado en otros, desinteresado, sacrificial, amor que sirve, amor que da y que siempre tiene en su corazón los mejores intereses de la otra persona.
Es el tipo de amor que no necesariamente les da a los demás lo que quieren todo el tiempo, pero sí les da lo que necesitan. Porque tanto amó Dios al mundo que Él nos dio a todos un montón de dinero, que nos dio a todos buena salud. No, Dios amó tanto este mundo caído, quebrantado, necesitado, que ha dado un Salvador. Él nos dio lo que necesitábamos.
Escuchamos a los creyentes hablar sobre amor, y creo que el problema es que queremos empezar por ahí. Queremos que todos se amen. Pero el verdadero amor ágape está en la cumbre. Es el fruto. Es el resultado del proceso diligente del que hemos estado hablando.
Es el resultado de añadir todas estas otras gracias a nuestra fe. No se puede tener amor verdadero apartados de la fe, la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad y el afecto fraternal. A medida que añadas estas cualidades a tu fe, encontrarás que podrás crecer en amor. En el amor a Dios, y en el amar al Señor tu Dios con todo tu corazón. Ese es tu llamado. Esa es tu misión. Ese es el objetivo supremo de nuestras vidas, amarlo a Él con todo nuestro corazón y luego amar a los demás con Su amor.
En Colosenses capítulo 3, el apóstol Pablo nos da una larga lista de virtudes con las cuales debemos vestirnos a nosotras mismas. Estas son: la compasión, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, la tolerancia, el perdón, y luego dice: «Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad» (v. 14). Si no estás llegando a ser más amorosa, quiere decir que no estás en el camino correcto.
Tu diligencia en la vida cristiana no es solo para que seas una buena, increíble y fuerte cristiana. Es para que puedas llegar a ser más amorosa. Pienso en cómo me gustaría ser conocida. Me gustaría que la gente piense que era una persona llena de amor, amante de Dios, amante de la gente. Quiero buscar el amor con urgencia.
- ¿Se caracteriza tu vida por ese tipo de amor?
- ¿Amas a Dios?
- ¿Se evidencia tu amor hacia Dios en tu obediencia a Sus mandamientos?
- ¿Amas a tu familia?
- ¿Amas a tu familia de la iglesia?
- ¿Amas a los que no tienen a Cristo?
- ¿Amas a las personas duras?
- ¿Amas a las personas groseras?
Eso no significa que ignores sus fallas. Dios quizás quiera usarte como instrumento de gracia y de bendición en la vida de esa persona. Pero no puedes ser ese instrumento en la vida del otro si tu ministerio no está fluyendo del amor. Así que Pablo dice: «Por encima de todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad».
Annamarie: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado hablando acerca de la piedad, el amor fraternal y el amor ágape. Tres cualidades que debemos añadir a nuestra fe.
Esta enseñanza nos ha llevado a considerar el uso que le daremos a nuestro tiempo libre, y a preguntarles a otras personas, «¿cómo puedo servirte?» También nos ha recordado el supremo mandamiento: Amar al Señor con todo nuestro corazón.
Mañana continuaremos en esta serie titulada, «Añade a tu fe». Veremos que las decisiones que tomamos hoy realmente importan, así que asegúrate de acompañarnos.
Añadiendo a nuestra fe juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
1 R.C. Sproul. Table Talk, noviembre de 1992, p. 31.
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