Cómo cantar en tierra extranjera, día 3
Carmen Espaillat: Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Tengo una amiga que tiene un negocio. Ella hace y vende productos que son utilizados frecuentemente como obsequios en fiestas y en distintos tipos de eventos. Hace no mucho tiempo le hicieron una orden bastante grande.
Al comenzar a trabajar en esa orden, ella y su equipo se dieron cuenta que era Planned Parenthood, que traducido sería, Paternidad Planificada, quería utilizar uno de los productos que mi amiga vendía, en uno de sus eventos. Mi amiga agonizó intentando decidir qué debía hacer, a la luz de que Planned Parenthood tiene un papel importante como facilitador de abortos a nivel mundial.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
En los últimos programas Nancy nos ha estado mostrando cómo vivir en un lugar que no es nuestro hogar. Esta …
Carmen Espaillat: Aquí está Nancy DeMoss de Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Tengo una amiga que tiene un negocio. Ella hace y vende productos que son utilizados frecuentemente como obsequios en fiestas y en distintos tipos de eventos. Hace no mucho tiempo le hicieron una orden bastante grande.
Al comenzar a trabajar en esa orden, ella y su equipo se dieron cuenta que era Planned Parenthood, que traducido sería, Paternidad Planificada, quería utilizar uno de los productos que mi amiga vendía, en uno de sus eventos. Mi amiga agonizó intentando decidir qué debía hacer, a la luz de que Planned Parenthood tiene un papel importante como facilitador de abortos a nivel mundial.
Carmen: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia Saladín.
En los últimos programas Nancy nos ha estado mostrando cómo vivir en un lugar que no es nuestro hogar. Esta serie se titula, «Cómo cantar en tierra extranjera».
Bien, entonces, ¿cómo respondió la amiga de Nancy a este gran pedido que recibió de la organización facilitadora de abortos Planned Parenthood?
Nancy: Finalmente, ella se dio cuenta que tenía que llamarlos y decirles, «no puedo tomar su orden». Fue una llamada difícil porque ella no sabía qué tendría que enfrentar de parte de ellos o al final de la llamada. ¿Quizás la posibilidad de una demanda?
Quise enviarle un mensaje para que supiera que Robert y yo estábamos orando por ella sobre esta situación. Estábamos pidiéndole a Dios le diera paz respecto a la decisión que había tomado. Y quiero compartir con ustedes esta porción de lo que le enviamos.
He estado meditando en el Salmo 137. Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extranjera. Este mundo no es nuestro hogar. Que Él te ayude a cantar Su canción hoy, en anticipación a ese Día, cuando la cantaremos sin temor a las represalias, seguras en nuestro hogar.
Como has podido ver, este tipo de Escritura se puede aplicar a todo tipo de circunstancias y en situaciones que son muy reales. Y cuando frecuentemente leemos un pasaje como este, pensamos, Babilonia, Sión, Jerusalén. Esto no tiene nada que ver conmigo. ¿Estás comenzado a ver cómo esto sí tiene que ver con nosotras?
Estamos viendo el Salmo 137, y hemos visto en los primeros cuatro versículos al pueblo de Dios añorando a Sión en Babilonia –anhelando a Sión– su tierra natal.
Permíteme leer los primeros cuatro versículos:
«Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos y llorábamos, al acordarnos de Sión. Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas. Pues allí los que nos habían llevado cautivos nos pedían canciones, y los que nos atormentaban nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos alguno de los cánticos de Sion. (Y luego esta pregunta que vimos en el versículo 4:)¿Cómo cantaremos la canción del Señor en tierra extraña?» (¿Y cuál era la respuesta? Recuerda a Sión) Y al recordar a Sión, ese recuerdo te hará llorar pero también te ayudará a cantar.
Y así al llegar al versículo 5, vemos al pueblo de Dios prometiendo recordar a Jerusalén, a Sión. Ahora, hasta este punto, los primeros tres versículos, el salmista habla en plural, nosotros. Nueve veces en los primeros cuatro versículos vemos ese sentido de comunidad. Esto era un lamento colectivo, corporativo. Y eso es importante. Esos himnos son importantes al cantar nuestra adoración al Señor, nuestro lamento, nuestras confesiones al Señor.
Pero cuando llegas a los versículos 5 y 6, te das cuenta de que los pronombres cambian ¿a qué? a singular «mí y yo». Todo esto de pronto se torna muy individual, muy personal. Es un juramento. Es una promesa. Y cada persona promete su lealtad personal a Jerusalén. Cada persona dice, «estoy decidido a no olvidar».
Permíteme leer los dos versículos y después hablaremos sobre ellos. Versículos 5 y 6 del Salmo 137:
«Si me olvido de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo».
Ahora, Sión y Jerusalén están siendo utilizadas indistintamente a través del salmo. Pero creo que en estos versículos el salmista está diciendo en esencia, «si yo me siento en Babilonia, como parte del pueblo de Dios, y canto alegremente junto con la cultura, toco mi arpa y paso un buen tiempo, olvidando las calamidades y pesares en mi hogar en Jerusalén, inconsciente del hecho de que nuestro templo yace en ruinas, entonces que la mano que toca mi arpa se seque, se haga inútil e inservible. Que mis cuerdas vocales se paralicen, incapaces de cantar o hablar de nada más».
Creo que eso es lo que él está diciendo. «No quiero olvidar a Sión. No quiero olvidar a Jerusalén. Quiero recordar».
La mano derecha… es un símbolo de fuerza en la Escritura, y creo que él está diciendo, «quitame la fuerza; hazme inútil, inservible». Se supone que utilicemos nuestra mano derecha para elevarla en alabanza y adoración. Tal vez lo que él está diciendo es, «no me permitas usar mi mano en alabanza y adoración si me olvido de donde vengo; si me apego más a Babilonia de lo que estoy en mi corazón apegada a Jerusalén».
Babilonia era un imperio sorprendente. Era una ciudad hermosa, un imperio próspero, sofisticado. Debe haber sido parecida a algunas de las ciudades que conocemos que tienen tiendas costosas. Le dije a mi esposo el otro día, «estoy contenta en cierto sentido de no vivir en un área como esa porque tendría tantas tentaciones». Restaurantes, excelentes tiendas y compras. Es fácil asentarse en una ciudad terrenal así, de los hombres, y olvidar al Dios verdadero y Su adoración. Así que el cantor promete no olvidar su verdadero hogar.
Ahora, Jerusalén a través de la Escritura, por supuesto era una ciudad literal y física, el lugar donde estaba el templo de Dios, donde la presencia de Dios se manifestaba. Pero también es utilizada para referirse simbólicamente al pueblo de Dios, la Ciudad de Dios, el reino de Dios, la iglesia de Dios, la Jerusalén celestial.
Creo que al aplicar este pasaje a nuestros propios corazones como el pueblo de Dios, lo que estamos prometiendo es no permitir que nuestros corazones se unan más a nuestro hogar terrenal, a este mundo aquí, que a nuestro hogar espiritual, celestial, eterno, la Ciudad de Dios.
«Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no enaltezco a Jerusalén (mi tierra natal, mi pueblo, el lugar a donde pertenezco, el lugar donde mora la presencia de Dios, si yo no pongo a Jerusalén) sobre mi supremo gozo».
Es una promesa de amar lo que Dios ama. ¿Y qué es lo que Dios ama? Bueno, el Salmo 87:2 dice, «El Señor ama las puertas de Sion más que todas las otras moradas de Jacob». Así que es una promesa de amar lo que Dios ama, de atesorar lo que Él atesora, de valorar lo que Él valora. Es una promesa de atesorar nuestro hogar celestial y eterno, por sobre todo gozo terrenal, y por supuesto, por sobre cada placer pecaminoso.
«¿Placeres pecaminosos?», preguntarás. Sí, el pecado es placentero, por un tiempo. ¿Crees que pecaríamos si no obtuviéramos algo de gozo en ello? Creemos que nos dará placer.
Pero esta es una promesa de amar a Dios, de amar Su pueblo, de amar Su iglesia, de amar Su reino más que cualquier otra cosa en esta tierra sin importar cuánto placer o gozo pudiéramos pensar que nos va a traer. Más de lo que amas tu matrimonio, más de lo que amas a tus hijos, más de lo que amas a tus preciosos nietos.
«Dios, déjame paralizada e inservible (inútil) si no te atesoro a Ti, a la Jerusalén celestial, Tu ciudad, el lugar de Tu morada, por encima de mi más grande gozo».
Me recuerda ese versículo en el Salmo 73:25: «¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra». Oh Señor, te amo. Te valoro. Te atesoro. Te pongo como mi sumo gozo.
¿Cuál es tu más grande gozo?
- ¿Cuáles son tus más grandes gozos?
- ¿Qué es lo que más te importa?
- ¿Qué valoras?
- ¿A qué le das prioridad?
- ¿Para qué vives?
- ¿Qué anhelas?
- ¿Qué es lo que realmente amas?
- ¿Qué es lo que disfrutas?
Sé que es bueno disfrutar los buenos regalos de Dios. Él nos los ha dado para que los disfrutemos.¿Pero los amas más que al pueblo de Dios, la iglesia de Dios, el reino de Dios, la casa de Dios, el lugar de la presencia de Dios?
Timothy Dwight fue un escritor de himnos. En 1.800 él escribió un himno. Tal vez hayas escuchado algunas de sus estrofas. Un himno basado en el Salmo 137. Tal vez quieras buscarlo en Google y encontrar algunas otras estrofas. Está en un lenguaje muy pintoresco, así que no las voy a leer todas. Pero permíteme leer unas pocas.
Él escribió:
Tu reino amo oh Dios, tu casa de oración
y al pueblo que en Jesús halló completa redención.
Tu iglesia mi Señor, su templo, sus murallas,
la iglesia que guiando estás con mano paternal.
Por ella mi oración, mis lágrimas, mi amor,
solicitud, cuidado, afán por ella son Señor.
Un gozo sin igual, me causa en ella estar,
y andando aquí su comunión anhelo disfrutar.
Yo sé que durará, oh Dios, cual Tu verdad
y victoriosa llegará hasta la eternidad.
Amo tu iglesia, oh Dios, no el edificio. Las personas. El lugar donde mora Tu espíritu. El lugar de tu habitación. Como puedes ver, el pueblo de Dios atesora el lugar donde Dios mora. Ellos lo consideran su hogar.
Pero los enemigos de Dios quieren destrozar el lugar donde mora Dios, el lugar que Dios ama, porque no es su hogar. Y es por eso que llegamos al versículo 7, en este salmo de lamento donde el pueblo de Dios, quienes han estado suspirando, añorando, y luego jurando y prometiendo; y ahora ellos suplican y oran el ser vengados de sus enemigos.
Esta es una oración por justicia, una oración por venganza contra los enemigos de Dios y los enemigos de Su pueblo. Es lo que se llama una imprecación. Esta no es una palabra que usamos muy seguido hoy. No es una palabra que quisiéramos usar muy seguido. Pero es pedir una maldición sobre aquellos quienes son enemigos de Dios y de Su pueblo.
Ahora, antes de comenzar a desglosar esta oración imprecatoria que es muy difícil de entender (y siento como que apenas estoy en el borde exterior de todo lo que esto es), recuerda que en los versículos 5 y 6 que acabamos de ver, el salmista pidió una imprecación sobre él mismo primero, antes de pedir maldiciones o juicios contra los enemigos de Dios. Esto es realmente importante de notar.
«Si me olvido de ti, oh Jerusalén, pierda mi diestra su destreza. Péguese mi lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no enaltezco a Jerusalén sobre mi supremo gozo». Es un reflejo de lo que vemos en el Nuevo Testamento en 1 de Pedro 4: «Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios».
No podemos comenzar a orar este tipo de oraciones por justicia, para que el reino de Dios venga a este mundo, lo que implica juicio sobre Sus enemigos. Algunas veces es correcto orar así. Pero no nos atrevemos a orar así, si primero no hemos puesto nuestro propio corazón delante de Dios diciendo, «Señor, aviva mi corazón. No es mi hermano, no es mi hermana, no son los babilonios, no son los paganos en esta cultura. Soy yo, oh Señor, primero, de pie en la necesidad de oración».
Creo que nos han escuchado hablar en algunas ocasiones aquí en Aviva Nuestros Corazones acerca de dibujar un círculo. Imagínalo en tu corazón, tú das un paso dentro de ese círculo y dices, «Señor, manda avivamiento a nuestro mundo. Mándalo a nuestra nación. Lo necesitamos desesperadamente. Mándalo a mi comunidad, a nuestras escuelas, a los pasillos del Congreso, a mi iglesia. Mándalo a mi vecindario. Envía avivamiento a mi familia. Pero Señor, primero envía avivamiento dentro de este círculo, a mi corazón. Señor te necesito, sí te necesito. Oh Señor, cada hora te necesito. Soy yo de pie en necesidad de oración».
Ahora, ¿cómo reconoces eso? Llegamos a esta parte muy difícil de entender del Salmo 137. Y vamos a tomar hoy y los siguientes dos programas para desarrollar estos tres versículos. Hoy, vamos a ver el versículo 7 donde el salmista dice:
«Recuerda, oh Señor, contra los hijos de Edom el día de Jerusalén, quienes dijeron: Arrasadla, arrasadla hasta sus cimientos».
¿Alguna vez has escuchado la frase, «jamás olvides»? Sin duda has visto ese eslogan. Es un eslogan que se originó después del Holocausto. Frecuentemente es utilizado para animar a las personas a recordar tragedias nacionales o internacionales, ataques, actos de genocidio, asesinatos masivos, etc. Jamás olvides. Por ejemplo, después de los ataques en la ciudad de Nueva York el 9/11 podías escuchar mucho esa frase, jamás olvides. Es un recordatorio de que no queremos repetir los errores de la historia.
Y algunas veces ese eslogan, «jamás olvides», implica el deseo de ver la justicia cumplida en aquellos que han cometido esas atrocidades. Es un juramento, como una promesa. «¡No voy a olvidar!» Jamás olvides.
Ahora esta palabra, «recuerda», es una palabra importante en este salmo. La vemos tres veces. La vimos primero en el versículo 1 donde dice, «al acordarnos de Sión». Después en el versículo 6 está la promesa de recordar a Jerusalén. Y ahora en el versículo 7, «Recuerda, oh Señor, contra los hijos de Edom el día de Jerusalén».
El pueblo de Dios ha recordado a Sión. Ellos han recordado su tierra natal. Ellos han prometido jamás olvidar. Y ahora ellos le piden a Dios que recuerde algo. Ellos quieren que Dios recuerde lo que les han hecho a ellos. Ellos están diciendo, «Dios, nunca olvides». Recuerda, oh Señor, contra los edomitas.
Ahora, este es un tipo de fraseología legal. Como si ellos estuvieran en un tribunal, exponiendo ante el Juez divino, el Juez del universo, los hechos, la evidencia contra Edom. Los edomitas eran los descendientes de Esaú. Así que ellos eran parientes lejanos de los judíos. Y los judíos y los edomitas no tenían una historia feliz como algunas veces las familias no la tienen.
Si vas a Números 20, tal vez quisieras ir allí o solamente escuchar mientras leo esta porción. En Números 20 está la primera escaramuza entre judíos y edomitas. Los edomitas trataron a los israelitas duramente. Permíteme leerte varios versículos comenzando en el versículo 14:
«Moisés envió mensajeros desde Cades al rey de Edom…» (esto era mientras los judíos se preparaban para entrar a la tierra prometida y ellos llegaron a la tierra de Edom) «Permítenos, por favor, pasar por tu tierra. No pasaremos por campo labrado ni por viñedo; ni siquiera beberemos agua de pozo. Iremos por el camino real, sin volver a la derecha ni a la izquierda hasta que crucemos tu territorio. Pero, Edom le respondió: Tú no pasarás por mi tierra; para que no salga yo con espada a tu encuentro» (vv. 14, 17–18).
¡De ninguna manera! Ahora Moisés les hizo esta petición tan educadamente. «No vamos a causar problemas. No vamos a ser ninguna dificultad. No vamos a estropear sus cosechas. No vamos a robar nada de ustedes. Nos vamos a portar bien. Vamos a dejar las cosas como las encontramos». Y aun así ellos dicen: «De ninguna manera. Si pasan por aquí están muertos».
«Entonces los hijos de Israel le contestaron: Iremos por el camino principal, y si yo y mi ganado bebemos de tu agua, entonces te pagaré su precio. Solamente déjame pasar a pie, nada más» (v.19).
Así que, aquí tenemos una segunda apelación, amable.
Y en el versículo 20, la misma respuesta cruel, sin misericordia. «Tú no pasarás. Y Edom salió a su encuentro con mucha gente y con mano fuerte. Rehusó, pues, Edom dejar pasar a Israel por su territorio» (vv.20-21).
Así que este fue el primer incidente entre los edomitas y los israelitas. No es una historia feliz. Ahora, adelantemos algunos años, cuando los babilonios destruyeron el templo y Jerusalén en 587 A.C. Edom, que era un país vecino de Israel, se quedó sin hacer nada y vió cuando todo sucedió.
Fueron los babilonios quienes hicieron todo el daño, pero Edom no fue a ayudar a su hermana vecina. No se puso del lado de Israel, no se puso del lado de Jerusalén o fue en su ayuda. Solo se sentó allí y contempló lo que sucedía.
Así que a través de los profetas del Antiguo Testamento, Dios promete devolver a Edom por lo que había hecho, o en este caso, por lo que no había hecho, que era ayudar a Israel.
Abdías capítulo… bueno, Abdías solo tiene un capítulo. Abdías versículo 1. Permíteme leer unos pocos versículos del libro de Abdías, y podrás ver lo que Dios dijo en esta profecía. «Visión de Abdías. Así dice el Señor Dios acerca de Edom…»
Es por esto que necesitamos leer la Escritura como un todo. Y cuando lees algo en el Salmo 137 sobre los edomitas, quieres preguntarte, «¿quiénes son estos edomitas? ¿Han salido en escena antes?» Bueno, entonces vas a Números 20, y vas al libro de Abdías. Así es como estudias la Biblia. Piensas y tomas una concordancia y comparas las Escrituras y unes los versículos y esto es lo que sucede.
«Visión de Abdías. Así dice el Señor Dios acerca de Edom:...Por la violencia contra tu hermano Jacob, te cubrirá la vergüenza, y serás cortado para siempre. El día que te pusiste a un lado, el día en que extraños (los babilonios) se llevaban su riqueza, y extranjeros entraban por su puerta y sobre Jerusalén echaban suertes, tú también eras como uno de ellos (vv. 1, 10–11)»
Es como si hubieras tomado la espada en tu mano y hubieras causado que Jerusalén fuera saqueada. Tú destruiste el templo de Dios. Tal vez dijiste, «yo no hice nada. Yo solo estaba parada allí». Pero Dios dice, «ese es exactamente el problema. Solo estuviste ahí parada. Te paraste y observaste. No te importó. No tuviste compasión. No viniste en ayuda de tu hermana vecina. Eres como uno de los babilonios».
Y luego en el versículo 15 dice: «Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza».
Ahora, este es el Juez del universo diciendo, «este es el veredicto sobre Edom». Dios trata con las naciones, por cierto. Lo puedes ver a través de la Escritura. Aquí está Dios diciendo esto es lo que Edom hizo, y las naciones pagan las consecuencias por las decisiones nacionales. Era verdad entonces y es verdad ahora.
Ahora, algunas veces parece como que los malos están ganando. Babilonia, los babilonios ganaron por mucho tiempo. Pero si ves el gran panorama, la perspectiva completa, puedes ver que Dios juzga a las naciones que lo rechazan y Dios lidia con las naciones que no tratan bien a Su pueblo. «Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza».
Y así el salmista aquí en el Salmo 137, está orando de acuerdo con lo que Dios ha dicho que Él va a hacer, que es juzgar a los edomitas. Y él está diciendo, «Dios, cumple tu palabra. Haz lo que dijiste que ibas a hacer. Recuerda contra los edomitas el día de Jerusalén cuando ellos dijeron, «Arrasadla, arrasadla hasta sus cimientos». ¡Oh Señor, jamás olvides! Esto es lo que el salmista está orando.
Él le pidió a Dios recordar el daño que Sus enemigos habían hecho a Su ciudad, Su pueblo y que les devolviera en consecuencia.
Ahora, tres aportes rápidos de este versículo:
Número 1: Para aquellos que tratan duramente al pueblo de Dios, sean naciones, sean individuos… para aquellos quienes tratan al pueblo de Dios duramente, quienes permanecen de pie y se rehúsan a darles refugio, quienes rehúsan venir en su ayuda cuando están en problemas, necesitan saber que Dios les va a dar su pago. «Como tú has hecho, te será hecho; tus acciones recaerán sobre tu cabeza».
Dios cuida a Su pueblo. Y tú no puedes lidiar con el pueblo de Dios, los judíos, el pueblo de Dios, los seguidores de Cristo. Tú no puedes perseguir a los cristianos sin algún día pagar por ello. Dios te va a retribuir.
Número 2: Para aquellos contra quienes han pecado, aquellos quienes han sido tratados duramente, es un consuelo saber que Dios jamás olvida y que un día, en el gran Día del Juicio que vendrá, ¡todos los males serán remediados!
Número 3: Como creyentes del Nuevo Testamento en este lado de la cruz, no olvidamos lo que ha sido hecho contra el pueblo de Dios. Dios lo recuerda. Nosotros debemos recordarlo. Pero también se nos da la gracia para orar por misericordia contra nuestros transgresores. Orar como Jesús lo hizo en la cruz: «Padre, perdónalos» (Luc. 23:34); orar como lo hizo Esteban al ir a su muerte siendo apedreado: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado» (Hech. 7:60).
Así que el Nuevo Testamento nos arroja luz para nuestra oración, luz que el salmista no tenía. «Señor, recuerda. Jamás olvides, pero en Tu ira, en Tu juicio, recuerda Tu misericordia». Porque ¿dónde estaríamos sin la misericordia de Dios?
Carmen: Nancy DeMoss de Wolgemuth regresará para orar con nosotras. Si quieres tomar nota de los tres puntos que Nancy acaba de compartir, puedes encontrarlos en la transcripción de este programa en AvivaNuestrosCorazones.com.
Este mensaje es el tercero de la serie titulada, «Cómo cantar en tierra extranjera». Necesitamos textos como el Salmo 137, que nos enseñan cómo mantener nuestros ojos fijos en el Señor aún cuando el mundo parece crecer en hostilidad a la verdad.
¿Te has acomodado y sentido como en casa en la ciudad de los hombres? ¿Has olvidado al Dios verdadero y su alabanza? Hoy Nancy nos ha recordado que debemos poner nuestro corazón en el Señor y en nuestro hogar celestial; sobre todas las cosas, que Él sea nuestro supremo gozo.
Si conoces alguna mujer que sería edificada con este mensaje, compárteselo. Hazlo fácilmente a través de nuestro sitio web, AvivaNuestrosCorazones.com. Allí también puedes dejarnos tus comentarios al final de la trascripción de cada programa.
¿Te has resistido a ser honesta con Dios acerca del dolor o la confusión que sientes? Mañana, Nancy te mostrará cómo puedes ser honesta con Dios sobre tus aflicciones. Ahora ella regresa para cerrar nuestro tiempo juntas en oración.
Nancy: Oh Señor, recuerda. Recuerda las cosas que han sido hechas y están siendo hechas contra Tu pueblo este día en nuestro mundo. Recuerda, Señor, jamás olvides. Gracias que Tú eres el Juez justo de toda la tierra, y un día Tú vas a corregir todo lo malo. Tú les vas a hacer a ellos lo que ellos han hecho a Tu pueblo.
Pero al orar, oh Señor, también oramos que Tú tengas misericordia de nosotras, y de aquellos quienes persiguen a Tu iglesia, porque uno de ellos bien pudiera ser un joven llamado Saulo, de pie, de pie mientras Estaban era apedreado, dando su bendición. Pero un día puede llegar a convertirse en Pablo, el gran apóstol a los gentiles que él perseguía, protegiendo y defendiendo el Nombre que él una vez buscó destruir.
Así que oro, oh Señor, en tu ira recuerda tu misericordia. En el nombre de Jesús, Amén.
Carmen: Cantando en tierra extranjera juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
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