Cinco síntomas de orgullo e idolatría
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Escritura tiene muchas advertencias en contra de la idolatría; pero, ¿cómo aplicar esto hoy? Aquí está Dannah Gresh.
Dannah Gresh: Cualquier cosa que digas, nosotras podemos hacer de eso un ídolo. Lo podemos convertir en algo que nosotras podamos adorar con nuestro tiempo, con nuestros talentos y con nuestro dinero. Yo puedo fabricar mi propio dios.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones, con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de octubre de 2024.
Nancy: Aquí en Occidente, podríamos asumir que los ídolos no son tan frecuentes como lo eran en el mundo antiguo, después de todo, el panorama religioso de nuestras vidas no está lleno de ídolos dorados. Bueno, es cierto que en gran parte de los Estados Unidos, nosotros no vemos templos con ídolos tallados en cada esquina.
Pero en el programa de hoy, vamos a examinar cinco aspectos en …
Nancy DeMoss Wolgemuth: La Escritura tiene muchas advertencias en contra de la idolatría; pero, ¿cómo aplicar esto hoy? Aquí está Dannah Gresh.
Dannah Gresh: Cualquier cosa que digas, nosotras podemos hacer de eso un ídolo. Lo podemos convertir en algo que nosotras podamos adorar con nuestro tiempo, con nuestros talentos y con nuestro dinero. Yo puedo fabricar mi propio dios.
Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones, con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 24 de octubre de 2024.
Nancy: Aquí en Occidente, podríamos asumir que los ídolos no son tan frecuentes como lo eran en el mundo antiguo, después de todo, el panorama religioso de nuestras vidas no está lleno de ídolos dorados. Bueno, es cierto que en gran parte de los Estados Unidos, nosotros no vemos templos con ídolos tallados en cada esquina.
Pero en el programa de hoy, vamos a examinar cinco aspectos en los que la idolatría podría entrar a tu vida a través del orgullo. Ahora, si tú te sientes tentada a apagar tu dispositivo en este momento, déjame hacerte un favor y decirte: «¡Detente!» El orgullo es letal. Matará tu deseo de clamar a Dios y someterte a Jesús.
Pero este es el asunto: tan peligroso como es el orgullo para tu vida espiritual, es el orgullo lo que nos impide ver el orgullo en nuestras vidas. Hoy mi amiga, Dannah Gresh, nos va a mostrar cinco características de un grupo de gente idólatra en el antiguo Medio Oriente: los Babilonios, y nos ayudará a evaluar si nosotras tenemos esas características.
Hoy, Dannah continua en su serie sobre el libro de Habacuc. Este libro del Antiguo Testamento nos enseña cómo hablar con Dios cuando estamos pasando por momentos difíciles y devastadores, y también cómo caminar por fe cuando podría ser más fácil vivir con temor. El libro de Habacuc es siempre oportuno; pero parece ser especialmente útil durante años difíciles y caóticos.
De hecho, si quieres profundizar más sobre este tema, Dannah desarrolló un estudio titulado: Habacuc: Recordando la fidelidad de Dios cuando Él parece estar en silencio (disponible solo en inglés).
Y bueno, si te perdiste los primeros cuatro episodios de esta serie, visita AvivaNuestrosCorazones.com y ahí los podrás escuchar o leer la transcripción.
Y ahora, Dannah, repasemos lo que hemos estado aprendiendo en la escuela de Habacuc para caminar por fe.
Dannah: Por supuesto Nancy. Empecemos diciendo que nosotras aprendimos, que está bien argumentar con Dios, y traerle nuestras interrogantes y nuestras dudas directamente a Él. Y qué verdad tan alentadora ha sido esto para mí en este difícil año.
Tal vez tienes algunas grandes interrogantes para Él después de ver los conflictos políticos y raciales del tiempo actual. ¿Sabes qué? Dios no tiene temor de nuestras preguntas, Él puede manejarlas.
Nancy: Habacuc también nos recuerda que debemos traer esas preguntas, esas dudas a nuestro Padre celestial con la reverencia digna del Dios del universo.
Dannah, una de las cosas que más me llamó la atención, cuando comenzaste a enseñar esta serie, es que Habacuc planteó sus preguntas con lo que él sabía acerca de Dios. Que Dios era, por ejemplo, eterno y todopoderoso.
¿Qué es lo que tú ya sabes acerca de Dios? Yo quiero que tú aprendas a permanecer en esa verdad, cuando le traigas tus preguntas a Dios. Aunque en este mundo todo pareciera estar fuera de control en este momento.
Déjame recordarte que en medio de la pandemia, cuando el coronavirus, mi querido esposo Robert estuvo luchando contra el cáncer; él estuvo en sesiones de quimioterapia. En medio de todo esto, yo me aferré aún más fuerte a una verdad que he aprendido de las Escrituras, y es sencillamente que «El cielo gobierna». Son solo tres palabras. Yo las digo una y otra vez. En medio de mis temores, dudas e interrogantes, yo sigo aferrándome a esa verdad que yo sé: El cielo gobierna. Esto es lo que trae calma y estabilidad a mi inquieto corazón en los días difíciles.
Dannah: Nancy, y tú has estado compartiendo y diciendo eso por muchos años, pero ahora más que nunca, esta verdad calma mi corazón. Es muy relevante, porque Habacuc profetiza la llegada de los Babilonios a Judá para llevarlos al exilio. Daniel vio esto cientos de años más tarde. Y él es el que nos da esta afirmación bíblica: El cielo gobierna.
En un momento dado, a Daniel se le da a entender uno de los sueños de Nabucodonosor y él lo interpreta diciéndole al orgulloso rey que, por mucho que él piense que está al mando de Babilonia y de la nación de Judá en ese momento, el cielo gobierna.
Nancy: Sí, se encuentra en Daniel capítulo 2. Y estas tres palabras están subrayadas en mi Biblia. Las tengo subrayadas porque en realidad podemos resumir toda la Escritura en esas palabras: El cielo gobierna.
Hoy puede parecer que dependemos de los sistemas de salud o del pronóstico del tiempo o de lo que está sucediendo con los desastres naturales o el gobierno o incluso que tenemos que cuidar de nosotras mismas. Pero al final del día, Dios está en Su trono y Él gobierna sobre todo lo que está pasando en mi vida y en la tuya también.
Dannah: Así es. De hecho, otra cosa que nosotras aprendimos es que, el profeta Habacuc sube a una torre de vigilancia para ver dónde es que Dios está obrando.
Nancy: Qué dulce recordatorio de que incluso cuando es difícil de ver, Dios está obrando. Tan a menudo Él está queriendo hacer una obra, no solo en nuestro mundo, sino en nuestros propios corazones.
Yo no conozco tu situación, pero Dios ha estado obrando en gran manera en mi corazón este año, y yo estoy muy agradecida por ello. A propósito, ha sido a través de las presiones, los problemas y los desafíos donde yo he visto algunos de los más dulces frutos.
Y estoy muy agradecida por la oportunidad que Dios me ha dado este año, para creer realmente que yo puedo confiar en Él para escribir mi historia. Yo estoy muy agradecida porque el Señor, en Su providencia, nos permitió a Robert y a mí escribir ese libro sobre ese precioso tema: Confía en Dios para escribir tu historia, y yo creo que Él nos estaba preparando para lo que íbamos a enfrentar ese año.
Cuando nos tocó enfrentarnos al cáncer y a la quimioterapia, se nos presentó la oportunidad para vivir ese mensaje, mientras confiábamos en Dios para escribir este nuevo capítulo de nuestra historia.
Dannah: Nancy ha sido una lección de humildad verte sobrellevar eso tan bien. Y muchas de nosotras estuvimos orando por ti.
Nancy: Gracias.
Dannah: Bueno, hoy llegamos a una parte del libro de Habacuc que me impactó mucho. Nosotras vamos a examinar el orgullo y la idolatría de Nabucodonosor y de la gente de Babilonia; específicamente, cinco características que ellos tenían que nosotras no queremos que estén presentes en nuestras propias vidas. Y estudiar esto, Nancy, fue una experiencia realmente útil, rigurosa y de autoexaminación para mí.
Nancy: Dannah, mientras tú hablabas sobre ese tema, estuve examinando mi corazón, y yo sé que nuestras oyentes lo harán también.
Ahora, vayamos al libro de Habacuc capítulo 2, y escuchemos a Dannah quien continúa con la serie Habacuc: Recuerda la fidelidad de Dios.
Dannah: Si tú me hubieras conocido cuando estaba en mis veintes, me hubieras conocido e identificado como una mujer muy temerosa, muy tímida. Yo tenía miedo de mi propia sombra. Tenía miedo de la oscuridad. Me daba especialmente temor el hablar en público (¡¿No tiene Dios sentido del humor?!).
Cuando mi esposo Bob y yo nos íbamos a casar, nosotros queríamos compartir el evangelio en nuestra boda. Yo estaba muy entusiasmada con eso. Creo que el matrimonio es una imagen del evangelio. Es un reflejo del amor de Cristo por la iglesia. Y nosotros teníamos un gran deseo de decirle a todos que nosotros íbamos a hacer lo posible para dar una hermosa imagen del amor de Cristo con nuestro matrimonio… ¡pero me acobardé!
No es que yo no quisiera dar un buen testimonio. Es que simplemente yo no pude hablar por tres o cuatro minutos ante una audiencia de aproximadamente 250 personas. No pude. Estaba aterrorizada.
Pero mis temores eran mucho más profundos que el temor a la oscuridad o el temor a hablar en público. En realidad era un temor a ser descubierta, un temor a ser conocida. «Si la gente realmente supiera quién soy yo… si la gente realmente conociera mis secretos…», eso era lo que más me atemorizaba más que cualquier cosa.
Llegó un momento cuando estaba tan cansada del temor, que empecé a buscar al Señor y le dije: «Señor, yo no quiero sentir más temor. Muéstrame cómo no sentir temor». Y debo decirte: ¡Esto no fue fácil para mí!
Él me llevó por un proceso a través del cual me di cuenta de que mi temor era pecaminoso. Y la realidad es que Él no sintió lástima por mí. Él necesitaba que confesara mi pecado y me arrepintiera.
Fue en ese tiempo cuando el Señor me dio un versículo, el cual considero como un tesoro. Permíteme leerlo. Es el Salmo 25, versículo 14, y este dice:
«Los secretos del Señor son para los que le temen, Y él les dará a conocer Su pacto».
Este versículo resaltó para mí de las páginas. ¿Recuerdas cuando nosotras estuvimos hablando acerca de escuchar la voz de Dios y que eso tiene peso? Bueno, yo leí todo el Salmo ese día, y ningún otro versículo tenía el peso que este tuvo después de yo haber orado: «Señor, ayúdame a no sentir temor». Luego, Él me mostró un versículo que decía: «Ten temor» Ten mucho temor. ¿Qué?
Pero la primera parte de ese versículo realmente resonó en mi corazón, el Señor es amigo de los que le temen. Si había algo que el temor había hecho en mí era hacerme sentir sola. Yo sentía como si nadie realmente me conociera, y en realidad no podía compartir mis sueños, mis anhelos, porque me daba mucho temor si se los contaba a alguien.
Por supuesto que yo no quería que ellos supieran de mi pecado; el pecado con el que estaba luchando en ese momento, ni tampoco el pecado con el que había dejado de luchar hacía tiempo. Eso era más aterrador para mí que ninguna otra cosa.
Entonces me puse manos a la obra. Estudié este versículo. Dije: «Señor, creo que lo que me estás diciendo es que todo lo que temo es porque no te temo a Ti, pero no lo entiendo. Así que ayúdame».
¿Por qué nosotras deberíamos tener temor de Dios? ¿Alguna vez has pensado en eso, cuando ves los versículos que hablan sobre el temor de Dios? Él es mi esperanza. Él es mi fidelidad. Él es todo lo bueno en mi vida. Él es todos los momentos decisivos que yo he conocido. Entonces, ¿por qué tener temor de eso?
Así que estudié el versículo, y encontré que la palabra en hebreo para «temor», básicamente significa: «temblar, estremecerse». Yo pensé: «Bueno, Señor esto no me ayudó. Aún no entiendo».
Así que hice una lista de todos los versículos en la Escritura que hablaban sobre el temor de Dios. Y de todos esos versículos, escribí mi propia definición. Todavía lo recuerdo. Significa: «adorar, inclinarse, someterse, estar en reverencia». Creo que eso es lo que significa temer a Dios.
Entonces dije: «Bien, Señor, yo tengo esta lista de todos los versículos sobre el temor de Dios y todavía siento temor de hablar en público. Todavía tengo temor de la oscuridad. Todavía tengo temor de que alguien descubra quién soy yo realmente. ¡Ayúdame! No entiendo».
Y luego, así como las animé en nuestra última sesión, a veces nosotras tenemos que estudiar la Palabra y luego estar en silencio y pedirle al Señor que nos ayude a entender. Ese día en particular, pensé: Bien, me voy a inclinar, me voy a someter, voy a estar en reverencia y adorar. Voy a hacerlo.
A mí me encanta hacer actos físicos con las cosas que el Señor me está enseñando, así que yo me incliné delante del Señor y le dije: «Bien,Señor, estoy inclinada delante de Ti, Te estoy adorando. Me estoy sometiendo a Ti. Estoy en reverencia delante de Ti. Y aún no entiendo lo que significa temer a Dios. ¿Podrías ayudarme?».
Cerré mis ojos y esperé. Cuando tenía mis ojos cerrados, sentía esta convicción de que debía hacer la cosa que más temor me daba, y esto era contarle a alguien mi pecado, contarle a alguien mi pasado, y si Dios me estaba pidiendo que hiciera eso, yo de ninguna manera me iba a inclinar delante de Él o me iba a someter o iba a estar en reverencia delante de Él.
En mi mente, empecé a ver que me estaba inclinando, sometiendo y haciendo reverencia a la gente en mi vida, no a Dios. Lo que me importaba era lo que la gente pudiera pensar de mí; si cometía un error al hablar en público, fue lo que me impidió pararme frente a los invitados y compartir el evangelio el día de mi boda. Era lo que la gente pudiera pensar, era que se enteraran de mi pecado, y el hecho de que dijeran: «Ah, pero es que Dannah Gresh conocía al Salvador». Me aterraba lo que ellos pudieran pensar y cómo me juzgarían.
Y el Señor me reveló que estaba controlada por el temor al hombre. ¿Ves que lo opuesto al temor de Dios, es el temor al hombre? El Señor tiene mucho que decir acerca de esto en el libro de Habacuc. El temor al hombre, así como lo hablamos en las sesiones pasadas, nos pone a la defensiva, nos amarga.
Lo que queremos es protegernos a nosotras mismas. En lo que realmente estamos pensando todo el tiempo, es en nosotras mismas. Esa clase de temor: el temor al hombre, es una forma de orgullo. Y el libro de Habacuc nos advierte sobre esto una y otra vez.
Hoy vamos a ver uno de los hábitos importantes para caminar en fe, tener el temor correcto: El temor de Dios.
Ahora, repasemos lo que hemos visto.
Nosotras hemos aprendido en la escuela de Habacuc que para caminar en fe, necesitamos argumentar con Dios, llevarle nuestras preguntas a Él; no a las redes sociales, ni a los amigos, ni a las demás personas que van a provocar más dudas, sino a Él.
Hemos aprendido que necesitamos mirar para ver dónde Él está obrando, y que Su interés principal, no es el mundo a nuestro alrededor, sino lo que está pasando en nuestros corazones.
Hemos estado recordando llevar nuestras preguntas al Señor con verdad, de manera que venimos a Él con lo que ya sabemos que es verdadero, cuando parece que todo lo demás está fracasando, y así venimos a Él con honor y respeto.
Y en nuestra última sesión, recordamos estar firmes, observar o escuchar a Dios.
Y en esta sesión vamos a hablar acerca del temor a Dios.
Recordemos que el versículo principal de la tesis de Habacuc se encuentra en el capítulo 2, versículo 4. Voy a leerlo. Dice:
«Así es el orgulloso: En él, su alma no es recta, [y aquí está hablando de los Caldeos y de su orgullo y de lo soberbios que ellos eran. Y sigue diciendo…]. Mas el justo [en contraste] por su fe vivirá».
Así que la idea de vivir por fe o llamadas a vivir por fe se nos presenta en contraste con el orgullo. No podemos ser mujeres temerosas (temerosas del hombre) que caminan viviendo orgullosamente y caminan en fe. Son dos direcciones opuestas. No se puede.
El orgullo es lo opuesto a la fe. Tú no puedes lograr un objetivo, si estás yendo en la dirección opuesta.
En el capítulo 2, El Señor se toma un tiempo para revelarnos cinco evidencias de una vida llena de orgullo. Y estas evidencias se conocen como «ayes». No solo El Señor está diciendo: «Ay, eso está mal», sino que también está diciendo: «¡Ay de ti!, porque Yo voy a quitar eso de tu corazón».
Él está hablando de los Caldeos, pero yo pienso que Él también nos está hablando a nosotras, y nos está pidiendo que examinemos nuestros corazones, para ver si alguno de estos cinco «ayes» está presente en nuestros corazones. No vamos a leerlos todos, pero yo quiero resaltar un versículo para cada uno.
Recuerda que el pueblo de Dios se había apartado de Él, emocional y espiritualmente. Y son estas personas, estas orgullosas, arrogantes y soberbias personas, las que Dios iba a usar para llevarlos al exilio, para que ellos entendieran y sintieran el dolor de estar alejados de Dios. ¡Qué fuerte!
¿Pueden pensar en alguien?… y sé que viendo sus rostros, sus dulces rostros, ¿a quién no podrían caerle bien? ¿Qué enemigos podrías tener? Pero, probablemente, tienes a alguien que te molesta un poco. ¿Qué difícil sería si a esa persona Dios la usara para tratar con el pecado en tu vida? A ti no te gustaría eso para nada, ¿o sí? ¡Ni a mí tampoco!
Pero eso es lo que Dios está diciendo. Él está como poniendo un espejo en frente del pueblo de Judá y diciendo: «Es posible que algunas de estas cosas también están presentes en sus vidas». Veamos.
El primer «Ay» que nosotras vemos, y yo les aconsejo que hagan como yo lo hice en mi Biblia, poner un círculo en la palabra «Ay» cada vez que la vean, y examinen sus corazones en esa área específica.
Vemos en el capítulo 2, versículos 6b y 7a, que ellos eran ambiciosos y egoístas, solo pensaban en ellos. Dice:
«¡Ay del que aumenta lo que no es suyo, ¿hasta cuándo?, y se hace rico con préstamos! ¿No se levantarán de repente tus acreedores, Y se despertarán tus cobradores?».
Él nos está contando cómo los Caldeos invadían a los otros pueblos y les robaban, los saqueaban. Y también a veces los convertían en naciones esclavas; es decir que, esa nación quedaba bajo su dominio y tenían que pagarles tributos. ¿Qué derechos tenían ellos? ¡Ninguno! Pero ellos estaban llenos de codicia, solo pensaban en ellos. Ellos no podían vivir en armonía con los otros pueblos vecinos; porque ellos pensaban que eran superiores.
Nosotras nunca diríamos que nos sentimos superiores a las demás personas; pero a veces nosotras actuamos como si lo fuéramos, cuando tenemos que tener la mejor silla en la casa o cuando tenemos que ser las primeras en la fila. Es decir, pequeñas cosas como estas, demuestran lo poco que nos importan las personas que están a nuestro alrededor y cómo el egoísmo está presente en nuestras vidas.
Pero no pude evitar pensar (esto no es lo que Él está diciendo de los Caldeos), que cuando menciona la palabra «acreedores», pensé: Nosotros somos una cultura a la que le encanta normalizar la deuda. El hogar promedio americano tiene una deuda de aproximadamente $100.000 dólares. Eso en realidad me parece poco, comparado con las enormes deudas que algunas de mis amigas han tenido con sus tarjetas de crédito, con la casa, con el carro.
Bob y yo hemos tratado diligentemente de no tener deudas. Dios quiere que nosotros vivamos libres, para que en cualquier momento, nuestros recursos y nuestro dinero estén disponibles para Su servicio para que Él lo use, no para nuestra comodidad.
¿Estamos viviendo vidas egoístas, llenas de codicia? O estamos pensando en los que están a nuestro lado y preguntándonos: ¿Cómo sirve y honra al Señor mi vida?
El siguiente «Ay» que nosotras vemos está en Habacuc 2, versículo 9, dice:
«¡Ay del que obtiene ganancias ilícitas para su casa, para poner en alto su nido, para librarse de la mano de la calamidad!».
Y continúa hablando de eso, y sigue hablando de cosas. ¿Verdad? Pero en un tono diferente. Habla de poner nuestra seguridad en lo material, nuestra seguridad en los hogares, nuestra seguridad detrás de las puertas.
Los Babilonios tenían unas puertas enormes. Ellos tenían unas murallas muy altas y anchas para que los caballos y los carros de guerra pudieran pasar. ¿Por qué tenían ellos esas murallas? Porque ellos creían que todo lo que tenían adentro era lo que los mantenía poderosos e importantes.
Sabes, nosotras tenemos el mismo problema. Nosotras ponemos una falsa seguridad en nuestras posesiones, el tamaño de nuestra cuenta bancaria, cuánto dinero tengo reservado en caso de emergencia, el tamaño de nuestra casa, qué tipo de ropa usamos o el modelo de nuestro carro.
No estoy diciendo que a veces El Señor no nos bendiga con algunas de estas cosas, y pienso que a Él le gusta bendecirnos con algunas de estas cosas. Pero, ¿estamos pensando que eso es lo que garantiza nuestra seguridad? Eso podría cambiar en un instante, y así ha pasado muchas veces a lo largo de la historia. Cuando las economías se han derrumbado una y otra vez, la gente que creía estar cómoda, de repente, se encontraba en la pobreza. Nuestra seguridad no está en las cosas que poseemos.
El tercer «Ay» es el poder tiránico. Y esto lo encontramos en Habacuc 2, versículo 12, donde dice:
¡Ay del que edifica una ciudad con sangre y funda un pueblo con violencia!
Cuando los Caldeos subieron al poder en la nación de Babilonia, ellos fueron muy crueles. Hay pinturas, relieves, representaciones y descubrimientos arqueológicos que describen cómo ellos trataban a sus prisioneros. Vemos particularmente en el libro de Habacuc que hay un lenguaje problemático aquí. Es difícil entender de dónde habla, en Habacuc 1:14-15 dice:
«¿Por qué has hecho a los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen jefe? A todos los saca con anzuelo el pueblo invasor, los arrastra con su red y los junta en su malla» .
Cuando leí eso, pensé: Creo que aquí se habla mucho acerca de peces. Y no entendía. ¿De qué se trata? E investigué un poco más profundo. Varios de los comentarios que leí me guiaron a unos documentos arqueológicos, históricos, documentos antiguos que describían cómo muchos de los pueblos en el área, incluyendo los Asirios y los Babilonios, tomaban un gancho, como un anzuelo para pescar, y lo clavaban en la mejilla del prisionero, y los ponían uno al lado del otro, mejilla con mejilla, anzuelo con anzuelo, para llevarlos al cautiverio. ¡Qué horrible!
Uno de los dibujos que encontré me impresionó mucho, porque era la imagen de un rey Asirio. Él tenía puesta su corona. Él tenía sus vestiduras reales, y se veía muy poderoso y majestuoso. Pero era una imagen muy violenta. También tenía a dos prisioneros en frente de él. Uno de ellos estaba arrodillado y el otro estaba de pie. Los dos tenían anzuelos en sus mejillas. Y el rey estaba levantando una espada para sacarle un ojo al prisionero que estaba arrodillado.
Ellos tomaban pinturas como estas y los exhibían en sus museos. Estaban muy orgullosos de lo fuertes e intimidantes que eran como grupo étnico. Ellos eran tiranos, terroristas y violentos.
No creo que ninguna de nosotras se encuentre en una situación como la del rey, pero sí que nos encontramos poniéndonos tan por encima de los demás que hacemos daño a personas a las que quizá Dios quiere que protejamos. Reaccionamos ante la gente, tal vez en nuestros propios hogares, con palabras poco amables. Puede que no le saquemos un ojo a nadie, pero ciertamente a veces le damos una buena puñalada en el corazón. Podemos ser tiranos con la lengua. Ay de nosotros.
El cuarto «Ay» se encuentra en Habacuc 2:15, y hay varios versículos que lo rodean. Dice:
«¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti que mezclas tu veneno hasta embriagarlo, para contemplar su desnudez!».
Ahora, me doy cuenta de que en nuestra cultura actual, donde las mujeres a veces no son tratadas con respeto, honor y protección: de la manera en que Dios las diseñó para ser tratadas, este puede ser un versículo que te altere. Está ahí porque Dios estaba molesto por ello. Y Él dice: «¡Ay de ti!».
Este tipo de comportamiento aún está presente en nuestra cultura. No solo las personas estaban siendo menospreciadas, pero en Habacuc, vemos que El Señor también estaba muy enfadado por la manera como maltrataban la tierra y los animales. Esta es Su tierra, Su creación, Su obra maestra, Su arte. Y no hay nada más hermoso que lo más sublime de Su creación, Su imagen, hombres y mujeres creados a Su semejanza.
¿Honramos y respetamos eso? ¿Estamos viviendo en una cultura que crea honor y respeto por eso? Los Caldeos no hicieron eso. Y yo diría que a veces nuestras culturas también son culpables de esa explotación.
Y el último «Ay» lo encontramos en Habacuc 2:19:
«¡Ay del que le dice al madero: “Despierta”, o a la piedra muda: “Levántate!».
El último «Ay» que vemos es la idolatría.
Me parece una locura, que alguien se haga un ídolo de piedra o de madera, y luego se incline delante de eso y piense: Tú me puedes satisfacer. Tú puedes cubrir mis necesidades.
Pero, ¿no hacemos nosotras esto con nuestras vidas cada día?, cuando llenamos nuestros corazones con cosas como entretenimiento, dinero, poder o con nuestras profesiones. Lo que sea que nombres, podemos hacer de eso un ídolo. Lo podemos convertir en algo que podamos adorar con nuestro tiempo, nuestro talento y con nuestro dinero. Somos culpables de eso también.
Todo esto está encabezado por el orgullo, porque comienza con nuestro versículo central donde se habla de: «¡Oye!, esta gente se envanece y es orgullosa». Y luego al final volvemos a la idolatría, pues en el centro de la idolatría está todo este sentido de que, «Puedo esculpir mi propio dios. Puedo hacer mi propio dios».
Gente orgullosa y engreída. Gente que no teme a Dios. Gente que está luchando, como yo lo hacía, con el temor y viviendo una vida que no agrada a Dios, desobedeciéndolo a Él.
La única manera que encontré para vencer el temor que me causaban todas esas cosas fue ahogar, destruir y restringir mi orgullo porque ese es el problema: «¿Me veo bien? ¿Me veo capaz? ¿Me veo como si soy suficiente?».
Nancy (en la serie sobre Habacuc): Idolatría es creer en cualquier otra cosa que no sea el Dios que nos creó, de manera que confías en tu dinero; confías en tus hijos; confías en tu esposo; confías en la economía; confías en el gobierno; confías en ti misma y esto te hace una adoradora de ídolos. Confías en la obra de tus manos y el punto es este: ¿Qué tan necio, qué tan tonto puede ser esto?
La necedad de hacer algo con tus propias manos, un objeto inanimado, y luego inclinarte y decirle: «Ayúdame. Ayuda mis cosechas. Ayuda mi fertilidad. Ayúdame en mis problemas. Dime qué decidir. Dime qué hacer». ¿Qué tontería es esta?
Ay de aquellos que hablan a ídolos y les dicen: «Haz esto o aquello». No hay aliento de vida en lo absoluto en aquella cosa que fabricamos nosotras mismas, en aquella cosa en la que hemos puesto nuestra confianza.
Vamos ahora al versículo 20 y vemos el contraste aquí. «Pero el Señor», aquí no hay ningún ídolo ahora, no hay ninguna imagen de metal, nada cubierto de plata ni de oro. «El Señor está en su santo templo; calle delante de Él toda la tierra», escuchando con temor, en reverencia a Dios en Su trono.
No te irrites. No estés perturbada. No te preocupes. No estés ansiosa.
En Su tiempo perfecto, Él llevará a cabo Sus propósitos, así que mientras tanto, mantente firme delante de Él, en humildad y en silencio, en reverencia, en temor. Confía en Él. El justo por su fe vivirá.
Dannah: ¡Qué buen recordatorio! Podemos confiar en Él. Nosotras podemos vivir por fe en estos años difíciles.
Esa fue Nancy DeMoss Wolgemuth. Estas son algunas de las enseñanzas que yo tomé de los archivos de Aviva Nuestros Corazones. En veinticuatro sesiones dinámicas, llenas de información, Nancy nos enseña versículo por versículo, estos tres capítulos que comprenden el libro de Habacuc.
Si el episodio de hoy te ha motivado, tal vez quieras escuchar de nuevo este audio profundo, sobre este antiguo libro de profecía.
Sabes, Nancy, esa serie es tan relevante ahora en el 2024, aunque la grabaras hace varios años.
Nancy: La Palabra de Dios siempre es oportuna y eterna. Esta es una de las cosas que me encanta de la Palabra.
Y, Dannah, hoy, mientras tú nos ayudabas a identificar el orgullo y la idolatría en nuestras vidas, yo pensaba cómo el Señor a menudo orquesta la relevancia en el tiempo de estos mensajes.
Como dije antes, el orgullo es letal. La idolatría es peligrosa. Estas cosas matan tu deseo de clamar a Dios. Yo estoy muy agradecida, Dannah, porque hoy nos has llevado a la Palabra para revelar esos dos pecados en nuestros corazones.
Nosotras te animamos a que ¡clames! Y con todo lo que está sucediendo en nuestro mundo necesitamos enfocarnos y clamar a Dios por nuestros propios corazones, por nuestras familias, por nuestras iglesias, por nuestras naciones y por nuestro mundo.
Nuestro equipo diseñó el reto ¡Clama!, un reto de oración de 31 días. Puedes ver todos los detalles en AvivaNuestrosCorazones.com.
Gracias por escuchar Aviva Nuestros Corazones hoy. Y antes de terminar, empecemos ahora clamando a Dios pidiéndole a Él, que nos ayude a ver dónde el orgullo o la idolatría podría estar apagando nuestro deseo de clamar. Aquí está Dannah para orar.
Dannah: Señor, confesamos que estamos llenas de orgullo. Solo pensamos en nosotras mismas. Estamos cansadas de pensar en nosotras todo el día. Y Padre, a veces no somos conscientes de lo mucho que pensamos en nosotras mismas, y ciertamente deberíamos pensar más en los demás y tener el temor correcto por Ti.
Esta semana, mientras examinamos nuestros corazones, yo te pido que Tú no hagas esto fácil, como no lo hiciste fácil para mí, cuando me lo revelaste cuando tenía veinte años. Que no sea una semana fácil, Señor. Pero que al final de la semana, podamos darnos cuenta de que hemos experimentado un avivamiento en nuestros corazones al estar arrepentidas y ser conscientes, probablemente de cosas a las que estábamos ciegas.
Déjanos ver, Señor, déjanos ver nuestro pecado para que podamos sentir el temor correcto, el temor a Dios, que caminemos y vivamos por fe. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Ayudándote a identificar los síntomas tóxicos de la enfermedad espiritual, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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