Cantar de los cantares, día 9
Annamarie Sauter: ¿Has buscado el rostro de Dios hoy? ¿Te preguntas cuál es la razón para hacerlo? Él quiere pasar tiempo contigo.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Alguna vez te detienes y piensas, mientras vas a ese tiempo con el Señor, que Él quiere ver tu rostro? ¿Que Él quiere oír tu voz? Esto dará a tu vida devocional una perspectiva totalmente diferente.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Si no has conocido a Jesucristo de manera personal, espero que permanezcas en sintonía. La serie de programas en la que nos encontramos te mostrará lo que significa cultivar una relación con Jesús. Y si ya lo conoces, esta serie te ayudará a profundizar aún más en tu relación con Él. Esta serie se titula, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús».
Nancy: Como hemos estado diciendo a través de …
Annamarie Sauter: ¿Has buscado el rostro de Dios hoy? ¿Te preguntas cuál es la razón para hacerlo? Él quiere pasar tiempo contigo.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: ¿Alguna vez te detienes y piensas, mientras vas a ese tiempo con el Señor, que Él quiere ver tu rostro? ¿Que Él quiere oír tu voz? Esto dará a tu vida devocional una perspectiva totalmente diferente.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Si no has conocido a Jesucristo de manera personal, espero que permanezcas en sintonía. La serie de programas en la que nos encontramos te mostrará lo que significa cultivar una relación con Jesús. Y si ya lo conoces, esta serie te ayudará a profundizar aún más en tu relación con Él. Esta serie se titula, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús».
Nancy: Como hemos estado diciendo a través de esta serie, el Cantar de los cantares es la historia de un novio y su novia. Hemos estado recordándonos que el matrimonio humano apunta hacia una historia más maravillosa. Es la historia del amor de Dios por Su pueblo, la historia del amor de Cristo por Su novia, la iglesia, y para aquellas de nosotras, en forma individual, que somos miembros de esa novia.
Cualquier persona que está casada, e incluso alguien que no lo está, sabe que el matrimonio tiene altibajos. Tiene estaciones. Hay épocas de gran amor, de luna de miel, de pasión intensa, dulce, y ferviente; y luego hay momentos en los que no es tan especial, cuando se desafía cuando hay retos en la relación.
Hay temporadas en que ciertas cosas entran en el matrimonio o en la familia, o circunstancias en la vida que solo hacen del matrimonio un duro trabajo, algo que requiere una gran cantidad de esfuerzo y puede hacer que sea difícil. En las primeras sesiones de esta serie, hemos visto esta novia y su novio en una época de intensa pasión y de éxtasis en el amor, una gran intimidad entre los dos, un lenguaje una comunicación muy dulce que describe la intimidad entre ellos.
Uno pensaría en este punto que nada va a interferir con esta relación especial, de la misma forma en que te sentías cuando estabas de pie en el altar diciendo: «acepto». ¿Verdad? No estabas pensando en cómo sería en el mal, en la pobreza, en la enfermedad y todas esas cosas que se estaban prometiendo para ser fieles.
En la última sesión, el novio, como recordarás si estabas con nosotras, llamó a su amada a abandonar el dormitorio (el lugar donde ella se encontraba a solas con él) y él quería que se uniera a él en sus asuntos fuera de la recámara.
Permítanme volver a ese pasaje para ponernos al día; entonces yo quiero continuar hoy donde lo dejamos la última vez. Cantar de los cantares capítulo 2 versículo 8:
«¡La voz de mi amado! He aquí que viene saltando sobre los montes, brincando sobre las colinas. Mi amado es semejante a la gacela, o al cervatillo. Helo aquí, está tras nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías.
Mi amado habló, y me dijo: “Levántate oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Pues he aquí, ha pasado el invierno, se ha mudado la lluvia se fue. Se han mostrado las flores en la tierra; el tiempo de la canción ha venido y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola. La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor. Levántate oh amiga mía, hermosa mía y ven”» (vv. 9-13).
Permítanme detenerme aquí y recordar que vimos a este novio, ella lo ve saltando sobre los montes, brincando sobre las colinas.
Y dijimos que las montañas y las colinas representan desafíos que son humanamente imposibles. Tú y yo no podemos brincar sobre las montañas o saltar sobre las colinas. Las gacelas pueden, los ciervos pueden, pero nosotras no podemos. No estamos programadas para eso, no estamos hechas para eso. Creo que es una imagen de las circunstancias difíciles que requieren de fe para vencer.
Nos metemos en los montes y en las colinas de la vida, o las contemplamos y sentimos, «no hay manera de que pueda superar esto». Sin embargo, Cristo quiere que experimentemos Su poder sobrenatural, Su resurrección, no solo cuando estamos aisladas a solas con Él y con nuestra Biblia y teniendo nuestro tiempo dulce de quietud, sino también cuando salimos a las montañas y a las colinas, a la realidad de la vida en un mundo caído en un mundo roto. Él nos llama a salir con Él en medio de estas circunstancias y a que experimentemos Su poder sobrenatural.
Así que en el versículo 10, el novio le pide a la novia que se una a él. Él le dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo». Y luego en el versículo 13, al final del pasaje que acabamos de leer, él repite esa misma invitación.
Mientras meditaba sobre este pasaje, me preguntaba: «¿Por qué él siente la necesidad de repetir la invitación?» Lo único que puedo concluir, me parece que la única razón por la que tuvo que repetir la llamada, era porque ella no respondió a la primera vez. Ella todavía está dentro del palacio, saboreando los recuerdos de su amor de luna de miel, su tiempo juntos a solas. Él está de pie fuera del palacio llamándola, pero ella es al parecer reacia para responder.
Ella no está tan segura de que va a salir con él a las montañas y a las colinas de la vida. ¿Te puedes identificar con esto? Piensa en los momentos en que Dios nos da una misión o un desafío, y estamos reacias a ir por ello. Paso mucho de mi vida en ese lugar. Parece que la mayor parte de lo que Dios me ha hecho hacer parece estar más allá de lo que puedo hacer.
Me parecen montañas y colinas, y yo digo: «No puedo hacer eso». Le digo al Señor quince razones por las que no puedo hacer eso, porque simplemente no funcionará. Me rindo ante mis emociones y mis sentimientos acerca de mis limitaciones en vez de decir: «Señor, no puedo hacer esto, pero sé que Tú sí puedes. Así que «me voy a levantar para salir contigo». Nos encantaría poder vivir la vida cristiana sin tener que enfrentarnos a los problemas de la vida real… las montañas y las colinas, las circunstancias difíciles, las relaciones difíciles.
¿No sería fantástico si pudiéramos quedarnos en esa cámara con el Señor todo el tiempo? «Dulce hora de oración. . . no me lleves a los montes y a las colinas». Estoy sentada en algunas de esas relaciones en este momento, estoy justo en medio de algunas de esas cosas difíciles, algunas de esas cosas que simplemente uno no tiene ni idea de cómo enfrentar.
Es incómodo, es difícil, se necesita fe. Preferiría mucho más sentarme en la iglesia o asistir a una conferencia de Mujer Verdadera... o quedarme en casa y escuchar audios o leer mi Biblia y escuchar la radio cristiana. Es fácil ser espiritual en esos entornos, ¿no es así? Tú puedes simplemente cogerlo suave.
Pero nuestro Novio celestial está haciendo Su obra en esas montañas, en las colinas, y Él hace que nos levantemos y nos unamos a Él en ese trabajo, haciéndole frente a las circunstancias y a los desafíos.
La novia no responde a la primera llamada, por lo que el novio repite su llamado. Él es persistente en su recurso de apelación. Yo no sé tú, pero yo estoy muy agradecida por la misericordia y la gracia de Dios en buscarme, en perseguirme en los muchos momentos en los que dudaba. No tendríamos el programa de radio de Aviva Nuestros Corazones si Dios no me hubiera perseguido. . . cuando yo decía: «No puedo hacer esto. ¡No hay manera de que yo pueda hacer esto!»
Pero Él fue gentil. Él fue persistente. Él me persiguió. Apeló, y me ha dado la gracia para entrar en esos montes y colinas. Tú ves esta apelación persistente a medida que avanzamos en el versículo 14: «Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de los escarpados parajes, muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto».
Él anteriormente la había llamado «hermosa». Y ahora él la llama su «paloma». Ella es su hermosa, su paloma. «Oh, paloma mía. . .» Ella le pertenece a él, él la llama su paloma. Filipenses capítulo 2 nos dice que debemos ser irreprensibles y sencillos como palomas. Hay algo manso, tierno, gentil en palomas.
Él la ve hermosa, casta, humilde, mansa, tierna. ¿No estás contenta de que Él nos ve posicionalmente como somos en Él, en lugar de como lucimos separadas de Él? Ella es hermosa. Ella es su paloma. Ella está en las grietas de la peña. No voy a tener tiempo para explicar ese concepto -es hermoso- pero pienso en cómo nosotras estamos escondidas en Cristo, quien es la Roca, que fue hendido por nosotros. Y me trae a la memoria ese himno, «Roca de la eternidad, fuiste abierta tú por mí (fuiste roto por mí en la cruz), sé mi escondedero fiel, solo encuentro paz en Ti».
Él le dice a su paloma, hermosa, que quiere verle la cara. Él quiere escuchar su voz. Su voz es dulce para él, su rostro es hermoso para él. Yo no sé ustedes, pero ese es un pensamiento sorprendente para mí, mientras pensamos acerca de Cristo, nuestro Amado. A medida que avanzas en tu tiempo de quietud en la mañana, tú quieres oír Su voz, deseas ver Su rostro, ¿no es así?
¿Pero has pensado alguna vez, a medida que avanzas en este tiempo con el Señor, que Él quiere ver tu rostro, que Él quiere oír tu voz? Este conocimiento dará a tu vida devocional una perspectiva totalmente diferente; el hecho de que hemos sido invitadas por Él para venir a Su presencia por gracia mediante la fe, lavadas en Su sangre y vestidas en Su justicia.
Él nos ve como su paloma, Su hermosa paloma. Y nosotras decimos: «Oh Señor, ¿por qué quieres oír mi voz? ¿Por qué quieres ver mi rostro?» El hecho de que Él quiera vernos y oírnos, no entiendo eso. Hace más de cincuenta años que he estado caminando con el Señor, y todavía no lo entiendo.
No lo entiendo, pero eso es parte de Su amor, el hecho de que Él no es atraído a nosotras por algo natural o inherente en nosotras mismas, sino por lo que Él es, porque Él es amante.
En todo este pasaje vemos la importancia de la comunicación de doble vía, en el matrimonio —ya sabes lo importante que es allí—y también en nuestra relación con el Señor. Vuelve al versículo 8 y lee, ella dijo, «La voz de mi amado. . .» Ella está escuchando su voz, ella lo está escuchando. Cuando él habla, ella escucha. Esto me lleva a preguntarme, «¿Estás tomando tiempo para escuchar hablar a tu amado?»
¿Apagas de vez en cuando las demás voces para poder escuchar Su voz? Te preguntas: «¿Cómo puedo oír Su voz?» ¡Toma este libro, la Biblia! Esta Palabra es la voz de Dios para nosotras. Esta es la Palabra de Cristo para nosotras. ¿La estás escuchando ?¿Estás apagando el teléfono, la computadora, la televisión y tomando tiempo para escuchar la voz de Tu amado?
Luego, en el versículo 14, él le dice a ella: «Hazme oír tu voz». Él quiere que le oremos, que le respondamos. ¿Estás hablando con Él? ¿Oye Él tu voz en oración? Me encanta escuchar la voz de Dios en la Palabra, pero te voy a decir, es esta segunda parte la que más me trae convicción, porque la oración es difícil para mí.
Preferiría escucharlo solo a Él, pero darme cuenta que Él quiere que yo hable con Él. . . Él se deleita en escuchar a Sus hijas, a Su novia, a Sus amadas, que hablemos con Él en oración. Cuando lo escuchas, ¿cómo respondes? ¿Estás demasiado ocupada con otras cosas cuando Él habla y te dice: «Ven conmigo»? Quizás le dices, «vuelve más tarde», o «vuelvo más tarde», y luego nunca llegas.
Llegas a la noche, estás cansada, lo retrasas y el «después» nunca llega. Tal vez estés renuente a entrar en la presencia del Señor, a pasar tiempo con Él, a dejarlo que oiga tu voz y vea tu cara porque estás avergonzada, tienes vergüenza o quizás tienes miedo.
Estás tratando de arreglarte y ponerte bonita antes de entrar en Su presencia. . . tratando de ser digna primero. Permíteme decirte, no puedes hacerte digna para venir a Su presencia. Venimos a Su presencia, porque Él es digno, y Su dignidad es lo que nos hace dignas, Él nos invita a venir. Eso es lo que nos hace dignas.
Bueno, Él ha emitido esta invitación: «Déjame oír tu voz, déjame ver tu cara». ¡Qué importante hacerlo al inicio del día y durante todo el día. . . antes de ir a servir con Él, y mientras vamos con Él a las montañas y las colinas. Entonces escuchamos la invitación.
Entonces tenemos esta exhortación, el versículo 15, el esposo le dice a la esposa: «Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que echan a perder las viñas, pues nuestras viñas están ciernes, están en flor». ¿Te acuerdas, en el capítulo 1, que la novia le dijo a su novio: «Mi propia viña no guardé».
Su viñedo estaba en un estado de deterioro, y tal vez fue a causa de algunas de esas «pequeñas zorras» que ella no había tratado en su viña. El punto aquí es que tenemos que ser diligentes para preservar y proteger la intimidad de una relación de amor, ya sea que se trate de la relación con tu pareja o de tu relación con Cristo. Tenemos que estar dispuestas a hacerle frente a cualquier brecha o grieta de esa relación, no importa cuán pequeña parezca.
En lo que respecta a los viñedos, las grandes zorras no son el problema. Las grandes zorras atacan la fruta, pero la fruta puede volver a crecer. Son las pequeñas zorras que llegan hasta debajo de la fruta y roen las raíces, roen la vid, el corazón de la relación.
Para la mayoría de nosotras, no son las grandes zorras las más propensas a destruir nuestra relación con el Señor, o para el caso, destruir nuestro matrimonio. No son los grandes pecados de la carne. La mayoría de las mujeres que nos escuchan, no van a salir corriendo de su marido, no van a ir a cometer adulterio, no van a ir a malversar miles de dólares en su iglesia.
Eso no quiere decir que no tengamos el potencial para pecar de esa manera, pero para la mayoría de nosotras, esa no es la mayor amenaza de nuestra relación de amor con el Señor. En la mayor parte de nuestras vidas, son las pequeñas zorras, los pecados del espíritu, las cosas que pasan inadvertidas, aquellas de las que no nos ocupamos porque pensamos que son tan insignificantes, pero que carcomen lentamente y con seguridad nuestra relación con el Señor.
Esas pequeñas zorras invisibles, el orgullo, el descontento, la queja, la murmuración, el espíritu competitivo, el estar consumidas con nosotras mismas, con mis necesidades, mis deseos, la amargura, la soledad, la falta de perdón, el abandono de la Palabra de Dios, el abandono de la oración. Esas son las «pequeñas zorras» que destruyen nuestra relación con Dios y con los demás. ¿Cuáles son las pequeñas zorras de tu vida?
Te animo a que escribas esa pregunta y pases algo de tiempo, en los próximos días, pensando en esto. Pídele al Señor: «Señor muéstrame, ¿cuáles son las pequeñas zorras que están carcomiendo mi relación contigo?»
La respuesta de la novia en el versículo 16 es: «Mi amado es mío y yo soy suya. Él apacienta entre lirios, él apacienta su rebaño entre los lirios». Algunos comentaristas ven esto como una espera, la respuesta voluntaria a la invitación de su amado. «Sí, Señor!» Pero en realidad creo que esta respuesta es decepcionante, cuando se mira en el contexto, especialmente cuando lleguemos al capítulo 3 en los próximos días.
Piensa en esto. . . ¿Qué le ha dicho este amado a su novia? Él le dijo: «Levántate, ven. Vamos a brincar y a saltar juntos en las montañas y las colinas. . . las circunstancias de la vida». Y por fin responde, y cuando responde, le dice: «Mi amado es mío, y yo suya. Él apacienta su rebaño entre los lirios». ¿Qué le está diciendo?
Creo que ella está diciendo: «Me siento cómoda aquí donde estoy. Lo tengo a él; él me tiene a mi». Ella no quiere moverse. Ella no quiere cambiar, ella no quiere dejar la paz y la seguridad de esta relación de aposento con su amado. Ella disfruta ser el centro de su mundo, pero él quiere ser el centro de su mundo.
Él no quiere que ella lo disfrute solo para su propio deleite. Él quiere que ella vaya con él sobre las circunstancias de la vida, en la viña del mundo, y ser fructífera con él allí. ¿No te parece que es muy fácil para nosotras estar satisfechas con las cosas tal como son?
«Yo lo tengo. Tengo el cielo que viene pronto. Soy salva. ¿Qué más necesito? Que se vaya a la viña del mundo y haga Su trabajo. Yo quiero quedarme aquí sola. No balancees el barco, no me hagas salir de mi zona de confort, de mi cómodo capullo cristiano. Yo estoy bien aquí».
Ella falla en responder, yo creo, a los requerimientos, las demandas, los reclamos de su amor. Ella dice en el versículo 17: «Hasta que apunte el día y huyan las sombras y la oscuridad. No creo que pueda manejar esas colinas y montañas en la oscuridad, vuélvete, amado mío, sé semejante al corzo o como el cervatillo sobre los montes de Beter».
Esa palabra, Beter, significa «separación» en hebreo. No sabemos de un lugar geográfico en Palestina con ese nombre, pero creo que el escritor puede estar usando una figura del lenguaje. Creo que ella puede estar diciendo, «está bien que vayas a esas montañas y esas colinas, pero no estoy preparada para esto. Yo me voy a quedar aquí y tu ve. Tal vez, cuando llegue la mañana, voy a ser capaz de salir contigo a las montañas y a las colinas, pero ahora no. Está muy oscuro. Es muy difícil. No puedo hacer eso».
Ella quiere que él venga a ella, pero ella no está preparada para ir con él. «Espera hasta que huyan las sombras. Espera hasta que estas circunstancias de la vida desaparezcan, espera hasta que las cosas no sean tan difíciles. Espera hasta que sea mayor, espera hasta que haya disfrutado de la vida un poco más. Espera. Estoy dispuesta a tener una montaña de separación, entre nosotros. Yo no estoy lista aún para ir contigo. Más tarde, iré contigo más adelante».
Ahora piensa en lo diferente que eso es de lo que leímos antes acerca de los inicios de su relación. Recuerda en el capítulo 1 donde ella le dice: «Atráeme, en pos de ti correré». Bueno, ahora él la está atrayendo, y ella se resiste a seguirlo. Ella está vacilante.
Pienso en mi propio recorrido, en mi propia relación con el Señor. Recuerdo cuando era niña —una niña pequeña— o una joven adolescente, una joven mujer. . . Cuántas veces le pedí al Señor que me llamara. Tenía un corazón ferviente y amor por el Señor.
Le pedía que me atrajese a Él, que me enviara, que me utilizara; simplemente que atrajera mi corazón. Quería caminar por fe. Yo estaba ansiosa por salir con Él, y hacer lo que fuera que Él quisiera hacer en el mundo. Pero me di cuenta que a medida que pasan los años no estoy tan ansiosa por asumir riesgos. No estoy tan ansiosa de salir hacia lo desconocido. No estoy tan ansiosa por salir a lo que es difícil. Prefiero quedarme donde es cómodo, donde es seguro. . . lo conocido en lugar de lo desconocido.
Pues bien, en el capítulo 3 vamos a ver que perdemos el gozo de la recámara, la alegría de nuestra intimidad con el Señor, cuando no estamos dispuestas a salir de la recámara, a salir por la fe, e ir en unión con Él sobre las circunstancias de la vida a su viña, y servirle allí.
Si nos negamos a salir con Él, si dudamos, si decimos: «Ve tú», y queremos quedarnos donde estamos, vamos a perder esa sensación de intimidad en nuestra relación con Él. Vamos a perder la alegría que teníamos en ese amor joven de la luna de miel.
¿Te está llamando el Señor Jesús hoy a levantarte y salir con Él hacia las montañas y las colinas de la vida? Tal vez Él te ha hecho esa llamada varias veces. Tal vez hay algo que te está pidiendo que hagas y tú estás diciendo: «¡No hay manera de que pueda hacer eso!» Tienes razón. . . No hay manera de que pueda hacer lo que Él me ha llamado a hacer. Pero Él quiere que vayamos con Él, en unión y comunión con Él, a las montañas y las colinas de la vida, para saltar esas montañas y para saltar sobre los montes altos.
Si Él te está llamando, dile: «¡Sí, Señor! Yo iré lejos. Voy a ir contigo». ¿Acaso te ha hablado Él de algunas zorras pequeñas? Esas cosas que están carcomiendo tu relación con el Señor. Él te dice: «Vamos a lidiar con ellas. No las ignores, no pretendas que no están allí. Déjame que te las muestre, vamos a lidiar con ellas juntos. Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas, porque nuestras viñas están en flor».
Tal vez Él te está diciendo: «Yo quiero ver tu rostro, quiero oír tu voz, y yo quiero tener comunión contigo». Te está llamando a que le levantes, a salir, a entrar en una relación más profunda, más íntima con Él.
Oh, Señor, nuestro corazón quiere decir: «Sí, sí, Señor! Llámanos, atráenos e iremos corriendo detrás de Ti, por Tu gracia». Yo te lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth te ha estado alentando a dejar de lado cualquier distracción que te impida profundizar en tu relación con Cristo.
Para ayudarte a identificar cuáles son algunas de esas distracciones, Nancy ha escrito unas preguntas que encontrarás en la sección, «Hazlo personal», al final de la transcripción de este programa. Estas preguntas te ayudarán a darle seguimiento a lo que has escuchado hoy, basado en el Cantar de los cantares.
Cada programa de esta serie titulada, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús», viene acompañado de las preguntas de Nancy, «Hazlo personal». Encuéntralas en AvivaNuestrosCorazones.com, al final de la transcripción de cada programa.
Todo matrimonio pasa por tiempos de aridez. Y esto también es cierto con respecto a nuestra relación con el Señor. Mañana, Nancy te mostrará cómo buscar a Jesús, aún cuando te sientes lejos. Regresa a tu programa Aviva Nuestros Corazones.
Contemplando la belleza del evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Los pasajes de Cantar de los cantares fueron tomados de la versión Reina Valera 1960.
Hazlo personal
Día 9- Amor desatendido 2: Tu esposo celestial está trabajando
(Cantar de los cantares 2:13-17)
Escuchar programa # 9:
- «Déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz» (2:14). ¿Te impide tu horario pasar tiempo de calidad con Jesús? ¿Qué puedes reorganizar o eliminar?
- Tu relación con el Señor, ¿consiste en una comunicación de dos vías?
La voz de mi Amado. (v.8) — ¿Estás tomando tiempo para escucharlo hablar a través de Su Palabra? Cuando lo escuchas, ¿cómo respondes?
Déjame oír tu voz. (v.14) — ¿Le hablas al Señor frecuentemente en oración?
Si estás casada, ¿estás escuchando y hablando con tu pareja?
- Mi amado habló, y me dijo: «Levántate, amada mía, y ven conmigo» (2.10). ¿Hay algún área donde no te atreves o no quieres responder al llamado de Cristo en tu vida? ¿Hay algo que Él te pide que hagas y que sientes que es demasiado difícil o arriesgado? ¿Algún área desconocida a la que Él quiere que te dirijas confiando que Él te capacitará?
¿Cómo estás tú respondiendo a Su llamado? ¿Estás dispuesta a salir de tu zona de comodidad para seguirlo?
- Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas (2:15). ¿Cuáles son algunas de las «pequeñas zorras» que amenazan tu relación con el Señor? ¿Cómo puedes hacerles frente?
Música (sola en la radio): Roca De la Eternidad, Alabanzaré, Refugio De Gracia ℗ 2012 Alabanzaré
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación