Cantar de los cantares, día 15
Annamarie Sauter: ¿Has pensado en lo paciente que Cristo es con su novia?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Es asombroso pensar cuán paciente es Cristo con los incrédulos, pero aún más increíble es pensar cuán paciente es con nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en la serie, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús». Nancy nos ha estado llevando a lo largo del Cantar de los cantares, versículo a versículo, y nos ha estado llamando a una relación más íntima con Jesús.
Aquí está ella con nosotras.
Nancy: Me doy cuenta de que mientras estamos enseñando a través de esta serie, al hacer una serie extendida de un libro corto de la Biblia, algo de esto puede comenzar a sonar repetitivo, pero todo está en la Palabra de Dios, lo que significa que lo necesitamos …
Annamarie Sauter: ¿Has pensado en lo paciente que Cristo es con su novia?
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Es asombroso pensar cuán paciente es Cristo con los incrédulos, pero aún más increíble es pensar cuán paciente es con nosotras.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Nos encontramos en la serie, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús». Nancy nos ha estado llevando a lo largo del Cantar de los cantares, versículo a versículo, y nos ha estado llamando a una relación más íntima con Jesús.
Aquí está ella con nosotras.
Nancy: Me doy cuenta de que mientras estamos enseñando a través de esta serie, al hacer una serie extendida de un libro corto de la Biblia, algo de esto puede comenzar a sonar repetitivo, pero todo está en la Palabra de Dios, lo que significa que lo necesitamos todo. Creo que hay algo muy valioso acerca de la meditación de pasajes de la Escritura, cuando no nos limitamos a leer con rapidez, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares, y seguimos con el siguiente libro, sino que nos tomamos el tiempo para mirar las cosas desde muchos ángulos diferentes para saborear lo que estamos viendo allí.
De eso es que se trata la meditación. Es masticarlo, mirarlo, y reflexionar en ello. Y cuanto más pienso en este pasaje, más veo que hay mucho en esta serie que me hubiera gustado haber compartido de mis notas pero que terminé eliminando. Es bueno que meditemos durante este tiempo sobre el amor de Cristo por Su pueblo. Y mi esperanza y mi oración es que como consecuencia de fijar los ojos en Cristo y en Su gran amor, nuestras vidas sean transformadas durante estas semanas.
Ahora, en este libro, estamos viendo el crecimiento y el desarrollo de una relación de amor. En la sección anterior, vimos una temporada de intensa y ferviente comunión, de deleite. Hubo muchos comentarios sobre jardines y «eres hermoso, mi amor, no hay en ti mancha» y «venga mi amado a su huerto y coma de su dulce fruta». Vimos una boda. Vimos un gran gozo y un gran placer.
Sin embargo, en esta sección, llegamos a lo que, en este libro, es un segundo lapso en la relación. Es un recordatorio de que las mayores brechas en una relación pueden venir en los talones de las mejores temporadas de intimidad.
Quizás has experimentado esto en tu matrimonio. Ya sea que estés casada o no, es probable que hayas experimentado esto en tu relación con el Señor. Quiero decir, yo puedo ir desde la cimas de las montañas hasta las profundidades del mar, a veces en cinco minutos, o por lo menos eso parece a veces.
Así que tienes estos encuentros maravillosos con el Señor, estos grandes momentos en la montaña, y luego llegan los desafíos y nuestra carne toma control, o cede ante el enemigo o el mundo, y nos encontramos con que la relación realmente ha sufrido un gran golpe.
Un escritor dijo: «Es alarmante descubrir lo rápido que el fervor puede dar paso a la frialdad».
Y mientras llegamos al capítulo 5, al versículo 2, donde la novia dice:
«Yo dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche».
Y ella responde y le dice,
«Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar? Mi amado metió su mano por la ventanilla, y mi corazón se conmovió dentro de mí. Yo me levanté para abrir a mi amado, y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra, que corría sobre la manecilla del cerrojo. Abrí yo a mi amado; pero mi amado se había ido, había ya pasado. Y tras su hablar salió mi alma. Lo busqué, y no lo hallé; lo llamé, y no me respondió. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad. Me golpearon, me hirieron; me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor» (vv.2-8).
Ahora, vamos a detenernos aquí. En realidad, nosotras no vamos a ver la solución de esta situación hasta la próxima sesión, pero vamos a desempacar esta parte de la historia.
«Que le hagáis saber que estoy enferma de amor». La primera vez que ella dijo que estaba enamorada fue en el capítulo 2, y era porque estaba llena y desbordante. Apenas podía contener todo el amor que había recibido de su amado. Pero ahora, cuando ella lo dice, ella está hablando desde un lugar de sequedad y de aridez. Ella anhela tener restaurada la intimidad que había experimentado en el pasado con su amado.
Y es entonces que ella dice: «Yo dormía, pero mi corazón velaba». Esta escena toma lugar en la noche. La novia está en casa, está en la cama. Acaba de caer en el sueño y nota que ella no está afuera corriendo atrás de otros hombres. Ella no está haciendo nada flagrantemente inmoral o pecaminoso que cause esta brecha en la relación. Ella solo está medio dormida. Ella se ha vuelto indiferente e insensible a las insinuaciones de su amado.
Y qué imagen tenemos aquí de cómo el letargo y la pereza espiritual ocurren en la esposa de Cristo, en la iglesia y en nosotras como creyentes. Muy a menudo nos encontramos medio dormidas, no por estar haciendo abiertamente algo malo, simplemente complacientes, indiferentes a la voz de nuestro Amado.
Así, en esa condición, ella escucha la voz de su amado. Él la llama diciéndole: «Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está cubierta de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche».
Él le habla con gran ternura y afecto. Ella es todo para él. Él la llama, «mi hermana, mi amor, mi paloma, mi perfecta». Y él le pide que lo deje entrar. Él ha estado fuera trabajando, y su cabeza y sus cabellos están bañados con el rocío pesado de la noche.
Y cuando leí este pasaje, trajo a mi mente la imagen de Jesús en Getsemaní, que sudó como grandes gotas de sangre. Leemos acerca de Su aflicción y de la angustia de Su alma cuando estaba a punto de cumplir la voluntad del Padre y el plan de redención.
Pues bien, el amado quiere que su novia esté en comunión con él, para entrar en la participación de sus padecimientos, para servir con él. Él va a llamarla a una vida de servicio con él. Pero, ¿estará ella dispuesta a renunciar a la conveniencia y a la comodidad? ¿Estará dispuesta a unirse a él cuando haya sufrimiento, trabajo, trabajo sacrificial involucrado en este llamado? Ella lo recibió como su rey, pero ¿lo recibirá cuando se ve como un varón de dolores, cuando ella está llamada a llevar las cargas con él?
Ahora, la respuesta a su llamado es tan diferente de la respuesta de aquella novia dispuesta y llena de amor que conocimos antes, donde ella dijo: «Venga mi amado a su huerto y coma de su dulce fruta». Esta vez ella dice, en el versículo 3, cuando él la llama: «Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?» ¿Qué está ella haciendo? Ella está poniendo excusas. «No es conveniente».
Ahora, aquí está el verdadero problema y es el verdadero problema cuando tenemos brechas en nuestra relación con el Señor; y con frecuencia cuando hay una brecha en el matrimonio. El asunto es que ella se ha centrado en ella misma. «Me he desnudado de mi ropa; ¿cómo me he de vestir? He lavado mis pies; ¿cómo los he de ensuciar?» Yo, yo, y yo. Ella dejó su primer amor. Si has leído el párrafo anterior, el final del capítulo 4, podrías pensar: «pero esto nunca podría suceder». Pero sí ocurre.
Hay veces en nuestro caminar con el Señor cuando pensamos: «Nunca dejaré de amarlo». Eso fue lo que dijo Pedro. ¿No es cierto? «Te seguiré, Señor, aunque todo el mundo te abandone».
Pero Jesús le dice: «En el momento en que el gallo cante, habrás negado tres veces que siquiera me conoces». Sucede demasiado rápido.
Ella ha perdido sus ojos de paloma. Ella no está centrada en él sino en sí misma. Ella está satisfecha con sus pies lavados, nítidos, mientras que él está allá fuera a media noche trabajando para los demás. Ella se siente satisfecha personalmente. No quiere ser molestada o incomodada o sentir la necesidad de hacer sacrificios. Ella quiere disfrutar una vida segura. Ella no quiere arriesgarse a quedar «hecha un desastre».
Ahora, qué diferente es lo que leemos de esta novia en el capítulo 1, en el versículo 4 donde ella le dice: «Atráeme; en pos de ti correremos». Como ves, su corazón ha cambiado. La última vez que perdió el sentido de su presencia, en el capítulo 3, ella lo abrazó y le dijo: «Yo nunca te voy a dejar ir de nuevo». Y solo unos pocos versículos antes, había dicho: «Venga mi amado a su huerto a comer su fruto agradable». Ahora él está pidiendo que se abra con él, y ella tiene todo tipo de excusas para negársele.
Hay ese constante peligro en nuestras vidas de complacernos a nosotras mismas, dando por sentado lo que tenemos en nuestro amado.
Jesús recalcó la importancia de permanecer espiritualmente despiertas, alertas, vigilantes. Él le dijo a Sus discípulos dormidos en el huerto de Getsemaní: «Velad y orad para que no entréis en tentación» (Mateo 26:41). Y tú lees ese tipo de lenguaje a través de las epístolas del Nuevo Testamento.
Pero llegamos a ser espiritualmente perezosas. Nos arrullamos con todo tipo de cosas, con un exceso de comida, con entretenimiento, con películas, juegos, conversaciones sin sentido, incluso la actividad cristiana, y los servicios y los programas. Todo esto nos puede llenar para que estemos sedadas. Estamos repletas, y no tenemos lugar para Él, en realidad no tenemos deseo por Él, caemos en la satisfacción personal. Entonces lo que pasa es que terminamos enfocándonos más en las bendiciones que Él nos ha dado que en Aquél que nos bendice, quien nos ha dado todos dones, todos esos regalos.
¿De dónde obtuvo ella esa pureza? ¿De dónde obtenemos la pureza que solo queremos sentarnos y disfrutar? La tenemos por Él. Él la compró en la cruz. El mismo orden y la belleza que Él ha traído a nuestras vidas, en la medida en que hemos crecido en la relación de amor con Él, los pies limpios, el lino fino, la justicia de los santos, el manto al que ella se refiere, todo esto puede convertirse en un motivo para excluirlo a Él de nuestras vidas, y nos hacemos renuentes a renunciar a esas comodidades espirituales, para unirnos a Él en Su trabajo y en Su esfuerzo por los demás.
Bueno, a pesar de la respuesta reticente de su novia, el Amado es increíblemente paciente. Él persevera y continúa persiguiéndola.
Y es bastante increíble pensar, cómo Cristo es paciente con los incrédulos, pero es aún más increíble pensar cómo es paciente con nosotras. Las que lo conocemos y lo amamos y le pertenecemos, y Él nos aguanta, persevera y sigue persiguiéndonos.
Y eso es lo que Él hace en este pasaje, en el versículo 4: «Mi amado metió su mano por el cierre (o la apertura), el agujero de la puerta».
Y esa es una referencia, creo, al hecho de que en algunos hogares hebreos tenían un agujero en la puerta, y el propietario podía meter su mano desde el exterior y abrir la puerta con una llave o con un tornillo en el interior, y entrar.
Así que él mete su mano. Es una mano familiar para ella, una mano que una vez la había abrazado. Leímos sobre esto en el capítulo 1, cuando dice que «su mano izquierda está debajo de mi cabeza y su derecha me abraza». Ella conocía esa mano muy bien. Esa mano era un recordatorio de la intimidad que habían disfrutado juntos.
Ahora, recuerden que este amado es un tipo de Cristo, y cuando llega a buscar la entrada a nuestras vidas, incluso cuando tienes sueño, complaciente, sin prestarle atención, vemos que esas manos son las manos con cicatrices por los clavos. Él nos llama a tomar Su mano para unirnos a Él en Su obra redentora en el mundo.
Bueno, cuando él metió la mano en la apertura de la puerta, ella dice: «Mi corazón se conmovió dentro de mí». Aquí tiene un cambio de corazón, que es evidencia de que ella le pertenece. Si tú no le perteneces a Él, tu corazón no va a ser movido. Ella está profundamente conmovida. Ella se movió. Ella se da cuenta de a quién ha rechazado y lo que ha rechazado, y ella anhela estar con él.
Así que, finalmente, ella se levanta. Y en el versículo 5 dice: «Me levanté para abrir a mi amado». Ahora bien, si crees que has escuchado eso antes en esta serie, es porque sí lo has escuchado. Ya en el capítulo 3, tuvimos un incidente similar.
Y qué recordatorio de que estos lapsos en nuestra relación con Cristo no son solo una vez. Pueden ser recurrentes. Puede haber diferentes razones para esas brechas en nuestra relación con Él.
Ella se levantó luego para abrirle a su amado. Ahora se levanta de nuevo para abrirle. Creo que por eso es que el salmista oró: «Señor, ¿no volverás a darnos vida?», otra vez, y otra vez, y otra vez. Sé que esa es la frecuencia que yo lo necesito, una y otra vez, «¡aviva mi corazón, oh Señor!»
Así que, finalmente, ella decide abandonar su lugar cómodo de descanso, se pone la bata, se ensucia los pies, abre la puerta para dejarlo entrar. Ella dice: «abrí yo a mi amado, pero», en el versículo 6, para su sorpresa, «mi amado se había ido».
Ella esperaba que él estuviera allí tan pronto como abrió la puerta y que todo inmediatamente regresara a la normalidad. Pero eso no fue lo que sucedió. Ella tardó en responder a su iniciativa, y ahora ella no percibe su presencia.
Oh amigas, es tan importante cuando sentimos un llamado del Señor en nuestros corazones para estar en comunión con Él, para servir con Él, ya sea a media noche o a medio día. Es muy importante que seamos rápidas en responder y en decir: «Sí, Señor».
Como dice Isaías: «Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano».
Hay consecuencias para una respuesta tardía. Si quieres ver más acerca de esto, lee Proverbios capítulo 1, comenzando en el versículo 24 dice: «Porque he llamado y habéis rehusado oír, he extendido mi mano y nadie ha hecho caso». Entonces ese pasaje pasa a enumerar las consecuencias graves que vienen sobre nuestras vidas cuando no respondemos rápidamente al llamado del Señor. Y esas consecuencias son todo tipo de problemas, calamidades y crisis. Y nos encontramos en medio de toda esa tormenta de viento y nos preguntamos: «¿Y qué está pasando?»
Cuando, en muchos casos, la calamidad y la crisis (aunque no siempre, pero a veces), se remonta al hecho de que nuestro Amado estaba tratando de llamar nuestra atención y nosotras no estábamos prestando atención; por lo que Él ahora está captando nuestra atención. Y algunas veces Él puede usar la calamidad y la crisis para eso.
Bueno, pues ella dice: «Tras su hablar salió mi alma». Otra traducción sería: «Mi alma falló». Este es un momento de infarto cuando ella se da cuenta de que él se ha ido y ahora ella está angustiada. Así que empieza a buscarlo con ansias. Ella dice, «lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió».
Escucha, la peor consecuencia de ser lenta para responder a la iniciativa de Dios en nuestras vidas, puede ser la retirada de Su presencia, la pérdida de la intimidad y la falta de comunicación. «Lo busqué, y no lo hallé. Lo llamé, y no me respondió». Esa relación rota no siempre se puede restaurar fácilmente.
Harry Ironside era un comentarista de la década de los 1900 y lo dice así: «Si no respondes a Su voz cuando venga en tierna gracia, puedes buscarlo por mucho tiempo antes de que disfrutes de comunión con Él otra vez. Tal es la sensibilidad del amor. Él quiere hacerte sentir que Su amor vale la pena y quiere probar si estás realmente en serio cuando profesas desear comunión con Él».
Pues bien, como antes, en el caso del capítulo 3, ella una vez más sale de su casa. Ella va a la ciudad en busca de su amado. Y como sucedió la vez anterior, los guardias la encontraron. Pero esta vez, el tratamiento es diferente al tratamiento que había recibido antes.
En el versículo 7 dice: «Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron; me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros». Y en esa cultura, para una mujer casada estar sin manto en público era algo vergonzoso. Representaba una pérdida de la reputación o del carácter.
Ahora, hemos dicho que los vigilantes son una imagen de guardianes espirituales, de pastores o de líderes. Y el hecho de que la golpearon, que la hirieron, podría hablar de cómo nuestros líderes espirituales a veces tienen que hablar en nuestras vidas palabras que hieren o que nos hacen daño, para que podamos ser sanadas. A veces nos tienen que decir cosas duras.
O puede ser que estos guardianes espirituales la malinterpretaron. Se supone que una mujer de buen carácter moral no estaría en la calle en el medio de la noche. Así que tal vez no entendieron sus motivos para estar allí.
Fuera lo que fuera, ya fuera que estaban tratando de ayudarla o que la malentendieron, toda la experiencia fue dolorosa. Ella fue herida por aquellos que debían haberla consolado y ayudado.
Así que, finalmente, ella va a este grupo de mujeres que en el Cantar de los cantares, es conocido como las hijas de Jerusalén. Creo que esta es una imagen de los otros creyentes, tal vez los creyentes más jóvenes y menos maduros, pero que son sus amigos. Y ella les dice: «¡Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor!»
Bueno, en este punto, después de haber pasado por todo lo que ha pasado; después de haber tenido ese «paro cardíaco» cuando ella abre la puerta y él no está allí, luego de buscarlo, de tener estos vigilantes que la hieren, que le pegan y que toman su velo; en este punto ella tiene un deseo insaciable por su amado. Ella está desesperada, y está dispuesta a humillarse y a pedir ayuda.
Ahora, en la próxima sesión, seguiremos en donde nos quedamos aquí, y veremos esta búsqueda de la restauración de la intimidad. Pero quiero hacer una pausa aquí por un momento y hablar a nuestros corazones.
Mientras estamos escuchando esta historia, tal vez has estado dormida, satisfecha, e indiferente en tu relación con el Señor. ¿Ha estado Él llamándote y lo has ignorado? ¿Has hecho excusas, o lo dejas fuera?
Sabes, voy a confesar que me di cuenta el otro día mientras yo estaba trabajando en esta serie, que cuando estoy estudiando o en mi tiempo de quietud, a veces sentada trabajando en una sesión de este tipo, que cuando escucho los sonidos en vibración del teléfono, o tengo un mensaje de texto o un correo electrónico, a menudo respondo más rápido a los mensajes de texto o a los correos electrónicos que al Señor. Es como una reacción automática, oigo la vibración o el timbre, y tengo que tomarlo.
Y me di cuenta cuando yo estaba saltando para ver mi teléfono el otro día, y me pregunté, «¿por qué no soy así cuando el Señor me habla?»
Hemos caído en ese lugar de complacencia, y como consecuencia perdemos el sentido de Su presencia en nuestras vidas.
¿Tiene tu corazón anhelos por él mientras estás escuchando esta serie? Mientras estás siguiendo esta novia, ¿estás desesperada por experimentar la restauración de Su presencia en tu vida?
Mientras he estado trabajando en esta serie, encuentro que mi propio corazón es tan necesitado, tan deseoso de conocerlo y de responderle de una manera más profunda, más íntima y personal, de tener una relación más profunda con Él de lo que he estado experimentando.
Y nuestro corazón está anhelando, si estamos desesperadas por más de Su presencia en nuestras vidas, entonces creo que el primer paso es hacer lo que hizo esta novia, y es ser honestas, reconocer nuestra condición, reconocer nuestra necesidad, y pedir oración, pedir ayuda. Ella dice: «¡Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor!» «Ayúdenme. Ayúdenos a reunirnos. Ayúdenos a estar juntos».
Ella tiene que ser lo suficientemente humilde como para decir: «Tengo un problema». Y tenemos que ser lo suficientemente humildes como para decir: «Hay algo que falta en mí caminar con el Señor». Esto pudo haber ocurrido por diversas razones en nuestras vidas en las diferentes etapas de nuestras vidas, pero oh cuán importante es decir, «soy yo que necesito oración. ¿Me pueden ayudar a encontrar a mi amado? ¿Podrían orar por mí?»
Ves, muchas veces vamos en la vida cristiana diciendo que estamos bien, que lo estamos haciendo bien. Estamos viviendo en la superficie en muchas de nuestras relaciones, pero cuán importante es tener personas en nuestras vidas a las que podemos acudir y decir: «¿Puedes ayudarme a encontrarlo? Necesito oración. Necesito más. Quiero más».
Mi mano está levantada, soy yo la que necesito la gracia de Dios, Su intervención en mi vida. Quiero encontrar a mi Amado y experimentar la intimidad con Él que una vez conocí.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth regresará para orar con nosotras.
Ella nos ha estado invitando a evaluar nuestros corazones. ¿Está Cristo en el centro de mi vida? ¿Lo amo más que a cualquier otra cosa o persona?
Es importante que nos hagamos preguntas como estas, para no solo escuchar estas enseñanzas, sino aplicarlas a nuestros corazones. Hay una serie de preguntas que Nancy ha preparado para ayudarte a hacer precisamente esto. Encuéntralas en la sección «Hazlo personal», al final de cada transcripción de los programas en esta serie. Encuéntralas en AvivaNuestrosCorazones.com. Esta serie se titula, «Cómo enamorarnos y permanecer enamoradas de Jesús».
Y si te estás uniendo hoy a esta serie, y quieres escuchar programas anteriores, encuentra tanto los audios como las transcripciones allí en AvivaNuestrosCorazones.com. Puedes acceder al material cuando quieras, y seguirlo a tu propio paso, u organizar un grupo de estudio con mujeres en tu círculo de influencia. ¡Profundicemos juntas en la verdad de la Palabra de Dios!
Permíteme preguntarte, ¿qué haces cuando tus emociones te dicen que estás lejos de Jesús? En nuestro próximo programa, Nancy te mostrará cómo adorar a Jesús sin importar lo que digan tus emociones. Espero que nos acompañes, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Nancy regresa con nosotras para cerrar en oración.
Nancy: Estamos diciendo, «oh Señor, queremos intimidad restaurada, queremos una comunión más profunda, una comunión más íntima contigo. Ayúdanos, Señor. Algunas de nosotras hemos perdido el sentido de Tu presencia, y ha sido desde hace mucho tiempo, y hemos estado medio dormidas, nos hemos complacido a nosotras mismas, y no respondemos. Señor, por favor, muéstranos dónde y cómo podemos encontrarte, y no solo caminar en unión contigo, sino también en una comunión profunda y rica».
Y pido por mis hermanas, por mis hermanas y yo Señor, levantamos nuestros corazones a Ti y Te decimos: «Ven a visitarnos, reúnete con nosotras, date a conocer a nosotras, rebélate a nosotras». Yo ruego en el nombre de Jesús, Amén.
Annamarie: Contemplando la belleza del evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas a menos que se indique lo contrario.
Los pasajes de Cantar de los cantares corresponden a la versión Reina Valera 1960.
Hazlo personal
Día 15- Amor vacilante 1: El peligro de la demora
(Cantar de los cantares 5:2-8)
Escuchar programa #15:
- «Yo dormía» (5:2). ¿Estás adormecida o satisfecha espiritualmente? Si es así, ¿qué clase de cosas te han «arrullado para que duermas» y han entorpecido tu capacidad de responderle a Jesús?
- ¿Hay el anhelo en tu corazón de experimentar una comunión más profunda con el Señor? Si has perdido la intimidad de la que antes disfrutabas con Él, ¿qué medidas puedes tomar para comenzar a restaurarla? Si estás casada, ¿hay algunos pasos que debas dar para procurar la restauración de la intimidad con tu pareja?
- ¿Cómo puedes permanecer espiritualmente despierta, alerta, y no caer en la complacencia en tu relación con Cristo?
- ¡Es la voz de mi amado! Él llama, diciendo. «Ábreme, hermana mía, amada mía» (5:2). ¿Está el Señor tratando de atraerte hacia Él ? ¿Estás dudando, o vas a responder de forma inmediata?
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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