
Canción en la noche: la serenidad de Cristo
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth estaba investigando el tema de la serenidad y se topó con un anuncio en línea.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Esto es lo que decía el anuncio:
«La píldora de la Serenidad. Manejando el estado de ánimo en tiempo real
¿Tienes cambios de humor?
¿Necesita una perspectiva más positiva de la vida?
¿Estás estresada o nerviosa?
¿El síndrome premenstrual o la menopausia te deprimen?
¿Tienes arrebatos inexplicables?
¿Estás triste o infeliz?
¡Podemos ayudar! Nada ayuda más que la píldora Serenidad».
Serenidad en una caja, ¿verdad?
Débora: Ella dice que si pones a prueba ese anuncio seguramente terminarás en decepción.
Nancy: Dondequiera que busques serenidad aparte de Cristo, encontrarás que te resultará difícil de alcanzar.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge agradecer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 31 de marzo de 2025.
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Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth estaba investigando el tema de la serenidad y se topó con un anuncio en línea.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Esto es lo que decía el anuncio:
«La píldora de la Serenidad. Manejando el estado de ánimo en tiempo real
¿Tienes cambios de humor?
¿Necesita una perspectiva más positiva de la vida?
¿Estás estresada o nerviosa?
¿El síndrome premenstrual o la menopausia te deprimen?
¿Tienes arrebatos inexplicables?
¿Estás triste o infeliz?
¡Podemos ayudar! Nada ayuda más que la píldora Serenidad».
Serenidad en una caja, ¿verdad?
Débora: Ella dice que si pones a prueba ese anuncio seguramente terminarás en decepción.
Nancy: Dondequiera que busques serenidad aparte de Cristo, encontrarás que te resultará difícil de alcanzar.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Escoge agradecer», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 31 de marzo de 2025.
Por las últimas semanas nos hemos estado enfocando en Jesús. Hoy continuamos en la serie «Incomparable» y estudiaremos otro atributo importante de Cristo. Aquí está Nancy.
Nancy: Serenidad. No es una palabra que escuches a menudo hoy en día, ¿verdad? Rara vez escuchamos describir a alguien como «sereno». Esa palabra «sereno» o «serenidad» ciertamente no describe la era en la que vivimos. Estamos más familiarizadas con cosas como la prisa, la locura, el ajetreo, las 24 horas del día, los siete días de la semana, la multitarea, el estrés excesivo, los ataques de pánico y los trastornos de ansiedad… Todo, menos serenidad.
El diccionario dice que algunos sinónimos de serenidad son: «tranquilidad, calma y sosiego», y los antónimos son: «agitación, pánico», que son lo opuesto a la serenidad.
Un corazón sereno es el que tuvo el salmista cuando oró en el Salmo 131:
«Señor, mi corazón no es soberbio, Ni mis ojos altivos;
No ando tras las grandezas, Ni en cosas demasiado difíciles para mí;
sino que he calmado y acallado mi alma;
como un niño destetado en el regazo de su madre,
como un niño destetado está mi alma dentro de mí» (vv. 1-2).
Me encanta ese salmo. De hecho, tenemos una serie completa de Aviva Nuestros Corazones sobre el Salmo 131. Puedes ir a los archivos en AvivaNuestrosCorazones.com. Pasamos casi una semana simplemente estudiando los pocos versículos de ese salmo. Me encanta porque representa ese corazón sereno que con tanta frecuencia yo no tengo.
Serenidad, es algo que la gente desea. Piensa en todas las mujeres que hacen yoga y que buscan serenidad. ¿Cierto? Pero dondequiera que busques serenidad aparte de Cristo, encontrarás que te resulta difícil de alcanzar. No puedes hacer yoga todo el día.
Hoy queremos mirar la serenidad de Cristo tal como se ve en escenas a lo largo de Su vida. Nuevamente, en este tema, como en todos los demás que estamos analizando, vemos que Él verdaderamente es el Cristo incomparable. Representa serenidad. Él es serenidad. Nos da serenidad. Él es nuestra fuente de serenidad y lo vemos a lo largo de Su vida.
Piensa en algunas de esas escenas, y te vendrán a la mente imágenes cuando te diga estas cosas: imagina a Jesús dormido en una barca mientras su creación está en medio de una tormenta, y luego piensa en cómo Cristo despierta y calma serenamente los temores de sus ansiosos discípulos. Serenidad.
Piensa en 5.000 personas hambrientas (o tal vez varios miles más si incluimos mujeres y niños) que estaban alrededor de Jesús y cómo Él mantiene una perfecta compostura. Él no se estresa.
Piensa en Jesús cuando recibe la noticia de que su querido amigo Lázaro tiene una enfermedad terminal, Él no se desmorona. Ahora bien, esto no es estoicismo. No es indiferencia. No es que carece de emociones. Jesús llora ante la tumba de Lázaro. Él se preocupa profundamente por los que acaban de perder un hermano y un amigo, pero no está fuera de control. Él aún ahí está tranquilo y sereno.
Piensa en Jesús, como lo haremos durante los próximos días, cuando se presenta ante los gobernantes judíos, ante Pilato, ante Herodes, en Su juicio. Siempre es la imagen de una perfecta y tranquila dignidad. Le injurian, le acusan falsamente, le persiguen, pero Él se mantiene en calma: el sereno Salvador.
Pero quiero enfocarme hoy en otro aspecto de la serenidad de Jesús que creo es exquisito. Se encuentra en un versículo del Evangelio de Mateo, capítulo 26. Me alegra mucho que el Evangelio de Mateo incluya esta frase que nos muestra un cuadro tan rico de Su serenidad.
El contexto es en la noche en que Jesús comió la cena de la Pascua con Sus discípulos en el aposento alto, lo que llamamos la Última Cena. Cuando termina la comida, y los discípulos se preparan con Jesús para salir del aposento alto, Jesús sabe que pronto será arrestado, traicionado, y que Sus amigos y discípulos más cercanos, aquellos con quienes acaba de cenar, aquellos cuyos pies Él acaba de lavar, los discípulos a quienes Él acababa de servir, todos ellos lo iban a abandonar.
En Mateo 26, versículo 30 dice:«Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos». Cuando habían cantado un himno.
Oswald Sanders lo dice de esta manera en su libro El Cristo Incomparable:
«El Salvador cantó bajo la misma sombra de la cruz. ¡Qué serenidad y triunfo interior se refleja en esta reveladora frase! Cualquiera puede cantar bajo el sol, pero cantar en las sombras es un logro poco común».
Ahora, creo que a todos nos gustaría saber qué cantaron Jesús y sus discípulos. Las Escrituras no nos lo dicen, pero los comentaristas coinciden en que es probable que Jesús y sus discípulos cantaran un grupo de salmos que se encuentran en el himnario judío del Antiguo Testamento, los Salmos. Y este grupo de salmos se conocía como el Hallel.
¿Ese sonido te es familiar? «A-le-lu-ya». Hallel significa alabanza: aleluya, alabanza a Dios. El Hallel, a menudo conocido como el Hallel egipcio, se encuentra en los Salmos del 113 al 118. Se llamaba el Hallel egipcio porque se cantaba en fiestas nacionales como la Pascua, en la que los judíos celebraban su liberación de Egipto. Fue una alabanza de liberación egipcia.
Estos salmos se agrupaban y se cantaban como una sola canción que se cantaba durante las fiestas judías anuales, y típicamente (como dicen los comentaristas) la primera parte, Salmos 113 y 114, se cantaba en medio de la cena, y luego la segunda parte, los Salmos del 115 al 118, se cantaban al final del banquete.
Permítanme pedirles que vayan al Salmo 115, el Hallel judío. Quiero que veamos solo algunas de las palabras que Jesús probablemente cantó con sus discípulos esa noche antes de dirigirse a Getsemaní, y luego al Calvario.
Aquí vemos la serenidad de Cristo. Ahora no tendremos tiempo para mirar todo el pasaje. Estoy pensando que tal vez algún día hagamos una serie completa en Aviva Nuestros Corazones sobre el Hallel, este salmo, este himno que Jesús cantó; pero no lo haremos en esta ocasión. No leeremos la mayor parte hoy. Así que las animo a que tomen un tiempo durante la temporada de Pascua, la temporada de Cuaresma para leer todo el pasaje, los Salmos del 113 al 118. Pero hoy vamos a ver solo algunos versículos.
Al comienzo de lo que habrían cantado allí al salir de esa cena, el Salmo 115, tenemos la primera estrofa de lo que Jesús y sus discípulos probablemente cantaron al salir de allí. El Salmo 115, versículo 1, dice:
«No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a Tu nombre da gloria,
por Tu misericordia, por Tu fidelidad.
¿Por qué han de decir las naciones: “¿Dónde está ahora su Dios?”.
Nuestro Dios está en los cielos;
Él hace lo que le place» (vs. 1–3).
Ahora, permítanme detenerme ahí. Desde la primera estrofa de este salmo, vemos en Jesús un deseo supremo de que la gloria de Dios y la voluntad de Dios se hagan en la tierra, sin importar el precio que eso pueda significar para Él. «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace todo lo que quiere».
Eso me trae a la mente otro versículo que Jesús seguramente habría conocido en Isaías capítulo 53, el cántico del siervo sufriente, donde dice: «Pero quiso el Señor quebrantarlo, sometiéndolo a padecimiento» (v. 10). Jesús sabía que el placer del Padre, la buena voluntad del Padre, la gloria del Padre estaban ligados a que Jesús estuviera dispuesto a ser aplastado, crucificado, magullado, dispuesto a sufrir, a morir, a ser afligido.
Jesús canta en este salmo: «Nuestro Dios está en los cielos; Él hace todo lo que quiere». Él alaba a Dios y dice: «Quiero que tu gloria esté sobre toda la tierra. Quiero lo que te honra; eso es lo que quiero, aunque eso signifique que a Ti te agrade que yo sufra. Si te agrada a ti, me agrada a Mí».
Ahora bien, no estaban simplemente abriendo su Biblia y leyendo este salmo. Estos eran pasajes que los judíos habían memorizado y los cantaban con una melodía. Ellos cantaban juntos. Así que, aquí tenemos Jesús con Sus discípulos, cantando: «No a nosotros, oh Señor, no a nosotros, sino a Tu nombre da gloria».
Nuevamente las animo a leer desde este pasaje hasta el Salmo 118, a la luz de lo que Jesús enfrentaba. Pero ahora vamos a saltar a la última estrofa del himno, a medida que llegamos al final del Salmo 118, versículo 24. Nuevamente, Jesús sale de ese aposento alto; se están preparando para dirigirse a Getsemaní y luego al Calvario. En el versículo 24, ellos cantan, Jesús canta:
«Este es el día que el Señor ha hecho;
Regocijémonos y alegrémonos en él».
Mira el versículo 28:
«Tú eres mi Dios, y te doy gracias;
Tú eres mi Dios; y yo te exalto.
Den gracias al Señor, Porque Él es bueno;
¡Porque para siempre es Su misericordia!» (vv. 28-29).
Jesús no solo canta frente a la cruz, sino ¿qué está cantando? Él está cantando alabanzas, adoración, acción de gracias, honra al Señor. Él comienza centrándose en la gloria y la soberanía de Dios, y termina con acción de gracias por la bondad de Dios y el amor de Dios que guarda el pacto. Ese es el significado de«Para siempre es Su misericordia». No hay duda aquí; no hay miedo. No hay ansiedad; no hay confusión. Existe esa tranquila serenidad de que Dios es bueno y que Dios está en control, y que la voluntad de Dios se llevará a cabo.
Oswald Sanders dice,
«¿Qué podemos aprender del cántico de Pascua? [Aprendemos] que podemos convertir nuestros problemas en tesoros y nuestras penas en canciones. La fe puede cantar su canción en la hora más oscura. El dolor y el canto no son incompatibles».
Al ver la serenidad de Cristo, recordamos que «los problemas pueden convertirse en tesoros, el dolor puede convertirse en canción. La fe puede cantar su canción en la oscuridad. La tristeza y el canto no son incompatibles».
¿Les recuerda esto a algunos de los seguidores de Jesús no muchos años después? Pablo y Silas en esa cárcel en Filipos, golpeados, heridos, piernas y brazos atados en el cepo, «oraban y cantaban himnos a Dios» en medio de la noche, como Jesús, serenos, con un espíritu tranquilo, seguro, pacífico, tranquilo en medio de la agitación (ver Hechos 16:25).
Ahora bien, si no conoces a Jesús y no lo tienes obrando en tu vida, esto podría parecer una locura. ¿Cómo podría Jesús cantar, especialmente el tipo de cosas que acabamos de leer que Él cantó? ¿Cómo pudo cantar ese tipo de cosas en camino a ser traicionado y crucificado?
Bueno, primero que nada, sabemos que Él podía cantar porque confiaba en Su Padre. Y lo vemos en ese salmo:«Tú eres bueno; eres mi Dios». Ahora, dentro de no mucho, no muchas horas después, Él estaría clamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Pero Él todavía sabe que Dios era Su Dios. «Tú eres mi Dios. Eres bueno». Él confió en su Padre. Cuando confías en tu Padre celestial, puedes cantar a la sombra de la cruz.
Él conocía, aceptaba y abrazaba el plan del Padre. «Lo acepto. Lo comprendo. Me apropio. ¡Sí, Señor! ¡Sí, Padre!». Él conocía el plan del Padre; Él lo aceptó y lo abrazó.
Y Él también podía cantar a la sombra de la cruz porque amaba a los demás: te amaba a ti, Él me amaba, más de lo que amaba Su propia vida. Si amo mi propia vida más que a ti, entonces voy a gemir bajo la sombra de la cruz. Pero si amo a Cristo, si amo a mi Padre celestial más de lo que me amo a mí misma, si les amo a ustedes más de lo que me amo a mí, entonces estaré dispuesta y podré cantar a la sombra de la cruz.
Él podía cantar a la sombra de la cruz porque Él sabía que aunque la cruz estaba justo delante, la cruz no era el final. Habría vida, gloria, esperanza y gozo puestos delante de Él que le permitirían soportar la cruz y cantar mientras se dirigía a la cruz.
Podemos comprender (al menos algunas de nosotras) la posibilidad de estar quietas, tranquilas y serenas cuando nuestra vida está libre de problemas. Conozco algunas personas que no están tranquilas y serenas en ninguna circunstancia, pero creo que podemos imaginar a alguien estando tranquila y serena cuando no hay tormentas, ni problemas, ni hay cruces. Aunque, déjame decirte esto: es posible tener una vida cómoda, pero si no tienes a Cristo, internamente todavía puedes estar agitada, ansiosa y sin serenidad.
Entonces, nuestras circunstancias no gobiernan nuestra serenidad, pero para mí es sorprendente ver a Jesús modelando la serenidad cuando la vida lo oprimía al máximo. Y también ha sido así a lo largo de los siglos para muchos de Sus seguidores. Es algo sorprendente que se puede ver en los santos, mientras son perseguidos, mientras son martirizados, y en algunos casos, en los grandes y pequeños desafíos de la vida, en las grandes y pequeñas cruces. Cantan en las sombras, modelando un espíritu sereno y apacible.
De hecho, estoy aprendiendo que Dios a menudo usa esas presiones, problemas y dolores como un medio para producir un espíritu de serenidad en nuestras vidas. Puede que digas: «No soy una persona serena. Ciertamente no podría estar serena ante los problemas». Puede ser que sea en los problemas, la presión y en el dolor que desarrolles un espíritu sereno, mientras miras a Cristo cantando bajo la sombra de la cruz.
Permítanme darles varios ejemplos que me han venido a la mente sobre personas serenas, cantando y adorando a Dios a la sombra de una cruz:
Pienso en esos tres jóvenes hebreos de los que leemos en el capítulo 3 de Daniel. El rey Nabucodonosor, el hombre más poderoso de la tierra, dice:«¿Están dispuestos ahora, para que cuando oigan el sonido…se postren y adoren la estatua que he hecho? Porque si no la adoran, inmediatamente serán echados en un horno de fuego ardiente» (v. 15). ¿Cuál fue su respuesta?
«Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente. Y de su mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, ha de saber, oh rey, que no serviremos a sus dioses ni adoraremos la estatua de oro que ha levantado» (v.17-18).
Eso transmite serenidad por todos lados. Es una seguridad tranquila y firme de que Dios tiene el control, de que su plan es bueno y de que se puede confiar en Él. Así que no tenemos que ponernos nerviosas.
Pienso en Perpetua. Algunas de ustedes quizás han leído la historia de esta esposa y madre lactante de veintidós años, quien, en el año 203 d.C junto con otras cuatro personas, fue arrestada y martirizada por su fe en Cristo. Ella y sus compañeros mártires entraron a la arena cantando himnos y firmes en su fe, dicen los historiadores. Primero fueron mutilados por animales y luego ejecutados a espada. Y cuenta la historia de que Perpetua guió la espada hasta su cuello cuando el verdugo vaciló.
Yo diría que eso es serenidad: cantar himnos, firmes en su fe, serenos, inalterables, sin miedo. Eso es serenidad.
Pienso en Dietrich Bonhoeffer (cuya biografía he estado leyendo recientemente), un pastor y teólogo luterano alemán que fue encarcelado y ejecutado por su papel en el movimiento de resistencia alemán contra el nazismo. Su ejecución fue particularmente brutal. Bonhoeffer fue despojado de sus ropas y conducido desnudo al patio de ejecución, donde lo colgaron con alambre fino y lo estrangularon.
El médico del campo que presenció la ejecución escribió lo siguiente:
«Vi al pastor Bonhoeffer arrodillado en el suelo, orando fervientemente a Dios. Lo que más me conmovió fue la forma en que oraba este hombre tan amoroso, tan devoto y tan seguro de que Dios escuchaba su oración.
En el lugar de la ejecución, volvió a decir una breve oración y luego subió los pocos escalones que conducían a la horca, valiente y sereno. Su muerte se produjo a los pocos segundos. En los casi cincuenta años que trabajé como médico, nunca he visto morir a un hombre tan enteramente sumiso a la voluntad de Dios».
Cantando a la sombra de la cruz, confiando en la bondad, la sabiduría, el plan de Dios.
Quiero que recordemos que la serenidad no es solo una cuestión de personalidad o temperamento natural. No es una disposición genética. No es estoicismo. No es ser indiferente a lo que sucede a tu alrededor. Más bien, es una calma interior frente a cualquier circunstancia que pueda estar a nuestro alrededor. Es un estado estable de paz, de satisfacción, de confianza. Es saber que pase lo que pase, nuestras vidas están ligadas a Cristo. Estamos descansando en Él, quien es la fuente de nuestra identidad y de todo lo que necesitamos.
El otro día, durante una llamada telefónica mientras hablábamos sobre esto, le pregunté a un grupo de mujeres: «¿En quién piensas como una persona serena?».
Una mujer dijo: «Una de las mujeres más serenas que he visto en mi vida fue una viuda en un funeral, tan confiada en las promesas de Dios, de quién era ella y quién era su esposo en Cristo». Serena.
Mientras pensaba en personas serenas, pensé en un intercambio de correo electrónico que tuve recientemente con unos amigos de este ministerio. Hace un mes nació su pequeño bebé, su séptimo hijo, y nació con una anomalía cardíaca de la que no supieron hasta el día siguiente de su nacimiento. Ellos pensaban que todo estaba bien. Pero luego descubrieron que una válvula de su corazón no estaba conectada.
Al momento de esta grabación, no sabemos cuál será el resultado. Ha sido un milagro que haya vivido tanto tiempo. Pero los padres no saben cuál será el resultado, si vivirá un poco más. Ellos han estado en silencio, en reposo. De hecho, su enfoque ha sido en cómo pueden bendecir, servir y ministrar a las personas que les rodean y que también sufren en esa Unidad de Cuidados Intensivos.
Serenidad. Es una disposición tranquila del corazón. Sí, me duele. Sí, a veces sientes que se te parte el corazón. Sí, a veces sientes que «no puedes continuar ni un momento más». Pero existe un estado interior que está en paz.
Pienso en un correo electrónico que recibí de una mujer. Ella dijo:
«Mi esposo me dejó hace más de tres años. Ni siquiera sé dónde vive; no quiere decirme. Comencé a orar por nuestra reconciliación poco después de escuchar Aviva Nuestros Corazones por primera vez en noviembre de 2008. Le envié un breve correo electrónico esa noche. Empaticé con él sobre algo que no le había funcionado en una inversión financiera y luego recordé algo que había admirado de él. Luego escribí: con Amor» [y firmó con su nombre].
Y continuó diciendo ella:
«Sentí que podía decir algo sin cuestionarlo, explicarle algo o defenderme. Espero que le haya animado. Espero que algún día pueda escribirles y contarles cómo mi esposo se volvió a Cristo y regresó a casa. Pero si eso no sucede, quiero permanecer fiel, pase lo que pase».
Yo pensé: ¡Serenidad! Esta es una mujer serena que ha puesto su esperanza en Dios. No importa lo que suceda o no en su matrimonio, ella sabe en quién ha creído y está convencida de que Él es capaz de satisfacer sus necesidades, de guardarla y de sostenerla hasta el día final.
Entonces, ¿cómo podemos cantar en medio de las sombras, a la sombra de la cruz, en medio de la oscuridad, el dolor y el sufrimiento que nos rodea?
Recordemos ese maravilloso versículo en Mateo capítulo 11, las palabras de Jesús, donde dijo:
«Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y Yo los haré descansar. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Yo soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para sus almas. Porque Mi yugo es fácil y Mi carga ligera» (v. 28-30).
¿Puedes ver ahí el vínculo entre la humildad de Cristo y la serenidad de Cristo? No se puede tener un corazón sereno si no se tiene un corazón humilde. Por eso Él dice: «Vengan a mí, y aprendan de Mí que Soy humilde». Con esa humildad viene la serenidad y el descanso que nuestro corazón anhela. El corazón humilde que acepta todos los tratos de nuestro Padre como sabios y buenos, será un corazón sereno, un corazón en reposo.
¿Cómo está tu corazón hoy? ¿Sereno? Bueno, es fácil estar serena sentada en este auditorio escuchando la enseñanza de la Palabra de Dios, pero piensa en lo que dejaste esta mañana en casa. Piensa en lo que enfrentarás cuando regreses a tu lugar de trabajo, o a tu iglesia, a tu matrimonio, a tu maternidad, a cualquier lugar donde sirvas al Señor.
Puede que digas: «¡No tengo esa serenidad, pero la quiero!» Considera a Cristo. Aprende de Él. Él es humilde; Él es manso. A medida que Él te transforma a Su imagen, descubrirás que te brinda un corazón sereno y te da descanso para tu alma.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado describiendo la verdadera serenidad. Su enseñanza de hoy forma parte de una serie llamada «Incomparable». Puedes escuchar cualquier episodio que te hayas perdido o escucharlo nuevamente en la aplicación Aviva Nuestros Corazones o en AvivaNuestrosCorazones.com.
Dios ha estado usando esta enseñanza de maneras prácticas. Aquí está Nancy para contarte más.
Nancy: El estudio de hoy sobre la serenidad de Cristo ha sido un gran desafío para mí. Y sé que mientras las oyentes escuchaban este mensaje pensaban en todo tipo de desafíos que amenazan su serenidad.
Una mujer nos escribió sobre la paciencia que se requiere en su situación difícil. Ha cuidado de su esposo durante casi quince años y, mientras cumple pacientemente esas tareas día tras día, escucha Aviva Nuestros Corazones. Eso le ayuda a recordar por qué está sirviendo.
Ella nos escribió y nos dijo: «Gracias por sus palabras de aliento cuando muchas veces me siento a punto de desmayar».
Podemos animar a oyentes como ella a través de todo tipo de retos gracias a oyentes como tú que apoyan financieramente el ministerio.
Débora: ¡Así es!, Si aún no has adquirido «Incomparable», el nuevo libro de Nancy, puedes obtenerlo visitando avivanuestroscorazones.com.
Si estudias la vida de Jesús, te sorprenderá la frecuencia con la que oró. Aprende sobre la vida de oración de Jesús mañana en Aviva Nuestros Corazones.
Llamando a las mujeres a libertad, plenitud y abundancia en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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