Caminando y hablando con Dios
Annamarie Sauter: Si no dispones de una hora para orar, usa el tiempo del que sí dispones.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: No tiene que ser una dulce hora de oración. Puede ser estar continuamente enviando al Señor pequeños flechazos de oración.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Llegaste a donde querías en tu vida de oración? Si no, estás en buena compañía. Muchas de nosotras no nos consideramos guerreras de oración, pero debemos entender cuán importante es hablar y caminar con Dios.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Estaba en una boda, y una pareja que no había visto en muchos años se me acercó. El esposo me dijo, «he orado por ti cada día durante los últimos diez años». No conocía muy bien a esta pareja. Y este hombre me dijo, «cuando te vi, hace diez años, …
Annamarie Sauter: Si no dispones de una hora para orar, usa el tiempo del que sí dispones.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: No tiene que ser una dulce hora de oración. Puede ser estar continuamente enviando al Señor pequeños flechazos de oración.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
¿Llegaste a donde querías en tu vida de oración? Si no, estás en buena compañía. Muchas de nosotras no nos consideramos guerreras de oración, pero debemos entender cuán importante es hablar y caminar con Dios.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: Estaba en una boda, y una pareja que no había visto en muchos años se me acercó. El esposo me dijo, «he orado por ti cada día durante los últimos diez años». No conocía muy bien a esta pareja. Y este hombre me dijo, «cuando te vi, hace diez años, tú estabas preparándote para comenzar el programa Aviva Nuestros Corazones, y nos dijiste, «¿podrían orar por mí?» Y yo te contesté que sí, y luego me fui y me di cuenta de que te dije que oraría por ti. Así que este hombre me dijo, «cada día por los últimos diez años, he orado por ti». Y este hombre es alguien que apenas conozco.
Le doy gracias a Dios por personas como este hombre, y por hombres y mujeres y matrimonios que escucho, algunos de los cuales nunca he conocido, que oran por mí y por este ministerio. Solo le dije, «muchas gracias». Déjenme tomar esta oportunidad y agradecer a muchas de ustedes de nuestra audiencia, y muchas de ustedes que nos escuchan hoy, que oran por mí. Ustedes oran por nuestro equipo, oran por nuestro ministerio. Dios oye esas oraciones y las contesta.
Por eso estoy emocionada con la sesión de hoy en la medida en que avanzamos en el manifiesto a las 15 declaraciones. Hoy vemos la número 4:
«Cultivaremos nuestra comunión e intimidad con Dios a través de la oración: en alabanza, acción de gracias, confesión, intercesión y súplica».
Ahora, uno puede preguntarse, ¿por qué incluir una afirmación sobre la oración en el Manifiesto de la Mujer Verdadera? Es decir, los hombres también necesitan orar. Los hombres y las mujeres necesitamos orar, y eso es cierto de varias afirmaciones en el manifiesto. Pero incluimos esta afirmación en el manifiesto, porque una mujer verdadera es una mujer que camina con Dios y que vive en Su presencia. El corazón de ella late con el corazón de Dios. Ella vive en unión y en comunión con Él. Una mujer verdadera es una mujer que sabe que no puede manejar su propia vida, y por eso vive en total dependencia de Dios. Ella anhela ver la voluntad de Dios en su vida, en su familia, en su iglesia, en su comunidad y en nuestro mundo.
Ella se da cuenta que la oración es la provisión que Dios nos ha dado para hacer todas estas cosas posibles. Una mujer verdadera se da cuenta que ella no puede hacer nada de valor eterno o de significado eterno fuera de permanecer en Cristo. Quién ella es como mujer, está determinado por la fuente de su vida que es Cristo, permanecer en Él, conectada a Él, viviendo en Su presencia.
Entonces este punto del manifiesto dice: «Cultivaremos nuestra comunión e intimidad con Dios». Esa palabra cultivar sugiere que es algo a lo que debemos brindarle atención. Enfocarnos, ayudar a crecer, cuidar. Una vida de oración no ocurre tan solo naturalmente. De hecho, he encontrado que mientras más he trabajado en esta sesión, Dios ha usado mi estudio y preparación y mi meditación para ayudarme a nutrir mi propia vida de oración, para animarla, y hacerla crecer.
Ahora, el propósito para orar está sugerido en este punto, donde dice: «Cultivaremos nuestra comunión e intimidad con Dios a través de la oración». El propósito de la oración no es pasarle información a Dios, porque Él lo sabe todo, o contarle algo que quizás Él haya olvidado. El propósito es cultivar una relación más profunda e íntima con nuestro Padre celestial.
Muchas de ustedes han leído a Oswald Chambers a lo largo de los años, En Pos de lo Supremo. Y él dice,
«Vemos la oración como un medio para obtener algo para nosotros. Pero la idea bíblica de la oración es que nosotros podamos conocer a Dios mismo».
Y entonces te pregunto, ¿qué motiva tus oraciones? Es tu lista de oración como tu lista del supermercado, solo una lista de necesidades, o es tu deseo de conocer a Dios, de tener una comunión íntima y unión con Él?
Cuando vivía en Little Rock, donde grabamos Aviva Nuestros Corazones durante los primeros ocho años, tenía una compañera de caminatas. Disfrutábamos pasar tiempo juntas. Lo planeamos. Las dos teníamos horarios diferentes. Yo era una mujer soltera, estudiando para las grabaciones de radio y ella es una mamá de varios hijos. Así que tuvimos que ajustar nuestros horarios para hacerlo posible y planear para que esa actividad entrara en nuestro día.
La mayoría del tiempo estábamos ansiosas por caminar juntas. Yo dirá que había días –ambas diríamos– cuando no queríamos hacerlo, no queríamos salir de la cama. No nos queríamos mover, o no teníamos deseos de salir, o no teníamos ganas de hablar con nadie. Pero de todos modos lo hacíamos porque sabíamos que era bueno para nosotras. Sabíamos que lo necesitábamos.
Necesitábamos esa caminata no solo por el ejercicio físico, aunque ese ciertamente es uno de los beneficios. Pero la necesitábamos con el fin de permanecer conectadas y comprometidas en la vida una de la otra, compartiendo lo que estaba sucediendo en nuestras vidas, construyendo nuestra amistad. Compartíamos nuestras bendiciones. También compartíamos nuestras cargas. Caminamos muchas millas en Little Rock a través de todos esos años, dos o tres millas varias veces cada semana que se fueron sumando a lo largo de un período de años. Compartíamos cosas por las que estábamos preocupadas en ese día en particular, o en esa estación de la vida. Compartíamos nuestros fracasos, compartíamos cosas entre nosotras que no compartíamos con muchas otras personas.
Ahora, cuando comenzamos a caminar, creo que para las dos hubo esos tiempos en los que el pensamiento era, «¿acerca de qué vamos a hablar?» Pero a lo largo del tiempo, mientras hablábamos, mientras caminábamos, desarrollamos una amistad cercana. Y hablamos por teléfono la semana pasada y dijimos ambas cuanto extrañamos esos tiempos, cuánto los valoramos y nos damos cuenta de que los necesitamos.
Pienso en esa temporada de caminar con esta compañera de caminata, como una imagen de lo que Dios quiere en Su relación con nosotras. Y lo quisiera decir sin ninguna intención de faltar al respeto, pero Dios quiere ser nuestro compañero de caminata. Él quiere caminar con nosotras, hablar con nosotras, compartir Su vida con nosotras y que nosotras podamos compartir nuestra vida con Él, en días en los que nos levantamos con ganas de caminar y hablar con Él, y también en los días en los que no sentimos ganas de levantarnos ni de caminar ni de hablar con Él; compartiendo nuestras bendiciones, también compartiendo nuestras cargas, compartiendo nuestros fracasos, a lo largo del tiempo, desarrollando una amistad cercana.
Y así como con mi amiga de caminata en Little Rock, en esos días no nos conocíamos mucho. Teníamos que pensar un poco acerca de qué hablar. Pero cuanto más hablábamos, más llegamos a disfrutar la una de la otra y encontrábamos cada vez más cosas que teníamos en común. Desarrollamos intereses mutuos. Había cosas de las que descubrimos que teníamos que hablar. Se hizo más fácil con el tiempo.
Y creo que con la oración, mientras más llegamos a conocer a Dios y hablamos y tenemos comunión con Él, encontramos que esa amistad crece. Esa es una imagen de lo que vemos en Génesis, capítulo 3 donde Adán, luego de pecar, escuchó a Dios caminando en el jardín, en el huerto, en el fresco del día. El versículo 9 dice que, «el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?» ¿No te alegra que Dios es quien inicia nuestra caminata juntos? Él dice, yo quiero hablar contigo, quiero conocerte.
Pienso en mi amiga que con frecuencia me llamaba o me mandaba un correo electrónico y me decía, «¿vamos a ir a caminar mañana? ¿Quieres ir a caminar?» «Bueno, tengo mucho que hacer, pero necesito caminar. Necesito hablar. Hagámoslo». Dios es el que inicia las relaciones. ¿Y recuerdas cuando ocurrió eso por primera vez? Luego de que Adán y Eva pecaron, cuando se estaban escondiendo y estaban avergonzados, se sentían culpables, Dios llamó a Adán y le preguntó, «¿dónde estás?, es tiempo para nuestra caminata. Caminemos, conversemos».
A través de la sangre de Cristo vertida en el sacrificio que Él hizo por nosotras, podemos volver a la presencia de Dios aún cuando hemos pecado, porque el sacrificio por nuestros pecados ha sido pagado. Y es Dios que dice, «quiero caminar contigo, quiero hablar contigo, quiero conocerte».
Y sin embargo, a decir verdad, muchas de nosotras encontramos difícil orar. Escucho esto de muchas de nuestras oyentes. Recibí un correo electrónico recientemente de una oyente que dijo:
«Encuentro que mi vida de oración es tan seca y carente de vida. Parece rutinaria y sin frescura. Sé que es la actividad más importante que puedo hacer, pero la oración siempre ha sido la actividad más difícil de hacer en mi vida cristiana. Dame un buen estudio bíblico para hacer o enseñar, o un buen libro para leer o buena música para escuchar, pero, ¿pasar tiempo en oración? Es un verdadero esfuerzo. Y sé que no estoy sola en esto».
De hecho, es realmente difícil para mí hablar de este tema de la oración porque siempre me ha encantado leer, estudiar y meditar en la Palabra. Pero la oración siempre ha sido tan difícil para mí. Encuentro difícil quedarme quieta por el tiempo suficiente para realmente tener comunión con el Señor en oración. De hecho, recientemente me pidieron que orara en un evento de nuestro centro de atención para mujeres embarazadas aquí localmente, y la mujer que me mandó el correo me preguntó si podría venir y abrir ese tiempo con una oración. Ella comentó, «yo sé que tú eres una gran guerrera de oración».
Tuve que contestarle el correo electrónico y decirle, «yo no soy una gran guerrera de oración, créeme. Me encantaría ir y orar en tu evento porque creo en la oración, pero estoy en las etapas tempranas del aprendizaje y del crecimiento en lo que significa ser una mujer de oración».
Sé que algunas de ustedes están familiarizadas con el nombre Andrew Bonar que fue uno de los grandes evangelistas escoceses del siglo XIX. Uno de los temas recurrentes en su vida y en su diario, era el hecho de que él luchaba fuertemente con la oración. Él sentía que muchas veces era un fracaso total en la oración. Hay un pastor en nuestra área, llamado Brian Hedges, que ha escrito un artículo acerca de algunas estrategias que desarrolló Bonar para fortalecer su vida de oración. Brian resume esas lecciones de la siguiente manera:
Él dice que Bonar aprendió a orar primero mientras viajaba. El diario de Bonar dice:
«Dios ha estado poniendo en mi corazón la manera de cómo redimir el tiempo para orar, aprendiendo a orar mientras camino o mientras voy de un lugar a otro».
Y luego él aprendió a darle a la oración el primer lugar del día. Su diario dice:
«Por la gracia de Dios y la fortaleza del Espíritu Santo, deseo establecer la regla de no hablar con el hombre hasta que haya hablado con Dios; no hacer nada con mi mano, hasta que haya estado de rodillas; no leer cartas o papeles hasta que haya leído algo de las Sagradas Escrituras».
Así que orar mientras viajas, darle a la oración el primer lugar del día. La tercera lección del diario de Bonar es aprovechar las oraciones cortas pero frecuentes. Su diario dice:
«Fui llevado a pensar hoy que mi manera de orar debe ser principalmente por flechazos ascendentes, no a través de largas oraciones en un solo momento».
A algunas de ustedes les encanta orar por largos períodos de tiempo. Pero para algunas, quizás esto te quitará algo de presión de tu vida de oración al pensar que no tiene que ser una dulce hora de oración. Puede ser enviar continuamente hacia arriba, al Señor, pequeños «flechazos» de oración, como los llamaba Bonar.
Y luego, la cuarta lección que se extrae de su diario es orar cada hora del día. Su diario dice:
«He estado procurando mantener la oración en esta temporada a cada hora del día, deteniendo mi ocupación, cualquiera que sea, para orar un poco, buscando así mantener mi alma bajo la sombra del trono de gracia y de Aquel que se sienta en el trono». 1
En otras palabras, nunca te alejes mucho de la oración. Toma tiempo conscientemente a lo largo del día, sin importar lo que estés haciendo para detenerte y orar.
La oración expresa una actitud de dependencia de Dios. Hay un pastor que tiene un blog magnífico. Su nombre es Kevin DeYoung. Yo sigo ese blog y es algo que podría ser de beneficio para ti si estás buscando seguir un blog que tenga una base realmente bíblica. Él tiene una muy buena publicación sobre la oración que sacó hace poco. Déjame leerte algunas porciones de su publicación. Él escribió:
«El simple hecho de ponernos de rodillas (o rostros o pies o lo que sea) por 5 o por 50 minutos cada día, es la señal más segura de nuestra humildad y dependencia en nuestro Padre celestial. Puede haber muchas razones para nuestra falta de oración –manejo del tiempo, estar demasiado ocupadas, la falta de concentración– pero más fundamentalmente, no pedimos porque pensamos que no necesitamos o pensamos que Dios no dará.
En lo profundo nos sentimos seguras cuando tenemos dinero en el banco, un buen reporte de salud de parte del doctor y gente poderosa a nuestro lado. No confiamos solamente en Dios. La falta de oración es una expresión de una confianza escasa en la habilidad de Dios para proveer, y en una confianza fuerte en nuestra propia habilidad de cuidar de nosotras mismas sin la ayuda de Dios».
¿Entonces por qué no oramos más? ¿Por qué yo no oro más? Bueno, una razón clave es porque no estamos realmente desesperadas. No estamos realmente conscientes de nuestra necesidad de Dios. Piénsalo. La mayoría de nosotras nunca hemos tenido que preguntarnos de dónde vendrá nuestra próxima comida. Así que, ¿por qué oraríamos desesperadamente, «Dios danos hoy el pan nuestro de cada día»?
Desde un punto de vista humano, el hecho es que podemos sobrevivir sin la ayuda de Dios. Pero realmente no podemos. No podemos respirar sin la ayuda de Dios. Pero desde el punto de vista humano, pareciera que podemos operar en nuestros propios esfuerzos, con nuestros propios recursos fuera de la gracia y de la intervención de Dios, por eso es que con frecuencia he dicho que cualquier cosa que nos haga necesitar a Dios es una bendición.
Es por eso que haber perdido tu trabajo puede ser una bendición si te hace necesitar a Dios. Es por eso que el trabajo que perdió tu marido es una bendición si te hace necesitar a Dios. Es por eso que un mal reporte del médico con relación a tu salud es una bendición si te hace consciente de tu necesidad de Dios.
Déjame leer un poco más de esa entrada del blog de Kevin DeYoung. Él dijo:
«Casi todos nosotros queremos orar con mayor frecuencia, y sin embargo, nuestras vidas parecen demasiado desordenadas. Pero en la mente de Dios, nuestras vidas caóticas, son un ímpetu para la oración en lugar de un obstáculo para la oración. Tú no necesitas una vida ordenada para facilitar el orar. Tú necesitas una vida desordenada para llevarte a orar».
¡Voy a decir sí! ¡Entonces yo puedo hacer esto!
«No necesitas tener todo en orden antes de poder orar. Necesitas saber que estás desordenada para que entonces puedas orar. Necesitas pensar, “bueno mañana es otro día en el que necesitaré a Dios. Necesito conocerlo. Necesito su perdón. Necesito ayuda. Necesito protección. Necesito salvación. Necesito paciencia, coraje. Por lo tanto, necesito orar”. Si tú sabes que estás necesitada y crees que Dios ayuda a los necesitados, tú orarás. El corazón que nunca habla con Dios es el corazón que confía en sí mismo y no en el poder de Dios».
Tú me dirás, «yo quiero orar. ¿Cómo me transformo en una mujer de oración?» Déjame hacer tres sugerencias verdaderamente simples. Primero, pídele al Señor que te enseñe a orar. Eso fue lo que hicieron los discípulos. Cuando ellos vieron la vida de oración de Jesús, ellos fueron movidos a decirle, «Señor, enséñanos a orar». Y Él lo hizo. Entonces di, «Señor, enséñame a orar».
Luego, pídele al Espíritu Santo que te ayude a orar. El apóstol Pablo, de quien piensas como un gran guerrero de oración dijo:
«El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque no sabemos orar como debiéramos. (Aún el apóstol Pablo dijo, no sabemos cómo orar.) Pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios» (Rom. 8:26-27).
Pídele a Dios que te enseñe a orar, y luego pídele al Espíritu Santo que te ayude a orar.
Y en tercer lugar, ora la Palabra de Dios de regreso a Dios. Escucha, puede que no sepas cuál es la voluntad de Dios para alguien por quién estás orando o para cierta situación en tu vida. Pero puedes estar segura que cuando oras la Palabra de Dios, estás orando la voluntad de Dios.
Teníamos en nuestro equipo a un hermano Wes Ward, que invariable si íbamos a tener un tiempo de oración con el personal, el cual tenemos con frecuencia, espontáneamente e invariablemente él tenía su Biblia abierta delante de él mientras oraba, y con frecuencia el oraba a través de la Escritura, orando la Escritura de regreso a Dios. Tú puedes hacerlo sola y también puedes hacerlo con otros.
En el libro de Ester hay una escena que nos da una hermosa percepción de la oración. Recuerdas cómo Mardoqueo descubrió el complot para aniquilar a los judíos. Él apeló a su prima, a la reina Ester, para utilizar su posición para interceder ante el rey Artajerjes por su pueblo. Ahora, Ester sabía que nadie se atrevía a acercarse al rey sin ser invitado. Si lo hacías, arriesgabas tu vida a menos que el rey tuviera misericordia y extendiera su cetro de oro.
Bueno, finalmente, luego de tres días de ayuno, Ester se puso su atuendo real y ella entró al atrio interior del palacio donde el rey se sentaba en su trono. Me encantan los próximos dos versículos, Ester capítulo 5, los versículos 2 y 3:
«Y cuando el rey vio a la reina Ester de pie en el atrio, ella obtuvo gracia ante sus ojos; y el rey extendió hacia Ester el cetro de oro que estaba en su mano. Entonces Ester se acercó y tocó el extremo del cetro. Y el rey le dijo: ¿Qué te preocupa, reina Ester? ¿Y cuál es tu petición? Hasta la mitad del reino se te dará».
Pienso en qué hermosa imagen es esa de la relación entre un Dios todopoderoso que está sentado en Su trono en los cielos, y creyentes desesperados, inútiles, necesitados aquí en la tierra que se acercan a Su trono y a Su invitación, y vienen cerca para compartir sus necesidades y para interceder por otros. Ahora, por supuesto esta analogía falla, porque Artajerjes siendo un rey pagano no puede de ninguna manera representar acertadamente ni fielmente a Dios. Pero aún creo que hay un destello aquí de cómo podemos aproximarnos a Dios y obtener su favor, porque venimos en el nombre de Jesús, revestidas en la justicia de Cristo.
Así como Ester, podemos ser renuentes al acercarnos al Rey del Universo con todas nuestras necesidades diminutas y nuestras cargas. Nos olvidamos que este es el Rey que nos ama, que nos ha elegido, que se deleita en nosotras. Y maravillosamente, Él está determinado a lograr sus propósitos aquí en la tierra en unión con las oraciones de Su pueblo. De hecho, Él está esperando que nosotras vengamos y le pidamos.
Y a veces, especialmente cuando sabemos que lo hemos arruinado todo, podríamos estar temerosas de acercarnos a Aquel que es tan poderoso, que nos podría destruir con un destello de Sus párpados si Él eligiera hacerlo. Pero cuando nos acercamos a Su trono revestidas con la justicia de Cristo, así como Ester se preparó al ponerse las vestiduras reales, maravilla de maravillas, obtenemos Su favor. Él extiende Su cetro de oro hacia nosotras y nos invita a acercarnos y a tocar la parte superior del cetro.
Luego, habiéndonos otorgado acceso a Su presencia, como si eso no fuera suficiente, este Rey maravilloso del universo nos dice a nosotras: «¿Qué te preocupa? ¿Qué hay en tu corazón mi amada? ¿Cuál es tu petición?» Pide y se te dará.
Mientras buscamos ser transformadas en mujeres verdaderas de Dios, nos comprometemos a nutrir nuestra relación y comunión con Dios a través de la oración.
La Escritura dice: «El Señor está cerca de todos los que le invocan, de todos los que lo invocan en verdad» (Sal. 145:8).
Señor, estoy atenta a las palabras del apóstol Pablo en Filipenses capítulo 4. donde dice, «ora por todo. No te preocupes por nada, dile a Dios tus necesidades. No te olvides de agradecerle por sus respuestas. Si así haces, la paz de Dios va a guardar, a garantizar, rodear, proteger, tu corazón y tu mente en Cristo Jesús» ( Fil. 4:6-7, parafraseado).
Así que Señor, yo oro que Tú nos hagas mujeres de oración, mujeres que enlazan sus brazos con Tu omnipotencia creyendo que Tu voluntad será hecha en la tierra como lo es en el cielo, para ver Tu reino venir a este mundo. Y Señor, pienso en el poder de las oraciones de mi bisabuela. Nunca la conocí, pero sé que estoy aquí por las oraciones que ella oró por un hijo rebelde, Art De Moss, a quien Tú salvaste y trajiste a Tu reino.
Señor, oro que mis oraciones y nuestras oraciones puedan ser tales que en generaciones futuras haya aquellos en esta tierra que puedan decir, «yo estoy hoy aquí, caminando con el Señor y sirviéndole a Él, gracias a una madre que oraba, a una abuela que oraba». Señor, ¿nos enseñarías a orar? Lo pido en el nombre de Jesús, amén.
Annamarie: Nancy DeMoss de Wolgemuth nos ha estado ayudando a entender un tema que es muy importante para cada una de nosotras: la oración. Puedes profundizar más a través de una serie de programas que grabamos, titulada, «El Padre Nuestro». Encuentra los audios y las transcripciones fácilmente en AvivaNuestrosCorazones.com. Solo haz click en el buscador y escribe: «El Padre Nuestro».
¿Qué significa orar sin cesar? En la continuación de esta serie responderemos esta pregunta. Descubre cómo permanecer conectada a Dios a lo largo de cada día, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Te animamos a participar activamente en tu iglesia local y a reencontrarte con nosotras el lunes.
Abrazando el diseño de Dios para nuestras vidas juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss de Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras fueron tomadas de la Biblia de las Américas a menos que se indique otra fuente.
1 Brian Hedges, "Devoted to Prayers: Lessons from Andrew Bonar," PastorConnect (Life Action Ministries email), Oct. 13, 2006. From Bonar's diary: 9/19/1840, 9/29/1848, 8/25/1849, 1/3/1856.
2 http://thegospelcoalition.org/blogs/kevindeyoung/ “Prayer is Unbelief” -- 11/6/09
Dulce Oración, Dámaris Carbaugh, Alabanzas: Tus Himnos Favoritos, ℗ 2002 Damaris Music.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
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Recursos del Episodio
PDF «Manifiesto de la Mujer Verdadera»
Serie «Fundamentos del Manifiesto de la mujer verdadera»
Serie «El manifiesto de la mujer verdadera | Afirmaciones parte 1»
Serie «El manifiesto de la mujer verdadera | Afirmaciones parte 2»
Serie «El manifiesto de la mujer verdadera | Afirmaciones parte 3»
Serie «El Padre Nuestro»
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