Bendice a los que te maldicen
Annamarie Sauter: Si hiciéramos una prueba de velocidad…¿qué saldría más rápido de tu boca: un elogio o una crítica?
Nancy DeMoss Wolgemuth: No esperes el funeral. Ahí es donde se dan elogios, ¿no es así? Creo que es tan hermoso que la gente dé elogios en los funerales, pero creo que lo que es realmente trágico es que muchos de esos elogios dados en los funerales nunca se le dieron a la persona mientras estaba viva.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con la continuación de la serie titulada, Bendice a otros a través de tus palabras. Si te perdiste alguno de los episodios anteriores, escúchalo, léelo o descárgalo en avivanuestroscorazones.com.
Nancy: Cuando piensas en los años en que eras más joven, ¿hay algunas cosas que les dijiste a otras personas, que desearías ahora poder …
Annamarie Sauter: Si hiciéramos una prueba de velocidad…¿qué saldría más rápido de tu boca: un elogio o una crítica?
Nancy DeMoss Wolgemuth: No esperes el funeral. Ahí es donde se dan elogios, ¿no es así? Creo que es tan hermoso que la gente dé elogios en los funerales, pero creo que lo que es realmente trágico es que muchos de esos elogios dados en los funerales nunca se le dieron a la persona mientras estaba viva.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Aquí está Nancy con la continuación de la serie titulada, Bendice a otros a través de tus palabras. Si te perdiste alguno de los episodios anteriores, escúchalo, léelo o descárgalo en avivanuestroscorazones.com.
Nancy: Cuando piensas en los años en que eras más joven, ¿hay algunas cosas que les dijiste a otras personas, que desearías ahora poder retractarte y no haberlas dicho nunca? Es una cosa increíble. Porque las palabras salen con tanta facilidad, pero una vez dichas no podemos recogerlas, ¿podemos?
Recientemente recibí una nota de una amiga mientras estábamos hablando acerca de este asunto de la bendición y la maldición, y ella recordaba cuando era una preadolescente, sentada en un servicio de la iglesia con su familia. Ella dijo: «Me volví hacia mi hermano que estaba cantando los himnos junto a mí, a mi lado y le dije que no tenía oído y que no era capaz de entonar ni una sola nota».
No me da la impresión, con lo que ella escribió, que estaba siendo maliciosa o mal intencionada o que tenía la intención de dañar la vida de su hermano, ella simplemente lo dijo… Haya sido casual o en serio, o si ella estaba solo bromeando…el caso es que lo dijo. Fue probablemente un comentario fuera de lugar.
Ella me dijo: «Le tomó años a mi hermano cantar otra vez, y cómo he deseado nunca haberle dicho esas palabras. Hace aproximadamente cinco años, él me repitió ese comentario y me dijo lo difícil que había sido para él cantar desde entonces. Mi corazón ha estado continuamente traspasado al pensar en cómo yo le había impedido alabar a Dios a través del canto. He buscado el perdón, pero en realidad desearía nunca haberlo dicho».
«Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios» (ver Salmos 141:3) Esta debe ser nuestra oración. Hay muchas maneras diferentes en que maldecimos a los demás. Hay muchas formas en las que llegamos a ser maldecidas por las palabras de otros. Hemos estado hablando durante esta serie sobre la manera en que podemos superar la maldición de las palabras…cómo vencer el poder de esa maldición en nuestras vidas.
Hemos estado diciendo en las sesiones anteriores que una de las cosas que tenemos que hacer es arrepentirnos de las formas en que hemos dicho palabras que han maldecido a otros. Hablamos de hacer eso con bromas, burlas, con ser demasiado rápidas para hablar, y permíteme decir una vez más la importancia –sobre todo como esposas y madres– de guardar tu lengua cuando se trata de criticar y evaluar a tu pareja y a tus hijos.
Podemos hacerlo a los demás también. Pienso en los años mientras crecía. Como una de siete hijos, hay cosas que les dije a mis hermanos que –no me refiero a que haya sido una herida con un cuchillo– pero eran comentarios para hacerlos sentir mal sobre cómo tocaban el piano o cómo iban a hacer algo.
Yo no estaba tratando de ser cruel o malvada, pero ahora cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que yo no bendecía con esas palabras. Me gustaría poder volver atrás y no decir tantas palabras –ni entonces ni ahora en mi vida adulta– palabras que siempre están evaluando el desempeño de las personas. Eso puede ser una maldición de palabras.
He estado hablando con muchas personas en las últimas semanas acerca de cómo han sido bendecidos o maldecidos a medida que crecían. Un hombre dijo que recuerda haber tenido cerca de diez años de edad (él no era creyente, ni venía de una familia creyente). Él siempre estaba tratando de conseguir la afirmación de su padre (él no conocía esa palabra en ese entonces). Él quería la afirmación de su papá. Quería hacer algo que él sabía que iba a complacerlo.
Así que dijo: «Me gustaría construir algo o arreglar algo. Lo que estaba haciendo en realidad era tratar de complacerlo. Estaba tratando de obtener su reconocimiento sobre algo que hiciera y que estuviera bien y que fuera valioso. Pero en realidad, dice esta persona, «mi papá nunca reconocía ni alababa mis esfuerzos». En cambio, su única respuesta era la evaluación crítica de lo que hacía…una y otra vez.
Ahora, aquí tenemos a un hombre con hijos ya mayores. Él está pensando como ese niño de diez años de edad. Este hombre es un nuevo creyente, por lo que ahora está teniendo que evaluar la forma en que está criando a sus propios hijos. Él todavía tiene un adolescente en el hogar, y quiere hacerlo diferente. Él se está dando cuenta: «cuando era niño lloraba y los comentarios de mi padre estaban siempre evaluándome, siempre diciendo: lo puedes hacer mejor.
Como padres, esta es una línea muy fina. Quieres animar a tus hijos a hacer las cosas lo mejor posible, a dar lo mejor de ellos y cuando no lo están haciendo como sabes que podrían hacerlo, parte de ser padres entonces, es llevarlos a ser todo lo que pueden ser. Pero hay una línea muy fina que puedes traspasar donde tus hijos sientan que siempre están siendo evaluados o criticados, que nunca lo hacen bastante bien, que nunca podrán hacer las cosas lo suficientemente bien.
He visto a algunos padres que a menudo vienen de trasfondos muy perfeccionistas u orientados al rendimiento ellos mismos, que tienden a ser más propensos –creo– a hacer esto con sus propios hijos. Siempre pueden hacerlo mejor. Siempre puedes hacer más…
En su corazón ellos aman a sus hijos. Su corazón no desea maldecir a sus hijos. Pero pregúntate lo siguiente, ¿pueden estas palabras hacer que el niño se sienta aceptado? ¿afirmado? Ahora, de nuevo, como madre tú no quieres afirmar a tus hijos en el pecado. Pero te diré una cosa. Tu corrección hacia tus hijos, cuando es necesaria, probablemente será mucho más fructífera si viene en un contexto en el que ellos te han escuchado expresándoles que estás complacida con ellos, que sus esfuerzos, lo que han hecho, son aceptables para ti.
Es increíble cómo muchas personas llevan esta mentalidad de una actuación en su relación con Dios, siempre tratando de actuar. Viviendo bajo la ley, viviendo bajo la esclavitud de tratar de ser lo suficientemente bueno. Es una forma de maldición que tú puedes dar a tus hijos, esa crítica y evaluación constante.
Permíteme decirte esto, también. Tenemos que pensar cómo hemos maldecido personas en diferentes relaciones que hemos tenido. Hemos hablado un poco acerca de tus hijos; hemos hablado algo acerca de tu compañero, de tu esposo. Permíteme hacer hincapié en el peligro de maldecir a tus padres.
Aún como hijos adultos, la Escritura es tan clara al respecto. «Si uno maldice a su padre o a su madre, su lámpara se apagará en la más absoluta oscuridad» (Pr. 20:20). Proverbios en el capítulo 30 habla sobre los que maldicen a sus padres y no bendicen a sus madres. Y quizás tú podrías decir: «¡Yo no maldigo a mis padres!» ¿Estás segura?
En la manera en que hablas de ellos, la forma en la que les hablas a ellos (o la forma cómo les hablaste), ¿hay algo que necesitas corregir para asegurarte de que has dicho palabras que bendicen y honran? Una vez más, si Dios está trayendo convicción a tu corazón –como lo ha hecho con el mío a través de este estudio– convicción de palabras que has hablado de las cuales tienes necesidad de arrepentirte, entonces arrepiéntete.
Hay gracia para los arrepentidos. Tú puedes superar el poder de la maldición en tu vida, el poder de las palabras de maldición que otros te han dicho, arrepintiéndote de las palabras de maldición que les hayas dicho a otros.
A medida que continuamos pensando en algunas maneras prácticas de superar la maldición de las palabras en nuestras vidas, déjame aclarar este punto que surge de Romanos capítulo 12: rehúsa, niégate a devolver maldición por maldición. Hemos estado tocando esto de diferentes maneras. Vamos a abundar un poco más acerca de eso.
Rehúsa regresar maldición por maldición. Tú serás maldecida. Tú tendrás personas diciéndote cosas que son humillantes, denigrantes, hirientes y dañinas, algunas de ellas con la intención de hacerte daño, algunas de ellas no tendrás idea de cómo ni a través de qué van a venir.
Puede ser algo que diga tu marido. Puedes tener un gran esposo, o puedes tener un marido muy necesitado espiritualmente, y a veces dice cosas que ni siquiera tiene idea de cómo te afectan, o tal vez tenía la intención de hacerte daño con esas palabras.
Tal vez tus hijos llaman a casa y te dicen algo tan hiriente. Oí hablar de una mamá que estaba involucrada en una situación el otro día. Ella tiene un hijo adulto que llamó a la casa y dijo algo que fue muy doloroso para esta madre. Tuve la oportunidad de hablar con ese hijo más tarde y escuché su versión de los hechos. Él no lo veía de esa manera en lo absoluto. No fue su intención hacerla sentir mal.
Ahora, Dios conoce el corazón, pero eso fue lo que el joven dijo. Yo le dije, ¿no puedes ver cómo para tu madre cuando te escucha decir estas palabras, es como un cuchillo en su estómago? Tú no eres una madre, le dije a este joven. Pero tienes que entender, esto la maldijo, y es una herida muy dolorosa para ella. Así que pídele a Dios que te dé entendimiento.
Serás maldecida, así que rehúsa, rechaza devolver maldición por maldición. Porque ¿sabes qué? Serás maldecida ¿Sabes por qué ese joven le habló de esa manera a su mamá (ahora que he oído ambos lados de la historia)? Fue porque él sintió que en una conversación que habían tenido anteriormente le habían dicho cosas hirientes. Él no quería ser vengativo, pero estaba reaccionando. Rechaza el devolver maldición por maldición.
Aquí está la otra cara de esta moneda: en su lugar, devuelve bendición por maldición. Romanos capítulo 12 versículo 14 dice: «Bendice (elogia, habla bien de) a los que te persiguen. Bendigan y no maldigan». Vamos a ser realmente prácticas aquí. No vivimos en la época del Imperio Romano como en los días de Pablo. No tenemos la esclavitud como la tenían en los días de Pablo.
Así que, ¿quiénes son los que nos persiguen hoy en día? Pueden ser los jóvenes que no están caminando con el Señor. Puede ser tu pareja. Podrá ser tu excompañero. Puede ser tu yerno. Seguimos volviendo a estas relaciones básicas. Recibimos cartas y correos electrónicos todo el tiempo de mujeres que están siendo maldecidas.
Están viviendo en situaciones donde las cosas que se les dicen son muy dolorosas. ¿Qué hacen al respecto? Lo único que sé hacer es llevarlas de vuelta a la Palabra de Dios y decirles: «Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis» (Rom. 12:14). Así que pregúntate a ti misma mientras piensas acerca de esa persona que te ha herido tan profundamente, ¿estoy obedeciendo la Palabra de Dios?
Tenemos todas nuestras excusas. «¡Pero tú no sabes lo que él me dijo!» Yo no tengo que saber lo que él dijo. Yo sé lo que dice la Palabra de Dios. Yo no digo que sea fácil, pero lo que estoy diciendo es que si tú eres una hija de Dios, es posible. «Bendice a aquellos que te persiguen». No hables mal de ellos. No los maldigas.
No hables mal a tus hijos acerca de su padre (de tu exmarido); no hables mal de tu jefe con tu compañero de trabajo. Quizás es un jefe horrible, pero no devuelvas maldición por maldición. En lugar de eso, bendícelo. No devuelvas mal por mal. No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien. Aquí está la razón: tú cosechas lo que siembras.
Si siembras bendición, tú cosecharás bendición. Si siembras maldición, incluso si eso es lo que fue sembrado en tu vida, y tú lo siembras de nuevo eso es lo que vas a cosechar. Tú puedes cosechar maldición de esa persona a la que le estás devolviendo con maldición, o puedes terminar cosechando maldición de otros, pero el hecho es que tú cosecharás lo que siembras.
Así que rechaza el devolver maldición por maldición –no importa quién sea la persona– no importa lo que te hayan hecho, no importa lo que te hayan dicho. En su lugar, pídele a Dios que te muestre la forma de devolver la bendición, una bendición positiva, proactiva y poderosa…devolver bendición a los mismos que te han maldecido.
Estaba hablando sobre este asunto de la bendición y la maldición con un amigo el otro día, y él me decía: «Yo crecí en un hogar donde experimenté una gran parte del poder de la maldición, pero no era porque mi padre (de quien él particularmente sentía esto) fuera brutal o verbalmente abusivo. Era más lo que no decía». Fue la ausencia de alabanza, de reconocimiento, la ausencia de bendición, lo que comunicaba una maldición a este hombre que estaba creciendo en ese hogar.
Mientras hemos estado hablando acerca de maneras de vencer la maldición de las palabras, de romper el poder de la maldición de las palabras que otros han hablado en tu vida, tenemos que hacer la resolución, decidir hablar bendición a los demás y acerca de los demás. Hay tanto poder en este principio.
Tú podrías decir: «pero pensé que esta serie trataba acerca de la forma de superar la maldición de las palabras que hemos recibido». Lo es, y si quieres ser libre, si quieres liberarte de la maldición de las palabras que has experimentado en tu infancia, en tu matrimonio, en tu vida adulta, aquí está una de las claves: conviértete en una persona que bendice. Decide hablar bendición.
Mientras más maldiciones has escuchado o experimentado de los labios de otras personas a través de los años, más difícil puede ser para ti. Tuve la bendición de crecer en un hogar donde me sentí muy afirmada. Todavía recuerdo a mi padre presentándome a alguien cuando yo tenía probablemente trece o catorce años.
Mi padre fue un hombre de negocios muy exitoso, tenía una compañía de seguros. Él dijo: «Esta es mi hija, Nancy. Ella podría dirigir mi negocio». Bueno, yo no podría haber dirigido su negocio más de lo que él podía ser el presidente de los Estados Unidos. Quiero decir, realmente no tengo cabeza para los negocios. No sé nada acerca de los seguros. Al día de hoy es un idioma extraño para mí.
Pero esas palabras fueron pronunciadas, probablemente, hace treinta años, y al día de hoy las recuerdo. Él habló bendición en mi vida. Creo que mi papá realmente creía que yo podía manejar su negocio. El amor es ciego. Él miraba a sus hijos a través de «ojos de bendición». Él nos afirmaba en nuestras fortalezas individuales.
Todos éramos muy diferentes, y él siempre trataba con nuestras debilidades de manera que nos bendecía. Esa es una gran herencia. Como resultado de eso, ha sido probablemente más fácil para mí de lo que ha sido quizás para otros que no tuvieron eso, particularmente de un papá: hablar palabras de bendición.
Me parece que ya sea que hayas recibido o no palabras de bendición durante tu vida, todavía es algo en lo que tenemos que trabajar, algo de lo que tenemos que estar conscientes. Tenemos que ser proactivas al respecto. Tenemos que buscar oportunidades para hablar bendición en la vida de otras personas.
Especialmente para aquellas de ustedes que son madres que tienen muchos niños pequeños y muchas cosas sucediendo en sus vidas. Es algo de lo que deben estar más conscientes, porque tu día está lleno. Muchos días se trata simplemente de sobrevivir. Tú vistes a esos niños, los educas, los llevas a sus clases de piano, a los juegos de fútbol, sales y entras de la casa, los duermes en la noche, los alimentas. Es fácil, estoy segura, al ser consumida con el funcionamiento de todo esto, olvidar lo importante que es para ti, una forma de bendición de vida, el hablar bendición en las vidas de tus hijos.
Es fácil pensar en ello en este momento mientras estamos escuchando esto, pero es cuando tienes prisa y hay mucho que hacer y la vida está muy ocupada. Una cosa para el final… Incluso si tú has resuelto no decir palabras de maldición, es fácil pasar por alto la importancia de decir palabras de bendición de forma proactiva.
Como hemos dicho, esa palabra bendecir en el Nuevo Testamento es la palabra de donde obtenemos nuestra palabra elogio. Significa hablar bien de alguien, darle honor. No te limites a pensar sobre tus hijos, sobre tu esposo, ¡díselo! Es necesario que lo digas. Si hay cosas que tú aprecias, cosas que admiras y que te cruzan por la mente, «estoy tan contenta de que mi marido hizo…lo que sea». Díselo a él. Di las palabras.
Y podría decir…dilo ahora. No esperes el funeral. Ahí es donde se dan elogios, ¿no es así? Creo que es tan hermoso que la gente dé elogios en los funerales, pero creo que lo que es realmente trágico es que muchos de esos elogios dados en los funerales nunca se le dieron a la persona mientras estaba viva. En muchos casos, no es que la persona era una persona horrible. Es que simplemente no se lo dijeron. Amiga, tú no sabes si vas a volver a ver a tu marido otra vez.
Salí por la puerta el fin de semana de mi vigésimo primer cumpleaños (había estado con mi familia durante ese fin de semana). Mi papá me puso en un avión para regresar a Virginia, donde yo vivía. Cuando aterricé en Virginia, recibí una llamada telefónica para decirme que mi padre había tenido un ataque al corazón. Él se fue con el Señor en un instante. No hubo más oportunidad de decir palabras de bendición. Ahora, todavía puedo decir palabras de bendición sobre él, y lo hago. Pero cualquier cosa que alguna vez yo le fuera a decir –yo acababa de cumplir los veintiún años– esa fue mi última oportunidad de decirlo.
Estoy tan agradecida de que antes de separarnos nos dijimos que nos amábamos. Pero si pudiera volver atrás, hay tantas cosas que aprecio de mi padre, que admiro…en ese entonces. Pero hubo muchas cosas que no dije. No estoy abrumada por los remordimientos acerca de eso, pero pensar en eso hace que me den ganas de ser más proactiva con las personas que están todavía aquí, decirles palabras de bendición.
Entonces, a medida que bendices, pídele a Dios que te muestre la forma de dar bendiciones específicas que sean personales y apropiadas para cada individuo. Hay un pasaje fascinante en Génesis capítulos 48 y 49. No vamos a leer todo el pasaje, pero déjame darte un vistazo general del mismo.
El tema principal en este punto de la historia es Jacob, uno de los patriarcas. ¿Recuerdas cómo Jacob había luchado al principio de su vida para conseguir una bendición? Él fue el segundo en nacer. Él era el que Dios dijo que iba a bendecir, pero Jacob era un manipulador, un conspirador, un intrigante. Él siempre estaba tratando de obtener la bendición de su padre, de obtener la bendición de parte de su hermano, de obtener la bendición de Dios.
Él era un hombre inquieto, siempre anhelando la bendición. Bueno, finalmente, él había recibido la bendición a través de una gran cantidad de dolor, mucho sufrimiento, mucha lucha y mucho quebrantamiento. Pero ahora él es un anciano, está en el final de su vida, y se da cuenta de que está contento con la bendición de Dios. Él está lleno, está satisfecho, él ha sido bendecido por Dios.
Jacob dice en Génesis capítulo 48 en los versículos: 1-3 a su hijo José: «El Dios Todopoderoso me bendijo». Esa es toda una afirmación, viniendo de un hombre que pasó muchos años tratando de conseguir ser bendecido, luchando para ser bendecido. Pero él había venido al punto de descansar en la bendición de Dios. Entonces, mientras se desarrolla la historia en Génesis capítulo 48 el versículo 15, Jacob bendice a su hijo José y los hijos de José, sus dos nietos Efraín y Manasés.
El versículo 15 dice: «Y bendijo a José…» Una vez más, él es capaz de bendecir porque ha recibido la bendición de Dios por la fe. Él está satisfecho con ella, y ahora tiene algo que dar. Él dijo: «El Dios delante de quien anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que ha sido mi pastor toda mi vida hasta este día, (ese Dios)…bendiga a estos muchachos» (vv.15-16).
Él está transfiriendo una bendición. Él está diciendo, «Dios ha bendecido a mis padres. Dios me ha bendecido, y ahora estoy dando una bendición para ustedes, para ti hijo mío y para tus hijos. Es una bendición de una generación a otra que Dios quiso que los padres dieran a sus hijos y a sus nietos.
Jacob le dijo a José: «Y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra…» Él habla una bendición en el futuro de sus nietos. Pero él no ha terminado. Más tarde, en el capítulo 49, Jacob está en su lecho de muerte.
Él llama a sus doce hijos a todos juntos, y bendice a cada uno de ellos individualmente. Él dice sus nombres, y entonces dice palabras acerca de su futuro. Al final de todo ese capítulo en el que ha dado estas bendiciones muy específicas para sus hijos, Génesis capítulo 49 versículo 28 dice: «Todos estos fueron las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo, al bendecirlos; a cada uno con su bendición apropiada los bendijo».
Nunca antes me percaté de esa frase hasta que estuve estudiando este concepto. Me di cuenta de que Jacob tuvo doce hijos muy diferentes. Algunos de los cuales habían fracasado grandemente e iban a experimentar consecuencias. Su primogénito, Rubén, tuvo un gran fracaso moral y no pudo experimentar la bendición del primogénito.
Pero incluso a ese hijo Rubén, cuya vida iba a ser limitada a causa de sus fracasos, Jacob encontró una manera de decirle palabras que lo bendijeran, lo llamaba «mi primogénito, el hijo de mi dignidad». Hubo palabras que él habló que eran apropiadas para ese hijo. Él bendijo a cada uno con una bendición adecuada.
Todos tus hijos son diferentes. Tu marido es diferente al marido de otra. Y quizás tú digas: «Yo sabía eso». Pídele a Dios que te muestre una manera apropiada para bendecir a tu esposo, a tus hijos, a tus nietos, a tus padres, en maneras que sean apropiadas, específicas y adecuadas para ellos.
Mientras lo haces ejercita la fe a favor de ellos. Imagina lo que Dios puede hacer a través de las vidas de esos niños. Obtén una visión del Señor en cuanto a cómo Él puede querer utilizar a tus hijos. No estoy hablando acerca de qué carrera van a tener, sino pídele a Dios que te dé fe a favor de tus hijos de cómo Él podría usarlos.
No es que tú vas a controlar sus vidas. Tú quieres bendecirlos, quieres que vayan hacia adelante creyendo que hay un gran futuro y una esperanza para ellos, si ellos caminan con Dios.
Mi padre hizo un trabajo increíble al bendecir a sus hijos en ese sentido del futuro. Cuando murió, los siete de nosotros estábamos entre los ocho y los veintiún años. Así que no nos tuvo como hijos adultos, pero de alguna manera él había dejado en nuestras vidas la marca de que «Dios quiere usar tu vida. Dios tiene una misión para ti. Dios tiene un propósito para ti y nadie más puede llevarlo a cabo».
Annamarie: Y tú, ¿usarás tus palabras para bendecir, a pensar de tu pasado? Y como Nancy DeMoss Wolgemuth ha dicho esta semana, puedes bendecir, porque Dios te ha bendecido –y Su bendición en Cristo es mucho mayor que nuestras heridas del pasado. No es fácil, pero en Su gracia Él provee para que podamos vivir conforme a Su Palabra.
¿A quién bendecirás hoy con tus palabras? Piensa en esto y asegúrate de regresar mañana para ser animada a ver más allá de tus necesidades, a ver las necesidades de aquellos que te rodean.
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