Bajo las alas del Todopoderoso
Débora: ¿Reconoces a Jesús como tu Redentor? ¿Tu bondadoso redentor? Con nosotras, Sugel Michelén.
Sugel Michelén: ¿Qué fue lo que transformó la teología de Noemí? Ver la bondad de Dios a través de la provisión de un redentor bondadoso.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 3 de octubre de 2023.
Hoy continuamos profundizando en la historia de Rut. Si te perdiste la primera parte de esta serie de mensajes el día de ayer, encuéntrala en avivanuestroscorazones.com o en nuestra aplicación móvil.
Sugel: Nosotros dejamos a Noemí regresando a Belén con el corazón lleno de amargura por todas las cosas que le habían acontecido en el seno de su familia; murió su esposo, murieron sus hijos y no dejaron descendencia. Noemí estaba devastada. Así que ella llega a Belén con el corazón cargado, con su nuera moabita, y …
Débora: ¿Reconoces a Jesús como tu Redentor? ¿Tu bondadoso redentor? Con nosotras, Sugel Michelén.
Sugel Michelén: ¿Qué fue lo que transformó la teología de Noemí? Ver la bondad de Dios a través de la provisión de un redentor bondadoso.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 3 de octubre de 2023.
Hoy continuamos profundizando en la historia de Rut. Si te perdiste la primera parte de esta serie de mensajes el día de ayer, encuéntrala en avivanuestroscorazones.com o en nuestra aplicación móvil.
Sugel: Nosotros dejamos a Noemí regresando a Belén con el corazón lleno de amargura por todas las cosas que le habían acontecido en el seno de su familia; murió su esposo, murieron sus hijos y no dejaron descendencia. Noemí estaba devastada. Así que ella llega a Belén con el corazón cargado, con su nuera moabita, y dice a las mujeres de Belén: «ya no me llamen Noemí (que significa placentera), llámenme Mara, porque el Dios Todopoderoso me ha amargado la vida». Sin embargo, el capítulo 1 termina con un rayo de esperanza en el horizonte.
Dice al final del capítulo 1: «Llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada» (v.22).
Débora: Aquí está el pastor Sugel Michelén con su segundo mensaje basado en el libro de Rut.
Sugel: Cuando estudiamos el libro de Rut, todos los cristianos aquí debemos tener en mente que estamos armando el rompecabezas de nuestra propia historia. Mis hermanos, todas las cosas que sucedieron hace cientos de años para que Booz y Rut se encontraran, sucedieron por amor a ti y a mí, si somos cristianos.
El Dios de la historia estaba llevando a cabo Su plan de redención para traer al mundo al Redentor prometido que habría de salvar nuestras almas. Yo quiero convencerte de que la historia de Rut es nuestra historia. Dios había preparado el escenario para dar un paso más en el cumplimiento de la promesa que le había dado a Abraham, de que en su descendencia serían benditas todas las familias de la tierra.
Ahora, antes de pasar a considerar el contenido del capítulo 2 del libro de Rut, es necesario conocer al menos dos aspectos de la ley mosaica que se encuentran en el trasfondo de esta historia. Si no entendemos esta ley se nos va a hacer difícil entender qué es lo que está pasando aquí.
Por un lado, Dios había establecido en la ley de Moisés, que si un hombre moría sin hijos –como fue el caso de Malón, el esposo de Rut– la viuda no debía dejar la familia, sino que el hermano del difunto debía casarse con ella para dejarle descendencia su hermano fallecido. El hijo que viniera de esta nueva unión entre la viuda y su cuñado –por eso se llama la ley del levirato, porque la palabra levir en latín significa cuñado– la viuda tenía que casarse con su cuñado para dejarle descendencia al hermano fallecido. El hijo de esta unión era heredero del hermano que falleció, no del que se casó con la viuda. Esa es la ley del levirato.
Pero por otra parte, también la ley estipulaba que si una persona empobrecía y tenía que arrendar su tierra, un pariente cercano podía redimir la tierra, es decir, podía comprarla de nuevo para conservarla en la familia.
Dios había hecho provisión en la ley para que las propiedades permanecieran dentro del clan familiar a través de un redentor. Cuando Noemí decide regresar a Belén, la razón de su amargura es que ella no tiene más hijos que pudieran casarse con sus nueras, para salvar la extinción de la familia de Elimelec. Pero por el otro lado, Noemí no contempla a la vista ningún pariente redentor que pueda recobrar las propiedades de la familia. Así dejamos a Noemí en el capítulo 1.
Pero ahora nos vamos a enterar de que Noemí está equivocada; como suele suceder con todas las personas que están llenas de amargura. Justo al inicio de la siega de la cebada habría de ocurrir un encuentro providencial, que no solo iba a cambiar radicalmente la vida de Rut y de Noemí, sino que iba a cambiar la historia del mundo.
Capítulo 2: «Noemí tenía un pariente de su marido, un hombre de mucha riqueza, de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz». No sé si notaron que el autor de la historia dice dos veces que Booz era familia de Elimelec, y por si lo pasaste por alto te lo vuelve a repetir en el versículo 3: «Booz, que era de la familia de Elimelec».
Pero nos dice también que era un hombre rico e influyente de la familia de Elimelec. Estas dos viudas están solas en Belén, necesitaban alimento, así que alguien tenía que salir a buscar alimento. Versículo 2: «Y Rut la moabita dijo a Noemí: “Te ruego que me dejes ir al campo a recoger espigas en pos de aquel a cuyos ojos halle gracia”». ¿Recuerdan ustedes en el capítulo 1, cómo Noemí oraba por sus nueras y le pedía a Dios que Su misericordia estuviera sobre ellas? Y ahora Rut le está diciendo a su suegra Noemí, «déjame ir al campo a espigar a ver si yo hallo misericordia ante los ojos de algún propietario del campo».
La oración que Noemí había hecho por sus nueras en el capítulo 1, ahora Dios la va a responder; así que Noemí le dice a su nuera, «si eso es lo que quieres hacer, ve hija mía», y Rut sale a espigar. Dios, en Su bondad, había hecho provisión en la ley para el sostén de los pobres en general, para el sostén de las viudas y los extranjeros. Dice en Levítico capítulo 19: «Cuando siegues la cosecha de tu tierra, no segarás hasta los últimos rincones de tu campo, ni espigarás el sobrante de tu cosecha. Tampoco rebuscarás tu viña, ni recogerás el fruto caído de tu viña; lo dejarás para el pobre y para el extranjero. Yo soy el Señor su Dios». Déjalo para el pobre y para el extranjero.
Y en Deuteronomio capítulo 24, en el versículo 19, vemos cuál es la razón que está detrás de todo esto. Dios le dice al pueblo de Israel en el versículo 22: «Recordarás que tú fuiste esclavo en la tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto». En otras palabras, así como Dios fue generoso con ellos librándolos de la opresión de Faraón, ahora ellos debían mostrar la misma generosidad con los pobres, las viudas y los extranjeros, que eran los más vulnerables a ser oprimidos.
Ahora, mis hermanos, ¿ustedes recuerdan cuándo sucedió esta historia? En el peor momento de la historia de Israel. En el tiempo de los jueces. De manera que Rut estaba corriendo un riesgo al salir a espigar a los campos de Belén. Pero Rut tenía fe en el Dios de Israel, y amparada en esa fe decide salir al campo a buscar alimento.
Versículo 3: «Partió, pues, y espigó en el campo en pos de los segadores». Los campos no tenían letreros, ni siquiera tenían verjas. Así que Rut sale a espigar, y aconteció…» –y la palabra hebrea aquí es también difícil de traducir porque lo que el texto dice es algo como esto: «Y de manera casualmente casual, la parte del campo a donde ella llegó le pertenecía a Booz, que era de la familia de Elimelec».
Ahora, por supuesto, el autor de Rut no cree en la casualidad, más bien, él nos está permitiendo ver la misma historia desde dos ángulos distintos. Quiere que nosotros veamos que cuando Rut salió a espigar, ella no sabía qué porción del campo le pertenecía a quién.
Pero Dios, que nos ama y quería proveer un redentor, estaba moviendo las cosas para que los pasos de Rut se dirigieran hacia allá y no hacia ningún otro lugar. Noten cómo comienza el versículo 4: «Y he aquí…» (y en hebreo esta es una expresión de sorpresa, es una exclamación) Rut sale a buscar alimento y casualmente casual llega al campo que le pertenece a Booz (¡oh, sorpresa!) y he aquí que en ese mismo día, a esa misma hora, en ese mismo momento a Booz se le ocurrió ir a supervisar la parte del campo donde estaba espigando Rut.
Cuántas casualidades. Booz llega allí y dice a los segadores, «el Señor sea con vosotros». Booz era un hombre piadoso. No era solamente un hombre rico e influyente, él tenía una buena relación con sus empleados. Había una relación de afecto mutuo; este hombre llega allí, pide una bendición por los segadores, y escuchen cómo responden ellos: «que el Señor te bendiga». Qué relación. Él los bendice, ellos también a él, pero entonces Booz se fija en Rut.
«Entonces Booz dijo a su siervo que estaba a cargo de los segadores: “¿De quién es esta joven?”» Pensemos por un momento en todo lo que tuvo que pasar para que hubiera este encuentro entre Booz y Rut, y para que luego Booz pusiera sus ojos en ella. Ya nosotros conocemos la forma tan extraordinaria en que Rut vino a parar a Belén.
Pero pensemos por un momento en Booz, porque cuando nosotros hurgamos en la historia de este hombre, nos enteramos que su madre era una ramera de Jericó que en el momento de la conquista de la ciudad, había depositado su fe en el Dios de Israel y había sido asimilada en la comunidad del pacto. Allí Raab, la ramera, se casa con uno de los jefes principales de la tribu de Judá llamado Salmón. Los dos tienen un hijo que se llama Booz, el cual nace en Belén… ¿Se dan cuenta mis hermanos? Es Dios moviendo todos estos hilos de la historia, estas dos vidas se fueron desarrollando separadas la una de la otra hasta ese día en que Rut fue a espigar al campo de Booz, que por cierto, a pesar de ser un hombre maduro, todavía está disponible.
No sabemos si Booz se había quedado sin casar, no sabemos si era que había enviudado, pero el hombre estaba disponible. Así que Rut, casualmente casual, llega al campo de Booz, quien de una manera casualmente casual llega al campo en el momento en que Rut estaba espigando, y los ojos de Booz se fijan en Rut. Puede ser que se fijó en ella porque nunca antes la había visto. Así que él pregunta, «”¿y ella quién es?” Y el siervo a cargo de los segadores respondió y dijo: “Es la joven moabita que volvió con Noemí de la tierra de Moab”, y ella dijo: “te ruego que me dejes espigar y recoger tras los segadores entre las gavillas”. Y vino y ha permanecido desde la mañana hasta ahora, solo se ha sentado en la casa por un momento».
Esta muchacha era laboriosa. Rut no había parado de trabajar desde la mañana hasta el momento en que Booz llega al campo. Así que Booz se acerca a Rut y por primera vez habla con ella; y eso nos lleva de la mano a nuestro segundo encabezado. Ya vimos un encuentro providencial entre Booz y Rut, veamos ahora Una bondad inusual, la bondad de Booz hacia Rut.
Versículo 8: «Entonces Booz dijo a Rut: “Oye, hija mía. No vayas a espigar a otro campo; tampoco pases de aquí, sino quédate con mis criadas. Fíjate en el campo donde ellas siegan y síguelas, pues he ordenado a los siervos que no te molesten. Cuando tengas sed, ve a las vasijas y bebe del agua que sacan los siervos”».
Booz le está dando permiso a Rut para que espigue como cualquiera de sus criadas. En otras palabras, él no la está tratando como a una extranjera, él la está tratando como a una israelita, y no conforme con eso, más adelante la invita a comer en su mesa. Versículo 14: «A la hora de comer, Booz le dijo a Rut: “Ven acá para que comas del pan y mojes tu pedazo de pan en el vinagre”. Así pues ella se sentó junto a los segadores. Booz le sirvió (él mismo le sirvió) grano tostado, y ella comió hasta saciarse y aún le sobró. Cuando ella se levantó para espigar, Booz ordenó a sus siervos y les dijo: “Déjenla espigar aun entre las gavillas y no la avergüencen. También sacarán a propósito para ella un poco de grano de los manojos y lo dejarán para que ella lo recoja. No la reprendan”. Rut espigó en el campo hasta el anochecer, y desgranó lo que había espigado, y fue como 22 litros de cebada». Es decir casi 40 libras en un día.
Eso habla mucho de la diligencia de Rut, pero también de la bondad de Booz. Miren todo lo que él hace por ella: le pide que se quede en su campo; (él se lo pidió) se asegura de que no sea maltratada, de que nadie la avergüence, la invita a comer en su mesa y le da una provisión superabundante. Antes de ver la respuesta de Booz, de por qué él está tratando a Rut de de esa manera, veamos la pregunta de Rut en el versículo 10: «Ella bajó su rostro, se postró en tierra y le dijo: “¿Por qué he hallado gracia ante sus ojos para que se fije en mí, siendo yo extranjera?”» Ella está muy consciente de que no tiene ningún derecho. Ella sabe que no lo merece. De hecho, más adelante, Rut le dice a Booz que ella ni siquiera estaba a la altura de sus criadas.
Mis hermanos, ese espíritu es tan extraño en el día de hoy. Pero es lo que la gracia está supuesta a ser en el corazón de una mujer creyente. Rut está exhibiendo aquí el verdadero adorno de una mujer piadosa. Eso es lo que dice Pedro en su primera carta: «Que el adorno de ustedes no sea el externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea lo que procede de lo íntimo del corazón, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos» (1 Ped. 3:3-5).
Ese espíritu tierno, sereno, delicado, es parte de la fe en Dios de una mujer verdaderamente piadosa. Una cosa es consecuencia de la otra. Y ahora déjame hacerte una pregunta, y esta pregunta va tanto para los hombres como para las mujeres. ¿Cómo reaccionas ante las muestras de bondad que otros tienen hacia ti? ¿Las das por sentado? ¿Porque, aunque no lo digas con tu boca, en el fondo de tu corazón piensas que te lo mereces? ¿O te sientes lleno de gratitud e incluso sorprendido de que alguien te trate con bondad?
Mis hermanos, el orgullo y la gratitud están tan separados entre sí como el cielo del infierno. Rut no podía entender por qué Booz la estaba tratando con tanta bondad. Y la respuesta de Booz es todavía más sorprendente.
Versículo 11, aquí está la razón: «Booz le respondió: “Todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu esposo me ha sido informado en detalle, y cómo dejaste a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, y viniste a un pueblo que antes no conocías. Que el Señor recompense tu obra y que tu pago sea completo de parte del Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte”». Hija mía, tú viniste a refugiarte bajo el Dios de Israel, yo solamente soy un instrumento de ese Dios para mostrarte Su bondad para contigo.
Y es por eso que Booz le pide a Dios que la recompense por lo que ella había hecho. ¿Quiere esto decir que Rut se había ganado el favor de Dios por la buena obra que había hecho con su suegra? ¿Por qué se habla aquí de remuneración, de recompensa? ¿Estaba Dios en deuda con Rut por el bien que ella le había hecho a su suegra Noemí? Por supuesto que no. El punto no es que Rut se haya ganado el favor de Dios, sino que Dios ha prometido bendecir a todos los que se refugian en Él y Él es fiel a Su propio nombre.
Rut había sido capaz de dejar el refugio de su casa paterna en Moab porque había encontrado bajo las alas de Dios un refugio infinitamente mejor. Y eso nos lleva a nuestro tercer y último encabezado, La teología de Noemí refinada. Cuando Rut regresa del campo al caer la noche, ya ustedes se pueden imaginar la sorpresa que se lleva Noemí. Versículo 18: Ella lo tomó (el efa –22 litros– de cebada) y fue a la ciudad, y su suegra vio lo que había recogido. Rut sacó también lo que le había sobrado después de haberse saciado y se lo dio a Noemí. Entonces su suegra le dijo: “¿Dónde espigaste y dónde trabajaste hoy? Bendito sea aquel que se fijó en ti”. Y ella informó a su suegra con quién había trabajado, y dijo: “El hombre con quien trabajé hoy se llama Booz”. Noemí dijo a su nuera: “Sea él bendito del Señor, porque no ha rehusado su bondad ni a los vivos ni a los muertos”. Le dijo también Noemí: “El hombre es nuestro pariente; es uno de nuestros parientes más cercanos. Él puede redimirnos”»; eso es lo que Noemí está diciendo. Ella está celebrando la bondad de Booz, pero también está celebrando el hecho de que Dios guiara a Rut precisamente a espigar al campo cuyo dueño podía ser el redentor de la familia. Por eso alguien ha dicho que repentinamente Noemí parece haber cambiado de humor, de actitud y de doctrina.
Noemí había estado bien clara desde el principio respecto a la soberanía de Dios, lo que ella había perdido de vista era Su bondad; pero cuando llegamos al versículo 19, todo ha cambiado. Noemí ha pasado de la desesperación a la esperanza, de la queja a la gratitud; está comenzando a ver lo que antes no veía, que ese Dios soberano que posee el control absoluto sobre todas las cosas que nos acontecen, también es bueno, también es tierno, es compasivo y misericordioso. De tal manera que podemos seguir confiando en Él en medio de Sus providencias más oscuras.
La amargura de Noemí está comenzando a convertirse en alabanza. Versículo 21: «Entonces Rut la moabita dijo: “Además, él me dijo: ‘Debes estar cerca de mis siervos hasta que hayan terminado toda mi cosecha'''. Noemí dijo a Rut su nuera: “Es bueno, hija mía, que salgas con sus criadas, no sea que en otro campo te maltraten”. Y Rut se quedó cerca de las criadas de Booz espigando hasta que se acabó la cosecha de cebada y de trigo (que duraba tres meses). (Se acabó la siega, nada pasó y) ella vivía con su suegra».
Por ahora solo quiero dejar dos cosas en sus mentes antes de concluir. La primera es que esta historia nos enseña la enorme importancia de estar apercibidos –todo el tiempo– de la bondad inmerecida de Dios en nuestras vidas. Fue por perder de vista la bondad de Dios que Noemí se llenó de amargura. Pero fue al percibir la bondad de Dios, a través de este encuentro providencial entre Rut y Booz, que su amargura se convirtió en esperanza.
Nuestra teología es defectuosa y aún blasfema cuando divorciamos la soberanía de Dios del amor de Dios, de la bondad de Dios. Es por eso que Satanás hará todo lo que esté a su alcance para que perdamos de vista la realidad de que nuestro Dios es bueno y de que para siempre es Su misericordia. Ese es uno de los ataques más fieros del diablo contra Su pueblo, hacerles perder de vista la bondad de Dios. Así ha sido desde el huerto del Edén, «conque Dios os ha dicho, “no comáis de ningún árbol”».
Pero por el otro lado, Satanás nos lleva a fijar la vista en las circunstancias difíciles de nuestras vidas, para que lleguemos a perder de vista Su amor redentor en Cristo. ¿Qué fue lo que transformó la teología de Noemí? Ver la bondad de Dios a través de la provisión de un redentor bondadoso. ¿Y saben qué? Al final de cuentas esa bendición fue temporal. Todos nosotros tenemos ahora un mejor entendimiento que Noemí, que Rut y que Booz, de lo que Dios estaba haciendo a través de esta historia, y ahora podemos ver las aflicciones oscuras con otros ojos. Podemos ver la bondad de Dios a través de las nubes oscuras porque ahora sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien. Esto es a los que conforme a Su propósito son llamados porque a los que antes conoció también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo. Esa es la bondad de Dios, eso es lo que Dios está haciendo contigo si tú has venido a refugiarte bajo la sombra de tus alas.
Débora: El pastor Sugel Michelén te ha estado ayudando a ver la hermosa providencia y la bondad de Dios en la historia de Su pueblo y en tu propia vida. ¿Te has visto merecedora de la bondad de Dios y la de otras personas o has reconocido la gracia y la fidelidad de Dios en tu vida? Te animamos a reflexionar acerca de esto, y si has sido bendecida a través de este mensaje, compártelo con más mujeres. Hazlo a través de nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com, y a través de nuestra aplicación móvil.
Israel era un lugar oscuro y poco amistoso para la mayoría, particularmente para una mujer. Y más aún para una viuda. La historia de Rut empieza en desolación. Pero como en toda historia en donde Dios es el autor, esa desolación no se quedó sin ningún destello de esperanza.
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Recursos del Episodio
Serie, «Mujer Verdadera 365: El Pentateuco»
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