¡Avívanos, Señor! (Salmo 85)
Débora: El avivamiento no es algo que podamos lograr por nosotras mismas. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ahora escucha con atención esto que Francis Schaeffer dijo: «Estaba sirviendo a Jesús, pero no disfrutando de Él». ¡Wow! Eso me detuvo en seco mientras leía el artículo.
No podemos volvernos a Dios por nosotras mismas. No podemos lograr un avivamiento por nosotras mismas. Nuestra oración debe ser: «Señor, trae un avivamiento a nuestras vidas. Vuelve nuestros corazones a Ti».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, coautora de En busca de Dios, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de enero de 2024.
Digamos que estás a punto de iniciar un largo viaje por carretera durante varios días. ¿Llenas el tanque de gasolina una vez y, en el fondo, esperas llegar a tu destino sin tener que volver a llenar el tanque? …
Débora: El avivamiento no es algo que podamos lograr por nosotras mismas. Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Ahora escucha con atención esto que Francis Schaeffer dijo: «Estaba sirviendo a Jesús, pero no disfrutando de Él». ¡Wow! Eso me detuvo en seco mientras leía el artículo.
No podemos volvernos a Dios por nosotras mismas. No podemos lograr un avivamiento por nosotras mismas. Nuestra oración debe ser: «Señor, trae un avivamiento a nuestras vidas. Vuelve nuestros corazones a Ti».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, coautora de En busca de Dios, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de enero de 2024.
Digamos que estás a punto de iniciar un largo viaje por carretera durante varios días. ¿Llenas el tanque de gasolina una vez y, en el fondo, esperas llegar a tu destino sin tener que volver a llenar el tanque? No, no ocurre así.
O cuando empiezas el día, ¿tomas un pequeño vaso de agua con la esperanza de que no tendrás sed durante todo el día? No. Necesitas constantemente hidratarte, reponer la energía de tu cuerpo con agua.
Así como abastecemos de gasolina nuestro auto y nos hidratamos con agua, necesitamos mantener nuestras mentes y corazones llenos de Cristo. Y aunque debemos buscar al Señor, al final solo Él hace la obra de avivamiento en nuestras vidas.
A veces, incluso cuando trabajamos para el Señor, podemos perder de vista nuestro amor por Él en el proceso. Nancy compartió un gran recordatorio para momentos como este con el personal de Aviva Nuestros Corazones.
Hace un tiempo, nuestro equipo realizó el estudio «En busca de Dios». El mensaje que estamos a punto de escuchar fue el primero de esa serie. Las verdades sobre el avivamiento que Nancy compartió podrían ser justo lo que tú también necesitas escuchar.
Nancy comenzó su mensaje compartiendo una historia que estaba en las noticias en ese momento. Es posible que hayas escuchado acerca de los cargos contra Alex Murdaugh. Aunque el juicio ya ha recibido un veredicto, en el momento en que Nancy grabó ese mensaje, el caso apenas se estaba desarrollando. Escuchemos.
Nancy: Si ves o lees las noticias, probablemente te hayas enterado del juicio de Alex Murdaugh, que fue un exitoso…bueno, lo fue en su momento, un abogado de Carolina del Sur.
Él viene de una familia prominente, generaciones de fiscales y abogados que hacían cumplir la ley. Una familia de gran prestigio, muy respetada durante generaciones. Pero fue acusado de asesinar a su esposa y a su hijo.
Yo estaba abrumada mientras escuchaba algunas partes de la historia. Declararon todos los testigos –los de la fiscalía y la defensa– y la fiscalía dio su veredicto final. Fue impresionante cuando el fiscal habló de cómo Alex Murdaugh había estado en lo que él llamó: una tormenta en desarrollo.
Alex estaba endeudado y tenía presión para pagar esa deuda, porque gastaba dinero desenfrenadamente por el estilo de vida que estaba llevando, y también por una adicción a los opiáceos. Cada semana gastaba 50,000 dólares para conseguir esas drogas y tomarlas. ¡Resulta imposible creer que alguien pueda vivir así!
Pero aquí está este hombre que ha heredado un legado familiar por generaciones, en medio de una tormenta creciente que se avecina, y además tiene una reputación que proteger. Pero la enorme presión de tener que pagar las consecuencias de ese terrible hábito que tenía, y la deuda que tenía, provocaron que la destrucción entrara en su vida y en su familia. Esas presiones se hicieron insoportables, y eso lo llevó a tener un comportamiento cada vez más destructivo.
Durante el juicio él confesó haber robado millones de dólares; fueron aproximadamente unos 9 millones de dólares que como abogado obtuvo de personas que estuvieron involucradas en accidentes. Él trabajó en sus casos y consiguió dinero de ellos; les robaba a las personas millones y millones de dólares. Por ser abogado, este hombre ya recibía un pago por trabajar en los diferentes casos, pero aun así, robaba de la parte que les pertenecía a las personas que él había estado representando como abogado.
Entre los clientes que tuvo a lo largo de los años, hubo dos hermanas que habían resultado terriblemente heridas en un accidente, y otra persona había quedado cuadrapléjica en un accidente. Él tomaba dinero de sus clientes y luego les robaba más de lo que le tocaba. Pero esas personas, esos clientes, no tenían ni idea de lo que estaba sucediendo, pensaban que él les estaba ayudando, cuando en realidad se estaba ayudando a sí mismo mientras los perjudicaba a ellos.
Durante el juicio, el fiscal habló y cuestionó a este hombre en el interrogatorio, hasta que finalmente le dijo: «Usted miraba a esas personas a los ojos y les decía una cosa. Confiaban en usted, pero usted vivía una mentira todo el tiempo».
Bueno, eventualmente, con el tiempo todas sus mentiras colapsaron y él quedó desacreditado y perdió su carrera. Pero durante todo el tiempo que duró el juicio, antes de que finalmente reconociera algunas de esas mentiras, este hombre hablaba con mucha elocuencia y fluidez.
Era muy elocuente con sus palabras y creaba elaboradas defensas y coartadas. Era un abogado muy hábil. Él quería hacer lo que fuera para no ser descubierto, así que engañó a todo el mundo durante mucho tiempo, incluyendo a su familia y amigos más cercanos. El fiscal dijo: «Creían que él era la persona que aparecía en público. Era muy convincente».
Pero luego, ese fiscal dijo algo que se me quedó grabado. Dijo: «Ni una sola persona cercana a él sabía quién era realmente».
Bueno, la verdad es que esa fue una historia impactante y trágica. Y mientras observaba el desarrollo de esa horrible tragedia, me llamó la atención que hay algo del espíritu de Alex Murdaugh en cada una de nosotras. Hay algo de ese espíritu en mí.
La realidad es que somos propensas a escondernos, a ser una cosa en público y otra cosa en privado. Eso ha sido muy revelador para mí. Y cuando miraba a ese hombre que estaba destruido, y luego me miro a mí misma, y si tú te miras a ti misma, nos damos cuenta de que solo estamos a pocos pasos de caer en el desastre.
A Alex Murdaugh le espera el día de rendir cuentas al final del juicio, aunque no se ha dispuesto a humillarse. Sin embargo, fue humillado ante toda la nación.
Ahora quiero que nos tomemos el tiempo para ir al Salmo 85. Yo tengo mi Biblia, y si tienes la tuya, por favor, ábrela en el Salmo 85. Fíjate lo que dice la inscripción: «Al directo musical». Eso indica que este salmo debía ser usado o cantado en la adoración congregacional. Luego dice: «Salmo de los hijos de Coré». Hay once salmos que llevan esta inscripción «los hijos de Coré».
¿Has escuchado ese nombre «Coré»? Quizás puedas recordar que en el libro de Números, Coré fue un levita que se rebeló contra el Señor y Dios lo destruyó a él y a toda su familia.
Recientemente he estado memorizando el libro de Judas, y he visto que la rebelión de Coré es algo importante incluso en el Nuevo Testamento. Aquí estaban los descendientes de Coré, que eran levitas. Eran descendientes de un hombre que se había rebelado contra la autoridad de Dios y había perecido, arrastrando con él a mucha gente. Pero ahora, en el Salmo 85, tenemos a estos descendientes que recibieron la asombrosa gracia de Dios.
Ellos escribieron once salmos en las Escrituras, inspirados por el Espíritu Santo. Y debo mencionar que ellos no trataron de ocultar su ascendencia, no dijeron: «Hijos de un hombre del pasado». No. Ellos sabían que eran hijos de Coré, quien se había rebelado grandemente contra Dios. Pero ahora, estos hombres están aquí siendo usados por Dios para escribir canciones y salmos que más adelante serían usados para la adoración congregacional.
Escucha, todos nosotros somos hijos e hijas de Adán, el rebelde. Nosotras mismas nacimos rebeldes, somos pecadoras. Pero hemos sido salvadas para servir a un Dios santo.
Me encanta la inscripción de este salmo. Al leerlo, verás que es un salmo, una oración por el pueblo de Dios. El Salmo 85 es una oración para nosotros, los hijos e hijas de Dios, no para la gente que no conoce a Dios. Es una oración acerca de nosotros.
Bueno, en los versículos 2 y 6 dice: «Tu pueblo», en el versículo 8 Dios le habla a «Su pueblo y a Sus fieles», y finalmente en el versículo 9 dice: «los que le temen». Lo repito, esta es una oración por nosotros, los hijos e hijas de Dios. Y de hecho, en los versículos del 4 al 7, la palabra «nosotros» y «restáuranos», se usa seis veces en estos pocos versículos.
Así que lo que están diciendo es: «Avívanos, Señor», de manera colectiva, y «avívanos, Señor» de manera individual. Esas palabras son una oración por nosotros, el pueblo de Dios, por Sus hijos e hijas, y por nuestro ministerio.
Ahora, me gustaría desglosar este salmo y darte un pequeño bosquejo para que lo comprendas mejor, y luego puedas volver y orar con las mismas palabras que están allí. Eso te servirá como una guía de cómo orar.
En los primeros tres versículos, los hijos de Coré y el salmista miran hacia atrás y alaban a Dios por Su bendición, Su favor y Su gracia en el pasado. Y en los versículos del 4 al 7, el salmista ora por la bendición, el favor y la gracia de Dios en el presente. Luego, en el resto del capítulo, de los versículos 8 al 13, celebran la promesa de la bendición, el favor y la gracia de Dios en el futuro.
Al principio de este salmo, el salmista alaba a Dios por Su bendición, Su favor y Su gracia en el pasado. Él dice:
«Oh Señor, Tú mostraste favor a Tu tierra,
Cambiaste la cautividad de Jacob.
Perdonaste la iniquidad de Tu pueblo,
Cubriste todo su pecado.
Retiraste toda Tu furia,
Te apartaste del ardor de Tu ira».
Está diciendo: Señor, en el pasado Tú te has movido en Tu pueblo y entre Tu pueblo. ¡Has hecho cosas asombrosas por nosotros!
- «Tú mostraste favor» (v. 1)
- «Perdonaste la iniquidad de Tu pueblo cuando pecó» (v. 2)
- «Restauraste la comunión cuando estaba rota» (v. 3)
Cuando miras diez años hacia atrás, ¿qué ha hecho Dios en el pasado?¿Crees que Dios ha bendecido, favorecido y brindado Su gracia a este ministerio?
Para ese entonces solo teníamos una página web, y muchas cosas eran nuevas y desconocidas para nosotros. Pero hubo grandes bendiciones, favor y gracia que Dios nos mostró.
Pero sé que eso no fue así solo en este ministerio. Cuando tú miras hacia atrás en tu vida, has tenido temporadas de bendición y de gracia especial. Por ejemplo, cuando Dios te salvó o cuando restauró tu corazón porque te habías alejado de Él. Estoy segura de que experimentaste ese maravilloso y fresco sentido de Su bendición, Su favor y Su gracia.
Bueno, en los versículos del 4 al 7, vemos que el salmista está diciendo: «Señor, necesitamos que lo hagas de nuevo». Esa es una oración en tiempo presente que está suplicando a Dios, y no solo alabándolo por Sus bendiciones, favor y gracia en el pasado, sino una oración suplicando a Dios por nuevas bendiciones, nuevo favor y nueva gracia. Es un clamor desesperado que dice: «Señor, te necesitamos».
Versículos del 4 al 7:
«Restáuranos, oh Dios de nuestra salvación,
Haz cesar Tu indignación contra nosotros.
¿Estarás enojado con nosotros para siempre?
¿Prolongarás Tu ira de generación en generación?
¿No volverás a darnos vida para que Tu pueblo se regocije en Ti?
Muéstranos, oh Señor, Tu misericordia, y danos Tu salvación».
Ahora, quiero que observes algo en particular. Al final del versículo 3 dice: «Te apartaste del ardor de Tu ira». Y luego en el versículo 4 dice: «Restáuranos». Lo que le pide al Señor es que ahora que ha apartado Su ira se vuelva a ellos y los restaure.
Básicamente el salmista está diciendo: «Señor, una vez escondiste Tu rostro de nosotros. Nos diste la espalda cuando pecamos, pero cuando perdonaste nuestro pecado, Tú te volviste hacia nosotros». Y ahora le dice a Dios: «Señor, ¿nos restaurarías como lo hiciste en el pasado y nos volverías a Ti?» Restáuranos, vuélvenos; ambas son palabras con un significado muy similar.
Luego, en el versículo 8 comunica la misma palabra que transmite el mismo significado. Se traduce distinto en español, pero en hebreo es la misma palabra, dice: «pero que no vuelvan ellos a la insensatez».
Cuando el Señor se vuelve hacia nosotros, y vuelve nuestros corazones a Él, debemos procurar no alejarnos otra vez. No volvamos a nuestras maneras insensatas y egocéntricas de vivir. Así que esa palabra «restáuranos», está indicando en el texto que Dios se ha apartado y ha apartado Su favor, Su gracia y Su bendición, porque le hemos dado la espalda; pero esa palabra también es como un clamor al Señor cuando confesamos, nos humillamos y nos arrepentimos para que Dios nos vuelva hacia Él. No podemos avivarnos nosotras mismas…
Muchas de ustedes saben que Francis Schaeffer fue un teólogo, filósofo y pastor estadounidense del siglo 20. Algo que yo había olvidado sobre él, es que hubo un momento en su vida en el que tuvo una gran crisis de fe, estuve leyendo un artículo que analizaba qué la causó y cómo se recuperó de ella.
Esto llamó mi atención: dice que en esa temporada de su vida, él era parte de una denominación muy conservadora, y era muy activo en ella. Pero él decía que le preocupaba haberse vuelto frío y doctrinario espiritualmente. Años más tarde, reflexionando sobre esto, dijo: «Estas personas eran celosas de su precisión teológica, pero no de obedecer al mandato de Jesús de “ámense los unos a los otros como Yo los he amado”. Les faltaba la realidad y la necesidad de cultivar intimidad con Dios y una dependencia del Espíritu Santo».
Ahora escucha con atención esto que Francis Schaeffer dijo: «Estaba sirviendo a Jesús, pero no disfrutando de Él». ¡Wow! Eso me detuvo en seco mientras leía el artículo.
Él estaba realmente preocupado. Tenía toda esta formación teológica, era pastor, se había convertido en misionero y comenzó un increíble ministerio en Europa. Sin embargo, estaba preocupado porque se había vuelto frío y celoso de la doctrina, espiritualmente, y porque no vivía la realidad del evangelio, y le faltaba amor. Él se dio cuenta de que no estaba cultivando la cercanía o la intimidad con Dios ni la dependencia del Espíritu Santo. Servía a Jesús, pero no disfrutaba de Él.
Y es de eso que habla este salmo: «Señor, estamos haciendo las cosas bien, pero necesitamos el aceite fresco de Tu Espíritu Santo». Yo lo necesito; lo necesito para no volverme independiente y autosuficiente. Quiero apoyarme en mi Señor y experimentar el gozo de Su salvación y la plenitud de Su Espíritu en mi vida.
Y a medida que envejezco, y no es un secreto para nadie, me doy cuenta de que las cosas se secan. La piel se seca, el cuerpo cambia y las células cambian. Y hoy día hay todo tipo de productos para la piel. He estado recibiendo anuncios de esos productos desde el día en que cumplí cuarenta años. Son anuncios que me llegan todo el tiempo y dicen «cómo mantenerse joven».
Bueno, el producto que me recomiendan, y el que fui a comprar el otro día se llama «Life Cell». Es un producto para el cuidado de la piel, es una crema hidratante. Y en la descripción de este producto dice: «Rejuvenecimiento ultra-concentrado para la piel». Y lo que esto promete es que «si lo aplicas día y noche en tu cara de por vida, tendrás una piel joven».
Bueno, me reí bastante porque «una piel joven de por vida» no es realmente posible. Pero la verdad es que cuando llegamos a una edad avanzada nos damos cuenta de que necesitamos cremas hidratantes y cosas que refresquen, repongan, rejuvenezcan, renueven y revivan nuestras células, físicamente.
Ahora, ¿crees que eso es menos cierto o que lo necesitamos menos cuando se trata de que nuestras almas se marchitan, se vuelven frías, estériles y secas? Quizás no mucho pero pensamos que solo lo necesitamos un poco. La verdad es que necesitamos el aceite del Espíritu, el hidratante de Su Palabra y la comunión con el pueblo de Dios.
La oración: «Señor, restáuranos, vuélvenos, bendícenos de nuevas maneras con Tu favor y Tu gracia. Te necesitamos, así que clamamos: “Señor, avivanos, no solo una vez, sino una y otra, y otra y otra vez”». Mi corazón se vuelve insensible y se enfría. Pierdo el asombro de las cosas de las que estamos hablando y ayudando a otros a experimentar. «Avivame, oh Dios. Avívanos, Señor».
Necesitamos que Dios nos avive y nos vuelva a Él para renovarnos y rejuvenecernos, mientras contemplamos qué es lo que Él tiene para nosotras en el futuro.
Bueno, en los versículos del 8 al 13 está la promesa de Su bendición, Su favor y Su gracia en el futuro. Te animo a que medites sobre eso. Y voy a mencionarte algunas de las promesas que están allí: «Libertad, plenitud y abundancia». ¡Eso es lo que Dios está prometiendo! Eso es lo que Él nos ha dado en el pasado, y eso es por lo que estamos orando ahora. Y eso es lo que Él ha prometido que nos dará en el futuro.
Ahora, mira lo que dice el versículo 8: «Escucharé lo que dirá Dios el Señor». El salmista está orando: «Avívanos, oh Dios. Escúchanos, danos Tu salvación, muéstranos Tu misericordia. Te necesitamos. Restáuranos y vuélvenos a Ti».
Pero ahora dice: «Escucharé, escucharé, escucharé. Me apoyaré en lo que Dios tiene que decir». Así que, Dios hablará. Él está hablando; Él siempre nos está hablando a través de Su Palabra. Pero la pregunta es: «¿Estoy escuchando? ¿Tengo oídos para escuchar y un corazón dispuesto a recibir lo que Él dirá?»
En los versículos 9 y 10 dice: «Ciertamente cercana está Su salvación para los que le temen, para que more Su gloria en nuestra tierra. La misericordia y la verdad se han encontrado». Lo que debemos anhelar es la gloria de Dios en nuestras vidas, en nuestro ministerio y en nuestras iglesias, porque no se trata de nosotros, se trata de la gloria de Dios.
Cuando vemos y comprendemos estas promesas y el fiel amor de un Dios que guarda Su pacto, Su Hessed, la misericordia y la verdad se encontrarán; la justicia y la paz se besarán.
«La verdad brota de la tierra, y la justicia mira desde los cielos.
Ciertamente, el Señor dará lo que es bueno, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia irá delante de Él y pondrá por camino Sus pasos» (vv. 11-13).
Dios quiere que preparemos un camino de justicia y de santidad. Isaías, en el capítulo 35, lo llama «Camino de Santidad», donde Dios puede venir y caminar en medio de nosotros y donde Él puede traer lo que es bueno. El Señor puede hacernos florecer individualmente, colectivamente y como ministerio.
No sé tú, pero yo no quiero tener constantemente un corazón seco, frío o indiferente. Quiero tener un corazón sensible y renovado, quiero paz, gracia, libertad, plenitud, y perdón, frescos, día tras día.
Lo maravilloso de este salmo es que todo apunta a Él y en Él; apunta a Cristo, el Restaurador de nuestras almas. En Apocalipsis capítulo 3, vemos que el amor de la iglesia de Éfeso se había enfriado, ¿y qué dijo Jesús?: «Acuérdate».
Piensa en las bendiciones, la gracia y el favor de Dios en el pasado. Luego, confiesa, arrepiéntete y reconoce dónde estás. Y entonces cree que Dios enviará nuevas misericordias, aceite y favor, frescos, gracia y bendición frescos, a tu vida, a mi vida y a nuestro ministerio.
Bueno, al cerrar este tiempo juntas hoy, quiero que inclinemos nuestros corazones ante el Señor y le pidamos lo mismo que hemos estado viendo hoy en este salmo.
Así que, Señor, primero queremos pedirte que te vuelvas hacia nosotras. Vuélvete hacia nosotras. Y Señor, vuélvenos a Ti y luego avívanos, restáuranos. Vuelve nuestros corazones a Ti, para contemplar Tu belleza y ser llevadas y cautivadas por la maravilla de quién eres Tú, y el mensaje del evangelio que hoy proclamamos a los demás. Que seamos restauradas a la maravilla de Tu Palabra. Oh Dios, ¿nos avivarías? Aviva nuestros corazones. Aviva mi corazón.
Oh, Señor, ¿volverías a darnos vida para que nos regocijemos en Ti? Ayúdanos a regocijarnos en Ti, a encontrar nuestro gozo, la satisfacción de nuestra alma y nuestros anhelos más profundos, no en las cosas o en las personas o en nuestro trabajo o en cómo están yendo las cosas en la temporada de la vida en que nos encontramos, y tampoco en la condición de nuestros cuerpos físicos, en que estemos envejeciendo o en el cansancio físico… Ayúdanos a encontrar nuestro regocijo, nuestro más profundo regocijo en Ti y solo en Ti.
Así que, Señor, restáuranos y vuélvete a nosotras. Avívanos, y haz que este día y esta semana nos regocijemos en Ti. Gracias por Tu promesa en el Salmo 69:32, cuando dices que «vivirá el corazón de los que te buscan».
Oh, Dios, oramos a Ti como un solo pueblo: «Avivanos otra vez». Lo necesitamos Señor. Y te damos gracias por fe, sabiendo que Tú lo harás. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Débora: ¡Amén! Espero que tu corazón también se haya sentido movido a pedirle a Dios: «Señor, restáurame».
Esa fue Nancy DeMoss Wolgemuth compartiendo un mensaje como parte del estudio «En busca de Dios», que nuestro personal realizó como equipo el año pasado. Fue una experiencia realmente poderosa estudiar juntos, como equipo, este salmo.
Nancy: Hace un tiempo recibimos un correo de una de nuestras oyentes donde ella compartía lo que Dios hizo en su corazón con el estudio titulado «En busca de Dios». Escuchemos:
Hace unos meses en los grupos pequeños de mujeres de mi iglesia estábamos estudiando juntas el material En busca de Dios de Nancy DeMoss. No puedo explicar en tantas maneras que este material fue de bendición y confrontación a mi corazón; de verdad que me humilló y me hizo reconocer actitudes pecaminosas que estaban ocultas en mi vida.
Realmente Dios obró humillación y arrepentimiento en mí. Todos los capítulos fueron de gran sanidad a mi alma; pero uno que me marcó totalmente fue el más difícil de digerir: y fue la lección acerca del perdón. Y es que yo me consideraba una persona fácil para perdonar, hasta que me fui exponiendo a las preguntas incómodas de este y por sobre todo a la Palabra pura de Dios, expuesta mediante historias y versículos bíblicos.
Había una persona en particular que siempre supe en mi corazón que había un asunto sin resolver y mi orgullo me impedía reconocerlo. Luego de estudiar y llenar el material en casa al llegar al grupo presencial de mujeres y algunas exponer sus pendientes de perdón, el Señor puso en mi corazón hablar de la situación con esta mujer en particular, una chica cristiana también. Y yo decía: «aunque sé que hay fricción, ya que cuando en uno que otro evento nos hemos tenido que tratar, se siente la incomodidad; yo sé (me decía a modo de justificación y con un corazón rencoroso) que fue ella quién me hirió».
La líder de mi grupo de mujeres me dijo: «pues sí, sin duda debes hablar con ella y analizar donde tú fallaste en el conflicto y reconocer la falta que vino de ti». Eso fue un golpe a mi orgullo y a mi corazón, no fueron las palabras que quería escuchar.
Pero Dios sabía que bíblicamente eran las que necesitaba escuchar. Me dije «bueno en algún momento que vea esta persona podré tratar el asunto» (no era alguien a quién veía o coincidía frecuentemente más que en algún que otro evento).
Al otro día, mientras hacía mi tiempo devocional en oración el Espíritu Santo, me confrontó y no podía continuar orando; como si este pensamiento me invadiera; esta convicción de que debía contactar a esta chica, de que, aunque no habíamos sido nunca cercanas ella era mi hermana en Cristo, y tenía que estar en paz con ella y con Dios.
Necesitaba poner esta situación en orden, pero más que nada, tenía que perdonar y buscar el perdón. Me decía a mí misma: «puede ser en otro momento», «no tiene que ser hoy», «algún día coincidiremos y entonces podría ser»; mentiras que el enemigo colocaba en mi mente. Oré al Señor y pedí que me diera un corazón humilde, identifiqué sin duda mi parte en el conflicto; y vi que mi manera de confrontar a esa persona en aquel momento no fue con humildad y mucho menos en las condiciones que debía de hacerse, y que nunca indagué si esta persona se sintió mal con mi acción.
Tomé un papel de víctima pecaminoso y simplemente dije con egoísmo: «allá ella», durante varios años. De rodillas pedí valentía al Señor porque el miedo, el temor al hombre me invadía y pensaba ¿qué pensará de mí esta persona después de tanto tiempo yo quedarme con esto en mi corazón? Pero Dios es tan fiel. En medio de esta batalla espiritual tuve este pensamiento: «sabes que si no lo haces ahora no lo vas a hacer nunca». Rompí en llanto, tomé mi teléfono, le escribí un texto a esta chica y para mi sorpresa ella lo vio rápidamente y contestó. Le escribí (parafraseando): «Fulana, sé que ha pasado mucho tiempo y no sé si tú recuerdes este momento, pero una vez tuvimos un percance y yo no tuve una actitud correcta; te pido perdón porque guardé esto en mi corazón durante tanto tiempo y nunca te lo dije» (sencillamente y sin rodeos).
No puedo explicar el peso que fue quitado de mis hombros en ese momento, y algo parecido hice semanas después con otra amiga de hacía años y fue como si el Señor quitara toneladas de cargas de sobre mí, cargas que había llevado sin necesidad.
En ambas ocasiones con ambas chicas hubo reconciliación e increíblemente ellas me respondieron con amor pidiendo perdón, abriendo su corazón hacia mí con sinceridad y reconocimiento. Ellas afirmaron que también tenían esto anclado en sus corazones. Sé que esto no es una regla y nunca debemos hacerlo con la intención de recibir algo a cambio o una buena respuesta de parte de la otra persona.
Hemos tenido parte en un conflicto y no siempre la otra persona va a asumir su responsabilidad; hacerlo buscando eso solo mostraría que hay intenciones erradas en nuestro corazón y que no estamos pidiendo perdón para agradar a Dios sino a la gente. Sin embargo, Dios produjo en mí un arrepentimiento genuino y en mi testimonio particular obró en el corazón también de estas personas para que hubiera paz de ambos lados.
La verdad, me asombra la paciencia que Dios tiene para conmigo, que siendo perdonada millones de veces por el Señor, me costaba tanto perdonar a alguien por algo sencillo y buscar estar en paz con esa persona. Su misericordia me asombra al ver todo lo que Él sufrió y soportó para que yo pudiera obtener perdón y justificación, y yo tratando de justificar mis faltas y acusar a mi hermana en la fe antes de ver la enorme viga en mi propio ojo.
«Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. soportándose unos a otros, y perdonándose unos a otros. Si alguno tuviere queja contra otro, de la manera que Cristo los perdonó, así también hagan ustedes» (Col. 3:13).
«¿No deberías tú también haberte compadecido de tu consiervo, así como yo me compadecí de ti?» (Mat. 18:33).
Débora: Nancy es coautora del estudio de 12 semanas, titulado «En busca de Dios». Puedes obtenerlo visitando nuestra página avivanuestroscorazones.com.
Dios ha sido fiel en usar a Aviva Nuestros Corazones para cambiar la vida de muchas mujeres hispanas en el mundo para Su gloria y ayudarlas a desplegar la belleza del evangelio en el mundo que nos rodea.
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