Aviva tu obra
Annamarie Sauter: ¿Suenan tus oraciones más o menos como esto?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Señor, necesito esto, necesito aquello. No te olvides de esto otro. Por favor haz lo otro también».
Terminamos de orar habiéndole arrojado montones de súplicas y encargos, pero sin haber escuchado realmente de parte de Dios. Ni siquiera sabemos las cosas por las que Dios quería que oráramos. Simplemente nos hemos desahogado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 10 y 11.
Ayer vimos la importancia de escuchar a Dios, de escuchar lo que Él nos ha hablado a través de Jesucristo. Esto es vital si queremos ver un avivamiento; y este mes de octubre queremos invitarte precisamente a que te unas a nosotras a clamar a Dios para que …
Annamarie Sauter: ¿Suenan tus oraciones más o menos como esto?
Nancy DeMoss Wolgemuth: «Señor, necesito esto, necesito aquello. No te olvides de esto otro. Por favor haz lo otro también».
Terminamos de orar habiéndole arrojado montones de súplicas y encargos, pero sin haber escuchado realmente de parte de Dios. Ni siquiera sabemos las cosas por las que Dios quería que oráramos. Simplemente nos hemos desahogado.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Si estás leyendo la Biblia junto a nosotras este año, la lectura de hoy es Mateo capítulos 10 y 11.
Ayer vimos la importancia de escuchar a Dios, de escuchar lo que Él nos ha hablado a través de Jesucristo. Esto es vital si queremos ver un avivamiento; y este mes de octubre queremos invitarte precisamente a que te unas a nosotras a clamar a Dios para que nos haga mujeres que escuchen Su mensaje y que clamen conforme a Su voluntad. Solo Él puede hacer esto en nosotras por su Espíritu. Hoy queremos preguntarnos, ¿realmente anhelamos que lo haga?
Para reflexionar acerca de esto escucharemos un mensaje de Nancy titulado, «Aviva tu obra», que está basado en una porción del libro de Habacuc. Iniciemos viendo un poco del contexto.
Nancy: En el capítulo 1 pudiéramos decir que Habacuc está «luchando». De hecho, su nombre significa «uno que lucha». Él está luchando con Dios. Él está batallando con asuntos muy pesados, se hace preguntas difíciles de responder, observa alrededor las cosas que no tienen sentido. Y así le hace a Dios estas preguntas. Él está luchando.
Annamarie: Seguramente tú puedes pensar en algunas preguntas que te gustaría hacerle a Dios a la luz de las circunstancias actuales en que te encuentras...
Nancy: En el capítulo 2 vemos a Habacuc «contemplando». Él declara: «Estaré en mi puesto de guardia, y sobre la fortaleza me pondré; velaré para ver lo que Él me dice». Él aguarda una visitación de Dios. En el capítulo 2 Habacuc obtuvo una visión fresca y una percepción tan diferente de Dios, que produjo un cambio radical en su vida y en su actitud.
Annamarie: Ayer escuchamos un poco acerca de esto. Recordamos lo que el autor de la carta a los Hebreos escribió en el capítulo 1: «Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo».
Nancy: Así que en el capítulo 1, Habacuc está luchando; en el capítulo 2 Habacuc está contemplando. Y para cuando llegamos al final del capítulo 3, él está adorando. Luchando, contemplando y adorando.
Alguien más ha descrito estos tres capítulos de la siguiente manera:
El capítulo 1 es un diálogo entre Dios y Habacuc. El capítulo 2 es una endecha, un lamento fúnebre. Tenemos las exclamaciones de desdicha y pesar, el canto fúnebre pronunciado sobre Babilonia. Ella segará lo que ha sembrado. Pero cuando llegamos al capítulo 3, encontramos una doxología, lo que hubo al principio ahora se ha vuelto alabanza y adoración, es una doxología.
¿Recuerdan el último versículo del capítulo 2? Dice: «Pero el SEÑOR está en su santo templo: calle delante de Él toda la tierra» (v. 20). Dios le había mostrado a Habacuc que Él es infinitamente más grande y poderoso que cualquier autoridad en la tierra, incluyendo a los poderosos babilonios.
Así tan perversos, poderosos y crueles como eran, Dios dijo: «Yo estoy sobre ellos. Yo estoy en control. Yo estoy a cargo». Y tengan presente, al leer el versículo 14 del capítulo 2, que el día viene cuando «la tierra será llena del conocimiento de la gloria del SEÑOR como las aguas cubren el mar».
Así que las cosas parecen estar fuera de control aquí en la tierra. Tenemos inundaciones, terremotos y huracanes; tenemos amenazas, secuestros, guerras, motines; tenemos accidentes, dolor, enfermedades y muerte; tenemos problemas, conflictos, divorcios y más cosas que pueden poner de cabeza nuestro mundo. Pero aun así DIOS dice: «Yo soy mayor que todo ello, Yo estoy por sobre todo ello. Así que relájate. Estate quieta. Guarda silencio y entiende que YO SOY DIOS, y Yo estoy en mi trono».
Al final del capítulo 2, siento que hubo una gran pausa antes de llegar al capítulo 3. El SEÑOR está en Su santo templo, pero toda la tierra guarda silencio ante Él. Habacuc espera en silencio, con un temor reverente al magnífico, majestuoso, santo, alto y sublime exaltado SEÑOR del universo.
Y cuando finalmente llegamos al capítulo 3. Es como si Habacuc volviera a respirar. El primer versículo de este capítulo dice: «Oración del profeta Habacuc, en tono de Sigionot». Una oración del profeta Habacuc. Yo no creo que esta oración haya sido hecha a la carrera, como quien corre a la presencia de Dios y cantaletea algunas cosas.
No creo que él haya corrido a Su presencia para decir: «SEÑOR necesito estas cosas hoy». Yo imagino que esta oración fue orada después de haber esperado y perseverado en la presencia de DIOS lo suficiente como para permitirle a Dios mostrarle cómo debería orar.
¿Te has encontrado alguna vez, al igual que yo, orando a Dios con algo parecido a la lista del supermercado mientras corres para empezar tu día? «SEÑOR, necesito esto, necesito aquello. No te olvides de esto otro. Por favor haz lo otro también». Y terminamos de orar habiéndole arrojado montones de súplicas y encargos, pero no hemos escuchado de parte de Dios realmente. Oramos ignorando si hemos venido a Él realmente con las cosas que Dios quiere que oremos. Simplemente nos hemos desahogado.
Este no es el tipo de oración que hace Habacuc. Esta es una oración que viene como resultado de haber estado en la presencia de Dios. En el capítulo 3 tenemos la respuesta de Habacuc a todo lo que ha visto y escuchado hasta ese punto. Es su respuesta a lo que Dios ha revelado de Sí mismo y de Sus caminos.
Al leer la oración de Habacuc, vemos que Habacuc es un hombre nuevo. Él es un hombre diferente al que conocimos en el capítulo 1. Ahora ya no hay preguntas, no hay más acusaciones, no hay más ira, no hay más dudas. Ahora solo se manifiesta una completa sumisión, reverencia y alabanza. Todo ello forma parte de una expresión de fe, porque Habacuc ha aprendido que el justo, aun en un mundo impío, ha de vivir… ¿cómo?… ¡Por su fe!
- La fe nos lleva a someternos a DIOS
- La fe nos conduce hacia la reverencia a DIOS
- La fe nos lleva a confiar en DIOS
- La fe nos hace alabar a DIOS
Así que Habacuc no tiene las respuestas a sus preguntas, pero ha encontrado al DIOS que es suficiente. El cambio ha sido un proceso en su vida, creo que ha sido un proceso doloroso, un proceso desgarrador y abrumador. Su perspectiva y su corazón han sido cambiados porque él ha visto al SEÑOR.
Ahora, el versículo 1 nos dice que esta oración de Habacuc el profeta, es de acuerdo al tono Sigionot. Y dirás, «¿qué? ¿Qué cosa es eso? ¿Qué idioma es ese?» Sigionot. Nadie sabe qué significa. Pero evidentemente es una notación musical. Y verás la misma palabra usada de otra manera en los salmos.
Existe evidencia en este capítulo de que esta oración de Habacuc en toda su extensión, se escribió en realidad con la intención de que fuese un salmo, para ser entonada como un acto de adoración. Vemos pues esta notación musical, Sigionot, al principio en el versículo 1. Y luego verás la palabra Selah, en tres diferentes versículos. Y efectivamente también funge como notación musical. La verás en el versículo 3, en el versículo 9, y una vez más en el versículo 13.
Entonces en el último versículo de este capítulo, el versículo 19, Habacuc cierra su oración diciendo, «al director del coro con mis instrumentos musicales». Y es muy posible que este canto, la oración de Habacuc, llegara a formar parte de la adoración en el templo.
Así que el libro de Habacuc concluye con alabanza y adoración, a pesar de que las circunstancias que rodean a Habacuc permanecen iguales, nada ha cambiado. Recuerda eso. Los judíos aún se encuentran alejados de Dios, descarriados. Los babilonios aun vienen en camino a conquistar la tierra y a castigar a los judíos. Nada ha cambiado, excepto Habacuc. Su perspectiva ha cambiado. Ahora él confía en la sabiduría de Dios, en los propósitos de Dios, de manera que ahora sí puede alabar y adorar; en tanto que al principio se sentía perturbado con temor y confusión, era un hombre frustrado.
Así vemos esta oración del profeta Habacuc. Y en el versículo 2 empieza ya su oración. Él dice: «Oh SEÑOR, he oído lo que se dice de ti y temí...» Hoy, en este versículo en particular, quiero citar la Reina Valera Contemporánea que dice: «Señor, he oído hablar de tus hechos, y saberlo me llena de temor...» Siento que esta traducción aclara el pasaje un tanto mejor, a como yo entiendo el versículo.
Algunas otras versiones dirán: «Señor, he sabido de tu fama; tus obras, Señor, me dejan pasmado...» (NVI). «Oh SEÑOR, he oído lo que se dice de Ti y temí...» (NBLH)
¿Qué tipo de temor? No creo que sea el tipo que se espanta de lo que está por suceder, más bien es un sentimiento de reverencia desde donde ahora admira a la luz de la imponente santidad de Dios. Es temor del tipo del que leemos en el capítulo 12 de la carta a los Hebreos en los versículos 28 y 29, donde las Escrituras dicen que «ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor».
Cuando ves a Dios como majestuoso, como santo y como fuego consumidor que juzga la maldad, entonces estarás delante de Dios en reverencia y santo temor. No tomarás su nombre en vano. No lo tomarás a la ligera. No bromearás con las cosas espirituales. No te apresurarás por salir de la presencia de Dios.
Existe pues, una reverencia y un imponente temor santo en Su presencia, que dicho sea de paso, pienso que tristemente es muy escaso en el mundo evangélico moderno. No lo puedes atestiguar en muchas vidas cristianas, no lo ves en muchas iglesias, no lo percibes en los servicios ni en las reuniones eclesiásticas o en los cultos.
En cambio sientes una familiaridad para con Dios, como si se tratara de una relación entre «compinches», camaradas o compadres. Él es mi amigo. Él es mi «cuate». Él está cercano a mí. Y en efecto, a través de las Escrituras hay pasajes donde leemos acerca de la intimidad y la cercanía de nuestro Dios, pero nunca podrás experimentar esa intimidad y cercanía con Dios a expensas de despojarlo de Su majestad, de Su soberanía y de Su santidad.
Dios está a años luz de nosotras; Él está separado de nosotras. Está muy por encima de nosotras; está fuera de nuestro alcance. Él está infinitamente más arriba, nunca podrás acercarte a Él hasta que puedas hacerlo en santo temor y reverencia.
En esta oración Habacuc ha tornado su enfoque hacia Dios. Anteriormente él estaba enfocado en Israel, en los caldeos y los babilonios. Él estaba antes perturbado. Pero ahora él está enfocado en Dios.
¿No es acaso una verdad en nuestras vidas que la mayoría de nuestros problemas se tornan en crisis cuando nos enfocamos en nosotras mismas, nuestras circunstancias y en las situaciones difíciles? Habacuc ha llegado al punto donde la santidad de Dios y Su gloria es todo lo que a él le importa.
Él ya no se cuestiona: «¿Por qué Dios permite que esto suceda? ¿Qué hicimos para merecer esto? Él ahora reconoce que Dios es justo; que Dios es soberano; que Dios es sabio, que Dios es santo. El hombre pecador no tiene derecho a quejarse de lo que Dios hace, solamente debe someterse, y permanecer en reverencia y asombro.
Dios se ha revelado a Sí mismo. Ha revelado Sus caminos y Sus promesas a Habacuc, y Habacuc se ha humillado en Su presencia. De manera que él ya no protesta las decisiones de Dios, ya no pelea contra Dios. Simplemente permanece de pie asombrado ante la grandeza divina. Se inclina en admiración y adoración. Sus quejas han cesado. No hay más acusaciones. Hay solamente reverencia, respeto y asombro.
Y justo ahí, es donde Dios nos quiere llevar, donde le conocemos y confiamos en Él. Los justos vivirán por su fe. Hemos contemplado una visión de Él. Hemos visto cómo es Él. Lo hemos visto revelado a través de las Escrituras, y estamos ante Él adorándolo aunque no entendemos Sus caminos, pero le adoramos.
Señor, he escuchado de Ti. He escuchado tu discurso. He escuchado lo que tienes que decir al respecto. He visto lo que has revelado de Ti mismo, y me he quedado pasmada; Tu temor ha caído sobre mí y Te adoro.
Y él continúa orando: «Aviva, oh SEÑOR, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión».
Me di cuenta al preparar esta lección que no había tocado la profundidad completa de esta oración de avivamiento; y permíteme compartir algo de la superficie de ella, y luego tú la llevarás ante el SEÑOR. Hazla tu oración y pídele que te muestre más de lo que significa y cómo deberíamos orar por un avivamiento a la luz de este versículo.
«Aviva, oh SEÑOR, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión». Y ahora Habacuc se dispone a dar a conocer sus peticiones a Dios.
Fíjate en las peticiones que no forman parte de la oración de Habacuc.
- No le pide a Dios comodidad o alivio
- No le pide a Dios que los proteja de los babilonios
- No le pide a Dios que cambie Su estrategia
Habacuc sabe que los judíos merecen todo lo que Dios les está enviando. Él sabe que Dios solo hará lo que es justo y recto. Lo único que le importa es que la gloria de Dios sea manifestada; que toda la tierra vea el conocimiento de la gloria del SEÑOR y que ese conocimiento cubra la tierra como las aguas cubren el mar. Esa es su motivación. Eso es lo que le importa.
Habacuc desea ver que la obra de Dios florezca en la tierra. Ya no le preocupa su propia agenda, ni su propio reino, de hecho, ni los reinos de Israel o Babilonia. A Habacuc le interesa la agenda del reino de Dios. ¿Qué hay en el corazón de Dios? ¿Qué es lo que hay en la mente de Dios? Habacuc se pregunta qué hará que Dios luzca grande y glorioso.
Así que dirige su oración en una súplica para que Dios haga algo en medio de los años. «Aviva, oh SEÑOR, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer». Y si nos estás siguiendo con una Biblia Nueva Versión Internacional, estarás leyendo: «Realízalas de nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro tiempo…» Haz esto en nuestros días.
Entiendo que lo que él está diciendo es, «DIOS, en nuestro tiempo, en medio de donde vivimos, aquí y ahora, en medio de las circunstancias, así de problemáticas como están ahora, en medio de lo terrible que las cosas se pondrán aún, SEÑOR, hazlo. Aviva, oh SEÑOR, Tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión. Hazlo hoy, hazlo en nuestros días. Hazlo en medio de los años».
Básicamente, Habacuc pide dos cosas en su oración. El deseo de ver primero una manifestación del poder y la grandeza de Dios. «Aviva, oh SEÑOR, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer».
«Deseamos ver Tu poder. Deseamos ver Tu gloria. Deseamos ver una manifestación de algo que solo Tú puedes hacer. SEÑOR, aviva Tu obra. Tu obra. No la obra de nuestras manos, sino Tu obra. Haz lo que solo Tú puedes hacer».
Esa palabra «aviva» tiene que ver con perseverar. Mantener viva. Revivir. Purificar. SEÑOR, nosotros somos la obra de Tus manos. Purifícanos. Restáuranos. Restáuranos a un lugar de fe, de rendición y de obediencia. Haznos el pueblo que deseas que seamos. «SEÑOR, aviva Tu iglesia», esa es la plegaria.
SEÑOR, avívanos. SEÑOR, avívame. SEÑOR aviva Tu obra para que el mundo pueda ver una manifestación de Tu gloria, para que el mundo pueda atestiguar de tu magnificencia y de Tu poder. Así Tu gloria será vista a través de nosotros. Cumple oh Señor Tus propósitos redentores. SEÑOR, solamente Tú puedes lograrlo.
Es un clamor desesperado, un clamor de súplica y un clamor de desesperanza, pero es un clamor confiado. SEÑOR, Tú puedes hacer esto. Tú tienes el poder. Tú estás en Tu santo templo. Tú estás sobre los babilonios. Y Tú eres el Creador. Nosotros no adoramos ídolos. Nosotros Te adoramos a Ti. Y Tú puedes hacerlo.
Algunas de ustedes han estado orando por un avivamiento en sus iglesias, y han sido fieles en su clamor al SEÑOR. Y justo entonces parece que su iglesia se vuelve más mundana, y menguan las personas que interceden por lo mismo, hay menos gente ocupándose en la santidad.
No te rindas. Persiste en oración. Los justos vivirán por su fe. Continúa orando por fe. Mantente aferrada al SEÑOR. Continúa clamando a Él, por Su gloria, por Su nombre, por Su reputación.
«Aviva, oh SEÑOR, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer SEÑOR»; Señor aviva Tu obra en nuestros días. Concede a nuestras iglesias, a nuestras familias, a mi cónyuge, a mis hijos, a mis amigos, concédenos ver que eres Dios. Permítenos verte en acción».
No nos satisface la religión, con ese cristianismo que es solo la suma del total de todos nuestros esfuerzos, de toda nuestra energía, de todo nuestro ingenio y de todos nuestros programas de mercadeo y de todo lo demás que podemos fabricar.
«SEÑOR, no ha sido suficiente el esfuerzo humano. Oh sí, puede producir megaiglesias. Puede producir ministerios multimillonarios. Puede llevarnos a la radio y a la televisión y a publicar libros. Pero SEÑOR, queremos ver Tu poder. Queremos ver lo que únicamente Tú puedes hacer. No queremos conformarnos con lo que el hombre puede hacer. SEÑOR, aviva Tu obra».
Luego esa última frase: «en la ira, acuérdate de tener compasión». Habacuc no está cuestionando si la ira de Dios es justa. Él no se cuestiona si el juicio de Dios sobre la maldad es merecido o no. Él no se cuestiona si Dios debería o no castigar a Su pueblo por su pecado. Él está diciendo, «SEÑOR, al demostrar tu ira, recuerda tener misericordia».
En el capítulo 1 ese no era su sentir. En el capítulo 1 Habacuc estaba buscando justicia. Ahora se da cuenta de que, de haber obtenido lo que buscaba, entonces todos hubiéramos sido liquidados. Así que dice, «SEÑOR, merecemos tu ira. Merecemos tu juicio, pero SEÑOR, ¿podrías tener misericordia de nosotros?»
Nuevamente vemos a Habacuc anticipando a Cristo y la cruz. Ahora nosotras vemos en retroceso hacia el calvario y sabemos que Dios puede tener misericordia de nosotras. Porque Jesucristo tomó sobre Sí mismo toda la ira que el Dios santo tiene en contra del pecado del mundo.
Así que podemos decir, Dios, por amor a Jesús y por lo que Él ha hecho en el calvario, en Tu ira en contra de este mundo, ¿podrías acordarte de tener misericordia? Venimos a la cruz. Nos aferramos a Cristo. Creemos en Él y por la fe en Él decimos, «oh DIOS, por favor ten misericordia de nosotros, de nuestros pecados», y Él lo hará.
Así que mientras oramos para que Dios obre en nuestros días, estamos orando por un avivamiento. ¿Por qué estamos orando? ¿Qué nos preocupa? ¿Qué nos importa realmente? Al orar deseamos involucrarnos en la obra de Dios, en la gloria de Dios, en el nombre de Dios y en la reputación de Dios en Su iglesia. Y en la gloria, el nombre de Dios, la obra de Dios y la reputación de Dios en el mundo.
¿Es por eso por lo que estás orando? Únete a mí al orar. Oh SEÑOR, hemos escuchado lo que tienes que decirnos y temblamos con asombro reverente. Oh SEÑOR, oramos que en medio de los años, de nuestros días, en este momento, en este punto en nuestro mundo, en nuestras iglesias, en nuestros hogares, en nuestras vidas, que Tú avives Tu obra, que la des a conocer.
Muestra Tu gloria y Tu poder, y luego muestra Tu perdón y Tu misericordia. En la ira, acuérdate de tener misericordia. Por Jesús lo pedimos y por Tu gloria y por Tu reino, amén.
Annamarie: ¿Has conocido a Dios como Él se revela en la Escritura? ¿Es la agenda del reino de Dios tu agenda? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha animado a reflexionar acerca de esto y a clamar así como lo hizo Habacuc en sus días, «Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión».
Hoy mismo únete a nosotras en Aviva Nuestros Corazones, y juntas elevemos este clamor a Dios. Es lo que queremos invitarte a hacer de manera especial durante este mes de octubre. ¿Le diremos: «Sí, Señor, me uniré al clamor»? No se trata de una experiencia emocional, sino de un clamor por la convicción de que necesitamos el Espíritu de Dios obrando con poder en nuestras vidas para hacer lo que nosotras no podemos hacer. Lo necesitamos en nuestras familias y lo necesitamos en nuestras iglesias. Solo por Su poder podremos hacer avanzar su reino en este mundo.
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Quizá escuchas un programa como este y dices, «yo no sé orar», «yo no puedo orar así» o «eso de la oración es para unos cuantos capacitados para hacerlo». Ciertamente el tema de la oración es complejo, pero en Hebreos 4:14-16 Dios nos ha dicho, «Teniendo, pues, un gran Sumo Sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino Uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna».
El lunes estaremos hablando más acerca de esto y serás animada a ser parte de un ejército de mujeres que juntas queremos escuchar a Dios y acercarnos a Él en oración. Asegúrate de unirte a Patricia de Saladín y a Margarita de Michelén para este próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
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