Arraigadas en el evangelio (parte 2)
Annamarie Sauter: ¿Has vivido pensando que tu pasado te define?
Sugel Michelén: Yo no sé cuál fue tu estilo de vida antes de venir a Cristo en arrepentimiento y fe, pero déjame decirte algo: tus antiguos pecados, por horribles que hayan sido, ya no te definen. Lo que te define es tu nueva identidad en Cristo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Isaías capítulos 25 al 28.
Patricia de Saladín: Ayer escuchamos la primera parte del mensaje titulado, «Arraigadas en el evangelio». Este mensaje fue enseñado por el pastor Sugel Michelén en la Conferencia Mujer Verdadera de este año 2020. Él nos habló acerca de lo que significa permanecer arraigadas en el evangelio, y el cambio que Dios ha obrado en nuestras vidas si realmente hemos creído en …
Annamarie Sauter: ¿Has vivido pensando que tu pasado te define?
Sugel Michelén: Yo no sé cuál fue tu estilo de vida antes de venir a Cristo en arrepentimiento y fe, pero déjame decirte algo: tus antiguos pecados, por horribles que hayan sido, ya no te definen. Lo que te define es tu nueva identidad en Cristo.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Isaías capítulos 25 al 28.
Patricia de Saladín: Ayer escuchamos la primera parte del mensaje titulado, «Arraigadas en el evangelio». Este mensaje fue enseñado por el pastor Sugel Michelén en la Conferencia Mujer Verdadera de este año 2020. Él nos habló acerca de lo que significa permanecer arraigadas en el evangelio, y el cambio que Dios ha obrado en nuestras vidas si realmente hemos creído en Cristo para el perdón de nuestros pecados.
Quizás has escuchado esto y lo crees, pero has vivido atada a tu pasado o a alguna mentira acerca de tu pasado. Hoy el pastor Michelén nos hablará más acerca de esto en la continuación de su mensaje. Escuchemos.
Sugel: Ya nosotros no tenemos cuentas pendientes con la justicia de Dios. La deuda fue saldada. Pero no solo eso, mis hermanas, Él hizo posible la transformación de nuestros corazones, enviando a nuestras vidas Su Santo Espíritu para cambiar nuestra rebeldía en obediencia, para cambiar nuestra hostilidad en amor, para cambiar nuestro prejuicio contra Dios en adoración y admiración.
Eso es lo que implica ser reconciliados. Su justicia perfecta quedó satisfecha, y nuestro corazón fue transformado. He ahí las dos fotografías, una al lado de la otra. Nuestra foto antes de venir a Cristo, nuestra foto ahora que estamos en Cristo. Dios obró en nosotros un glorioso intercambio. Dios obró en nosotros un cambio extraordinario. No fue de gordo a flaco, fue de la ceguera a la visión, de la muerte a la vida, fue de la enemistad a la adoración.
Vivir arraigadas en el evangelio, mis amadas, mis queridas hermanas aquí en México, vivir arraigadas en el evangelio es vivir con la conciencia de que ya Dios hizo eso. Solo por gracia, solo por Cristo, solo por medio de la fe; es aceptar el testimonio de la Biblia de que ya no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús.
Porque Dios te ve ahora a través de la justicia perfecta de Su Hijo. Sí debemos querer agradar a Dios, pero no para ganarnos Su favor con nuestra obediencia, sino con la gratitud de saber que ya fuimos favorecidos por la obediencia y por la obra redentora de Él. Vivir arraigadas en el evangelio es lo único que puede librar al creyente de dos peligros mortales de la vida cristiana: El legalismo y la mundanalidad. Y déjenme decirles algo mis hermanas, lamentablemente en América Latina el legalismo es un cáncer.
Saber que fuimos perdonados y reconciliados con Dios por causa de Cristo nos libra de querer ganarnos Su favor, de querer ganarnos Su bendición a través de nuestro desempeño, a través de nuestras buenas obras, a través de nuestra obediencia; eso es legalismo. Pero nos libra también de tomar el pecado a la ligera, al entender lo que Él hizo para librarnos de la condenación y de la esclavitud del pecado.
La mundanalidad. Mira mi hermana, déjame decirte algo muy importante en esta mañana. Aquí hay más de 6000 mujeres, miles nos están viendo por la internet. Yo no sé cuál fue tu estilo de vida antes de venir a Cristo en arrepentimiento y fe, pero déjame decirte algo: Tus antiguos pecados, por horribles que hayan sido, ya no te definen. Lo que te define es tu nueva identidad en Cristo.
Hablaba –esto es tan increíble– hace unos años con una joven que había sido lesbiana, y en un momento de la conversación ella se refirió a sí misma con esa antigua identidad. Y yo le decía a esta joven, le cité 1 Corintios capítulo 6 versículo 9: «no erréis, ni los fornicarios ni los adúlteros ni los homosexuales, etc., entrarán al reino de Dios»; pero el texto no termina ahí; «y esto érais algunos». Yo le decía, tú no eres lesbiana si tú eres creyente. Tú puedes decir sin ningún problema yo era lesbiana independientemente de las tentaciones que todavía pueden venir a tu vida por causa de tus hábitos pecaminosos anteriores, porque el pecado todavía mora en nosotros. Pero ese pecado no te define, tú no eres, tú eras lesbiana.
Lo mismo podemos decir del aborto. El aborto causa traumas tan fuertes en una mujer… Y probablemente y lamentablemente puede ser que haya alguna aquí que alguna vez se haya practicado un aborto. Mi hermana, acepta lo que Dios dice de ti en Su Palabra; ya tú fuiste reconciliada, esa deuda fue pagada, ya Dios no te ve a través de ese pecado, Dios te ve a través de Jesucristo.
Eso es estar arraigados en el evangelio. Ah, pero también aprendemos de nuestro texto, que vivir arraigados en el evangelio, no es solo creer lo que Dios dice acerca de tu pasado sin Cristo, no es solo creer lo que Dios dice acerca de tu presente en Cristo, sino también lo que Dios dice acerca de tu futuro por causa de Cristo. Vean el versículo 22: «…en su cuerpo de carne por medio de la muerte, para presentaros santos, sin mancha e irreprensibles delante de él». Wow, he ahí el propósito final de la obra de reconciliación que Cristo llevó a cabo en la cruz del calvario a nuestro favor; presentarnos delante de Dios, santos, sin mancha e irreprensibles.
Cuando nos toque comparecer delante de Dios en Su tribunal, podremos hacerlo con confianza porque estaremos en la misma condición moral y judicial de nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo. Eso es lo que significa ser reconciliados y justificados. Jesús no tuvo ninguna tacha moral en su carácter; Jesús no tuvo ningún defecto. Durante su vida terrenal fue absolutamente irreprensible. Nadie pudo levantar su mano contra Él para decir ninguna acusación que fuera veraz. Lo glorioso del evangelio es que ahora nuestra vida está escondida en Cristo, dice Pablo en Colosenses capítulo 3. Ya Dios no te ve a ti porque ya tu vida está escondida en Él. Dios ve a Cristo y te ve a ti a través de Él. Estamos unidos a Él por la fe, de manera que judicialmente hablando ya somos santos y sin mancha e irreprensibles. Judicialmente hablando. Es a eso que la Biblia llama justificación. «Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él». Tú y yo tenemos en nuestra cuenta, nada más y nada menos, que la justicia perfecta de Dios, porque estamos en Cristo.
Increíble, o mejor dicho creíble pero sorprendente. Y a partir del momento en que somos justificados, se inicia también un proceso progresivo, a través del cual somos santificados. Todo el que ha sido justificado está siendo santificado. Y ser santificado no es otra cosa que ser llevado gradualmente a parecernos cada vez más a nuestro Señor Jesucristo.
Recuerden el texto que citamos ayer, 2 Corintios capítulo 3 versículo 18: «Contemplando nosotros todos, a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria, en la misma imagen como por el Espíritu del Señor». Pero esa obra será completada cuando estemos en la presencia de nuestro Dios, en cuerpos glorificados. Seremos santos, sin mancha e irreprensibles delante de Dios.
Algún día –mi amada hermana, tú que estás igual que yo, igual que todos aquí, luchando con tu pecado remanente, el pecado que todavía mora en ti– algún día, mi hermana, experimentaremos tal transformación, que cada célula cancerosa del pecado será eliminada de nuestros cuerpos para siempre. Seremos semejantes a Él porque le veremos tal como Él es. Dios transformará el cuerpo de la humillación nuestra para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, cuando Jesucristo regrese en gloria.
Ese es nuestro futuro, eso es lo que la Biblia dice de nuestro futuro. Seremos presentados delante de Él sin mancha con alegría, dice Judas. Judas no el traidor. Nuestro texto termina con una nota de cautela que puede perturbar a algunas. Dice en el versículo 23: «si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo, del cual yo Pablo fui hecho ministro».
Déjame ponerlo de esta manera: Lo que Pablo está diciendo aquí no es que un verdadero creyente puede perder su salvación. Lo que Pablo está diciendo es que la perseverancia en el evangelio es la marca distintiva de aquellos que ya fueron salvados. Mis hermanas, la fe que salva, persevera; y esa fe es un regalo de Dios. La fe que Dios da, persevera. Si no persevera es porque nunca fue salvo. Yo conozco muchas personas que dicen, «yo era cristiano pero ahora estoy descarriado». Bueno, si tú no vuelves al Señor, es que nunca estuviste en el carril. No importa si tú fuiste miembro de una iglesia, no importa si tú hiciste obras increíbles cuando estabas en la iglesia. «No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día, Señor, Señor, en tu nombre hicimos milagros, en tu nombre profetizamos, en tu nombre echamos fuera demonios. Y entonces les declararé…»
Escuchen mis hermanas, «yo nunca os conocí», ni siquiera cuando ustedes estaban profetizando, haciendo milagros y sacando demonios. Yo nunca los conocí, ustedes nunca fueron míos. «Salieron de nosotros pero no eran de nosotros porque si hubiesen sido de nosotros habrían permanecido con nosotros…» 1 Juan 2:19: «…pero salieron de nosotros para que se manifestara que no todos son de nosotros». Salieron de nosotros porque no eran; no eran de nosotros.
La doctrina bíblica de la seguridad de salvación no fue revelada para que los creyentes vivan despreocupados, «ah, ya yo soy salvo». No, es para que pongan todo empeño en mantenerse edificando sobre ese fundamento en el que están parados. Vive tu vida aquí ahora, con los ojos puestos en la gloria que nos espera cuando estemos finalmente la presencia de Dios; porque solo a través de esa esperanza podremos mantenernos en la carrera.
Esto está duro, está difícil. A veces la lucha con el pecado se vuelve agónica, pero yo sé que hay una luz brillante al final de este túnel. Yo seré glorificado, yo seré presentado sin mancha e irreprensible, santo, delante de Dios, por causa de la obra de Cristo. Imagínate –y ya con esto concluyo– que un día llegara a tu casa paterna –en mi casa iba mucha gente a comer, y yo recuerdo que cuando era muchacho, siempre se hacía comida de más.
Bueno, imagínate que llegara a tu casa paterna una persona completamente extraña, totalmente desconocida para todos los miembros de la familia, y en un tono bien confianzudo pregunta, «y ¿qué hay de comer hoy? Porque yo yo vine a compartir con ustedes este tiempo de almuerzo». ¿Cómo reaccionarían tus padres? Bueno, probablemente, por más hospitalarios que sean, es muy probable que le digan a este individuo, «mi amigo, no sabemos quién eres tú, no te conocemos; así que por favor sal de esta casa inmediatamente».
Ahora, tú crees que haría alguna diferencia si esa persona llegara a tu casa contigo, y tú se lo presentas a tus padres como un buen amigo, y les dices papi, mami, invité a mi amigo a que se siente a la mesa a comer con nosotros hoy. ¿Haría alguna diferencia? Yo creo que sí. ¡Gloria al Señor! Cuando nosotros lleguemos el cielo, Jesucristo estará con su mano sobre nuestros hombros diciendo, «Padre, este es mi amigo. Él vino a compartir la cena de las bodas del cordero, porque yo morí por él. Mira aquí, Padre, las marcas de la reconciliación. Yo pagué todas sus facturas».
Hermanas y amigas que están aquí en esta mañana, cuando lleguemos a la presencia de Dios la única manera en que podremos ser aceptados allí, es entrar de la mano con Jesús, es ser presentados ante el Padre como uno de los suyos; de lo contrario no seremos admitidos.
Cristo va a tener que mostrar esas facturas. Y ahora yo te pregunto, ¿tú tienes una relación con Jesús? ¿Algún día tú has ido a Él clamando por misericordia, sabiendo que tú mereces el infierno? Mira, si tú nunca te has dado cuenta que tú mereces el infierno por tu pecado, es mi deber como pastor y ministro del evangelio, decirte que tú no eres cristiana. Porque los sanos no tienen necesidad de médico son los enfermos.
¿Alguna vez tú le has pedido al Señor que perdone tus pecados, confiando únicamente, no en que vas a hacer un mejor esfuerzo para portarte bien a partir de ahora, es confiando en la obra que Él hizo a favor de pecadores en la cruz del calvario? Porque de no ser así, querida amiga, tú estás separada de Dios, sigues siendo enemiga de Dios, y estarás separada de Él, en el infierno, por los siglos de los siglos.
Pero ese no tiene que ser el final de tu historia. El Dios del cielo te ha traído este lugar para que escuches el glorioso evangelio de Jesucristo, y sepas que hay perdón en Cristo para todo aquel que cree. No importa lo que hayas hecho, hay perdón en Cristo. Él pagó en la cruz del calvario por todos los pecados de aquellos a quienes Él vino a salvar. Y sobre la base de esta obra de reconciliación, ahora Dios ofrece en el evangelio, perdón y vida eterna para todo aquel que cree.
Allí donde estás, pídele que te perdone; pídele que transforme tu corazón de piedra en un corazón de carne. Pídeselo a Él. Pídele que te dé la fe que necesitas para creer, porque la fe es un regalo de Dios. Mi amiga las puertas de la salvación siguen abiertas para ti, pero tienes que venir a Él clamando por perdón y misericordia. Tienes que venir confiando únicamente en esa bendita sangre que fue derramada en la cruz para saldar nuestra deuda con la justicia de Dios. «Al que no conoció pecado, por nosotros, Dios lo hizo una ofrenda por el pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él».
Que Dios bendiga Su santa y bendita Palabra; que Dios bendiga Su glorioso evangelio, en Jesucristo, amén.
Patricia: Has estado escuchando al pastor Sugel Michelén con la segunda parte del mensaje titulado, «Arraigadas en el evangelio».
Si no has confiado en la obra que Jesucristo hizo en la cruz para el perdón de tus pecados, hoy es el día aceptable, hoy es el día de salvación. Nunca experimentarás mayor bendición que aquella de sentarte a la mesa de Dios como su amiga.
Si te perdiste la primera parte de este mensaje, encuéntrala en AvivaNuestrosCorazones.com. Allí también encontrarás los programas anteriores en esta serie.
Y a la luz de lo que hemos escuchado, y para concluir este programa, meditemos en la obra de Cristo a través del poema escrito por Alejandra Slemin titulado, «Arraigada en Cristo».
«Arraigada en Cristo»
Formada de una costilla
Por las manos del Creador,
La primera mujer llamada Eva
Portó la imagen de Dios.
En nuestro cuerpo llevamos
Las huellas que testifican
Que fuimos hechas, creadas,
Con un diseño y misión específica.
Ayuda idónea, posicionadas
Para dar vida y construir,
Diferentes a los hombres y únicas
Sin necesidad de competir.
Comió Eva, comimos todas
De aquel fruto prohibido y podrido
Abriendo con ímpetu la puerta a un exilio
Cubriendo nuestro pecado
En un matorral de higos.
Caída nefasta y sin esperanza
En la que el dragón buscó destruir
La Divinidad y Su Palabra.
Mas Dios con misericordia
E incomparable gracia
Nos vistió de vestimentas nuevas
Que nos serían dadas
Y de ese árbol de muerte
Dios creó un pesebre de vida
En el que un día nacería el Mesías
Quien eliminaría al enemigo
Y a la muerte vencería.
Fue Cristo, fue Cristo
Con potestad de tirar la piedra
Y acusarnos por lo que habíamos hecho
Decidió extender Su mano
Para que con Él tuviéramos un encuentro.
Fue Cristo y es Cristo
La imagen del Dios invisible,
El primogénito de toda creación
Quien formó los cielos y la tierra
Y los sustenta con todo Su poder.
Fue Cristo y es Cristo
La cabeza de la iglesia,
El primogénito de los muertos,
Mesías ungido, el Todopoderoso
En quien está escondido
Toda sabiduría y conocimiento
Quien nos libró del dominio de las tinieblas
Y nos plantó en el reino de luz
En quien encontramos redención y perdón,
Quien nos reconcilió con Dios Padre
Por medio de la cruz.
Fue Cristo y es Cristo
El que hace de necias, sabias
De enfermas, sanas
De débiles, fuertes
De cautivas, libres
Y de moribundas, redimidas.
¡Cristo en nosotras la esperanza de gloria!
Sin Cristo no tengo nada y en Cristo lo tengo todo.
Su sacrificio fue el terreno
En donde arraigamos raíces profundas,
Las buenas noticias, el evangelio,
Él nos dice: permanece, muere
Y tendrás libertad absoluta.
Un terreno que hace crecer mujeres firmes
Arraigadas en Cristo como fundamento
Con fruto de pies, manos, mente
Alma, voluntad y cuerpo
Que se extiendan con gozo y cuiden a los portadores
De la imagen del Dios eterno.
De raíces profundas en la Biblia,
Como el pan diario a devorar,
Manjar inagotable de sabiduría
Ancla segura en un mundo de tempestad.
Y cuando el enemigo busque
Hacerme replantar
Raíces en Sodoma y Gomorra
Y las promesas de mi Señor olvidar
Pediré auxilio oportuno
A la tercera persona de la Trinidad.
Es Cristo y solo Cristo
Quien nos mantiene alerta,
Para no ser idólatras de las pantallas
Que el mundo venera.
Mansas al presentar defensa
Contra toda corriente que se levante
Con palabras «agradables»
Mas no verdaderas.
Él nos nutre para ser fructíferas
Con el fruto y poder del Espíritu
En cada estación de nuestras vidas
Porque nunca incierto nuestro destino.
Es Cristo y solo Cristo
Quien afirma nuestra identidad
No vistiéndonos de marca con particularidad
Más bien de Su armadura
Que nos cubre con completa autoridad.
Cuando Él me llame a ser sierva, diré: ¡Sí Señor!
En fidelidad, ¡sí Señor!
En el dolor, ¡sí Señor!
A perdonar, ¡sí Señor!
Humillada, ¡sí Señor!
En fe y amor, ¡sí Señor!
Cada paso, contigo Señor.
Y son los caminos y testimonios
Recorridos en obediencia
Los que mostrarán fielmente
En quién hemos depositado nuestra confianza y fuerza.
Con convicción a cal y canto
Corramos esta carrera
Sin ser cautivas constantes
De la corrupción que carga el cuerpo
Capitaliza y encierra.
Y cuando el Novio vuelva a su novia buscar
Que nos encuentre arraigadas en Cristo.
¡Solo Cristo!
Y nada más.
Patricia: ¡Amén!
Estamos corriendo juntas la carrera de la fe, y algo a lo que muchas de nosotras hemos estado cautivas —aún mientras corremos— es a filosofías de este mundo. En el programa de mañana escucharás un poderoso mensaje que Mary Kassian enseñó acerca de esto.
Mary Kassian: El feminismo afirma saber la razón de los problemas y también afirma que tiene la respuesta a los problemas… pero, ¿en realidad la tiene?
Patricia: Acompáñanos para escuchar la respuesta a esta pregunta y más, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Arraigadas en la Palabra de Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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