Arraigadas en el evangelio (parte 1)
Annamarie Sauter: ¿Cómo sabes si estás arraigada en el evangelio de Jesucristo?
Sugel Michelén: Tú y yo creemos merecer más, y eso es contrario al evangelio. Pero el creyente que vive arraigado en el evangelio nunca deja de asombrarse y de sorprenderse por la gracia de Dios en Cristo. No se sienten merecedores de todo el bien que reciben de la mano de Dios y de los hombres. Por eso, los que viven arraigados en el evangelio son personas agradecidas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Isaías capítulos 21 al 24.
Patricia de Saladín: El pasado mes de marzo, miles de mujeres nos reunimos para alabar a Dios, escuchar la verdad de Su Palabra, y rendirnos a Él para vivir conforme a Su voluntad para nuestras vidas. Esto …
Annamarie Sauter: ¿Cómo sabes si estás arraigada en el evangelio de Jesucristo?
Sugel Michelén: Tú y yo creemos merecer más, y eso es contrario al evangelio. Pero el creyente que vive arraigado en el evangelio nunca deja de asombrarse y de sorprenderse por la gracia de Dios en Cristo. No se sienten merecedores de todo el bien que reciben de la mano de Dios y de los hombres. Por eso, los que viven arraigados en el evangelio son personas agradecidas.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy arraigamos nuestras vidas en lo que Dios nos dice en Isaías capítulos 21 al 24.
Patricia de Saladín: El pasado mes de marzo, miles de mujeres nos reunimos para alabar a Dios, escuchar la verdad de Su Palabra, y rendirnos a Él para vivir conforme a Su voluntad para nuestras vidas. Esto fue en la Conferencia Mujer Verdadera '20, que se llevó a cabo en Monterrey, México.
Durante los últimos programas has estado escuchando algunas de las enseñanzas que fueron impartidas allí. Hoy estaremos transmitiendo el mensaje titulado, «Arraigadas en el evangelio», predicado por el pastor Sugel Michelén.
Te animo a escuchar con atención y a evaluar tu propio corazón. Y si estuviste en la conferencia en el momento en que este mensaje fue enseñado, recordarás que fue una bendición increíble. Espero que Dios traiga nuevamente a tu corazón, las verdades que te habló en ese momento, y aún cosas más hermosas, porque eso hace Dios con Su Palabra.
Aquí está el pastor Sugel Michelén.
Sugel: Lo que va a pasar ahora es algo extraordinario, hecho por una persona común y ordinaria, porque vamos a predicar la bendita Palabra de Dios y ella es viva, ella es eficaz, ella es más cortante que toda espada de doble filo, y es nuestra oración que esa bendita Palabra caiga como rocío en esta mañana, y sea poderosa en el corazón de todos. Vamos a orar brevemente, y vamos luego a ir a Colosenses capítulo 1, versículos 21 al 23.
Oremos: Soberano Señor, Tú eres el Dios que hizo los cielos y la tierra, como cantábamos esta mañana. Tú eres digno de ser adorado, Tú eres digno de ser exaltado, Tú eres digno de ser creído, amado, servido, proclamado.
Señor, nosotros sabemos que Tú obras por Tu Palabra, y te haces presente por medio de Tu Palabra. Bendícenos ahora, Señor. Te necesitamos, te necesitamos para predicar y te necesitamos para escuchar. Oh, siembra Tu Palabra en nuestro corazón, porque te lo pedimos en el precioso nombre de Cristo, amén y amén.
Colosenses capítulo 1 versículos 21 al 23. Dice el apóstol Pablo: «Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestras mentes, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de su muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo y del cual yo Pablo fui hecho ministro».
En el día de ayer estuvimos considerando lo que significa estar arraigadas en Cristo; y en la mañana de hoy, vamos a estar contemplando, a la luz de este pasaje, lo que significa estar arraigadas en el evangelio. Ahora, de primera impresión puede parecer que estos dos temas son redundantes, porque estar arraigadas en Cristo, es lo mismo que estar arraigadas en el evangelio. La buena noticia del evangelio es Jesucristo. Mis hermanas, la buena noticia del evangelio no es que Cristo vino del cielo a establecer en la tierra a una agencia de viajes para ir gratis al cielo. No, esa no es la buena noticia del evangelio, no es meramente un mensaje de cómo podemos ser perdonados, cómo podemos ser aceptados en la presencia del Señor, no.
La buena noticia del evangelio es que Dios ha hecho una obra de redención por medio de Cristo para darnos a Cristo. Yo voy a repetir eso otra vez por si alguna en este momento estaba pensando en sus hijos, en su esposo que dejó en casa, en el gato… La buena noticia del evangelio es que Dios ha hecho una obra de redención por medio de la encarnación, vida, muerte, resurrección, y ascensión de nuestro Señor Jesucristo, para darnos a Cristo.
Dice el Señor en Juan capítulo 17 versículo 3: «Esta es la vida eterna». La vida eterna no es que vivas para siempre, la vida eterna no se define en términos de tiempo. La vida eterna se define en términos de una relación. «Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado». De manera mis hermanas, que la buena noticia del evangelio es que ahora podemos tener una íntima, deliciosa, deleitosa, eterna relación con nuestro Señor Jesucristo, mientras somos transformados por el poder de Su Espíritu Santo, para ser cada vez más semejantes a Él. Esa es la buena noticia.
Sin embargo, estar arraigados en Cristo, tal como es presentado en el evangelio, tiene un alcance mucho mayor de lo que pudimos explicar en el día de ayer, de hecho, tiene un alcance mucho mayor de lo que nosotros podemos comprender en toda una vida.
Nosotros nos pasaremos la vida tratando de entender el evangelio, tratando de hacer todas las sinapsis, todas las conexiones que tiene el evangelio con todas las áreas de nuestra existencia en este mundo. Hay al menos tres enseñanzas claves en estos versículos de Colosenses 1 que acabamos de leer, que nos ayudarán a entender lo que significa vivir arraigadas en el evangelio, en lo que respecta al entendimiento que tenemos de nosotros mismos.
Conócete a ti mismo, decían los filósofos griegos. Bueno, ¿tú quieres conocerte a ti misma? Tienes que mirarte en el espejo del evangelio. Solo el evangelio te dice quién eres tú. Solo el evangelio puede definirte. Y eso es exactamente lo que vamos a ver en la mañana de hoy, y hay al menos tres cosas que nosotros aprendemos de este pasaje, Colosenses capítulo 1 versículos 21 al 23, de lo que significa vivir arraigadas en el evangelio. Y lo primero que Pablo nos enseña en este pasaje, es que vivir arraigadas en el evangelio, es creer lo que el evangelio dice acerca de tu pasado. Los psicólogos hablan mucho de la importancia de hacer una regresión, y mirar si cuando tú eras niña tu perro se mató en un accidente de tránsito, y no sé qué y no sé cuánto…y el trauma… ¿Tú quieres entender tu pasado? Tienes que entenderlo a la luz del evangelio. Vivir arraigadas en el evangelio, es creer lo que el evangelio te dice acerca de ti, cuando tú no habías venido a Cristo en arrepentimiento y fe.
El apóstol Pablo, en el versículo anterior, Colosenses 1: 20, había mencionado que por medio de la obra de Cristo en la cruz del calvario, se estableció la base para una paz universal. Cristo vino a reconciliar el cosmos que había sido maldito por causa del pecado. No fue simplemente a salvar individuos. Cristo vino a rescatar, Cristo vino a reconciliar el cosmos. Noten lo que dice Pablo en el capítulo 1 versículo 20, dice: «y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en los cielos como las que están en la tierra, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz».
Cristo es el gran reconciliador. Pero ahora a partir del versículo 21, Pablo quiere mostrar el impacto de esa obra de reconciliación en los creyentes, de manera particular; y lo hace mostrándonos primero la condición en que nos encontrábamos antes de venir a Cristo. Y lo primero que Pablo nos dice acerca de nuestra condición antes de ser cristianos, es que éramos extraños. Éramos extraños. Vean el versículo 21: «Y a vosotros también que en otro tiempo erais extraños». En otras palabras, estábamos alienados de Dios, separados de Dios, sin ningún tipo de relación amistosa con Dios. Pablo dice en Efesios capítulo 2 versículo 12, que estar sin Cristo es estar sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Mi amiga, si tú no tienes a Cristo, tú no tienes esperanza. Tú vives sin esperanza y sin Dios en el mundo. El tipo de relación que teníamos con Dios, no era la relación de un hijo con su padre, era la relación de un culpable convicto con su juez. Éramos extraños; y si tú estás aquí sin Cristo, esa es todavía tu condición espiritual. En lo que respecta a Dios, en lo que respecta a su pueblo, eres una extranjera, completamente ajena a los derechos de la ciudadanía celestial. Mi amiga, lo que quiero decir es que tú no tienes derecho a apropiarte de ninguna de las promesas de Dios en Su Palabra.
Dios hace bien al mundo, Él hace salir su sol sobre malos y buenos, Él hace llover sobre justos e injustos, pero tú no tienes derecho, tú no tienes derecho a apropiarte de las promesas que Dios ha dado a sus hijos en Su Palabra. El Salmo 23 no es para ti, el Salmo 91 no es para ti, Romanos 8: 28, no es para ti. Romanos 8: 28, dice que «a los que aman a Dios todas las cosas obran para bien». Aquellos que aman a Dios; esas promesas no son para ti.
Pero cristianas, lo que Pablo resalta en este texto, es que esa era nuestra condición. Nosotros no nacimos teniendo relación con Dios, éramos extraños antes de venir a Cristo en arrepentimiento y fe. Pero Pablo nos dice también que éramos enemigos, enemigos de Dios. Cristiana si tú crees en el evangelio, tú tienes que aceptar el hecho de que antes de venir a Cristo tú eras una enemiga de Dios. Estoy insistiendo en esto, porque la mayoría de las personas no se ven a sí mismas enemistadas con Dios.
Porque esta hostilidad suele disfrazarse muchas veces de fervor religioso. El hombre incrédulo tiende a crearse una especie de Dios domesticado; un Dios que se acomode a su estilo de vida. Un ser supremo y poderoso al que pueda acudir en tiempos de necesidad. Una especie de psiquiatra todopoderoso y genio de la lámpara de Aladino todo en uno. Pero no un Dios que te confronte y te condene por tu pecado. No, ese no es el Dios que yo quiero. Y como la mayoría de las personas no tienen problemas con esa deidad que ellos han fabricado en su imaginación, ellos no pueden aceptar que sean enemigos de Dios.
¿Ven el punto? «No, yo amo a Dios». Pero ¿a cuál Dios? Porque Pablo no está hablando aquí de un Dios imaginario. Pablo está hablando aquí de el único Dios vivo y verdadero, que se revela en la Biblia. Un Dios que solo trata con el hombre a través de un mediador, nuestro bendito Señor y salvador Jesucristo. Es de ese Dios que estamos hablando. Y ese Dios de la Escritura es un problema para el hombre en su estado natural no regenerado, porque atenta contra nuestras pretensiones divinas.
Tú y yo queremos ser Dios. Si nosotros pudiéramos cambiar la oración del Padre Nuestro, diríamos: «Porque nuestro es el reino, el poder y la gloria por los siglos, amén». Queremos controlarlo todo, y no me apedreen, pero a las mujeres les encanta controlar todo. Bueno, esa era tu condición y la mía la mía también, antes de venir a Cristo. Éramos extraños, éramos enemigos, y Pablo dice en el versículo 21: «haciendo malas obras»; haciendo malas obras.
Esa hostilidad contra Dios producía una vida de rebeldía y desobediencia. Y déjenme decirles algo, mis queridas hermanas. No hay que ser un asesino, no hay que ser una adúltera, no hay que ser una ladrona… para estar en esta condición, para caer en esta categoría, no. Un montón de personas decentes están incluidas aquí, porque todo aquello que no se hace para la gloria de Dios, según el parámetro de Su voluntad, es una mala obra, en el más preciso sentido de ese término.
El bien que tú haces que no es para la gloria de Dios es una mala obra. Mis hermanas, el más grande pecado del hombre es violar el más grande de los mandamientos. Y ¿cuál es el más grande de los mandamientos? «Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas»; y eso no lo obedece nadie ni por un segundo. Y el otro, es «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Hacemos malas obras, vivimos para nosotros mismos, vivimos para nuestra propia gloria, vivimos para nuestro propio placer. Bueno mis hermanas, vivir arraigadas en el evangelio es aceptar como buena y válida esta descripción de Pablo, acerca de nuestra condición antes de venir a Cristo. En otras palabras, mis hermanas amadas, lo que Pablo está diciendo en este texto, es que tú y yo éramos mil veces peores de lo que tú crees.
Tú eras mil veces peor de lo que crees. Oye, me trajeron a este hombre de República Dominicana para afectar mi autoestima. Esto está afectando mi autoestima. ¡Qué bueno!, porque esa es la idea. No podemos decir que hemos creído en el evangelio, no podemos decir que estamos arraigadas en el evangelio, sin estar previamente convencidas de lo que el evangelio dice acerca de nuestro pasado sin Cristo.
Lo sorprendente es que muchos de nosotros ahora que somos creyentes, actuamos y reaccionamos como si nunca hubiéramos estado en esa condición. «Ay Señor, Tú sabes que yo soy un gusano…», pero ¡ay del que me trate como un gusano! Entonces, por eso les decía que el problema es la sinapsis. La sinapsis son las conexiones neuronales; nosotros no conectamos los puntos de lo que decimos creer con la forma como reaccionamos. Es por eso que nos ofendemos tan fácilmente. Es por eso que se nos hace tan difícil perdonar. Es por eso que tenemos tanto problema con la amargura. Es por eso que tenemos tanto problema con el descontento, porque en el fondo de nuestro corazón, tú y yo creemos merecer más, y eso es contrario al evangelio.
Pero el creyente que vive arraigado en el evangelio, nunca deja de asombrarse y de sorprenderse por la gracia de Dios en Cristo. No se sienten merecedores de todo el bien que reciben de la mano de Dios y de los hombres. Por eso los que viven arraigados en el evangelio son personas agradecidas. Yo creo que ese era el secreto de Pablo. Pablo nunca olvidó que él era un perseguidor; nunca lo olvidó. Lo dice varias veces en varias de sus cartas. «Yo soy un abortivo, yo soy menos que el más pequeño de todos los santos porque yo perseguí a la iglesia de Jesucristo».
Pablo vivía sobrecogido por el evangelio. Pablo no podía entender cómo Jesús pensó en él para hacerlo uno de sus apóstoles. Esta terrible condición que Pablo describe aquí no tiene como propósito aplastarte bajo el peso de tu miseria anterior. No, es resaltar la gran obra de reconciliación que Dios llevó a cabo a través de la encarnación, muerte, resurrección y ascensión de nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo. Ese es el propósito.
Han visto esos anuncios, «aquí estoy yo con, qué sé yo, cuántos kilos de más, y aquí estoy yo con tantos kilos de menos, ahora que hice el tratamiento en el gimnasio, no sé cuánto». Bueno lo que Pablo está haciendo aquí es presentándonos las dos fotografías. Eso es lo que tú eras sin Cristo; veamos ahora lo que tú eres en Cristo. Vivir arraigadas en el evangelio es creer lo que el evangelio dice acerca de nuestro presente en Cristo. Vivir arraigadas en el evangelio es creer lo que el evangelio dice acerca de nuestro presente en Cristo. Vean el versículo 21 otra vez: «y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestras mentes haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado». Gloria al Señor. «Ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne por medio de su muerte». Necesitábamos ser reconciliados con Dios pero ese cambio de relación no era nada sencillo.
Por un lado, la justicia perfecta de Dios tenía que ser satisfecha, y por el otro, tú y yo teníamos que ser transformados. Nuestra disposición de corazón hacia Dios tenía que ser cambiada, de hostilidad a admiración; de rebeldía a sumisión; de enemistad en amor. Dios tenía que cambiar nuestro corazón de piedra, y transformarlo en un corazón de carne; y eso es precisamente lo que Cristo llevó a cabo a nuestro favor en la cruz del calvario.
Pablo dice que fuimos reconciliados en Su cuerpo de carne por medio de Su muerte. No era suficiente que Jesús se hiciera hombre, no era suficiente que viviera una vida perfecta. Jesús tenía que morir, morir en nuestro lugar. Él asumió una naturaleza humana, semejante en todo a la nuestra, pero sin pecado; para llevar a cabo la obra de reconciliación en Su cuerpo de carne, al morir por nosotros en la cruz.
Imagínate por un momento, que Dios emitiera una factura por pagar por cada pecado que tú cometas. Una factura por cada pecado. Por cada mal pensamiento una factura. Envidia, otra factura. Descontento, otra factura. ¡Chisme!, otra factura. Por cada enojo pecaminoso, por cada mirada inconveniente, por los pecados de comisión pero también por los pecados de omisión. Miren, las facturas se amontonarían todos los días. Lo que Pablo está diciendo es que Cristo se hizo hombre, Él vivió una vida de perfecta obediencia a la voluntad del Padre, desde la cuna hasta la tumba, y luego murió en una cruz siendo inocente, para pagar de una vez por todas, todas esas facturas.
Consumado es, la deuda está saldada; ya nosotros no tenemos cuentas pendientes con la justicia de Dios. La deuda fue saldada. Pero no solo eso, mis hermanas, Él hizo posible la transformación de nuestros corazones, enviando a nuestras vidas Su Santo Espíritu para cambiar nuestra rebeldía en obediencia, para cambiar nuestra hostilidad en amor, para cambiar nuestro prejuicio contra Dios en adoración y admiración.
Eso es lo que implica ser reconciliados. Su justicia perfecta quedó satisfecha, y nuestro corazón fue transformado. He ahí las dos fotografías, una al lado de la otra. Nuestra foto antes de venir a Cristo, nuestra foto ahora que estamos en Cristo. Dios obró en nosotros un glorioso intercambio. Dios obró en nosotros un cambio extraordinario. No fue de gordo a flaco, fue de la ceguera a la visión, de la muerte a la vida, fue de la enemistad a la adoración.
Vivir arraigadas en el evangelio, mis amadas, mis queridas hermanas aquí en México, vivir arraigadas en el evangelio es vivir con la conciencia de que ya Dios hizo eso. Solo por gracia, solo por Cristo, solo por medio de la fe. Es aceptar el testimonio de la Biblia de que ¡ya no hay condenación para aquellos que están en Cristo Jesús!
Patricia: Has estado escuchando al pastor Sugel Michelén, pastor de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en Santo Domingo, República Dominicana. Él nos ha estado hablando acerca de lo que significa permanecer arraigadas en el evangelio. Y tú, ¿vives agradecida por el cambio tan maravilloso que Dios ha obrado en tu vida por el poder del evangelio?
Quizás has vivido atada a una mentira que has creído acerca de tu pasado, o no has vivido en la plenitud de la reconciliación que Dios ha obrado a tu favor. Hoy, te animo a abrazar por la fe lo que la buena noticia del evangelio te dice acerca de tu condición. Y mañana, asegúrate de acompañarnos para escuchar la conclusión del mensaje de hoy. ¿Cuándo fue la última vez que meditaste en lo que tuvo que suceder para que pudieras ser reconciliada con tu Padre celestial?
Sugel: «Al que no conoció pecado por nosotros Dios lo hizo pecado para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él». Tú y yo tenemos en nuestra cuenta nada más y nada menos que la justicia perfecta de Dios porque estamos en Cristo.
Patricia: Escucha más acerca de esto mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Annamarie: Arraigadas en la Palabra de Dios juntas, Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth es un ministerio de alcance de Life Action Ministries.
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