Ama a tu hijo pródigo
Annamarie Sauter: Sabes, la gracia de Dios es para pecadores. Angela Yuan nos recuerda esto.
Angela Yuan: Toda mi vida pretendí que era una buena persona. Era una madre perfecta. Una esposa perfecta. Era injusto cómo me trataba mi esposo, cómo me trataban mis hijos, porque yo era tan buena, hasta que me di cuenta de que era pecadora. Esa experiencia fue sencillamente increíble. No sé ni cómo describir este momento.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana nos encontramos en la serie titulada, Desde un país lejano. Si tienes niños pequeños cerca te recordamos distraer su atención ya que el contenido de esta serie es para adultos. Esta se basa en un libro titulado, Ya no vivo yo.
Christopher Yuan: Yo realmente nunca sentí que encajaba porque era asiático, era sensible. Yo amaba la música, …
Annamarie Sauter: Sabes, la gracia de Dios es para pecadores. Angela Yuan nos recuerda esto.
Angela Yuan: Toda mi vida pretendí que era una buena persona. Era una madre perfecta. Una esposa perfecta. Era injusto cómo me trataba mi esposo, cómo me trataban mis hijos, porque yo era tan buena, hasta que me di cuenta de que era pecadora. Esa experiencia fue sencillamente increíble. No sé ni cómo describir este momento.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín.
Esta semana nos encontramos en la serie titulada, Desde un país lejano. Si tienes niños pequeños cerca te recordamos distraer su atención ya que el contenido de esta serie es para adultos. Esta se basa en un libro titulado, Ya no vivo yo.
Christopher Yuan: Yo realmente nunca sentí que encajaba porque era asiático, era sensible. Yo amaba la música, las artes, y era terrible en los deportes. Así que en casi todos los sentidos no encajaba con los niños americanos que jugaban y se revolcaban en el patio.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Y ¿se burlaban de ti por ser diferente?
Christopher: Sí, pero no solo se burlaban de mí por ser diferente, por ser asiático, sino también por ser pequeño y porque la gente me llamaría afeminado. Yo creo que las cosas habrían cambiado significativamente si yo no hubiera sido expuesto a la pornografía a tan temprana edad.No quiere decir que no hubiera luchado, que no hubiera tenido estos sentimientos, pero con seguridad no habría sido a tan corta edad.
Mi mamá me había dado un ultimátum. Ella me dijo «debes escoger entre la familia o la homosexualidad». Así que pensé, «bueno, si no pueden aceptarme, entonces yo no tengo más opción que irme». Y simplemente eso devastó a mi madre.
Ángela: Me dejó simplemente desesperanzada. Después de que me levanté del piso, ya era de noche porque estábamos cenando. Y naturalmente, no pude dormir. Sentí que este era el fin de mi vida, porque no había nada que me hiciera querer permanecer en la tierra.
Annamarie: Aquí está Nancy con la continuación de esta conversación.
Nancy: Si no escuchaste Aviva Nuestros Corazones ayer, quiero animarte a que vayas a nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com y escuches el audio o leas la transcripción del programa, porque iniciamos una historia que continuaremos hoy y quisiera que estés enterada del contexto.
Estamos hablando esta semana con Christopher Yuan. Él es un autor. Es un orador. Y oirás mucho más sobre eso en los próximos días. También estamos hablando con su mamá, Ángela Yuan, quienes están con nosotros en el estudio hoy. Christopher y Ángela, bienvenidos a Aviva Nuestros Corazones.
Christopher: Gracias, Nancy.
Ángela Yuan: Ay muchas gracias.
Nancy: Muchísimas gracias por estar dispuestos a compartir su historia. Has escrito tu historia en un libro que sé que muchos de nuestros oyentes adquirirán.
Y en este caso, no hubo solo un hijo pródigo, también hubo una mamá pródiga. Pero como el padre de ese hijo pródigo en el Nuevo Testamento, quien anhelaba que su hijo regresara y lo recibió con los brazos abiertos en celebración cuando el hijo regresó, nosotros tenemos un Padre celestial que nos busca, que espera que los pródigos regresen a casa, y quien, como escuchamos en tu historia, orquesta las circunstancias, providencialmente, para traernos de regreso a Él.
Christopher: Y nos trae.
Nancy: Así que esta historia es una imagen preciosa del amor de Dios que nos persigue. Algunos han llamado a Dios El Sabueso de los cielos. Y me encanta esa frase. Y Dios ciertamente fue El Sabueso de los cielos en sus vidas.
El subtítulo del libro habla un poco más sobre tu historia: El viaje de un hijo homosexual hacia Dios, y la búsqueda de esperanza de una madre quebrantada. Sé que tenemos muchos oyentes que están en algún punto de ese viaje, quienes quizás están quebrantados, buscando esperanza, o que tienen un hijo, una hija, un nieto, un compañero o un amigo querido que está en ese país lejano. Y creo que vas a encontrar mucho ánimo y mucha esperanza en esta historia.
Ahora, ayer dejamos la historia donde tú estabas sentada, Ángela, en una mesa de comedor. Christopher llegó a casa de la escuela dental en Louisville, Kentucky. Tú estás en Chicago, y él dice esas dos fatídicas palabras, «soy homosexual», que pusieron de cabeza tu mundo, Ángela.
Compartiste con nosotros un poco sobre cómo tu matrimonio ya estaba pendiendo de un hilo. Tú no conocías al Señor. Tu esposo tampoco conocía al Señor. Tus hijos no conocían al Señor. Veintiocho años de matrimonio y estabas buscando el divorcio. Pero tus problemas con la soledad y con el vacío y la desesperación, realmente comenzaron cuando eras mucho más joven, porque no habías conocido una familia que funcionara como una familia cuando estabas creciendo en Taiwán.
Ángela: Sí Nancy. Cuando era chica mi papá era un marinero, así que él estaba fuera del país la mayor parte del tiempo. Probablemente veía a mi papá dos veces al año. Y desafortunadamente, mi mamá era una mujer de carrera. Su búsqueda era ser política.
De hecho ella era una mujer anciana en Tíbet, Taiwán, así que estaba fuera todo el tiempo. Yo fui criada por niñeras. Me moría por tener a mis padres en casa. Recuerdo que a media noche yo lloraba, «yo quiero a mi mamá, yo quiero a mi papi».
Esa soledad simplemente la acarreé a mi matrimonio, esa necesidad de tener a alguien. Necesitaba a alguien que me hiciera feliz. Primero pensé que mi esposo me haría feliz. Después me di cuenta que mi esposo era más leal a sus padres, a mis suegros. Sentí que yo no era importante. Era una extraña para él después que nos casamos.
Y luego pensé, «ok, tengo mis dos hijos». Así que me aferré a mis hijos. Creo que querer tener esa familia feliz, ese deseo de pertenecer a una familia feliz, ayudó. Pero, mirando atrás, me volví controladora. «Quiero que tú me complazcas. Quiero que tú me hagas esto. Quiero que me digas esto».
Mirando atrás, no tenía al Señor, así que todo mi foco eran mi esposo y mis hijos.
Nancy: Y, Christopher, ¿tú sentiste, cuando adolescente, y como hombre joven, la sensación de estar atado a las faldas de tu mamá? ¿Eso formaba parte de la estructura de tu vida?
Christopher: Bueno, yo definitivamente podía ver la tensión entre mis padres. Y quiero decir que, mientras crecía, no recuerdo un solo día que pasara sin que hubiera una discusión, argumentos. Creo que, desafortunadamente, en ambos casos, mis padres no tenían buenos modelos a seguir de cómo ser buenos padres, y de cómo ser un esposo y una esposa cariñosos, ser esa unión en una sola carne como lo podemos leer en las Escrituras.
Así que ellos llegaron al matrimonio con altas expectativas. Y cuando iniciaron el matrimonio, de verdad no era lo que ellos esperaban. Así que había mucha tensión. O sea, ellos se peleaban por cosas insignificantes como la pasta dental, o cualquier cosa.
Como niño no veía mi casa como un lugar seguro. Veía la casa más como un lugar de tensión. Y yo entiendo, que como adultos, siempre necesitamos estar conscientes de nuestros hijos. «¿Es éste un lugar donde los niños pueden venir y sentir como un refugio, un lugar para descansar, un lugar donde encuentran consuelo?»
Todos somos imperfectos. Así que no estoy hablando de tener un lugar perfecto, pero aún en medio de nuestras diferencias, debe ser posible propiciar ese lugar de amor, porque creo que eso es el amor verdadero. De manera que, sí, yo sentía mucha tensión.
En este libro yo soy el pródigo, pero mientras crecía, era de hecho el hijo bueno. Mi hermano era el que se comportaba más como un rebelde.
Nancy: Él era distinto.
Christopher: Sí, sí, sí. En el bachillerato él era el popular, el que salía con amigos y cosas así. Yo siempre era el hijo bueno que se quedaba en la casa. Pero sentía esa tensión. Así que aunque las personas pudieran decir, «oh, tú estabas atado a las faldas de tu mamá» sentía que esa era mi forma de llamar la atención; el ser bueno y recibir los elogios de mi padre y especialmente el elogio de mi madre.
Nancy: Cuando tú decidiste –y nuestros oyentes deben escuchar el programa de ayer si no tuvieron la oportunidad de oír esta parte– pero luego de exponerte a la pornografía cuando eras niño, y cuando comenzaste a luchar con la atracción por el mismo sexo, terminaste estudiando para convertirte en dentista y «saliendo del closet» ante tus amigos. Luego vuelves a tu casa y les dices a tus padres «soy homosexual». En este punto, Ángela, tu mundo se desmorona, porque ahora no tienes nada por lo cual vivir, según tu perspectiva.
Tengamos pendiente, y quiero que nuestros oyentes entiendan que el gran problema era que Cristo no estaba en el panorama, a los ojos de ustedes. Es decir, Él sí lo estaba, pero ustedes aun no lo sabían.
Cuando concluimos ayer, habías ido a un ministro, aunque no tenías ningún trasfondo cristiano; te considerabas una atea. Pero él te dio un pequeño folleto, así que tenías ese panfleto y tu cartera, ¿eso fue todo lo que tomaste?
Ángela: Así mismo fue.
Nancy: Fuiste a la estación del tren, compraste un boleto sin regreso a Louisville porque ibas a decirle adiós a tu hijo antes de quitarte la vida.
Ángela: Así mismo.
Nancy: ¿Y ni siquiera le dijiste a tu esposo que te ibas?
Ángela: No. Yo no pensé que a él le importaba, así que no tenía sentido decirle. Así que me fui para Louisville. En el tren, estaba leyendo ese pequeño panfleto. Y mirando atrás, creo que Dios es simplemente maravilloso. Él no me dio un libro porque a mí no me gusta leer. Si Él me hubiera dado un libro, probablemente no lo hubiese leído. Así que me dio lo suficiente –como veinte páginas– suficiente para que yo entendiera lo que estaba pasando.
Recuerdo que estaba sosteniendo ese panfleto en el tren, y comencé a leerlo. Luego de leer aquél panfleto, fue la primera vez que entendí el amor incondicional. Creía que amaba a mis hijos, que amaba a mi esposo, pero no era así realmente. Entendí lo que es el amor de Dios. Es incondicional, sin importar nada…
Nancy: Así que el panfleto hablaba sobre el amor de Dios por nosotros.
Ángela: Sí. Aunque el panfleto hablaba sobre la homosexualidad, mostraba cómo Dios ama aún a los homosexuales, e incluso me amaba a mí, como pecadora.
Antes, no me daba cuenta de que era pecadora, pero en el tren pensé, «¿soy una pecadora? Aun si soy una pecadora, ¿Dios puede amarme?» Eso sencillamente me asombró. Escuché a alguien decir que amamos al pecador pero odiamos el pecado. Oía eso pero nunca lo entendía. Pero ese día, de alguna manera, creo que el Espíritu Santo abrió mi mente. Entendí lo que realmente significa. Uno puede amar al pecador aunque sea pecador.
Nancy: Así que cuando iniciaste ese viaje en tren, no tenías idea de que era posible amar a Christopher cuando él vivía su vida homosexual, ¿cierto?
Ángela: Sí. Antes, no pensaba que podía amarlo porque él me había dicho que era homosexual. Pero en ese viaje en el tren estaba pensando, «yo debería amar a mi hijo aunque él diga que es gay».
Nancy: Y parte de ese viaje fue también reconocer y entender que Dios también te amaba a ti. Ese también era un entendimiento nuevo, ¿no es así?
Ángela: Sí. Sí, así mismo es. Una cosa es, «Dios me puede amar aunque yo sea pecadora», y la segunda era que era la primera vez que «veía» la naturaleza. Era tan hermosa. El viaje en tren fue durante la primavera; era mayo. Verás, antes de eso, no prestaba atención. Fue tan asombroso. No había notado la belleza de la naturaleza. Pero durante ese viaje en tren, miré por la ventana. No veía nada, solo lo verde –estaba comenzando a florecer– solo veía el sol brillando sobre el verde. Estaba mirando por la ventana.
En ese tiempo no tenía una Biblia. Pero ahora me doy cuenta que es por eso que en la Biblia dice que desde la creación del mundo, las cualidades invisibles de Dios, su eterno poder y deidad se han hecho claramente visibles a través de las cosas hechas y por eso los hombres no tienen excusa. Como dice en Romanos 1:20. Eso describe como me sentí en ese momento. Cuando veía aquello pensaba, «debe haber un Dios». Eso fue lo que vino a mi mente.
Nancy: Así que comenzaste ese viaje en tren intentando quitarte la vida, y en cierta forma, a medida que te encontrabas con Cristo, estabas recibiendo una vida completamente nueva.
Ángela: Exactamente. En ese tiempo experimenté a Dios.
Nancy: Por primera vez.
Ángela: La primera vez. Y de alguna manera incluso sentí una vocecita que me decía, «tú me perteneces». Algunos probablemente no pueden creer que así me sentí. Evidentemente, yo estaba queriendo pertenecer a alguien.
Nancy: Durante toda tu vida.
Ángela: Toda mi vida deseé pertenecer a mis padres, pero ellos no estaban allí. Siempre me sentía tan sola. Y luego cuando me casé, pensé que él me amaría, y que podía pertenecerle. Pero luego me di cuenta, «no, él ama a otras personas más de lo que él me ama a mí» –esos eran sus padres. Pero mirando hacia atrás, fue mi egoísmo. Yo no debería esperar que alguien me amara solamente a mí. Fue mi egoísmo. Yo quería que mis padres solo me pusieran atención a mí. Quería que mi esposo solo me pusiera atención a mí.
Pero luego dije, «ok, mi esposo no me ama, así que voy a ir a mis hijos». Y luego sentí que mis hijos debían pertenecerme o que yo debería pertenecerles a ellos. Pero luego vi que ellos se rebelaron. Así que eso fue lo que causó mi desesperanza.
Y luego finalmente me percaté, «wow, Dios me dijo que yo le pertenezco a Él». Eso fue una realidad nueva para mí.
Nancy: Amén. Yo sé que hay personas escuchando tu historia hoy, que se sienten muy desesperanzadas, como que no le pertenecen a nadie, y no sienten el amor que uno busca de la familia, de los padres, los hijos, los esposos. Tal vez Dios está usando lo que tú dices hoy para recordarles, o para decirles por primera vez, Dios te ama, y tú puedes pertenecerle a Él. Puedes tener una relación con Él.
Creo que en la vida, todas esas decepciones y anhelos insatisfechos están supuestos a apuntarnos hacia Cristo, quien es el único que verdaderamente puede llenar los anhelos más profundos de nuestro corazón. Así que al mirar atrás, esas desilusiones y deseos fueron una bendición porque te llevaron a buscar al Señor en una forma que de otra manera no lo hubieses hecho. Si las cosas en este mundo, si todas las relaciones pudieran satisfacernos perfectamente, plenamente, probablemente no clamaríamos al Señor o no nos volveríamos desesperados por Él.
Ángela: Exactamente.
Nancy: Así que estabas en un proceso de renacer espiritual a medida que avanzabas en ese tren.
Ángela: Así mismo fue.
Nancy: Ahora, cuando te montaste en aquél tren, ibas a decirle «adiós». Ibas a terminar con tu vida.
Ángela: Sí.
Nancy: Pero cuando llegaste a Louisville, estabas en el proceso de nacer de nuevo, de recibir una nueva vida. Christopher, ¿recuerdas cuando tu mamá vino a verte a Louisville? ¿Qué pasó allí?
Christopher: Lo recuerdo perfectamente. Y no me estaba esperando eso para nada. Ella se apareció en la escuela dental y pensé, «¿qué estás haciendo aquí?» Porque en mi mente pensaba, «finalmente me separé de mi familia, no los necesito. Yo tengo mi propia familia».
Nancy: ¿Eso fue solo días después de aquella conversación en el comedor?
Christopher: Fue solo algunos días después, y en un sentido, cuando regresaba a Louisville, sentí la libertad. Sentí que podía comenzar esta nueva vida dejando atrás la carga de mis padres. Así que cuando mi mamá se presentó a la escuela en Louisville, fue como, «¿qué estás haciendo de regreso en mi vida? Yo te quería fuera».
Pero en mi mente, pensé, fue mi mamá que se sacó a ella misma de mi vida porque no me aceptaba, así que lo justificaba. No fue lo que yo quería ni lo que yo esperaba. Ella vino a mí y me dijo, «te amo».
Nancy: Que realmente no era la respuesta que esperabas.
Christopher: No, no, no. Eso era exactamente lo opuesto a lo que yo quería porque no se correspondía con lo que todos mis amigos me decían. Pero pensé, «ok, ¿y qué importa? Yo voy a continuar haciendo esto y eso no va a cambiar la forma en que yo voy a actuar o vivir».
Bueno, mi mamá terminó de hablar, ella no quería regresar a Chicago por la relación rota con mi papá. Así que mi mamá se quedó en Louisville, y yo continué haciendo lo mío. Mi mamá se quedó por 6 semanas y fue discipulada por otra señora. Yo sabía que estaba pasando algo, pero pensé, «bueno, tal vez mi mamá solo está haciendo alguna locura ahora; que ella haga lo que quiera, yo voy a seguir viviendo de la forma en como yo estoy viviendo».
Nancy: Y mientras tanto, tú estás en el proceso de… Dios te está dando vida, atrayéndote a Él.
Ángela: Así es.
Nancy: ¿Y encontraste una mujer que te ayudó a entrar en la Palabra?
Ángela: Sí.
Nancy: Y ¿cómo obtuviste esa primera Biblia?
Ángela: Déjame devolverme un poquito. Es increíble como Dios me preparó para darme cuenta, primero que Dios existe, y luego Dios me preparó para decir lo que no estaba preparada para decir, «te amo Christopher». Antes de subirme al tren, solo iba a decir, «adiós, esta es la última vez».
Nancy: Así que Dios cambió ese libreto.
Ángela: Exactamente. Mirando atrás, luego de que pude reconocer ese amor incondicional de Dios, cuando vi a Christopher, realmente tenía ese amor. «Te amo».
Nancy: Ese es el amor de Dios.
Christopher: Amén.
Ángela: Es el amor de Dios. «Aunque me dijiste que eres gay, y aunque elegiste lo que yo no creo que debes hacer, todavía te amo». Pero no tenía ese sentimiento antes de montarme en el tren.
Nancy: Tú realmente no podías expresar ese tipo de amor hacia él.
Ángela: No podía.
Nancy: Hasta que recibiste el amor de Dios por ti.
Ángela: Exacto, Nancy. Eso sucedió en ese viaje en tren. Todavía recuerdo vívidamente cómo cambié completamente en mi interior. Antes, no podía decir, «te amo» pero cuando dije ese «te amo», fue realmente de lo que yo recibí de Dios.
Nancy: Sobrenatural.
Ángela: Amor incondicional y sobrenatural. «No importa lo que escojas, aunque no esté de acuerdo, pero todavía te amo». No había forma en que pudiera hacer eso antes.
Nancy: Ese es un punto tan importante, porque sé que tenemos oyentes, y he hablado con algunos a través de los años, que están batallando con la forma de relacionarse con un hijo pródigo en distintos estilos de vida, o es un esposo pródigo o un amigo querido que se ha desviado por un camino equivocado. Y es realmente imposible expresar amor incondicional si nosotras mismas no lo hemos recibido primero de Dios. Si no nos hemos visto como pecadoras que Dios ha amado por Su misericordia y por Su gracia, no tenemos amor disponible para dar a otros.
Y sé que hay oyentes que ahora mismo están luchando con, «¿cómo puedo amar a este hijo, a esta hija o a esta otra persona que está viviendo este tipo de vida o este estilo de vida –independientemente de cuál sea esa vida? Y creo que lo que estás resaltando aquí, Ángela, es que primero debes verte como un pecador, como una pecadora que no merece el amor de Dios pero que Dios ha amado por Su gracia y por Su misericordia. Y que cuando recibes eso, entonces puedes ser un canal para extender ese amor a una persona que está haciendo cosas que no son dignas de ese amor.
Ángela: Sí. Últimamente, Dios me ha mostrado de forma específica las áreas de pecado. Verás, en ese tren, yo inicié con un pensamiento de, «oh, tal vez soy pecadora» pero increíblemente, cuando me bajé del tren, ese fue otro momento esclarecedor en mí caminar espiritual. Me percaté de que realmente era pecadora. De forma sorprendente, cuando me enteré de que era pecadora, estaba contenta. Estaba tan alegre. Era pecadora, así que yo no tenía que pretender más.
Toda mi vida pretendí que era una buena persona. Era una madre perfecta. Una esposa perfecta. Era injusto como me trataba mi esposo, como me trataban mis hijos, porque yo era tan buena, hasta que me di cuenta de que era pecadora. Esa experiencia fue sencillamente increíble. No sé ni cómo describir ese momento.
Nancy: Hay algo muy liberador en no tener que pretender que somos perfectas cuando no lo somos.
Ángela: Así mismo es.
Nancy: Y vernos como Dios nos ve, ser honestas delante de Él sobre las tinieblas y la oscuridad en nuestro propio corazón, y darnos cuenta de que hay gracia para los pecadores.
Y es interesante, tú estabas preparándote para tratar con un hijo que te acababa de decir, «soy gay», pero Dios estaba poniendo el foco sobre tu corazón, no en el pecado de él, sino en tu propio pecado, que en comparación con el de él, no parecía tan malo.
Ángela: Así es.
Nancy: Pero Dios te estaba trayendo convicción de que tú eras la que necesitabas un Salvador, que era el punto de partida para Dios poder usarte, y ser un instrumento de sanación en la vida de Christopher.
Ángela: Sí.
Nancy: Una vez más, nos hemos quedado sin tiempo en este programa pero continuaremos con la historia. Y puedes ver destellos de gracia, destellos de Dios. Así que espero que nuestros oyentes nos sintonicen de nuevo cuando regresemos con el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones.
Mientras tanto, te animamos a compartir este mensaje con otros que tengan luchas semejantes a la de Ángela. Envíales el enlace del audio de este programa y sé un canal de bendición para otros.
Puede que no tengas un hijo homosexual. Puede que no estés manejando una situación que sea similar a la de ellos. Puede que sí, aunque tu situación sea algo diferente. Pero tu corazón se conmoverá como le sucedió al mío cuando leí este libro por primera vez –solo al ver el poder del amor y la gracia de Dios y la forma como Él escribe nuestras historias para glorificarse a Sí mismo.
Annamarie: Te recuerdo que el libro escrito por Christopher y Angela Yuan se titula, Ya no vivo yo. Y el subtítulo es, La travesía de un hijo homosexual a Dios. La búsqueda de esperanza de una madre quebrantada. En la transcripción de estos episodios tenemos disponible un enlace para que puedas adquirirlo.
Nancy: Mientras tanto, asegúrate de acompañarnos en el próximo programa de Aviva Nuestros Corazones mientras continuamos escuchando como esta historia de increíble gracia, se desarrolla en la vida de Ángela y de su hijo Christopher.
Ángela: Le dije al decano, «no es tan importante que Christopher sea dentista, lo que es realmente importante es que se haga un seguidor de Cristo».
Christopher: Yo no podía creer lo que escuchaba…
Nancy: Qué pensaste cuando escuchaste a tu madre decir eso…pensabas que ella venía en tu defensa?
Christopher: En realidad yo estaba furioso, no era lo que esperaba que ella dijera. Los padres le dirían a la universidad, «ustedes no pueden expulsar a mi hijo», y yo continuaría y me graduaría, pero es increíble cómo Dios utiliza las dificultades y las circunstancias difíciles para traernos hacia Él…pero en ese momento yo no podía verlo así.
Annamarie: Te esperamos para la continuación de esta historia.
Llamándote a orar por un derramamiento del Espíritu de Dios en tu familia, en tu iglesia y en el mundo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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