Alfa & Omega
Débora: ¿Es posible creer en el cristianismo sin creer en la crucifixión histórica? Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay manera en que puedas ser librada del dominio, del poder de tu pecado, de su influencia controladora en tu vida, excepto por el derramamiento de la sangre de Cristo en el calvario. Un cristianismo sin cruz no es cristianismo en absoluto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 3 de mayo de 2023.
Jesús viene pronto. Algunas de nosotras hemos escuchado esto toda la vida, tanto así que ya suena como un cliché; pero la cercanía del regreso de Cristo es todo menos una rutina. Es un hecho que puede afectar profundamente la manera en que vives hoy. Ayer Nancy inició una serie titulada Una visión del Cristo glorificado. Es la primera de varias series …
Débora: ¿Es posible creer en el cristianismo sin creer en la crucifixión histórica? Con nosotras, Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No hay manera en que puedas ser librada del dominio, del poder de tu pecado, de su influencia controladora en tu vida, excepto por el derramamiento de la sangre de Cristo en el calvario. Un cristianismo sin cruz no es cristianismo en absoluto.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy es 3 de mayo de 2023.
Jesús viene pronto. Algunas de nosotras hemos escuchado esto toda la vida, tanto así que ya suena como un cliché; pero la cercanía del regreso de Cristo es todo menos una rutina. Es un hecho que puede afectar profundamente la manera en que vives hoy. Ayer Nancy inició una serie titulada Una visión del Cristo glorificado. Es la primera de varias series que escucharemos durante las próximas semanas basada en las cartas a las iglesias en el libro de Apocalipsis.
Aquí está Nancy con nosotras.
Nancy: La sesión pasada empezamos viendo el prólogo, los primeros tres versículos de Apocalipsis capítulo 1, permítanme repasarlo. Estoy leyendo a partir del versículo uno: «La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, el cual dio testimonio de la Palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio. Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas en ella, porque el tiempo está cerca» (vv.1-3).
Ahora, antes de ir al versículo cuatro, en la sesión pasada no me alcanzó el tiempo para llegar a la última frase del versículo 3. Es una frase muy importante. Es un tema que se menciona en todo el libro de Apocalipsis: «El tiempo está cerca».
Leemos en el versículo que dice que «las cosas que deben suceder pronto». Verás diez veces esta palabra pronto o cerca, si las conté correctamente, en el libro de Apocalipsis. Porque hay una cierta urgencia acerca de esta revelación de Jesucristo.
Y esto es importante porque a veces pensamos, cuando se nos dice algo acerca de una revelación, que va a pasar en décadas o en cientos de años o tal vez en milenios. Nadie en realidad vive pensando que esa revelación va a suceder pronto, o vivimos pensando que no hay un sentido de urgencia para esto.
Pero Dios habló a través de su ángel y de su siervo Juan para que hablase a las iglesias del primer siglo, diciéndoles que estas cosas pasarían pronto. Que el tiempo se acerca.
Ahora, obviamente, la idea de Dios de cerca es un poco diferente a nuestra idea de cerca; pero sí existe el sentir de urgencia en lo que leemos. Vemos este concepto a través de todo el Nuevo Testamento. Permíteme leerte algunos versículos que ilustran esto.
Romanos capítulo 13 los versículos 11 y 12:
«Y haced todo esto, conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando creímos. La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Por tanto, desechemos las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz».
Hebreos capítulo 10 los versículos 24-25:
«Y consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras,no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el Día, con D mayúscula, se acerca».
Santiago capítulo 5 versículos 7-9:
Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del Señor…fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca. Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis juzgados; mirad, el Juez está a las puertas». (Llegó quien esperábamos) El timbre está sonando. El tiempo está cerca. El tiempo del regreso de Cristo está al doblar de la esquina, está en los tiempos de Dios, en Su poder.
1 Pedro 4 versículo 7:
«Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de espíritu sobrio para la oración».
En cada una de estas ocasiones habla de que el tiempo está cerca, de que el día se aproxima, de que la venida de Cristo está a la vuelta de la esquina. Existe un «¿y eso qué?» a esto. El «¿y eso qué?» es que tienes que vivir con un sentido de expectación, debemos vivir con un sentido de urgencia.
Esto debe afectar la manera en que vivimos el hoy y el ahora. Vive en preparación. Vive en un estado de prontitud. No querrás que te tomen por sorpresa. Hemos sido retadas a enfrentar cada día con una perspectiva eterna.
Es importante porque me doy cuenta (no sé si Uds. también se dan cuenta), de que la tentación es distraernos en las actividades diarias, en las responsabilidades, que perdemos el sentido de la brevedad de esta vida y de la cercanía de la venida de Cristo.
Así que el reto de Apocalipsis cuando dice que, «el tiempo está cerca», es a considerar: ¿Cómo debo vivir hoy a la luz de que el tiempo se acerca?
Y las que son mamás, déjenme animarlas a que inculquen en sus hijos el hecho de que no necesariamente tienen toda la vida por delante, y aun si Dios les da una larga vida, nuestro concepto de larga vida, no es la misma medida de Dios.
Así que cuenta tus días, mide tus días. Vive de una manera que agrade a Dios, porque pronto estaremos frente al Señor y daremos cuenta delante de Él.
Ahora, en el versículo 4 nos topamos con un saludo. Dice: «Juan, a las siete iglesias que están en Asia». Juan es el autor de este libro, él fue el instrumento humano a través del cual este libro se escribió, y a quien le fue dado este libro para entregarlo a las iglesias.
Los receptores eran las siete iglesias locales en Asia Menor. Fue mandado por Dios a las iglesias, pero no solo a las iglesias del primer siglo, si no a cada iglesia verdadera en cada tiempo y lugar, y para el pueblo de Dios que era parte de estas comunidades locales.
La iglesia, como dijimos en la sesión pasada, estaba siendo intensamente perseguida. Había odio hacia los cristianos. Eran despreciados por muchos. Y ellos estaban luchando por sobrevivir. Realmente estaban contra la espada y la pared.
La mayoría de las personas que conocieron a Jesús personalmente cuando Él estuvo aquí en la tierra ya habían muerto. Ya no existían, muchos de ellos murieron como mártires por su fe.
Así que aquí tienes aquí al final del primer siglo lo que sería una receta para la duda, para el miedo, para el desaliento, para la apostasía, porque toda la gente que estuvo cerca de Cristo en Su presencia física ya no estaba. Muchos de los creyentes debieron haber estado tentados a tirar la toalla: ¿por qué ir en contra de la cultura? ¿Por qué nadar en contra de la corriente? Solo encajemos con ellos.
Así que este libro de Apocalipsis es un reto para nadar contracorriente, un reto a no desistir, a aferrarnos a todo lo que se nos ha dado a través del evangelio y en Cristo.
Juan escribe esto a las siete iglesias en Asia Menor y continúa en el versículo 4 diciendo: «Gracia a vosotros y paz».
Ahora, cuando escuchas las condiciones de las iglesias de ese tiempo, la cultura, y todo lo que estaba en contra, puedes estar de acuerdo en que definitivamente gracia y paz era exactamente lo que ellas necesitaban. Necesitaban la gracia para seguir, la gracia para soportar, gracia para ser santos en una cultura inmoral. Y necesitaban paz cuando estaban siendo perseguidos, la paz de Dios, paz en sus corazones.
¿Pero cómo encontrarían ellos la gracia y la paz en ese mundo de cabeza en el que vivían? ¿Al igual que cómo encontraremos nosotras gracia y paz en este mundo de cabeza en el que vivimos?
Bueno, gracia y paz para ti «de parte de Él» –viene de una persona– «de aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo» (vv. 4-5).
Esto es lo que Juan les dice a estas iglesias que están contra la espada y la pared, que están batallando por sobrevivir. Él les dice, «gracia a vosotros y paz». ¿Cómo la consigues? Se consigue enfocándose en la realidad y en la existencia de Dios. Vuelve tus ojos hacia Él.
Y aquí vemos una presentación de la Trinidad de Dios. Él es Dios el Padre eternamente existente, el que es ahora, el que era antes en la eternidad pasada, y el que siempre será en la eternidad futura. Ese es Dios el Padre.
Pero después, gracia a vosotros de parte del Espíritu de Dios, «de los siete Espíritus que están delante de su trono». Creo que esta es una ilustración del Espíritu de Dios, el espíritu en Su plenitud, siendo siete el número de perfección, la finalización. El Espíritu de Dios en Su plenitud nos trae a los creyentes gracia y paz.
Después, gracia a vosotros y paz de parte de Jesucristo. Padre, Espíritu e Hijo –en problemas, en necesidades, en tiempos difíciles, es Dios nuestra interminable, e inagotable fuente de gracia y paz.
En el resto del capítulo 1, tenemos un retrato del Cristo ascendido, resucitado, glorificado. ¡Qué privilegio es para nosotras poder meditar en Él! En medio de las circunstancias más difíciles, encontramos gracia y paz al considerar a Cristo, Su nombre, Su carácter, Su obra y Su ministerio a nuestro favor.
Este capítulo es tan rico en garantía para aquellos que ponen su fe en Jesucristo. Esta descripción, al estar meditando en ella y memorizándola –porque la he citado una y otra vez en estos últimos meses– para mí evoca una sensación de asombro y de admiración, pero también nos da consuelo y aliento y paz al saber que este es el Cristo al que adoramos.
Ahora, permíteme decir esto entre paréntesis: para aquellas que no se han arrepentido y que no han puesto su fe en Cristo, para la no creyente esta descripción que vamos a leer debe de evocar terror, porque Él es puro y santo, y es temible y juez salvador –Él es el Salvador de aquellas que se arrepienten, pero Él es el Juez de las que se niegan a arrepentirse.
Así que en el versículo 5 vamos a leer esta descripción de Jesucristo. Vemos tres títulos para Cristo: «Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra».
El testigo fiel. Esa palabra testigo en la raíz en el griego es la palabra que tenemos como mártir. Los mártires. La palabra significa «uno que da testimonio», pero en el primer siglo, muchos quienes dieron testimonio de su fe en Cristo murieron por su fe. Así que estos testigos fueron conocidos como mártires; muchos de los primeros creyentes fueron asesinados por su testimonio.
Jesús fue el primero, el máximo y el principal testigo fiel. Él vino «a dar testimonio de la verdad», leemos en Juan capítulo 18 en el versículo 37 cuando Jesús habló a Pilato. Y le dio un testimonio fiel del evangelio, de quién era Él, de quién era Dios. Y mientras Él estaba en juicio, camino a la cruz, Él fue fiel en Su testimonio.
Nosotras somos llamadas a ser Sus testigos fieles, y creo que parte del punto aquí en Apocalipsis es que Cristo, el testigo fiel, nos permite por Su Espíritu, serle fiel en nuestro testimonio independientemente del costo. Lo que pueda costar en tu familia, lo que sea que cueste en tu trabajo, lo que les está costando a algunos creyentes en el día de hoy en otras partes del mundo que están siendo encarcelados y de hecho están entregando su vida por la fe.
Leí un reportaje esta mañana de unos cuantos creyentes (en realidad no sabemos ni siquiera la cantidad) en Corea del Norte, quienes a través de los años han entregado su vida por la fe. Ahora Dios es el ÚNICO quien a través de Cristo el testigo fiel, nos da la fortaleza y la gracia para ser Sus testigos fieles.
Jesús no solo es «el testigo fiel», «Él es también el primogénito de los muertos». Ahora, unos cuantos, antes del tiempo de Cristo, habían sido resucitados de la muerte, ¿en qué sentido entonces Cristo es «el primogénito de los muertos»?
Bueno, los otros que resucitaron de los muertos habrían sido solamente resucitados para volver a morir, pero Jesús fue el primero en resucitar y nunca más morir. Aquellos que fueron mártires por la fe, estaban siguiendo los pasos de Jesucristo, «el primogénito de los muertos», el primero de muchos. Estos mártires algún día serán resucitados para vivir con Cristo eternamente.
«Él es el primogénito de los muertos», significa que la muerte no tiene más poder sobre Cristo, y significa que en última instancia no tiene poder sobre nosotras o sobre aquellas que amamos a Cristo. Esta es la promesa de la resurrección. Cristo fue levantado de la muerte para nunca más morir, así mismo nosotras seremos levantadas de la muerte, para jamás morir.
Él es nuestro «testigo fiel»; «Él es el primogénito de los muertos»; y Él es el «soberano de los reyes de la tierra». Este es el título clave, creo yo, de Cristo en el libro de Apocalipsis y en toda la Escritura: «el soberano de los reyes de la tierra».
Por años y años, por siglos y milenios, reyes terrenales hicieron lo posible por desaparecer el cristianismo. El emperador Domiciano intentó esto cuando Juan había recibido esta revelación por parte de Cristo. Hay gobernantes en este mundo al día de hoy que están tratando de acabar con el cristianismo, pero todos esos gobernantes, presidentes, primeros ministros, reyes, poderosos, al fin de cuentas están sujetos a Cristo, que es el Rey de reyes y «el soberano de los reyes de la tierra».
Esto nos dice que Cristo reina; que Él gobierna soberanamente sobre todos los reyes terrenales, sobre todos los reinos, los gobernantes y todas las autoridades. Ahora, Él no está ejerciendo Su gobierno a plenitud, pero un día lo hará, y los reyes de la tierra se postrarán delante de Él.
Recuerda esto, cuando veas a los malvados o a los reyes paganos en el trono o en posiciones de gobierno o de liderazgo en nuestra nación o en otros países del mundo. Recuerda que nosotras adoramos al soberano de los reyes de la tierra.
Cada uno de estos nombres, «el testigo fiel, el primogénito de los muertos, el soberano de los reyes de la tierra», debieron animar a los primeros creyentes que sufrían persecución bajo el imperio romano.
En los versículos 5 y 6 tenemos esta doxología. Primero vemos Su obra redentora y el ministerio de Cristo a nuestro favor.
Hemos visto Sus tres títulos, los tres nombres, y luego dice en los versículos 5 y 6: «Al que nos ama», tiempo presente, y luego cambia al tiempo pasado.
«Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén». Es el primero de muchos amenes que encontramos en el libro de Apocalipsis. Amén: «Que así sea. Es cierto. Que así sea».
«Al que nos ama». Jesús dijo a sus discípulos en Juan 15:9: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado».
Si te preguntas si eres amada…puede que estés experimentando un sentido rechazo; puede que lo estés experimentando de parte de tu pareja o de tu hijo(a) o padres, o amigas, o examigas, o un exnovio…pero hay UNO que te ama con un amor eterno, un amor infinito. Como el Padre ha amado a Cristo, así Cristo nos ha amado.
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Cualquier circunstancia, cualquier persona en la vida… Como está escrito: «Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero». Pero en todas estas cosas (en medio de estas cosas) somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
A aquel que nos amó, «…la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén» (1 Pedro 4:11).
Y no solo aquel que nos amó, sino el que «nos libertó de nuestros pecados con Su sangre» (v. 5). Si estás usando la Biblia de las Américas, dice: nos libertó.
Aquel que nos libertó, que nos sacó de la prisión. Nos ha desencadenado. Ha quitado esas cadenas que nos ataban. Él suelta al cautivo. Él nos ha liberado.
¿Qué es lo que nos encadenaba? No eran nuestras circunstancias. No son nuestros suegros, no es nuestra pareja. No son nuestros hijos. No es nuestra salud. No es cualquier otra persona.
Lo que nos mantenía en prisión era nuestro pecado. Y Él nos liberó de nuestro pecado. ¿Cómo? Por Su sangre, el derramamiento de Su sangre; pagando el precio de muerte por nuestros pecados.
Cristo, «el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí». El apóstol Pablo dice eso en Gálatas 2:20. Él nos ama. Nos liberó de nuestros pecados por Su sangre.
«En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1:7).
Hebreos 9:22 dice que según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. Escúchame, no hay manera en que puedas ser libre del dominio, del poder de tu pecado, de su influencia controladora sobre tu vida, excepto por el derramamiento de la sangre de Cristo en el calvario. Un cristianismo sin cruz no es cristianismo en absoluto, y un cristianismo sin cruz, no puede liberarte de tus pecados.
Tenemos todo tipo de programas de apoyo para personas que están pasando por una adicción o problemas con el pecado, pero quiero decirte, si no te llevan a la cruz, si no te llevan a Cristo, nunca serás libre de esas adicciones ni de esos pecados.
A Él…la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.
Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con Su sangre y (en el versículo 6 hay más) «hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre».
Nos ha hecho un reino. ¿Quién es el Rey de este reino? ¡Es Jesús! Él es el Rey, y Sus creyentes, somos los súbditos de Su reino, y somos sacerdotes. Hemos sido separadas para el servicio santo.
No solo es para las personas llamadas al ministerio. No es solo para pastores y ancianos. Todas nosotras, como creyentes en Cristo, somos sacerdotes. Hemos sido apartadas para servir a Dios.
Tenemos acceso a Su presencia. Tenemos ese ministerio de intercesión que se nos ha dado. Servimos a Dios. Nos servimos unas a otras. Porque «Él hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre».
Así que «al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre, e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él (a Cristo) sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén».
Después, no solo que ha sido verdad en el pasado, Su obra pasada y Su ministerio a nuestro favor, sino Su obra futura y Su pronta venida y el regreso a la tierra. Versículo 7:
«He aquí, viene con las nubes (está por venir) y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él; sí. Amén».
Y más adelante regresaremos a este punto en la serie, porque el regreso de Cristo es uno de los temas más importantes en Apocalipsis. Ha sido la esperanza del pueblo de Dios, de la iglesia, en cada generación desde el primer siglo hasta ahora, esa esperanza bendita, la segunda venida.
La primera venida de Cristo fue vista por unos pocos. Y esa vez Él vino a morir.
Pero la próxima vez que Él venga, vendrá triunfante. Vendrá en gloria. No vendrá para ser visto por unos cuantos sino para ser visto por todos. Todo ojo le verá, y en esta ocasión Él no viene a morir, sino que viene a reinar, a gobernar y a juzgar.
Eso es lo que leemos, es como el distintivo, el sello en el versículo ocho, donde Cristo habla por Sí mismo. Después de que Juan da la descripción de Cristo, es el mismo Cristo quien habla y dice: «Yo soy», Yo soy es como su firma Yo soy ese del que Juan está hablando.
YO SOY. Ese es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Jesús es Dios. Él dice ahora: «Yo soy el Alfa y la Omega –dice el Señor Dios– el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso».
Jesús afirma lo que Juan acaba de decir de él. Él dice: «Yo soy el Alfa y la Omega». Estas son la primera y última letra en el alfabeto griego, y en medio del alfabeto está todo el conocimiento contenido.
Lo vemos como el gobernante poderoso y soberano. Lo vemos como puro. Lo vemos majestuoso.
No solo vemos Sus nombres y Su carácter, sino que vemos Su obra redentora, Su obra salvadora. «Él nos libertó de nuestros pecados con Su sangre».
Y después vemos las promesas futuras que son nuestra esperanza en el día de hoy. «He aquí, viene con las nubes», viene a reinar, viene a gobernar, viene a juzgar, viene a liberar aquellos que han creído en Él.
Así que nos unimos con el apóstol Juan diciendo, a Él, a Ti Señor Jesús, «sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén».
Débora: El libro de Apocalipsis te apunta a Cristo. Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado explicando cómo es esto, en la serie titulada Una visión del Cristo glorificado.
Esta es la primera de varias series que escucharemos las cuales están basadas en las cartas a las iglesias de Apocalipsis. Mientras escuchas, espero que puedas explorar estas cartas tan significativas en tu tiempo a solas con Dios.
¿Alguna vez te has sentido estancada? ¿Atrapada en la casa, atrapada en el trabajo, atrapada en una relación difícil? Si esa es la forma en que te sientes, Nancy te dará increíble ánimo mañana; así que no te pierdas el siguiente episodio de Aviva Nuestros Corazones.
Contemplando a Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Nueva Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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