Ahora que lo he tomado en mis brazos
Debora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: La salvación no es una filosofía. No es una religión. No es un sistema doctrinal. No es un sistema religioso. No es un grupo de creencias. Sí existe un grupo de creencias sobre la salvación; sí existe un sistema doctrinal sobre la salvación. Pero la salvación es en última instancia una persona. Es Jesús. Él es nuestra salvación. El ver a Jesús, es ver la salvación de Dios. Jesús y la salvación son inseparables.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Ayer escuchamos sobre uno de los primeros himnos de Navidad. Este fue pronunciado por Simeón cuando vio al bebé Jesús por primera vez, después de haber anticipado Su venida por años. Hoy Nancy continúa hablándonos sobre esto como continuación de la serie, La dedicación del Rey.
Nancy: …
Debora: Con nosotras Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: La salvación no es una filosofía. No es una religión. No es un sistema doctrinal. No es un sistema religioso. No es un grupo de creencias. Sí existe un grupo de creencias sobre la salvación; sí existe un sistema doctrinal sobre la salvación. Pero la salvación es en última instancia una persona. Es Jesús. Él es nuestra salvación. El ver a Jesús, es ver la salvación de Dios. Jesús y la salvación son inseparables.
Annamarie: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth en la voz de Patricia de Saladín.
Débora: Ayer escuchamos sobre uno de los primeros himnos de Navidad. Este fue pronunciado por Simeón cuando vio al bebé Jesús por primera vez, después de haber anticipado Su venida por años. Hoy Nancy continúa hablándonos sobre esto como continuación de la serie, La dedicación del Rey.
Nancy: Tengo una amiga en el área quien visitó recientemente mi iglesia, junto con su esposo. Después del servicio, volteé y esta mujer tenía lágrimas corriendo sobre su rostro. Apenas podía hablar. Ella me pudo decir algunas palabras mientras nos mirábamos una a otra. Simplemente me dijo, «es maravilloso. ¡Es un regalo!»
Acabábamos de escuchar un mensaje del libro de Romanos sobre la gracia de Dios y el regalo de Dios. Fue un buen mensaje. Pero estaba viendo a esta mujer; estaba abrumada por lo que acababa de escuchar. Ella solo seguía diciendo, «es un gran regalo. ¡Es un gran regalo!» Apenas podía expresar lo que quería decir.
Le escribí un correo electrónico algunos días después, y solo le dije como me había animado en lo personal, al ver lo que Dios estaba haciendo en su vida. Ella me devolvió un correo electrónico. Déjenme leer una parte de lo que decía:
«No tomo ningún crédito por el lugar donde me encuentro. Solo sé que soy lo que soy hoy, debido al que escogió abrir mis ojos y quitar el velo de ellos. Creo que es probablemente por eso que no podía contener mis emociones ese domingo. Sé que soy tan indigna y aún así, Él me escogió. Él me escogió, una de las peores de todos los pecadores, para abrir mis ojos a la verdad y para darme el entendimiento sobre los misterios del evangelio.
Oré el lunes que nunca perdiera ese corazón de gratitud, que siempre lo vea tan claro como lo vi ese domingo. Siempre quiero verlo como un regalo asombroso, precioso, de Dios mismo, un regalo que de ninguna manera merecemos.
Oh, como oro eso para mis hijos. (Ella tiene varios hijos entre los 20 y los 30 años; adultos jóvenes). Oro eso para mis propios hijos, que ellos vean qué tan precioso es el regalo de la salvación, que nunca es algo que debemos dar por sentado.
(Después citó de Efesios 2.) «Pero Dios, siendo rico en misericordia por Su gran amor con el cual me amó, aun cuando estaba muerta en mis transgresiones con los ojos velados, me dio vida junto con Cristo. Por gracia soy salva» (vv. 4-5, paráfrasis).
A medida que reflexiono sobre ese intercambio, ambos, en persona y a través de este correo electrónico de esta amiga, pienso sobre lo que hemos estado leyendo en la historia de Simeón. Esta mujer tiene una gran sensación de maravilla, de asombro, de gratitud, y admiración porque vió a Cristo cara a cara.
Esta es la actitud que estamos viendo en la respuesta de Simeón, a medida que entra al templo y ve a Cristo como un infante, la consolación de Israel que había esperado toda su vida. Cabe suponer que él es un hombre viejo y que finalmente ha visto lo que tanto anhelaba y por lo que oraba y pedía al Señor.
Hay una sensación de asombro. Si no estás allí, déjame pedirte que abras tu Biblia en el Evangelio de Lucas capítulo 2. Continuamos con el salmo de alabanza de Simeón.
Recuerda cómo entró al templo llevado por el Espíritu justo en el momento en que María y José entraron al templo llevando a su hijo recién nacido, de apenas 40 días, para dedicar, para presentar ese niño al Señor.
Recuerden que Simeón vio al bebé cuando los padres trajeron al niño, a Jesús. Podría haber muchos otros bebés siendo dedicados ese día. Pero el Espíritu Santo señaló, «este es Él».
Leímos en el versículo 28 del capítulo 2 que cuando Simeón vio al niño él lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios. No sé si estaba apretando al bebé contra su pecho o si lo levantó al Señor. Pero él estaba cargando a este precioso niño y bendiciendo a Dios por el regalo de la salvación.
Entonces empieza este salmo de alabanza en el versículo 29. «Señor», recuerda que dijimos que él usó una palabra para Señor que no es la palabra usualmente usada en el griego. La palabra que él escogió aquí es una palabra de la cual obtenemos nuestra palabra déspota, significando «un gobernante con una autoridad absoluta».
Él dice, «(patrón, mi gobernante, mi rey), permite que tu (esclavo) se vaya en paz (puedo morir en paz), conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz de revelación a los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel» (vv. 29-32).
Vemos este salmo de alabanza. Vemos a Simeón tomando al bebé, tomándolo en sus brazos y bendiciendo a Dios y diciendo estas palabras que acabamos de leer.
Se me ocurrió recientemente, y no creo que le esté quitando o añadiendo nada al texto al señalar esto: siempre que pensamos en Simeón lo imaginamos cargando a Jesús y bendiciendo a Dios, quien está en otro lugar. Pero de cierta forma Simeón habla estas palabras este salmo de alabanza, este himno de alabanza, no solo dirigiéndose a Dios en el cielo, también le está hablando al bebé que tiene en sus brazos porque ese bebé es Dios.
De cierta forma le está diciendo al infante Cristo, al Señor Jesús, «Señor». Aquí está este hombre anciano dirigiéndose a este bebé como su patrón, su Señor. «Señor»; piensa en él diciéndole esto al bebé: «Ahora Tú estás dejando a tu siervo, yo soy Tu esclavo, y puedo morir en paz conforme a Tu palabra». Es decir, la palabra de Jesús. Jesús es la Palabra viva de Dios.
«Porque han visto mis ojos Tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos». Hay una insinuación aquí de la deidad de Cristo, el reconocimiento de que este bebé es Dios.
Hablamos antes en esta serie sobre la encarnación; de que Dios tomó forma humana y Dios fue el que vino a la tierra. Él fue concebido en el vientre de una virgen y nació como el bebé Jesús. Cuando Simeón bendijo a Dios también estaba bendiciendo a este bebé, bendiciendo a Cristo, quien es nuestra salvación, nuestra luz y nuestra gloria.
Simeón dice en el versículo 30: «Porque han visto mis ojos tu salvación». Han visto mis ojos tu salvación. Mientras tiene este bebé en sus brazos y bendice a Dios, nos damos cuenta de que la salvación es una persona. ¿Qué había visto Simeón? Él había visto este bebé. Él vio a Jesús. Le dice a Dios: «Han visto mis ojos. ¡Mira lo que estoy viendo! Este bebé, Él es Tu salvación. Este niño es Tu salvación».
Amigas, la salvación no es una filosofía. No es una religión. No es un sistema doctrinal. No es un sistema religioso. No es un grupo de creencias. Sí, existe un grupo de creencias sobre la salvación; sí, existe un sistema doctrinal sobre la salvación. Pero la salvación es en última instancia una persona: Jesús. Él es nuestra salvación. El ver a Jesús es ver la salvación de Dios. Jesús y la salvación son inseparables.
Muchos vieron a Jesús en el templo ese día y a través de su vida terrenal, ya sea como bebé o como un hombre adulto, y nunca se dieron cuenta de que estaban viendo la salvación de Dios porque no tenían ojos espirituales. Ellos veían un bebé físico con sus ojos físicos. Ellos veían un hombre adulto con sus ojos físicos. Pero nunca vieron la salvación de Dios. Solo veían la humanidad. No veían que Jesús es la salvación de Dios.
Pero Dios abrió los ojos del corazón de Simeón, tal como Él ha abierto los ojos de muchos de nuestros corazones. Dios le dio fe para darse cuenta cuando vio a este niño, que estaba viendo la salvación de Dios.
Él dice: «Han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos» (Luc. 2:30-31). Esa pequeña frase: «la cual has preparado», Dios Tú has preparado esta salvación. Esta salvación que hemos recibido del Señor no fue una ocurrencia tardía de parte de Dios. «¡Ay! Adán y Eva pecaron. Vamos a ver qué podemos hacer al respecto». O, «¡ay! Esta persona nació en el mundo, y está en problemas. Pienso que haré la salvación».
Esta no fue una idea espontánea de parte de Dios. La salvación fue algo que Dios preparó para nosotros. La palabra que es usada en el griego significa, «proveer, preparar». Mientras estudiamos las Escrituras en su totalidad, nos damos cuenta de que en la eternidad pasada, antes de que existiera el tiempo, antes de que Dios creara el mundo, Dios providencialmente, soberanamente diseñó, determinó el plan de salvación.
Él siempre tuvo en mente lo que celebramos en esta primera Navidad y luego vemos, a través de la vida y de la muerte, el entierro y la resurrección del Señor Jesús, que este era el plan que Dios había preparado. A través de la historia, Dios ha estado preparando este plan de salvación para Su pueblo.
La salvación que Dios ha preparado nos ofrece una imagen, una idea del banquete que Dios nos ha preparado, un banquete que Dios ha provisto y preparado para nosotros. Pienso en ese versículo del Salmo 23 que dice: «Tú preparas mesa delante de mí en presencia de mis enemigos» (v. 5).
«En la presencia de Satanás y del pecado y de este mundo perdido y de mi carne pecaminosa, Señor, Tú has preparado una mesa, un banquete abundante, un festín. Es una mesa de salvación a la cual me has invitado a participar».
El capítulo 25 de Isaías nos dice proféticamente: «Y el SEÑOR de los ejércitos preparará en este monte para todos los pueblos un banquete de manjares suculentos» (v. 6). ¿Qué es ese banquete? Es la salvación de Dios. ¿Qué es la salvación de Dios? Es un banquete suculento para satisfacernos y llenar nuestras necesidades más profundas; nuestra hambre y nuestra sed.
Él dice, «has preparado esta salvación en presencia de todos los pueblos» (Luc. 2:31). Hay un recordatorio en este pasaje de que la salvación es para todo el mundo, y todas las personas sobre la tierra están invitadas a tomar parte del banquete de Dios.
El versículo 30 de Lucas 2 describe esta salvación con más detalle. Simeón dice; «Porque han visto mis ojos tu salvación la cual has preparado en presencia de todos los pueblos». Entonces el versículo 32 dice: «LUZ DE REVELACIÓN A LOS GENTILES, y gloria de tu pueblo Israel».
La salvación de Dios sería una luz para iluminar la oscuridad de nuestro mundo. Si este mundo no está en la oscuridad hoy, no sé cuando lo ha estado. No creo que haya estado en una oscuridad más profunda que como lo está ahora.
Pero hoy celebramos, en esta Navidad, sin duda alguna, que Dios penetró a la oscuridad y envió una luz al mundo, el Señor Jesús. Jesús es la luz para nuestra oscuridad.
Lo que dice Simeón aquí, en este salmo de alabanza, es que Él es «luz de revelación a los gentiles», y es la primera referencia en el Evangelio de Lucas de que la salvación se extiende más allá de los judíos a los gentiles. No es algo sorprendente para nosotros cuando lo leemos, porque lo hemos leído muchas veces antes.
Nosotros somos gentiles, la mayoría de nosotros, por nacimiento y de acuerdo a la carne. No nos ponemos a pensar lo asombroso que esto fue para los lectores del primer siglo del Evangelio de Lucas o para los que escucharon a Simeón en el templo.
Recuerden que él estaba en la parte del santuario donde los gentiles no podían entrar. Recuerden que anteriormente en esta serie hablamos sobre el templo de Herodes y cómo había un atrio exterior, afuera del santuario. Había un letrero que decía: «Ningún gentil más allá de este punto, si no, pena de muerte». Nadie se atrevía a entrar al santuario si no era judío.
¡Aquí está Simeón en el templo diciendo que Dios había mandado a Jesús, la salvación de Dios, para ser una luz de revelación a los gentiles! Los judíos consideraban a los gentiles como perros, paganos, incircuncisos e idólatras. Eran rechazados. No eran parte del plan de Dios, al menos así pensaban los judíos.
Pero a través del Antiguo Testamento, Dios había vislumbrado que Su salvación era para todas las personas, que los judíos eran simplemente el medio a través del cual Dios iba traer la salvación al mundo. Aquí Dios menciona a los gentiles antes que a los judíos. Es lo que un comentarista llama, «La inversión inesperada de Dios». La idea de que los gentiles deberían ser incluidos en el plan de Dios es un pensamiento impresionante.
Jesús como el salvador de los gentiles. Esa verdad está dibujada en el libro de Isaías. Isaías había profetizado que la salvación de Dios no solo era para los judíos sino también para los gentiles. Sin embargo, la mayoría de los judíos en el tiempo de Simeón no lo habían visto, lo habían ignorado, o habían escogido rechazar ese concepto.
Escucha este versículo en Isaías 49. Dice: «Poca cosa es que tú seas mi siervo, para levantar las tribus de Jacob y para restaurar a los que quedaron de Israel; también te haré luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra» (v. 6).
Siempre había estado en el corazón y en el plan de Dios extender Su salvación más allá del pueblo judío, hacia los gentiles. Jesús, la salvación de Dios, es una luz de revelación para los gentiles, para la salvación de los gentiles.
Me recuerda el versículo en 2 Corintios 4 que dice: «Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios» ¿dónde?«en la faz de Cristo» (v. 6).
Eso fue lo que Simeón vio cuando tomó al bebé en sus brazos y bendijo a Dios. ¡Una luz! La gloria de Dios, la gloria Shekinah de Dios que previamente estaba ubicada solamente en el lugar santísimo en el templo. Ahora esa luz ha llegado a la tierra. ¡Hemos visto Su gloria en la faz de Jesucristo!
Mientras Simeón tiene al bebé en sus brazos, él alaba a Dios por el Mesías. El Mesías le ha traído paz. Él ha dicho, «Ahora me puedo ir en paz. ¡Puedo morir sin miedo porque mis ojos han visto Tu salvación!» La muerte no es de temer, como hemos dicho en la última sesión. «La muerte es ganancia porque he visto Tu salvación».
Él dice, «Dios ha traído a través de este niño la salvación y la luz y la gloria, no a mí, no solo a los judíos, sino también a los gentiles, a todo el mundo».
A medida que se acerca la temporada de Navidad, hay muchas conversaciones, muchos cantos, muchos servicios en las iglesias, muchos espectáculos, muchas ocasiones especiales y luces y brillo y glamour. Pero mi pregunta para ti es: ¿Lo has tomado en tus brazos? Por fe, ¿has visto la salvación de Dios?
¿Lo has visto? No solo, «¿vas a la iglesia donde hablan sobre esto?» No solo, «¿has crecido escuchándolo toda tu vida?»
- ¿Tienes una relación personal con el Señor Jesús por medio de la fe?
- ¿Es Él tu salvación?
- ¿Es Él tu luz?
- ¿Has confiado en Él como tu Señor?
Vamos a inclinar nuestros corazones en oración. Quiero invitarte, si has escuchado esta historia toda tu vida, pero Dios está ahora abriendo tus ojos y está dándote fe para ver a Cristo como la salvación del mundo, podrías tú, en este momento decir, «Señor yo creo. Gracias por abrir mis ojos para ver que Jesús es el salvador del mundo y yo confío en Él ahora como mi salvador. Ven a mi vida Señor Jesús. Perdona mi pecado. Dame un nuevo corazón. Sálvame por Tu gracia».
Señor, oro que esta temporada de Navidad sea un tiempo de salvación verdadera para los que tú has llamado, los que tú has escogido, aquellos cuyos ojos Tú has abierto para ver y creer en el Señor Jesucristo. Te daremos gracias por eso, en el nombre de Jesús, amén.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado ayudando a fijar nuestros ojos donde deben estar, tanto a lo largo de nuestra vida como de manera particular en esta temporada del año; sobre la persona de Jesús. En días donde la vida parece ir tan rápido y andamos de una ocupación en otra, pausar para escuchar estas enseñanzas y enfocar nuestros corazones en lo verdaderamente importante es una bendición.
Te animo a permanecer junto a nosotras a lo largo de esta serie titulada, La dedicación del Rey. Ahora, para concluir este episodio y continuar fijando nuestros ojos en Jesús, queremos compartir contigo un poema escrito por Blair Linne titulado «¿Lo conoces?», interpretado por Alejandra Cardoza de Slemin en una de nuestras conferencias Mujer Verdadera.
Alejandra Cardoza: ¿Lo has visto? ¿Lo conoces? ¿Renunciarías a todo para servirle? ¿Le amas? Aquí viene el Cordero de Dios, caminando vestido de esplendor, ángeles se inclinan a Sus pies temblando en completa rendición.
Los cielos cantan, las nubes se mecen ante el Anciano de días, el núcleo de la tierra estalla en alabanza reconociendo al Dios digno. Cada árbol, con sus frutos soplados por el viento sabe que todas las cosas subsisten por medio de Él. Y sin embargo, Cristo no se ha humillado ante los árboles, o los elementos naturales o los animales; sino por amor, descendió como una paloma para hacer de los pecadores Sus amigos.
Aun así la humanidad está determinada a examinar las cosas naturales rechazando la oportunidad de conocer al Rey de reyes. Preferimos un conocimiento teórico, nuestros títulos de la universidad bíblica, cuando el reino de Dios está tan cerca. Seríamos verdaderamente cambiadas si en quietud conociéramos al Hijo del Hombre. Él nos ha demostrado a través de Su Palabra que Él es la Palabra; podemos estar en comunión con Él compartiendo nuestra comida diaria que Él voluntariamente sirve. Pero preferimos pasar el tiempo en un blog leyendo algo o prestando atención a otras cosas en vez de luchar con Dios para conocer la verdad en las páginas de las Escrituras, luchando no para ganar, sino para que nuestra carne sea siempre vencida; si es necesario, caminar cojas o con una espina clavada en un costado para que con humildad entreguemos cualquier tentación de orgullo.
No podemos estar satisfechas tuiteando citas de hombres, siervos que trabajan en la presencia del Altísimo; nos conformamos con la revelación secundaria y así nos preguntamos por qué estamos tan secas espiritualmente. Superficiales como una planta de bonsái esperando que alguien nos dé un «like», en vez de querer el amor eterno de Aquel que dio Su vida por nosotras. Jesucristo es celoso con Su gloria antes de que este mundo fuera estructurado, Él estaba elaborando una sobrenatural historia. Protagonizada por Su misericordia, coestelarizada por Su gracia, dirigida por la mano de Dios. La verdad es que todas deberíamos estar rendidas delante de Él. No en youtube…más bien luces, cámara, acción, y enfocarnos en Su crucifixión, el único sacrificio que ha sido suficiente, debe motivar en nosotras una convicción e incendiar nuestro deleite. No leer la Biblia para sonar espiritualmente profundas, o añadirla a nuestro «curriculum espiritual», sino indagando para conocer la majestad de Su verdad diariamente.
¿Lo has visto? ¿Lo conoces? ¿Renunciarías a todo para servirle? ¿Le amas? Personalmente. No fue un rumor que escuché en la viña, de cómo Sus uvas fueron aplastadas y se derramó el vino. Hemos probado Su sangre y comido de Su carne, experimentado Su poder, intercambiar Su vida por nuestra muerte. ¿Ves? Es que estábamos muertas, peor que en una tumba, esclavizadas por legiones de demonios, el príncipe del aire nos había depravado; una muerte espiritual que trascendió la carne creando una eterna ola de calor que con razón nos merecíamos, pero mientras aun estábamos en nuestro pecado, Dios en su gracia ¡escogió salvarnos!
Ahora tenemos paz y serenidad ya que no somos más enemigas de la Trinidad; libres para arrodillarnos confesando, «Señor, yo creo en ti». Mientras nos apartamos del pecado y nos atamos a Su divinidad. Contando todo como pérdida por amor a Cristo. Cualquier cosa adquirida en este mundo no se puede comparar al hecho de que se nos ha correspondido; hecho herederas de Su santidad la cual ha preparado para Sí mismo. Él se dio a sí mismo por nosotras. Nuestro placer y deleite es amarlo desde el momento en que somos nacidas de nuevo, hasta el final de la eternidad, la cual nunca terminará.
¿Lo has visto? ¿Lo conoces? ¿Renunciarías a todo para servirle? ¿Le amas? ¿Le amas?
Annamarie: Viviendo juntas la belleza del evangelio, juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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